Para leer a Frantz Fanon Alejandro De Oto INCIHUSA-CCT MENDOZA CONICET María Marta Quintana IIDYPCA CONICET –CIPPLA UPMDPM A 50 años de la muerte de Frantz Fanon dejarse interpelar por sus espectros -en el sentido tanto de la proliferación de sus lecturas como de los fantasmas que las acechanresulta un gesto fundamental, necesario, para quienes nos disponemos en el espacio de la teoría social y política contemporánea. En las últimas décadas la escritura de Fanon ha experimentado varias “re-igniciones”, como alguna vez sostuvo el crítico palestinonorteamericano Edward Said. Fue Said, de hecho, quien propició uno de los usos más potentes de los textos fanonianos, al situarlos en la encrucijada de cultura e imperio, dando lugar a la configuración de un campo de lecturas denominado “crítica poscolonial” que se centra, principalmente, en el análisis de los efectos del imperialismo europeo del siglo XIX y XX en torno de las prácticas coloniales de subjetivación. Asimismo, cabe señalar que en este espacio discursivo de la poscolonialidad, Fanon es el objeto de otros usos cruciales vinculados, en gran parte, al problema de la racialización y las dinámicas de la/s identidad/es-identificación de los sujetos coloniales. En relación a esta última cuestión se destacan las elaboraciones del intelectual indio Homi Bhabha. A la par de estas lecturas, se desarrollan dos movimientos concurrentes que se centran en Fanon: uno, llamado “shifting the geography of reason”, vincula la reflexión fenomenológica con su obra presentándolo como la figura central de una ciencia/filosofía crítica de los fundamentos occidentales (es decir, colocada frente a las demandas de la descolonización con las herramientas que encuentra en el texto fanoniano), siendo los trabajos de Lewis Gordon y Nelson Maldonado-Torres representativos al respecto; el otro, denominado “giro descolonial”, si bien recupera parte de la perspectiva del primero, inscribe a Fanon en una genealogía que busca construir una trama otra para el pensamiento latinoamericano y descolonizador, no dependiente de las coordenadas imperiales, ubicado, en términos de Walter Mignolo, en la diferencia colonial. En esa última dirección, y dicho muy sintéticamente, la obra de Fanon es leída como una fuente conceptual y política para pensar procesos que ocurren en la dinámica modernidad/colonialidad. Otro espectro que ronda en torno de la recepción y reapropiación de la trama fanoniana, y que aquí nos interesa en particular, está estrechamente vinculado al prólogo que JeanPaul Sartre escribió a Los condenados de la tierra -el cual encontró fuerte repercusiones en el campo intelectual nacional vinculado a las luchas político-sociales de los '60 y ‘70. Ahora bien, por nuestra parte se trata de discutir y de desafiar el concepto de historia en clave sartreana, para pensar desde Fanon y con los registros poscoloniales y descoloniales la tensión que está en juego cuando se construye la historia, cuando se la inventa en franco diálogo con los fantasmas que acechan. En consecuencia, se busca problematizar la tragedia, no sólo en términos de la irreversibilidad del tiempo, sino también de la política y la ética que implica, como dimensión productiva de la historia y del cuerpo/sujeto colonial en los procesos emancipatorios y descoloniales, en contraposición con el prólogo de Sartre que ocluye la novedad a favor de la síntesis dialéctica. Identificamos, entonces, varias cosas. La primera que Fanon, o mejor, otro espectro de Fanon, avanza a martillazos sobre la ontología, disponiéndose en la zona del no-ser para emancipar el cuerpo en la historia y desnaturalizar por fin los mitos que hacen del negro y del blanco los arquetipos “fijados” de la esclavitud. Fanon va –aunque sería más apropiado decir “está”- más allá de la ontología cuando constata que ésta no lo contiene, a él, al negro, más que como un tenue reflejo, como un fantasma. Sin embargo, Fanon se sobrepone y arranca una lección frente a esos reaseguros de la metafísica, esto es: que el conflicto se produce en la historia y no por fuera de ella, que los sujetos son el resultado de prácticas y no esencias inconmovibles, “que el negro es un hombre negro; es decir que, gracias a una serie de aberraciones afectivas, se ha instalado en el seno de un universo del que habrá que sacarlo” (Fanon, 2009: 42). Así, en el camino por identificar los espectros, Fanon piensa intensamente al sujeto colonial, al que encuentra trágicamente habitado por éstos. Incluso su propio cuerpo se le aparece modelado, hasta la náusea, por la estructura misma de la representación, mejor dicho, por el esquema histórico racial y el esquema epidérmico racial. Pero hay algo paradójico y potente en ese descubrimiento. Si bien por un lado intenta exorcizar al cuerpo colonial, poniéndole nombre a esos demonios/espectros que lo rondan y lo arman, al mismo tiempo “sabe” que toda posición es fantásmática, que la contraparte de la conjura espectral es la fijación. Más aún, Fanon entiende que ese cuerpo que surge monstruoso del colonialismo, aun aquel que hace la crítica de los espectros, no está puesto ahí para confirmar la regla de la inteligibilidad histórica, sino para moverse tortuosamente por las tramas de la historia emancipatoria que al mismo tiempo (se) está construyendo. A pesar del prólogo de Sartre, la escritura de Fanon no está ahí para hablar de una singularidad de la modernidad, de una suerte de historia lateral, importante, pero diferente de la modernidad central, sino para ponerla de cabeza, para criticarla en sus modos y procesos históricos, epistemológicos, sociales. Más todavía, cuando Fanon piensa dramáticamente el problema de la ontología lo hace desde su imposibilidad, siendo en esa dimensión donde se centra el conflicto con Sartre: en el hecho preciso de que la historia no puede ser comprendida como el desarrollo dialéctico/ontológico resolutorio de las tensiones sociales, culturales, políticas, etcétera. En este sentido, la dialéctica sartreana al proceder/optar por la “síntesis” extradita de la historia a los que luchan por la emancipación, constituyéndose en una máquina de conjura espectral, de reinscripción en lo ya conocido, de reproducción de las condiciones coloniales en sus múltiples aspectos. Y esto último, en el terreno de las experiencias concretas, no es sino una (nueva) forma del olvido de las marcas de la colonización. Una forma del olvido que no puede sino asociarse a una visión “compensatoria” de la historia, incluso de la justicia. Porque si reparamos en la gramática de la dialéctica, en su lengua, el colonialismo no parece ser otra cosa que un esfuerzo de las víctimas por dejarnos una síntesis mejor; pero, si eso fuera así, entonces se les estaría imponiendo un nuevo costo: sus vidas y sus cuerpos una vez más no les pertenecerían, serían –como quiere Sartrepropiedad de lo universal. Sin embargo, Fanon no claudica, y contra la dialéctica, quiere su cuerpo para sí, aunque le duela. Contra la historia “reparadora”, Fanon asume la tragedia. A manera de cierre, entonces, podemos decir que esta recuperación del cuerpo que “sabe” de la historia, de la memoria, del dolor sin síntesis posible, sin ritual teórico, es una de las claves de porqué en los tiempos latinoamericanos actuales, de reinscripción de la política y la historia, Fanon está nuevamente disponible en nuestras bibliotecas. Referencias Frantz, Fanon. Piel negra, máscaras blancas. Madrid, Akal: 2009