Cambio Climático, Administración Pública y el Bien Común Cecilio Ortiz García, PhD1 Hace más de 40 años, la administración pública puertorriqueña lideró una “revolución” socioeconómica, teniendo como norte el “bien común”. Hoy, enfrenta posiblemente el reto más grande y complejo al bien común puertorriqueño; el cambio climático (CC). Irónicamente, el CC también provee una ventana de oportunidad para emprender una nueva revolución hacia un Puerto Rico sostenible. El CC es el más reciente issue de política pública que captura la atención de los medios de comunicación del País. La anunciada (aunque no realizada) visita de Al Gore y su galardonado documental An Inconvenient Truth, la portada de Vanity Fair con Leonardo Di Caprio y un osito polar, y anuncios que instan a “vencer” el CC comprando un aire acondicionado, evidencian como este asciende en la agenda informal de política publica. Múltiples actores en el proceso de política pública, gobierno incluido, luchan por enmarcar el CC, sugiriendo cursos de acción o inacción acorde a sus intereses. ¿Será capaz la administración pública puertorriqueña de emprender esta nueva revolución? Informes recientes definen el CC como una amenaza real a los bienes públicos o comunes. Estas “fallas de mercado”, poseen dos características: a) si se me provee a mi se le provee a todos, y b) mi consumo, no afecta el consumo de otros. Nuestro clima, aire, playas, al igual que la protección ambiental, son todos bienes comunes. ¿Por qué son los bienes comunes responsabilidad de la administración pública? Por dos razones. Primero, la lógica de la acción colectiva nos dice que la tendencia del individuo racional será la de utilizar el bien público al máximo, sin aportar a la provisión del mismo. Por ejemplo, cuando disfrutamos de un día bonito, sacamos la SUV, abrimos el “sunroof”, y subimos el radio, internalizamos el disfrute del día bonito y externalizamos, para detrimento de todos, los efectos que el CO2 tiene sobre el CC. Si todos nos comportamos de la misma forma, el efecto multiplicador de nuestras acciones tendría un impacto cumulativo no solo sobre el cambio climático global, si no también sobre nuestra calidad ambiental local. Segundo, el mercado no tiene incentivos para proveer bienes comunes ya que, contrario a los bienes privados, estos no ofrecen beneficios económicos. La responsabilidad de garantizar el bien común recae entonces en la administración pública. Velar por el bien común es su razón de ser. Desgraciadamente, la administración pública del País se muestra incapaz de velar por el bien común. Por esto, la privatización de nuestras costas, vivienda, y hasta la salud pública se hace atractiva. Llenar ese vacío de esta forma pudiera resultar errado y contraproducente. Para que Puerto Rico sea económica, social y ambientalmente sostenible, la administración pública no puede claudicar a su rol de protector del bien común. ¡Es hora de revolución! Para lograrlo, la administración pública necesita demostrar la capacidad institucional para establecer reglas de juego que garanticen que el clima, nuestro bien común más preciado, no sea afectado por las externalidades negativas de actividades humanas, privadas o públicas. También necesita la capacidad técnica, utilizando inteligentemente sus recursos mas preciados, los empleados públicos, expertos, académicos, y las comunidades, cuyo conocimiento práctico emana de su experiencia cotidiana. Además, necesita la capacidad administrativa para distribuir estos recursos de manera transparente, eficaz, eficiente y justa, considerando las realidades sociales, económicas y ambientales del País. Por ultimo, y mas importante, la administración pública puertorriqueña necesita la capacidad política para lograr la apertura del aparato gubernamental a los reclamos de una sociedad fragmentada por líneas partidistas, religiosas, socio-económicas, de raza y de género, mediante acciones que fomenten el consenso y la colaboración en vez de la confrontación. En fin, para lidiar con los retos que el CC nos presenta, no necesitamos una administración pública del status quo, si no la administración de una nueva revolución… ¡Hacia un Puerto Rico sostenible! 1 Catedrático Auxiliar adscrito a la Escuela Graduada de Administración Publica Roberto Sánchez Vilella de la Universidad de Puerto Rico- Recinto de Río Piedras