EL LENGUAJE Y NOSOTROS Somos nuestro lenguaje. Nada nos muestra y nos define mejor. La afirmación es válida para la persona individual, para un grupo, una comunidad, un pueblo. Las palabras que empleamos, las estructuras que construimos con ellas, los mensajes que transmiten, los signos que cargan de significado al papel, los sonidos que echan a volar campanas de sentido, todo eso es nuestra lengua, todo eso somos nosotros. El lenguaje es la música del alma y del cuerpo. La palabra escrita es una partitura que asienta en el pentagrama de los renglones las notas que expresan sentimientos y pensamientos. Esa partitura se vuelve sonora en la voz, que le da el hálito vital al idioma. Aparecen los tonos, los ritmos, las intensidades, los timbres, los acentos, los silencios, en un contrapunto cargado de matices. Podemos utilizar el lenguaje ajustado a su dimensión escrita. Leer en silencio. Es una experiencia inefable y valiosa. Desde la aparición de la imprenta, la sociedad ha ido restringiendo la lectura en voz alta. Los espacios de la oralidad se han ido restringiendo. Vivimos en una sociedad de palabra escrita. La vida institucional se asienta sobre textos: leyes, decretos, resoluciones, contratos, solicitudes, quejas, notas, actas... Una lista interminable en la que se sustenta el orden civilizado. Una comunicación “fehaciente” es una comunicación escrita. Pero el lenguaje se queda manco sin su aspecto vocal. Es bidimensional. Reducirlo a una sola dimensión es mutilarlo. En realidad, se queda mudo. Afortunadamente, en los últimos tiempos parece que hay un resurgimiento del interés por la oralidad. Conviene recordar que el origen del lenguaje es oral. Nuestra especie ha vivido miles de años sin escritura, sólo con palabra hablada. Todavía existen comunidades que ignoran la escritura, que surgió para darle permanencia a la palabra. En las lenguas alfabéticas, como la nuestra, los signos gráficos representan sonidos, como las notas del pentagrama. Esta es la prueba de la condición musical del lenguaje. La escritura es su notación, la oralidad su concierto. ¿Somos conscientes de que contamos con un elemento tan valioso para comunicarnos? Es nuestro principal medio de comunicación. La tecnología ha creado aparatos que extienden los alcances del lenguaje. Pero en la base permanece el lenguaje. Conocerlo, cuidarlo, respetarlo, enriquecerlo, es una responsabilidad vital. El descuido del lenguaje, el medio que nos relaciona con los demás, implica un descuido por los otros, por los prójimos. Un lenguaje empobrecido revela a una persona empobrecida. Un idioma decadente exhibe a una comunidad en decadencia. Una lengua agobiada revela una cultura en agotamiento. ¿Qué relación tenemos con nuestro lenguaje? ¿Nos interesa aprovechar los recursos que ofrece? ¿Nos preocupamos por conocer esos recursos? ¿Nos conformamos con lo que sabemos porque nos basta para nuestras necesidades elementales?. Como las huellas digitales identifican nuestro cuerpo, el lenguaje identifica nuestro espíritu. “De la abundancia del corazón habla la boca”, dice el precepto bíblico. También de la escasez y la miseria. El iceberg es una gran masa de hielo flotante. La mayor parte de él queda sumergida. Sobre la superficie apenas asoma una porción reducida. La imagen es adecuada para ilustrar el uso de nuestro lenguaje: tenemos un idioma que cuenta con más de cien mil vocablos. Utilizamos menos de la décima parte; el resto queda escondido, apenas accesible para los buzos eruditos que se sumergen a rescatar algunos miles de vocablos más. En general, predomina una actitud conformista con el idioma. Nos quedamos con el vocabulario que ya tenemos y con las estructuras que conocemos. Si se requieren nuevos términos, en lugar de acudir al riquísimo caudal español, resulta más fácil manotear el vocablo inglés o adaptar erróneamente alguno ya conocido. Si tenemos que elaborar un argumento, caemos en la repetición superficial, incapaces de organizar una expresión precisa y profunda. No exageramos si decimos que nuestro lenguaje resulta pobre, raso, sin relieve, inadecuado. Esto es lo que se quiere significar al decir que “hablamos y escribimos mal”. No se trata de emplear un lenguaje académico. Tampoco se trata de eliminar neologismos, los vocablos nuevos; el idioma no podría vivir sin ellos. Ni de condenar transgresiones; muchas son imprescindibles. Se trata de explotar los valores comunicativos, expresivos y creativos de nuestro idioma: léxico abundante, estructuras flexibles y entonaciones sonoras y armoniosas. Con un instrumento de esta calidad ¿quién tiene la culpa de su uso tan restringido? La responsabilidad por el uso del idioma pertenece a todos, es cierto. Pero, como sucede con otras verdades, adjudicar una responsabilidad general equivale a no admitir ninguna. Y bueno, si todos somos responsables, qué le vamos a hacer. Pero hay una responsabilidad mayor en algunas instituciones. Las entidades educativas tienen en esto una responsabilidad particular. Ellas deben proporcionar los estímulos adecuados, mejorar en forma permanente el conocimiento de la lengua y todas sus posibilidades. Los medios de comunicación tienen una especial responsabilidad en este asunto. Junto con los modelos de estilo de vida, ellos presentan modelos de lenguaje, en su mayoría desechables. La mayor parte de las expresiones que se comentan en este libro se tomaron de la actividad escolar y de los medios de comunicación: diarios, radio, televisión. El resto, de oírlas en el uso cotidiano o como respuestas a consultas específicas formuladas por personas interesadas en la calidad lingüística. En ningún caso las observaciones intentan censurar el uso idiomático. El propósito consiste en llamar la atención sobre la norma de corrección, el desvío de su empleo, si existe, advertir acerca de formas inconvenientes o saludar innovaciones oportunas. La intención apunta a a que podamos hablar “sin pelos en la lengua”, quitando aquellos que impiden o dificultan la comunicación, en lugar de facilitarla, aunque a veces no nos demos cuenta de ello. El idioma tiene que ayudar a nuestra comprensión y a nuestro crecimiento personal y social. Este libro quiere ser una contribución para ese objetivo; contribución pequeña, es verdad, pero abierta y cordial. ALGUNAS OBSERVACIONES IDIOMÁTICAS Que y de que Distinguir los casos en que corresponde usar que de aquellos que deben llevar de que parece insoluble. Un amigo me confesó que había encontrado una solución práctica al asunto: resolvió emplear siempre que para no equivocarse. Le dije que no era una solución, sino la elección de persistir en un solo error. Lo entendió. Y también entendió la explicación acerca de la utilización correcta de una y otra forma. Usar que cuando corresponde de que es tan errado como lo inverso: usar de que cuando debe ir que. Usos correctos de que: Pienso que lo solucionará. Creo que llegará a tiempo. Afirmo que no es justo. Declaro que no lo conozco. Observo que tienen objeciones. Entiendo que lo resolverán pronto. Recuerdo que lo planeamos. Sostengo que la situación mejorará. Aclaré que no era mi opinión. Dije que lo respaldaría. Usos correctos de de que: Se dio cuenta de que estaba equivocado. Se convenció de que era lo mejor. Estoy persuadido de que lo conseguiremos. Hay que tomar conciencia de que el asunto es grave. No está seguro de que asistirá. Lo acusó, a pesar de que era su amigo. Lo haré, con la condición de que me den garantías. Es consciente de que enfrenta un peligro. El uso incorrecto de que se llama queísmo; emplear incorrectamente de que es dequeísmo. Ambos casos tienen la misma gravedad. Algunos proponen observar el verbo y formular una pregunta para orientarse sobre la forma correcta. Pero el procedimiento puede crear mayor confusión. Es más seguro el conocimiento de las expresiones. Sendos Se está extendiendo el uso de esta palabra con el sentido de fuerte, intenso, serio: pronunció sendas palabras de advertencia. El significado real no tiene ningún punto de contacto con esas acepciones. Sendos con su femenino sendas es un adjetivo distributivo que no tiene singular. Significa: “uno cada uno”. Entregaron sendos juguetes a los niños del curso. Dice que a cada niño le dieron un juguete. Los cuatro legisladores presentaron sendas objeciones. Esto es: cada legislador presentó una objeción. Cómo surgió ese desvío en el significado de la palabra es un misterio. Pero conviene retomar la buena senda y devolver a sendos su sentido propio. Prolongar La clase se prolongó casi dos horas. La reunión fue muy prolongada. El encuentro se prolongó durante treinta minutos. En este caso, como en los que la palabra se emplea comúnmente, se le atribuye el sentido de durar. Sin embargo, el significado no es ese. Rectamente, prolongar es una extensión o duración que se agrega a otra prevista o estipulada. Si un partido de fútbol dura noventa y cinco minutos, se prolongó cinco, que es el tiempo que se añadió a la duración asignada. La ruta dos no se prolonga de Buenos Aires a Mar del Plata; se extiende entre esas dos ciudades. Para prolongarla deben alargarla más allá de esos límites. Tocante Indudablemente, fue una tocante ceremonia. Es probable que a la persona que se expresa de este modo la hayan tocado, o toqueteado, en la reunión. Ahora, si lo que quiere decir es que se trató de una ceremonia emotiva, conmovedora o sentida, debe manifestarlo con estos vocablos. El significado de tocante es: “respecto de, con relación a”, como se aplica en el caso siguiente: En lo tocante a la familia, sigue siendo la base de la sociedad. Contracción Lo felicitaron por su contracción al estudio. Contracción quiere decir:”retracción, achicamiento, reducción. No corresponde utilizarlo como sinónimo de dedicación o concentración, a menos que el estudiante se acurruque o achique en un rincón para leer. Déficit, superávit Estos vocablos no cambian en el plural. Por lo tanto, no es aconsejable decir déficits ni superávits. El número estará indicado por el artículo: los déficit, los superávit. Dejar de lado Dejemos de lado este asunto para estudiar otro. La expresión se usa para significar que algo se aparta o separa. La forma más adecuada es otra: dejar a un lado. Dejar algo de lado es ponerlo de costado o de perfil. Desinteligencia Se notan desinteligencias entre los dirigentes. Es cierto que algunos dirigentes no se muestran muy inteligentes en determinadas circunstancias y no encuentran la solución de los problemas. No es desinteligencia el término apropiado para expresar la falta de acuerdo. Existen varios más aptos y convenientes: diferencia, desacuerdo, divergencia, disparidad. A estos hay que apelar. Directivas Dieron nuevas directivas sobre los impuestos. El empleo de esta palabra se ha generalizado y desplazó a las que son más idóneas para explicar la idea. Directivo/a es un adjetivo. Si bien los adjetivos pueden funcionar muchas veces como sustantivos, este se queda rengo: le falta el sustantivo en el que apoyarse. Si dijera normas directivas sería correcto. No conviene emplear directivas, a secas, cuando se puede elegir entre instrucciones, recomendaciones, indicaciones, disposiciones. Justificativo Le pidieron el justificativo de su ausencia. Sucede algo parecido al caso anterior. Justificativo es un adjetivo y su función consiste en acompañar al sustantivo. En verdad, no se trata de una incorrección significativa, aunque el mejor uso, si se quiere utilizar el vocablo, es colocarlo junto al sustantivo: documento justificativo, nota justificativa. Pero más recomendable es emplear justificación. Confort Es un anglicismo (palabra de origen inglés) que a nuestro idioma no le proporciona confort alguno. Para expresar con recursos propios ideas igualmente saludables, en español disponemos de comodidad y bienestar. Agrícolo-ganadera Aprueban medidas de estímulo a la producción agrícolo-ganadera. El idioma cuenta con numerosas palabras compuestas separadas por guión, que, al mismo tiempo, las une y las separa. Expresan una idea que resulta de la fusión de dos o más. Cuando se forman, la primera palabra componente adopta la forma masculina y la última toma el género que corresponde. Por ejemplo: examen teórico-práctico (masculino), o prueba teórico-práctica (femenina). Observemos que teórico, como primer componente, mantiene su forma masculina. Y también notemos que teórico es un vocablo que tiene dos terminaciones, una para el masculino y otra para el femenino: teórico, teórica. ¿Y qué sucede con agrícolo? ¿Existe esta palabra? No. Es una palabra de una sola terminación para los dos géneros: el agrícola, la agrícola. Entonces no puede integrarse al compuesto, sino de esta manera. Las palabras correctas son: agrícola-ganadero (masculino) y agrícola-ganadera (femenina). También es correcta ganadero-agrícola. Infanto-juvenil Inauguraron un hogar infanto-juvenil. El caso es similar al anterior. No existe el término "infanto", por lo tanto no puede integrar un compuesto con guión. Lo apropiado es infantil-juvenil. LAS LENGUAS DE ESOPO Esopo, considerado el padre de la fábula, era un esclavo frigio que vivió alrededor del siglo V antes de Cristo. Contrahecho y tartamudo, tenía una mente ingeniosa y un juicio penetrante. Se cuenta que un milagro lo libró de las dificultades para hablar y, a partir de entonces, sus fábulas le ganaron la admiración de humildes y poderosos. Gracias a ellas logró su libertad... pero también lo condenaron a muerte. Se cuenta que uno de sus amos, Xantus, le ordenó cierta vez que fuera al mercado y le trajese el mejor alimento que encontrara, para agasajar a importantes invitados. Esopo compró solamente lengua y la hizo aderezar de diferentes modos. Los convidados se hartaron de comer lo que saborearon como un manjar. Cuando quedó solo, Xantus le preguntó qué era eso tan delicioso. -Me pediste lo mejor -dijo Esopo- y traje lengua. -¿Y la lengua es lo mejor? -La lengua es el fundamento de la filosofía y de las ciencias, el órgano de la verdad y la razón. Con la lengua se instruye, se construyen las ciudades y las civilizaciones, se persuade y se dialoga. Con la lengua se canta, con la lengua se reza y se declara el amor y la paz. ¿Qué otra cosa puede haber mejor que la lengua? Pocos días después, Xantus le dijo que llegarían unos visitantes desagradables a los que debería atender por protocolo pero quería manifestarles su disgusto sirviéndoles una mala comida. -Trae del mercado lo peor que encuentres- le recomendó. Esopo trajo lengua y la hizo preparar con un sabor tan desagradable que repugnó a los comensales. -¿Qué porquería es esa que serviste- le preguntó Xantus. -Lengua -contestó Esopo-. La lengua es la madre de todos los pleitos y discusiones, el origen de las separaciones y las guerras. Con la lengua se miente, con la lengua se calumnia, con la lengua se insulta, con la lengua se rompen las amistades. Es el órgano de la blasfemia y la impiedad. No hay nada peor que la lengua. La lengua de la anécdota de Esopo es esta que nosotros utilizamos en nuestra vida cotidiana para comunicarnos. Con ella podemos agasajar y podemos ofender. Con la misma lengua podemos honrar y humillar. Puede ser instrumento para el bien o para el mal. Nuestros invitados esperan. Juan Carlos Dido