MÚSICA, EMOCIÓN Y SENTIMIENTOS LECTURA Nº1: DESCARTES. Descartes, René. Tratado de las pasiones del alma (1649). Traducción y notas (2-3) de Eugenio Frutos. Barcelona: Planeta-De Agostini, 1995, pp.137-139. ARTÍCULO XCVI Cuáles son los movimientos de la sangre y de los espíritus que producen las cinco pasiones precedentes1 Las cinco pasiones que he comenzado a explicar aquí están de tal modo unidas u opuestas unas a otras que es más fácil considerarlas juntas que tratar separadamente de cada una como se ha tratado de la admiración. Pues su causa no está en el cerebro solo como la de ésta, sino también en el corazón, en el bazo, en el hígado, y en todas las demás partes del cuerpo, en cuanto que sirven para producir la sangre y, en consecuencia, los espíritus2. Pues, aunque todas las venas conducen toda la sangre que contienen al corazón, ocurre a veces, sin embargo, que la de unas es impulsada hacia él con más fuerza que la de otras; y acontece también que los orificios por donde entran en el corazón, o aquellos por donde salen, están más abiertos o más cerrados unas veces que otras. ARTÍCULO XCVII Principales experiencias que sirven para conocer estos movimientos en el amor Pues bien, considerando las diversas alteraciones que hace ver la experiencia en nuestro cuerpo mientras nuestra alma es agitada por pasiones diversas, advierto en el amor, cuando se da su pasión sola, es decir, cuando no va acompañada de ninguna alegría, deseo o tristeza fuertes, que el latido del pulso es igual, y mucho más grande y fuerte que de costumbre, que se siente un dulce calor en el pecho y que la digestión de los alimentos se hace más rápidamente en el estómago, de modo que esta pasión es útil para la salud. ARTÍCULO XCVIII En el odio Me doy cuenta, por el contrario, de que en el odio el pulso es desigual, más débil y frecuentemente más rápido; que se sienten escalofríos mezclados con no sé que calor áspero y picante en el pecho, que el estómago deja de hacer su oficio y se inclina a vomitar y a arrojar los alimentos que se han tomado, o, por lo menos, a corromperlos y convertirlos en malos humores. ARTÍCULO XCIX 1 Se refiere al amor, el odio, la alegría, la tristeza y el deseo. Una sexta pasión tratada previamente, la admiración, es dejada de lado por razones que se explican más adelante (C.G.R.). 2 Los "espíritus" son, según Descartes, las partes más sutiles de la misma sangre, y por eso dice "en consecuencia". 2 En la alegría Advierto en la alegría que el pulso es igual y más rápido que de ordinario; pero que no es tan fuerte ni tan intenso como en el amor, y que se siente un calor agradable, que no se da sólo en el pecho, sino que está repartido por todas las partes exteriores del cuerpo, con la sangre que se ve afluir a ellas en abundancia; y que, sin embargo, se pierde a veces el apetito, a causa de que se digiere más lentamente que de costumbre. ARTÍCULO C En la tristeza Advierto en la tristeza que el pulso es débil y lento y que se sienten como ligaduras alrededor del corazón, que le oprimen, y témpanos que le hielan y comunican su frialdad al resto del cuerpo; y que, a pesar de esto, no se deja de tener a veces buen apetito y de sentir que el estómago no deja de cumplir con su deber, con tal que el odio no se dé mezclado con la tristeza3. ARTÍCULO CI En el deseo En fin, advierto en el deseo, particularmente, que agita el corazón más violentamente que ninguna otra pasión y provee al cerebro de más espíritus, que, pasando de él a los músculos, hacen más agudos a todos los sentidos y más móviles a todas las partes del cuerpo. LECTURA Nº2: GOLEMAN. Goleman, Daniel. La inteligencia emocional. Traducción de Elsa Mateo. Buenos Aires: Javier Vergara, 1997, pp.331-333 (Apéndice A). ¿QUÉ ES LA EMOCIÓN? Unas palabras acerca de lo que quiero decir con el término emoción, un término sobre cuyo significado preciso los psicólogos y filósofos han dicho muchas sutilezas durante más de un siglo. En su sentido más literal, el Oxford English Dictionary define la emoción como "cualquier agitación y trastorno de la mente, el sentimiento, la pasión; cualquier estado mental vehemente o excitado". Utilizo el término emoción para referirme a un sentimiento y sus pensamientos característicos, a estados psicológicos y biológicos y a una variedad de tendencias a actuar. Existen cientos de emociones, junto con sus combinaciones, variables, mutaciones y matices. En efecto, existen en la emoción más sutilezas de las que podemos nombrar. Los investigadores continúan discutiendo acerca de qué emociones, exactamente, pueden considerarse primarias —el azul, el rojo y el amarillo de los sentimientos, a partir 3 Descartes describe, naturalmente, sus propias experiencias, pero los efectos de las pasiones no son iguales en todo el mundo, como el propio Descartes analiza en su correspondencia con la princesa Isabel de Bohemia. 3 de lo cuales surgen todas las combinaciones—, o incluso si existen realmente esas emociones primarias. Algunos teóricos proponen familias básicas, aunque no todos coinciden en cuáles son. Los principales candidatos y algunos miembros de sus familias son: Ira: furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, acritud, animosidad, fastidio, irritabilidad, hostilidad y, tal vez en el extremo, violencia y odio patológicos. Tristeza: congoja, pesar, melancolía, pesimismo, pena, autocompasión, soledad, abatimiento, desesperación y, en casos patológicos, depresión grave. Temor: ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación, inquietud, cautela, incertidumbre, pavor, miedo, terror; en un nivel psicopatológico, fobia y pánico. Placer: felicidad, alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión, orgullo, placer sensual, estremecimiento, embeleso, gratificación, satisfacción, euforia, extravagancia. éxtasis y, en el extremo, manía. Amor: aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, devoción, adoración, infatuación. ágape (amor espiritual). Sorpresa: conmoción, asombro, desconcierto. Disgusto: desdén, desprecio, menosprecio, aborrecimiento, aversión, disgusto, repulsión. Vergüenza: culpabilidad, molestia, disgusto, remordimiento, humillaci6n, arrepentimiento. mortificación y contención. No cabe duda de que esta lista no resuelve todas las preguntas que se plantean acerca de cómo categorizar la emoción. Por ejemplo, ¿qué podemos decir de combinaciones tales como los celos, una variante de la ira que también se mezcla con la tristeza y el temor? ¿Qué podemos decir de las virtudes, como la esperanza y la fe, el coraje y la indulgencia, la certeza y la ecuanimidad? ¿O de algunos de los vicios clásicos, sentimientos como la duda, la complacencia, la indolencia y la apatía... o el aburrimiento? No existen respuestas claras; el debate científico acerca de cómo clasificar las emociones continúa. El argumento de que existe un puñado de emociones centrales se basa en cierta medida en el descubrimiento de Paul Ekman, de la Universidad de California de San Francisco, según el cual las expresiones faciales para cuatro de ellas (temor, ira, tristeza, placer) son reconocidas por personas de culturas de todo el mundo, incluidos los pueblos prealfabetizados presumiblemente no contaminados por la exposición al cine o a la televisión, lo cual sugiere su universalidad. Ekman enseñó retratos que mostraban expresiones de personas de culturas tan remotas como los Fore de Nueva Guinea, una tribu aislada de Stone Age en la remota zona de las tierras altas, y descubrió que personas de todas partes reconocían las mismas emociones básicas. Esta universalidad de las expresiones faciales con respecto a la emoción fue probablemente advertida en primer lugar por Darwin, que las consideró una prueba de que las fuerzas de la evolución habían impreso estas señales en nuestro sistema nervioso central. Al buscar los principios básicos, sigo a Ekman y a otros, y considero las emociones en términos de familias y dimensiones, tomando las principales familias -ira, tristeza, temor, placer, amor, vergüenza, etcétera- como casos pertinentes a los infinitos matices de nuestra vida emocional. Cada una de estas familias tiene un núcleo emocional básico, con sus parientes formando ondas a partir de este núcleo en incontables mutaciones. En 4 las ondas externas se encuentran los estados de ánimo que, técnicamente hablando, son más apagados y duran mucho más tiempo que una emoción (mientras es relativamente raro mantener el calor de la ira durante todo el día, por ejemplo, no es tan raro estar de un humor gruñón e irritable, en el que se activan fácilmente arranques de ira más cortos). Más allá de los estados de ánimo se encuentra el temperamento, la prontitud para evocar una emoción o estado de ánimo determinado que hace que la gente sea melancólica, tímida o alegre. Todavía más allá de estas disposiciones emocionales se encuentran los evidentes trastornos de la emoción, tales como la depresión clínica o la ansiedad incesante, en la que alguien se siente constantemente atrapado en un estado negativo. LECTURA Nº3: FINNEY. Finney, Theodore. Aprenda a oír música. Guía del auditor. Buenos Aires: Librería Hachette, 1951, pp.171-173. ¿Qué es emoción? No queremos dar una respuesta de carácter psicológico a esta pregunta. Aun los compositores, que deben despertar y dirigir la emoción, acaso no la conocen en el aspecto psicológico más que de una manera muy limitada, y sólo por experiencia práctica. El examen de la evolución de la palabra nos dará la clave que necesitamos. ¿Qué queremos significar cuando decimos que hemos nos encontrado con un caso conmovedor, que nos hemos sentido profundamente conmovidos o agitados? Es casual que la palabra que expresa la impresión de que tratamos sea exactamente moción, sin la primera letra de e-moción. Las otras palabras que en realidad representan lo que sentimos implican todas moción, o sea movimiento: abatido, exaltado, estremecido, deprimido, agitado, tranquilizado, etc. Usamos expresiones tales como: “Siento algo que salta en mi interior”, o “que me frena en mi camino”. Esas palabras y expresiones, y otras muchas que el lector mismo puede citar, parecen indicar que hay una relación íntima entre moción y emoción. Nuestras emociones las sentimos como mociones que no son usuales en nosotros. Son estados para los que, corrientemente, no usaríamos esta expresión. En realidad, sentimos nuestras emociones, hasta un cierto grado, a través de nuestra presión sanguínea, de nuestras vísceras y músculos, a través de los constantes cambios caleidoscópicos de tensiones y distensiones corporales. Se puede añadir, entre paréntesis, que el llamado detector de mentiras está basado en esta relación entre la emoción y la tensión corporal. La emoción se siente, pues, como moción o movimiento. ¿Qué es música? La contestación será evidente y clara. La música es moción. Ritmo es moción regulada. La melodía es otra especie de moción más intensa a la que se han añadido las posibilidades de las variaciones de grado, hacia arriba o hacia abajo. La armonía es moción regulada a la cual las condiciones de amplitud y estrechez, de modo mayor y menor, de reposo y acción, de consonancia y disonancia y de diatonismo y cromatismo ofrece una inmensa variedad en las tensiones. El timbre, en su más claro aspecto, no es moción; pero su función, asociada a los valores mencionados, es la de realzar las líneas de la moción melódica. Pero, considerando a la pesadez y a la fineza como timbres, los materiales musicales, en tal sentido, darán lugar a una moción o camino entre los extremos de la dinámica musical. La conclusión que perseguimos va tomando forma. Ha sido resumida por un psicólogo, que desde hace tiempo viene interesándose por definir el sentido de la música, en los siguientes párrafos: 5 "Al tratar de solucionar este viejo problema de estética es necesario admitir, pero al mismo tiempo evitar, la confusión verbaI que ha producido la marcada similitud entre la manera en que sentimos las emociones y la manera en que sentimos la música. Las emociones son sensaciones internas. Al ser percibidas siguen su camino y se localizan dentro del cuerpo de la persona que las siente. El cuerpo humano es el aparato resonador de los reflejos de todas las complicadas formas de la emoción, de manera que si una persona describiera, por ejemplo, lo que siente al estar agitada, se referirá probablemente, a un cansancio general del cuerpo, a temblores, rápidas sensaciones dolorosas en varios músculos, posiblemente tirones y opresión en el estómago, comezón en el pelo, chirriar de dientes... Todos estos síntomas corporales son la base material para reconocer este estado, llamado de agitación. Pero las señales externas, compuestas de materiales visuales y auditivas, también asumen forma y figura relacionadas íntimamente con las alteraciones corporales internas. La música puede sonar agitada. El movimiento es más rápido, la dinámica más fuerte y más dura, la sonoridad es más densa, los intervalos son más amplios y más disonantes, etc. Tal manera de sonar seria calificada de agitada, pero ni esta música ni otra cualquiera es una emoción en sí misma, sino que necesita despertar en el oyente una real emoción. La música suena de la misma manera en que se siente una emoción. Esta interpretación de las relaciones de la emoción con la música evita las dificultades de las viejas soluciones que han ofrecido los tratadistas de estética, y se ajusta más, también, a los hechos de la experiencia musical. La música no contiene emoción. Esto es psicológicamente imposible. No necesita despertar una emoción real en el oyente. Sin embargo, la música, más que ningún otro arte, es el lenguaje de la emoción, el medio real para la expresión de la vida del espíritu. Los grandes compositores tejen variadas y maravillosas construcciones sonoras que siguen las líneas de las formas emocionales, tal como se originaron en la experiencia subjetiva de sus propias vidas. Solamente desde este punto de vista, y en sentido psicológico, se puede decir que la creación musical es una objetivación de lo subjetivo, que la música es el lenguaje de la emoción4”. La música suena de la misma manera en que se siente una emoción. Con esta afirmación nos acercamos mucho a nuestro fin. El Dr. Pratt, de quien son los dos párrafos anteriores, advierte que aunque la música suena de la misma manera en que se siente la emoción, no hay que deducir, necesariamente, que haya de provocar una emoción real en el oyente. Esto es absolutamente cierto; pero todo auditor inteligente y sensible estará de acuerdo con el Dr. Pratt cuando éste dice que "sin embargo, la música, más que ningún otro arte, es el lenguaje de la emoción". El "sin embargo" implica que hay mucha música que provoca una emoción real en el oyente. La verdad es que cuando el oyente no se emociona con la música emotiva, no aprovecha el mensaje espiritual del compositor. Nosotros nos emocionamos con la música. 4 Carroll C. Pratt. "The Relation of Emotion to Musical Value". Volume of Proceedings. Music Teachers National Association, 1938.