Caso bebe Wyatt

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Caso “bebé Wyatt”
Exigencias ético-jurídicas decisivas
José Calvo González
Profesor Titular de Teoría y Filosofía del Derecho. UMA
Vivir es siempre un asunto complicado, y a veces morir se convierte también en algo
extraordinariamente difícil. Lo común de ambos casos no consiste en el hecho de vivir o
morir, sino en valorar la autonomía y la dignidad con que lo hagamos. Con ocasión de
lo que se ha presentado como el Caso de la “bebe Wyatt”, la opinión pública en Reino
Unido tuvo reciente oportunidad para conocer y manifestarse en torno al debate
originado por las diferentes y encontradas peticiones del equipo médico que todavía la
atiende y de los progenitores, así como acerca de la resolución judicial adoptada con
base en las respectivas pretensiones y las razonables expectativas de un desenlace
mortal inevitable. En efecto, la BBC abrió una página web para que pudieran hacerse
públicas opiniones y contrastar pareceres sobre la decisión adoptada. También el
prestigioso The Guardian, diario de referencia, ofreció a sus lectores argumentos
informativos para una discusión social, ciertamente conmovedora y dramática en cuanto
concernía al derecho a morir en paz y a no prolongar la agonía de un bebé. Creo que
conviene recordar y resumir los principales elementos de hecho en la controversia.
Contra la voluntad de los padres, Mark Hedley, juez del Tribunal Superior de Londres
resolvió el día 7 de octubre autorizar a los médicos, de no alcanzar acuerdo con
aquéllos, a no reanimar a Charlotte Wyatt, bebé de once meses, mediante aplicación de
ventilación artificial u otros tratamientos agresivos similares, quien así morirá si sufre
una nueva crisis respiratoria. Charlotte se halla afectada por la imposibilidad de ingerir
alimentos y líquidos, padeciendo severas deficiencias renales, con una inmadurez de
desarrollo cerebral y daños profundos que le impiden realizar o producir respuestas o
movimientos voluntarios, además de ver y oír. Ya ha sido reanimada hasta cinco veces
con respiración artificial y cuenta con tres ingresos en la UCI. Dependiente en todo del
suministro de oxígeno, recibe ahora elevados niveles suplementarios para poder
respirar, es decir, que le está siendo aportada más cantidad de oxígeno de la que puede
llegarle a través de un tuvo nasal, siendo así pues que en la actualidad mantiene toda su
cabeza en el interior de una caja de plástico, angustiándose cuando se le retira y
tomando entonces una coloración cianótica toda la piel del cuerpo. En añadido, la
continua aspiración e inspiración de esos altos niveles de oxigenación está lesionando
aún más sus ya muy perjudicados pulmones. En todo caso, la misma medicina que le
aplica los avances técnicos que hasta hoy permiten su sostenibilidad vital, pronostica
que no sobreviviría como para alcanzar la adolescencia. Contra el criterio médico, los
padres reclamaban mantener con vida a su hija en espera de un milagro, considerando
por tal no sólo un plus a las posibilidades teóricas de la actual medicina o las que abriera
el avance científico médico de un porvenir más o menos inmediato, sino igualmente lo
resultante de la intervención divina. Los padres han decidido no recurrir la sentencia
En un análisis jurídico el caso se plantea como ponderación compleja entre derechos
reconocidos, bienes protegibles y principios jurídicamente atendibles, que aquí son
como mínimo: derecho a la vida, derecho de los familiares a decidir en nombre de quien
no está legal ni físicamente capacitado para ello, derecho a la salud, derecho a la calidad
de vida, bienestar e interés de la menor afectada, objeción de conciencia del profesional
médico respecto de la extensión de los cuidados paliativos a una obligatoriedad jurídica
en la exacerbación clínica (encarnizamiento médico), valor jurídico del criterio médico
y clínico de lex artis acerca de la soportabilidad (tolerancia subjetiva) al tratamiento
aplicable, con independencia de lo que piensen o estimen quienes puedan decidir por la
menor. A mi juicio, acierta plenamente el juez, cuyo argumento admiten asimismo los
padres, al considerar que la posibilidad de intervención de la Providencia se encuentra al
margen de lo que a él le cabía decidir, y diría yo que es incluso en todo independiente
de lo que finalmente hubiera decidido resolver. Fuera de ello, la cuestión de fondo,
difícil sin duda, y que comporta una elección del tipo que en mi disciplina académica
llamamos trágica, es menos problemática en el terreno de la técnica jurídicointerpretativa que en el ético-jurídico. Lo primero a destacar es el falso dilema vida o
muerte. La sentencia no ha resuelto sobre si el bebé debería vivir o morir, sino sobre
cuándo debería morir; establece una condicionalidad basada en la relevancia de las
circunstancias específicas de la paciente y el efectivo desacuerdo entre padres y
médicos. Del resto, debe apoyarse la decisión argumentando que los derechos de los
padres, como cualquiera otra clase de derechos, no son ilimitados, y así pues el bebé
también tendría derechos, incluido el derecho a morir en paz y a que no se le prolongue
artificialmente la vida. Por tanto, el derecho de los padres a decidir sobre el derecho a la
vida de sus hijos es derrotable cuando ese derecho marcha por el camino de alargar la
muerte en una senda agónica y torturada a la espera de un milagro que no llega. El
interés superior del menor a la calidad una vida vivible y el derecho a morir en paz
prevalece. De lo contrario, el sólo hecho de disponer de posibilidades técnicas y avances
científicos para mantener artificialmente con vida a la menor implicaría que a sus padres
asiste derecho para llevarla por el camino de una muerte intranquila y torturante.
Además, si el derecho a la vida, incluido en él la disposición a una vida vivible, está por
encima de todos los demás derechos, lo está incluso por encima del paterno a decidir
sobre la vida de su hija cuando optan por no facilitar a ésta el derecho a morir en paz,
luego por supuesto de haber recibido la prestación adecuada correspondiente al derecho
a la salud y todos los cuidados paliativos disponibles.
A partir de aquí la discusión ha dejado de ser sólo de razonamiento jurídico. Y más aún:
porque antes que sobre Derecho, debía haberse reflexionado sobre la índole de
exigencias éticas decisivas que la discusión y la respuesta judicial incorporaban. Es aquí
donde se sitúa la formulación del único verdadero dilema ético-jurídico realmente
importante. ¿Debemos asistir impávidos ante el sufrimiento humano cuando podemos
evitarlo con una acción u omisión?, o también, ¿de qué tipo es la exigencia ética
decisiva de un código moral que obliga a permanecer impasibles frente al dolor y el
sufrimiento? En mi opinión es claramente inmoral utilizar la situación de criatura
humana como es Charlotte a modo medio para fortalecer en la sociedad determinadas
convicciones (por ejemplo, la defensa absoluta del derecho a la vida sobre el derecho a
morir en paz, o del derecho paterno frente a la oportunidad y razón jurídica de la
intervención y potestad del poder judicial en esa materia). Y ello, aunque no hubiera
lugar a cuestionar la bondad social de tales convicciones, esto es, incluso si aquéllas
representaran inopinablemente el bien general, porque desde ese instante la vida
moribunda o la expectativa de muerte cierta de Charlotte habría dejado de ser un fin en
sí mismo para convertirse en un instrumento en defensa de un interés que es ajeno tanto
a su vida como a su muerte. ¿De qué tipo serían por tanto las exigencias éticas decisivas
tendentes a guiar la solución al caso “bebe Wyatt” en una dirección distinta a la que fue
tomada? Yo me atreveré a decirlo; de uno éticamente repugnante.
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