Max Weber, (Efurt 1864 − Munich 1920), historiador y sociólogo alemán. Estudió economia, derecho y filosofia. Nacionalista y a la vez liberal, se opuso a la política de los epígonos de Bismarck y formó parte de la comisión redactora de la constitución de Weimar. Sus trabajos abarcan muchos aspectos y muy variados, y solamente de una manera parcial manifiestan las tensiones internas del autor y sus enfrentamientos con los utilitaristas, los marxistas y los historicistas. Preocupado por la influencia mutua de los intereses materiales i espirituales en la interacción de las clases y grupos sociales, ivestigó los vinculos entre ideas religiosas y conductas económicas tanto en las sociedades occidentales como en las orientales: en su obra más conocida, Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus (La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1904 − 05), estudió nexos entre el protestantismo y la génesis del capitalismo. También se interesó por la naturaleza del poder y sus modalidades, y en todo momento remarcó la pluralidad de las causas del desarrollo de la histórico y la necesidad de conocer los contenidos culturales para interpretar los cambios sociales, en la perspectiva de llegar a una conceptualizaciñon de los colectivos en función del comportamiento social y no de las estructuras. Al morir dejó inédito, un monumental tratado, Wirtschaft und Gesellschaft ( Economia y sociedad) publicado a partir de 1922. "El político y el científico" (Weber, 1984) tan oportuna en estos tiempos de descrédito de políticos y de escepticismo en las ciencias. Estos dos discursos de Max están encaminados a observar las diferencias entre la vocación del político y el deber del científico. Y se podria describir a éste como un político frutrado y un científico insatisfecho de sí mismo y de su objeto. • La primera pregunta que se formula en este libro es: ¿Qué debe ser un político? Weber sabiendo que el político, en su época, como hoy también, no era precisamente un modelo, propuso un "deber ser" de político a ser imitado por los que sentían esa vocación. Decía: "un político debe contar con tres virtudes: pasión, sentido de responsabilidad y mesura". Una definición difícil, por no decir imposible, de ser encarnada. Y es aquí donde está el problema. Dos virtudes racionales y una irracional excluyentes entre sí y con un equilibrio donde es exigible el sacrificio de una de ellas. Sin duda, podríamos decir que el dilema del político de Weber proviene de dos filósofos griegos: Aristóteles que decía que la mayor virtud de un político era la prudencia, y la pasión, venida de Platón. • Por otro lado Max quiere diferenciar entre la moral de la convicción y la moral de la responsabilidad. Weber decía que hay dos formas de luchar políticamente por los fines que cada quien concibe. Pero hay una diferencia fundamental: el sacrificio o no de cosas y personas en función de los fines. En efecto, estamos ante el viejo dilema de si el fin justifica los medios o no. Para el convencido de su causa, sólo hay el tipo de moral derivada de los fines por los que combate. "El que triunfa siempre tiene la razón". Weber llama a estas personas "irresponsables" porque no miden las consecuencias de sus propios actos que recaerán de modo negativo precisamente sobre las generaciones que dicen defender. Por otro lado, está también el convencido de su causa, pero a diferencia del otro éste obra con responsabilidad. Es aquel que está orientado por ciertos valores éticos que no le permiten ciertos tipos de sacrificio y que siempre pondera las consecuencias de sus actos precisamente midiendo el futuro. Para Weber este tipo de político es el deseable. Sin embargo, Weber tiene aún su dilema donde la pasión se opone a la mesura y el convencido al responsable. Por esto Weber pretende en este libro conciliar las dos morales. 1 • Por otra parte Max también nos habla sobre la eficacia y la esencia de la política. La política no ha dejado de encerrar en su seno la racionalidad de la eficiacia. Las cosas no son buenas ni malas, sino útiles o inútiles para una empresa cualquiera. En este sentido, a Weber no le interesan los fines, aunque los admite para entender la racionalidad de los políticos de distintos signos. Por eso, es un científico que no se embriaga con la nobleza o las miserias de unas metas abstractas. Por supuesto que en este sentido no deja de hablar por medio de valores. Weber analiza los valores con "relaciones de valores". Y exactamente esa es la paradoja de la política: su eficacia en el terreno de la moral. • Los tipos de dirigentes políticos. En sólo las primeras páginas, Weber define su concepción sobre la violencia del Estado, que ya se ha vuelto un lugar común en la sociología moderna, como legítima. Luego define los tipos de dirigentes que suelen presentarse en los países con sistemas políticos desarrollados. Habla fundamentalmente de dos clases: del líder carismático y un cierto tipo oscuro −el boss− producto del sistema político norteamericano. Los dos tipos se derivan, a su vez, de los partidos de notables y los partidos de masas. Al "boss" le dedica una buena cantidad de páginas y tal y como lo describe esta clase de dirigente es el típico político maquiavélico, oscuro, tramposo y sin escrúpulos. Es, en una palabra, el que fabrica a los líderes, pero también el producto del aparato partidario, el funcionario. Termina diciendo que sólo el de alma fuerte encontrará su vocación de político y que a los demás, como él mismo, no les quedará más remedio que dedicarse a otra cosa o marcharse a casa. • Por último Weber nos habla sobre El científico. Hay tres aspectos básicos que llaman la atención en este discurso de Weber. Son, por un lado, de cara a las ciencias en el que los juicios de valor no deben interferir en los hechos; por otro, el deber del científico de abandonarse a su causa y, por último, la posición del hombre de ciencia ante los fenómenos políticos concretos. Es una contradicción que Weber, prive de sentido a su objeto, sobre todo cuando él es el defensor de la influencia de los valores en la actividad humana, aunque sólo sea para tomarlos en cuenta y no necesariamente creer en ellos. Max confirma que la ciencia no puede enseñar cómo vivir o cómo comportarse ante el mundo. El fenómeno se vuelve trágico cuando, por ejemplo, se opone a que los profesores de su Universidad apoyen o combatan una huelga estudiantil. No se trata, dice "con vehemencia", de convertir a los profesores en "profetas". En resumen, Weber separa entre los hechos y los valores. "EL POLÍTICO Y EL CIENTÍFICO" Max Weber 2