Contractualismo clásico: orígenes

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UNIVERSIDAD CRISTIANA DEL SUR
HISTORIA DEL DERECHO
PROFESORA: NURYS PEREZ SANCHEZ
TEMA:
ESCUELAS HISTORIOGRÁFICAS
ALUMNOS:
PATRICIA SONGG SALAZAR
FEDERICO VARGAS GONZALEZ
DONALD DIAZ RIVAS
MIGUEL CHAVARRIA CASTRO
5 DE FEBRERO DE 2011
INTRODUCCIÓN
El estudio y el conocimiento de las escuelas historiográficas
en el derecho es fundamental, dado que da pie para una
mejor comprensión de las diversas tendencias que cubre
esta área social de la humanidad, cuyo fin de todas ellas es
encontrar una verdad absoluta que nos permita llegar a
tener una justicia que sea realmente legal
ESCUELAS HISTORIOGRÁFICAS
IUSNATURALISMO
Es una expresión que indica la existencia, como presencia vigente en una
determinada área cultural o social, de un sistema de ideas centrado en torno a
la afirmación del Derecho natural (v.). Es iusnaturalista el que afirma el
Derecho natural. Hay épocas iusnaturalistas, sistemas filosóficos
iusnaturalistas, etc.; es decir, épocas en las que está más vigente la afirmación
del Derecho natural, sistemas montados sobre el mismo y con la misión de
fundamentarlo y justificarlo filosóficamente.
Contenido del término. En la voz iusnaturalismo se sustantiviza la afirmación de
la idea del ius naturae, expresión usada por vez primera por los juristas
romanos, pero recogiendo una tradición intelectual que proviene de la filosofía
helénica (singularmente Sócrates, Platón y Aristóteles, con su distinción del
nomoi dikaion, lo justo legal, y el fysei dikaion, lo justo por naturaleza) y,
concretamente, de la filosofía estoica. Ulpiano (v.) habla de un ius naturale que
es «quod natura omnia animaba docuit» (Corp I Civ, Dig. ILI). Gayo (v.) hace
referencia a los «naturalia iura quae apud omnes gentes peraeque servantur»,
los cuales «semper firma atque inmutabilia permanent» (Corp I Civ, Dig. 11.9);
y Paulo alude a un ius naturale que se dice de aquel que siempre es bueno y
justo (Corp I Civ, Dig. I,1,II). Cicerón (v.) recurre a la idea de la Ley natural (v.)
en un pasaje famoso (De Republica, III,XX11,33) y habla de que la naturaleza
del Derecho ha de repetirse de la naturaleza del hombre (De legibus, I,V,17).
A través de S. Isidoro de Sevilla (v.), la clasificación romana tripartita del
Derecho en ius naturale, ius gentium y ius civile se convierte en bien común de
canonistas y legistas medievales, como doctrina que subyace a la corriente
especulativa que arranca de S. Pablo y tiene su primera manifestación
sistemática en S. Agustín (v.), con su división trimembre de la Ley en lex
aeterna, lex naturalis y lex humana. La escolástica (v.) medieval emplea
indistintamente los términos lex naturales y ius naturale, aun cuando hay la
noción fundamental de que el derecho natural es aquella parte de la ley natural
que hace referencia a la virtud de la justicia (v.). El mérito de haber llevado a
cabo una precisión en estos conceptos corresponde fundamentalmente a S.
Tomás de Aquino (v.). «Se da el nombre de justo a aquello que, realizando la
rectitud de la justicia, es el término del acto de ésta, aun sin tener en cuenta
cómo lo ejecute el agente, mientras que en las demás virtudes no se califica
algo de recto sino en atención a como el agente lo hace. De ahí que
especialmente, y en diferencia de las demás virtudes, el objeto de la justicia,
que se denomina lo justo, es determinado en sí mismo -secundum se
obiectum-. Y esto es el Derecho. De donde resulta que el Derecho es el objeto
de la justicia» (Sum Th. 2-2 q57 al). «El Derecho o lo justo es algo adecuado a
otro conforme a cierto modo de igualdad. Pero una cosa puede ser adecuada a
un hombre de dos maneras. Primera, atendida la naturaleza misma de la cosa ex ipsa natura reí-, p. ej., cuando uno da tanto para recibir otro tanto, y esto se
llama derecho natural, ius naturale» (Sum. Th. 2-2 q57 a2). La escolástica
española, especialmente con Suárez (v.) y Molina (v.), continuó este proceso
perfectivo y preciso; en el sentido de una creciente juridización del pensamiento
iusnaturalista.
Escuela racionalista y clásica. Con Hugo Grocio (v.) y, más estrictamente, con
Pufendorf (v.), se inicia la llamada escuela racionalista del Derecho natural, en
la cual se le considera como el Derecho que corresponde al estado de
naturaleza, interpretando la naturaleza en función de principios diferentes, que
pueden ser, para unos, el de socialidad; para otros, el instinto de conservación;
para otros, la idea de perfeccionamiento, etc. Es, como dice el prof. G.
Ambrossetti (Diritto naturale cristiano, Roma 1964, 12), un complejo
verdaderamente imponente de doctrinas, basadas en supuestos filosóficos muy
afines y, sobre todo, en unos postulados metódicos que vienen a ser
coincidentes, que se desarrolla en un periodo de tiempo que va del De iure belli
ac paces (1625) de Grocio, a los Principios metafísicos de la doctrina del
Derecho (1797) de Kant (v.). Los autores pertenecientes a esta corriente
intelectual se consideraron a sí mismos como los representantes del Derecho
natural por antonomasia, olvidando, como suele ser común en los autores de la
época de la Ilustración (v.), los estudios y tradición que les han precedido. A
esta escuela del ius naturae et gentium se la llama escuela clásica y, también,
i. pura y simplemente; y todo el pensamiento jurídico moderno se ha
acostumbrado a hablar del Derecho natural, para hacerl2 objeto de su crítica,
por referencia exclusiva a ese sistema normativo abstracto de explicación de la
sociedad y de la historia, que no es más que una forma histórica de
manifestarse el.
Forma que, como ha quedado apuntado, no ha sido la única. Pues la historia
no nos enseña sólo que el Derecho natural es una constante filosófica, sino
también que la idea del mismo ha plasmado en sistemas muy diversos formal y
materialmente, y a veces opuestos entre sí en sus resultados; pero también
muestra que la diversidad de las escuelas iusnaturalistas no logra ocultar una
indiscutible continuidad fundamental entre algunas de ellas (A. Truyol,
Fundamentos de Derecho natural, en Nueva Enciclopedia jurídica, Barcelona
1949, 12-13). Es ya clásica la tipología que hace J. Sauter (Die philosophische
Grundlagen des Naturrechts, Viena 1932) de los sistemas doctrinales que
tratan de aprehender y explicar la idea del Derecho natural: a) el Derecho
natural platónico-aristotélico, que incluye a Heráclito, Pitágoras, Anaxágoras,
Sócrates, Platón y Aristóteles; b) el Derecho natural estoico, con
representantes en Grecia y Roma y que renace modernamente con Spinoza; c)
el Derecho natural trascendente, o sea, el i. católico-escolástico, que se inicia
con S. Agustín, sigue con Alejandro de Hales, S. Buenaventura, S. Alberto
Magno, S. Tomás de Aquino y Duns Scoto, y se continúa en la escolástica
española y en los sistemas de Grocio y Leibniz, hasta el idealismo tardío
alemán de Krause, Ahrens y Trendelenburg y el neoescolasticismo actual; d) el
Derecho natural racionalista, iniciado por Pufendorf y continuado por Tomasio y
Wolff (que, sin embargo, tiene entronques con la línea del i. trascendente); e) el
Derecho natural individualista, representado por los sofistas, los cínicos y los
cirenaicos, por Epicuro y la Academia y, modernamente, por Hobbes y
Rousseau; f) el Derecho natural en el idealismo alemán de Kant (que continúa
la línea rusoniana), Fichte, Schelling y Hegel (que representa, metódicamente,
un retorno al Derecho natural trascendente, pero en un sentido que implica la
inversión de todo i. y el tránsito al positivismo). Esta casi exhaustiva tipología
fue incrementada aún por el prof. E. Galán Gutiérrez con la referencia g) al
Derecho natural metafísico-historicista de Vico, la escuela histórica, Hegel y
Blinder; h) al Derecho natural neokantiano de Stammler, Del Vecchio, Lask,
Radbruch, etc.; e i) al Derecho natural axiológico de Max Scheler y Nicolai
Hartmann (El Derecho natural y su incesante retorno, «Rev. crítica de Derecho
inmobiliario, Madrid, marzo1945).
EXÉGESIS
La gran influencia ideológica del código francés, se produce a través de los
trabajos previstos de domaz, daquesseau y pothier, juristas de los siglos XVII y
XVIII, influenciados por el iusnaturalismo racionalista, a través de glocio
pufendorf, wolf y el cartesiano. Los ejes en que se basaba la constitución
jurídica del código civil francés fueron la construcción de los derechos de la
persona, la regulación de la propiedad como derecho absoluto, derivado del
derecho a la libertad; la regulación de la familia.
Ello da lugar a que en Francia, como consecuencia de la expedición de este
código, surja la escuela de la exégesis
La expedición del código francés de 1804 hizo surgir nuevamente el método de
las glosas o exégesis, antiguamente empleando en la interpretación del hábeas
juris civilis. Esto representa justamente un retroceso en la relación con el
estado de la ciencia jurídica sobre la materia, especialmente con los progresos
alcanzados durante los siglos XVII y XVIII.
El método de la exégesis, como su nombre lo indica, consiste en conocer el
código civil, por las mismas palabras y proposiciones empleadas en su
redacción
Tres reglas principales lo configuran
Todo el derecho civil se encuentra en el código. El conocimiento del derecho
debe recaer sobre sus artículos y solamente sobre ellos.
La ley debe interpretarse analizando cuidadosamente las palabras empleadas
en la redacción de los artículos. También la enseñanza del derecho civil en las
facultades debe constituir en la exégesis de l0s artículos, en el mismo orden en
que se encuentran redactados.
Los jueces deben ampliar rigurosamente el código; del tenor literal de cada
artículo debe extraerse la solución que demándalos casos objeto de litigio.
Evolución Del método Exegético
El método de las glosas o exégesis (o método gramatical) fue superado en
algunas de sus reglas, especialmente en la relativa a la sujeción a las palabras
y los párrafos empleados en su redacción.
Se dijo, entonces, que las palabras y proposiciones no eran sino medios o
instrumentos que servían para traducir un pensamiento o voluntad, el cual no
podía ser otro sino el del legislador, es decir, el de los autores de la ley.
Al intérprete no debe interesarle lo que el texto legal diga en sí, o el sentido en
que él lo pueda entender, sino que debe averiguar lo que el legislador quiso al
elaborar el texto, los fines que persiguió, las necesidades que pretendió
satisfacer. Los artículos del código civil en sí mismo son letras muertas; su
valor depende del pensamiento de su autor.
Savigny fue el principal propugnador de este método (llamado lógico). La
interpretación debe consistir en " la reconstrucción del pensamiento contenido
en la ley" dicha reconstrucción se refiere al pensamiento del legislador que
dicto la ley; en consecuencia, el interprete debe "colocarse en el punto de vista
del legislador reproducir artificialmente sus operaciones y reconstruir la ley en
su inteligencia.
HISTÓRICA
Por escuela histórica del derecho se entiende una forma especial de filosofía
del derecho que nació a principios del siglo XIX en relación con una tendencia
general de aquella época: el romanticismo. Especialmente Federico Carlos von
Savigny (1779 - 1861) y Puchta (1798 - 1846).
La característica esencial del pensamiento romántico es la creencia en los
espíritus. Al lado de los hombres hay espíritus que influyen en su destino, ya
favoreciéndolo ya dañándolo. Esta creencia en los espíritus la transpuso el
romanticismo al pueblo. Su postulado fundamental es que, así como los
hombres son seres dotados de alma, también tienen alma los pueblos;
fenómeno psíquico que no ha sido estudiado científicamente, pero que se
manifiesta en la experiencia en forma de ciertas convicciones en cuestiones
determinadas, que son comunes a todos los miembros de una comunidad.
Cuando esta convicción se refiere al derecho, entonces ella misma es el
derecho. Al legislador sólo le queda dar forma a este derecho ya existente.
El hecho que dió nacimiento a esta doctrina fue una discusión literaria entre
Thibaut y Savigny (1854) sobre la conveniencia de formular un Código Civil
alemán. Thibaut insistía sobre las deficiencias del derecho privado tradicional y
propugnaba una codificación unitaria por razones políticas; Savigny se oponía
a ello por su posición antes dicha. Y se salió con la suya. Las consecuencias
prácticas de la escuela histórica fueron las siguientes: a) Aversión contra la
legislación, sobre todo los códigos y predilección por el derecho
consuetudinario, no como la mejor forma técnica de legislación al servicio de la
seguridad jurídica sino como el mejor medio de conocer lo que jurídicamente
quería el espíritu popular, de tal modo que la práctica no daba la
fundamentación sino sólo la fijación del derecho o sea de la conciencia jurídica;
el derecho mismo nacía al principio de la costumbre y no al final de ella. b)
Insistencia especial en la investigación histórica del derecho dado, no tanto en
interés práctico de la aplicación del derecho como en el deseo de conocer
mejor el objeto mismo de la investigación o sea el carácter del espíritu popular.
c) Negación de la posibilidad de una crítica objetiva del derecho positivo a la luz
de la idea directriz de la justicia. Sólo puede investigarse si un derecho
técnicamente formado refleja efectivamente la voluntad del espíritu popular; en
caso afirmativo ese derecho es justo porque no cabe la censura y el rechazo
del espíritu popular.
II .La escuela histórica parte del principio de que el pueblo es una cosa
corpórea con un alma propia. Según ello Gierke afirma, en su Esencia de las
comunidades humanas (1902) que estas son unidades reales corpáreo anímicas. Esto es insostenible desde ambos puntos de vista.
Una comunidad jurídica no es un cuerpo en el espacio. El concepto de una
comunidad jurídica de hombres no puede fundarse en el atributo de la
extensión en tres dimensiones. Conceptualmente es, al contrario, una
comunidad de fines. En esto y no en su supuesta existencia como ente
corpóreo está su característica esencial.
No puede decirse otra cosa de la representación de individualidades colectivas
como seres vivos y animados. Con ello se transferirá al pueblo la
representación de la conciencia individual. Tal transportación es científicamente
aceptable sólo cuando sin ella no puede concebirse el otro objeto. Esto sucede
con la representación de las individualidades humanas, pero no con la del
pueblo. Este es el conjunto de hombres jurídicamente ligados de un modo
concreto y total. sin que implique necesariamente el atributo condicionante de
una psiquis propia.
III. El postulado de un alma popular, como ser existente y permanente no es
sólo mítico sino contradictorio. Pues si el alma popular ha de causar el derecho
en la experiencia histórica, a su vez ha de ser efecto de otra causa y por lo
tanto, como propiedad de una cosa natural limitada, el pueblo, debería
representar un fenómeno natural cognoscible, lo que precisamente no quiere la
escuela histórica.
IV. El alma popular no debe confundirse con las características nacionales o
sean las características individuales relativamente uniformes que se pueden
observar en ciertos grupos humanos.
El concepto de nación aparece en una convívencia orgánica que deriva en
general de una misma procedencia u origen. Se completa por la solidaridad
consciente que se presenta con más o menos vigor según el lugar y el tiempo.
De ahí surge una cierta concordancia de la vida y la acción. Las características
nacionales de un pueblo varían con el tiempo aun cuando algunas de ellas
resistan largamente su influencia. También se entrecruzan constantemente con
influencias internacionales si bien acostumbran a predominar sobre ellas.
La justificación teórica del pensamiento nacional deriva de la necesidad de la
existencia de órdenes distintos que en realidad sólo se manifiestan por el
derecho. Los hombres viven ineludiblemente en círculos concéntricos. La idea
del llamado cosmopolitismo en el sentido de una reglamentación jurídica sin
órdenes distintos es una quimera. Sólo el concento y la idea del derecho como
modos formales normativos de la voluntad tienen importancia general e
incondicional para todos los hombres. En tal carácter son de aplicación y
observancia en los grupos concretos de convivencia humana. Pero a la esencia
del pensamiento jurídico corresponde la categoría de la soberanía. Esta es la
directriz lógica de una voluntad jurídica que lleva en sí el fin de su destino. Esta
directriz lógica sólo tiene aplicación práctica en los diversos órdenes jurídicos
ya que sin estos no se comprende el concepto del derecho. Sólo dentro del
marco de esta condición es admisibIe una unión internacional para fines
concretos. Ella ha de respetar la soberanía de cada comunidad nacional lo
mismo que las obligaciones jurídicas del individuo humano han de respetar su
rango de fin en si. Teóricamente no se justifica que una nación, buscando la
paz a todo precio, renuncie a su autodeterminación.
IUSNATURALISNO RACIONALISTA
Arrancando de un paradigma diferente, como diríamos hoy con la nomenclatura
de la sociología moderna en palabras de Thoman Kunh, Emmanuel Kant se
refiere al concepto de Derecho no a propósito de una teoría jurídica
omnicomprensiva, sino a partir de su preocupación del actuar humano,
considerando al Hombre en tanto ser libre y racional. De su obra
“Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres”, publicada el siglo XVIII,
1785, podemos extraer algunas de sus consideraciones más relevantes en
torno a la exposición de una idea del concepto de Derecho, cuyo contenido
eminentemente ético, que es lo que lo emparenta sistemáticamente con la
escolástica, según nuestra modesta opinión, podemos entrever en su trabajo
“Principios Metafísicos de la Doctrina del Derecho”. Según Carlos Santiago
Nino[1], Kant nos plantea una teoría deontológica del Derecho, es decir,
principalmente referida al estudio de los valores, pero más precisamente
contextualizada en el mundo de las ideas del “deber ser”, un concepto de deber
principalmente ético o moral, y subsumido en él un concepto de deber jurídico.
Según Kant, podemos dividir todo el conocimiento en lógica, física y ética (a
esta última pertenece el Derecho). Respectivamente comprenden las reglas
puramente formales de todo razonamiento, los principios del uso teórico de la
razón y los principios del uso práctico de la misma. Las verdades de la lógica
adquieren validez universal a costa de su vacuidad (se refieren a todo o a
nada). Las verdades de la física son sustantivas y no puramente formales, pero
el logro de ello es a costa de la limitación en su campo de aplicación al ámbito
de la experiencia sensorial. Las verdades de la ética, para constituirse en
principios, deben tener alcance universal e incondicionado y al mismo tiempo
deben poseer contenido sustantivo. Las referencias hechas a la razón en Kant
no pueden ser entendidas en el mismo sentido de la expresión tomista “recta
razón”, por cuanto la razón a la que apela el autor germano no tiene raigambre
religiosa, no está necesariamente inspirada por Dios, sino que representa un
concepto lógico formal a priori consistente en una potencia del hombre que le
permite aspirar a la autoconciencia y a la libertad. El deber, para Kant, es la
necesidad de una acción humana por respeto a la ley. Es válido en la medida
que el Hombre actúe en cumplimiento de un deber. Todas las obligaciones, por
el hecho de ser tales, pertenecen a la moral, aun cuando la conducta objeto de
ellas puede venir determinada por una legislación ajena a ésta, como podría
ser la legislación jurídica. El Derecho y la Moral no se distinguen por lo que se
refiere a la obligatoriedad, ya que el Derecho es parte del orden moral,
constitutivo de un mínimum ético exigible al actuar externo del hombre. Se
distinguen fundamentalmente por los motivos determinantes del
comportamiento humano acorde con la norma. En su concepto, y siguiendo
esta cuerda argumentativa, el Deber Moral ha de estar motivado por la
“conciencia del deber”. No basta para su perfeccionamiento la sola realización
externa de la conducta. La propia “idea” del deber es el motivo y sentido del
obrar. Por el contrario el deber jurídico puede ser realizado o efectuado por
otros móviles distintos a la idea de obligación. Al Derecho le basta la mera
legalidad de la conducta. Las exigencias emanadas de los preceptos jurídicos
constituyen lo que Kant denomina “deberes morales indirectos”, tanto en
cuanto sirven para cumplir los efectos externos deseados por la moral, los que
se cumplen en atención a la necesidad de satisfacción de un deber de índole
jurídica. Esta concepción deriva de la consideración de Kant acerca de la idea
de deber, como ya se apuntó. Los principios fundamentales de la moral deben
tener en la concepción kantiana el alcance incondicionalmente universal de los
principios de la lógica (no estar condicionados por contingencias empíricas,
comolos deseos e inclinaciones de los hombres), pero, al mismo tiempo, deben
poseer el contenido material y no trivial, de los principios de la física. Kant
presenta los principios morales como universalmente válidos para todos los
seres racionales. Si bien estamos sujetos a las leyes de la naturaleza, como
seres racionales somos libres y capaces de guiarnos por las leyes universales
de la razón práctica. Las leyes morales son universales, dado que si son los
principios que queremos como puros seres racionales que somos, con
abstracción de nuestras inclinaciones y deseos contingentes, que nos
diferencian unos de otros, cada ser racional deseará la misma ley que desearía
cualquier otro ser racional, y por lo tanto, esa ley obliga a todos los seres
racionales por igual. En efecto puede afirmarse que la universalidad de los
preceptos morales es para Kant es la piedra angular de su Filosofía. Está
contenida en el principio fundamental de toda moralidad, su célebre “imperativo
categórico”: obra de tal manera, que la máxima de tu obrar pueda servir de
principio de legislación universal. Es decir, obrar según una máxima tal que
pueda quererse al mismo tiempo que ella se torne en ley universal. Así
concebida la obligatoriedad, la moral y el Derecho, de este principio puramente
lógico formal del razonamiento práctico se pueden derivar principios morales
que constituyan deberes sustantivos, ya que podremos seleccionar las
verdaderas máximas morales. [1] Nino, Carlos Santiago. Op. Cit., pág. 402.
CONTRACTUALISMO
El contractualismo (término derivado de la palabra contrato) es una corriente de
la filosofía política y del derecho que se originó en el siglo V a. C. No es una
doctrina política única o uniforme, sino un conjunto de ideas con un nexo
común, si bien extremadamente adaptable a diferentes contextos, lo que
explica su vitalidad y su capacidad para ir evolucionando y redefiniéndose
hasta la actualidad. Como teoría política es posiblemente una de las más
influyentes de los últimos trescientos años, configurando, en mayor o menor
grado, la estructura actual de los distintos estados y naciones. No debe
confundirse el contractualismo con la democracia, pues no todas las teorías
contractualistas, como veremos, defienden modelos políticos democráticos.
Tampoco debe confundirse contractualismo con nacionalismo, pues, siendo
ambos movimientos políticos nucleares y casi simultáneos de los estados
modernos, expresan concepciones distintas.
Contractualismo clásico y contractualismo contemporáneo
El contractualismo examina la naturaleza, el origen y la justificación del poder
político. En su versión clásica es una ficción según la cual el poder político es
producto de un pacto (o contrato) que, adoptado a partir de un estado de
naturaleza inicial, funda un estado de sociedad ordenado y regulado por ese
mismo pacto. El contractualismo contemporáneo, como veremos más adelante,
se interesa fundamentalmente por los principios lógicos e ideológicos que
fundamentan el contrato político, es decir, por los procedimientos de decisión y
las condiciones en que tiene lugar el pacto.
Contractualismo clásico: orígenes
El contractualismo fue causa y consecuencia de un cambio de percepción de la
sociedad (o en todo caso de sus elites) respecto del poder y su naturaleza.
Hasta el siglo XVII predominaba la idea de que el poder se justificaba de
manera natural o apelando a instancias religiosas, de forma que más allá de
todo cambio circunstancial, los seres humanos vivían en sociedades ordenadas
y reguladas conforme a ciertas reglas que excedían su capacidad de decisión.
Así, el rey lo era por gracia de Dios (como se afirmaba desde las concepciones
monárquicas) o los esclavos lo eran por naturaleza (como proclamara
Aristóteles). Si bien hubo intentos precedentes de romper con esa concepción
(por ejemplo, por parte de la escuela sofista en la antigua Grecia, que defendía
el convencionalismo y el relativismo, o por parte de Guillermo de Ockham en el
siglo XIV, o las teorías pactistas medievales) la legitimación más aceptada era
que las relaciones de mando y obediencia nacían de reglas invariables y
venían prefijadas por la tradición, la naturaleza o la voluntad divina, y en
cualquier caso no se sometían a la voluntad de los interesados. Sin embargo,
con el advenimiento de la sociedad moderna, el panorama fue cambiando
paulatinamente. Las razones de ese cambio son diversas y están fuertemente
interrelacionadas entre sí. Estas son algunas de ellas:

Cambios en el orden político, especialmente en Europa. El orden social
del Antiguo Régimen se caracterizaba por la fragmentación del poder en
diversas instancias interpuestas y por relaciones comunitarias de
dependencia. Por ejemplo, la dependencia del vasallo que ofrece lealtad
al señor a cambio de protección, o rentas y trabajos a cambio de tierras,
u obediencia a cambio de protección frente a la competencia en el caso
de los gremios profesionales. El sistema social resultante era de carácter
comunitarista y descentralizado, a pesar de la fuerte tendencia al
acaparamiento de poder por parte de los monarcas, proceso que se
consolidará en la monarquía absoluta. Frente a esto, los excedentes
agrícolas y su reinversión en sectores económicos no sujetos a los
tradicionales gremios dio lugar a la paulatina aparición de una nueva
clase social: la burguesía. Ésta se caracterizaba por su independencia
política y económica, lo que determinó que nuevos valores
individualistas irrumpieran en el panorama político. El aumento en
número y riqueza de la burguesía exigió, a la postre, cambios en las
estructuras políticas. Un ejemplo de tales cambios fue la Revolución
francesa de 1789.

Cambios en el orden geopolítico. La expansión de la cultura política
occidental más allá del continente europeo tuvo lugar a partir de la
llegada de los europeos al continente americano. Sin embargo, tras los
procesos emancipatorios de las posesiones americanas, a fines del siglo
XVIII y principios del siglo XIX, se hizo necesario articular un nuevo
modelo político para aquellos estados y naciones, puesto que el modelo
dinástico monárquico europeo se mostraba inservible para satisfacer las
nuevas realidades políticas de los recién independizados territorios. Se
inició así un intenso proceso de reflexión acerca de cuál debía ser ese
modelo político, echándose mano del contractualismo y propiciando la
extensión del constitucionalismo. Los resultados de tales
transformaciones viajaron de vuelta hasta el viejo continente. Un ejemplo
de tales cambios fue la independencia estadounidense de 1776.

La secularización. La lenta pérdida de poder e influencia de la religión
cristiana, y especialmente la erosión del papado como poder político,
propició el abandono de teorías religiosas que explicaban el orden social
apelando al orden natural emanado de la ley divina. Se hizo necesario
reformular, por tanto, la naturaleza del poder y su legitimidad. Si bien la
religión cristiana no perdió del todo peso e importancia, parece cierto
que su influencia en la esfera de los asuntos políticos se vio seriamente
comprometida, siendo ocupado su lugar por la burguesía.

Los ideales de la Ilustración. El movimiento racionalista, los nuevos
valores de emancipación y autonomía personal, la revolución científica,
el inicio de la revolución industrial y en general las transformaciones
ideológicas que tuvieron lugar durante el siglo XVIII propiciaron la crisis
política del Antiguo Régimen. La imagen que los europeos y americanos
tenían de sí mismos cambió (especialmente entre las elites), y el modelo
de súbdito fue sustituido por el de ciudadano, dotado de razón y
derechos, e inspirado por los ideales del individualismo, la emancipacón
política y la autonomía moral. Ya Descartes había proclamado en el siglo
XVII la independencia epistemológica del individuo (estableciendo el
sujeto como criterio último de verdad), tendencia clausurada por Kant y
su ideal de autonomía moral como clave de bóveda del movimiento
ilustrado.
El resultado combinado de todas estas tendencias, junto con otros factores,
tuvo como consecuencia una crisis política producto de una crítica social sin
precedentes, vivida en cada territorio a ritmos distintos en función de su
contexto político o económico, de manera revolucionaria en unos casos, en
otros de manera más pacífica. Lo cierto es que en el periodo comprendido
entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX se produjo algún cambio en
el régimen político de prácticamente todos los territorios europeos y
americanos, lo que convirtió al contractualismo en el único recambio teórico
ante un Antiguo Régimen herido de muerte.
Contractualismo clásico: estructura básica
La estructura básica del contractualismo fue establecida por el filósofo inglés
Thomas Hobbes. En realidad el objetivo de este pensador era justificar
ideológicamente la monarquía absoluta, pero al hacerlo propuso el armazón
teórico que provocaría su derrumbe. Impresionado por los desórdenes de la
revolución inglesa de 1651 redactó su principal obra, Leviatán, que es una
explicación sobre el origen del estado. Si bien Leviatán es una obra compleja,
su tesis central es bastante simple y se articula en tres momentos:

Estado de naturaleza. Hobbes intenta imaginar cómo sería la vida de los
seres humanos antes de la aparición de la sociedad. Apelando a una
concepción pesimista del ser humano, que según Hobbes es un ser
dominado por sus pasiones, establece que el estado de naturaleza se
caracteriza por la precariedad y la violencia, pues no existiendo ley ni
autoridad nada es justo ni injusto, y todos tienen derecho a todo. Ya que
los seres humanos son aproximadamente iguales en fuerza y maldad
ninguno prevalece sobre otro, generándose lo que el llamaba “bellum
omnium contra omnes” (una guerra civil permanente de todos contra
todos), en la que la vida es breve e insoportable. Hobbes lo resume con
la expresión latina “homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el
hombre).

Pacto. Siendo los seres humanos inteligentes, además de malvados, en
un determinado momento deciden acogerse a un pacto entre ellos. Ese
pacto consiste en la cesión de todo el poder del individuo a un soberano
(o corporación), que habrá de mantener el orden y la paz. Es importante
señalar que el pacto firmado es irrevocable, es decir, no puede
romperse, pues al haberse entregado todo el poder, se entrega también
la capacidad de romperlo. Y puesto que tal pacto en nada cambia la
naturaleza de los firmantes, que siguen siendo egoístas, el soberano
elegido habrá de gobernar, si fuera necesario, mediante el terror y la
violencia para mantener el inseguro orden social.

Estado de sociedad. Una vez firmado el pacto, se instaura la sociedad
(para Hobbes, equivalente al Estado). Se sustituye así el derecho (a
todo) por la ley (entendida como límite), y se instituye un régimen de
terror que, en realidad, se corresponde con el modelo de monarquía
absoluta.
Posteriores formulaciones del contractualismo clásico
La lúgubre concepción antropológica de Hobbes y el modelo político legitimado
por ésta eran incompatibles con las transformaciones políticas de la Europa del
siglo XVII. No así la estructura de su razonamiento (estado de naturalezapacto-estado de sociedad), que resultó ser enormemente útil en los años
siguientes.
John Locke, por ejemplo, en sus “Dos tratados sobre el gobierno civil” mantuvo
el esquema original para adaptarlo a las necesidades del estado liberal:

Estado de naturaleza. Locke no prejuzga la maldad o bondad del ser
humano. Se limita a afirmar que antes de la aparición del Estado (es
decir, del pacto y de la sociedad) los seres humanos gozan de ciertos
derechos naturales: vida, libertad y propiedad, fundamentalmente Pero
lo cierto es que la inexistencia de una autoridad imposibilita la protección
de esos derechos.

Pacto. Para garantizar una vida digna y pacífica, los individuos ceden
sus derechos a un soberano (o grupo de soberanos), pero teniendo en
cuenta que tal cesión no es perpetua ni irrevocable. Locke reconoce así
el derecho a la rebelión si el soberano no cumple con los límites de lo
pactado.

Estado de sociedad. De todo esto resulta el modelo moderno de
democracia liberal, en el cual los individuos eligen a sus gobernantes
periódicamente, y éstos tienen como misión garantizar el orden social.
Otro pensador, el ginebrino Jean-Jacques Rousseau, tomó prestadas, para su
obra "El contrato social", las categorías políticas Hobbesianas, pero
modificando radicalmente los puntos de partida y de llegada:

Estado de naturaleza. Rousseau afirma que lejos de ser una guerra civil
permanente, el estado de naturaleza se caracteriza por la libertad, la
igualdad y la bondad. Los seres humanos viven en una suerte de
inocencia originaria (lo que fundamenta el mito del buen salvaje) justo
hasta que la aparición de la sociedad (y de la noción de propiedad)
promueve el egoísmo y la maldad.

Pacto. El contrato social rousseauninano (que en realidad estaba
pensado para pequeñas comunidades de vecinos, como su Ginebra
natal, y no para estados con millones de habitantes) consiste en la
eliminación de los egoísmos individualistas mediante la sumisión de
cada ciudadano a la voluntad general ("volonté génerale") unánime y
asamblearia. El modelo político propuesto por Rousseau sería la
democracia directa, o asamblearia.

Estado de sociedad: Rousseau piensa que la sociedad, si bien garantiza
ciertas necesidades básicas, corrompe a los humanos al lanzarlos en
competencia mutua. Pero se muestra convencido de que una vez
abandonado el estado de inocencia originaria no cabe vuelta atrás, y
solamente un acuerdo entre ciudadanos puede llegar a mitigar las
desastrosas consecuencias de una sociedad corruptora. Nace así la
necesidad de 2 contrato social.Repercusiones del contractualismo
clásico
La huella de estos tres contractualistas se puede rastrear hasta la actualidad.
El ideólogo jurídico del Tercer Reich, Carl Schmitt, se inspiró en las
concepciones hobbesianas para elaborar su teoría del Estado, y el modelo
liberal de Estado no intervencionista parece fuertemente influido por Locke. Los
ideales comunitaristas, ecologistas y románticos reciben la impronta de
Rousseau, un autor por otro lado difícil de clasificar. La irrupción del
pensamiento contractualista está en la base del constitucionalismo moderno.
Contractualismo contemporáneo
El contractualismo contemporáneo ya no centra sus investigaciones en el
proceso histórico que supone un hipotético nacimiento de la sociedad. Influidos
por el formalismo kantiano y por la filosofía del lenguaje, el interés de estos
pensadores es analizar la lógica interna de los procesos de toma de decisiones
y los procesos de resolución de conflictos. No se centran tanto en el contenido
del contrato, sino en la forma en que ese contrato se elabora. John Rawls, por
ejemplo, se centra en la posición ideal de los contratantes (un velo de
ignorancia), posición desde la cual no pueden saber qué lugar van a ocupar
con posterioridad al contrato mismo, y que facilita tomas de decisiones justas.
Jürgen Habermas, por otro lado, se centra en lo que el llama “condiciones
ideales de diálogo”, o postulados imprescindibles para la comunicación social, y
por tanto, política. Estos postulados se refieren a las condiciones mínimas
necesarias para llegar a un acuerdo, como por ejemplo, el postulado de no
violencia (según el cual el proceso de debate deja de ser racional cuando se
hace bajo amenaza), el postulado de igualdad (según el cual los actores del
debate deben tener igual acceso a la información pertinente para el diálogo) y
el postulado de seriedad (según el cual el objetivo del debate ha de ser llegar a
un acuerdo).
ESCOLÁSTICA
La escolástica fue la corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento
medieval tras la patrística de la antigüedad tardía, y se basó en la coordinación
entre fe y razón que en cualquier caso siempre suponía una clara
subordinación de la razón a la fe (Philosophia ancilla theologiae -la filosofía es
sierva de la teología-).
Dominó en las escuelas catedralicias y en los estudios generales que dieron
lugar a las universidades medievales europeas, en especial entre mediados del
siglo XI y mediados del XV.
Su formación fue, sin embargo, heterogénea, ya que acogió en su seno
corrientes filosóficas no sólo grecolatinas, sino también árabes y judaicas. Esto
causó en este movimiento una fundamental preocupación por consolidar y
crear grandes sistemas sin contradicción interna que asimilasen toda la
tradición filosófica antigua. Por otra parte, se ha señalado en la escolástica una
excesiva dependencia del argumento de autoridad y el abandono de las
ciencias y el empirismo.
Pero la Escolástica también es un método de trabajo intelectual: todo
pensamiento debía someterse al principio de autoridad (Magister dixit -lo dijo el
Maestro-), y la enseñanza se podía limitar en principio a la repetición o glosa de
los textos antiguos, y sobre todo de la Biblia, la principal fuente de
conocimiento, pues representa la Revelación divina; a pesar de todo ello, la
escolástica incentivó la especulación y el razonamiento, pues suponía
someterse a un rígido armazón lógico y una estructura esquemática del
discurso que debía exponerse a refutaciones y preparar defensas.
Evolución
Ideológicamente la escolástica evolucionó en tres fases, a partir de la inicial
identificación entre razón y fe, ya que para los religiosos el mismo Dios es la
fuente de ambos tipos de conocimiento y la verdad es uno de sus principales
atributos, de forma que Dios no podía contradecirse en estos dos caminos a la
verdad y, en última instancia, si había algún conflicto, la fe debía prevalecer
siempre sobre la razón, así como la teología sobre la filosofía.
De ahí se pasó a una segunda fase en que existía la conciencia de que la
razón y la fe tenían sólo una zona en común.
Por último, ya a fines del siglo XIII y comienzos del XIV, en una tercera fase, la
separación y divorcio entre razón y fe fueron mayores, así como entre filosofía
y teología.
Cronológicamente pueden distinguirse fundamentalmente tres épocas:

Desde el comienzo del IX al fin del XII la escolástica está marcado por la
polémica cuestión de los universales, que opone a los realistas
encabezados por Guillermo de Champeaux, a los nominalistas
representados por Roscelino y a los conceptualistas (Pedro Abelardo).

Del siglo XII al fin del XIII tiene lugar la entrada de Aristóteles primero
indirectamente a través de los filósofos judíos y árabes, especialmente
Averroes, pero en seguida directamente traducido del griego al latín por
San Alberto Magno y por Guillermo de Moerbeke, secretario de Santo
Tomás de Aquino.

La tercera abarca todo el siglo XIV: Guillermo de Occam se decanta por
los nominalistas y se opone al Tomismo distinguiendo la filosofía de la
teología.
POSITIVISMO
El Positivismo es una corriente o escuela filosófica que afirma que el único
conocimiento auténtico es el conocimiento científico, y que tal conocimiento
solamente puede surgir de la afirmación positiva de las teorías a través del
método científico. El positivismo deriva de la epistemología que surge en
Francia a inicios del siglo XIX de la mano del pensador francés Augusto Comte
y del británico John Stuart Mill y se extiende y desarrolla por el resto de Europa
en la segunda mitad de dicho siglo. Según esta escuela, todas las actividades
filosóficas y científicas deben efectuarse únicamente en el marco del análisis
de los hechos reales verificados por la experiencia.
Esta epistemología surge como manera de legitimar el estudio científico
naturalista del ser humano, tanto individual como colectivamente. Según
distintas versiones, la necesidad de estudiar científicamente al ser humano
nace debido a la experiencia sin parangón que fue la Revolución francesa, que
obligó por primera vez a ver a la sociedad y al individuo como objetos de
estudio científico.
Características
Esta corriente tiene como características diferenciadoras la defensa de un
monismo metodológico (teoría que afirma que hay un solo método aplicable en
todas las ciencias). Creen que tiene que haber una unidad de método a pesar
de que haya una diversidad de objetos. La explicación científica ha de tener la
misma forma en cualquier ciencia si se aspira a ser ciencia, específicamente el
método de estudio de las ciencias físico-naturales. A su vez, el objetivo del
conocimiento para el positivismo es explicar causalmente los fenómenos por
medio de leyes generales y universales, lo que le lleva a considerar a la razón
como medio para otros fines (razón instrumental). La forma que tiene de
conocer es inductiva, despreciando la creación de teorías a partir de principios
que no han sido percibidos objetivamente. En metodología histórica, el
positivismo
prima
fundamentalmente
las
pruebas
documentadas,
minusvalorando las interpretaciones generales, por lo que los trabajos de esta
naturaleza suelen tener excesiva acumulación documental y escasa síntesis
interpretativa.
Auguste Comte formuló a mediados del siglo XIX la idea de la creación de la
sociología como ciencia que tiene a la sociedad como su objeto de estudio. La
sociología sería un conocimiento libre de todas las relaciones con la filosofía y
basada en datos empíricos en igual medida que las ciencias naturales
Una de sus propuestas más destacadas es la de la investigación empírica para
la comprensión de los fenómenos sociales, de la estructura y el cambio social
(razón por la que se le considera padre de la sociología como disciplina
científica). Comte presenta a la historia humana en tres fases o estados:
1. Estado teológico: corresponde a la infancia de la humanidad; en esta época
las personas dan explicaciones mágicas de los fenómenos naturales, utilizan
categorías antropológicas para comprender el mundo y técnicas mágicas para
dominarlo.
2. Estado metafísico: las explicaciones son racionales, se busca el por qué de
las cosas, y se sustituye a los dioses por entidades abstractas y términos
metafísicos.
3. Estado científico o positivo: es la definitiva. El conocimiento se basa en la
observación y la experiencia, y se expresa con el recurso de la matemática. Se
busca el conocimiento de las Leyes de la Naturaleza para su dominio técnico.
Además afirma que no es posible alcanzar un conocimiento de realidades que
estén más allá de lo dado, de lo positivo, y niega que la filosofía pueda dar
información acerca del mundo: esta tarea corresponde exclusivamente a las
ciencias.
Reacción
Como reacción a la epistemología positivista, surge, principalmente en
Alemania, la epistemología hermenéutica. Entre las críticas que se le hacen al
positivismo está la incapacidad que posee el método de las ciencias físiconaturales para conocer sus objetos de estudio (la sociedad, el hombre, la
cultura), los cuales poseerían propiedades como la intencionalidad, la autoreflexividad y la creación de significado, que serían dejados de lado por la
epistemología positivista. A su vez, dentro de la hermenéutica, cabría una
crítica a la búsqueda de leyes generales y universales, pues deja de lado
necesariamente los elementos que no pueden ser generalizados. Así, algunos
hermeneutas defienden un conocimiento ideográfico (de conocimientos más
precisos, pero menos generalizables), que uno nomotético (de leyes
generales). Finalmente, desde la hermenéutica, se planteó la necesidad de
conocer las causas internas de los fenómenos, cuestión que se alejaba de la
explicación externa de estos. Así en vez de buscar la explicación, los
hermeneutas buscan la comprensión de los fenómenos.
Durante el siglo XX, a partir de los estudios de Bertrand Russell y otros, el
filósofo Ludwig Wittgenstein elabora el texto Tractatus Logico-Philosophicus,
que sirve de inspiración para el surgimiento del Círculo de Viena, grupo de
intelectuales que tuvo como objetivo el alejar definitivamente a la ciencia de la
metafísica, a partir del desarrollo de la lógica de Russell.
BIBLIOGRAFIA
V. la del art. DERECHO NATURAL
Enciclopedia Juridica, Omeba, tomo 15.
Wilkipedia
Diccionario Jurista
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