Ética De La Empresa De Negocios por José Otaduy Con frecuencia, la abundancia, diversidad y severidad de los juicios éticos sobre las empresas de negocios han de haber ocupado y hasta preocupado a más de alguno, tal como a mí me ha sucedido. Y más inquietante puede parecer su negatividad nítida y persistente. No obstante, creo también que desde cierta perspectiva hemos creído percibir valoraciones más alentadoras. Ha habido tiempos y espacios en que la empresa de negocios fue materia de juicios sociales extremadamente adversos y lapidarios, por ejemplo: que se trataba por naturaleza de un ente amoral o, incluso, inmoral. Aunque considero que, en general, la valoración social ética de la empresa de negocios se ha vuelto más moderada y condicionada, sigo creyendo que aquellas disposiciones valorativas aún subyacen en muchas personas e instituciones. Sería útil someter a prueba objetiva esa presunción de mejora y condicionamiento, investigando la evolución histórica de la valoración social ética de la empresa de negocios que han venido haciendo distintas sociedades. Pero ello escapa a mis posibilidades y, por eso, de momento insinuaré esta conjetura: en nuestra cultura occidental, desde hace poco más de dos siglos, la valoración social ética de la empresa de negocios ha devenido paulatinamente de muy negativa a moderadamente negativa. Ahora bien, una mejor apreciación de la significatividad de esa presunta evolución, convendría percibirla en relación con la evolución de algún contexto relevante, por ejemplo: el de la valoración social ética general de organizaciones sociales, como gobiernos, iglesias, partidos políticos, sindicatos, universidades, entre otras. A este respecto, mi impresión –quizá más temeraria aún que la precedente– es que la valoración social ética general de muchas de esas instituciones ha pasado de positiva a inquietantemente negativa. Es decir, la valoración social de muchas de esas organizaciones exhibiría un patrón evolutivo de algún modo inverso al de la empresa de negocios. Si esas conjeturas tuvieran alguna validez, implicarían que la valoración social ética de la empresa ha mejorado relativamente con respecto a otras instituciones. Al suponer, pues, que la valoración de la intencionalidad y de la conducta ética de la empresa, es decir, de su actuación, hubiera mejorado ante los ojos de la sociedad, cabría preguntarse: ¿a qué podría atribuirse? Podríamos mencionar diversos factores, pero creo que los más relevantes son los asociados con los dos enunciados siguientes: a) Los desempeños intencional y consecuencial éticos de la empresa de negocios en general han mejorado realmente, y b) La sociedad ha logrado avances significativos en su capacidad para juzgar la actuación de la empresa y para exigir una mejor conducta ética de ella. Estas dos evoluciones habrían venido interdeterminándose recíprocamente o, como acostumbra decirse hoy, de manera sinérgica. La primera se vincula con la componente “autónoma” y la segunda con la “heterónoma”, de la ética de la empresa. A continuación señalaré algunos factores que ayudarían a explicar esos enunciados. Respecto del primer enunciado –mejoramiento real del desempeño ético de la empresa–, creo que contribuyeron los tres factores siguientes: 1. El reconocimiento y asunción, por parte de la empresa, de su “responsabilidad social”. La empresa se ha venido esforzando por esclarecer, desarrollar y poner en práctica su responsabilidad social, distinguiendo estas tres delimitaciones: a) Su “responsabilidad social exclusiva e intransferible” hacia las partes directamente afectadas por su actuación (personal, accionistas o propietarios, clientes, proveedores, competidores y entes públicos específicos), b) Su “responsabilidad social mancomunada y compatible” hacia las comunidades donde localizan sus actividades, conjuntamente con otras empresas y organizaciones identificables en ellas; y c) Su “responsabilidad social general y contribuible” hacia la sociedad total, colaborando con las acciones de mejoramiento material y ético de todas sus organizaciones e instituciones. 2. La difusión, en la empresa, de una “orientación hacia valores”. La empresa de negocios en general ha venido tomando mayor conciencia no sólo de su potencial de creación de valor material, sino también de valor ético como sistema que promueve y articula valores individuales, que promueve valores comunes compartidos y que promulga valores organizacionales propios, tanto en su interioridad como hacia su exterioridad. 3. El desarrollo, por parte de la empresa, de mejores “sistemas para tomar decisiones y solucionar problemas”. Las cuestiones a las que la empresa de negocios se enfrenta se han vuelto aceleradamente más complejas, imprecisas e inciertas. Esto plantea grandes dificultades para la evaluación y decisión éticas de sus actuaciones. A este respecto, la empresa –con ayuda de otras instituciones como asociaciones empresariales y profesionales, así como universidades)– ha promovido el desarrollo de: a. “Sistemas de pronóstico y previsión” a efectos de actuar más previsora y responsablemente sobre las consecuencias contingentes de sus decisiones; b. “Sistemas normativos internos formalizados”, a efectos de prescribir la conducta de sus miembros en situaciones con componentes éticos (códigos de conducta, contratos de empleo, etc.). c. “Sistemas de desarrollo de capacidades éticas” de sus miembros, a efectos de posibilitarles evaluaciones más correctas, juicios más certeros y acciones éticas más efectivas (programas, cursos y talleres sobre ética en la empresa y los negocios). Resumiendo, han ocurrido al menos tres desarrollos estimulantes de una mejor actuación ética de la empresa: el reconocimiento y asunción de su responsabilidad social; la orientación hacia valores en la organización; y los desarrollos en materia de previsión normatividad interna y capacitación. Aunque muchos piensen que en estos asuntos sólo se trata de retórica de la empresa –y, en alguna medida, tiene razón-, pienso que también se han producido avances reales. Pero, ¿qué ha ocurrido con la componente “heterónoma” de la empresa de negocios? Creo que al avance en la capacidad social para juzgar la actuación de la empresa y para exigir una mejor conducta ética de ella contribuyeron los tres factores siguientes: 1. La acumulación de un acervo enorme de información acerca de las conductas de las empresas, así como sistemas de análisis más elaborados, sobre las consecuencias de su actuación, han sido establecidos por la sociedad a través de numerosas organizaciones, públicas y privadas, de orden local, nacional e internacional, lo cual posibilita procesos de evaluación mejores desde el contexto externo. 2. Junto con la acumulación de información sobre la empresa, parece haber ocurrido un desarrollo de evaluación ética: desde criterios unifocales, apriorísticos e incondicionales hacia criterios multifocales, aposteriorísticos y condicionales, lo cual resulta indispensable para juzgar con mayor corrección la ética de la empresa actuando en situaciones más complejas y cambiantes. Esto no implica mayor positivismo ni relativismo, sino un mayor situacionalismo, y esta diversificación situacional tiene lugar en un contexto de creciente interdependencia, la cual puede promover convergencias mediante el diálogo, la discusión y el acuerdo nacional e internacional. 3. Parejo a las evoluciones precedentes, puede notarse el desarrollo de un cuerpo normativo social más comprensivo y detallado a efectos de delimitar la libertad y exigir la actuación apropiada de la empresa. Este cuerpo es amplísimo, multifacético, con dimensiones locales, nacionales, regionales e internacionales. Y con respecto a los procesos mencionados de crecientes interdependencias, este cuerpo normativo exige coherencia y convergencia. La empresa no objeta hoy tanto este desarrollo normativo, sino que le demanda realismo, previsión, adaptabilidad y equidad. También al menos otros tres factores han contribuido a mejorar el desempeño ético de la empresa: la acumulación de información sobre sus características y actuaciones; el desarrollo de mejores criterios de análisis y evaluación de su conducta y la construcción de un cuerpo normativo diverso y detallado para delimitar su libertad y exigir su conducta ética. Tengo la impresión de que lo expuesto hasta aquí podría parecer imprudentemente tranquilizador y, quizá, propone una actitud complaciente y pasiva, de “espera esperanzada”. Pero lo que deseo promover es lo opuesto: una acción fuertemente motivada, urgente y vigorosa por una empresa más ética, más comprometida por maximizar la realización de valores que por minimizar la realización de disvalores. Dos razones alientan esta postura: la primera de prudencia ante un probable sesgo perturbador, por percibir un estado de cosas mejor que el que realmente pudiera ser; la segunda, creo que en la empresa y sus dominios de influencia existe un potencial enorme de creación de valor material y ético que apremia realizar. La prudencia es requerida por el carácter altamente conjetural de las apreciaciones anteriores, pues el desarrollo adoleció de abstracción excesiva, imprecisión y ambigüedad. Conceptos como “la empresa de negocios” y “la actuación intencional y consecuencial éticas de empresa” pueden no ser justificables ante una realidad cambiante y diversa de empresas individuales. Definiciones como “valoración social ética de la empresa de negocios”, “valoración social ética extremadamente negativa” y “valoración social ética moderadamente negativa” no sólo pueden adolecer de abstracción excesiva, sino también de imprecisión y ambigüedad. Otras consideraciones también justificarían una actitud de actividad casi compulsiva por alentar el mejoramiento de la actuación ética de la empresa. Una de ellas deriva de la convicción de que la empresa moderna constituye una invención, una construcción social notable, con un gran potencial de creación de valor material y humano, a la que se debe estimular y ayudar hasta la altura de sus potencialidades. Otra consideración es la que el desempeño ético de la empresa implica tomar decisiones en situaciones complejas e inciertas, lo cual requiere el desarrollo continuo y eficaz de las capacidades individuales y organizacionales para juzgar acertadamente sobre los aspectos éticos de las decisiones. Pero para promover la superación del desempeño ético de la empresa, creo que debería actuarse vigorosamente para convencer, apoyar y exigir, tanto interiormente como desde su exterior. Es necesario intensificar los esfuerzos por convencer a los directivos y miembros de la empresa que el desempeño ético no sólo es imperativo por sí mismo, sino también porque resulta imprescindible para su crecimiento, desarrollo y prosperidad. Hoy en día se piensa que la creación de valor sólido y durable en la empresa para todas sus partes interesadas depende de los siguientes factores: a) La satisfacción de las necesidades de los clientes y usuarios con sus productos y servicios. b) La estrecha vinculación y cooperación recíproca con los proveedores de insumos tangibles e intangibles. c) La motivación de su personal hacia el trabajo significante y creativo para su desarrollo individual y mancomunado. d) La competencia limpia y efectiva basada en capacidades organizacionales distintivas aplicadas a la creación de valor. e) La creación de una cultura organizacional robusta fundamentada en principios y valores compartidos. f) El desarrollo de un sistema de liderazgo transformador, visionario e inspirador. g) La preocupación persistente por eliminar externalidades negativas y por promover las positivas en el medio físico y social de su dominio de acción e influencia. Estos factores críticos implican un desempeño ético por parte de la empresa y además un enfoque no sólo de “ética del cumplimiento”, sino también de “ética de la integridad”. Es imprescindible que los miembros de la empresa estén profundamente comprometidos con ello, lo cual demanda un esfuerzo persuasivo, particularmente hacia sus directivos. En cuanto al apoyo necesario sobre el particular a la empresa, deben considerarse dos asuntos: el de la formación y capacitación éticas, y el de la formalización de procesos y órganos de ayuda y decisión éticas. La base imprescindible para la conducta ética en la empresa requiere una sólida formación sobre principios y valores, que debe comprometerse a dilucidar, explicar y estimular a sus directivos y miembros. Pero esta formación primordial no es suficiente para asegurar la conducta ética; también es necesaria una capacitación que permita aplicar esos principios y valores en situaciones concretas. En el mundo de la empresa, las situaciones que requieren decisiones éticas son muy variadas, y la obtención de información, análisis, evaluación y decisión adecuadas requieren capacidades individuales, grupales y organizacionales bien desarrolladas. A este respecto, hoy resulta muy promisorio el enfoque de “aprendizaje y creación de conocimiento organizacional”, que concibe a la organización como un sistema de cambio, creación y aprendizaje continuos cuyo desideratum es aprender más, mejor y más aceleradamente sobre lo más importante para su crecimiento, desarrollo y prosperidad. Creo que la capacitación ética en la empresa avanzaría muchísimo con el mismo, y podría obtener el mejor apoyo de la universidad. La formación ética de los diversos miembros de la empresa y su capacitación para responder ante problemáticas concretas es necesaria. Pero aún son necesarios otros elementos de naturaleza procesal y estructural, lo cual demanda el diseño de ciertos procesos críticos y la instrumentación de los órganos apropiados. Al respecto hoy día se están dando desarrollos muy promisorios, por ejemplo: a) Procesos jerárquicos para forzar el comportamiento ético basados en la administración de códigos que imponen sanciones a las transgresiones. b) Procesos que estimulan y protegen la denuncia de transgresiones, tanto desde dentro como desde fuera de la empresa. c) Procesos persuasivos de negociación bipartita para inducir conductas éticas, en los que las partes en conflicto acuerdan decisiones donde: una de las partes “gana” y la otra “pierde”, o ambas “ganan”; d) Procesos multipartes de “diálogo”. e) Sistemas internos de “proceso debido” como organismo de procesamiento ético.i De estos procesos, que desafortunadamente no podemos explicar aquí, los más convenientes para el desarrollo y desempeño éticos de la empresa parecen ser los de “diálogo” y de “proceso debido”. Ellos están en línea con el enfoque de aprendizaje y creación de conocimiento organizacional y permiten abordar problemas complejos en los que se cuestionan no sólo las acciones sino también los valores que gobiernan la empresa y, más profundamente aún, el sistema de tradiciones en que ésta se haya inmersa. La implantación de estos procesos en la empresa debe ser fuertemente apoyada, la ayuda de la universidad puede ser valiosa al respecto. Para que los procesos indicados se realicen con efectividad se requiere cierta formalización, y ésta a su vez, necesita la creación de órganos competentes, como algunos que ya pueden observarse en funcionamiento: a) Vice-presidente de prácticas éticas. b) “Ombudsman” de la empresa. c) Comisiones de investigación y calificación de transgresiones éticas. d) Comisiones de arbitraje de demandas éticas. e) Órganos de mediación y consejo éticos. El establecimiento de este tipo de órganos, que constituye un paso decisivo en el desarrollo ético continuado de la empresa, requiere personal capacitado, y deberá de apoyarse mediante su formación. Finalmente, otro requisito para la superación ética de la empresa es el de la exigencia. La sociedad debe continuar exigiendo, lo cual no es un arte fácil, y en relación con la empresa lo es menos aún. Debe exigirse con objetividad, justicia y realismo. Y aunque esto parezca impracticable para un ente tan vasto, complejo y plural como la sociedad, creemos que es posible a través de las organizaciones e instituciones que interactúan con la empresa y que pueden influir sobre su actuación. Referencias Nielsen, Richard P. (1996), The Politics of Ethics, The Ruffin Series in Business Ethics, Oxford University Press. i