Baratta y los límites epistemológicos de la criminología.* *(Publicado en Serta (in memoriam Alexandri Baratta) Universidad de Salamanca, España, 2004). Por Carlos Alberto Elbert (Profesor de Criminología en las Universidades Nacionales de Buenos Aires, del Litoral, de la Patagonia, de la Pampa, del Sur, de Tucumán y Del Comahue, Argentina, y Profesor invitado en varias universidades latinoamericanas ). La vida de Alessandro Baratta fue multifacética, desplegada en diversos espacios geográficos y culturales, en diferentes idiomas y siempre con fuertes repercusiones personales e intelectuales. Su inquietud intelectual lo hacía pasar, con solvencia, de una disciplina a otra. Es dable suponer, entonces, que debe haber mucho para analizar y contar de su vida, que nadie, individualmente, podría abarcar en una totalidad más o menos exhaustiva. No es fácil enfrentar la obra y actuación de una personalidad tan rica, que fragmenta, forzosamente, todo intento de presentarla a través de un único lente interpretativo. Es de desear , entonces, que este homenaje colectivo nos aproxime un tanto a esa visión general, con tantos aportes de quienes disfrutaron de su bohonomía y lucidez intelectual en distintas circunstancias. En lo que me concierne, procuraré mantenerme dentro de un relato que llamaría documentalista o autobiográfico, concentrándome en el fragmento que mejor y más directamente conocí de la vida de Sandro. Se trata de una experiencia compartida, en parte aventura iniciática y en parte evaluación académica de su obra teórica, a través de la cual pude comprenderlo mejor, recordando vivencias que, analizadas hoy retroactivamente, me parecen reconstrucción. excepcionales y creo que justificarán esta Desde hace más de diez años soy director de un Curso de Posgrado de Formación Superior en Criminología en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fé, Argentina. Su programa es muy amplio (En la actualidad tiene una duración de un año y medio) y posee la característica, única en el país, de ser interdisciplinario. En estos cursos hemos adoptado, como trabajo práctico final, la modalidad de discutir a fondo obras teóricas de influencia relevante en criminología, con los propios autores. En el curso dictado en 1994, elegimos como material de análisis y discusión la obra "Criminología crítica y crítica del derecho penal" de Alessandro Baratta. Un año antes lo había visitado en su casa, de la Beethoven Strasse 48, de Saarbrücken, interesándome en su participación personal, que aceptó de inmediato, complacido. El momento político de esos días era desconcertante, por el fin de la bipolaridad, la disolución de la República Democrática alemana, integrada en la República Federal en 1990 y, en general, por el avance del neoliberalismo y de las derechas en los países centrales. En Italia, previa disolución de los viejos partidos tradicionales, en especial del comunista, el más grande e independiente de Europa, se iniciaba el llamado fenómeno Berlusconi. En América Latina concluyó, también en 1990 , la experiencia Sandinista por la vía electoral, se negociaron soluciones pacíficas en El Salvador y Guatemala y el destino de Cuba parecía sellado. Todos estos acontecimientos tuvieron un efecto durísimo para los teóricos e intelectuales de izquierda, que no podían encontrar respuesta a la enormidad de interrogantes que se abalanzaban sobre ellos, haciéndoles sentir que su producción intelectual, su militancia y compromisos anteriores, obras de toda una vida, habían sido en vano. Me consta la decepción de Sandro por esos días, ante los acontecimientos de Nicaragua e Italia. De aquella visita a su casa, quiero destacar un par de circunstancias relevantes; la primera, remarcar el compromiso que significaba para Baratta, aceptar una invitación para poner en debate nada menos que la vigencia de su obra principal, en un momento en que las circunstancias históricas la hacían más fácilmente atacable y aparentemente frágil. Los vientos de la posmodernidad hacían muy “in” la burla autosuficiente a las viejas ideologías y modelos utópicos de cambio social, en el momento de la proclamación del fin de la historia. No obstante, Sandro no titubeó un instante en comprometerse con todo entusiasmo y espontaneidad, su característica de vida. La segunda circunstancia que quiero destacar es puramente social, y nos remite al Sandro simple, hombre común típicamente italiano, el de todos los días y su hospitalidad, que incluyó una cena con sus colaboradores del Institut für Rechts und Sozialphilosophie de la Universität des Saarlandes ( Instituto de Filosofía Jurídica y Social de la Universidad del Sarre). A la noche, estábamos reunidos en su casa con un entusiasta grupo juvenil, contemplando cómo Sandro, de delantal y en la cocina, amasaba la pasta que luego nos serviría personalmente, explicando todos los pasos de su debida preparación, aprendidos de su abuela. Fue una noche de inolvidable alegría, carente por completo de formalidades, donde el tema central fueron chistes y anécdotas divertidas de todo el mundo. EL DEBATE Llegado 1994, creció la expectación por la presencia de Baratta en Santa Fé. Nuestro Posgrado trabajó intensamente en el análisis de la obra, siguiendo un severo esquema de exposición y debate por capítulos, entre el 30 de septiembre y el 15 de octubre. Hubo intensas discusiones y preparación previa, habiendo quedado la formulación de las preguntas y objeciones que se dirigirían al autor, a cargo de los expositores originales de los capítulos. Llegado nuestro huésped a Buenos Aires, emprendimos viaje a Santa Fé el viernes 4 de noviembre, fecha y circunstancia que merecen otro comentario anecdótico. Nuestro avión partió en medio de una fuerte tormenta y, en violación de las indicaciones del aeropuerto de Santa Fé, que estaba cerrándose por las malas condiciones climáticas. Posiblemente fue el momento más aterrador de mi vida - tal vez de las de ambos puesto que la máquina pareció estar a punto de deshacerse en varias oportunidades, en medio de tremendas turbulencias. Cuando creíamos que lo peor había quedado atrás, el avión se encontró, volando sobre el destino, con una tormenta mucho peor, con una pista de aterrizaje cruzada por vientos de mucha velocidad y en medio de fuertes descargas eléctricas. En algún momento nos abrazamos, despidiéndonos, porque creímos inminente el final. Siempre he recordado ese momento, desde la perspectiva curiosa de que pudimos haber perecido simultáneamente. La máquina no pudo retornar a Buenos Aires hasta el día siguiente, a causa del tremendo temporal que se desencadenó de inmediato. Posteriormente, los pilotos, agotados, corroboraron que habían logrado descender por un milagro. Superado el grave escollo aéreo y abrumados por un clima sofocante, Sandro pudo, finalmente, presentarse el 4 y 5 de noviembre, tal como habíamos programado. En sus palabras de salutación, nos dijo que cuando alguien escribe un libro, ese texto deja de pertenecerle y pasa a ser patrimonio de los lectores. “Por eso me encanta esta forma tan interesante, que me ha dado tanto placer de antemano, de venir aquí, ya que la mejor dialéctica para un autor, es la de las reacciones. Estoy pendiente, con verdadera curiosidad y gran interés intelectual por su observaciones, que me ayudarán a ir más allá en el camino que comencé cuando escribí este trabajo”. Nuestro invitado relató de qué modo había nacido el libro, tras dejar su cátedra de Filosofía del Derecho y Doctrina del Estado, en la Universidad de Camerino, Italia, para pasar, en Alemania, a ocupar una cátedra de Sociología jurídica y Filosofía Social. Su nuevo cargo le impuso la obligación de llevar adelante un trabajo de investigación a largo plazo, para la que eligió como tema la sociología del derecho penal, en momentos de gran influencia del enfoque del etiquetamiento en Alemania, esto es, entre los años 1970 y 1975. Reconoció haber tropezado con grandes dificultades metodológicas, careciendo, además, de experiencia previa en el campo de tales investigaciones. Esas circunstancias lo obligaron a sumergirse en el estudio de la sociología, una disciplina que le era bastante extraña, proceso en el que admitió la fuerte influencia que ejercieron sobre él, en su camino de búsqueda, Fritz Sack y su colaboradora Gerlinde Smaus; esas influencias las consideró decisivas para la evolución futura de su pensamiento. El esfuerzo de búsqueda en el campo de la investigación sociológica, le probó la importancia de tener un marco general , desde el cual construir las hipótesis e interpretar los datos empíricos reunidos. Sostuvo que, de lo contrario, puede caerse fácilmente en una “metodología del marketing” , superficial y empirista . Relató Baratta que su búsqueda teórica arrancó desde el funcionalismo, siguió con la teoría del etiquetamiento y desembocó en la aplicación de un enfoque “materialista” referido a las estructuras objetivas de las relaciones económico – sociales. También delimitó, con trazos enérgicos, cuál fue el peso real de la teoría marxista en esos enfoques, que se detallará más adelante. De todos modos, admitió haberse hallado, durante la época de desarrollo del libro, bajo la convicción del carácter absoluto de ciertos valores históricamente determinados, de cuya inviabilidad estaba, en cambio, persuadido en 1994. Reconoció, con franqueza, que toda su historia personal e intelectual estaban fuertemente ligadas a la redacción del libro y lo fue poniendo de manifiesto en largas disquisiciones auto - reflexivas, mediante las que explicó, con gran solvencia, los motivos de sus cambios de enfoque o de convicción sobre diversos aspectos teóricos y políticos de la época. Señaló, además, que la segunda fuente relevante del trabajo, fueron diversos artículos desarrollados para la revista La questione criminale, nacida en 1975, que lo relacionó fuertemente con la llamada Escuela de Bologna, cuyo centro de interés era la sociología crítica del derecho penal. Iniciadas las preguntas específicas sobre su libro, Baratta contó de sus esfuerzos para evitar una interpretación subjetivista de la teoría del etiquetamiento, capaz de conducir a un descuido de los problemas reales de la sociedad por la violencia, el conflicto, la represión, etc. Su planteo era muy sencillo: Sostenía que sólo teniendo una idea clara de los problemas sociales, contra los cuales se pretende reaccionar etiquetándolos como criminales, puede entenderse qué clase de respuestas da el sistema a tales problemas. Esta labor interpretativa debería hacerse, dijo, fuera de las definiciones que les atribuye el sistema, para poder entender la selectividad, la coherencia, la eficacia y las contradicciones del sistema, cuando reacciona frente a los problemas sociales. Justificó su ensimismamiento teórico en el estudio de la reacción social , porque ello “depende un poco de la evolución personal , con la cual uno comienza cierto tipo de trabajo y sigue vinculado a las experiencias precedentes”. Reivindicó, sin embargo aquél rumbo, porque le permitió ver más claramente el manejo de situaciones problemáticas a través de una construcción teórica y empírica consistente, para fomentar respuestas sociales más adecuadas. A la crítica de que ello implicaba tomar como objeto de estudio el sistema penal, respondió que las críticas y propuestas de reforma y cambio conformaban una tarea que iba más allá de la criminología. Apartándose en cierta medida de sus ideas previas más inmediatas, expuestas en el diálogo con Mauricio Martínez Sánchez (“¿Qué pasa en la criminología moderna”, Temis, Bogotá, 1990) , sostuvo que la criminología crítica, como disciplina académica, sólo podía aportar conocimientos críticos sobre el funcionamiento del sistema penal y tal vez, además, perspectivas de reforma del sistema. Pero se manifestó escéptico en punto a que, como disciplina pudiese abarcar en todas sus dimensiones los problemas del comportamiento (violencia, criminalidad organizada, mafia, asaltos en las calles, etc.) ; en suma, que pudiera existir como disciplina académica, porque los problemas a abarcar resultaban muy heterogéneos. Estimaba, ahora , difícil , que una disciplina pudiera prosperar abarcando una problemática tan amplia como la existente en el campo penal y que se hacía necesario un concurso de disciplinas que complementasen el aporte que pudiera dar una disciplina específica (hablaba, claro, de la Criminología). UNA ACLARACIÓN Quiero detenerme unos instantes en este punto, por considerarlo crucial, en referencia al debate epistemológico que sucedió a los años 90, acerca de la cientificidad de la criminología. Según las posiciones adoptadas en ese debate, debía extraerse la consecuencia lógica de su permanencia o de su desaparición del campo científico. Puede apreciarse, con sólo formularla, la trascendencia que tiene este tema. Me siento fuertemente involucrado en estos últimos conceptos, como responsable de un intento de llevar las ideas que Sandro Baratta sostuvo hasta 1990 (en particular en el libro de ese año recién citado) tal vez más allá de lo que él mismo entrevió como posible en el campo epistemológico. Introduciré, por tanto, otro relato dentro del que vengo desarrollando, con esfuerzo de síntesis, para no desdibujar su estructura, que posteriormente retomaré. En 1992, apareció en Milán el libro “L´orizonte artifficiale” (probleme epistemolgici della criminología, de Adolfo Ceretti (Cedam, Milán). En este sólido trabajo, el autor plantea una posición escéptica en cuanto a la viabilidad científica de una disciplina criminológica. La obra tuvo fuerte influencia en autores italianos de la Escuela de Bologna, especialmente en Pavarini y Melossi, contribuyendo a fundamentar una de las posturas teóricas sobre el tema, adoptadas en los 90. Pienso que estas circunstancias pueden haber influido fuertemente en el pensamiento de Baratta en esos días, en lo teórico y lo personal. Del libro de Ceretti tomé conocimiento mucho más tarde, y tras grandes esfuerzos, logré obtenerlo, lamentablemente, recién en el 2002, o sea con diez años de tardanza. Ignorando el contenido de esa importante contribución, publiqué, por mi parte, un libro de base epistemológica en 1996: “Criminología Latinoamericana”, (parte primera, Editorial Universidad, Buenos Aires) , en cuyo capítulo II desarrollo un proyecto delimitador de un posible objeto para la Criminología, basado, en parte, en ideas de Baratta y también de Sack y Schumann. Intento realizar allí un modelo integrador, que permita operar interdisciplinariamente a una criminología dentro de la cual coexistan sus diversos enfoques teóricos y disciplinarios, por supuesto, bajo ciertas condiciones. El objeto sería el sistema penal, estudiado tanto teórica como prácticamente, por enfoques etiológicos y críticos. (Ver, también mi Manual Basíco de Criminología, EUDEBA, Buenos Aires, segunda edición, 2001). Va de suyo que el esfuerzo de delimitación de un objeto implica un esfuerzo “restaurador” o “reformulador”, o en otras palabras, de reafirmación de la necesidad y factibilidad de subsistencia de una criminología. Lo hice a conciencia de enfrentarme a las tendencias opuestas en boga: Escépticas, de fusión en la sociología y de subjetivismo cognoscitivo o anarquía epistemológica, fortalecidas por los progresos del discurso posmoderno, que proponía el fin de los grandes relatos, de la razón y de las posibilidades del conocimiento. Lamentablemente, Sandro nunca me hizo llegar su opinión sobre mi libro, de donde podría deducir que pudo no haberle satisfecho. Sin embargo, durante su estadía en Santa Fé también me entregó un manuscrito en portugués, titulado “El estado mestizo y la ciudadanía plural”, una conferencia que acababa de pronunciar en Brasil. En ese texto, ataca a la posmodernidad con su extraordinaria lucidez, con argumentos como el transcripto en mi libro, que vuelvo a reproducir aquí: “El pensamiento posmoderno contiene, en su postura, un defecto que lo torna inútil para la construcción de proyectos: Se coloca en un nivel auto- reflexivo que está siempre “sobre” la búsqueda de opciones teóricas y prácticas, que permite analizar esta búsqueda, pero que no participa de la misma. El empeño en la búsqueda de orientaciones para tomar decisiones es el objeto de su reflexión, no su finalidad. Con relación al discurso, consensual, sobre el “qué hacer” el discurso posmoderno es sólo un metadiscurso. Tal vez el pensamiento “frágil”, que es el programa de la filosofía posmoderna, sea un privilegio, un lujo reservado a las clases sociales fuertes, a los intelectuales que, a pesar de no tener la intención, representan sus intereses. Es un pensamiento característico del centro y no de la periferia del mundo y, en este sentido, refleja también las relaciones sociales planetarias de nuestra época”. Este trabajo ( repito: propio de Baratta) constituye también una incógnita para mí, puesto que él había aceptado que lo tradujese al castellano uno de mis colaboradores, para publicarlo en Argentina. Sin embargo, posteriormente, tampoco volvió a respondernos para dar su conformidad, razón que nos inhibió de darlo a publicidad, pese al entusiasmo previo que mostró por la idea. Hasta la fecha desconozco si el manuscrito fue publicado en Brasil u otros países. Para colmo, tampoco respondió a nuestros pedidos de corrección del manuscrito de su intervención en Santa Fé, que finalmente debimos publicar con nuestras propìas correcciones, con el título de “Hacia una nueva criminología” (Colección jurídica y social Nº 66, Santa Fé, 1997). Para nuestra pena, tampoco acusó recibo ni hizo comentarios sobre nuestro envío de esa publicación, todo lo que resultó por demás extraño en la conducta de alguien tan atento como Sandro. Atribuyo aquél corte abrupto de comunicación en la fase final de su vida , a ciertas dificultades y crisis emocionales que padeció por ese tiempo. Con anterioridad , siempre había respondido diligentemente a todas mis consultas y por tanto, me afectó no haber conocido su juicio sobre estos trabajos, instancia esencial para su corrección y difusión. En 1999 me llamó por teléfono desde Saarbrücken, disculpándose por estar en mora con su correspondencia y no haber respondido a nuestros envíos, por lo que se sentía atribulado. Me pesa decir que ese fue nuestro último contacto , hasta su fallecimiento. Tras estas precisiones personales y teóricas, retomo el relato original. MAS SOBRE EL DEBATE En la discusión de Santa Fé, ante una pregunta muy incisiva sobre las teorías psicoanalíticas, Baratta reconoció haber cambiado mucho su relación con ellas. De tomar en cuenta sólo las líneas de pensamiento de Fromm, Alexander y Staub, que apuntaban a desentrañar los mecanismos de la sociedad punitiva, comprendió luego el alcance del “componente psicoanalítico”. Dijo haberlo analizado en su crítica a la teoría de la prevención- integración, para la cual, la función efectiva de la pena es asegurar un ciudadano fiel a la ley. A través de ello, comprendió que el verdadero destinatario del mensaje punitivo no es el infractor real ni potencial, sino “la opinión pública y la gente” que, se supone, es fiel a la ley. Por lo tanto, la legitimación de la demanda de pena a través de la justicia criminal , respondería a una demanda de la opinión pública, cuyo origen debe estudiarse psicoanalíticamente. Y agregó: “ Por eso, y si yo reescribiera este capítulo ( se refería al capítulo III, Las teorías psicoanalíticas de la criminalidad), analizaría también este segundo componente. Pero el cambio fundamental depende de una cierta ulterior experiencia por la teoría psicoanalítica, sobre todo de Freud, que me llevaría a mitigar, a relativizar mucho la crítica que hago a la teoría psicoanalítica de haber indicado estos componentes que llamamos irracionales, llamamos atávicos, del sistema de la justicia criminal, pero dentro de un marco teórico de una antropología general ahistórica. Una crítica de falta de vinculación de la teoría con la historia social y cultural”. Baratta encontraba, ahora, a resultas de ello, una concurrencia de los discursos de Marx y Freud, estimando que ambos habían dado una lección magistral de metodología de un análisis radical de nuestra sociedad y sus componentes represivos, ubicados ora en el interior o el exterior del alma humana. De este tema se pasó a otro cuestionamiento de los participantes, señalándole que su crítica al funcionalismo podía resultar un punto de vista economicista, aplicable exclusivamente a sociedades capitalistas. Se le preguntó, en consecuencia, si su modelo teórico se había modificado a raíz de los cambios producidos tras la caída del “socialismo real”. Baratta explicitó con nitidez su relación pasada y presente con el marxismo, cuya exposición en este punto anticipé al comienzo. Dijo que la teoría marxista nunca produjo explicaciones consistentes de la desviación y de la reacción social y que utilizando una teoría de las relaciones económicas como la de Marx, no puede llegarse a comprender el proceso de criminalización. Marx habría tenido, además , una visión negativa y moralista, y por lo tanto represiva, de las desviaciones del lumpen- proletariado. Sostuvo que la intención que tuvo con su libro, fue la de superar una visión puramente economicista del materialismo histórico, habiendo rechazado siempre la visión marxista escolástica, o sea, la del materialismo dialéctico y su lógica hegeliana, según la cual hay un proceso que no se puede parar y conduce fatalmente al resultado. Mi interpretación – dijo – pasa por el pensamiento de Walter Bejamin y Ernst Bloch, quienes rescataron el núcleo emancipatorio del marxismo, sin admitir la visión de un desarrollo necesario de la historia. La acción emancipadora, agregó, debe ser puesta en un horizonte de posibilidades, y no dentro de una necesidad lógica o dialéctica. La intención de su libro no era, entonces, según sus palabras, realizar una teoría económica o “economicista” de la criminalidad y la criminalización, sino integrar, dentro de este marco de referencia indispensable, a las ciencias sociales. Consideró que el interaccionismo simbólico había aportado elementos importantes en referencia a los procesos de definición y la desviación, que estuvieron siempre fuera del alcance de la teoría materialista. Sin embargo, preguntándose a sí mismo cuál era la situación actual, comparándola con la época de publicación del libro , respondió que lo más importante del plano político era la caída del socialismo real, pero que, de todos modos, el alcance de una teoría como la Criminología crítica, en su esfuerzo de compaginar el pensamiento materialista con el componente interaccionista, no se limitó al análisis de la sociedad capitalista, aunque, habiendo producido resultados importantes para el análisis de ésta, no los produjo en relación a la sociedad socialista. Lo atribuyó a la actitud de censura y control sobre los discursos, que siempre tuvieron las autoridades de esos países, impidiendo el desenvolvimiento de una criminología crítica y determinando que sus propios desarrollos criminológicos no superaran el nivel del positivismo. Como dato ilustrativo, comentó que había intentado publicar uno de sus libros en Hungría, el país más abierto del socialismo real, pero el aparato burocrático oficial lo impidió. Pese al progreso que para Baratta habían significado las ideas de la criminología crítica, consideraba que su efecto había sido muy relativo. Tomando como ejemplo las investigaciones sobre el delito de cuello blanco, se preguntó cuánto había logrado afectar la percepción de este tipo de delitos el habitual estereotipo popular de la criminalidad, respondiendo que muy poco, basándose en su apreciación en la experiencia de “mani pulite” en Italia. Estimó que, en su país, la percepción de los criminales había cambiado circunstancialmente la visión del público, pero que fuera de Italia no se generalizó en ninguna parte un tipo de persecución sistemática de delitos de cuello blanco, generándose más bien una complicidad internacional tendiente a evitar investigaciones de ese tipo, asegurando “el orden normal de las cosas”, o sea, que a la cárcel vayan los pobres y no los ricos. En referencia al debate con los “nuevos realistas” ingleses, Baratta mantuvo con fortaleza sus puntos de vista previos sobre el fenómeno del crimen. Partió de admitir que debe haber un “referente material”, o sea problemas reales a atender, generados por el crimen. Pero , al mismo tiempo, seguía sosteniendo que la criminalidad es resultado de un proceso de definiciones, por lo que era preciso aclarar tal contradicción. Estimó que una vertiente de la teoría del etiquetamiento se refiere a los comportamientos individuales, como secuencia física de acontecimientos, con centro en una persona, idea que debe ser completada, porque a los comportamientos se les asigna un sentido social. De lo que se trataba era, entonces, no de individualizar una causa de la desviación secundaria, sino de averiguar cómo se produce el sentido social de la desviación como tal. Por lo tanto, al reclamo de los ingleses de tomar en serio a la criminalidad, les respondía diciendo que lo que había que tomar en serio eran los problemas sociales, interpretándolos de una manera más correcta, que evite los condicionamientos ideológicos generados por la estructura desigual de las relaciones de poder y propiedad. Posteriormente, explicó que hablaba no sólo de una desigual distribución del bien negativo criminalidad, sino también del bien positivo protección, satisfacción de las necesidades (seguridad, vida, potencialidad de existencia, de relaciones con los demás, etc.) La protección y no sólo la criminalización son fenómenos condicionados por la desigualdad social. Lo que debía hacerse era, entonces, definir lo que es socialmente negativo para las necesidades reales de personas y grupos. Sucede que ciertos comportamientos definidos como criminales no se corresponden a un referente material definido de acuerdo a las necesidades de las personas. Ocurre que muchas veces el sentido común criminaliza conductas que no son realmente dañinas. En suma, afirmó que el problema es no caer en una identificación de lo que es socialmente negativo con lo que es definido socialmente como criminal, porque la definición del sentido común y la justicia son altamente selectivas. Por lo tanto, insistió, nunca debe aceptarse un idealismo que impida de antemano ir más allá de las definiciones existentes, renunciando a elaborar definiciones antagónicas a favor de quienes son los más desprotegidos de la sociedad, empujando una cultura alternativa en relación a la dominante. Se trata, dijo, de recuperar dentro de un discurso, sin pretensión fundamentalista, las demandas reales de los sujetos de la política, de las clases subalternas, o sea los desprotegidos y las minorías, escuchándolas en los espacios públicos donde se realiza la comunicación política de base, y no donde llega la televisión. EPILOGO Hasta aquí he transcripto con cierta amplitud , los aspectos que consideré más interesantes del pensamiento de Baratta en sus últimos años de actividad, expuestos en aquél inolvidable debate de Santa Fé. Por razones de espacio, reduciré ahora a ideas centrales sus largas disquisiciones en torno a la relación entre criminología crítica y derecho, señalando que propugnaba una nueva visión integrada de las ciencias criminales, no en el sentido de Von Liszt, sino para que “Dentro de un discurso de interdisciplinariedad interna del conjunto de las ciencias criminales, podamos realizar, quizá, una política criminal alternativa, que utilice de manera alternativa a los instrumentos penales, que amplíe el abanico de las intervenciones penales, sobre todo considerando la posibilidad de intervenciones preventivas e intervenciones no represivas, sino reparatorias con respecto a las víctimas” En cuanto a la problemática de la cárcel y la sociedad, propició un nuevo concepto de reintegración , pero no “a través” sino “no obstante” la cárcel, evitando los inconvenientes del principio de resocialización y de sus aspectos “humanistas”. De lo que debía hablarse, entonces, era de reintegración contra la cárcel. Considero que este debate, poco conocido, de 1994 , resume su pensamiento casi como un testamento teórico, que permitió a Baratta explicar sus cambios de opinión en referencia a la obra escrita previa, vista como el proyecto que se quiso realizar en vida. Párrafo aparte merece la interacción de Baratta con los alumnos de aquél posgrado, muy generosa y abierta, como era característica del ilustre invitado. Aquél trabajo en común fue el instante más fuerte de mi relación académica, teórica y personal con Sandro, seguramente, uno de los tantos hitos más, de los que sembró en América Latina, una región con la que se identificó más allá de lo meramente idiomático. El caso de Baratta fue el poco común de un teórico bien instalado en la academia europea, que se compromete y da lo mejor de sí en tierras extrañas, lejanas, llenas de problemas complejos y violentos, en medio de terribles luchas sociales, lejos del confort y la seguridad de las universidades de Europa y de los problemas específicos del debate europeo, convencido que los fenómenos de la periferia también son parte esencial de la realidad. Fue, en suma, un hombre con la grandeza humana y teórica de trascender sus límites “naturales” o sea, aquello que razonablemente puede esperarse de una persona inserta en otra realidad cultural . Su generosidad intelectual se transformó en compromiso con nosotros, llegando mucho más lejos de lo que habituamos experimentar aquí, en medio de la realidad cotidiana trágica de la periferia, con su desigualdad irracional e injusticia sin límites, capaces de espantar a cualquier extraño. Baratta subordinó su saber a la necesidad explicativa de éstas, nuestras problemáticas, esforzándose por entenderlas, haciéndolas formar parte de su teoría y su acción. En ello radica su grandeza, su recordable esfuerzo que, al menos para quien escribe estas líneas, no ha perimido como instrumental interpretativo de la realidad latinoamericana del control social, en pleno siglo XXI, a contrapelo de alguna juventud exitista de hoy, no exenta todavía de borrar con el codo, al fin de su existencia, aquello escrito con la mano en épocas de euforia posmoderna. Este agradecimiento a la honestidad de Sandro representa, estoy seguro, a cientos de intelectuales y personas que no pertenecían al ambiente académico, que tuvieron, tuvimos, la fortuna de aprender de una personalidad con tal alegría existencial, carente de autosuficiencia intelectual , tan poco aferrada a la visión central de los acontecimientos , tan cálida, simple y generosa. ¿Qué más puede decirse de un ser inolvidable y de su pensamiento ?.