En busca de la dignidad

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En busca de la dignidad
Araceli Damián*
A Emeterio Medina Cruz,
a todas las víctimas de la represión en Oaxaca
Primero se llevaron a los comunistas, pero a mí no me importó, porque yo no lo
era. Luego se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó, porque yo no lo
era. Luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me
importó. Ahora me llevan a mí, pero ahora ya es demasiado tarde (Bertolt Brecht).
Con este hermoso y aleccionador poema quisiera decirle a usted que lo que pasa
hoy en Oaxaca, puede pasar en cualquier otra parte de México debido a que la
impunidad y el despotismo se han instalado como un cáncer en nuestro muy
querido país.
El nivel de tolerancia que tiene el gobierno federal panista con el gobierno de
Oaxaca se entiende solamente por el desafortunado balance de poder entre
priísmo y panismo, que permite al primero mantener a dictadorcillos locales a
cambio de la aprobación de la agenda legislativa nacional y de la impunidad en los
más altos niveles. Lo que está en juego es quién tiene derecho a hacer fortuna
bajo el manto y protección de los poderes local y federal.
La lucha por la dignidad, título del maravilloso libro escrito por el filósofo español
José Antonio Marina y la Dra. en Derecho María de la Válgoma (Compactos
Anagrama, Barcelona, 2000) ilustra parte de la terrible historia que ha tenido que
recorrer la humanidad para instaurar, poco a poco, el derecho de todo ser humano
a ser feliz. Aunque hasta el momento sólo una pequeña fracción de la humanidad
puede serlo, me parece importante revisar este tema en el marco del conflicto
social y la represión que sufre una buena parte de la población oaxaqueña.
El concepto de felicidad utilizado por los autores es discutible. Por ahora lo
dejaremos definido como un estado del ser en el que el individuo puede alcanzar
lo que considera valioso. De acuerdo con los autores, la felicidad sólo puede
alcanzarse en un ámbito en el que el individuo esté protegido y a salvo de la
injusticia.
La justicia es definida como el modo de convivir e interactuar para lograr la
felicidad personal de los miembros de la comunidad. Cuando la justicia está
ausente, la felicidad individual es imposible. De acuerdo con Marina y Válgoma
una de las condiciones para que exista la justicia es que los seres humanos se
libren de la miseria, de la ignorancia, del miedo, del dogmatismo y del odio,
elementos claramente interrelacionados y presentes hoy en Oaxaca.
La miseria, ni se diga. Con base en el XII Censo General de Población y Vivienda,
2000, y utilizando el Método de Medición Integrada de la Pobreza, MMIP (que
incluye para su medición las carencias en ingreso, vivienda, acceso al cuidado de
la salud, a la educación y la disponibilidad de tiempo libre), la población rural de
Oaxaca padecía una condición de ultra pobreza (con un poco más del 90% con
niveles de satisfacción 50% por debajo de las normas), mientras que la urbana
padecía pobreza muy alta (70% de su población con satisfacción menor al 50% de
las normas). A pesar del bajo nivel educativo promedio que impera en Oaxaca,
una importante proporción de su población ha mostrado que está muy lejos de ser
ignorante, aunque sí vive con miedo, debido al dogmatismo y al odio que tiene la
clase política dominante contra su pueblo.
Los autores plantean que una vez que el individuo (que incluye a quienes
gobiernan) se libera de las limitaciones arriba mencionadas, podrá evolucionar
hacia “la racionalidad, la libertad individual, la democracia, las seguridades
jurídicas y las políticas de solidaridad”. Aunque los autores no lo aclaran,
considero que la miseria no significa que el individuo no desee o no albergue el
principio de justicia. El problema radica en que viviendo en la miseria, ésta lo
puede orillar a cometer actos irracionales, antidemocráticos, o de cualquier índole
que atente contra la prevalencia de ésta.
Lo que más falta le hace a la Humanidad, pero en este caso a la clase política de
Oaxaca (y a la nacional también), es darse cuenta que el único modo “de
conseguir la felicidad y la justicia es afirmando el valor intrínseco de cada ser
humano”. Tal inconciencia queda plasmada con lo sucedido a Don Emeterio
Medina Cruz, quien fue captado por las cámaras sano y salvo al momento de ser
detenido por la policía estatal. Posteriormente fue sometido, sin justificación
alguna, a patadas y golpes, provocándole fractura craneal y explotación de
vísceras. Actualmente, Don Emeterio se encuentra en coma, debatiéndose entre
la vida y la muerte.
Las autoridades locales argumentan que existe un procedimiento interno de
investigación, pero que los familiares no han presentado prueba alguna de
quiénes fueron los culpables. ¿Acaso no hemos visto todos a los culpables en los
medios de comunicación?
Mientras tanto, el bellaco gobernador Ulises Ruiz hace gala de impunidad
publicando en todos los diarios nacionales, a doble hoja, su promocional de la
inauguración de la Guelaguetza. Por su parte, Felipe Calderón, ostentador
ilegítimo del poder federal, hace gala de su insensibilidad afirmando en un acto
con militares (en el marco de la “entrega” de un plan de 20 mil créditos
hipotecarios) que “castigará a quines atentan contra la seguridad nacional y
pretenden debilitar a las instituciones”. La vida de Don Emeterio para ellos no
cuenta.
Los opositores al despótico gobierno de Ulises Ruiz en Oaxaca se han convertido
en héroes, muchos de ellos anónimos, que se han atrevido a levantar la voz en
contra de la arbitrariedad. La vida y la integridad de Don Emeterio y de las otras 27
víctimas del conflicto oaxaqueño sí cuentan. La historia lo demostrará.
El Colegio de México, adamian@colmex.mx
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