Fernando Savater: Ética para Amador

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Fernando Savater: Ética para Amador
cap. I DE QUÉ VA LA ÉTICA
Hay ciencias que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras, para aprender una
destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ganarse
con él la vida. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios podemos prescindir
tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las
arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de astrofísica ni de
ebanistería, que a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir
tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol pero estás bastante pez
en béisbol. No tiene mayor importancia, disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga
americana y todos tan contentos.
Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es
capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que
ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni
escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en
ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo de que saltar desde
el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón
de los fakires!) y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si
uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serán antes o
después muy desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero
hay modos que no dejan vivir.
En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que
ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos
comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos convienen si queremos
seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser muy adecuado
o también procurar rodearse del mayor número de enemigos posible. Pero de momento vamos a
suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora
de lado. De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo
«bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo
llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un
conocimiento que todos intentamos adquirir --todos sin excepción-- por la cuenta que nos trae.
Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que debemos
comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede quitar la sed pero
también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo,
aumentan nuestro brío o producen sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser
nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos
convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor
frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra --y todos
necesitamos hablar para vivir en sociedad-- y enemista a las personas; pero a veces parece que
puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a
alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o
se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es
mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los demás ya hemos dicho que es por lo
común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen delante de nosotros a una chica sin
intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al que siempre dice la verdad --caiga
quien caiga-- suele cogerle manía todo el mundo; y quien interviene en plan Indiana Jones para
salvar a la chica agredida es más probable que se vea con la crisma rota que quien se va silbando a
su casa. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones
apariencias de malo. Vaya jaleo.
Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos
hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e ignorantes, pero los sabios están casi siempre de
acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno
quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al alpinismo;
pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las aventuras en el videoclub de la
esquina. Algunos aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil
es lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y
nada mas, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o
serenidad de ánimo no vale nada. Médicos respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol
es un medio seguro de alargar la vida, a lo que responden fumadores y borrachos que con tales
privaciones a ellos desde luego la vida se les haría mucho más larga. Etc.
En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con
todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que
vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida
fuera algo completamente determinado y fatal, remediable todas estas disquisiciones carecerían del
más mínimo sentido. Nadie discute si las piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia
abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas
hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la
ingeniería hidráulica. En su medio natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno
y lo que es malo para él, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la
naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala a la arana que tiende su trampa y se la come.
Pero es que la araña no lo puede remediar...
Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África
levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el
cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el
hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que
ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba por culpa de una riada o de un elefante (a
los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida,
las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza a toda prisa. Y las
grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e
intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas,
se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces
mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se
ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y
heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen
acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?
Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor
guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el
enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente
va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus
conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente.
Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones
de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo
mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más
difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?
Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que
hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale a
enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni
remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza
para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que
no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen
cobarde y le tuviesen por un caradura o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a
Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que
los demás ejerzan él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está
programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero
cuente su historia con épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y
por eso admiramos su valor.
Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales (y no
digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser tal como son y hacer lo que
están programados naturalmente para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles
por ello porque no saben comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin duda
muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego, los hombres también estamos
programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todas
nuestras precauciones debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero parecido,
nuestro programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje
que le da forma (un lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos inventado para nuestro
uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento,
leyendas..., en una palabra, que se nos inculcan desde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo
ello pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, ese del que acabamos
de hablar. Su programación natural hacía que Héctor sintiese necesidad de protección, cobijo y
colaboración, beneficios que mejor o peor encontraba en su ciudad de Troya. También era muy
natural que considerara con afecto a su mujer Andrómaca --que le proporcionaba compañía
placentera-- y a su hijito, por el que sentía lazos de apego biológico. Culturalmente se sentía parte
de Troya y compartía con los troyanos la lengua, las costumbres y las tradiciones. Además, desde
pequeño le habían educado para que fuese un buen guerrero al servicio de su ciudad y se le dijo que
la cobardía era algo aborrecible, indigno de un hombre. Si traicionaba a los suyos, Héctor sabía que
se vería despreciado y que le castigarían de uno u otro modo. De modo que también estaba bastante
programado para actuar como lo hizo, ¿no? Y sin embargo...
Sin embargo, Héctor hubiese podido decir: ¡a la porra con todo! Podría haberse disfrazado de mujer
para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o loco para no combatir, o haberse
arrodillado ante Aquiles ofreciéndole sus servicios como guía para invadir Troya por su lado más
débil también podría haberse dado a la bebida o haber inventado una nueva religión que dijese que
no hay que luchar contra los enemigos sino poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás
que todos estos comportamientos hubiesen sido bastante raros, dado quien era Héctor y la
educación que había recibido. Pero tienes que reconocer que no son hipótesis imposibles mientras
que un castor que fabrique panales o una termita desertora no son algo raro sino estrictamente
imposible. Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales
o con otros seres naturales sí. Por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los
hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos, que no
esté del todo). Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos
por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.
Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y
de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que no podemos
hacer cualquier cosa que queramos, pero también es cierto que no estamos obligados a querer hacer
una sola cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:
Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal
país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los aqueos se
empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.) sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o
cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados, vestirnos a
la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya o huir, etc.).
Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es
lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que sería
conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad
de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad. Soy libre de querer
subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estado físico y mi nula preparación en alpinismo
es prácticamente imposible que consiguiera mi objetivo. En cambio soy libre de leer o no leer, pero
como aprendí a leer de pequeñito la cosa no me resulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay
cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad
(entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas
necesidades que no controlo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo,
mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré
de ser libre... aunque me escueza.
En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos o
enfermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestra
fuerza. Si hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoría tiene mucha más conciencia de lo
que limita su libertad que de la libertad misma. Te dirán: «¿Libertad? ¿Pero de qué libertad me
hablas? ¿Cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la televisión, si los gobernantes nos
engañan y nos manipulan si los terroristas nos amenazan, si las drogas nos esclavizan, y si además
me falta dinero para comprarme una moto, que es lo que yo quisiera?» En cuanto te fijes un poco,
verás que los que así hablan parece que se están quejando pero en realidad se encuentran muy
satisfechos de saber que no son libres. En el fondo piensan: « ¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos
quitado de encima! Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos
ocurra...» Pero yo estoy seguro de que nadie --nadie-- cree de veras que no es libre, nadie acepta sin
más que funciona como un mecanismo inexorable de relojería o como una termita. Uno puede
considerar que optar libremente por ciertas cosas en ciertas circunstancias es muy difícil (entrar en
una casa en llamas para salvar a un niño, por ejemplo, o enfrentarse con firmeza a un tirano) y que
es mejor decir que no hay libertad para no reconocer que libremente se prefiere lo más fácil, es
decir esperar a los bomberos o lamer la bota que le pisa a uno el cuello. Pero dentro de las tripas
algo insiste en decirnos: «Si tú hubieras querido...»
Cuando cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que le apliques
la prueba del filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que le
negaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres no tienen más remedio que hacer lo
que hacen. El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. « ¡Para, ya
está bien, no me pegues más!», le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle, continuó
argumentando: «¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo?
Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que pare: soy automático.» Hasta que el amigo no
reconoció que el filósofo podía libremente dejar de pegar, el filósofo no suspendió su paliza. La
prueba es buena, pero no debes utilizarla más que en último extremo y siempre con amigos que no
sepan artes marciales...
En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y
elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir,
conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos
inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no
suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un
cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que
llaman ética. De ello, si tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientes páginas de este
libro.
Vete leyendo...
«¡Y si ahora, dejando en el suelo el abollonado escudo y el fuerte casco y apoyado la pica contra el
muro, saliera al encuentro del inexorable Aquiles, le dijera que permitía a los Atridas llevarse a
Helena y las riquezas que Alejandro trajo a Ilión en las cóncavas naves, que esto fue lo que originó
la guerra, y le ofreciera repartir a los aqueos la mitad de lo que la ciudad contiene y más tarde
tomara juramento a los troyanos de que, sin ocultar nada, formasen dos lotes con cuantos bienes
existen dentro de esta hermosa ciudad?... Mas ¿por qué en tales cosas me hace pensar el corazón?»
(Homero, Ilíada).
«La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos
lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En su brevedad instantánea,
como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana» (Octavio
Paz, La otra voz).
«La vida del hombre no puede "ser vivida" repitiendo los patrones de su especie; es él mismo --cada
uno-- quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar
disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso» (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).
Ejercicios
1.
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¿Qué es instinto? (Busca la definición en una enciclopedia y copia un par de ejemplos).
¿Los hombres tenemos instintos? ¿Es justo decir que las termitas son valientes?
¿Qué distingue el deber de la acción instintiva? ¿Cuál es la diferencia en uno y otro caso?
¿Qué significa que Héctor quiere luchar y, probablemente, morir?
¿Te parece que Héctor es verdaderamente libre, o es más bien que su familia, sus amigos,
su educación, su historia, su padre, ... le empujan a pelear con Aquiles, que no se puede
negar?
Si queremos algo pero no lo conseguimos, ¿dirías que no somos libres, porque la libertad
debería asegurarme que puedo hacer lo que quiero, por ejemplo?
«Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una
y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre...
aunque me escueza. » Explica el significado de la anterior frase
¿Somos libres de elegir lo que nos pasa o de la actitud frente a lo que nos pasa? Explica,
mediante algún ejemplo, la diferencia entre una cosa y otra.
¿Habías oído hablar antes del miedo a la libertad? ¿Te parece muy raro? ¿Por qué? ¿Qué
te parece lo que dice Savater: te parece real, te parece inventado, te parece adecuado?
¿conoces algún caso en que suceda? Busca ejemplos que conozcas, inventa sucesos en
que pueda haber pasado o recuerda alguno que te haya pasado a ti: «no he hecho los
deberes porque...», «me olvidé, qué le voy a hacer...», «somos jóvenes (o viejos), no
tenemos la culpa de ...»
¿A qué llama Savater ética?
Ética. 2ª Parte: TEORÍAS ÉTICAS
ies universidad laboral- departamento de filosofía
1. Los sistemas morales
Cuando actuamos, cuando elegimos una opción y no otra, lo hacemos porque valoramos más una
cosa que otra. Nuestras acciones se basan en valores morales, y estos indican aquello que es más
valioso para nosotros: el amor, la amistad, el dinero, el placer, la felicidad... Los valores varían de
una época a otra, de una cultura a otra y de una persona a otra.
La mayoría de personas acepta los valores preponderantes de la época y el entorno social que le ha
tocado vivir. No lo hacen de manera consciente, muchas veces ni siquiera se plantean la posibilidad
de elegir, simplemente sostienen los valores que les han enseñado, valoran lo mismo que el resto de
la gente. Pero cabe otra opción, siempre hay quien nada a contracorriente, quien sostiene valores
diferentes, quien se aleja del rebaño. Tomar otro camino supone hacer una elección. Para elegir es
preciso conocer. Esto es lo que vamos a hacer en el presente tema.
A lo largo de los siglos ha habido filósofos que se han dedicado a reflexionar sobre estas
cuestiones: ¿Qué debemos hacer? ¿Qué es el bien? ¿Por qué debemos actuar moralmente? La
respuesta a este tipo de preguntas constituye la parte de la filosofía denominada ÉTICA. A
continuación vamos a mostrar diferentes éticas, cada una de ellas defiende un sistema moral, es
decir, un conjunto de valores normas y criterios que dirigen y orientan la acción humana.
El objetivo final no es el conocimiento de los sistemas morales, sino hacer una elección personal.
Necesariamente, incluso el que no lo sabe, actúa guiado por valores.
¡Qué los valores no te sean impuestos! Debemos hacernos dueños de nuestra propia vida y ello
implica, entre otras cosas, elegir los valores morales que orienten y guíen nuestra acción. Asunto de
la máxima importancia pues somos la suma de nuestras acciones pasadas. Lo que está en juego es
determinar el tipo de persona que queremos ser.
2. Los sofistas y Sócrates
En el siglo V a.C. en una ciudad (polis) griega, Atenas, acontece un hecho político que será
decisivo en la historia de la civilización occidental: los atenienses deciden organizarse
políticamente como una democracia. Bien es verdad que se trataba de una democracia muy
diferente a la actual: las mujeres y los extranjeros no podían participar y además existían esclavos,
pero, por otra parte se trataba de una democracia directa donde el pueblo, el demos, participa activa
y directamente en los asuntos políticos sin intermediario alguno, es decir que no elegían
representantes sino que los ciudadanos se reunían habitualmente en la plaza pública, el ágora, y
tomaban decisiones que afectaban al presente y futuro de la polis.
En este contexto surgen los sofistas. Sofista significa sabio, aunque ellos se presentaban a sí
mismos como maestros de virtud. Enseñaban a los jóvenes aristócratas, a cambio de dinero, a
hablar en público. Los atenienses eran virtualmente todos políticos y aquel que quisiera influir en
sus conciudadanos debería ser persuasivo a la hora de exponer sus propuestas. La retórica y la
oratoria son el arte de construir bellos discursos, que tengan poder persuasivo. En una democracia
el éxito político se mide por la capacidad de aglutinar al mayor número de ciudadanos en torno a
una propuesta.
Es evidente que si los sofistas se hubieran dedicado solamente a enseñar técnicas de oratoria no nos
interesarían en este tema ni en esta asignatura. Enseñaban algo más. Afirmaban que no existen
normas ni valores morales que tengan un carácter absoluto. Los sofistas habían viajado por otros
países y por distintas ciudades griegas y sabían de primera mano que lo que en un lugar se
considera justo en otra ciudad parece una aberración. Por ejemplo, los espartanos acostumbraban a
matar a aquellos niños que nacieran con alguna tara física por leve que fuera, además apartaban a
los jóvenes de sus familias y los sometían a una dura y disciplinada educación. Así entendían ellos
la justicia y la virtud. Aquellas costumbres no eran practicadas en Atenas y se consideraban poco
menos que ritos bárbaros. Los tebanos, los corintios y no digamos ya los persas y los egipcios
tenían normas, ritos y costumbres muy diferentes. Ahora bien, ¿dónde está la verdad? ¿qué es lo
justo? ¿qué es lo bueno? ¿qué es la virtud? Los sofistas defendían el relativismo moral, es decir,
no existen los valores morales absolutos, no existe la Justicia, la Virtud, la Piedad, el Honor, etc.
sino que cada ciudad establece sus propios principios morales que son válidos para ella pero no
para otra polis u otro país. Además eran escépticos, es decir, dudaban de todo, pensaban que no
existía una verdad absoluta y, por lo tanto todo era discutible y cuestionable.
Aun así es preciso reconocer que entre los sofistas había diferencias importantes. Por ejemplo
Protágoras afirmaba que las normas morales son convencionales, es decir, fruto de un pacto o
acuerdo y por tanto variaban considerablemente de una ciudad a otra. Pero el hombre virtuoso es
aquel que respeta las leyes y las normas morales de su ciudad. Trasímaco, por el contrario,
afirmaba que puesto que todas las normas morales son convencionales, la ley que debemos seguir,
la que debemos respetar, es la ley de la naturaleza que determina la victoria del fuerte sobre el
débil, pues está es la única ley no convencional, esto es, necesaria, que no cambia nunca. Por tanto,
afirmaba Trasímaco, las normas morales no habrían de impedirnos imponer nuestra voluntad sobre
los que son más débiles que nosotros.
Por aquel entonces surgió un hombre que algunos atenienses confundieron con un sofista, puesto
que hablaba de cuestiones parecidas: el hombre, la virtud, el bien...., pero que sostenía ideas muy
diferentes. Ese hombre era Sócrates. Sócrates era ateniense a diferencia de los sofistas que eran
extranjeros en Atenas, sin derechos políticos, por tanto, además consideraba deshonroso cobrar por
sus enseñanzas, entre otras cosas porqué no tenía una doctrina o teoría que enseñar, de ahí la
célebre frase: solo sé que no sé nada.
Sócrates no sabía en que consistía la Verdad, el Bien o la Justicia pero estaba convencido que tales
cosas existen y que merece la pena dedicar toda una vida a su investigación y conocimiento.
Esperaba encontrar la sabiduría en el diálogo libre entre ciudadanos. Su madre había sido
comadrona y él afirmaba que había heredado el arte de su madre, el arte de dar a luz, la mayeútica,
que si bien era verdad que no sabía nada, tenía la habilidad de, mediante preguntas, hacer que la
verdad “salga a la luz”.
Así que dedicaba los días a deambular de plaza en plaza entrando en conversación con los jóvenes y
acuciándolos para que se esfuercen en la búsqueda de respuestas a las preguntas más importantes de
la vida. Sócrates defendía el carácter absoluto de los valores morales, la virtud, la justicia o el
bien no son asuntos relativos, cada uno no puede establecer de manera subjetiva los valores
morales. Si estimamos que es correcto mentir en provecho propio... nos equivocamos, consciente o
inconscientemente. La mentira está mal y esto no es algo que pueda cambiar de un lugar a otro o en
diferentes épocas. La razón humana es una, la misma para todos, y lo que es bueno y razonable para
mí, también lo es para ti.
A menudo los prejuicios y las falsas opiniones hacen que no consideremos las cuestiones de
valoración moral de forma atenta y razonada, la vida de Sócrates es un ejemplo que debemos tener
en cuenta si queremos pensar por nosotros mismos, ser dueños de nuestra propia vida.
Una de las tesis más controvertidas de nuestro filósofo es aquella que afirma que la virtud y el
conocimiento van unidos, que el vicio es producto de la ignorancia y cuando nos educamos nos
hacemos mejores y más sabios. Quizá conozcas a alguien que es inteligente pero no es una buena
persona pero no deberíamos apresurarnos a rechazar la tesis socrática. Puede ser que esa persona
inteligente tenga muchas habilidades o conozca muchos datos o esté muy bien informada pero eso
no la hace más sabia. La auténtica sabiduría surge del interior del alma. Sócrates intenta poner en
práctica la máxima del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo. Una persona que ha dedicado los
mejores años de su vida a este conocimiento no puede ser ruin, codiciosa o envidiosa. De esta
forma debemos entender la tesis del intelectualismo moral socrático que afirma que la virtud es
conocimiento.
Si Sócrates fue un ejemplo en vida, al menos para algunos, mucho más lo fue su muerte. Los
enemigos de Sócrates lo habían acusado de impiedad y de corrupción de la juventud, los cargos
eran falsos pero Sócrates se había ganado, por razones que ahora no vienen al caso, enemigos entre
los demócratas atenienses. Durante el juicio el acusado mantuvo una postura orgullosa, no suplico
ni pidió clemencia pues tenía la conciencia tranquila. La condena fue a muerte. Sócrates fue
condenado a beber una dosis letal de cicuta. Un día antes de que se cumpliera la sentencia, los
amigos de Sócrates sobornaron a los guardias de la prisión y le prepararon un plan de fuga, a la
hora de la verdad Sócrates decidió no aceptar la ayuda de sus amigos. Siempre había vivido en
Atenas, había defendido a la ciudad en la guerra y había respetado sus leyes, en múltiples ocasiones
había sostenido que las leyes había que respetarlas siempre, no solo cuando te favorecían; ahora
esas mismas leyes le habían condenado a muerte, había tenido una vida larga y plena y no quería
vivir el resto de la vida como un prófugo sin patria alguna. Al día siguiente con enorme entereza
bebió la cicuta y encontró la muerte.
3. Aristóteles
Aristóteles fue discípulo de Platón que, a su vez, lo fue de Sócrates y también vivió en Atenas en el
siglo IV a.C. Además escribió el primer tratado de Ética, titulado Ética a Nicómaco, dedicado a su
hijo.
Según Aristóteles la felicidad es el fin último de la vida humana y a ella debemos dedicar todos
nuestros esfuerzos. El resto de bienes que perseguimos no los buscamos por ellos mismos sino sólo
como medios para conseguir otras cosas. Por ejemplo si ansiamos la riqueza es porque con dinero
podemos comprar otros bienes, pero los bienes que podemos adquirir tampoco son un bien en si
mismos. Podemos comprar un coche deportivo pero ¿por qué lo queremos? Quizá para ser
admirados, pero entonces lo que buscamos es el reconocimiento por parte de los demás no el coche
en si mismo; pero... ¿por qué buscamos reconocimiento?... De la misma forma nos podemos
preguntar por el resto de los bienes que supuestamente son deseables por si mismos ¿por qué nos
rodeamos de amigos? ¿por qué buscamos la independencia? ¿por qué nos gusta viajar?... Hay una
pregunta, sin embargo que es absurda: ¿por qué queremos ser felices? Por nada, ser feliz es un
objetivo final, el resto de las cosas las queremos para ser felices y la felicidad es el fin de la vida.
Ahora bien; ¿en qué consiste la felicidad? Esta pregunta es más compleja pues parece que cada
persona entiende la felicidad de distinta manera: Según Aristóteles muchos identifican la felicidad
con la fama, el honor o la riqueza pero se equivocan pues, como hemos visto, estos no son
auténticos fines. El bien de algo consiste en que cumpla con su finalidad, así el buen barco es aquel
que puede navegar incluso en la tempestad, la buena casa es la que resiste en pie el paso del tiempo
y es acogedora, el buen zapatero el que hace buenos zapatos y así sucesivamente. Pero... ¿en qué
consiste el bien del Hombre? según Aristóteles en que cumpla con su finalidad y esta es desarrollar
la parte que le es propia: la razón. Solo las personas toman decisiones, precisamente esto es lo que
las define como tales. Podemos decir, pues, que la función propiamente humana es la de actuar
racionalmente y cuando una persona haga esto de modo excelente, virtuosamente, será feliz.
¿En qué consiste la excelencia o virtud? En encontrar siempre el justo medio entre dos
extremos que son los vicios. Por ejemplo, hay personas cobardes (vicio por defecto) que no se
atreven a nada porque ven peligros que acechan por todas partes y otras que actúan por temeridad
(vicio por exceso) y no calibran los auténticos peligros. La virtud es la valentía y consiste en saber
que riesgo puede uno afrontar y afrontarlo. Precisamente la virtud fundamental, la prudencia,
consiste en saber descubrir el justo medio para cada uno. Pero... ¿cómo se adquiere la virtud?
Según Aristóteles virtud y vicio son hábitos que se adquieren por repetición de actos. Cuando uno
ha adquirido el hábito por ejemplo de decir la verdad, ya no le cuesta ser sincero y al revés. De
hecho, no somos sinceros porque decimos la verdad, sino que decimos la verdad porque somos
sinceros, porque hemos adquirido este hábito.
No todas las actividades producen el mismo grado de felicidad. Un carpintero puede sentirse feliz
de haber hecho bien un mueble, pero no hace muebles para ser feliz sino para ganarse la vida; es
decir, hacer muebles no es el bien supremo. La única actividad que, según Aristóteles no se lleva a
cabo como medio para alcanzar otra cosa, es el cultivo del saber teórico, la contemplación de la
verdad. Aristóteles estimaba sobre todos los conocimientos la filosofía precisamente por lo que hoy
mas se la critica: por su inutilidad. El filósofo busca el saber por el saber mismo y con ello
alcanza la felicidad más plena.
4. Los hedonistas.
Los seguidores de Sócrates fueron muchos y de muy variada índole. Algunos como Platón y
Aristóteles identificaron el bien supremo con la sabiduría y el conocimiento, otros como Aristipo y
Epicuro identifican el bien con el placer, ellos son los hedonistas (del griego hédone, placer).
4.1 Aristipo de Cirene
Aristipo fue discípulo directo de Sócrates y fue el primero en identificar el bien con el placer. El
pensamiento de Aristipo se concentra en la capacidad de saber vivir “el instante que huye”. La
mayor parte de los hombres, según la edad, soporta la propia existencia, sea deteniéndose en los
recuerdos del pasado, sea aferrándose al futuro. Pocos seres superiores (según Aristipo) consiguen
vivir sumergiéndose en el presente. A menudo oímos a las personas ancianas suspirar con aire
soñador “qué feliz era a los veinte años” (cuando sabemos perfectamente que no lo eran en
absoluto) y con igual frecuencia vemos a jóvenes, en el punto culminante de su forma física e
intelectual, que tienen sus miras puestas en un improbable futuro. Casi nadie es tan inteligente
como para parir una constatación elemental del tipo de: “EN ESTE MOMENTO NO TENGO
DESGRACIAS, LAS PERSONAS A QUIENES QUIERO SE ENCUENTRAN TODAS BIEN DE
SALUD, ¡SOY FELIZ! “ Tener sed y conseguir beber un vaso de agua pensando: “¡Qué buena está
el agua!“, es un comportamiento cirenaico.
Esta “filosofía del presente” que los latinos sintetizaron en la célebre sentencia CARPE DIEM,
no ha gozado nunca de las simpatías de los filósofos e intelectuales; se ha convertido en sinónimo
de falta de compromiso moral y político, y como tal no utilizable a los fines de una transformación
de la sociedad. No obstante esto, hay quien considera a Aristipo como el más socrático de los
socráticos, justamente por su total independencia frente a los problemas de la vida. Para los
cirenaicos la libertad es ser capaces de atravesar los placeres de la existencia sin dejarse seducir por
ellos.
Aristipo precede casi en un siglo a su colega Epicuro; la diferencia entre ambos reside en el hecho
de que el primero era mucho más “epicúreo” que el segundo. En efecto, mientras Epicuro hace
distinciones entre los placeres y valora sus consecuencias, los cirenaicos practicaban el placer
por el placer sin ponerse a pensar mucho en ello. Para los cirenaicos todos los placeres son buenos
por el mero hecho de ser placeres y todos son igualmente deseables, la expresión “placer malo” es
un contrasentido pues el placer es la medida del bien.
4.2 Epicuro de Samos
En el siglo III a.C la bandera del hedonismo fue portada por Epicuro de Samos. En el año 306 a. C.
Epicuro adquirió la finca llamada “El Jardín” en las afueras de Atenas y fundó su escuela de
filosofía, formada tanto por varones como por mujeres (gran novedad en las escuelas griegas), en
ella vivió aislado de la vida política y de la sociedad, practicando la amistad y la vida estética y de
conocimiento. El objetivo de esta filosofía es el arte de la vida, la realización de una vida buena y
feliz.
Según nuestro filósofo, la Naturaleza ha puesto como objetivo de todas las acciones de los seres
vivos (incluidos los hombres) la búsqueda del placer, como lo muestra el hecho de que de forma
instintiva los niños y los animales tienden al placer y rehuyen el dolor. El placer y el dolor son pues
los motivos fundamentales de todas las acciones de los seres vivos. El placer puro es el bien
supremo, el dolor el mal supremo.
Los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos.
Distingue Epicuro tres clases de apetitos:
o los naturales y necesarios: comer, beber, alimentarse; son fáciles de satisfacer;
o los naturales pero no necesarios: como los eróticos; no son difíciles de dominar y pueden
satisfacerse con cuidado y prudencia;
o los que no son naturales ni necesarios; como, por ejemplo, el que puede sentir un fumador
al encender un cigarrillo; hay que rechazarlos completamente.
o Epicuro no piensa que una vida de lujo y desenfreno sea más placentera que una vida
sencilla y frugal
Dado que el hombre está formado por cuerpo y alma habrá dos tipos generales de placeres:
o placeres del cuerpo: debemos dar satisfacción a los apetitos naturales del cuerpo, pero
nada más, no es bueno buscar formas y maneras de aumentar el placer corporal, en este
sentido es más importante evitar el dolor que buscar el placer. El objetivo en relación
al cuerpo es alcanzar la aponía, es decir, la ausencia de dolores o molestias corporales.
o placeres del alma: los placeres del alma (la música, la conversación, la amistad, el arte, el
conocimiento, la creación...) son superiores a los placeres del cuerpo: el placer corporal
tiene vigencia en el momento presente mientras que los del alma son más duraderos;
además, los placeres del alma pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo. El placer
del espíritu tiene como fin la ataraxia que Epicuro identifica con la ausencia de ansiedad o
turbación mental.
Aunque el placer es un bien y el dolor un mal, no es inteligente elegir siempre el placer y rechazar
siempre el dolor: debemos rechazar los placeres a los que les siguen sufrimientos mayores y aceptar
dolores cuando se siguen de ello placeres mayores.
Antes de obrar hay que pesar cuidadosamente el placer o el dolor que se seguirá de ello y
establecer un balance placer-dolor. Así, por ejemplo, aunque no resulte placentero ingerir una
medicina, debemos hacerlo pues de un pequeño mal se seguirá un bien mayor, de la misma manera
no es conveniente comer y beber demasiado pues de un placer se puede seguir un mal mayor.
Epicuro consideró que la filosofía tiene una doble tarea: combatir las ideas falsas que fomentan el
miedo y el sufrimiento y crear en el sabio un estado de ánimo o talante favorable en toda
circunstancia y lugar. Entre aquellas ideas hay que incluir fundamentalmente el miedo al dolor, el
temor a la muerte, a los dioses y al destino. Para evitar estos temores Epicuro propone el cuádruple
remedio, el tetrafarmakon.
o No hay que temer a la muerte pues la propia experiencia de la muerte no es tal: “el más
terrible de los males, la muerte, no es nada para nosotros, pues cuando nosotros
existimos, la muerte no existe, y cuando la muerte existe, nosotros no existimos”.
o No hay que temer tampoco al dolor corporal pues cuando es intenso y insoportable
generalmente dura poco y cuando dura más tiempo es menos fuerte y más soportable,
podemos decir que acabamos acostumbrándonos al dolor moderado y en cuanto al dolor
intenso este nos lleva a la muerte, pero como hemos sostenido nada debemos temer de la
muerte.
o No hemos de temer tampoco a los dioses, pues caso de que existan, estos no se ocupan de
nuestros asuntos pues sería contrario a su naturaleza incorruptible, eterna y dichosa
perturbarse por las miserias humanas.
o Por último, no debemos temer por el futuro pues no hay nada escrito, no hay un destino
fijado para nosotros y en todo caso si lo hubiera sería del todo incognoscible.
En conclusión: no hay que renunciar a los placeres corporales sino ordenarlos y administrarlos de
cara al bienestar físico y espiritual. La razón representa un papel decisivo en lo que respecta a
nuestra felicidad: nos permite alcanzar el estado de total sosiego (ataraxia), de absoluta
imperturbabilidad ante todo (Epicuro lo compara con el total reposo del mar cuando ningún viento
mueve su superficie) y nos da libertad ante las pasiones, los afectos y los apetitos. El sabio alcanza
la vida buena y feliz gracias a esta autonomía frente al dolor y los bienes exteriores, a los amigos
con los que convive y a su aislamiento respecto de lo social.
5. Los cínicos.
Otro grupo, otra escuela que tiene mala fama, es la de los cínicos. Hoy, si alguien llama cínico a
otra persona no le esta tirando flores precisamente, está afirmando que esa persona carece de
convicciones morales y se burla de los que creen saber que es lo correcto; como el cínico carece de
convicciones hace siempre lo que más le conviene en cada caso sin atender a la bondad o maldad de
la acción o a sus consecuencias sobre otras personas. ¿Es justificada la mala fama del cínico? Para
responder a esta pregunta debemos remontarnos a los orígenes de este grupo.
Sócrates no llego a definir la virtud, con lo que dejó la puerta abierta para que otros la definieran a
su manera. Así para Aristóteles la virtud era prudencia y moderación, mientras que para Aristipo la
virtud consiste en la búsqueda del placer.
Entre los discípulos de Sócrates destaca Antístenes, fundador de la escuela de los cínicos (del
griego kynos, perro, perruno), llamados así por sus extravagantes maneras de vivir: austeros hasta la
mendicidad, “pasando” de usos, de costumbres y de convenciones sociales. El más famosos de ellos
(siglo IV a.C) vivía en un tonel y satisfacía sus necesidades donde le apetecía, era Diógenes. Otro
Crates de Tebas, abandono a su familia y sus riquezas para ir por el mundo mendigando. Entre sus
filas aparece Hiparchía, la mujer sabia, la primera mujer filósofa que aparece en los libros.
Los cínicos defendían que la vida humana debería seguir los dictados de la naturaleza. Una vida
sencilla, frugal, adaptada al medio como la de los animales, ¡la vida de un perro!, según sus
detractores, por ello fueron llamados “cínicos”. El cínico por tanto no se guiará por las
convenciones o los usos sociales sino por la virtud natural: ¡vivir según la Naturaleza! Así, por
ejemplo, no respetará las normas de educación o cortesía, no tendrá pudor alguno, no se someterá a
ninguna ley humana pues el cínico solo se somete a la Naturaleza.
Desde el punto de vista político el cínico es un ciudadano del mundo, un cosmopolita
(“cosmopolites” es un término inventado por Diógenes) que no reconoce más patria que la
humanidad entera. No reconocen banderas, ni patria, ni raíces.
Necesitan horizontes amplios para poder vivir.
6. Los estoicos.
Abstine et sustine! ¡Domínate y aguanta! Este era el lema de los estoicos, los filósofos que
explicaban su doctrina en el pórtico (“estoa”). Zenón su fundador aparece en Atenas seis años
después de que Epicuro fundara su Jardín. Sus teorías tuvieron éxito, incluso siglos más tarde entre
las clases sociales más dispares: un esclavo como Epicteto, un filósofo cortesano y español, Séneca
y un emperador romano, Marco Aurelio.
Según los estoicos el universo entero está dominado por una Ley universal o Logos que todo lo
rige, desde el movimiento de los planetas y las estrellas hasta las cuestiones más nimias e
insignificantes (si has perdido un bolígrafo no es casualidad, forma parte del Plan Universal que
todo lo controla). Así pues no existe lo que solemos llamar “casualidad “, nada es casual, todo
cuanto acontece ocurre porque tiene que ocurrir.
La libertad humana aparece así mermada considerablemente: el futuro no está en nuestras manos,
todo está ya escrito; entonces... ¿en qué sentido podemos afirmar que somos libres? No podemos
elegir lo que nos pasa, pero si podemos elegir como reaccionar frente a lo que nos pasa. Por
ejemplo, podemos tener un accidente a consecuencia del cual quedamos parcialmente impedidos;
nada podemos hacer para evitarlo (ni siquiera aunque lo supiéramos previamente, pues “todo está
escrito”) pero podemos elegir entre pasar el resto de la vida amargados y lamentándonos de nuestra
mala suerte o aprender a vivir de nuevo, asumiendo la discapacidad como parte de nuestro Yo y
buscando nuevas tareas más apropiadas a nuestra actual situación.
¿Cuál es el consejo de los estoicos? ¿de qué manera podemos reaccionar ante un mundo que se
mueve al margen de nuestra voluntad? Mediante la razón. El Logos que rige el universo es una ley
racional, cuando actuamos racionalmente, actuamos conforme al Logos, conforme a la
Naturaleza. Por el contrario cuando actuamos movidos por nuestros apetitos y sentimientos no
actuamos conforme al Logos, es más, nos convertimos en esclavos de nosotros mismos pues
rechazamos la única libertad posible. Los sentimientos no los elegimos están en nosotros al margen
de nuestra voluntad. Cuando el único criterio de la acción es dar satisfacción a los deseos (de
riqueza, poder, comida, bebida, sexo...), nos convertimos en sus esclavos y nos asemejamos más a
animales que a personas. La virtud consiste en vivir de manera racional sometiéndose a los
dictados del Logos.
El medio para obtener la virtud es el ejercicio de la voluntad para abstenerse del placer y soportar el
dolor (“abstine et sustine”) así el hombre sabio alcanzará la sabiduría y la libertad (que no es otra
cosa que actuar conforme al logos). El estoico se dedica preferentemente al estudio de la filosofia y
la ciencia, entiende que su misión en la vida es conocer, entender el orden del mundo y no alterarlo
caprichosamente.
Los estoicos, siguiendo las enseñanzas de lo cínicos, se consideraban ciudadanos del mundo –
cosmopolitas- , consideraron a todos los hombres como hermanos y crearon el concepto de
humanidad. Antiguamente un hombre se sentía ateniense o espartano, todo lo más heleno, partícipe
de una cultura común, pero el resto de los hombres eran bárbaros, no demasiado diferentes a los
animales. Esto empieza a cambiar con los estoicos y más adelante con los cristianos.
Como resumen final, no solamente del estoicismo sino de todas las escuelas éticas helenistas,
podemos afirmar que el objetivo final de todas ellas es...consolar.
En un mundo cambiante e incomprensible como el siglo III a.C. y también como nuestro siglo XXI,
las personas se sienten solas y desamparadas. Las escuelas helenísticas ofrecen consuelo a estas
personas. Les aconsejan que dediquen su vida a la obtención de placeres, o que vivan una vida
sencilla, o que eviten el dolor, o que busquen el conocimiento o que se abstengan de los placeres.
Las recetas son variadas, pero el fin es el mismo: afrontar la vida en las circunstancias más
ventajosas posibles para que esta no te destroce y, en la medida de lo posible encontrar la felicidad
o, al menos evitar la angustia y la desolación.
7. El cristianismo.
La influencia de las escuelas helenísticas no se limita a Grecia, sino que de allí pasa a Roma y son
la referencia ética en el mundo antiguo durante varios siglos, hasta que hace su aparición el
cristianismo.
El cristianismo no es una filosofía sino una religión, una doctrina que se presenta con el objetivo de
salvar a los hombres. Sin embargo su influencia ha sido tan importante que ha afectado a todas las
facetas de la actividad humana. Pronto surge una filosofía y una ética cristiana (en el siglo V con
San Agustín y, sobretodo, en el siglo XII con Santo Tomás) que toma en consideración las
aportaciones de la filosofía clásica griega (Platón y Aristóteles), pero también, y especialmente los
mandatos de la fe religiosa.
Para Aristóteles el ser humano es un ser racional que aspira a la felicidad, este es su fin último, que
consigue en la medida que realiza con excelencia las funciones propias de su naturaleza. Santo
Tomás recoge este argumento y lo adecua a las exigencias de la fe: el hombre es una creación de
Dios y, por consiguiente, Dios se convierte en el fin último, en el supremo bien para el hombre.
Toda la vida humana debe orientarse hacia Dios, hasta poder contemplarlo en la otra vida. En
esta contemplación divina alcanzará el hombre la felicidad. La verdadera felicidad está en Dios y
para conseguirla el alma debe purificarse para alcanzar la perfección que le conduzca a la
contemplación divina.
Si queremos alcanzar el objetivo final, la contemplación de Dios, debemos hacer el bien y evitar el
mal. Y esto se concreta en una serie de normas que de hecho son los diez mandamientos (honrarás
a Dios, a los padres, no matarás, no tendrás relaciones sexuales ilícitas, etc). Ser virtuoso consiste
en cumplir los mandamientos y estos deben cumplirse para alcanzar la verdadera felicidad en
la vida eterna.
No podemos reprochar al cristianismo ofrecer una ética ambigua que pudiera ser interpretada de
forma contradictoria, por el contrario, el mayor mérito de la ética cristiana es su concreción y
simpleza que ha hecho posible su pervivencia a través de los siglos, en el fondo todo se reduce a
cumplir con unas normas muy concretas con el objetivo de alcanzar la felicidad en la otra vida.
Además los mandatos de la ética cristiana, al provenir directamente de Dios, obligan más que los de
cualquier otra ética que hayamos considerado. Por ejemplo, Aristóteles recomendaba ser prudente
para alcanzar la felicidad; bien... ¿y si no quiero? Simplemente no seré feliz según Aristóteles. En el
caso de la moral cristiana la desobediencia del mandato divino es un pecado y la consecuencia no es
el no alcanzar la felicidad, siempre según la falible opinión de algún filósofo, sino la garantía divina
de la condenación eterna. No es de extrañar que haya más cristianos que aristotélicos o epicúreos.
8. Spinoza y Hume
En el transcurso de los siglos XVII y XVIII son muchos los pensadores que dedicarán una parte
importante de su obra al tratamiento de asuntos relacionados con la ética y la política. Por lo que se
refiere a la primera de estas disciplinas, las nuevas teorías van a mostrarse ciertamente deudoras de
los grandes sistemas desarrollados en la antigüedad, si bien aportarán matices ciertamente
novedosos e interesantes. Hemos seleccionado como ejemplos más representativos las éticas de
Spinoza y de Hume.
8.1 El vivir conforme a la razón de Spinoza.
Spinoza nació en Amsterdam en 1632 en el seno de una familia judía de origen portugués. Fue
educado en la comunidad judía de su ciudad natal hasta ser expulsado de ella bajo la acusación de
herejía en 1656. Pocos años más tarde se estableció en La Haya. Allí se dedicó a fabricar
instrumentos ópticos y a su gran pasión, la filosofía. En 1673 se le ofreció una cátedra en la
universidad de Heidelberg, pero la rechazó: era un hombre muy sencillo y de naturaleza enfermiza
al que le gustaba sentirse completamente libre y alejado de la vida pública. Murió de tuberculosis a
la edad de 44 años.
Para Spinoza la Naturaleza, tal y como defendían los estoicos, es perfecta. Es un todo orgánico
constantemente autorregulado. En ella no falta nada ni sobra nada; cada elemento es como tiene que
ser. En la naturaleza ninguna cosa está llamada a ser algo distinto de lo que es; antes bien, cada cosa
procura conservar sus características esenciales. "Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance,
por perseverar en su ser".
Por lo que respecta a las personas, ocurre exactamente lo mismo: también perseguimos, por medio
de las diferentes acciones que llevamos a cabo, no dejar de ser lo que en esencia somos.
Pretendemos consolidar los atributos que nos diferencian de los demás seres. La meta a la que
tienden nuestros actos no es otra que el desarrollo de todas y cada una de las facultades que se
consideran propiamente humanas.
Pues bien, según Spinoza, cuando logremos perfeccionarnos como personas, desde un punto de
vista ético, avanzaremos en el camino que nos lleva a la felicidad. Siendo más concretos, cabe decir
que para este filósofo la perfección humana que conduce a la felicidad se basa, fundamentalmente,
en un aumento de nuestras capacidades físicas o corporales y de nuestra capacidad racional.
El aumento de ambas capacidades es el criterio para establecer lo que es moralmente bueno, y que
suele acompañarse del afecto llamado "alegría"; la disminución de las mismas, por el contrario,
establece lo que resulta moralmente malo, y se acompaña de otro afecto llamado "tristeza":
En la parte IV de su Ética, el autor concluirá que lo más beneficioso para nosotros, lo que produce
más alegría, lo que nos aporta la verdadera felicidad es el conocimiento, o lo que es lo mismo, vivir
de acuerdo con la razón.
8.2 El utilitarismo incipiente y el emotivismo de Hume.
David Hume nació en Edimburgo, Escocia, en 1711. Su familia, perteneciente a la pequeña
burguesía, lo animó a que estudiara derecho o se dedicara al comercio, pero él prefirió consagrar su
vida a la literatura y a la filosofía.
Para la mayoría de quienes estudian la evolución de las teorías éticas a lo largo de la historia, se
puede considerar a Hume como un continuador del hedonismo, como un pionero del utilitarismo, o
como un valedor del emotivismo.
La primera de estas atribuciones se debe al simple hecho de que el empirista escocés está de
acuerdo con quienes defienden que el fin más deseado por los seres humanos es la obtención de
sensaciones placenteras –si bien matiza, en un sentido semejante al de Epicuro que "el placer que
producen las diversiones vacías y febriles del lujo y del gasto no es comprable al que proporcionan
la conversación y el estudio (...), la salud (...), y las bellezas usuales de la naturaleza”
Con respecto a la consideración del autor como uno de los padres del utilitarismo diremos que es
debida, fundamentalmente, a su convencimiento de que lo bueno es lo que resulta útil a uno mismo
y a la sociedad. Efectivamente, según
Hume la utilidad es el criterio con el que mejor podemos establecer qué acciones son moralmente
buenas y qué acciones son moralmente reprobables: "Podemos observar que en la vida humana
siempre se apela a la circunstancia de la utilidad; y no se supone que pueda ofrecerse un elogio más
grande de un hombre que mostrar su utilidad para el público y enumerar los servicios que ha
realizado a la humanidad y a la sociedad".
A la hora de detallar qué tipo de acciones proporcionan mayor utilidad nuestro autor destaca la
práctica de la justicia, el respeto, la generosidad y la fraternidad (o solidaridad). Queda claro, pues,
que la utilidad por la que aboga Hume no es una utilidad individual, sino colectiva. Esto se debe a
la profunda convicción que también vertebra el pensamiento de nuestro autor de que un sujeto
nunca podrá ser enteramente feliz si sus semejantes son desdichados.
En lo que atañe, en tercer lugar, a la caracterización de Hume como un ético emotivista, cabe decir
que se debe a que no deja de proclamar en varios pasajes de su obra que nuestras acciones morales
son promovidas por los sentimientos y no por la razón:
"Nunca se puede dar cuenta mediante la razón de los fines últimos de las acciones humanas, sino
que -éstas- se recomiendan enteramente a los sentimientos y afectos de la humanidad, sin ninguna
dependencia de las facultades intelectuales. Preguntad a un hombre por qué hace ejercicio;
responderá: porque desea conservar su salud. Si preguntáis entonces por qué desea la salud
replicará enseguida: porque la enfermedad es dolorosa. Si lleváis más lejos vuestras preguntas y
deseáis una razón de por qué odia el dolor, es imposible que pueda ofrecer alguna".
No es la razón la guía de la vida sino las pasiones y los sentimientos, la razón no pude hacer otra
cosa que ponerse al servicio de la pasión. ¿Y no cabe la posibilidad de que al guiarnos cada uno por
nuestros sentimientos se produzca un desacuerdo general cuando haya que precisar qué es lo bueno
y qué es lo malo? La respuesta a esta pregunta es que no: ante cualquier acción que tenga cierta
trascendencia para los seres humanos todos tendemos a desarrollar los mismos sentimientos. Según
Hume, todo ser humano califica como reprobable el asesinato, la violación y la tortura, y considera
digno de elogio el heroísmo, la ayuda humanitaria o la compasión. Es algo así como una
disposición innata, en virtud de la cual las acciones justas despiertan sentimientos de simpatía en
nosotros, mientras que las acciones injustas producen rechazo y sentimientos de aversión. La única
garantía de la moralidad es el sentimiento común de simpatía que suscitan las buenas acciones
Para terminar, diremos que al entender de Hume las principales virtudes no son, como se nos ha
intentado hacer creer la tradición cristiana, el celibato, el ayuno, la penitencia, la mortificación, la
negación de sí mismo, la humildad, el silencio, la soledad y todo el conjunto de virtudes
monásticas. Las principales virtudes son –más allá de la frugalidad, el vigor mental, la laboriosidad,
el discernimiento, la perseverancia y un largo etc.-, entre otras, la prudencia, la integridad, la
habilidad en el trato con el prójimo y un espíritu jovial. Hume, de quien suele decirse que es el
fundador de la ética alegre, proclama que hemos sido víctimas de una grave equivocación durante
mucho tiempo y ya es hora de que nos demos cuenta de ello y comencemos a transitar el verdadero
camino de la felicidad.
9. Kant.
9.1 La Ilustración.
En la época moderna, a partir del siglo XVI se producen en Europa una serie de cambios muy
profundos cambios en lo económico, en lo social y en lo político.
Además, la religión deja de ser la ideología dominante. El estado se independiza de la iglesia y la
razón de la fe. De la concepción teocéntrica medieval –en la que todo gira alrededor de Dios- se
pasa a una concepción antropocéntrica y el ser humano adquiere valor por sí mismo, convirtiéndose
en el centro de la política, la ciencia, el arte y la moral.
La confianza en el poder de la razón para conocer la naturaleza y reorganizar la sociedad se
extiende en el siglo XVIII a todos los campos de la actividad humana: es el siglo de la razón, de las
luces o siglo de la Ilustración.
Immanuel Kant, un filósofo alemán que vive entre los años 1.724 y 1.804, vive plenamente los
ideales de la ilustración.
Considera que los hombres han vivido hasta esa época en una minoría de edad, sin ejercer su
libertad y sometidos a la presión política y de conciencia o religiosa. Frente a esa situación propone
como lema pensar siempre por sí mismo y este es para él el espíritu de la ilustración. Pensar por sí
mismo consiste en buscar el fundamento de todo en la razón. Sólo de esta forma el ser humano se
libera de la superstición y puede ejercer su libertad.
9.2 Autonomía moral.
La libertad humana es una facultad que debemos ejercer en todos los ámbitos de la vida, también el
terreno de la moral. Hasta Kant el cristianismo pregonaba que la razón fundamental para hacer el
bien era escapar a las penas del infierno. Pero esto era inaceptable para Kant: el ser humano ha de
actuar como un soberano, no movido por el miedo o bajo amenazas. Los hombres recuperan su
dignidad cuando deciden por si mismos, de manera racional, lo que pueden o no pueden hacer.
“Autonomía” es una palabra compuesta del término “auto”, uno mismo, y “nomos”, ley; por tanto
el significado etimológico de autonomía es darse a uno mismo la ley. “Hetero” significa: otro; por
tanto heteronomía significa recibir la ley de otro. Hasta Kant la moral era heterónoma, es decir, se
suponía que debemos hacer esto o lo otro por alguna razón exterior: por conseguir la felicidad, por
el placer o por la vida eterna. En cualquier caso la acción moral no era más que un medio para
alcanzar un fin diferente. Especialmente la moral cristiana prescribía una serie de conductas buenas
y otras malas porque Dios así lo ordenaba. La voluntad de Dios era el criterio último y definitivo en
cuestiones morales.
Kant propone una moral autónoma, es decir, que el hombre es soberano y ha de decidir, de manera
racional, como debe comportarse, lo que está bien y lo que está mal. Es la razón humana quien
determina la acción moral, no el miedo al infierno o el deseo de placer. Así recuperamos la libertad
y la dignidad; de la otra forma el hombre actúa como un menor de edad que solo entiende el deber
moral en términos de premio y castigo. Pero la moral es otra cosa: consiste en imponerse la ley
moral a uno mismo. De esta manera nos liberamos de la esclavitud porque no obedecemos más que
a nosotros mismos y, por otra parte, nos diferenciamos de los animales, pues la razón pone límites a
los apetitos y a los deseos.
En conclusión Kant defiende la autonomía moral y reprocha al resto de las teorías éticas su carácter
heterónomo.
9.3 Actuar conforme al deber.
Debemos pues ser autónomos, darnos a nosotros mismos la ley moral, pero...¿en qué consiste la ley
moral? ¿cómo estar seguros que nos hemos dado la ley adecuada? ¿todos los humanos se someten a
la misma ley o cada uno se da la ley que más le convenga?
Vamos por partes. Según Kant la moral no consiste en la búsqueda de la felicidad tal y como había
establecido Aristóteles y esto sea lo que fuere lo que se entienda por felicidad, el placer, la
tranquilidad, la vida de ultratumba etc. Cada uno entiende la felicidad de diferente forma, por lo que
es imposible establecer una serie de normas comunes que no serían otra casa que medios para
conseguir fines diferentes.
Es imposible: si los fines son diferentes, entonces, necesariamente, los medios (las normas morales)
también serán diferentes.
La moral es otra cosa y en el fondo de nuestro corazón todos lo sabemos. La moral consiste en
cumplir con nuestro deber, aun cuando al actuar conforme al deber nos alejemos de la felicidad. La
vida nos da múltiples ejemplos de ello: lo moralmente correcto es no abandonar a nuestros mayores
aunque puedan representar una carga y hacernos la vida más difícil, lo correcto es decir la verdad
aunque nos perjudique y así sucesivamente. Kant no se para a especificarnos en qué consiste el
deber: depende de las circunstancias, de la responsabilidad de cada persona, del tipo de cultura que
compartamos, de nuestro puesto de trabajo, de muchas cosas. Además sería una tarea superflua: en
el fondo todos sabemos en que consiste el deber en cada caso. Es lo que denominamos “conciencia”
y por lo que decimos: “Allá tú con tu conciencia”, “la conciencia no me permitiría hacerlo” o “me
remuerde la conciencia por lo que he hecho”. En todos los casos damos por supuesto que la persona
sabe cual es su deber y que actúa moralmente cuando actúa por sentido del deber.
Pero no es suficiente con actuar conforme al deber, es preciso actuar por el deber. Comenta Kant
que el tendero que devuelve correctamente el cambio a la clientela actúa conforme al deber. ¿Actúa
entonces de forma moralmente correcta?
Aún no lo sabemos, necesitamos más datos. Si devuelve el cambio correctamente por miedo a que
la clientela se sienta estafada y se vaya a la competencia, entonces actúa conforme al deber, pero no
por el deber. Su actitud solo es moralmente buena si devuelve el cambio correcto porque considera
que es lo que debe hacer, no lo hace por interés sino por sentido del deber.
9.4 el imperativo categórico.
El contenido deber no puede determinarse a priori, es decir, antes de la experiencia concreta; en
cada caso el deber nos puede indicar que la acción correcta es una u otra. Pero lo que puede
determinarse a priori es la forma del deber. No puedo saber de antemano QUÉ debo hacer en cada
caso problemático, pero puedo saber CÓMO debo actuar, cuáles han de ser los principios que guíen
y orienten la acción. La enunciación de la forma del deber es lo que Kant llama imperativo
categórico y tiene dos formulaciones:
a) Actúa de tal forma que utilices la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro siempre como un fin y nunca como un medio.
b) Actúa de tal modo que la máxima (regla general) que guía tú acción puedas querer que se
convierta, por tu voluntad, en ley universal.
Según la primera formulación del imperativo categórico debemos tratar al resto de personas como
fines y nunca como medios. Esto quiere decir que no debemos utilizar a otras personas como si
fueran instrumentos al servicio de nuestra voluntad. No hay nada más valioso que un ser humano y
cuando se le utiliza como un medio para alcanzar otro objetivo- la riqueza, la fama o el honor por
ejemplo- se actúa de forma inmoral.
Según la segunda formulación lo que debemos hacer en caso de no tener clara cuál es nuestra
obligación es pensar qué nos gustaría que fuera la norma general, aquella que siguiera todo el
mundo, aquella que nos gustaría que otros aplicasen en relación a nuestra persona. Supongamos,
por ejemplo, que me encuentro un sobre con una cantidad importante de dinero sin ninguna
identificación: ¿me lo puedo quedar, en vez de depositarlo en la oficina de objetos perdidos? Según
Kant tendría que razonar así:” Podría yo establecer una ley según la cual todo aquel que se
encuentre con una cantidad importante de dinero se lo puede quedar?” Si sinceramente creo que sí,
incluso siendo yo el que lo ha perdido, puedo quedármelo tranquilamente. Sin embargo, resulta
difícil pensar que quien lo pierda pueda querer esta ley. El imperativo categórico viene a decir que
no puedo actuar en interés propio, tratándome a mi mismo de modo distinto a los demás. Es lo que
en la tradición bíblica se denomina la Regla de Oro: no quieras para los demás lo que no quieres
para ti.
La norma Kantiana es un imperativo porque expresa un precepto, un mandato, pero... ¿qué quiere
decir “categórico”? categórico significa que obliga sin ninguna condición. Debemos cumplir con
nuestro deber simplemente porque es nuestro deber, no para conseguir otra cosa: la felicidad, un
premio, la tranquilidad de la conciencia, la vida eterna, el placer, etc. Además el imperativo
kantiano no admite excepciones. Si estamos de acuerdo en que es moral decir la verdad e inmoral
mentir, puesto que podemos universalizar la norma de acuerdo con el imperativo categórico,
entonces debemos decir SIEMPRE la verdad.
Los críticos de Kant afirman que tal rigidez es absurda, que la moral ha de ser algo mucho mas
flexible que pueda adaptarse a las circunstancias. Si, por ejemplo, un asesino nos preguntase el
paradero de una posible víctima ¿qué debemos hacer? ¿decir la verdad para que pueda localizarla y
matarla? Kant contestaría que ni en ese caso ni en ningún otro tenemos el control sobre las
consecuencias de nuestros actos: podríamos mentir y mandar al asesino en una dirección en la que,
sin nosotros saberlo, ahora se puede encontrar la víctima. Nunca podemos estar seguros de las
consecuencias de una acción por lo que no debemos juzgar un acto por sus consecuencias.
Imaginemos que un enfermero inyecta un medicamento a un enfermo, que por error del
farmacéutico, no es el que había recetado el médico, y, a consecuencia de la inyección, el enfermo
muere. Imaginemos ahora que un pariente del enfermo que aspira a cobrar la herencia le inyecta lo
que el supone que es un veneno y en realidad es la medicina que necesita el enfermo. En este caso
quien pretende ayudar al enfermo lo mata y quien pretende matarlo le hace un bien. ¿quién actúa
moralmente bien?
Fijémonos que no es lo mismo actuar bien desde el punto de vista moral que desde la perspectiva
legal. Desde el punto de vista de la legalidad, de la ley, el enfermero puede tener problemas con la
justicia si los parientes del enfermo deciden denunciarlo y sin, embargo, el pariente avaricioso no
tendrá problema alguno. Pero nada de esto incumbe a la ética, ¿quién ha actuado moralmente bien?
El enfermero. ¿por qué?
Porque su intención era buena. Según Kant lo que hace buena o mala una acción es la intención con
la que ha sido realizada y no las consecuencias de la misma.
Debemos actuar por el deber, siguiendo el mandato del imperativo categórico y no tomar en
consideración las posibles consecuencias de la acción pues estas son muy variadas, algunas
totalmente desconocidas para nosotros y escapan a nuestro control. Si nuestra intención es buena
entonces la acción también es buena moralmente independientemente de los resultados que se sigan
de la misma y por el contrario si no actuamos por sentido del deber nuestra acción no es
moralmente buena aunque se desprendan consecuencias beneficiosas para otras personas.
10. El utilitarismo
Los utilitaristas, al igual que los hedonistas identifican la felicidad con el placer. También ellos
piensan que el objetivo de la ética es prescribir normas que ayuden a alcanzar la felicidad o lo que
es lo mismo una vida placentera. La diferencia es que para los utilitaristas, la felicidad no puede
considerarse de un modo individualista, como la entendían los hedonistas. Yo no puedo ser feliz si
estoy rodeado de personas infelices. Por ello el principio utilitarista, formulado por Jeremy
Bentham, el fundador de esta corriente, fue: “la mayor felicidad para el mayor número”
Una acción será tanto más buena cuanto mayor felicidad produzca para el mayor número posible de
personas. Los dos grandes utilitaristas fueron J. Bentham y John Stuart Mill, pero entre ellos hay
notables diferencias.
10.1 J. Bentham (1748-1832)
Según él, la naturaleza nos ha dado dos grandes maestros: el placer y el dolor.
Estos nos muestran lo que es bueno y malo para nosotros. La felicidad consiste en maximizar el
placer y minimizar el dolor, como por otra parte ya había señalado Epicuro. Bentham propone lo
que él llama “la aritmética de los placeres” que consiste en calcular el placer y el dolor que puede
acarrear cada acción y elegir siempre la más positiva.
Pero que puesto que vivimos en sociedad entonces el cálculo no puede hacerse sólo pensando en
nosotros ya que nuestras acciones repercuten en los demás y debemos pensar que ellos también
buscan el placer. Por ello los utilitaristas están preocupados por las cuestiones políticas y sociales:
la bondad o maldad de una ley (o de una acción) se juzga por su utilidad para promover la mayor
felicidad para la mayoría. Son pues las consecuencias de una acción las que nos permiten
determinar si esta es buena o mala (al contrario que en la ética kantiana).
10.2 John Stuart Mill (1806-1873)
Mill está de acuerdo en que el placer es el objetivo de la vida humana. Ahora bien, no todos los
placeres son iguales: no es lo mismo asistir a un concierto de música que a un banquete cuyo único
objetivo sea hartarse. Por tanto, respecto a los placeres la calidad es preferible a la cantidad.
Afirma Mill: “mas vale ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho; es mejor ser Sócrates
insatisfecho que un tonto satisfecho”. Así, cuanto más educada, cultivada y desarrollada esté una
persona, más nobles y elevados serán sus intereses de tal manera que llegará un momento en que su
máximo placer lo hallará en promover el bienestar de los demás.
Por eso la máxima virtud de la moral utilitarista será el altruismo, que consiste en sacrificar el
propio placer para el bien de los demás. En realidad es en esto en lo que el altruista encuentra su
máximo placer. La sociedad utilitarista será pues aquella que, mediante la educación, tiende a
conseguir que “en todos los individuos el impulso directo de mejorar el bien general se convierta en
uno de los motivos habituales de la acción”.
11. El marxismo
Karl Marx es un pensador que vive durante el siglo XIX y su influencia ha sido enorme. Marx es un
filósofo, un sociólogo, un agitador revolucionario, un político, pero también, y esto no siempre es
reconocido, es un filósofo moral, propone una ética que marcará decisivamente a sucesivas
generaciones.
El punto de partida es similar al de los utilitaristas: la ética ha de ayudarnos a alcanzar la felicidad,
que se identifica con la vida placentera, y este objetivo tiene una dimensión social, no individual.
Yo no puedo ser feliz si vivo rodeado de personas infelices. Eso es justo lo que le ocurrió al joven
Marx cuando trabajó de periodista y descubrió las duras condiciones de vida de los leñadores y
viñadores del Rihn. A partir de entonces va a sostener que no son las ideas, ni el espíritu, ni las
teorías lo que distingue al ser humano, lo que le aporta dignidad y lo diferencia de los animales.
Algunos hombres viven en la opulencia, rodeados de lujos y comodidades, en cambio, otros apenas
pueden subsistir, pasan hambre y múltiples penalidades. En ese contexto ¿Qué ética debemos
proponer? ¿Cómo le vamos a aconsejar al proletario, al explotado, la mejor forma de alcanzar la
felicidad? Todo son palabras vacías. Lo primero es asegurar que todos los hombres disponen de
unas condiciones materiales mínimas (vivienda, comida, tiempo libre...) para la existencia.
Según Marx no se trata ya de promover nuevas éticas, sino de dar un vuelco a la situación social.
Lo primero y más acuciante es mejorar las condiciones materiales de vida de la mayoría de la
población. Ese es el primer mandato de la ética marxista: rebelarse contra la explotación del
hombre por el hombre.
El hombre no puede alcanzar la felicidad de manera individual, solo seremos felices en una
sociedad justa e igualitaria. Por ello la ética marxista conecta con la política: lo moralmente bueno
es participar en política y luchar por un futuro mejor (algunos marxistas, y revolucionarios en
general, llevaron esta norma a un punto extremo: se despreocuparon de sus familias, de sus amigos
y hasta de ellos mismos y se entregaron por completo a la acción política). Los marxistas predican
la importancia del compromiso: uno debe comprometerse con el mundo en que le ha tocado vivir,
no debe aislarse, vivir como en una burbuja, intentando lograr una mínima paz que tiene como
precio la despreocupación por la suerte de los menos favorecidos. Afirmaba Marx: “durante años lo
filósofos han tratado de comprender el mundo, ahora se trata de cambiarlo”
¿Cómo alcanzar un futuro mejor, una sociedad más justa? Marx desconfiaba de las políticas
reformistas, pensaba que la sociedad capitalista descansaba sobre una injusticia esencial: la división
de la sociedad en dos clases sociales, los capitalistas, que son los dueños de las tierras y las
empresas, y los proletarios, los que nada tienen salvo su fuerza de trabajo. Los intereses de unos y
otros son radicalmente opuestos. Por ejemplo a los primeros les interesa que el estado preserve y
garantice el derecho a la propiedad, para los segundos, en cambio, la propiedad es un robo y lo que
quieren es que los bienes sean comunes. Así pues no hay arreglo posible. Los marxistas sostienen
que la única forma de mejorar las condiciones sociales es mediante un cambio radical y brusco de la
situación política: la revolución social.
La necesidad de liberación, de emancipación, tiene tres vertientes: la política (contra el estado) la
económica (contra el patrono) y la religiosa. La religión no es un hecho de conciencia individual,
sino que es un hecho social: la religión ha sido utilizada durante siglos por las clases dirigentes
como medio de control social, como un instrumento para mantener aletargadas las conciencias de
los oprimidos. “La religión es el opio del pueblo” afirmaba Lenin.
El objetivo final es alcanzar una sociedad comunista donde no haya diferencias de clase y no exista
la propiedad privada. Entonces el fin de la política converge con el fin de la ética, la felicidad social
y la felicidad individual serán por fin, de manera simultánea, una realidad. El lema del paraíso
marxista sería: de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades
12. F. Nietzsche.
Nietzsche fue un filósofo que vivió a finales del siglo XIX. Lo más interesante de él desde la
perspectiva ética, ha sido su labor de desenmascaramiento de la moral precedente.
Nietzsche no ve una diferencia importante entre la moral cristiana, la kantiana, la utilitarista o la
marxista. Todas predican los mismos valores: la honestidad, la veracidad, la solidaridad, la
humildad, etc.
Las éticas laicas (no religiosas) han buscado un fundamento racional para afirmar los mismos
valores que habían sustentado las grandes religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e
islamismo. Pero...¿Cuáles son esos valores? Todos ellos tienen su origen en la cultura judía y son
valores contrarios a la vida. Si la vida es lucha, alegría y presente, las religiones han pregonado la
paz, la resignación y la esperanza.
Todos los valores de la religión cristiana (humildad, paz, resignación, caridad, obediencia...)
denotan un miedo a la vida, y las éticas de los siglos XVIII y XIX no han supuesto algo novedoso,
sino que han profundizado en los mismos valores (por ejemplo la igualdad y la solidaridad de los
marxistas)
La propuesta de Nietzsche es diferente a todas las que hasta ahora hemos conocido. Si la vida es
gozo y alegría, aceptémoslo; pero si es sufrimiento y violencia, también. Simplemente porque no
hay otra cosa, no existe realidad alguna –Razón o Cielo- ajena a la vida concreta. Todo cuanto
existe se da en la vida, no debemos admitir pues valores contrarios a la vida porque nada hay más
allá de la vida. Y esta tiene su propia forma de manifestarse de la cual no somos más que muestras
y efectos de esa fuerza originaria (que Nietzsche denominará voluntad de poder)
Nuestro filósofo propone cambiar de manera radical los valores dominantes en occidente y, en
cierta forma, volver a valores arcaicos, primitivos; aquellos que denominaban antes de la irrupción
del cristianismo: alegría, generosidad, grandeza, lealtad, orgullo, fortaleza, creatividad, etc.
En resumen se trata de decir sí a la vida, en todos sus aspectos. El ideal de vida es de antiguo
guerrero (Aquiles) orgulloso y valiente, amigo de los suyos e implacable con el enemigo, generoso
en la victoria y terrible en la cólera. Ante todo debemos evitar el resentimiento, el sentimiento de
culpa, la mala conciencia. Si nuestros instintos nos indican un camino, una acción, no debemos
reprimirnos, ni arrepentirnos por las consecuencias, de la misma forma que el águila o el león no
rinde cuentas a nadie por sus “fechorías”, así el hombre noble toma lo que le pertenece por ser
fuerte y estar vivo.
No existe algo así como una Razón que controle o se oponga a los instintos (como afirmaban los
estoicos). No estamos divididos en dos naturalezas – cuerpo y alma- opuestas (como sostienen los
cristianos). Todo es un invento de filósofos y sacerdotes que han creado un mundo artificial y falso
-la Verdad o el Cielo- que se opone a la única realidad: LA VIDA.
13. Sartre y el existencialismo
El existencialismo es una corriente filosófica que aparece en el siglo XX en Europa en el periodo de
entreguerras (entre al 1ª y la 2ª guerra mundial). La falta de ideales y la desorientación general hace
volver de actualidad la eterna pregunta: ¿Qué es el hombre?
El más reconocido de los existencialistas, Jean Paul Sartre comienza su reflexión tomando como
punto de partida la perdida de la fe religiosa. Los hombres ya no creen en Dios, como Nietzsche
afirmaba “Dios ha muerto”, y con él han perecido las ideas y los valores absolutos. Así pues el
hombre moderno se encuentra en un mundo vacío de valores donde la vida no tiene ningún sentido:
no hay nada ni antes, ni después de nuestra existencia, estamos solos, desamparados. Este es el
triste diagnóstico que Sartre hace del hombre y el mundo moderno.
El hombre es, en primer lugar existe, es arrojado al mundo. Posteriormente se convierte en un tipo
de persona o en otro. De ahí la frase de Sartre: “en el ser humano la existencia precede a la
esencia”.
Como no hay valores absolutos que exijan ser obedecidos, todo depende de nuestra voluntad. La
esencia del hombre es la libertad. Dice Sartre: “estamos condenados a ser libres”, esto quiere decir
que debemos elegir el tipo de persona que queremos ser y lo tenemos que hacer desde la mas
absoluta libertad, pues no hay bien o mal, nosotros creamos valores y nos comportamos conforme a
ellos.
Así pues Sartre no propone nuevos valores morales, más verdaderos o justos que los anteriores,
sino que la filosofía existencialista supone una aceptación de la libertad humana y una llamada a la
responsabilidad: somos responsables de lo que somos, del tipo de persona en el que nos hemos
convertido, pues no somos más que la suma de nuestros actos, el resultado de sucesivas elecciones.
Pero también, y esto no es tan evidente, de la humanidad entera, pues como Dios no existe la única
referencia son las personas. Cada uno de nosotros es un modelo de persona que exponemos de
manera pública. Es como si dijéramos “miradme, así soy y así deberíais ser vosotros”.
Por ello, la única recomendación posible es que debemos comprometernos. Si, por ejemplo,
aspiramos a un mundo justo y solidario, debemos propiciar los valores de la justicia y la solidaridad
desde nuestra propia vida, a partir de todos y cada uno de los actos cotidianos que conforman
nuestra vida. Si por el contrario estimamos que la libertad y la independencia son los valores
supremos debemos ser coherentes con nuestra elección y no manipular, ni coaccionar a otras
personas. Lo contrario es ser hipócrita: pregonar unos valores y comportarse de forma opuesta.
Como el cristiano que se comporta de forma mezquina con sus semejantes (en lugar de poner en
práctica el amor al prójimo) o el marxista que se comporta como un pequeño tirano en su entorno
familiar (en vez de propiciar la igualdad) o el kantiano que utiliza dos varas e medir, una para él y
otra para los demás.
14. Wittgenstein y la filosofía analítica.
Durante el siglo XX se desarrolla una corriente filosófica que plantea una nueva manera de abordar
las cuestiones éticas. La clave está en el lenguaje. Según los analíticos la mayoría de problemas en
ética y filosofía se originan porque no asignamos un significado claro y preciso a las palabras. Por
ejemplo ¿qué significa la palabra “bueno”?. Según Moore, no significa nada, simplemente es una
palabra que utilizamos para designar una cosa, acción o persona que nos agrada.
De igual forma que la palabra “amarillo” no significa otra cosa que el color de las cosas que
designamos con esa palabra. Así pues no tiene sentido discutir acerca de que cosas son buenas o no
(de la misma manera que no tiene sentido discutir acerca de que cosas son amarillas). Tanto la
palabra “bueno” como “amarillo” son términos simples que no tienen una definición, son términos
elementales del lenguaje que sirven para definir otros conceptos, pero que ellos mismos son
indefinibles.
Con el término “bueno” expreso un sentimiento de aprobación pero es evidente que otras personas
tienen otros sentimientos y que la cuestión acerca de cual es el sentimiento verdadero no tiene
ningún sentido. Igualmente, tampoco tiene sentido la discusión acerca de las cosas o acciones
buenas o malas.
En general, los términos usados en el discurso moral (bueno/malo, justo/injusto, etc.) no tienen
definición alguna, son “cáscaras vacías”. Para Wittgenstein la finalidad del análisis del lenguaje
formal no es resolver los problemas morales, sino disolverlos. Solo tienen solución aquellos
problemas que pueden ser planteados en términos precisos y este no es el caso de los problemas
éticos, que para los analíticos pasar a ser pseudo-problemas.
15. Habermas y la ética dialógica.
A finales del siglo XX el filósofo alemán Jurgen Habermas “resucita” la ética kantiana. Habermas
retoma la reflexión filosófica donde la había dejado Kant. Recordamos que para Kant la acción
moral consiste en actuar por el deber y este consiste en cumplir con el imperativo categórico. El
error, a juicio de Habermas, es imaginar al hombre como en una urna, aislado del resto, decidiendo
acerca de la moralidad o inmoralidad de una acción. Las cosas no son así. Vivimos en sociedad,
compartimos la vida con otras personas que muchas veces tienen ideas, valores e intereses
diferentes a los nuestros. No podemos proceder como si no existieran, debemos tomarlos en
consideración, sobretodo si lo que nos interesa es determinar la moralidad o inmoralidad de una
acción.
Habermas propone una ética dialógica – dia, a través de, logos, razónesto quiere decir una ética que
parta del diálogo, que asuma que la verdad no es propiedad de nadie y que el m0nólogo no es
adecuado para resolver conflictos morales.
En lugar de proponer a los demás una norma como válida para que opere como ley general (el
imperativo categórico), la ética dialógica dice que lo que hay que hacer es presentarles a los demás
las razones de porqué se piensa de esa manera para que las puedan valorar.
Según Habermas el hombre moralmente bueno es aquel que se halla dispuesto a tener como normas
las que se hayan establecido después de un diálogo racional encaminado a lograr un consenso y, se
halla dispuesto, asimismo, a comportarse de acuerdo con lo decidido en ese consenso. Exige pues
que todos los afectados para tomar las decisiones de forma adecuada, necesiten tener conocimiento
de las necesidades, intereses y argumentaciones de los demás, y estén dispuestos a dejarse
convencer por la fuerza del mejor argumento.
El objetivo del diálogo es alcanzar, por consenso, el bien común, que no es otra que aquello que
mejor puede dar satisfacción a los distintos intereses individuales. De tal modo que las normas que
se adopten como resultado de la confrontación de argumentos, tienen un carácter de obligación
porque las personas que han participado en el diálogo se las han auto-impuesto. La obligación de
las normas morales no proviene del exterior, sino que emana de dentro. Su carácter obligatorio es
reconocido por los partícipes del diálogo desde antes de ser establecidas. Es decir, debemos
empezar a dialogar bajo el compromiso de que vamos a respetar todos el resultado final del diálogo.
Una persona puede defender un punto de vista pero si finalmente prevalece una opinión contraria,
actúa moralmente cuando asume la norma que resulta del diálogo aun cuando no fuera la que él
considera más idónea.
ÉTICA –ACTIVIDADES
Actividad 1-Los sofistas y Sócrates
1.1 Comenta el siguiente texto de Trasímaco:
“Lo que está establecido por la ley son cepos para la Naturaleza y lo que es naturaleza es
completamente libre”
Cuestiones orientativas: las leyes de la naturaleza y las del estado ¿se contraponen, subordinan,
complementan...? ¿Son indiferentes entre sí? Las leyes del estado tienen menos fuerza que las de la
naturaleza? ¿En qué sentido?
1.2 Pues de los demás griegos, los que se ufanan de educar inmejorablemente a sus hijos, tan pronto
como los niños son capaces de comprender lo que se les dice, sin pérdida de tiempo ponen a unos
criados en calidad de pedagogos para que aprendan letras, música y gimnasia; ablandan además con
el calzado los pies de los niños, y llevan la molicie a sus cuerpos entre los pliegues de los mantos; y
toman al apetito de los niños por medida de lo que deben comer. Licurgo, en cambio, en lugar de
permitir que cada cual, particularmente, hiciera de unos esclavos los pedagogos de sus hijos, ordenó
que ejerciera el poder sobre los niños, uno de los que desempeñan los más altos cargos, que es
precisamente el que recibe el nombre de paidónomo; y diole autoridad para reunir a los niños y para
observarlos y castigar con dureza al negligente. Asignóle también a unos jóvenes en calidad de
ayudantes, para que castigasen a los niños cuando fuera preciso; de modo que un gran respeto y una
absoluta obediencia juntamente allí concurren. Además, en lugar de ablandar los pies con el
calzado, ordenó que los endurecieran andando descalzos, pues pensaba que, si de este modo se
ejercitaban, mucho más fácilmente escalarían las alturas, y con mayor seguridad bajarían las
pendientes, y saltarían y brincarían lo mismo en longitud que en altura con mayor ligereza. Y
opinaba también que, en lugar de envolverse muellemente en mantos, debían acostumbrarse a no
llevar sino un solo vestido en cualquier época del año, considerando que así estarían mejor
dispuestos a afrontar tanto el frío como el calor. Y en cuanto a la alimentación, ordenó que
dispusiera cada niño de una cantidad tal, que no les expusiera a sentir la pesadez de la hartura, ni les
hiciera, por otra parte, desconocer lo que es pasar necesidades; porque creía que los así educados
podrían mejor, si necesidad tuvieren, soportar la falta de víveres, y resistirían durante más tiempo
con la misma ración, si así se les ordenase; y no necesitarían de un selecto condimento, sino que
estarían mejor dispuestos a cualquier clase de comida, y vivirían, en fin, más saludablemente.
Pensó, además, que un género de alimentación que dé esbeltez al cuerpo, haciéndole crecer en
estatura, conviene más que una dieta que le ensanche desmesuradamente. Y para que no pasaran
tampoco hambre excesiva, si bien no les permitía coger sin esfuerzo lo que necesitaran, les
autorizó, en cambio, Licurgo a que robaran algo para poner remedio a su necesidad. Y que no fue
por no tener qué darles, por lo que les indujo a que con tales trazas se procuraran provisiones, no
creo que nadie lo ignore; sino porque es evidente que el que proyecta un robo, si es de noche, por
fuerza ha de velar, y si de día, tienen que engañar y estar en acecho; y el que se dispone a
apoderarse de algo, ha de percibir espías.
En todo esto, pues se pone de manifiesto que, si los educó del modo que he dicho, era porque
deseaba, sin duda, hacer a los niños más diestros y batalladores en las necesidades de la vida.
Más tal vez alguno diga: ¿por qué entonces, si realmente consideraba bueno el robo, puso fuerte
pena de azotes al que fuera cogido in fraganti?
Pues, respondo yo, porque también en las demás cosas que enseñan los hombres, se castiga al que
no lo hace bien; y por eso también ellos a los que son sorprendidos los castigan por robar mal.
Y para que, ni cuando se ausente al paidónomo, queden los niños faltos de jefe, dispuso de
cualquier ciudadano que se hallara presente tuviera autoridad para ordenar a los niños lo que
juzgara conveniente, y para castigarlos si cometían alguna falta; y con estas disposiciones consiguió
que los niños fuesen aún más respetuosos, pues nada respetan tanto los niños ni los hombres como a
los jefes. Jenofonte: La educación en Esparta
1. Compara la educación en Esparta con lo que ocurría en las demás ciudades griegas.
Nuestro modelo educativo... ¿a cuál se parece más? ¿Cuál consideras que es mejor?
Razona tu respuesta.
2. ¿Qué importancia tiene el que Esparta tuviera un paidónomo en lugar de los pedagogos
atenienses?
3. ¿Es bueno o malo robar para los espartanos?
4. ¿En qué consiste una “buena educación”? ¿La “buena educación” es una o depende de las
culturas y de las circunstancias? ¿Existen los valores morales absolutos o todo es relativo?
1.3 La principal preocupación de Sócrates era que sus conciudadanos fueran cada vez mejores. Para
contribuir a ello, andaba por la ciudad y se metía con ellos diciéndole a cada uno:
Pero hombre, (...) ¿no te da vergüenza preocuparte sólo de la hacienda, y de la manera de acumular
más riquezas, mientras que, en cambio, del entendimiento y de la verdad de tu alma, sobre cómo
puedes hacerla mejor, no te preocupas ni piensas en ello?
Platón: Apología de Sócrates, XVII, 29-30
En el párrafo anterior se expresan dos modos de entender qué es lo más importante en la vida: el de
muchos ciudadanos y el de Sócrates. Explica las dos visiones. Intenta concretar en qué consiste la
preocupación por el entendimiento, la verdad y el alma que recomienda Sócrates.
1.4 Comentario a la película “La lengua de las mariposas”
Compara la figura de Don Gregorio con la de Sócrates.
Destaca a los personajes que se rigen por principios morales universales y los que manifiestan un
comportamiento relativista desde el punto de vista moral.
Destaca la relación entre ética y educación que podemos observar en la película, así como en la
propuesta socrática.
1.5 Redacción: ¿El conocimiento nos hace mejores personas?
Actividad 2-Aristóteles.
2.1 Define, conforme a Aristóteles, los siguientes conceptos: virtud, bien y felicidad ¿En qué
consiste el bien del Hombre, según Aristóteles? ¿Por qué debemos ser virtuosos?
2.2 En las obras de Aristóteles aparecen diversas listas de vicios y virtudes. Aquí tienes una lista de
virtudes que tienes que debes poner en el lugar adecuado entre los vicios correspondientes:
Modestia, generosidad, gracia, magnanimidad, valentía, templanza y amabilidad
Vicio por defecto
Virtud
Vicio por exceso
cobardía
temeridad
tacañería
prodigalidad
desabrimiento
bufonería
timidez
desvergüenza
humildad
vanidad
insensibilidad
desenfreno
aspereza
adulación
2.3 «Llamamos mas perfecto al bien que se persigue por si mismo que al que se busca por otra cosa,
y al que nunca se elige por otra cosa, mas que a los que se eligen a la vez por si mismos y nunca por
otro fin.
Tal parece ser eminentemente la felicidad, pues la elegimos siempre por ella misma y nunca por
otra cosa, mientras que los honores, el placer, el entendimiento y toda virtud los deseamos
ciertamente por si mismos, pero también los deseamos en vista de la felicidad, pues creemos que
seremos felices por media de ellos...»
(Aristóteles. Ética a Nicómano).
1. ¿Crees realmente que lo que el hombre busca con todas sus acciones es la felicidad? Pon algún
ejemplo en que se refleje tu postura.
2. ¿En que consiste la felicidad? Contesta concretando lo más posible.
3. Realiza una encuesta en tu centro, en tu familia, entre tus amigos, preguntando: « ¿Qué es la
felicidad?». Para lograrla, ¿cómo ordenaría, por orden de preferencia, los siguientes valores: dinero,
fama, salud, amigos, cultura, poder, paz interior, amor, trabajo digno, paz social, realización
personal...?
Actividad 3-Epicuro y los hedonistas.
3.1 Define las semejanzas y las diferencias entre los cirenaicos y los epicúreos. ¿Qué opinas de
cada teoría?
3.2 Cuáles de los siguientes placeres admitiría Aristipo y no Epicuro, y al revés? Justifica tu
respuesta.
· Enamorarse de una persona y convivir con ella
· Cultivar la amistad
· Ir a la discoteca
· Comer habitualmente buenos manjares, pero con moderación
· Dedicarse al cultivo de la ciencia
3.3 Recuerda las clase de necesidades que distinguió Epicuro: naturales y necesarias (a), naturales e
innecesarias (b) y no naturales e innecesarias(c) Clasifica las siguientes actividades según ese
criterio
¿En qué grupo hay más? ¿Crees que actualmente se podría ser satisfaciendo, como creía Epicuro
solo las de tipo a y de vez en cuando algunas de tipo b. Pon ejemplos de algunas de estas acciones
que consideres necesarias, aunque no sean naturales.
Comer caviar iraní
Trabajar para ganar dinero
Comprarse unas zapatillas de la marca más famosa
Ver la televisión
Comer verdura
Estudiar inglés
Trabajar duramente para ascender a jefe
Descansar después del trabajo
Beber agua
Limpiar la casa
Hacer un viaje en vacaciones
Calentarse cuando hace frío
Tomarse una cocacola
Hacer el amor
Leer el periódico
Comprarse un coche
Dormir siete horas al día
3.4 Epicuro: Carta a Meneceo. Fragmentos
1 (invitación a la filosofía)
Que ninguno por ser joven vacile en filosofar, ni por llegar a la vejez se canse de filosofar. Pues no
hay nadie demasiado prematuro ni demasiado retrasado en lo que concierne a la salud de su alma.
El que dice que el tiempo de filosofar no le ha llegado o le ha pasado ya es semejante al que dice
que todavía no le ha llegado o que ya ha pasado el tiempo para la felicidad. Así que deben filosofar
tanto el joven como el viejo; éste para que, en su vejez, rejuvenezca en los bienes por la alegría de
lo vivido; aquél, para que sea joven y viejo al mismo tiempo por su intrepidez frente al futuro. Es,
pues, preciso que nos ejercitemos en aquello que produce la felicidad, si es cierto que, cuando la
poseemos, lo tenemos todo y cuando nos falta, lo hacemos todo por tenerla.
2 (¿hay que temer a los dioses?)
Practica y ejercita todos los principios que continuamente te he recomendado, teniendo en cuenta
que son los elementos de la vida feliz. Antes de nada, considera a la divinidad como un ser
incorruptible y dichoso --tal como lo suscribe la noción común de la divinidad-- y no le atribuyas
nada ajeno a la incorruptibilidad ni impropio de la dicha. Piensa de ella aquello que pueda mantener
la dicha con la incorruptibilidad. Porque los dioses, desde luego, existen: el conocimiento que
tenemos de ellos es, en efecto, evidente. Pero no son como los considera la gente, pues ésta no los
mantiene conforme a la noción que tienen de ellos. No es impío el que desecha los dioses de la
gente, sino quien atribuye a los dioses las opiniones de la gente.
Pues no son prenociones, sino vanas presunciones los juicios de la gente sobre los dioses, de donde
hacen derivar de los dioses los mayores daños y beneficios. En efecto, familiarizados
continuamente con sus propias virtudes, acogen a sus iguales, considerando extraño todo aquello
que no les sea semejante.
3 (temor a la muerte)
Acostúmbrate a considerar que la muerte no es nada para nosotros, puesto que todo bien y todo mal
están en la sensación, y la muerte es pérdida de sensación. Por ello, el recto conocimiento de que la
muerte no es nada para nosotros hace amable la mortalidad de la vida, no porque le añada un
tiempo indefinido, sino porque suprime el anhelo de inmortalidad
Nada hay terrible en la vida para quien está realmente persuadido de que tampoco se encuentra
nada terrible en el no vivir. De manera que es un necio el que dice que teme la muerte, no porque
haga sufrir al presentarse, sino porque hace sufrir en su espera: en efecto, lo que no inquieta cuando
se presenta es absurdo que nos haga sufrir en su espera. Así pues, el más estremecedor de los males,
la muerte, no es nada para nosotros, ya que mientras nosotros somos, la muerte no está presente y
cuando la muerte está presente, entonces nosotros no somos. No existe, pues, ni para los vivos ni
para los muertos, pues para aquéllos todavía no es, y éstos ya no son. Pero la gente huye de la
muerte como del mayor de los males, y la reclama otras veces como descanso de los males de su
vida.
4 (¿Existe el destino?)
Hemos de recordar que el futuro no es nuestro pero tampoco es enteramente no nuestro, para que no
esperemos absolutamente que sea, ni desesperemos absolutamente de que sea.
5 (placer y felicidad)
Porque del placer tenemos necesidad cuando sufrimos por su ausencia, pero cuando no sufrimos ya
no tenemos necesidad del placer. Y por esto decimos que el placer es principio y consumación de la
vida feliz, porque lo hemos reconocido como bien primero y congénito, a partir del cual
comenzamos toda elección y rechazo y hacia el que llegamos juzgando todo bien con el sentimiento
como regla.
6 (el cálculo de los placeres)
Y ya que éste es el bien primero e innato, por eso mismo no escogemos todos los placeres, sino que
hay veces en que renunciamos a muchos placeres, cuando de ellos se sigue para nosotros una
incomodidad mayor. Y a muchos dolores los consideramos preferibles a los placeres si, por
soportar tales dolores durante mucho tiempo, nos sobreviene un placer mayor. En efecto, todo
placer, por tener naturaleza innata, es bueno, pero sin duda, no todos son dignos de ser escogidos.
De la misma forma, todo dolor es un mal, pero no todos deben evitarse siempre.
Cuestiones:
1. Expón las razones por las cuales Epicuro considera conveniente filosofar.
2. En el texto se habla del temor a la muerte, al destino y a los dioses ¿son temores justificados?
¿son innatos o adquiridos por educación? ¿pueden evitarse?
3. ¿Por qué, según Epicuro, no debemos temer a la muerte? ¿Te parecen convincentes los
argumentos del filósofo?
4. Placer y felicidad... ¿son idénticos? ¿puedes desear la felicidad y no el placer? ¿Estás de acuerdo
con Epicuro? Razona tu respuesta
5. ¿Es bueno todo placer y malo todo dolor? Explica la doctrina de Epicuro al respecto
Actividad 4-Los cínicos.
4.1 Texto de Luciano de Crescenzo
“Diógenes de Sínope es una verdadera mina de anécdotas. De él se sabe que vivía en un tonel y que
se paseaba con una linterna encendida, incluso de dia, afirmando en voz alta: "Yo busco al
hombre."
Archiconocido es su encuentro con Alejandro Magno. El rey recorría a caballo una calle de Corinto,
cuando lo vio sentado en las escaleras del Craneo tomando el sol.
-Yo soy Alejandro Magno. ¿Quién eres tú?
-Diógenes el Perro.
-Pídeme lo que desees.
-Apártate, que me tapas el sol.
Sus necesidades primarias se reducían al mínimo indispensable: un manto por toda vestimenta y por
lecho, tanto en verano como en invierno, un cuenco para comer y un tazón para beber. Un día, sin
embargo, al haber visto a un niño poner las lentejas directamente sobre el pan, arrojó el cuenco, y
cuando vio al mismo niño beber en el hueco de la mano, arrojó también el tazón. En materia sexual
practicaba la masturbación, considerándola más expeditiva. A quien le reprochaba hacerlo en la
plaza pública, le respondía: !"Ah, si pudiera aplacar también el hambre con un ligero masaje en el
estómago!"
Como quería habituarse a las variaciones de temperatura, en verano se tendía sobre la arena
ardiente y en invierno buscaba la nieve. Podrá parecer extraño, pero hoy nosotros hacemos lo
mismo. Como todos los cínicos, sentía una sana desconfianza ante el placer. Una noche,
encontrándose con un amigo que iba a un banquete, le gritó cuando ya había pasado: "Volverás
peor".
El aprecio que sentía por su prójimo no era muy alto: una vez lo vieron mientras interrogaba a una
estatua. A la pregunta de por qué lo hacía respondió:"Me entreno para preguntar en vano."
El final de sus días llego a los noventa años, cuando se suicido, según dicen, conteniendo la
respiración.
Se cuenta que había dispuesto en testamento que su cuerpo no fuese sepultado, sino que fuera
arrojado a un foso y entregado a los animales. Ocurrió, en cambio, que sus amigos se pelearon para
disputarse el honor de sepultarlo y que, por último, decidieron erigirle, a expensas del estado, un
monumento fúnebre consistente en una columna de mármol y un perro.”
Cuestiones:
1. Reconstruye los ideales de los cínicos a partir del texto.
2. Diógenes era un provocador social ¿Por qué lo hacía? ¿Su presencia era positiva o negativa para
la ciudad?
3. ¿Diógenes era un “pasota”? Razona tu respuesta
4.2 Aclara el significado de la palabra “cínico” en los siguientes enunciados:
· Es el cínico de la película
· Eres un cínico
· Diógenes era cínico.
Actividad 5-Los estoicos
5.1 ¿Qué es mejor una educación blanda o una dura? Razona tu respuesta. ¿cuál sería la respuesta y
los argumentos de un filósofo estoico?
5.2 ¿Es bueno fracasar de vez en cuando o es preferible tener éxito en todas las empresas que uno
puede acometer? Razona tu respuesta. Relaciona tu contestación anterior con la doctrina estoica que
afirma que el futuro no está en nuestras manos.
5.3 ¿Es positivo satisfacer todos los deseos? ¿Debemos, por el contrario, reprimirlos? ¿Cuál sería la
opción de un estoico? Puede que pienses que algunos deseos podemos darles satisfacción y a otros
no. Si esto fuera así ¿Cuál sería el criterio? ¿Por qué unos sí y otros no?
5.4. Cuestionario a la película “El Club de los poetas muertos”
1. El lema de los estoicos era “abstine et sustine”, el de los hedonistas “carpe diem”: Relaciona
ambos lemas con las ideas dominantes en la Academia Welton y las nuevas ideas del profesor
Keating.
2. Apoyándote en la película explica la diferente manera que tienen de concebir la libertad los
estoicos y los epicúreos
3. Describe en qué forma los jóvenes estudiantes se ven influenciados por el profesor Keating
4. ¿Quién es el principal responsable del trágico final del joven Neil? Razona tu respuesta
5. Comenta la siguiente cita: “El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada
instante. Lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a cada
compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la
asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu
capacidad de amar y dar vida.”
Actividad 6-El Cristianismo
6.1 ¿Hay alguna relación entre la ética cristiana y la aristotélica? ¿Cuál?
6.2 La moral católica no permite muchas acciones que las otras morales que hemos descrito estarían
dispuestas a permitir, como el suicidio, el aborto, el divorcio, las relaciones sexuales fuera del
matrimonio, etc. Reflexiona sobra cada uno de los ejemplos propuestos (y otros que se te ocurran) y
da una explicación de porqué la religión católica las considera acciones moralmente malas.
6.3 Sto Tomás formula una teoría de la virtud directamente inspirada en Aristóteles. Sin embargo
existen algunas diferencias que merecen ser comentadas.
Sto Tomás considera como las más importantes ciertas virtudes que no son contempladas por
Aristóteles: la fe, la caridad y la esperanza. Infórmate en qué consisten dichas virtudes y argumenta
si, según tu criterio, efectivamente son o no virtudes.
Además algunas virtudes señaladas por Sto Tomás como la humildad o la prodigalidad, son
consideradas vicios por Aristóteles. ¿Qúe son vicios o virtudes? Razona tu respuesta.
6.4 ¿Qué diferencia ves entre el concepto de obligación moral de la moral cristiana y otras que has
estudiado?
Actividad 7 – Spinoza y Hume
7.1 ¿Qué tipo de actividades nos llevarían a alcanzar esa "perfección" de la que hablaba Spinoza?
7.2 ¿Se pude tener “alegría” y vivir en unas condiciones materiales malas o humildes como le
ocurrió al propio Spinoza? O dicho de otra forma: ¿el dinero produce la felicidad? Razona tu
respuesta.
7.3 Comenta el siguiente texto de Spinoza:
"Entenderé por alegría una pasión por la que el alma pasa a una mayor perfección. Por tristeza, en
cambio, una pasión por la cual el alma pasa a una menor perfección. Además, llamo al afecto de la
alegría, referido a la vez al alma y al cuerpo, ‘placer’ o ‘regocijo’, y al de la tristeza, ‘dolor’ o
‘melancolía’". (Ética, III, prop. XI, escolio)
7.4 ¿Qué tipo de acciones crees que podrían considerarse "útiles" hoy de acuerdo con el punto de
vista de Hume?
7.5 ¿Qué nos guía en la vida la razón o los sentimientos? Pon algún ejemplo que deje clara tu
postura
7.6 Comenta los siguientes textos de Hume:
a) "Nunca se puede dar cuenta mediante la razón de los fines últimos de las acciones humanas, sino
que -éstas- se recomiendan enteramente a los sentimientos y afectos de la humanidad, sin ninguna
dependencia de las facultades intelectuales. Preguntad a un hombre por qué hace ejercicio;
responderá: porque desea conservar su salud. Si preguntáis entonces por qué desea la salud
replicará enseguida: porque la enfermedad es dolorosa. Si lleváis más lejos vuestras preguntas y
deseáis una razón de por qué odia el dolor, es imposible que pueda ofrecer alguna". (Invest. , 167)
b )"Si consideramos los principios de la estructura humana tal como aparecen a la observación y a
la experiencia cotidianas, tenemos que concluir, a priori, que es imposible para una criatura como el
hombre el ser totalmente indiferente al bienestar o al malestar de sus semejantes, y no declarar
espontáneamente (...) que lo que promueve la felicidad de los mismos es bueno, y lo que tiende a su
desdicha es malo". (Invest. , 98)
Actividad 8- Kant.
8.1 Según Kant “el deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley” ¿Qué quiere decir?
¿Puedes pones algún ejemplo?
8.2 Kant distingue varias clases de acciones según su relación con el deber:
Conformes al deber
Contrarias al deber
Por deber
Di a que clase pertenece cada una de las acciones siguientes:
· Como mi compañero va flojo en química, le he ayudado a estudiar con la condición de que él que
es un “manitas”, me ayude con las láminas de dibujo.
· He ayudado a mi compañera a estudiar porque creo que debemos ayudarnos unos a otros.
· Mi compañera me ha pedido que le ayude a realizar los trabajos; pero, ¿qué se ha creído? ¡qué se
esfuerce como yo!
· He salido con mi compañero porque me da pena, ya que el pobre es tan poco agraciado que todas
las chicas se apartan de él.
· Todos los fines de semana participo en un curso de bomberos voluntarios porque así conozco
gente interesante y me lo paso bien
· Ayudo a una ONG que trabaja con los inmigrantes porque considero que no es justo que se
aprovechen de ellos.
¿Cuales de estas acciones son moralmente buenas para Kant? ¿y para ti? Si hay alguna diferencia,
justifica tu punto de vista.
8.3 De los siguientes imperativos, distingue los hipotéticos y los categóricos:
· Si eres testigo de un juicio, debes decir la verdad
· Debes llegar antes de las 10 porque ésta es la norma establecida.
· Debes poner los garbanzos a remojo antes de cocerlos.
· Para ganarte la confianza de los demás debes mostrarte amable con ellos.
· Si te insultan, no debes contestar a los insultos
· Debes empezar el vendaje del pie por los dedos para que aguante bien.
· Cuando te encuentres en un accidente, debes socorrer a las víctimas.
· Si una persona mayor va de pie en el autobús, debes cederle el asiento.
8.4 Aplicando el criterio kantiano de la universalización, ¿qué harías en cada unos de los siguientes
casos?
· Llega el día de Reyes y tus padres no tienen dinero para comprar un juguete de moda que tu
hermano pequeño pide con insistencia. Tu vecino, que ha llegado cargado de las compra, se ha
olvidado junto a su puerta un paquete que contiene justamente ese juguete.
· Has estudiado arte dramático y tu sueño es ser actor de cine. Te ofrecen la oportunidad de salir en
un spot televisivo que tú no apruebas, ya que el mensaje que transmite te parece inmoral (es sexista
y racista, por ejemplo). De todos modos si tú no lo haces otro lo hará y el mal será el mismo, en
cambio tú habrás perdido una oportunidad, que pocas veces se presentan, para entrar en el mundo
del cine.
· Te han robado la calculadora y un compañero utiliza una que no es la tuya pero que te consta que
la ha robado, aunque no sabes a quién. Ves que se la ha dejado encima de la mesa y, en ese
momento, nadie te está observando.
· Se ha organizado una colecta en el barrio para ayudar a unos vecinos, para que no embarguen el
piso de una familia con muchos hijos que se ha quedado sin trabajo. El hombre más rico del barrio
no quiere contribuir. Tú conoces algún hecho de su vida íntima cuyo conocimiento público le
comprometería. ¿Puedes amenazar con publicarlo sin no da dinero, en nombre de la justicia social?
Actividad 9-El utilitarismo
9.1 Señala las semejanzas y las diferencias entre hedonismo y utilitarismo.
9.2 ¿Opinas que la ética predominante en nuestra sociedad es la utilitarista? Razona tu respuesta.
9.3 Sobre la pena de muerte, ¿Qué argumentos podría emplear un utilitarista? ¿El riesgo de ejecutar
algún inocente sería razón suficiente para oponerse a la pena capital? ¿Cuál es tu opinión al
respecto?
Razona tu respuesta.
9.4 Dilemas éticos.
1. Supón que viajas en el tiempo y conoces en la Austria de los años 20 a un joven llamado Adolf
Hitler. Tu sabes que en el futuro será el principal causante de millones de muertes, pero aún no ha
cometido ningún crimen ¿Crees que sería una buena acción matarlo?
a. ¿Crees que no se debe matar nunca o hay ocasiones en las que estaría justificado?
b. ¿No crees que si matas a Hitler tú también te conviertes en un asesino?
c. ¿No crees que si no matas a Hitler tú también eres responsable de todas las muertes que él causó
por no haberlo evitado cuando estaba en tu mano hacerlo?
2. Eres el albacea de una herencia. Un amigo tuyo ha muerto sin dejar familia alguna. El testamento
recoge su última voluntad: que toda su fortuna sea dada al equipo de fútbol de su pueblo. Cuando
llegas al pueblo del difunto, dispuesto a cumplir con su última voluntad, el director del Hospital te
llama. Conoce la última voluntad del difunto pero te pide que dones el dinero al Hospital, pues con
ese dinero se podría comprar una máquina con la cual se podrían salvar la vida de diez enfermos
que están en situación crítica.
a. ¿Crees que debes cumplir tu promesa o romperla y darle el dinero al Hospital?
b. ¿Crees que está bien romper las promesas a veces o no se debe hacer nunca?
c. ¿Cómo actuaría un kantiano? ¿Y un utilitarista? Razona tu respuesta.
3. Eres el responsable de la sección de urgencias de un hospital. Ocurre una catástrofe y comienzan
a llegar heridos gravísimos. Los recursos del hospital son limitados, no hay camas, ni médicos
suficientes. Alguien te sugiere que atiendas prioritariamente a los niños y dejes a los ancianos para
el final.
a. ¿Qué harías? Razona tu respuesta.
b. ¿Actuarías bajo criterios kantianos o utilitaristas?
4. Un caso real: Durante la segunda guerra mundial los aliados lograron después de un gran
esfuerzo descifrar el código de comunicación que empleaban los alemanes, llamado Enigma. El
conocimiento del código era fundamental para conocer los planes y los movimientos del enemigo y
así ganar la guerra, siempre que el enemigo no se enterara.
Si los nazis sospechan que los aliados conocen el código, lo cambiarían y todo el esfuerzo sería en
balde. Gracias al desciframiento del código los ingleses se enteraron que la aviación nazi tenía
previsto bombardear la ciudad de Coventry. También sabían que los nazis tenían numerosos espías
en la isla. Si organizaban una evacuación de la ciudad, los alemanes sospecharían que algo iba mal
y cambiarían el código. Lo contrario sería cruzarse de brazos ante posibles víctimas inocentes.
George Churchill se enfrentó a este dilema.
a. ¿Qué harías tú? ¿Cómo actuaría un kantiano? ¿Y un utilitarista? Razona tu respuesta.
Actividad 10-El marxismo.
10.1 El manifiesto comunista
Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan
y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses
comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que,
cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía,
mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.
El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios
en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía,
llevar al proletariado a la conquista del Poder.
Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del
régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada
burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo
producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por
otros. Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la
propiedad privada.
Os aterráis de que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad
actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como
si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo
que en rigor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria
condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad.
Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente
declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social
existente.
Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los
proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un
mundo entero que ganar.
¡Proletarios de todos los Países, uníos!
Actividades:
1. Marx escribe en una época en que las condiciones del trabajo eran muy dura y la sociedad estaba
fuertemente estratificada. ¿Crees que su análisis continúa siendo válido? ¿Continúan existiendo
clases sociales?
2. ¿Eres partidario de abolir la propiedad privada?. ¿Crees que es una medida factible? Analiza los
pros y los contras
Actividad 11- Nietzsche
11.1 “Se deja oír una nueva exigencia. Enunciémosla: necesitamos una crítica de los valores
morales, hay que poner alguna vez en entredicho el valor mismo de estos valores -y para esto se
necesita tener conocimiento de las condiciones y circunstancias de que aquéllos surgieron, en las
que se desarrollaron y modificaron (la moral como consecuencia, como síntoma, como máscara,
como tartufería, como enfermedad, como malentendido; pero también la moral como causa, como
medicina, como estímulo, como freno, como veneno), un conocimiento que hasta ahora ni ha
existido ni tampoco se lo ha siquiera deseado. Se tomaba el valor de esos "valores" como algo dado,
real y efectivo, situado más allá de toda duda; hasta ahora no se ha dudado ni vacilado lo más
mínimo en considerar que el "bueno" era superior en valor a "el malvado", superior en valor en el
sentido de ser favorable, útil, provechoso para el hombre como tal (incluido el futuro del hombre).
¿Qué ocurriría si la verdad fuera lo contrario? ¿Qué ocurriría si en el "bueno" hubiese también un
síntoma de retroceso, y asimismo un peligro, una seducción, un veneno, un narcótico, y que por
causa de esto el presente viviese tal vez a costa del futuro? ¿Viviese quizá de manera más cómoda,
menos peligrosa, pero también con un estilo inferior, de modo más bajo?... ¿De tal manera que
justamente la moral fuese culpable de que jamás se alcanzasen una potencialidad y una
magnificencia sumas, en sí posibles, del tipo hombre? ¿De tal manera que justamente la moral fuese
el peligro de los peligros? [...]”
Nietzsche. La genealogía de la moral.
1. Explica las razones por las cuales es necesaria una crítica de los valores morales.
2. ¿Cuál es la sospecha de Nietzsche en relación a la moral tradicional?
11.2 La moral de esclavos
“La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve
creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les está vedada la auténtica
reacción, la reacción de la acción, y que se desquitan únicamente con una venganza imaginaria.
Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos
dice no, ya de antemano, a un «fuera», a un «otro», a un «no-yo»; y ese no es lo que constituye su
acción creadora.
Esta inversión de la mirada que establece valores este necesario dirigirse hacia fuera en lugar de
volverse hacia sí -forma parte precisamente del resentimiento: para surgir, la moral de los esclavos
necesita siempre primero de un mundo opuesto y externo, necesita, hablando fisiológicamente, de
estímulos exteriores para poder en absoluto actuar- su acción es, de raíz, reacción. Lo contrario
ocurre en la manera noble de valorar: ésta actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo
para decirse sí a sí misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo -su concepto negativo, lo
«bajo», «vulgar», «malo», es tan sólo un pálido contraste, nacido más tarde, de su concepto básico
positivo, totalmente impregnado de vida y de pasión, el concepto «¡nosotros los nobles, nosotros
los buenos, nosotros los bellos, nosotros los felices!». Los «bien nacidos» se sentían a sí mismos
cabalmente como los «felices»; ellos no tenían que construir su felicidad artificialmente y, a veces,
persuadirse de ella, mentírsela, mediante una mirada dirigida a sus enemigos (como suelen hacer
todos los hombres del resentimiento); y asimismo, por ser hombres íntegros, repletos de fuerza y,
en consecuencia, necesariamente activos, no sabían separar la actividad de la felicidad -todo esto
muy en contraposición con la felicidad al nivel de los impotentes, de los oprimidos, de los llagados
por sentimientos venenosos y hostiles, en los cuales la felicidad aparece esencialmente como
narcosis, aturdimiento, quietud, paz, «sábado», distensión del ánimo y relajamiento de los
miembros, esto es, dicho en una palabra como algo pasivo. Mientras que el hombre noble vive con
confianza y franqueza frente a sí mismo, el hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni
honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los
caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su
alivio; entiende de callar, de no olvidar, de aguardar, de empequeñecerse y humillarse
transitoriamente.
Una raza de tales hombres del resentimiento acabará necesariamente por ser más inteligente que
cualquier raza noble, venerará también la inteligencia en una medida del todo distinta: a saber,
como la más importante condición de existencia, mientras que, entre hombres nobles, la
inteligencia fácilmente tiene un delicado dejo de lujo y refinamiento: -en éstos precisamente no es
la inteligencia ni mucho menos tan esencial como lo son la perfecta seguridad funcional de los
instintos inconscientes reguladores o incluso una cierta falta de inteligencia, así por ejemplo el
valeroso lanzarse a ciegas, bien sea al peligro, bien sea al enemigo, o aquella entusiasta
subitaneidad en la cólera, el amor, el respeto, el agradecimiento y la venganza, en la cual se han
reconocido en todos los tiempos las almas nobles.
El mismo resentimiento del hombre noble, cuando en él aparece, se consuma y agota, en efecto, en
una reacción inmediata y, por ello, no envenena: por otro lado, ni siquiera aparece en innumerables
casos en los que resulta inevitable su aparición en todos los débiles e impotentes. No poder tomar
mucho tiempo en serio los propios contratiempos, las propias fechorías, tal es el signo propio de
naturalezas fuertes y plenas, en las cuales haya una sobreabundancia de fuerza plástica,
remodeladora, regeneradora, fuerza que también hace olvidar
Un hombre así se sacude de un solo golpe muchos gusanos que en otros, en cambio, anidan
subterráneamente; sólo aquí es también posible otra cosa, suponiendo que ella sea en absoluto
posible en la tierra el auténtico «amor a sus enemigos». ¡Cuánto respeto por sus enemigos tiene un
hombre noble! -y ese respeto es ya un puente hacia el amor... ¡El hombre noble reclama para sí su
enemigo como una distinción suya; no soporta, en efecto, ningún otro enemigo que aquel en el que
no hay nada que despreciar y sí muchísimo que honrar! En cambio, imaginémonos «el enemigo» tal
como lo concibe el hombre del resentimiento -y justo en ello reside su acción, su creación: ha
concebido el «enemigo malvado», «el malvado», y ello como concepto básico, a partir del cual se
imagina también, como imagen posterior y como antítesis, un «bueno» -¡él mismo!...”
Nietzsche. La genealogía de la moral.
1. Compara las características de la moral noble y la moral de los esclavos.
2. ¿Cómo entiende la felicidad el hombre noble? ¿y el hombre del resentimiento?
3. Compara las características del hombre noble y las del hombre del resentimiento.
4. ¿Quién es más inteligente? ¿Por qué?
5. ¿Cómo se manifiesta el resentimiento en el hombre noble? ¿y en el esclavo?
11.3 Cuestionario sobre “El club de la lucha”:
1. Destaca los aspectos de la vida moderna que aborrece el protagonista.
2. ¿Cuáles son los valores que preconiza Tyler Durnen?
3. Según tu opinión ¿por qué tiene éxito el club de la lucha? ¿algo así podría existir en el mundo
real? ¿qué opinión te merecen los miembros de dicho club?
4. Destaca las semejanzas entre la concepción de la vida de Tyler Durnen y la de de Nietzsche (si
las hubiere).
Actividad 12-Sartre y el existencialismo
“Dostoievsky escribe: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Este es el punto de partida del
existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y, en consecuencia, el hombre está
abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra
ante todo excusas. Si, en efecto, la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar la
referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el
hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a
nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de
nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin
excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque
no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo
es responsable de todo lo que hace.”
1. Comenta lo que quiso decir Dostoievsky cuando afirmó “si Dios no existiera todo estaría
permitido” ¿Estás de acuerdo?
2. Explica la frase: “el hombre está condenado a ser libre”
3. ¿Somos responsables de todas nuestras acciones? ¿Es lo mismo ser libre que sentirse libre?
“El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay por
lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser
definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad
humana.
¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre comienza por
existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. [...] El hombre no es otra cosa que
lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo. Es también lo que se llama
subjetividad.
[...] Porque queremos decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo
que se lanza a un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es ante
todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una
coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será
ante todo lo que habrá proyectado ser.”
4. Explica, con tus propias palabras, eso de que “la existencia precede a la esencia “Cuando
decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también
queremos decir con esto que, al elegirse, elige a todos los hombres. En efecto, no hay ninguno de
nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del
hombre tal como consideramos que debe ser. Elegir ser esto o aquello es afirmar al mismo tiempo
el valor de lo que elegimos, porque nunca podemos elegir mal; lo que elegimos es siempre el bien,
y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Si, por otra parte, la existencia precede a
la esencia y nosotros quisiéramos existir al mismo tiempo que modelamos nuestra imagen, esta
imagen es valedera para todos y para nuestra época entera. Así, nuestra responsabilidad es mucho
mayor de lo que podríamos suponer, porque compromete a la humanidad entera. Si soy obrero, y
elijo adherirme a un sindicato cristiano en lugar de ser comunista; si por esta adhesión quiero
indicar que la resignación es en el fondo la solución que conviene al hombre, que el reino del
hombre no está en la tierra, no comprometo solamente mi caso: quiero ser un resignado para todos;
en consecuencia, mi proceder ha comprometido a la humanidad entera. Y si quiero —hecho más
individual— casarme, tener hijos, aun si mi casamiento depende únicamente de mi situación, o de
mi pasión, o de mi deseo, con esto no me encamino yo solamente, sino que encamino a la
humanidad entera en la vía de la monogamia. Así soy responsable para mí mismo y para todos, y
creo cierta imagen del hombre que yo elijo; eligiéndome, elijo al hombre.”
5. Explica porqué según Sartre “nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que podríamos
suponer” ¿Estás de acuerdo? Razona tu respuesta.
Actividad 13-Wittgenstein y la filosofía analítica.
13.1 “Comenzamos por admitir que los conceptos éticos fundamentales no son analizables, ya que
no existe ningún criterio mediante el cual se pueda poner a prueba la validez de los juicios en que
aquéllos figuran. Decimos que la razón por la cual no son analizables es que son meros pseudoconceptos. La presencia de un símbolo ético en una proposición no agrega nada a su contenido
fáctico. Por lo tanto, si yo digo a alguien «usted ha obrado mal al robar ese dinero», no afirmo más
de lo que habría afirmado diciendo sencillamente: «Usted robó ese dinero». Al agregar que esa
acción es mala no hago ninguna nueva aserción a su respecto; manifiesto, simplemente, mi
desaprobación moral por ella. Es como si yo hubiera dicho «Usted robó ese dinero», con un
particular tono de horror, o lo hubiera escrito agregándole algún signo de exclamación especial. El
tono, o el signo de exclamación, no agregan nada al sentido literal de la sentencia. Sirve tan sólo
para mostrar la presencia de ciertos sentimientos en quien la exprese. [...]”
Alfred J. Ayer
¿Por qué, según Ayer, los enunciados éticos expresan pseudo-conceptos?
13.2 “No hay que asombrarse de que los más profundos problemas no sean propiamente
problemas.”
Wittgenstein
Explica el sentido de la frase.
13.3 “Por tanto, «bueno», si por ello queremos decir aquella cualidad que afirmamos que pertenece
a una cosa cuando decimos que ésta es buena, es incapaz de definición en el sentido más importante
del término. El sentido más importante de «definición» es el sentido en el que una definición
enuncia cuáles son las partes que invariablemente componen un cierto todo; y en este sentido
«bueno» carece de definición porque es simple y carece de partes. Es uno de esos innumerables
objetos del pensamiento que son incapaces de definición, porque son los términos últimos, por
referencia a los cuales debe definirse todo lo que sea capaz de definición. Que deba haber un
número indefinido de tales términos es obvio tras una reflexión. Pues no podemos definir nada
excepto por medio de un análisis que, llevado tan lejos como pueda llevarse, nos referirá a algo que
es simplemente diferente de cualquier otra cosa, y que por esta diferencia última explica la
peculiaridad del todo que estamos definiendo: ya que un todo contiene también partes que son
comunes a otros todos. No hay, por consiguiente, ninguna dificultad intrínseca en la afirmación de
que «bueno» denota una cualidad simple e indefinible. Hay otros muchos ejemplos de tales
cualidades.”
Moore.
Explica las razones, por las cuales “bueno” es indefinible.
Actividad 14-Habermas y la ética dialógica.
“El hablante tiene que elegir una expresión inteligible para que hablante y oyente puedan
entenderse entre si. El hablante tiene que tener la intención de comunicar un contenido
proposicional verdadero para que el oyente pueda compartir el saber del hablante. El hablante tiene
que querer expresar sus intenciones de forma veraz para que el oyente pueda creer en las
manifestaciones del hablante y pueda fiarse de el. El hablante tiene, finalmente, que elegir una
manifestación correcta por lo que hace a las normas y valores vigentes, para que el oyente pueda
aceptar esa manifestación, de suerte que ambos, hablante y oyente puedan concordar entre si en esa
manifestación en lo que hace a su trasfondo normativo intersubjetivamente reconocido.
Por lo demás, la acción comunicativa solo puede proseguirse sin perturbaciones mientras todos los
participantes supongan que las pretensiones de validez que unos a otros plantean, son pretensiones
planteadas con razón.”
J. Habermas. Qué significa pragmática universal.
1. ¿EI lenguaje como acción comunicativa necesita de los demás hombres? ¿Hay en el lenguaje la
exigencia de una «comunidad humana»? ¿Por que?
2. ¿Que pretensiones de validez tiene el lenguaje según este texto? Señálalas.
3. ¿Son la libertad y la igualdad de los hombres condiciones profundas de todo lenguaje? ¿Por que?
4. ¿Con la libertad y la igualdad se puede conseguir una «comunidad ideal de comunicación»?
¿Como sería esta comunidad ideal de comunicación?
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