LA DIALÉCTICA DE LO PARTICULAR Y DE LO UNIVERSAL Salete de Almeida Cara El título es provocativo: propongo pensar un problema, no una solución. Así ya lo veía Machado de Assis – como un problema. Todo lo contrario de lo que ocurre cuando los conceptos - local e universal – son entendidos como monadas, con sentidos autónomos, llenos en sí mismos, abstractos, que así colocados no nos llevan muy lejos. Si aplicamos “local” y “universal” como soluciones para problemas de forma y contenido literarios, no seremos capaces de percibir las etapas de la acumulación crítica que, de autor a autor, va dándose en el encuentro entre las formas ficcionales y sus respectivas experiencias históricas que, con sus especificidades locales, no son jamás apenas localistas. El asunto no es nuevo ni tampoco bien resuelto. Entre 1945 e 1951, el critico brasileño Antonio Candido escribió Formação da Literatura Brasileira, publicado en 1959, donde vuelve a tomar críticamente una “vieja concepción llena de errores” de origen romántico para mostrar (como ha declarado en una entrevista de 1980 a Beatriz Sarlo) que “era una tontería decir que Neoclasicismo (o Arcadismo, la poesía de los finales del siglo XVIII) era Europa y Romanticismo era América”. Para oponerse a eso, Candido señalaba que la imaginación no nace del cielo, sino que es una forma de mediación social que se inicia en el en Brasil en el ámbito de un proceso colonizador de “compresión mental” e imposición cultural. En este contexto Antonio Candido proponía la superación de posiciones que escogían, sea la “generalidad de los temas universales”, sea los regionalismos localistas. Así, Arcadismo (neoclasicismo) y Romanticismo, aunque diferentes, eran parte de las posibilidades abiertas por la lucha de independencia nacional del país colonial. Es curioso lo que ocurre con el Arcadismo. Los “modelos formales universales” de la poesía neoclásica europea han creado un horizonte de ciudadanía cultural internacional a partir de convenciones. El poeta escribía como un pastor que vivía entre ninfas. Por consiguiente, al adoptar ese modelo de poesía en el siglo XVIII, la exposición de la vida rústica brasileña se hacía por medio de la forma culta europea, que proponía un paisaje convencionalizado – pastores, campos, ninfas mitológicas - en donde se intentaba inventar un conjunto harmonioso de “equilibrio y urbanidad”. O sea, el programa neoclásico ya contenía en Europa una idealización del campo, lo que ha facilitado que el poeta brasileño árcade (o neoclásico) no se sintiera humillado con la rusticidad de su país, se sintiera, por el contrario, un pastor entre los pastores neoclásicos europeos y pensara ser posible superar así las contradicciones de su experiencia histórica periférica. Una literatura de cultos para cultos, una conversación entre letrados que expresaba la conciencia particular del desajuste nacional en un momento de superación relativa pero aún marcada por el sentimiento de inferioridad. Tampoco fue una gran poesía, la poesía de los neoclásicos brasileños. Pero en 1950 cuando escribió su libro, en un período de apuesta en el desarrollo nacional (como lo hicieran Caio Prado Junior e Celso Furtado), Antonio Candido alerta a aquellos que manifestaban desprecio por la poesía árcade, considerándola europea, con una comparación curiosa: “es lo mismo que decir que a nosotros no nos cabe otra cosa sino exportar café, cacao o goma, porque la industria pertenece a aquellos que históricamente son sus inventores” Una posición emancipatoria, sin duda, con menor énfasis en el nacionalismo de los románticos. Con los poetas árcades comienza lo que Antonio Candido llama el sistema literario brasileño, con su perspectiva de organización pública y social de lectores. Pero una vez abiertas las compuertas culturales brasileñas, el desarrollo histórico-económico del país se dio con los problemas que fueron tratados por Machado de Assis en su momento con gran ironía, lucidez o aún pesimismo. Machado es el punto de llegada de una tradición formativa. El gran problema, como veremos, es saber qué ha pasado desde entonces con el proyecto del país, y cual es el tipo de relación que la literatura establece con el proceso nacional. Los mejores escritores brasileños no ignoraron en sus obras el rumbo que tomo el país y su gente. Para decir cosas terribles sobre su tiempo, Machado ha hecho una revolución formal en la novela realista. El ha observado la precariedad de la modernización del país que no era capaz de superar la experiencia de la esclavitud, del patriarcalismo, de las relaciones sociales determinadas por el favor, por los intereses políticos y económicos de pocos. El escritor expone en sus crónicas, cuentos y novelas, un tipo de sociabilidad y de conformaciones psicológicas de personajes, allá donde el trabajo libre llegaba con atraso y el trabajo esclavo – en todas sus formas pos-abolicionistas - seguiría siendo una prerrogativa natural de los propietarios. Por su forma y por sus temas, Machado sigue sorprendentemente actual. Cuando Machado de Assis toma como asunto de sus novelas las ambivalencias de la experiencia culta de la elite brasileña a partir de su obra, Memorias Póstumas de Brás Cubas (1881), la acumulación crítico-literaria de nuestra tradición formativa dio un salto dialéctico en el sentido fuerte. Su interés por la elite, a quien deja hablar para ponerla en ridículo, es una interpretación certera de Roberto Schwarz a partir de un detallado análisis formal, que lleva adelante el juicio de Candido, exponiendo exactamente la revolución formal de las obras del escritor. Machado detecta problemas en las pretensiones universalizantes de la elite que intenta reproducir el modelo europeo directamente, ignorando las mediaciones locales, y detecta los componentes ideológicos del propio modelo europeo , exhibidos más claramente por ese mal uso del modelo en el país, al mismo tiempo liberal y esclavista. Más recientemente, en 2006, en un trabajo aún incompleto inspirado por el gran interés internacional por Machado, casi siempre justificado por el carácter universalista de su obra, Schwarz encuentra en una crónica de 1894, “O punhal de Martinha”, una respuesta del escritor para posiciones que se esconden en dualidades como local y universal, como suele ocurrir también con otras oposiciones - civilización y barbarie, país real y país ideal, etc., etc. La crónica desarrolla una comparación entre dos puñales: con uno de ellos Lucrecia se ha matado en Roma, por haber sido ultrajada por Sexto Tarquínio (como relata Tito Lívio, historiador romano), con el otro, una joven que vivía en Cachoeira, en interior de Bahía, ha matado a João Limeira, hombre del pueblo que la importunaba (como relata un periódico de Cachoeira). Un narrador dilacerado alterna sus puntos de vista ante las historias de Lucrecia e de Martinha que intenta comparar. En tanto internacionalista, se siente superior a Martinha; un tanto nacionalista, rebaja el valor moral de Lucrecia para tornarlas iguales. Pretensión y despecho del cosmopolita, humillación y bríos del nacionalista de buena voluntad, que lamenta la “desigualdad de los destinos”. El cronista practica una escritura rebuscada al gusto de los hombres cultos (en el mal sentido), y Schwarz señala su juego clasista lleno de retórica y vuelos filosofantes.(según lo que ese narrador de elite piensa ser la filosofía). La clases populares son ora despreciadas, ora enaltecidas. Pero de que sirve comparar de esta manera la diferencia, o quizá lo incomparable – Lucrecia y Martinha? El cronista desea igualarse a Lucrecia (ese es su provincianismo) y al mismo tiempo se reconoce en Martinha. La arbitrariedades de los criterios de comparación sustenta una identidad social ella misma no arbitraria, responsable por el foco cambiante del cronista que todavía vive en Brasil, y no en Roma antigua o en Paris. Esa relación dudosa que el cronista establece entre Roma y Cachoeiro revela un mal estar contemporáneo. En este sentido ambas ciudades forman un “dúo de comedia”. Cito (comillas). “Una caricatura del presente del mundo, en la cual las experiencias locales ponen bajo sospecha la cultura autorizada y viceversa, en un doble rebajamiento de gran alcance, que constituye un verdadero ‘universal moderno’”. Este es el tema de la crónica, de dónde su sugestión para “dudar de la universalidad de lo universal, o del localismo de lo local”, poniendo al desnudo la comparación hecha con criterios arbitrarios y abstractos, en donde ni siquiera cabe la configuración burguesa de la vida popular. Al final dice el cronista: “no nos detengamos ni segundo más en Martinha” (o en Brasil? ha leído Schwarz). El problema de las relaciones entre la vida semicolonial y el mundo contemporáneo no ha sido enfrentado por los términos de la comparación, lo que apunta que “por debajo del engranaje retórico, lógico e estético de lo particular y de lo universal, presionando y confiriéndole verdad, como un inmenso subentendido, hay lucha de clases, lucha entre naciones, niveles desiguales de acumulación cultural y incluso lucha artística y crítica”. Ubicado en su contexto, el año 2006, la conclusión de Schwarz es que “el sistema de resentimientos es un dato de la historia contemporánea y de su esquema de desigualdades internacionales”. Cito aún: “nos hallamos próximos de la situación del letrado colonial, viviendo en parajes lejanos contra su voluntad, teniendo como consolación la compañía de ninfas y pastores de convención.” Una historia contemporánea a la cual la ficción de Machado de Assis ha dado forma y que hoy se ha agravado, en la dirección de la creencia de que podemos pertenecer enteramente a un mundo sin problemas, resultado de un progreso sin trabas – un mundo avanzado, internacional, cosmopolita, globalizado y abierto. Lo que no es verdad. De 2006, volvamos cuarenta años en el tiempo. La ideología del “milagro económico” de la dictadura militar que se instaló en Brasil en 1964, y que duró hasta la crisis de los países emergentes en los años 80, contra todas las evidencias de esa crisis y en tiempos de anarquía financiera, convivió con políticas educacionales “criminalmente desinteresadas”. Antonio Candido señala dos excepciones en Latinoamérica – el proyecto educacional incompleto en Méjico, y muy exitoso en Cuba. Y afirma: “No hay interés para la expresión literaria de Latinoamérica en abandonar la segregación aristocrática de la era de las oligarquías para sumergirse en la manipulación dirigida de las masas, en la era de la publicidad y del imperialismo total”. Es lo que escribe en el ensayo de 1970, “Literatura y subdesarrollo”, actualizando el proceso de formación de la literatura en los países periféricos que había escrito en los años 50. Machado de Assis, como vimos, es el escritor que completa la formación de la literatura brasileña en el siglo XIX, tal como leemos en Antonio Candido. Pero ya en 1970 el crítico llamará “catequesis al revés” a la situación de degradación instalada por la cultura masificada, que ha absorbido a los alfabetizados y a los analfabetos, estos últimos sin una transición digna que los lleve del orden letrado al orden de las imágenes. Una desastrosa combinación de analfabetismo e “inercia de los públicos” (como dice Candido), que resulta hoy en el éxito internacional de un Paulo Coelho. Una indigencia global. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? En el ensayo “Los siete fôlegos de un libro”, escrito en 1998 sobre Formación de la Literatura Brasileña , Roberto Schwarz piensa sobre la literatura en el contexto de un “progreso à la manera brasileña”, es decir, acumulación para las elites “sin grandes transformaciones de las injusticias coloniales”. Injusticias que se van haciendo más modernas y no son capaces de integrar las personas. Una “formación social abortada”, dice el crítico, recordándonos que la hipótesis de superación de la inorganicidad ya no es “destino particular del Brasil, sino “destino de la mayor parte de la humanidad”. Schwarz encontrará adversarios empeñados, sobre todo porque sus reflexiones presuponen el agravamiento de las desigualdades en la escena contemporánea, asociadas a la exploración de clase en el interior de países presionados por la industrialización, las nuevas tecnologías y los mercados internacionales. En las condiciones actuales, la tendencia hegemónica es eliminar toda reflexión crítica sobre la mercantilización contemporánea, su consumismo masificado y la mentira de la igualdad de la globalización como un universal de valores incontestables, bienestar general y mercaderías para todos. Un ejemplo: escribiendo hace poco tiempo en un periódico brasileño sobre las decisiones internacionales de Doha, en Genebra, el economista Gustavo Franco, expresidente do Banco Central del Brasil, ha considerado como iguales - como ridícula posición escapista – la “aversión a la globalización y a los extranjerismos” y la creencia en una “lucha de classes” internacional. Pero si la globalización económica es un hecho, las desigualdades también lo son. Hace poco Joseph Stiglitz, premio Nóbel de Economía, ex- asesor de Bill Clinton y profesor de la Universidad de Columbia, ha alertado al nuevo presidente del Paraguay que acaba de asumir que los Estados Unidos no ven sino sus propios intereses en lo que se llama, contradictoriamente, “libre negociación” del comercio internacional. Llegados a este punto, pregunto finalmente qué se puede esperar de una cultura de masa que inventa sentidos y valores para durar pocos segundos, que hace el elogio de los fragmentos sin considerar la totalidad del proceso histórico y reproduce la autonomía y la abstracción del capital financiero, que ya no necesita ni de la moneda, ni del trabajo, ni de la producción real y ni mismo del consumo? Como he prometido, son problemas y no soluciones!