Ecosocialismo o neobarbarie (A partir de Michael Lowy)

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Ecosocialismo o neobarbarie (A partir de Michael Lowy)
Andrés Lund Medina
I. “Eco” y “socialismo”
El término “Ecosocialismo” pretende unir dos palabras -“ecología” y “socialismo”- para
crear un nuevo significado, un concepto diferente, un pensamiento cargado de
reflexión, de análisis, de crítica y, también de utopía.
El “eco” de la primera parte de este neologismo alude al oikos, a la casa humana, es
decir: a la Naturaleza y a la Sociedad, a la relación del ser humano con la Naturaleza.
La prioridad de este oikos en el nuevo término subraya, de entrada, la centralidad de
los problemas ecológicos en cualquier reflexión sobre un proyecto social global. La
segunda parte de este nuevo término, “socialismo”, remite a un proyecto social que
pretende trascender al capitalismo, instaurando una sociedad más libre, justa e
igualitaria. Sin embargo, el que se le coloque después del “eco” significa que ese
“socialismo” quiere ser diferente y subordinado al cuidado del oikos.
El “eco” remite a lo que es (al oikos que habitamos), en cambio “socialismo” apunta a lo
que no es pero debe ser (a la utopía); la palabra “ecología” alude a problemas,
desastres, crisis ambiental; “socialismo” quiere significar a una sociedad capaz de
superar los problemas (sociales y ambientales) que el capitalismo no puede solucionar.
El ecosocialismo quiere plantearse como una propuesta de solución global de los
problemas ambientales y como una alternativa al capitalismo.
Uno de los forjadores de este proyecto de Ecosocialismo, Michael Lowy, dice: “Cuando
el tema es ecología y socialismo, lo primero a considerar es hasta qué punto la razón
capitalista está llevando a nuestro pequeño planeta -y a los seres vivos que lo habitana una situación catastrófica desde el punto de vista del medio ambiente, de las
condiciones de supervivencia de la vida humana y de la vida en general.” (1)
Para él, como para otros ecosocialistas, el oikos que habitamos los animales humanos
y el conjunto de seres vivos no humanos, nuestra “Patria-Tierra” como la llama Edgar
Morin, está siendo saqueado, destruido y desequilibrado por la “racionalidad capitalista”
a un ritmo tan intenso y en proporciones tan vastas que puede conducirnos a un
suicidio (de la especie humana) pero también a un ecocidio (como ya ocurre en amplias
regiones del planeta), e incluso a un “terricidio”. Para los ecosocialistas, el origen y la
causa de la crisis ecológica es el capitalismo. Así lo manifiesta Lowy:
“Actuando sobre la naturaleza y su equilibrio ecológico, el régimen, con su imperativo
de expansión constante de la rentabilidad, expone los ecosistemas a contaminantes
desestabilizadores; fragmenta hábitats que han evolucionado durante eones para
permitir el florecimiento de los organismos, despilfarra los recursos y reduce la sensual
vitalidad de la naturaleza al frío intercambio requerido por la acumulación de capital.”
(2)
II. Crítica ecosocialista al capitalismo
La mayoría de ecosocialistas asume la crítica de Marx al capitalismo, la actualiza y la
desarrolla, pero también pretende renovar la perspectiva de una sociedad que supere
al capitalismo, ligando los problemas sociales con los ecológicos. Los ecosocialistas no
son como esos “verdes” que postran la razón ecológica ante la “racionalidad” del
Capital; son “verdes” aunque también son “rojos”, y por eso no transigen en su defensa
de la naturaleza ni en su crítica al capitalismo. Los ecosocialistas son ambientalistas
comprometidos pero se adhieren asimismo a una izquierda radical, anticapitalista, que
no se satisface con las insuficientes reformas que no van a la raíz de los problemas
actuales, es decir, a la necesidad de trascender el capitalismo.
Los ecosocialistas cuestionan la “lógica” explotadora y depredadora del Capital,
concebido éste como una fuerza social anónima y enajenada que, mercantilizando todo
y privatizando las riquezas, promueve el consumisno y el productivismo en su impulso
de dominar y someter a la naturaleza y al propio ser humano para producir más e
incrementar sus ganancias. Michael Lowy, un marxista renovador siempre en diálogo
con tradiciones no marxistas, se remite a Karl Polanyi y a Weber para caracterizar
críticamente al capitalismo:
“El capital es una formidable máquina de reificación (cosificación). Después de la Gran
transformación de la que habla Karl Polanyi, es decir, después de que la economía
capitalista de mercado se ha autonomizado, de que se ha –por decirlo así–
“desatorado”, ésta funciona únicamente según sus propias leyes, las leyes
impersonales de la ganancia y de la acumulación. Ésta supone, subraya Polanyi, ‘la
transformación de la sustancia natural y humana de la sociedad en mercancías’,
gracias a un dispositivo, el mercado autorregulador, que tiende inevitablemente a
‘romper las relaciones humanas y... a aniquilar el hábitat natural del hombre’.” (3)
El mismo Lowy cita al sociólogo Max Weber, crítico de todo socialismo, cuando éste
describe a la economía capitalista como reificadora o cosificadora, e incompatible con
criterios éticos (humanos): “La reificación de la economía fundada sobre la base de la
socialización del mercado sigue absolutamente su propia legalidad objetiva... El
universo reificado del capitalismo no deja ningún lugar a la orientación caritativa... En
contraste con las otras formas de dominación, la dominación económica del capital, por
el hecho de su carácter impersonal, no podría ser regulada éticamente... La
competencia, el mercado, el mercado de trabajo, el mercado monetario, remiten a
consideraciones objetivas, ni éticas ni antiéticas, simplemente no-éticas... comandan el
comportamiento en el punto decisivo e introducen instancias impersonales entre los
seres humanos involucrados.” (4)
Con todo, el ecosocialismo no niega su lazo con los aportes críticos y la perspectiva
superadora del capitalismo que viene de Marx y de cierto marxismo, ni, mucho menos,
los cuestionamientos, las propuestas y elaboraciones teóricas de la ciencia ecológica y
del movimiento ecologista:
“El ecosocialismo parte de algunas ideas fundamentales de Marx sobre la lógica del
capital y de algunos de los descubrimientos, avances y conquistas científicas del
movimiento ecológico y de la ciencia ecológica. Marx no había planteado todavía la
cuestión de la ecología en su análisis porque, en su época, la cuestión era muy poco
evidente. Pero él afirma, en El Capital, que el sistema capitalista agota las fuerzas del
trabajador y las fuerzas de la Tierra. Traza un paralelo entre el agotamiento del
trabajador y el agotamiento del planeta. Por lo tanto, el desarrollo del capitalismo acaba
con la naturaleza.” (5)
Sea una “economía capitalista autonomizada” (Polanyi) o una “dominación impersonal”
(Weber), el capitalismo es explicado por la dinámica de un Capital enajenado (Marx),
es decir: ajeno al control humano, que funciona con sus propias leyes, a las que
somete a la sociedad y a la naturaleza: producir más para incrementar sus ganancias,
acumular y reproducirse como Capital a una escala cada vez más amplia.
Por eso, Marx caracterizaba al capitalismo como una sociedad invertida y fetichizada:
en ella no es el ser humano el que domina a la economía, sino ésta la que lo domina a
él; la creación humana (el Capital como fuerza social productivista) se vuelve ajena y
domina a sus creadores, como Fetiche o monstruo con vida y personalidad; la
economía, entonces, no sirve para satisfacer las necesidades humanas, ya que, más
bien, el ser humano y la naturaleza sirven a la economía (al Capital) para satisfacer su
“sed insaciable de ganancias”. La Cosa (Mercancía, Dinero, Máquinas) parece viva y
potente, mientras los seres vivos (humanos y no humanos) son cosificados, impotentes
ante el impulso dominador de la Cosa.
Por cierto, esta Dialéctica de la Enajenación atraviesa todo el pensamiento de Marx,
desde sus obras juveniles hasta sus últimos textos:
-“El objeto producido por el trabajo, su producto, se enfrenta a él como algo extraño,
como un poder independiente del productor...” (Manuscritos económico-filosóficos de
1844).
-“El capital no consiste en que el trabajo acumulado sirva al trabajo vivo como medio
para nueva producción. Consiste en que el trabajo vivo sirva al trabajo acumulado
como medio para conservar y aumentar su valor de cambio.” (Trabajo asalariado y
capital, 1849)
-“No se pone el acento sobre el estar-objetivado sino sobre el estar-enajenado, el estaralienado, el estar-extrañado, el no-pertenecer-al-obrero, sino a las condiciones de
producción personificadas, id est, sobre el pertenecer-al-capital de ese enorme poder
objetivo que el propio trabajo social se ha contrapuesto a sí mismo como uno de sus
momentos.” (Grundrisse de 1857-1858)
-““En la maquinaria el trabajo objetivado se le presenta al trabajo vivo, dentro del
proceso laboral mismo, como el poder que lo domina y en el que consiste el capital según su forma- en cuanto apropiación del trabajo vivo.” (Grundrisse de 1857-1858)
“Los efectos de las cosas, como aspectos materializados del proceso de trabajo, le son
atribuidos en el capital, en su personificación, su independencia respecto del trabajo.
Dejarían de producir esos efectos si dejasen de enfrentar al trabajo en esa forma
enajenada. El capitalista, como tal capitalista, no es más que la personificación del
capital, esa creación del trabajo dotada de su propia voluntad y personalidad, que se
opone al trabajo.” (Teorías de la plusvalía, manuscritos de 1861-1863)
-“El capital se manifiesta también bajo la forma de trabajo pasado -en la máquina
automática y en las máquinas puestas en movimiento por él-, se manifiesta, como es
posible demostrar, independientemente del trabajo vivo; en vez de someterse al trabajo
vivo, él lo subordina a sí mismo; el hombre de hierro interviene contra el hombre de
carne y hueso. El sometimiento del trabajo del hombre de carne y hueso al capital, la
absorción de su trabajo por parte del capital, absorción en la cual está encerrada la
sustancia de la producción capitalista, interviene aquí como factor tecnológico. La
piedra angular está lista. El trabajo muerto puesto en movimiento y el trabajo vivo, que
es sólo uno de sus órganos dotados de conciencia, se hacen evidentes. El vínculo vivo
de todo el taller no se apoya en la cooperación; ahora el sistema de máquinas forma un
todo puesto en movimiento por un primer motor y abarca a todo el taller, un todo al cual
está subordinado el taller vivo en cuanto está compuesto de obreros. De esta manera,
el todo del sistema de máquinas obtuvo una forma independiente de los obreros y sin
ninguna relación con ellos...” (Manuscrito de 1861-1863).
-“La dominación del capitalista sobre el obrero es por consiguiente la de dominación la
cosa sobre el hombre, la del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la del producto sobre
el productor, ya que en realidad los medios de producción, se convierten en medios de
dominación sobre los obreros (pero sólo como medios de dominación del capital
mismo), no son sino meros resultados del proceso de producción…. En la producción
material, en el verdadero proceso de la vida real social….se da exactamente la misma
relación que en el terreno ideológico se presenta en la religión: la conversión del sujeto
en objeto y viceversa.” (El Capital, Capítulo VI, manuscritos de 1863-1865)
-“Al transformar el dinero en mercancías que sirven como materias formadoras de un
nuevo producto o como factores del proceso laboral, al incorporar fuerza viva de trabajo
a la objetividad muerta de los mismos, el capitalista transforma valor, trabajo pretérito,
objetivado, muerto, en capital, en valor que se valoriza a sí mismo, en un monstruo
animado que comienza a "trabajar" cual si tuviera dentro del cuerpo el amor... De tal
manera, los participantes en la producción capitalista viven en un mundo embrujado, y
sus propias relaciones se les presentan como propiedades de cosas... El capital que
rinde interés se personifica en el capitalista financiero, el capital industrial en el
capitalista industrial, el capital que da renta en el terrateniente como dueño de la tierra,
y por último, el trabajo en el asalariado. Entran en la lucha competitiva y en el
verdadero proceso de producción como esas formas rígidas, personificadas en
personalidades independientes que al mismo tiempo parecen ser simples
representantes de cosas personificadas. La competencia presupone esta
exteriorización... y en la superficie la competencia parece ser nada más que el
movimiento de este mundo invertido.” (El Capital I, 1867)
Si el capitalismo se caracteriza por el dominio de la Cosa sobre el ser humano (y la
naturaleza viva), por ser un mundo invertido donde lo creado sojuzga al creador; si el
Capital es la enajenación de una fuerza social impersonal que enajena vida (humana y
no humana) para acrecentar su poder, si es un “valor que se valoriza a sí mismo”, el
ecosocialismo debe ser una sociedad en donde el ser humano asuma el control
democrático de sus fuerzas sociales para reconciliarse consigo mismo y con la
naturaleza.
III. Ecosocialismo o catástrofe y barbarie
¿Qué implicaciones ecológicas tiene el desarrollo de esta fuerza social enajenada y
enajenante que es el Capital que busca producir, dominar y acumular? Michael Lowy
es muy tajante al respecto:
“El crecimiento exponencial de la contaminación del aire en las grandes ciudades, del
agua potable y del ambiente en general; el calentamiento del planeta, el principio de la
fusión de los glaciales polares, la multiplicación de catástrofes "naturales"; el principio
de la destrucción de la capa de ozono; la destrucción, a una velocidad creciente, de los
bosques tropicales y la rápida reducción de la biodiversidad por la extinción de miles de
especies; el agotamiento de tierras, su deseritficación; la acumulación de basura,
principalmente nuclear, imposible de manejar; la multiplicación de accidentes nucleares
y la amenaza de un nuevo Tchernobyl; la contaminación de la comida, las
manipulaciones genéticas, las "vacas locas", la carne con hormonas. Todas las luces
están rojas: es evidente que el curso enloquecido de las ganancias, la lógica
productivista y la mercantilización de la civilización capitalista/industrial nos conduce a
un desastre ecológico de proporciones incalculables. No es ceder al «catastrofismo» el
constatar que la dinámica del «crecimiento» infinito inducido por la expansión
capitalista amenaza los fundamentos naturales de la vida humana en el planeta.” (6)
Como puede apreciarse la crítica ecosocialista es muy amplia y diversa; en su
perspectiva crítica se abarcan:
-los problemas generados por los grandes desequilibrios planetarios (el “efecto
invernadero” y los cambios climáticos, el empobrecimiento de la capa de ozono que
nos ha protegido de las radiaciones solares, etc.);
-los diversos desequilibrios regionales en determinados ecosistemas (la contaminación
y desecación de lagos y mares interiores, la deforestación creciente de selvas y
bosques, la desertización de tierras, etc.);
-las recurrentes catástrofes ecológicas (provocadas por las plantas de energía nuclear,
los derrames de petróleo, etc.);
-los problemas que tienen que ver con la contaminación del aire y del agua, o con el
agotamiento de la tierra;
-la acelerada destrucción de la biodiversidad (cada día desaparecen para siempre 10
especies de seres vivos);
-el creciente peligro que implican las biotecnologías y los organismos genéticamente
modificados;
-lo peligroso y nocivo que cada vez más resultan las principales fuentes energéticas del
capitalismo (petrolera y nuclear) y la necesidad de desarrollar otras, como la energía
solar, inhibidas por los intereses económicos creados.
Para los ecosocialistas todos esos problemas tienen su raíz en el industrialismo y el
productivismo que promueve la sed de ganancias del Capital, por lo que insisten en la
necesidad de acabar con él para frenar la prolongación de estos problemas y empezar
a solucionarlos.
La posición ecosocialista supone que el capitalismo es incapaz de resolver los
problemas sociales y ecológicos que genera porque éste nunca atentará contra su
propia esencia productivista enajenada, y ello se reafirma con la propia actitud de las
“personificaciones” del Capital, los voceros de las grandes transnacionales, que no
están dispuestos a tomar medidas de fondo contra el desastre ecológico en curso. Un
ejemplo de ello es el llamado Protocolo de Kyoto: las “personificaciones” del Capital
con cierta conciencia ecológica del desastre que cada vez se aproxima más por el
efecto invernadero (cambios climáticos, derretimiento de las zonas glaciales,
hundimiento de las ciudades costeras), acordaron una medida totalmente insuficiente e
incluso contraproducente para los países dependientes y semicoloniales:
“El Protocolo de Kyoto busca, eventualmente, estabilizar el efecto invernadero para
dentro de 10 ó 15 años -explica Michael Lowy-, con base en un mecanismo absurdo
llamado “mercado de los derechos de contaminar”. Los países más ricos siguen
contaminando el mundo, pero basados en la posibilidad de comprar de los países más
pobres el derecho de contaminar lo que ellos no utilizan. Transforman el derecho de
polución en mercadería. De este modo, las naciones continúan contaminando: tanto
cuanto puedan o estén dispuestos a pagar. Eso es lo más avanzado que la elite
dominante consiguió producir. Ese acuerdo mínimo, vacío, fallido, es perfectamente
incapaz de responder al problema: los Estados Unidos, que son el país más
contaminador del mundo, se niegan a firmarlo y, mientras tanto, siguen desarrollando
su economía con la lógica de la destrucción y de la contaminación.” (7)
Las “personificaciones” del Capital que hablan por él (empresarios, políticos,
economistas) incluso se disfrazan de “ecologistas” y prometen “desarrollo social”,
“equilibrado”, “integral”, ¡”humano”!, y, últimamente, cuestionados por los movimientos
ecologistas, ofrecen “desarrollo sustentable.” Sin embargo, en el documento base de
esta nueva mitificación (“Nuestro futuro común”, 1992) se reconoce la “degradación del
ambiente”, pero provocada por los pobres y como freno del desarrollo económico,
lanzando la zanahoria de la ‘sustentabilidad’ a los ecologistas para integrarlos a sus
discursos “desarrollistas”, como lo denunció el antidesarrollista Jean Robert.
Uno de los economistas más importantes de nuestros tiempos, Wallerstein en su
reflexión sobre “Ecología y Costes de Producción Capitalistas” ha argumentado con
rigor que, dado el descenso de la tasa media de ganancia, “la puesta en práctica de
medidas ecológicas significativas y seriamente llevadas a cabo, podría ser el golpe de
gracia a la viabilidad de la economía-mundo capitalista.” Por eso, dice, podemos
esperar que compren tiempo (desplazando los problemas ambientales a los países
periféricos) pero no a que se tomen medidas serias contra la degradación ecológica. El
ecosocialista Michael Lowy lo vuelve a plantear en términos muy claros:
“Creemos que el actual sistema capitalista no puede regular, y mucho menos superar,
las crisis que ha desatado. No puede resolver la crisis ecológica, porque hacerlo
requiere poner límites a la acumulación -una opción inaceptable para un sistema cuya
prédica se apoya en la divisa: ¡crecer o morir! Y no puede resolver la crisis planteada
por el terror y otras formas de rebelión violenta porque hacerlo significaría abandonar la
lógica imperial, lo que impondría límites inaceptables al crecimiento y a todo el "modo
de vida" sostenido por el ejercicio del poder imperial. Su única opción restante es
recurrir a la fuerza bruta, incrementando así la alienación y sembrando las semillas del
terrorismo... y del antiterrorismo que lo sigue, evolucionando hacia una variante nueva
y maligna de fascismo... En suma, el sistema capitalista mundial está en una
bancarrota histórica. Se ha convertido en un imperio incapaz de adaptarse, cuyo propio
gigantismo deja al descubierto su debilidad subyacente. Es, en términos ecológicos,
profundamente insustentable y debe ser cambiado de manera fundamental, y mejor
aun, reemplazado, si ha de existir un futuro digno de vivirse.” (8)
Si el capitalismo no puede superar la contradicción entre el desarrollo ilimitado de las
fuerzas productivas y su conversión en fuerzas destructivas, ¿las alternativas
reformistas “verdes” o social-liberales (todavía autodenominadas “socialistas”) son
viables? De serlo, el ecosocialismo quedaría automáticamente descartado; sin
embargo, los pensadores ecosocialistas consideran, justamente, que la impotencia
“reformista” conduce a la necesidad de un cambio radical, anti y poscapitalista.
Cuando aparecieron los partidos verdes, sobre todo en Europa, estas agrupaciones
portaban una carga anticapitalista, que influyó en la izquierda radical y en la izquierda
reformista (pro-capitalismo humano) Sin embargo, en su pugna por el poder y después
de unirse para gobernar, “verdes” y “socialistas” se corrieron a la derecha, pasando
muy rápidamente del liberalismo al neoliberalismo, ajustando sus proyectos políticos a
la lógica del Capital, es decir: a la mundialización de las mercancías, a la privatización
de los servicios públicos, al apoyo de las intervenciones militares imperialistas como
“guerras éticas” y, por supuesto, al respaldo del Protocolo de Kyoto... La política de los
partidos “verdes” abandonó todo tinte anticapitalista y se redujo a la mera “negociación”
con las “personificaciones” del Capital transnacional de medidas “proteccionistas” del
todo insuficientes que no modifican ni mínimamente el curso del desastre ecológico en
proceso.
El desarrollo del capitalismo ha profundizado en estos años las dos crisis que alimenta
con su producción, circulación y reproducción cada vez más ampliada:
1) la crisis de la condición humana, que se manifiesta de dos modos: a) como
extensión de la miseria material en el mundo (la inmensa mayoría de humanos a nivel
mundial sobreviven apenas en la pobreza extrema, mientras aumenta el desempleo, el
subempleo y la sobreexplotación de empleos precarios); y b) como profundización de la
miseria espiritual por el deterioro de valores y expectativas así como por la
generalización de modos de vida enajenados, hetéronomos, vacíos, consumistas y
productivistas, que sólo promueven anomia y patologías sociales (violencias,
adicciones, suicidios, etc.); y
2) la crisis ecológica, que resulta de la contradicción entre la lógica capitalista
(depredadora, rompiendo equilibrios en la búsqueda de ganancias rápidas) y la lógica
de los sistema ecológicos (de renovación y equilibrio a largo plazo).
El avance de estas crisis, y la gravedad de sus implicaciones, nos ha llevado a una
verdadera crisis de la entera civilización moderna. De no poner un límite a la
producción capitalista, de no detener y desarmar la máquina productivista y destructiva
del capitalismo, una catástrofe ecológica de proporciones mayúsculas, que nos puede
llevar a la barbarie, se aproxima. La diversidad y magnitud de los problemas ecológicos
actuales nos ofrece un amplio espectro de posibilidades catastróficas: derretimiento de
glaciales que pone bajo el agua a las ciudades costeras; aniquilación de la mayor parte
de selvas y bosques; aire irrespirable o generalizada escasez de agua potable en las
megalópolis; agotamiento de tierras fértiles y hambrunas masivas; efectos negativos y
mortales de los transgénicos en los humanos o en las cadenas ecológicas; cambios
climáticos devastadores; uso de armas nucleares o desastres de la industria nuclear;
etc. La civilización moderna se encuentra en una encrucijada: o es capaz de terminar
con la destructiva y enajenada lógica capitalista, reinventando un ecosocialismo
democrático, o corre el riesgo de sufrir catástrofes que la lleven a la barbarie, que bien
puede ser la de los despotismos “ecologistas” que impondrán una dictadura que limite
las necesidades y consumos, o bien la del tribalismo de los sobrevivientes. Por eso,
insiste Lowy, el ecosocialismo es un cambio necesario de civilización:
“Las reformas parciales son completamente insuficientes: es necesario reemplazar la
micro-racionalidad de la ganancia por una macro-racionalidad social y ecológica, lo que
requiere un cambio real de civilización. Ello es imposible sin una reorientación
tecnológica profunda y apuntando al reemplazo de las fuentes actuales de energía por
otras, no-contaminantes y renovables, como la energía eólica o la solar. La primera
cuestión planteada es, entonces, sobre el control de los medios de producción, y sobre
todo por las decisiones de inversión y mutación tecnológica; de modo que deben
quitarse de los bancos y de las empresas capitalistas esos medios y esas decisiones
para volverse bienes comunes de la sociedad. Ciertamente, el cambio radical no sólo
involucra la producción, sino también al consumo... Es el tipo del consumo actual,
fundado en el desperdicio y la ostentación, la alienación mercantil, la obsesión pr
acumular, lo que debe ponerse en cuestión... Una reorganización en su conjunto del
modo de producción y consumo es necesaria, fundada sobre criterios exteriores a los
del mercado capitalista: en las necesidades reales de la población... y la salvaguarda
del medio ambiente. En otros términos, una economía de transición al socialismo, "reajustada"... en el medio ambiente social y natural, porque está fundada en la opción
democrática de prioridades y inversiones decididas por la población -y no por leyes del
mercado o por un politiburó omnisciente. Todavía en de otros términos, una
planificación democrática local, nacional, y, tarde o temprano, internacional, definiendo:
1) qué productos deben subvencionarse o tener una distribución gratuita ; 2) qué
opciones energéticas deben, ser permitidas, aunque ellas no sean, en primer tiempo,
las «rentables»; 3) cómo reorganizar el sistema de transportes, según criterios sociales
y ecológicos; 4) qué medidas se toman para reparar, lo más rápidamente posible, los
gigantescos daños al medio ambiente dejados «en herencia» por el capitalismo. Y así
en adelante...” (9)
IV. Necesidad de Ecosocialismo
Hay, entonces, una necesidad de ecosocialismo en el mundo actual. Hay una
imperiosa necesidad de una política anti-capitalista, pos-capitalista, que ponga un freno
al tren del Progreso o Desarrollo devastador; hay una urgente necesidad de evitar la
catástrofe y la barbarie a la que nos encamina un Capital enajenado en su producción
ilimitada, alienado en el productivismo-consumismo que arrasa con los recursos
naturales, enloquecido por su sed de ganancias. Esa necesidad de conectarnos de otro
modo con la naturaleza, de cuidar nuestro entorno natural por respeto a la
biodiversidad y a la propio humanidad, también ha sido expresada por las corrientes
ecologistas. Y es que el ecologismo y el socialismo -como lo señala Lowy- comparten
necesidades y valores cualitativos, irreductibles a los valores monetarios o del
mercado:
“Entre estas necesidades hay una que toma una importancia siempre más decisiva hoy
día –y que Marx no había tomado suficientemente en cuenta (salvo en algunos pasajes
aislados) en su obra–: la necesidad de salvaguardar el entorno natural, la necesidad de
un aire respirable, de agua potable, de alimentación libre de venenos químicos o de
radiaciones nucleares. Una necesidad que se identifica, tendencialmente, con el
imperativo mismo de la supervivencia de la especie humana en este planeta, en el cual
el equilibrio ecológico está seriamente amenazado por las consecuencias catastróficas
–efecto invernadero, destrucción de la capa de ozono, peligro nuclear– de la expansión
infinita del productivismo capitalista... El socialismo y la ecología comparten entonces
valores sociales cualitativos, irreductibles al mercado. Comparten también una rebelión
contra “la Gran transformación”, contra la autonomización reificada de la economía en
relación con las sociedades y un deseo de “reubicar” a la economía en un entorno
social y natural. Sin embargo, esta convergencia no es posible sino a condición de que
los marxistas sometan a un análisis crítico su concepción tradicional de las “fuerzas
productivas” –regresaremos a este punto– y que los ecologistas rompan con la ilusión
de una “economía de mercado” limpia. Esta doble operación es la obra de una
corriente, el ecosocialismo, que logró la síntesis entre las dos aproximaciones.” (10)
Cuestionando el productivismo de cierta idea del “desarrollo de las fuerzas productivas”
y las ilusiones de una política ecologista compatible con el capitalismo, el
Ecosocialismo es una síntesis superadora de ambas tendencias sociales; por un lado,
critica las experiencias productivistas del autodenominado “socialismo real” pero, por
otro, cuestiona los límites de un ecologismo que no resulta ni anti ni pos capitalista,
que desconecta la crítica del consumismo del productivismo impulsado por la lógica del
Capital y que culpabiliza a un humanismo antropocéntrico exculpando a un sistema
capitalista que promueve un “tipo” humano en el que se le inculca el “modo del tener”
posesivo y consumista.
A diferencia de cierta crítica ecologista, los ecosocialistas no consideran que los
problemas ambientales se deban al consumismo individual o a un nefasto
antropocentrismo.
Si se culpabiliza al individuo consumista parece exculparse entonces al sistema
productivista; se sugiere, además, que el consumo debe ser limitado, justificando así a
un futuro Totalitarismo ecologista que, probablemente, agudizaría los problemas de
desigualdad social. Por otro lado, si se cuestiona al antropocentrismo y se le pretende
sustituir por un biocentrismo que descentra al ser humano, se corre el riesgo de caer en
un anti-humanismo que desconozca el valor de la propia vida humana así como la
posibilidad de otro humanismo. Al respecto, Lowy ha señalado lo siguiente:
“Otra visión equivocada es aquella que declara que la culpa es del ser humano, que
mediante el antropocentrismo y el humanismo, se puso en el centro y despreció a los
otros seres vivos. Creo que esta concepción causa falsos problemas. Porque es de
interés de la humanidad, de la supervivencia de los seres humanos, de los hombres y
de las mujeres, preservar el medio del cual dependen inevitablemente. No se trata de
contraponer la supervivencia humana a las de las otras especies, se trata de entender
que ellas son inseparables y que nuestra supervivencia como seres humanos, depende
de que se salvaguarde el equilibrio ecológico y la diversidad de las especies; por tanto,
desde el ecosocialismo estaríamos hablando de un humanismo biocentrista.” (11)
Con todo, y pese a esos extremos, la ecología como teoría y sustento de los
movimientos ambientalistas tiene el gran mérito de plantear que la actual crisis
ecológica -como destrucción acelerada de recursos naturales y ruptura de equilibrios
en la naturaleza- es una crisis de la civilización moderna. Apoyándose en los estudios y
las investigaciones ecológicas, el ecosocialismo construye su argumentación
fundamental:
“1° El modo de producción y de consumo actual de los países desarrollados, fundados
sobre la lógica de la acumulación ilimitada del Capital, de ganancias, de mercancías,
de despilfarro de recursos, de consumos ostentosos y de destrucción acelerada del
medio ambiente, no puede de ningún modo ser extendido en el conjunto del planeta,
sino bajo la idea de una importante crisis ecológica; según cálculos recientes, si se
generalizara al conjunto de la población mundial el consumo medio de energía de EU,
las reservas actuales de petróleo se agotarían en diecinueve años. Este sistema está,
por tanto, necesariamente fundado en el mantenimiento y el agravamiento de las
escandalosas injusticias entre el Norte y el Sur.
2° En este estado de cosas, la continuación del «progreso» capitalista y la expansión
de la civilización fundada sobre la economía de mercado, que funciona bajo una forma
brutalmente inequitativa, amenaza directamente, a mediano plazo, (toda previsión sería
azarosa), la supervivencia misma de la especie humana. El cuidado de la naturaleza
es por tanto un imperativo humanista.” (12 )
El ecosocialismo pretende, ir más allá de cierta argumentación ecologista endeble y
encubridora de la raíz del problema, y por ello se propone superar al capitalismo, pero
también a los primeros ensayos de sociedades poscapitalistas. Para el ecosocialismo
no basta “expropiar a los expropiadores” sino instaurar una nueva sociedad que sea
democrática, que cuide los equilibrios naturales y cuestione la tecnociencia capitalista.
V. Antecedentes y tendencias ecosocialistas
Michael Lowy , entre otros, ha examinado en detalle la relación de Marx y Engels con la
Ecología. Lowy admite, de entrada, que los temas ecológicos no son centrales en la
reflexión de los clásicos de marxismo y que las referencias a esas cuestiones en sus
obras son interpretables. Sin embargo, rechaza las acusaciones infundadas contra el
pensamiento de Marx y Engels -que los presentan como defensores de un humanismo
dominador y de desconocer el papel de la naturaleza en la constitución del valor-, sin
negarse a examinar en detalle la cuestión del productivismo de Marx. Al respecto, Lowy
acepta que, en ocasiones, Marx y Engels consideran positivo en sí mismo el desarrollo
de las fuerzas productivas; no obstante, señala que el proyecto socialista de Marx no
puede reducirse al aumento de la producción; no hay en él productivismo
“en la medida que nadie denunció tanto como Marx la lógica capitalista de producción
para la producción, la acumulación del capital, de fortunas y de mercancías como un
bien en sí mismo. La misma idea de socialismo -al contrario de su miserable caricatura
burocrática- es el de una producción de valores del uso, de bienes necesarios para la
satisfacción de necesidades humanas. El objetivo supremo del progreso técnico para
Marx no es el crecimiento infinito de bienes ("el tener") sino la reducción de la jornada
de trabajo y el crecimiento del tiempo libre ("el ser").” (13)
Pese a la idea de la mutación de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas, ésta
no es desarrollada como para derivar una crítica ecológica global; sin embargo, afirma
Lowy, sí existe en Marx una “teoría de la ruptura del metabolismo entre las sociedades
humanas y la naturaleza, como resultado del productivismo capitalista”, aunque
principalmente referida a la agricultura capitalista y al agotamiento de la tierra. De esta
manera se encuentra en Marx el concepto de un Progreso (económico) que puede ser
destructivo para el ser humano y también para la propia naturaleza. En la crítica
económica de Marx hay espacio para la crítica ecológica: se cuestiona la explotación
humana pero también la destrucción irracional de las fuerzas naturales (tierra, bosques,
contaminación) por la lógica del Capital enajenado. Por eso, como lo ha probado Lowy,
Marx llega a considerar el cuidado ecológico como tarea de una sociedad socialista:
“Por ejemplo, el volumen III de El Capital opone a la lógica capitalista de la gran
producción agrícola, fundada en la explotación y el agotamiento de las fuerzas de la
tierra, otra lógica, de naturaleza socialista: "el tratamiento conscientemente racional de
la tierra como propiedad comunal eterna, y como condición inalienable de la existencia
y de la reproducción de la cadena de generaciones humanas sucesivas". Un
razonamiento análogo se descubre algunas páginas más adelante: "Incluso una
sociedad entera, una nación, en fin, todas las sociedades contemporáneas juntas, no
son dueñas de la tierra. Ellos sólo la ocupan, los usufructuarios, y ellos deben, como
buen padre de familia, de dejar en buen estado a las generaciones futuras". En de otros
términos: Marx parece aceptar "el Principio de Responsabilidad" estimado por Hans
Jonas, la obligación de cada generación de respetar el ambiente -la condición de
existencia para las generaciones humanas futuras.” (14)
Para Lowy es posible encontrar en Marx (y en el marxismo del siglo XX) una dialéctica
cerrada, determinista y finalística del Progreso, pero también se puede descubrir y
desarrollar en Marx (y cierto marxismo) una dialéctica abierta, no determinista ni
teleológica, del Progreso. De acuerdo a esta dialéctica, la historia está abierta a
posibles y, en el caso del capitalismo, el Progreso económico lleva consigo catástrofes
humanas y naturales (15). Uno de los primeros marxistas que hizo la crítica a la
ideología del Progreso -retomada después como Dialéctica de la Ilustración por la
primera Escuela de Frankfurt, por Adorno y Horkheimer- fue Walter Benjamin.
Walter Benjamin es un marxista singular, alimentado por una tradición romántica
justamente revalorada por Michael Lowy como crítica al capitalismo (16), quien la
conecta directamente con la crítica ecológica: “El socialismo y la ecología... son los
herederos de la crítica romántica. Sus objetivos comunes implican la superación de la
racionalidad instrumental, de la autonomización de la economía, del reino de la
cuanificación, de la producción como fin en sí, de la dictadura del dinero, de la
reducción del universo social al cálculo de los márgenes de rentabilidad y de la
necesidad de acumulación del capital. Tanto el socialismo como la ecología reivindican
valores cualitativos: el valor de uso, la satisfacción de las necesidades, la igualdad
social, para el primero; la salvaguarda de la naturaleza y el equilibrio ecológico para la
segunda.” (17)
Nutrido por la crítica romántica, Walter Benjamin cuestionó las ideas simplistas del
marxismo de la 2° y 3° Internacional sobre el Progreso económico y el desarrollo de la
Técnica (sin dialéctica destructiva), advirtiendo de los peligros del modo capitalista del
desarrollo del Progreso y de las tecnologías, sobre todo en cuanto al aumento de su
poder destructivo en las guerras y en la relación con la naturaleza. En uno de sus
primeros escritos marxistas de Benjamin, (Sentido único, 1923), ya se prendía el aviso
de alarma: si la revolución socialista no se produce a tiempo, el Progreso y la Técnica
del capitalismo llevarán al mundo al desastre. En su último texto (Tesis sobre el
concepto de historia, 1940), escrito casi veinte años después del primero, Benjamin
sigue cuestionando la idea del Progreso y pensando en una revolución socialista que lo
detenga: “Marx dijo que las revoluciones son las locomotoras de la historia. Pero quizá
sea diferente. Puede ser que las revoluciones sean la mano de la especie humana que
viaja en ese tren y que tira el freno de emergencia.” (18)
Con más de treinta años de elaboración, el ecosocialismo cuenta ya con importantes
pensadores que desde el marxismo han reflexionado sobre la ecología en una
perspectiva anti-capitalista, destacando James O'Connor, John Bellamy Foster, Joël
Kovel, Francisco Fernandez Buey, Elmar Altvater, Michael Lowy y muchos otros. Pese
a la diversidad de planteamientos, comparten su crítica al productivismo y a la ideología
del progreso, su intento de formular una propuesta global de socialismo que retome la
crítica ecológica. James O'Connor considera ecosocialistas a quienes tratan de
“subordinar el valor de cambio al valor de uso”, de organizar “la producción según las
necesidades sociales y los requisitos para la protección del medio ambiente natural”,
para construir un “socialismo ecológico”, fundado “ecológicamente en el control
democrático, la igualdad social y el predominio del valor del uso.” Lowy agregaría la
propiedad colectiva de los medios de la producción y una planificación democrática.
VI. Programa de lucha ecosocialista
El ecosocialismo no es, pero debe ser: como aún no tiene lugar en el mundo es una
utopía, pero sustentada en razones y en movimientos reales que desde hoy luchan por
ella. La utopía ecosocialista supone terminar con el poder enajenado del Capital y
propone una sociedad desenajenada en la que la economía sirva al ser humano y
cuide a la naturaleza, en donde la producción sirva al Bien común y a los ecosistemas,
en donde el ser humano se reconcilie con su entorno natural. El control humano sobre
la Cosa supone una organización democrática, libertaria (autónoma) y justa que al
mismo tiempo que termina con toda forma de opresión y dominio humano (clase,
género, raza), le pone límites al productivismo/consumismo, promueve nuevas fuentes
energéticas y soluciona los problemas sociales y ecológicos generados por el
capitalismo. Se trata de reconciliar el impulso emancipatorio y libertario del socialismo
con las necesidades ecológicas que den sustentabilidad a toda sociedad humana, por
eso es necesario evitar tanto el despilfarro productivista como toda tiranía ecologista
que imponga “escasez, privación y represión”. En ese sentido, el ecosocialismo retoma
la consigna auténticamente revolucionaria de “cambiar el mundo y transformar la vida”
pues la limitación al productivismo/consumismo no sólo debe ser verdaderamente justa
y democrática sino que debe apuntar a la transformación de las necesidades, de los
valores, de los modos de vida, sustituyendo el “modo del tener” por el “modo de ser”,
valorizando el valor de uso sobre el valor de cambio. Para atacar los problemas
derivados del productivismo capitalista y no llegar a una tiranía que administre la
escasez de recursos, es urgente desarrollar nuevas fuentes de energía que no sean
destructivas ni contaminantes, y que sean renovables. Michael Lowy ya se imagina un
ecosocialismo fundado en la energía solar, un “comunismo solar”:
“Obviamente, desde el punto de vista socialista, es absolutamente prioritaria la
investigación científica y el desarrollo tecnológico de la energía solar. No es la única
pero, con seguridad, tendrá un papel central en el proceso de transformación radical
del proyecto ecosocialista. Por eso, algunos viejos socialistas relacionan directamente
nuestra utopía revolucionaria, el socialismo, el comunismo, con el Sol, con la energía
solar. Esa expresión de “comunismo solar” ya aparece en algunos trabajos de
ecosocialistas. Habría una especie de profunda afinidad entre la energía solar y el
proyecto comunista.” (19)
La utopía ecosocialista es un deber ser que sólo puede volverse realidad con el hacer
en el presente; el futuro ecosocialista debe conquistarse en las luchas del presente.
Michael Lowy insiste en ello: “Es necesario participar en todas las luchas, inclusive de
las más modestas; como, por ejemplo, la de una comunidad que se defiende contra
una empresa contaminadora; o la defensa de una parte de la naturaleza que esté
amenazada por un proyecto comercial destructivo.” Para él es importante, además,
relacionar las luchas sociales con las ambientales, encontrando y resaltando sus
objetivos comunes, como lo hacen “las comunidades indígenas o campesinas que
enfrentan a las multinacionales”, librando “un combate antiimperialista, pero también
social y ecológico.” (20) En este sentido, Lowy ha recuperado “el combate de Chico
Mendes” (21), el sindicalista socialista y ecologista defensor de los derechos laborales
y de la selva del Amazonas, como ejemplo de lucha ecosocialista.
No ilusionarse con la posibilidad “de ‘ecologizar’ al capitalismo no significa que no debe
comprometerse con el combate por reformas inmediatas.” Lowy señala algunas
demandas ecosocialistas que deben ganarse ahora:
“Por ejemplo, algunas formas de ecoimpuestos pueden ser útiles, a condición de que
sean portadores de una lógica social igualitaria (hacer pagar a los contaminadores y no
a los consumidores), y que se quite de encima el mito de un cálculo económico del
"precio de mercado" por el daño ecológico: esa es una variable incomensurable desde
el punto de vista monetario. Tenemos necesidad desesperadamente de ganar tiempo,
de luchar inmediatamente por la prohibición del CFCS que destruye la capa de ozono,
por una prohibición de los OGM, por una severa limitación de los gases responsables
del efecto invernadero, por privilegiar a los transportes públicos por encima del uso del
automóvil individualista, contaminante y anti-social.” (22)
De hecho, Lowy propone una serie de demandas inmediatas que pueden dar lugar a
una convergencia entre movimientos sociales y ecologistas, entre las tendencias
verdes y las rojas, a saber:
La promoción del transporte pública -trenes, metros, camiones,“ tranvías-, bien
organizado y gratuito, como alternativa a los embotellamientos y la contaminación de
ciudades y campos gracias al uso del automóvil individual y al sistema de caminos y
transporte.
La lucha contra el sistema de la deuda y los "ajustes ultra-neo-liberales" impuesto por
el FMI y el Banco Mundial a los países del Sur, con consecuencias sociales y
ecológicas dramáticas: el desempleo masivo, la destrucción de las protecciones
sociales y de las culturas vivientes, la destrucción de los recursos naturales por la
exportación.
La defensa de la salud pública contra la polución del aire, del agua (mantos
acuíferos) o de la comida, por la avaricia de las grandes empresas capitalistas.
La reducción del tiempo de trabajo como respuesta al desempleo y como visión de la
sociedad que privilegia el tiempo libre respecto a la acumulación de bienes y
posesiones.” (23)
Con todo, el ecosocialismo no debe quedarse en el plano de la utopía o en el de las
demandas inmediatas; entre uno y otro plano, media la lucha simbólica, la de los
Ideales y Valores, que apuesta a la transformación interior humana. Por eso Michael
Lowy ha propuesto unos “Valores para una nueva civilización” y ha escrito “Por una
ética ecosocialista”.
Los “Valores para una nueva civilización” se contraponen diametralmente con los
“valores” promovidos por la “civilización” capitalista: el Dinero, el Mercado y el Capital,
fetiches que son “objetos de un culto fanático y exclusivo, intolerante y dogmático”. Un
culto, aclara Lowy, que tiene sus Iglesias en las Bolsas de Valores y sus Santos Oficios
en el FMI y la OMC, que castiga y tortura a los herejes. El culto exige “terribles
sacrificios humanos” (miseria, desempleo, devastación de la naturaleza...) así como la
mercantilización de todo (incluso humanos) y la privatización de las riquezas.
A esos verdaderos antivalores, que reducen el valor de uso al de cambio, el ser al
tener, lo cualitativo a lo cuantitativo monetarizado, Michael Lowy les contrapone los
“valores cualitativos, éticos y políticos, sociales y culturales, irreductibles a la
cuantificación monetaria.” Como ejemplos de este tipo de Valores, el ecosocialista
simplemente recuerda los siempre subversivos valores de la Libertad, la Igualdad y la
Fraternidad, la Democracia –preferencias universalizables que nutren la tendencia
libertaria de la Modernidad (24). Ese conjunto de valores se condensa en un término
resignificado: ecosocialismo. La utopía ecosocialista es la heredera de las primeras
formas de resistencia social contra la economía capitalista de mercado, de esa
“economía moral” de las clases populares, del humanismo de un Marx que coloca en el
centro de su proyecto revolucionario el despliegue de las potencialidades humanas.
“El socialismo moderno -afirma Lowy, con razón- es el heredero de esta protesta social,
de esta “economía moral”. Quiere fundar la producción ya no sobre los criterios del
mercado y del capital –la “demanda solventable”, la rentabilidad, la ganancia, la
acumulación– sino en función de la satisfacción de necesidades sociales, el “bien
común”, la justicia social. Se trata de valores cualitativos, irreductibles a la
cuantificación mercantil y monetaria. Rechazando el productivismo, Marx insistía en la
prioridad del ser de los individuos –la plena realización de sus potencialidades
humanas– por sobre el tener, la posesión de bienes. Para él, la primera necesidad
social, la más imperativa, y la que abría las puertas del “Reino de la Libertad” era el
tiempo libre, la reducción de la jornada de trabajo, la realización de los individuos en el
juego, el estudio, la actividad ciudadana, la creación artística, el amor.” (25)
La ética ecosocialista, en consecuencia, es social, humanista, igualitaria, democrática y
radical: se va a las raíces y por eso es revolucionaria: se propone “un nuevo modelo de
civilización”. Sin embargo, la utopía ecosocialista, con sus demandas inmediatas y los
valores que las sustentan, requiere una fuerza social que discuta, elabore e impulse de
manera consecuente una política ecosocialista.
El propio Michael Lowy está comprometido en este proceso, como lo demuestra su
participación en el resolutivo “Ecología y Socialismo” del XV Congreso Internacional de
la Cuarta Internacional de 2003 (26), el primero que adopta una resolución especial
sobre esta cuestión en un extenso documento que describe la realidad de la crisis
ecológica (los cambios climáticos, la contaminación del aire, la contaminación del agua
y la degradación de los suelos, la destrucción de los bosques, la biodiversidad
amenazada y la catástrofe industrial y el riesgo nuclear), plantea las causas
estructurales de la crisis (la lógica productivista del capitalismo), los logros y
limitaciones del movimiento ecologista y un Programa de acción cuyos ejes centrales
son:
1. La defensa del servicio público;
2. La lucha contra la contaminación;
3. Defensa del empleo;
4. La lucha por la tierra;
5. Abolir el sistema de la deuda, y
6. Democracia y largo plazo.
En este documento, y en la concepción entera de Michael Lowy, se reafirma una idea
de ecosocialismo que recoge la tradición marxista y busca su sustento último en las
luchas de los trabajadores:
“¿Qué es entonces el ecosocialismo? Se trata de una corriente de pensamiento y de
acción ecológica que integra los aportes fundamentales del marxismo, liberándose de
las escorias productivistas; una corriente que entendió que la lógica del mercado
capitalista y de la ganancia –así como la del autoritarismo tecnoburocrático de las
difuntas “democracias populares”– son incompatibles con la defensa del medio
ambiente. En fin, una corriente que, criticando la ideología de las corrientes dominantes
del movimiento obrero, sabe que los trabajadores y sus organizaciones son una fuerza
esencial para toda transformación radical del sistema.” (27)
Notas
(1) Michael Lowy, “Ecología y Socialismo”.
(2) Michael Lowy, “Manifiesto Ecosocialista”.
(3) Michael Lowy, “Por una ética ecosocialista”.
(4) Idem.
(5) Michael Lowy, “Ecología y socialismo”.
(6) Michael Lowy, “¿Qué es el ecosocialismo?”
(7) Lowy, “Ecología y socialismo”.
(8) Lowy, “Manifiesto Ecosocialista”.
(9) Lowy, “¿Qué es el ecosocialismo?”
(10) Lowy, “Por una ética ecosocialista”.
(11) Lowy, “Ecología y Socialismo”.
(12) Lowy, “¿Qué es el ecosocialismo?”
(13) Michael Lowy, “Progreso destructivo: Marx, Engels y la Ecología”.
(14) Idem.
(15) Michael Lowy, “Historia abierta y dialéctica del progreso en Marx”.
(16) Cfr. Michael Lowy y Robert Sayre. Révolte y melancolie: le romantisme á contrecourant de la modernité. Payot, París 1992.
(17) Michael Lowy, “De Marx al ecosocialismo”.
(18) Benjamin, ctdo, en Lowy, “La crítica de la tecnología en Walter Benjamin”.
(19) Lowy, “Ecología y Socialismo”.
(20) Lowy, “¿Qué es el ecosocialismo?”.
(21) Michael Lowy, “El combate de Chico Mendes”.
(22) Lowy, “¿Qué es el ecosocialismo’”
(23) Idem.
(24) Lowy, “Valores para una nueva civilización”.
(25) Lowy, “Por una ética ecosocialista”.
(26) Michael Lowy, “Ecología y socialismo. XV Congreso de la Cuarta Internacional”.
(27)
Lowy, “¿Qué es el ecosocialismo’
BREVE NOTA SOBRE MICHAEL LOWY
Nació en Sao Paulo (Brasil) el 6 de mayo de 1938, en el seno de una familia de judíos
alemanes que emigraron de Viena en 1934. Creció en Brasil y estudió en la Facultad
de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de Sao Paulo. A principios
de los 60 se fue a Francia a continuar sus estudios universitarios.
Bajo la supervisión del importante filósofo marxista francés Lucien Goldmann, quien
ejerció una importante influencia en su pensamiento y su problemática, Michael Lowy
obtuvo el Doctorado en sociología con una Tesis sobre Marx, publicada pocos años
después como La teoría de la revolución del joven Marx.
Después de vivir unos años en Israel, dando clases en la Universidad de Tel-Aviv,
regresó en 1968 a Europa, estableciéndose en Francia. En 1969 se integró a la IV
Internacional y a su sección francesa, la Liga Comunista Revolucionaria, sin dejar de
participar y apoyar el movimiento de trabajadores en Brasil, respaldando la formación
del Partido de los Trabajadores y, recientemente, a la corriente de izquierda opositora a
Lula.
Michael Lowy ha sido un pensador militante, y tal vez por eso mismo ha realizado
diversas y relevantes obras sobre una amplia grama de temas, conectando el
marxismo humanista y revolucionario con el Romanticismo y la Utopía, rescatando la
herencia del «marxismo olvidado» (el joven Lukács, Rosa Luxemburgo, Gramsci),
estudiando y rescatando el marxismo de América Latina (tiene, en ese sentido, un libro
clásico sobre el Ché Guevara), investigando tanto la religión como la crítica a la
tecnología (rescatando a Walter Benjamin), el nacionalismo y la necesidad del
internacionalismo así como la sociología del conocimiento, sin dejar de lado la cuestión
del arte (con estudios sobre el surrealismo y Kafka). Una nueva temática que ha
desarrollado estos últimos años ha sido la necesidad de replantear al Socialismo
como Ecosocialismo. Algunas de sus obras en español más importantes son: La
teoría revolucionaria del joven Marx, El pensamiento del Ché Guevara, Dialéctica
y Revolución (con ensayos sobre Marx, Luxemburgo, Lenin), Para una sociología
de los intelectuales revolucionarios (sobre el joven Lukács), Redención y Utopía,
Guerra de dioses (sobre la teología de la liberación en América Latina), ¿Qué es la
sociología del conocimiento?, El marxismo olvidado, Walter Benjamin: Aviso de
incendio.
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