LA MUJER EN EL ESPACIO PÚBLICO A PARTIR DE SU ROL SOCIAL Pablo Páramo y Andrea Milena Burbano Universidad Pedagógica Nacional Abstract This article discusses woman’s experience in urban public space from the perspective of the different activities she assumes as part of her role as a woman. Public space does not exist absolutely nor gender. Instead both are socially constructed by social order and reproduced by social practices. The paper gathers and analyses some studies that complement the state of art and literature on women and space giving evidence on how women have been segregated from public space and are victim of gender inequalities.. The article calls for a research agenda that explores women’s experiences in public space based on their different roles. Finally, some suggestions for urban planning are given in order to respond women’s needs in public space Key words: public space, gender, social role Resumen Este artículo discute la experiencia de la mujer en el espacio público desde la perspectiva de las diferentes actividades que asume como parte de su rol de mujer. Se asume que el espacio público y el género no existen de forma absoluta sino que son producto de construcciones sociales establecidas por el orden social y que a la vez éstas categorías son reproducidas por las prácticas sociales. El documento recoge y analiza algunos estudios que complementan el estado del arte y la literatura sobre mujer y el espacio y da evidencia sobre la manera como las mujeres han sido segregadas del espacio público y son víctimas de las desigualdades de género. El artículo llama la atención sobre la necesidad de organizar una agenda de investigación que continúe explorando las experiencias de la mujer en el espacio público a partir de los diferentes roles que asume en el espacio público. Finalmente se dan algunas recomendaciones para la planeación urbana con el fin de responder a las necesidades de las mujeres en el espacio público. Palabras clave: espacio público, género, rol social Introducción La manera como se conforma el espacio de las ciudades, lo planificamos y hacemos uso de éste refleja nuestra concepción de sociedad. Bajo este supuesto, el espacio no existe en forma absoluta sino relativa resultado de una producción social y por ende de una manifestación del orden social. El espacio reproduce el orden de valores de una sociedad, las clases sociales, la concepción que se tenga de familia y del papel que juega la mujer en tal sociedad. Este trabajo complementa el estado del arte elaborado por Franck (2000) sobre la mujer y el ambiente construido y el de Ortiz (2007), que recoge los estudios que exploran la manera como el espacio urbano y en particular el espacio público de una ciudad es experimentado por las mujeres. Además de identificar otros trabajos que evalúan el espacio desde la perspectiva de género, el presente artículo sintetiza y analiza los estudios en los que han participado los autores en los que el espacio público es experimentado desde los distintos roles que ha desempeñdo la mujer . Los estudiosos de las transacciones de las personas con el ambiente, entre los que se incluyen los psicólogos ambientales, geógrafos, feministas y urbanistas, evidencian la manera como las mujeres, desde su edad infantil van asumiendo comportamientos y actitudes diferentes a las de los hombres para relacionarse con el espacio urbano ( Frank y Paxson 1989; Barón y Byrne, 1998; McDowell, 2001; Franck, 2000). Dichas diferencias varían histórica y culturalmente de acuerdo a la edad, la clase social y la religión. Revisiones como la de Franck muestra evidencia a partir de varios estudios en los que se destaca las dificultades que las mujeres encuentran en el ambiente construido actualmente, y la necesidad de formas alternativas de planificación y diseño de tales ambientes. Según la autora, la investigación desde la perspectiva feminista ha enmarcado el campo de la mujer y el ambiente en dos formas significativas: en primer lugar a partir de la discusión entre género y sexo, llamando la atención sobre al primero más que en el segundo. El género es visto por las feministas como un constructo social, sobrepuesto a la biología del sexo y que se refiere a las distintas formas de actuar, preferencias y por supuesto los roles y demás atributos que definen al hombre y a la mujer dentro de una cultura. La aproximación a partir del género ataca la suposición esencialista de que una mujer está estrictamente determinado por la biología; una creencia que estereotipa a las mujeres, que no respeta sus elecciones y no las representa adecuadamente dentro de la sociedad y la cultura. Y en segundo lugar, las feministas abordan la discusión de género y ambiente construido desde las experiencias y las necesidades de las mujeres en el espacio, las cuales giran al aparecer de forma significativa de acuerdo con su edad, su orientación sexual, lugar de residencia, la concepción que tengan de sí mismas y muchas otras circunstancias individuales y culturales . El rol social femenino en el espacio El individuo adquiere su rol femenino o masculino a partir de diferentes mecanismos de aprendizaje que incluyen la imitación de modelos y el moldeamiento de su comportamiento a partir de esos modelos. Respecto a la mirada espacial desde la perspectiva de género, los estudios muestran que a las niñas se les motiva para ser menos exploratorias, más temerosas y menos activas físicamente que los niños. El juego de las niñas involucra menos actividades de manipulación del ambiente, están más restringidas en su ocupación corporal del espacio, manteniendo los muslos cercanos al cuerpo cuando se mueven y colocando menos fuerza en el movimiento en su ocupación (Young, 1990). Su comportamiento es moldeado a través de contingencias que involucran la auto-observación para identificarse como mujeres y así crear su autoconcepto. Las responsabilidades más frecuentemente asignados a las mujeres tienen que ver con actividades que se realizan alrededor de la casa y el cuidado de los niños, más que en actividades fuera del hogar. A los niños por el contrario se les motiva a explorar más el espacio fuera de la casa, se les moldea para ser más independientes; de cierta forma se les inculca que su masculinidad se debe expresar fuera de la casa. De esta forma se va moldeando la forma de actuar de mujeres y hombres asignándoles o imponiéndoles su rol femenino o masculino el cual que no resulta por consiguiente de alguna propiedad escencialista enmarcada en la biología. El rol femenino en el espacio público a través de la historia Al indagar por la relación espacial de género en una perspectiva histórica se observa que desde la antigua Grecia, los espacios privados fueron asignados a las mujeres y el espacio público a los hombres. En este sentido, se crea una oposición simbólica entre la casa y el resto del mundo; lo femenino es la esfera opuesta a lo masculino que corresponde a la vida pública, de tal manera, que el rol de la mujer se asocia principalmente con la casa. Si el lugar de residencia de la mujer es la casa, con seguridad hay factores que moldean el diseño y uso de esos espacios para hacerlos significativos y comprensibles desde los patrones sociales que se le imponen a la mujer. Los lugares públicos y la vida del dominio público se entienden en relación a su antítesis, espacio privado y vida personal. La vida privada tiene sentido únicamente en relación a la vida pública, como anotaron Prost y Vincents en 1991. La configuración física, es decir, los arreglos espaciales que incluían el diseño de las ciudades, de los pueblos, así como las tiendas hasta las oficinas y los hogares, moldean el acceso de los individuos al conocimiento. Los espacios domésticos aunque son sinónimos de espacios privados, han sido concebidos como los que suministran los límites que distinguen entre lo público y lo privado. Las actividades en los lugares públicos y el conocimiento del dominio público determinan el estatus, el poder y la naturaleza e igualdad de las relaciones interpersonales. Por esto, es que para las feministas la casa es vista como un mecanismo de domesticación de la mujer y de esta manera, se trata de colocar a las mujeres en condición de inferioridad. El género como condicionante de las actividades en los lugares públicos a lo largo de nuestra historia, se hace manifiesto en los estudios de Páramo y Cuervo (2006, 2008) y Alarcón (2007), los cuales surgen ante la necesidad de construir una perspectiva histórica de los roles sociales o protagonistas en el espacio público y el papel que éste ha jugado en la configuración de las prácticas sociales de nuestra sociedad. Los estudios llaman la atención, entre otros aspectos sociales, sobre los usos diferenciados de los lugares públicos por parte de distintos actores que han sido protagonistas de las prácticas sociales en el espacio público. Destacan el papel de la gente común – españoles, criollos, indígenas y mestizos- en las prácticas sociales, religiosas, comerciales, lúdicas y políticas situadas en el espacio público de Bogotá. Es así como la mujer en el espacio público durante la colonia, figura como protagonista en las iglesias, el mercado, las fuentes de agua y en las calles, predominantemente dentro de las actividades religiosas. En el caso de las españolas o descendientes de españoles acomodados, fueron rodeadas de sirvientas y esclavos, indios o negros, quienes las acompañaban al mercado y a la iglesia. Son los hombres más que las mujeres quienes participaban de los encuentros en las plazas y calles. Las mujeres de las clases dominantes debían salir cubiertas con una capa desde la cabeza hasta los pies. Las mujeres indígenas, han sido representadas en las plazas de mercado y como sirvientas en las casas de los santafereños más acomodados. La historia social situada en el espacio público de comienzos del siglo XIX, muestran que la plaza principal, las calles y otros espacios públicos, eran vistos como inmorales para las mujeres. La mujer sola en la calle era asociada de forma negativa, era vista como un prostituta, como una mujer en decadencia, la mujer en este sentido es pública y la mujer pública se asocia con que no es respetable. Durante el así llamado periodo decimonónigo era indecente para una mujer no acompañada estar en una calle, o circular por la calle y aun lo es en muchos países. En otras palabras era segregada precisamente por no ser considerada respetable; las mujeres de la calle por mucho tiempo han sido discriminadas y segregadas de los derechos fundamentales.Eran igualmente segregadas de los cafés, lugares donde cualquier hombre podía entrar, además de algunas mujeres, pero solo aquellas con mala reputación. Precisamente, el lugar público que permite tener una lectura de la marginalidad social de la época experimentada por la mujer, es la calle; escenario testigo del recorrido de las personas excluidas. Al respecto, se conoce que son las mujeres llamadas sirvientas las que prestaban servicios domésticos en las casas, quienes hacían uso del espacio público. En palabras del cronista Cordovez (en Páramo y Cuervo 2006) : “Cuando perdían su trabajo (…) vagaban por las calles y plazas entregadas a todos los vicios imaginables sin que ellas mismas tuvieran conciencia exacta de lo que hicieron ni de lo que hacían”. Algunas de estas desertoras sirvientas, hacían presencia, junto con las llamadas “mujeres de mala reputación”, en las celebraciones de las fiestas paganas y corridas de toros. Las prácticas religiosas, estaban más asociadas a mujeres y ancianos. La diferencia de clases era evidente en los acontecimientos sociales, como lo anota Ortega (citado por Páramo y Cuervo 2006): “usar calzado era un aspecto que hacia la diferencia entre las clases sociales, así como la indumentaria de las mujeres criollas, quienes vestían con falda negra, mantilla de paño azul, sombrero de fieltro, copa semiesférica y anchas alas” . Hay que decir que la revolución industrial hizo igualmente su contribución en la disociación entre el lugar de trabajo y de vivienda, asignando al hombre las funciones productivas y a la mujer las de la crianza y el mantenimiento del hogar, reforzando la segregación de funciones en el espacio. Al recuperar parte de las prácticas sociales y sus protagonistas a lo largo del siglo XX, Páramo y Cuervo (en prensa) exploran igualmente el papel de la mujer en los espacios públicos mostrando que ella continúa siendo segregada. Así como la marginalización étnica, la segregación de la mujer, es un proceso social y no consecuencia de una diferencia natural o escencialista entre los seres humanos. Durante la primera mitad del siglo XX, la sociedad se caracterizó por ser muy conservadora en sus costumbres, lo cual se hizo evidente en las restricciones de lugares para las mujeres, donde se daba preferencia al uso exclusivo para los hombres, como ocurría en los cafés. Por su parte, el espacios públicos era usado principalmente para desplazarse al trabajo y al estudio, más no como lugar de encuentro. Se mantiene a lo largo de este periodo histórico territorios casi exclusivos de mujeres, como la iglesia y el lavadero comunal, el pozo o río en la parte alta de la montaña. En la religiosidad, las manifestaciones en el espacio público durante el siglo XX, como las procesiones, mantenían la participación especialmente de las mujeres de los siglos anteriores, así como ocurría en las celebraciones de las misas. Desde el periodo colonial, la religión estableció reglas que controlaron el comportamiento de las mujeres. Algunas se centraron en restringirles el acceso a ciertos lugares o en incidir en su manera de vestir, peinar y comportarse (Alarcón 2007). A final del siglo XX, la mujer, aunque sigue teniendo poco protagonismo en el espacio público, ya no es totalmente desconocida. Su protagonismo se vio incrementado, en la medida que se dio lugar a actividades en el espacio público que socialmente les fueron permitidas, como por ejemplo, las que tienen que ver con las ferias, las actividades artísticas, recreativas y deportivas, el comercio, además de su presencia en los recorridos al trabajo por haberse incorporado a la fuerza laboral. Hemos visto por este breve recorrido histórico que los lugares públicos para todas las mujeres han sido siempre limitados en la medida en que el espacio de la mujer era fundamentalmente el espacio doméstico, y en público han sido las plazas de mercado, ,iglesias y centros comerciales, si es que les cabe el calificativo de públicos. Estudios como estos muestran la necesidad de redefinir buena parte de lo que hoy consideramos los acontecimientos históricos, para hacer visible lo que hasta el momento forma parte de lo olvidado y recuperar la historia y los lugares que la hacen significativa, como los asuntos que tienen que ver con la mujer y sus roles sociales. La mujer y la movilidad Si bien las cosas han cambiado en las úlltimas décadas para la mujer, permitiéndole hacer parte de la fuerza laboral, el diseño urbano no ha ido en consonancia con las nuevas responsabilidades que ha asumido. Además de las labores de hogar, ahora la mujer debe desplazarse para dejar a sus hijos en la escuela o algún otro lugar donde viva la persona que los cuide mientras ella trabaja, al lugar de hacer las compras y por supuesto ir al trabajo. El tiempo de estos desplazamientos es mayor y los sistemas de transporte al igual que el espacio se han diseñado dentro de la vieja disociación a la que hacíamos referencia. Por estas razones las mujeres requieren de horarios más flexibles, mayores conexiones de transporte con centros de servicios, de salud, comerciales, etc, debido en buena parte, a que es el hombre quien suele hacer uso del automóvil familiar. Al ejercerse mayores demandas para la mujer y complejizarse su situación le queda poco tiempo para otras actividades lúdicas, sociales o culturales; de ahí que las mujeres conozcan menos la ciudad y se mantengan en mayor aislamiento con respecto a los hombres como se refleja al comparar mapas cognoscitivo de ciudades entre hombres y mujeres (Milgram y Jodelet, 1976, Appleyard, 1970). El tránsito de las mujeres, principalmente a pié y en el trasporte público, y el temor al crimen junto con las medidas precautelativas que tiene que tomar cuando se desplaza por el espacio público restringen el dónde, el cuándo y el cómo se pueden mover en la ciudad lo que afecta por consiguiente la representación que pueden hacer de la ciudad en que viven. Las mujeres siempre están en movimiento en los luares públicos, pareciera que la única función que cumple es la de facilitarles la movilidad y que tuvieran que dar una explicación por estar quietas, mientras que los hombres simplemente ocupan el espacio como si les perteneciera. Lo masculino y lo femenino dentro del hogar Otros estudios miran la manera de identificación de los roles masculinos y femeninos dentro del hogar como el de Saegert & Winkel (1980), en donde se muestra que los objetos que existen dentro de la casa expresan la personalidad de las mujeres, más que la de sus esposos, quienes valoran en mayor medida los objetos de acción, tales como los televisores, los equipos de estéreo, los equipos deportivos, los vehículos. Mientras los objetos de contemplación tales como las fotografías, las esculturas son mayormente valorados por las mujeres. Tales estudios concluyen que para los hombres el mundo es un lugar para hacer cosas, mientras que para las mujeres es un lugar para relacionarse con las cosas, esto no significa necesariamente que las mujeres no hagan cosas distintas. En la búsqueda de explicaciones sobre la diferenciación entre lo público y lo privado a partir del género, Chodorow (1978) argumenta que la masculinidad que los muchachos deben conseguir, se logra únicamente escapando de la vida domestica. Siendo así, es importante considerar la manera como se distribuye la labor entre hombres y mujeres, pues cuando los hombres no están en el trabajo, están descansando o divirtiéndose, sin embargo cuando se trata de las mujeres, ellas tienen muchas más responsabilidades además del trabajo, ya sea en su casa o en los lugares públicos, como hacer las compras, llevar a los niños al colegio y otro tipo de actividades afines. Mientras que las mujeres “pertenecen a sus lugares de vivienda”, los hombres pueden tener fácilmente acceso a lugares más distantes de su lugar de vivienda donde otra gente se reúne. Esto es el resultado de la tendencia a dividir los ambientes en sexualmente asimétricos, entre lo privado y lo público y pareciera mantenerse hoy en día en una variedad de formas en los países musulmanes y latinoamericanos. División que contribuye a restringir la movilidad de la mujer en el espacio público y a prevenirlas de participar completamente como trabajadoras y como ciudadanas. Otra hipótesis establece que la diferenciación entre hombres y mujeres con respecto a sus diferentes percepciones obedece a lo que Parke y Thrift (1980) llaman: croneografía, según la cual las imágenes que crean las mujeres sobre el espacio son distintas en la medida en que ocupan espacios que aunque son los mismos de los hombres, en muchos casos éstos son percibidos o experimentados en tiempos diferentes por consiguiente ofreciendo aspectos estéticos y funcionales diferentes. Como ya se ha hecho notar, existen diferencias culturales en el uso de los espacios públicos; algunas culturas enfatizan la importancia de la interacción entre miembros del mismo género. Ciertos lugares públicos dan más oportunidades para interacciones entre personas del mismo género que otros. Por ejemplo el sector de Soho en Nueva York es permisivo para las parejas gay pero esto es una excepción de lo que se puede observar en los espacios públicos abiertos de otras ciudades del mundo. La experiencia femenina a partir de diferentes roles en el espacio público Un estudio reciente adelantado por los autores de este artículo da evidencia importante sobre la manera como es experimentado el espacio público a partir de los distintos roles que se derivan del de mujer. El trabajo se realizó dentro de los delineamientos de la etnografía rápida, según la cual es posible indagar sobre la experiencia de grupos de personas valiéndose de varios entrevistadores quienes trabajan simultáneamente en recolección de información sobre un aspecto de la experiencia del grupo como en este caso, sobre la experiencia de la mujer en el espacio público. La investigación se llevó a cabo mediante entrevistas en profundidad realizadas con mujeres entre 18 y 40 años de edad de distintas condiciones socio-económicas y distintos roles o actividades sociales. Así, se incluyeron trabajadoras sexuales, vendedoras informales en el espacio público, estudiantes universitarias, ejecutivas trabajadoras de oficina y profesoras de educación básica. La información objeto de estudio fue recogida mediante entrevistas en profundidad de forma individual, que si bien siguieron un formato general alrededor de la manera como experimentan el espacio público como: los lugares públicos más frecuentados, los usos más frecuentes y la experiencia con los extraños, las entrevistas indagaron sobre aspectos particulares que iban informando cada participante. Las entrevistas en profundidad llevadas a cabo se trascribieron y luego fueron agrupadas de acuerdo con el rol social de las participantes y procesadas mediante el programa para computador Atlas.ti, herramienta informática que facilitó el análisis de datos cualitativos como los generados por las entrevistas de las que se valió el estudio. La investigación dio evidencia a favor de que el rol social que se desempeñe dentro del espacio tiene incidencia en cuanto a la manera como es percibido y usado por las mujeres. Las trabajadoras sexuales y vendedoras informales lo ven principalmente como un recurso del cual pueden sacar provecho económico, distinta a la percepción y uso que le dan estudiantes, profesoras y ejecutivas quienes hace de éste principalmente un espacio de conectividad para llegar a su destino. Mientras que en las primeras el contacto con extraños es de tipo comercial, en las segundas es menos frecuente y de mayor desconfianza a no ser que se busquen ciertos lugares privados abiertos como cafés, bares o haya un acontecimiento cultural que congregue a varias personas en un lugar público. Se reconoce sin embargo por todas las participantes que la condición de mujer ofrece algunos privilegios departe de los hombres en los lugares públicos cuando se tiene que hacer una fila, pagar un servicio publico, ocupar una silla en un transporte público. En el caso de las vendedoras informales se registra un trato amable con los extraños en algunos casos, quizás por el contacto personal y directo con la vendedora, como ocurría antiguamente en las plazas de mercado, situación que ha desaparecido en la actividad comercial hoy día. La calle es un lugar de trabajo para unas y un lugar donde se pueden apreciar las diferencias culturales para otras, su rol social condiciona no solamente su uso sino sus percepciones. Tanto para las trabajadoras sexuales como para las vendedoras informales las respuestas a la entrevista giraron siempre alrededor de la calle como escenario comercial de donde pueden obtener beneficios económicos, se da un trato particular con el cliente guardando por supuesto diferencias en cuanto al tipo de relación que se establece. Las estudiantes, profesoras y ejecutivas, frecuentan mayor número de lugares públicos como bares, discotecas, ciclovía y parques. Y en este sentido el espacio público cumple mayor diversidad de funciones incluyendo culturales, de recreación, de encuentro para aquellas mujeres que desempeñan otros roles sociales. De acuerdo con la información suministrada es posible afirmar que a la mujer, independientemente de su rol social, se le segrega de los espacios públicos al no permitírsele circular libremente, en la medida en que se invade su privacidad mediante contactos físicos no consentidos o se le violenta de forma verbal cuando no física. Las mujeres en el espacio público son vulnerables a los ataques corporales y al acoso verbal; son intimidadas con la mirada de los hombres, la presencia de indigentes, enfermos mentales, en su mayoría hombres. El acoso muestra que una vez ellas están en público no acompañadas por hombres las mujeres no pueden reclamar su derecho a la privacidad como lo pueden hacer los hombres, mas aún, en la forma como son miradas o como se comenta acerca de ellas. Molestando las mujeres en lugares públicos se evidencia que las mujeres aún son definidas y percibidas en términos de su sexualidad y no gozan del derecho a la privacidad. Más serio aún, es la situación de las trabajadoras sexuales, quienes se exponen permanentemente al acoso de los policías, a violaciones sexuales e insultos. Es el temor a estas agresiones las que se constituyen en el argumento principal para desconfiar de los extraños, de circular por la mayor parte de los lugares públicos en particular en la noche o por aquellos lugares sucios y solitarios. Igualmente la mujer se convierte en una víctima de procesos de zonificación con las tendencias de la ciudad hacia una homogeneidad funcional de tipo social, impidiendo la accesibilidad o señalando lo inapropiado de muchos lugares o muchos servicios públicos vitales para la mujer. Y es esta una de las principales razones por las cuales las mujeres prefieren los centros comerciales a las calles, se sienten más seguras además de la diversidad de estimulación que reciben o distracción: cines, restaurantes, juego para los niños, bares, cafés. Las calles, parques y en general todos los lugares públicos, parecieran igualmente representar la visión masculina de la actividad comercial, deportiva o la recreativa, alejando a las mujeres de estos lugares haciendo que opten por lugares cerrados como los centros comerciales para hacer compras, el gimnasio para hacer deporte, o el jardín de su casa para entrar en contacto con la naturaleza. Según la opinión de la mayor parte de las participantes, las mujeres se ven en algunos casos favorecidas en el desenvolvimiento en el espacio público, pues, muchas veces los hombres tratan de mostrar caballerosidad cediéndoles el puesto en los buses, en la fila y los funcionarios de las oficinas y en el transporte público son mas atentos con las mujeres que con los hombres. La relación con otras mujeres extrañas es principalmente de curiosidad, se busca en otras mujeres la moda, el maquillaje, la valoración sobre lo bello y lo feo, quizás sea el espacio público un escenario en el que se transmiten las tendencias de la moda en el vestir. Los principios de planeación todavía asumen que el dominio del hombre es lo público mientras que el de la mujer es lo doméstico y de esa manera, el diseño y la planeacion de muchos lugares públicos no se ha orientado a atender las necesidades de las mujeres o de los niños; hay pocos lugares para cuidar de los niños, para cambiarlos y por lo tanto hay un desconocimiento de esta necesidad. El estudio dio lugar a formular algunas iniciativas físico espaciales para el diseño y la planeacion del espacio urbano que atiendan las necesidades de las mujeres. En primer lugar hay que señalar que la responsabilidad de esta segregación no solo recae en los individuos particulares sino también en el Estado al no asumir el diseño espacial para todos, y en las firmas constructoras que no respetan la reglamentación sobre las características que debe tener la obra en cuanto a espacios de sesión, accesibilidad, seguridad, etc. Es importante reconocer que al no respetarse las normas en la cesión que deben hacer los urbanizadores sobre las condiciones de iluminación, amplitud de espacios, zonas verdes etc. y al ser el Estado permisivo frente a estas irregularidades, se contribuye igualmente, aunque de manera indirecta a segregar a la mujer del espacio público. A este respecto, se sugiere la ampliación y el mejoramiento de andenes y vías, el mejoramiento e implementación de accesos a puentes peatonales mediante un diseño de rampas y escaleras que no demanden mucho esfuerzo para acceder al puente y que las proteja de la mirada de los curiosos. Por otra parte se hace necesario la construcción de baños públicos por toda la ciudad bien mantenidos y seguros. Y la recuperación y creación de zonas verdes, con el fin de mejorar las condiciones para el desplazamiento y disfrute de los espacios públicos que son mayormente utilizados por las mujeres. El asunto de la seguridad sigue siendo todavía muy serio con relación al desplazamiento de las mujeres por el espacio público. Alternativas para resolver parte de esta problemática, incluyen en primer lugar el reconocimiento de la desigualdad entre las necesidades del hombre y las mujeres, la dicotomía simbólica entre lo público y lo privado, lo masculino con lo femenino, el trabajo con la casa, la suposición de la división de la labor por género. Otro aspecto que se aborda en el estudio es la necesidad de conectividad entre los lugares de vivienda privados y los lugares públicos adoptando aspectos de diseño y otras medidas para mejorar el tránsito público o el trasporte público e incrementar la seguridad permitiendo a las mujeres y a los demás viajar más fácilmente, más frecuentemente y durante distintos momentos del día. Buena iluminación, señalización no restringida, eliminación de trampas u oportunidades para asaltos, la habilidad para encontrar ayuda de otros y la visibilidad de otros, son aspectos que deben ser tenidos en cuenta en el diseño del espacio público. Inequidad espacial: La producción ideológica del espacio y su reproducción en la planeación. Un reflejo de la ideología masculina sobre el espacio se encuentra en los principios de diseño y de planeación urbana. En la planeación del transito público, como ya lo hicimos notar anteriormente, el rol económico de los hombres y su programa es la principal preocupación en la localización y programación del transito mostrando menos, si alguna atención, al empleo de las mujeres y a los cuidados y responsabilidades del cuidado familiar en su programación a través del día. La ubicación de las casas y su diseño desconocen las necesidades de las mujeres para generar ingresos ya sea en el hogar o cerca del hogar, ya que muchas de ellas podrían trabajar desde su casa . La presunción de que el trabajo se realiza fuera de la casa aumenta la dificultad de las mujeres para combinar con flexibilidad sus actividades en ambos lugares. El énfasis en el diseño espacial se ha puesto en las actividades laborales consideradas masculinas y de esta manera se dificulta el desplazamiento que tienen que hacer las mujeres entre su hogar, el colegio de los hijos, los lugares para hacer compras y demás actividades laborales en oficinas ubicadas en el centro de las ciudades produciendo cruces en horarios e inconveniencias para las mujeres. Pareciera que la única actividad pública que se espera que hagan las mujeres en público es comprar, lo cual es una extensión de su rol privado como ama de casa. Será por esto que en muchos países los ambientes que son altamente controlados, bien iluminados y bien poblados hacen de los centros comerciales un lugar seguro y aceptable para las mujeres. No son muchos los estudios que recogen la experiencia de la mujer en el espacio. No creemos que se deba a que no exista un espacio público diferenciado según el género, creemos más bien que la investigación en las disciplinas que estudian la dimensión espacial reproducen la visión masculina proyectando en sus estudios su sistema de valores en los que lo femenino no representa algo que valga la pena estudiar o en el peor de los casos, algo que no se quiera reconocer. No obstante, los pocos estudios dejan ver la marginalidad de la mujer en el espacio público, pero son menos aún los encontrados en la literatura en los que se explora la experiencia a partir del rol que desempeña cuando hace presencia en el espacio público. Al igual que lo señala Vázquez (1986), la observación sistemática de la vida cotidiana de la mujer en el espacio público urbano pone de manifiesto la variedad de actividades que éstas realizan y la diversidad de ejes en torno a los que la organizan: el trabajo, la recreación, la vida familiar, etc, que si bien no diferencian de manera excluyente unas categorías de otras, si, denotan tendencias de carácter colectivo. De esta manera es posible hipotetizar que el espacio público es representado y ocupado de forma particular para distintos roles sociales que ocupa la mujer en la sociedad y por este motivo resulta importante estudiar la experiencia de la mujer en el espacio público, ya que la realidad de la mujer no puede estudiarse únicamente desde sus funciones en el espacio privado. Conclusión Este artículo complementa la investigación documental adelantada por Franck (2000), Ortiz (2007) y Soto (2007) sobre las relaciones entre el género y el espacio. Se agregan a dicha revisión otros estudios que incluyen los de los autores del presente trabajo en los que se destaca el rol social en la experiencia femenina del espacio. Al identificar las distintas experiencias que viven las mujeres en el espacio público y señalar algunas de sus necesidades, este artículo propone que los ambientes deben ser más responsivos a las necesidades y experiencias específicas de las mujeres que surgen de su rol dentro de los lugares públicos. La observación de las experiencias y percepciones de la mujer sobre el espacio público a lo largo de la historia y en el presente, da evidencia a favor de la relatividad del espacio a esta escala urbana y suministra información importante para una planificación y gestión social más equitativa. Habrá que investigar sin embargo, otros aspectos relacionados entre la mujer y el espacio público como por ejemplo la edad, la raza, la clase, las preferencias sexuales y la aceptación para ocupar espacios públicos. Las investigaciones sobre las mujeres, y la relación entre mujer y ambiente han identificado igualmente diferencias significativas en las actitudes y actividades de las mujeres de diferentes grupos étnicos y condiciones económicas, aspecto éste que deberá ser estudiado en nuestro medio. El concepto de control ambiental y junto con el de “reglas del lugar” (Páramo, 2007) ofrecen perspectivas para estudiar la manera como las mujeres se apropian o territorializan el espacio público. Será necesario a este respecto, investigar igualmente sobre las distintas necesidades de hombres y mujeres en los equipamientos urbanos que tengan en cuenta los distintos roles sociales. Los usos del espacio público por parte de las mujeres, sus temores y conflictos con los extraños se constituye en un escenario de tensiones entre los elementos de la estructura social, razón de más para no seguir estudiando el espacio de forma absoluta, sino desde su dimensión psicológica y social. Finalmente, se hace necesario preparar a las personas a aceptar la orientación sexual de todas las personas permitiendo salir del clóset tanto a hombres como mujeres que han sido censurados por mostrar sus preferencias en público. Corresponde entonces a los programas de cultura ciudadana reconocer que los lugares públicos tienen reglas y que es necesario enseñarlas, en particular las reglas de convivencia con las mujeres en el espacio público. REFERENCIAS Alarcón, M.B (2007) La mujer y los espacios públicos en Bogotá en la primera mitad del siglo XX. Pre-til. 13. pp. 58-74 Appleyard, D ( 1970) Styles and methods of structuring a city. Environment and Behavior, 2, 100-117 Baron, R y Byrne, D (1998) Psicología social. Madrid. Prentice Hall Chodorow , N (1978). The reproduction of modering. Berkeley: University of California Press. Loyd, B (1975). Woman’ s place, Man’s place, Landscape, No. 20: pp: 10-13. Folguera, P (1982). 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