VIVIR DEL SURF El surf no sólo es un deporte sino que, meterse en este mundo, es también adoptar una forma particular de encarar la vida: dónde vivir, de qué, etc. Significa dar culto al mar; como encuentro con la naturaleza y también como modo de introspección; de bucear en uno mismo; meditando, mientras se observa la masa inmensa. Por supuesto que hay muchas variantes en la manera en que podemos acercarnos a este universo de disfrute de amaneceres (o atardeceres) solitarios o con amigos, sentado en la tabla esperando la serie o bajando el mejor drop de tu vida. Están los que se enloquecen en la oficina chaqueando pronósticos en Internet para poder, en cuanto sale una olita, subir traje y tabla al auto, y salir disparado a disfrutar dos días en el paraíso. También encontrás a los que tienen la fortuna de vivir cerca del mar y se escapan antes o después del trabajo. Pero hay unos, pocos, que son los más envidiados; hablamos de los que tienen un don, que tienen la destreza para vivir del surf. Es decir, los “pro” o los que se la rebuscaron para fundar una empresa o cualquier emprendimiento que los acerque a las olas, al mar. Ojo, hay que admirar también a esos que tienen los cojones de dejar de chequear en Internet y se mandan en un viaje sin retorno a ese lugar que tanto les apasiona. Abandonar todo y salir. A ver; tomar ese riesgo que implica pedir pases, cambiar de laburo o quedarse sin él y tener que buscar de cero. En lugares como Hawai y Australia es mucho más fácil vivir de y para el surf. Pero en Argentina hay que lidiar con los obstáculos climáticos, económicos y geográficos. Así es nuestra idiosincrasia; somos sobrevivientes. De todas maneras, hace treinta años era aún más cuesta arriba. Gracias al crecimiento que tuvo el surf, ahora se puede. En esta nota vas a enterarte un poco más acerca de cómo algunos mortales lograron dar el gran paso (y no hablamos de casamiento precisamente), hicieron el cambio y conectaron con la fuente. La vedette de la industria es el surfer “pro”. Aquel que recibe dinero por hacer lo que más le gusta: surfear. Lo admiramos porque gracias a su aptitud física, vive de aquellos que tanto él como nosotros, amamos. Su trabajo es surfear. Es casi demasiado bueno para ser verdad. Es como encontrar el dorado, como que te paguen por tener sexo con modelos. Es cierto que seguramente es “pro” porque comenzó a los cuatro años y pasó más horas en el agua que cualquier otro; combinado con su talento especial, claro, porque no todos los que surfean mucho logran llegar a ese nivel. Y, obviamente, no es todo color de rosas; hay obligaciones que cumplir con los sponsors y pasar mucho tiempo fuera de casa de campeonato en campeonato. Si ya no sos “pro”, descartá esta opción. Sobre todo si tenés más de doce años y no vivís al lado del mar. Para no seguir divagando en imprecisiones fuimos a preguntarles a los que lo lograron. Maxi Siri es hoy uno de los mejores surfistas del país. Él comenzó a los 7 años con un barrenador y a los 11 tuvo su primera tabla que usaba sólo para meterse al agua y divertirse. Pero después se fue dando cuenta de que su destreza lo podía llevar a competir. Uno cree que los surfistas “pro” (argentinos, valga la aclaración) viven bien de lo que saben hacer pero Maxi nos tiene una sorpresa: “A medias; tengo apoyo de buenas marcas pero es difícil solventar los gastos de un surfista, y más aun teniendo ya mi propia familia. Por eso me pueden encontrar trabajando en el negocio de mis padres”. ¿El deporte ese que tanto querés se convierte en algo parecido a cualquier laburo? “Hay momentos en que me canso y prefiero jugar un partido de fútbol o tenis a meterme al agua. Pero después de un tiempo sin surfear me doy cuenta de que es lo que realmente me apasiona, son etapas.” A esta altura nos preguntamos si Maxi, como muchos "pro", se sentirá valorado en su país como profesional pero en realidad cuando le preguntamos si hubiese hecho otra cosa de su vida dijo “siempre se mejorarían algunas cositas pero definitivamente seria surfista, talvez no pro, pero sí disfrutando de este deporte.” Obviamente para Maxi no es todo color de rosas pero estamos seguros de que lo que hace, le apasiona. Existen otros, que no son “pro” -tampoco quieren serlo- y se jugaron a cambiar sus vidas considerablemente por estar cerca del mar y disfrutar de unas buenas olas al amanecer. Nico es arquitecto y de San Isidro. Un día de los tantos que estaba mirando el mar sabiendo que tenía que volver al estudio en Baires se preguntó “¿por qué?”. Ahí comenzó todo. ¿Cómo fue, Nico, largar todo y salir? “En realidad no largué todo sino que busqué trabajo a través de Internet; contactos para poder trabajar de arquitecto y surfear al mismo tiempo. Fue como sentir que ya no tenía nada que hacer en Buenos Aires (por mi pasión, el surf, y mi profesión, arquitecto). Tenía que cambiar mi vida, sino me iba a enloquecer los fines de semana que no podía escapar al mar pensando como estarían las olas en ese momento. Fue así que empecé mi campaña de curriculums por todos los medios hasta que pasó el tren, que pasa una sola vez en la vida, y te das cuenta de que te tenés que subir porque no sabés si viene otro. Conseguí trabajo de arquitecto en uno de los mejores estudios de esta ciudad y necesitaban que arranque en 15 días; si podía antes, mejor. No lo pude pensar mucho tiempo. Me subí al tren con boleto.” ¿Qué le dirías a alguien que está viviendo ahora el dilema que vos tuviste? “Que si lo siente realmente, no lo dude, el proceso puede llegar a ser un poco duro pero vale la pena cuando uno analiza la balanza personal de su vida. Y siempre hay tiempo de empezar algo nuevo.” Nico dice que al principio no fue fácil cuando vino a la costa; la vida social que tenía pasó a ser más reducida: “En principio me pareció bastante más difícil y limitada, pero con el tiempo fui entendiendo varios factores que influyen en vida social de una persona y que te van dando las pautas de cómo son los códigos y como vos vas reaccionando en diferentes situaciones. La realidad es que, en general, a los que surfeamos no nos disgusta para nada tener muchos momentos de una soledad relativa con el mar y vos mismo; eso te hace un poco más egoísta y solitario en tu forma de vida. Por eso creo que los grupos de gente que ves en el agua o en la playa son más chicos y reducidos; conocés a mucha gente pero te vas a surfear con 3 como máximo. 4 ya te estresan jajá…” Huís de la ciudad para estar cerca del mar. Pero, aun acá, ¿la profesión te deja surfear? “La verdad es, que uno se tiene que fabricar su propio tiempo de surf en su vida, los factores que creo te limitan o marcan ese tiempo son: primero, tus ganas de surfear (varia según tu afición-adicción); segundo, tu trabajo y el tiempo libre que te deja éste; tercero, tus más cercanos (depende mucho de quién te acompaña en tu vida) yo no me puedo quejar para nada!! Y sí, corro muchísimo más, pero al mismo tiempo la vida pasa y las responsabilidades aumentan, así que hay que ingeniárselas según el pronóstico y tus posibilidades. Evidentemente los hay algo de mística y laconismo en los surfistas. La vida en comunión con el entorno natural hace que nunca te sientas solo si tenés un par de muy buenos amigos, amor y buena vibra con el mar. Y Más allá de cualquier contratiempo u obstáculo que la vida siempre nos pone, el fin es poder hacer lo que uno quiere. Que es la base de todos los momentos gratos y felices. Fuimos a buscar más opiniones y nos encontramos con otro eslabón de la cadena. ¿Qué pasa con los shapers? ¿Cómo viven? ¿Empezaron por la pasión del surf? Nos metimos en el taller de dos de los mejores shapers del país. El Garza es súper reconocido en el mundo del surf. Es el fabricante de las tablas Becker y hace cerca de 3 décadas que shapea. No mentimos si decimos que vende más de 200 tablas al año. Su vida se reparte así: empresario que trabaja para una conocidísima marca -sobre todo por sus concursos de infartantes traseras femeninas- en Córdoba; ser padre, shaper y, obviamente, surfear. Se lo puede ver muchas veces con su longboard bajando olones en las playas de la costa argentina -olones es una forma de decir tratándose de argentina, pero hay buenos swells. Rufus se convirtió, desde hace ya unos años, en un shaper de culto. Desde el Under y sin hacer mucho circo, ya hace 13 años que trabaja en esto. Patrocinó a Chingu Bollini y Maxi Siri te puede dar muy buenas referencias de sus tablas; lo podés ver en el N°5 de GZ mag haciendo una maniobra increíble con una Rufus. Siempre con la mejor onda, ellos se predispusieron a contestarnos. ¿Podemos decir que la mayoría de los shapers comienzan a hacer tablas por la pasión de surfear y para poder hacer su propia tabla? Los dos sienten que definitivamente este es su caso. El Garza dice que comenzó “reparando tablas cuando tenía 14 años en Punta del Este en los veranos y así, de a poco, fui conociendo cómo manejar las resinas. Después, ya que no había foam de poliuretano, probé hacer una tabla en telgopor y epoxy. Un día se me ocurrió espumar poliuretano. Primero me hice una matriz y luego probé con material MDI amarillo y luego con TDI puro. Eso sí, quedamos todos intoxicados luego de un tiempo ya que se te mete por la piel … y es muy cancerígeno. Y así seguí hasta hoy.” Lo de Rufus es similar y, como todos los que empiezan de chicos, tuvo el apoyo de su familia. Y tanta paciencia le tenían, que le permitían shapear en el patio de la casa! Hasta que se fue de viaje y aprendió mucho en California, en España con Hiucif y en Slash Surfboards: “Con el tiempo uno se las va ingeniando para poder tener un lugarcito en donde shapear y a partir de ahí uno va creciendo. Ahora estoy viviendo en la casa que era de mi abuelo en Chapadmalal, y me armé un buen taller en el jardín! Lo mejor es que estoy a dos cuadras del mar.” A Garza, que sí vive en Baires, le preguntamos si a pesar del laburo, surfea mucho: “Viviendo en buenos aires no tanto ya que hay pocos fines de semana para viajar y cuesta bastante cada viaje. Es más, creo que los que laburan de otras cosas surfean más que nosotros.” El Garza piensa que lo mejor de shapear es “ la creatividad y esa sensación de que uno hace de alguna manera una escultura en cada tabla. Y ver que alguien surfea tus tablas es muy positivo; más cuando le funcionan. Te da la posibilidad de seguir siempre conectado al deporte.” ¿Y lo peor, Garza? “Es una profesión muy dura ya que es un esfuerzo físico importante en relación a lo mal pago que está este oficio; siempre en Argentina se cobra mucho menos que en cualquier otro país, sumado a que los materiales son más caros acá . La parte tóxica, que no se si realmente nos afectara o no en nuestra vejez; a pesar de utilizar máscaras creo que siempre algo se absorbe por la piel o por los oídos. Yo, al menos, después de laminar varias tablas me siento mal en la noche. O sea que nos intoxicamos; por eso es importante surfear o practicar deporte para eliminar las toxinas.” Rufus coincide con Garza y agrega que, para él, lo positivo de esto es “vivir de lo que más me gusta, ser independiente y, por ende, libre. Y lo peor que “es físicamente desgastante y cansador. Y no es fácil hacer suficiente dinero para viajar.” Si de repente se te pasa por la mente dedicarte a esto un consejo de los que saben: Rufus te dice que “lo de ser shaper tiene que estar en los genes: uno tiene que tener cierto talento o habilidad manual y, si es el destino, las cosas se van a ir dando inevitablemente. Es cuestión de ir entrenando el ojo y poder crear curvas armoniosas y correctas. La mejor manera de empezar es conseguir trabajo en una fabrica de tablas!” Y el Garza agrega: “que primero estudie; se reciba de algo y, mientras tanto, si le gusta realmente, haga esto como hobby. En este país es muy difícil vivir y crecer económicamente de esta profesión.” De todas maneras, ellos no tienen dudas de que si pudieran empezar su vida de nuevo harían lo mismo. “Definitivamente volvería a ser shaper- comenta Rufus. Y lo que me habría gustado cambiar, es haber venido a vivir al lado del mar mucho antes, sea en Argentina, Brasil o Centro América.” Después de consultar, ver talleres, tener amenísimas charlas, lo que concluimos es que la profesión, aunque sea un trabajo más que envidiable, no deja de ser ese laburo que te estresa, te da fiaca, y todo lo que uno puede llegar a decir de un trabajo; tanto para los que trabajan de otras cosas y quieren surfear, como para los que trabajan de surfear y, también, para los que fabrican lo que se usa para surfear. Lo más importante es que todos coinciden en que el surf es fanatismo. Es un deporte, sí, pero también es innegable que lleva a muchos a tomar decisiones que para otros resultan delirantes. Pareciera que la amistad con el mar y la naturaleza te lleva a querer quedarte ahí, conectado con eso, rodeado por esa masa pacífica y violenta que te abarca, te pone la cabeza en blanco, te relaja y, a su vez, te llena de adrenalina cuando estás bajando a mil por la pared de agua. Todas sensaciones que el humano necesita para ser feliz. Por eso debe ser que el surf está lleno de idólatras.