niversalia U 9 O2 9 IO 0 JUL 9 JULIO 0 RO 29 E ER ÚM NÚM NÚ N NÚMERO ME NÚM ERO RO 2 9 JU 29 LIO JU 09 LIO 09 29 JULIO 09 REVISTA DEL DECANATO DE ESTUDIOS GENERALES DE LA UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR C O N T E N I D O N° 2 9 2 www.universalia.usb.ve universalia@usb.ve #1 La Caricatura y el Humor en el teatro José Ramón Castillo F. de Miguel Otero Silva. 4 #2 Victorino en el cine venezolano 10 Álvaro Martín Navarro MOS fragmentos escogidos 13 #3 Lo leo, no lo leo: Esbozo bien intensionado de algunas razones para leer Miguel Otero Silva Yanira Yánez Delgado 14 #4 La oposición torturada: Venezuela en la muerte de Honorio Violeta Rojo 20 #5 Ni tan celestiales... 26 Isabel Rodríguez Barradas de Veracoechea #6 De tirano a príncipe Rubén Darío Jaimes 30 #7 Una Novela Actual: Cuando quiero llorar No lloro de Miguel Otero Silva María del Carmen Porras 34 #8 Biografía de Miguel Otero Silva 42 Rubén Darío Jaimes MOS fragmentos escogidos 43 Contrapunctus MOS-The Beatles Emilio Mendoza DECANATO DE ESTUDIOS GENERALES AUTORIDADES USB 2005-2009 rector vicerrectora académica vicerrector administrativo secretario Benjamín Sharifker Aura López José Ferrer Alejandro Teruel AUTORIDADES USB 2009-2013 rector vicerrector académico vicerrector administrativo secretario Enrique Planchart Rafael Escalona Williams Colmenares Cristian Puig 44 Rafael Escalona Gioia Kinzbruner | Daniuska González Ingrid Salomón | Rubén Darío Jaimes Ingrid Salazar Romero Nelly Ojeda Arcelia Sánchez | Neyda Alcalá decano coords. de los eegg del ciclo profesional coordinadores del ciclo básico asistente al decanato asistente a las coordinaciones personal de secretaría Edif. Mecánica y Materiales (MEM), 1° piso, Valle de Sartenejas, Apartado Postal 89000 telf. +58 212 9063912 fax +58 212 9063927 www.universalia.usb.ve universalia@usb.ve UNIVERSALIA REVISTA DE ESTUDIOS GENERALES año n° depósito legal issn edición 11 29 pp 199002CS968 1317-5343 4000 ejemplares director coordinadora editorial diseño webmaster universalia digital ilustraciones impresiones Rafael Escalona Ingrid Salazar Romero Isabella Pieretti Vicentini David Moreno google.com Dirección de Servicios USB Circula gratuitamente entre los estudiantes de Ciclo Básico y de estudios generales del Ciclo Profesional como un instrumento de apoyo a su formación general Universalia no se responsabiliza por las opiniones emitidas en los artículos publicados E D I T O R I A L MOSX100PRE Cuando en el Departamento de Lengua y Literatura se propuso celebrar el Centenario de Miguel Otero Silva, se decidió propiciar un evento que integrara a los estudiantes a una actividad enriquecedora, dinámica, variada y concientizadora, dado que el testimonio de vida del personaje bien que había dado muestras de juventud en su pensar y en su hacer, característica que hoy comparte una generación de estudiantes con voz y acción. La propuesta de subvertir el “orden académico” con un nombre llamativo y provocador generó, por supuesto, una polémica lingüística al utilizar el recurso del “lenguaje de los celulares”, MOSX100PRE, pero también fue un excelente convocante para la actividad y una muestra de esa dosis de irreverencia que es necesaria en la vida diaria. Progresivamente las autoridades rectorales y diversas instancias universitarias (Dirección de Relaciones Públicas, Decanato de Extensión, Decanato de Estudios Generales) coincidieron en la iniciativa y se realizó un evento que contó incluso con la asistencia de familiares de nuestro gran escritor. En ese momento surgió la idea de dejar constancia de los valiosos aportes que los diferentes participantes dieron en esa ocasión, y el Decanato de Estudios Generales propuso que el mejor espacio para tal iniciativa era la revista Universalia. El mismo desarrollo de la idea nos llevó a observar que la obra de Miguel Otero Silva era tan importante y variada que podía contar también con aportes muy interesantes de otros investigadores que, aunque no estuvieron en MOSX100PRE, han trabajado su obra y merecen ser conocidos por nuestra comunidad. Aquí presentamos una revista que recorre diversos aspectos de la obra de Miguel Otero Silva, una obra variada, con una alta factura literaria y, lo que es muy importante, vinculada con su convicción democrática y popular. Este número está dirigido a una juventud inteligente, solidaria, consciente y activa. Rubén Darío Jaimes Coordinador del Ciclo Básico Universalia N° 29 | 07-09 3 La Caricatura y el Humor en el Teatro de . 4 Miguel Otero Silva Universalia N° 29 | 07-09 . Hablar sobre el teatro de Miguel Otero Silva (1908-1985) requiere un contexto donde las estructuras del humor y la parodia se dejan aparecer de manera reiterativa, en un ciclo sinfín que cuestiona y se cuestiona. Es un estilo que puede transformarse en una formula de creación literaria, es más, se convirtió en una manera muy particular de erigir el discurso en una generación de escritores que se vieron seducidos por la libertad del hilo dramático y la simplicidad de la trama. Todo se ve encaminado a una profunda reflexión sobre el humor, desde la crítica aguda que se transforma y en la forma literaria emergente de su momento histórico. La idea de estudiar la caricatura como forma discursiva en el teatro de Miguel Otero Silva, no se basa en una disección del proceso histórico-social en el cual se produce, sino que, nos acercamos a la incorporación de unas categorías de creación que están basadas en planteamientos estéticos-literarios que se reiteran en parte de los escritores de la primera mitad del siglo XX en Venezuela. En primer lugar, tenemos un escritor polémico, prolífico y renombrado como es el caso de Miguel Otero Silva, reconocido como un hombre de las letras venezolanas y latinoamericanas, considerado como el precursor de un estilo periodístico y literario que combinaba con equilibrio el trabajo de la crónica periodística, junto con la experiencia personal, para transformar los textos en piezas que cuestionan el establecimiento de instituciones y de conductas cotidianas que rayan en lo absurdo “Si es verdad que Otero Silva dejó una vacante, también nos legó su obra creadora a la cual, generación tras generación de venezolanos, seguirán interrogando cada vez que quieran saber qué somos y cómo somos". (Lovera, 2008) Para ello, encuentra un gran aliciente en la construcción de personajes marcados por la línea tradicional de un estilo costumbrista. Esta constante en el escritor lleva a una elaboración de discursos un tanto paradójicos que lo hacen incursionar por la narrativa, la novela, la poesía y el teatro, éste último el más olvidado y casi negado de estudio en nuestro país. Son contadas las intervenciones que se hacen sobre este género, pero hay que recalcar que la estructura de su dramaturgia, se orienta, como en el resto de su obra, por el realce de una vena identitaria marcada por el desenfado en la prosa latente en cada uno de sus párrafos. Es decir, estamos frente a la posibilidad de explotación de textos que radican en la confluencia de la crítica y del cuestionamiento. Desde el año 1940 hasta 1975 Miguel Otero Silva se dedica a recopilar diferentes temas en sus piezas teatrales, que atañen a una sociedad en proceso de construcción de un espacio urbano, y se deslastra de una fuerte influencia de lo rural, que apabulló durante toda la historia, en una dicotomía por saber cuáles eran los verdaderos parámetros de la identidad nacional. No es casualidad que las diferentes formas de clasificación de las letras en Venezuela nazcan de manera tardía, -sin olvidar el trabajo de Gonzalo Picón Febresdebido a la escaza o casi nula información que se poseía de los escritores que estaban en el interior del país. Hago esta aclaratoria para señalar que dentro de este contexto Miguel Otero Silva inicia su carrera como escritor, estará marcado por la influencia directa de un país que aún no ha dejado de ser rural y se trasforma macrocefálicamente en un espacio urbano. Acompañado de la aparición del petróleo y de un proceso de modernización que no pasó por la modernidad, pero que todavía hoy se sigue cuestionando este fenómeno. José Ramón Castillo F. Universidad Nacional Experimental del Táchira Universalia N° 29 | 07-09 # 1 . 5 . 6 La dramaturgia en Miguel Otero está colmada, por las características que tiñen la generación de escritores de la primera mitad del siglo XX. Se puede desarrollar un primer acercamiento a un teatro que habla sobre la confrontación ideológica proveniente de Europa y la búsqueda indeterminada de formas sociales de carácter reaccionario, marcado por la defensa de los derechos ciudadanos en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez. De esta inquietud surge un grupo conocido como la Generación del 28, con planteamientos políticos, sociales y artísticos que atentan contra la estructura de un gobierno autoritario. Como segundo punto de vista se siente una fuerte presión de escritores Modernistas que están en su apogeo, con miras a reivindicar las letras del continente, atribuyéndose a sí mismos la misión de rescate de tradiciones y costumbres de un complejo sistema cultural que se intentó desvanecer por la influencia eurocentrista. El resultado fue, que lograron reconocer y sobrellevar los imaginarios populares para construir todo un sistema de acciones y de manifiestos que reivindicaron la cultura regional. Trato de hacer esta reseña para entender que el teatro de Miguel Otero Silva va a estar marcado por estas corrientes del pensamiento. Una de las principales influencias poéticas que recibe es de Andrés Eloy Blanco, en conjunto escriben la obra Venezuela güele a oro (1942), que va a aparecer en el Morrocoy Azul bajo el pseudónimo de 0.3 y Mickey. Para esta forma de construcción literaria se observa: un estilo que combina la tradición del lenguaje coloquial y de modismos venezolanos, y la comedia en la farsa que cuestiona el período petrolero. De allí, se construye el universo deformando y hasta esperpéntico en contra de un sistema de explotación social y política, donde las compañías petroleras estaban “arrancando el oro negro de Venezuela”. (Por supuesto no vamos enfatizar en este punto, sólo es a manera de información contextual de las formas de hacer teatro en la época). Se desarrolla una etapa de creación de Teatro para Leer, que según Alba Barrios (1992) está marcada por una estética político-humorística de entrada, pero considero que estamos frente a un Universalia N° 29 | 07-09 movimiento de teatro muy complejo, por las mismas características morfológicas de estructura del texto Se oían los ladridos de los perros, los suspiros del motorista, los bostezos del colector! Y era una sola sombra larga, y era una sola sombra larga. El tranvía extendía sus manos como un ciego: por dónde voy, señores, por dónde voy! Las gentes le decían: levántate y anda; y él se levantó, pero no anduvo. Todos le dieron una locha, bajaron y anduvieron, anduvieron, despacito, despacito; y él venía atrás, diciéndoles: Esperadme! Despacio se va lejos. Quise subirme a él pero tuve miedo de amar con locura, de abrir mis heridas que suelen sangran y no obstante toda mi sed de ternura, cerrando los ojos, lo dejé pasar… Y todavía no ha pasado…! (solloza); (salen todos cabizbajos) (Otero, 1942:15) Se expone la influencia de un teatro que desciende de los sainetes y sobre el cual, Rengifo (1978) nos expresa, que es una potencial forma de ridiculizar las formas cotidianas del orden. Es la caricatura marcada por la estructura de lo grotesco y lo obsceno, empieza de manera solapada, y, a medida que se extiende el texto se descubre la crítica directa. Es parte de la herencia del siglo XIX, donde la comedia era un atractivo para desarrollar la creación dramatúrgica. La influencia de estas formas está directamente ligada al Modernismo, por ejemplo Don Ramón María del Valle-Inclán con el estilo de un teatro de esperpentos, es decir, una estética que lleva la carga de lo deformado y lo ridículo, con una riqueza del lenguaje, pero que técnicamente en la forma del texto resulta muy difícil, o casi imposible, de escenificar. Las didascalias están dirigidas única y exclusivamente al lector, para recrear una imagen como si se tratara de una novela. Es una estética de lo literario que se acompaña de dos formas en cuanto a estilo: una la literatura como forma de teatro sólo para la lectura y una dosis muy intensa de comicidad para cuestionar personajes, acciones y situaciones. En Venezuela güele a oro, la forma del discurso se dispone a aparecer como la unión entre los diferentes actores del proceso petrolero, pero de allí se ve que la . 7 posibilidad de generar este enfoque se desprende de la unión del discurso tanto del norteamericano que llega a explotar, como del venezolano que espera entrar en el juego y el chino que no hace más que generar vacíos y de allí se desprende en caricatura. (Chang saca una mesa, la coloca en el centro de la escena y le monta encima un caucho de automóvil, una camarita, un florero con calcetines colgado, un par de alpargatas con un lazo azul y un vaso de noche con crisantemos)(Otero, 1942:41) Los exponentes de este estilo son Miguel Otero, Andrés Eloy y Aquiles Nazoa. Es un híbrido literario entre narrativa, poesía y teatro. Las didascalias nos informan sobre los aspectos de los personajes de manera poética, tal y como la estructura de una novela en desarrollo, de manera que este teatro demuestra la imposible representación escénica, pero deja la apertura de una lectura que se descompone en la caricatura del lenguaje, apoyada de lo grotesco, para ir hilando el discurso fragmentado. Con un ritmo arrollador que propone el flashback y detalles minúsculos entre las escenas, permite enriquecer la construcción de la psiquis de los personajes, para desencadenar en el vacío que genera en el sujeto, y se permite la improvisación y la incoherencia. Es un teatro basado en la lectura de la estética de lo descompuesto del cuerpo literario desmembrado, con personaje que se ridiculizan a sí mismos. Caso concreto como el de Romeo y Julieta: Jerarca: Hasta cuándo, señores, hasta cuándo/hemos de soportar vuestras rencillas,/que en un corral de vacas furibundas/tienen a nuestra patria convertida!/¿No comprendéis que con tamaño agite/no pueden trabajar las fuerzas vivas,/ni conciliar su siesta Fedecámaras,/ni mantener su fe las camarillas?/Detened vuestras pugnas insensatas,/ parad vuestras sectarias tremolinas,/o si no perderéis nuestra confianza,/nuestra televisión y nuestra estima./(1976:159). Incorpora un sinfín de temas al unísono para llamar la atención, con una singular forma de erradicar la linealidad del texto, incluso, envía en cada escena una serie de suposiciones discordes para generar el humor. Podríamos decir, se Universalia N° 29 | 07-09 . 8 presencia la experimentación de estilo que se acerca al sainete por su estructura sencilla y de comedia, pero se amalgama en una estética de ironía del lenguaje oculto. Parece el contexto del realismo social del teatro imperante en el mundo durante la primera mitad del siglo XX, porque se aproxima a un experimento muy precario del absurdo -sin atreverme a decir que llega allí-, pero trata de mostrar parte de este estilo y forma discursiva. Muestra una faceta dentro del teatro en Venezuela, y se atreve a enfrentar las instituciones y las estructuras del orden de un país que trata de ser industrial bajo la premisa de la explotación petrolera, pero que no alcanza a cerrar el ciclo. Como siguiente punto, se nota la connotación de un planteamiento político. La visión del autor se influencia de los ideales de un movimiento obrero y comunista que se desarrolla con la aparición del teatro dialéctico, en esta pieza se descubre la búsqueda del elemento poético del distanciamiento Brechtiano, y que se convierte en una herramienta recurrente en la obra de Cesar Rengifo igualmente. Por supuesto, este distanciamiento está volcado a la desacralización de los personajes que se despojan de ellos mismos, y se desprende un nuevo discurso elaborado, desde laconstrucción de un espacio escénico abierto de miles de probabilidades, lleva al sujeto de una manera tal, que se desliga del hilo conductual. Pese a las críticas que se han levantado sobre la simplicidad argumental en el teatro de Otero Silva, se observa que lleva de la mano un racionamiento de las escenas, juega al teatro representado dentro del teatro, donde los actores aparecen desmembrando su personaje y son ellos de manera autentica. Chang.- Yo soy Chang Sherlock.- Mentira. Usted no es Chang. (Al público) Señores, ¿ustedes saben quién es este hombre que amenazaba a Mujiquita con un “desbol”? ¿No adivinan quien quería ponerse en las curvas de Joan Crawford? ¿El chino Chang? Pues nó! El chino Canónico.(Otero, 1942:67) Universalia N° 29 | 07-09 Cabe destacar que estas piezas eran publicadas en el Morrocoy Azul, de allí la posibilidad de encontrar escritores dedicados al teatro para leer. De Miguel Otero Silva encontramos obras como Sansón y Dalila (luego Aquiles Nazoa realizaría de igual manera su versión), Adán y Eva en el paraíso, El Bolívar de Emil Ludwing, El jalar de los jalares, Romeo y Julieta y La recepción de Nereo Pacheco o se descubre el asesino de Don Juancho (Barrios, 1992:111). El discurso de la caricatura en la obra teatral de Miguel Otero Silva están marcados por la distracción que generan las didascalias y el distanciamiento, es decir, la fragmentación del texto, de manera que la morfología intenta ser indescifrable, para desembocar en la disparidad. Trata de buscar la linealidad en un juego de palabras y de situaciones que pueden ser recurrentes, el texto se deja manipular y genera el caos dentro de la estructura del sujeto. Es un estilo que se propaga en nuestra literatura durante este periodo del 40 al 50 y por ello, el teatro para leer se edifica como una manera alterna de combinar la poesía, el sarcasmo y el humor. Se reconoce la labor del Morrocoy Azul como vía para su difusión, la premisa sobre la que se mueve la estructura estética de lo que se publicaba estaba marcada por la simplicidad del humor, pero éste se transforma en una herramienta, que permite descubrir una creación literaria compleja y de múltiples entradas de interpretación. Para corroborar esta afirmación el teatro de Miguel Otero Silva se basa en el sainete, y finaliza siendo una farsa incorporando la ironía, que se desprende del orden y de los contextos en los que se desarrolla. En último lugar vemos que la caricatura reaparece en un recodo de su producción dramatúrgica al explorar en la parodia de las obras más representativas de la cultura occidental, como por ejemplo Shakespeare, desafiando por completo el canon, punto en el que se va a afincar Aquiles Nazoa. Para estos dramaturgos la estructura dramática se basa en la construcción del imaginario popular, con la interacción de un estilo literario fundamentado en la farsa, la parodia y el humor político y cotidiano. Considero que Miguel Otero Silva es uno de los precursores de la dramaturgia humorística en Venezuela, guardando la diferencia con los padres del teatro histórico y el teatro social, pero está en concordancia en la generación que trata de desacralizar las instituciones para propiciar un espacio de crítica. En definitiva, su participación como dramaturgo propone un juego entre deslastrarse de lo histórico y aproximarse a una poética de lo grotesco para dar paso a lo caricaturesco. Referencias bibliográficas: Barrios A y otros (1997) Dramaturgia Venezolana del siglo XX. Caracas: Centro Venezolano del ITIUNESCO. Blanco, A.E. y M. Otero Silva (1942) Venezuela güele a oro. Caracas: Cooperativa de Artes Gráficas. Chesney L., L (2000). 50 años de teatro venezolano. Comisión de Estudios de Postgrado, Facultad de Humanidades y Educación. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Lovera, R. (2008). Foro sobre centenario de Miguel Otero Silva. Diario El Nacional. 16 de octubre 2008. Otero, M. (1976) Obra Humorística Completa. Barcelona: Seix Barral. Rengifo, C. (1978) Literatura dramática de Aquiles Nazoa. En: Aquiles Nazoa. Obras Completas. Volumen I. Tomo I. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Caracas. Universalia N° 29 | 07-09 . 9 . Álvaro Martín Navarro Universidad Pedagógica Experimental Libertador Instituto Pedagógico de Caracas # 2 . 10 El estar solo en el cine generando encuentros de discursos y valores valores, observando las encarnaciones en los discursos-personaje, será una particularidad que permite al cine contrastar y proponer realidades “fuera” de los discursos oficiales e institucionales. Para observar esto podemos realizar un ejercicio hermenéutico a partir de un producto cultural particular. En este caso podemos tomar en principio y someramente la obra literaria que nace de la mano de Miguel Otero Silva: Cuando quiero llorar no lloro, (1970), pero nos quedaremos con su representación fílmica del mismo título y dirigida por Mauricio Walerstein en 1973. Pensamos que estas obras lograron concretar en el imaginario venezolano las particularidades míticas que conforman los discursos identidad clasista que conformó el “ser venezolano”. Estos discursos de identidad satisfacen las contingencias que vivió Venezuela durante los años setenta, ochenta y parte de los noventa, pero en la actualidad pensamos que estas clasificaciones y códigos están “gastados”, usados cuando queremos repensar nuestra identidad, o repensarla desde una identidad cultural, pero la idea más que entrar en un debate teórico acerca de la identidad es mostrar trazos de esa posible clasificación y estructuración mítica. Los tres discursos de clase propuestos por Otero Silva son resumidos por cada uno de los personajes literarios principales, son visiones, identidades y comportamientos propios derivados por las clases sociales en las que participan. Asimismo los discursos que esgrime cada personaje son predeterminados y sustentados por las instituciones de poder económico/político/social que los determinan. Estos discursos no sólo prefiguraron una forma de pensarnos sino que la institucionalizó, creando parérgones o marcos que han delineado los discursos de los tres Victorino sin posibilidad de leer, durante mucho tiempo “otra propuesta”. A partir del film Cuando quiero llorar no lloro (1973) dirigido por Mauricio Walerstein, se observa un desplazamiento lineal, unos procesos de desterritorialización y reterritorialización, así como encarnación y encuentros de valores y criterios. Allí los tres Victorino serán encarnados y conformarán los lenguajes, visiones e imágenes de la clase alta Victorino Peralta, media Victorino Perdomo y baja Victorino Pérez de nuestra sociedad, predeterminándola desde entonces a través de códigos y mitos como Victorino Pérez siempre será negro o moreno, sin educación y destinado a ser malandro; o Victorino Perdomo será idealista, torpe, inseguro y fácil de sacar de casillas; o Victorino Peralta, hábil, “vivo”, exitoso y sin escrúpulos. Estas son “las herencias” que hemos tenido para identificarnos grosso modo, una torpe herencia que cierra nuestras posibilidades de comprensión y concreción de lo que somos, y especialmente en las posibilidades de entendernos. Victorino en el cine venezolano Universalia N° 29 | 07-09 . Si bien las obras cinematográficas encarnan los lenguajes por medio de los personajes, la imagen del personaje se sobrepone a su discurso, por lo que las imágenes de las personas pertenecientes a cada estrato social predetermina el discurso de identidad en sí, por lo que si pensamos que las imágenes literarias que realizó Otero Silva han sido calcadas y repetidas una y otra vez por el cine, tenemos, como diría, Sartre(1), la necesidad de ejecutar saber, porque para el autor francés, las palabras son el soporte del saber y la imagen queda como la ejecución de ese saber. Dentro de esta argumentación la puesta de escena de ese saber de la obra de Otero Silva construyó una ejecución en el cine de ese saber, un saber sectorializado por las clases sociales, y que se han repetido hasta entrado el siglo XXI. ¿Pero se sostiene?, ¿podemos preguntarnos que al no identificarse el “sujeto venezolano” con ninguna clase social, sus discursos entran en una catástrofe?, ¿o pensar la opción de reordenar nuestra identidad no desde una predeterminación social/económica/política sino desde otras posibilidades, valores éticos, estéticos, gnoseológicos, críticos, nos hará un sujeto “menos venezolanos”, pero con una identidad cultural que nos permita vernos desde una perspectiva más humana, más completa, más global? Para tratar de ver someramente las consecuencias de estas preguntas, podríamos pensar la función de ciertas imágenes encarnadas y sus discursos realizadas por actores prototipos como Orlando Zarramera, Pedro Lander, Franklin Virgüez, en la encarnación de Victorino Pérez: de origen humilde, sin padre, criados por una madre pusilánime, “destinados a ser malandros”, y cómo él predeterminará un calco que se mantiene hasta en películas como Sicario, Huelepega, y Secuestro Express, aunque pensamos que en esta última película el calco comienza a distorsionarse. Igualmente observamos como el calco para Victorino Peralta y Victorino Perdomo. Ahora bien muchos personajes han sido interpretados forzosamente y encasillados en la clasificación de ser algún Victorino, en esa medida hacen reproducciones literales de la construcción del sujeto venezolano desarrollado por las diferenciación de clases, inhibiéndole desarrollos de discursos, alternativas por ejemplo el de los valores éticos, para engranar identidad cultural o encuentros con valores distintos para la construcción de un “ser venezolano” cruzado por los procesos contingentes sociales-económicas de la sociedad venezolana. Universalia N° 29 | 07-09 11 . 12 Por eso nuestra búsqueda se centra en encontrar el cuarto Victorino o una identidad cultural, esto es, su(s) discurso(s) y encarnaciones dentro de quehacer cultural, ético, estético, gnoseológico. Vemos los cruces de los Victorino y sus respectivas encarnaciones, observamos a Victorino Pérez encarnado por Orlando Zarramera, Pedro Lander, o Franklin Virgüez, en películas como Soy un delincuente, Graduación de un delincuente, Cangrejo I, junto a los discursos e imágenes de Victorino Perdomo y Victorino Pérez encarnados por actores como Miguelángel Landa, Orlando Urdaneta, Daniel Alvarado, Asdrúbal Meléndez. Esto actores han intercambiado los distintos discurso de esos dos Victorino, ellos han sido “encarnadores”, “imágenes” de las diversas metamorfosis de las imágenes literarias de esos dos personajes, es decir, han sido quizás los actores del cine venezolano que han logrado una mayor reterritorialización del “ser venezolano”. Estos intérpretes han hecho, en innumerables películas, una promesa de identidad del venezolano, que ha sido simplificada en ser algún Victorino, pero qué ocurrirá si “leemos” con otras estrategias sus discursos, sus identidades, sus promesas, del “ser venezolano” como postula un “sujeto crítico”. Tampoco debemos perder de perspectiva que estos artistas han trabajado con los más importantes cineastas venezolanos, lo que nos lleva a pensar que sus imágenes encarnadas son el resultados de propuestas estéticas, éticas, gnoseológicas, tanto de los directores como de la sociedad que tratan de describir, por lo que influyen directamente en la conformación del imaginario venezolano. Trataremos de mostrar las metamorfosis en los diversos Victorinos que se han encarnado, pero teniendo en cuenta cómo manejan los discursos de identidad cultural en cada representación y cómo tratan estratégicamente de leer otros discursos de identidad que no están cercados por la herencia de los tres Victorino, ni por la sobredeterminaciones culturales del sujeto venezolano. Así tenemos por ejemplo que Victorino Pérez siempre muere, por ser malo, malandro, tramposo, feo y negro, pero que en Universalia N° 29 | 07-09 las película secuestro express, los Victorino Pérez -Budú y Nigga-, salen exitosos y el Victorino Peralta Jean Paul Leroux es asesinado, su padre no lo ayuda y devela toda una cantidad de “antivalores” que permite un rechazo del discurso de las personas de clase alta, mientras el Victorino Perdomo, sigue siendo el idealista, romántico y soñador que presentaba ya Orlando Urdaneta en la obra prima de Walerstein, pero que en la de Jakubowicz, interpretado por Carlos Molina Trece introduce unas reterritorializaciones entre las diversas esferas de lo buenos y lo malo, de lo feo de lo bello, del bien y del mal, saliendo de un mero ambiente de clase media acomodada. Pensamos que es necesaria estas relecturas de la identidad, y especialmente propulsar una nuevas recodificaciones de lo que podemos llamar identidad cultural, para poder estudiar los cambios y resultados que se realizan desde el cine para explicar los síntomas de la sociedad latinoamericana, de ahí que la investigación busque un capítulo para reflexionar desde el cine latinoamericano y cómo la propuesta de identidad cultural engranaría. De las propuestas que se verán y fundamentarán a lo largo de la investigación, las desplazaremos para acercaremos al cine latinoamericano a través de autores como el ecuatoriano Sebastián Cordero, director de Ratas, ratones, rateros; del mexicano González Iñárritu director de Amores perros; de la argentina Lucrecia Martel, directora de La niña santa, del colombiano, Víctor Gaviria, director de Rodrigo D. No futuro, o de los uruguayos Rebella y Stoll con 25 watts. Quedando por lo tanto la posibilidad de una arista de integración de una identidad cultural latinoamericana que separe las frontera de las identidades clasista o nacionalista que han sido dadas posiblemente por una cultura económica más que ética, estética, gnoseológica. (1) Esta propuesta la rescatamos de Sartre, especialmente en su análisis de la <naturaleza del analogón en la imagen mental> en su libro Lo imaginario. “Por encima de nuestro sobresalto de acosados, por encima del filo del machete de nuestros perseguidores que en todo instante lo vemos a milímetros de nuestras nucas, por encima de nuestros pies hinchados y de nuestros trajes hechos jirones y de nuestras barbas crecidas y de nuestro sudor mugriento, salta un chiste, una risotada, una burla, una copla. He amado siempre esa valiente alegría del pueblo venezolano. Recuerdo que un compañero universitario Saldaña naturalmente- atribuía la risa fácil a cinismo, la chacota a impotencia servil y ambas cosas a castrada indolencia. Se equivocaba. Esta gente ríe en el dolor, ríe en el sacrificio, ríe en la rebeldía, ríe en la victoria. He oído decir que Andalucía es un país alegre; tal vez de los abuelos andaluces, nos venga la herencia. Lo que ignoro es si los andaluces, como los hombres de este pueblo, mantiene incólume la gracia en sus horas más trágicas. F R A G M E N T O S . (Miguel Otero Silva, Fiebre) 13 “El camión amarillento, dieciséis estudiantes, doce soldados, un capitán de uniforme y un coronel tuerto vestido de civil, siguió por el camino de los llanos, dando tumbos entre los baches, levantando nubarrones de polvo reseco y caliente. En Ortiz quedó su huella perdurando largas horas. En la bodega de Epifanio, en la casa parroquial, en el patio de las Villena, en la escuela de la señorita Berenice, en la Jefatura Civil, no se habló de otra cosa durante todo el día. (…) -Dios mismo los acompañe respondió el padre Pernía, preocupado-. Por el camino que se fueron no queda sino Palenque, que es la muerte. ¿La muerte? Ése era el tema, la muerte. De los trabajos forzados de Palenque, moridero de delincuentes, regresaban muy pocos. Y esos pocos que lograban volver eran sombras desteñidas, esqueletos vagabundos con la muerte caminando por dentro.” (Miguel Otero Silva, Casas muertas) Universalia N° 29 | 07-09 Lic. Yanira Yánez Delgado Universidad Pedagógica Experimental Libertador Instituto Pedagógico de Caracas Universalia N° 29 | 07-09 . Lo leo, no lo # 3 leo: . Esbozo bien intencionado de algunas razones para leer a Miguel Otero Silva Pensar en un artículo acerca de Miguel Otero Silva para una publicación orientada a los estudiantes de la USB trae a mi mente varias preguntas: ¿Por qué leer a Miguel Otero? Y más aún, ¿para qué convencer a los jóvenes que sigue siendo pertinente leer a este autor? Por allá, en los casi prehistóricos años 70, recuerdo haber escuchado frecuentemente el nombre de Miguel Otero Silva en las reuniones dominicales en casa de mi abuela: Que si ya la leíste, que mejor me la compro porque tú tardas mucho, que si mi parte favorita es cuando, que si a mí me gustó más la anterior… Mis tíos, para entonces veinteañeros, habían hecho de las novelas del barcelonés (de aquí, de Anzoátegui) una especie de manual para decodificar la violenta realidad venezolana de entonces, y Cuando quiero llorar no lloro, publicada en 1970, era lectura obligada para quienes se buscaban entre sus páginas, leídas como la crónica de aquella Venezuela que oscilaba entre el dinero fácil, la nunca tan de moda ideología de izquierda y el desencanto. Esos fueron los años en que no leí a Miguel Otero. Fue mucho más tarde, ya en la Escuela de Letras de la UCAB, cuando me acerqué a un universo novelesco que, desde mi veinteañera mirada, hacía aún más indolente la impavidez de los años 80 y peor aún, la de mi querida casa de estudio donde, y no exagero, pasaba poco o casi nada (ahora sí pasa). Fiebre, Casas muertas, La muerte de Honorio, Oficina N°1 y Cuando quiero llorar no lloro, leídas, podría decirse, de un tirón, fueron todo un descubrimiento y más aún, fueron el descubrimiento de un país que unos ratos no entendía y otros me disgustaba mucho. Pero pongámoslo de este modo: Los 70 y los 80 son otra época. Los afro, los jeans acampanados, los zapatos de plataforma, la alternabilidad de adecos y copeyanos en el poder, los líos en el Fermín Toro, en el Andrés Bello y en Ezpelosín, la muchachera inquieta de la Central… ya todo es cosa del pasado, ¿cierto? Y lo de la guerrilla urbana, la corrupción administrativa, los escandalosos donativos a otros países, el riesgo de la autonomía universitaria, ¿todo eso no es historia? ¿Leer entonces a Otero Silva no significaría quedarnos con una interpretación de un país que no es el nuestro? ¿O será (qué susto) que las claves de interpretación siguen siendo válidas porque la historia (como lo dijo la sabia anciana de Macondo) se repite una y otra vez? Si es así, resulta que el hombre, además de un excelente Universalia N° 29 | 07-09 15 contador de historias, nos resultó una especie de nigromante capaz de hacer saltar los mecanismos de un país insólito, cuya cotidianidad, como tantas veces he escuchado últimamente, supera con creces la más aventurada de las ficciones. . 16 Este último año escolar, y a propósito del centenario del nacimiento de Miguel Otero Silva, he releído algunos de los textos que años atrás fueron lecturas obligatorias para mis alumnos de bachillerato. En algún momento, y por razones que para entonces debieron haber tenido inconmensurable peso, este novelista salió de las listas de libros de mis estudiantes. Hoy, siguiendo los pasos de una buena confesión, previo el examen de conciencia y comprometida a enmendar mi falta, reconozco que hay que incluirlo de nuevo. Y en la universidad, por supuesto, también. Me he reencontrado con un autor que, como pocos, permite entender qué nos pasó y hasta qué nos está pasando, lo que no es poco decir. En vuelo rasante sobre la obra narrativa de Otero Silva, nos encontramos con Fiebre, su primera novela publicada en 1940, a su regreso a Venezuela tras su segundo exilio político. Allí nos cuenta acerca de las persecuciones que, durante el régimen gomecista, padecieron él y sus compañeros de la Generación del 28, de la que había sido miembro. Para entonces las ideas estaban de más. La reflexión y los intentos de cambio de una sociedad reprimida y atrasada, también. En Fiebre sólo eso encontramos: Un puñado de jóvenes librepensadores en defensa de su voz, de su espacio político, del mejor país que se creían capaces de construir. Los viejos dicen que hay que conocer el pasado para no repetir los errores, pero aquella era otra Venezuela, ¿acaso hoy la Constitución no nos asegura los derechos que los jóvenes del 28 no tenían? En 1955, tras haberse separado del Partido Comunista de Venezuela, y con esto de la actividad política, publica Casas muertas. Ésta es una de sus novelas que más me conmueven, no por la triste historia de amor de los protagonistas, ni por las infructuosas luchas políticas, sino por la frustración de sus personajes. Aquí nos cuentan la muerte del pueblo de Ortiz, y el gesto de quienes se aferran a la vida. Es la dignidad que se resiste a perderse en circunstancias adversas, extrañas, ajenas; en Ortiz quedan la mística de la maestra del pueblo, la grandeza de espíritu del masón solidario… Las suyas son unas vidas condenadas a la miseria y a la muerte, frustradas pero combatientes. Sin embargo, sólo es posible´escapar a la destrucción alejándose del pueblomoribundo, como lo hace Carmen Rosa con su madre y sus pocas pertenencias a cuestas, para probar suerte en otra novela, Oficina N°1, de 1961. Los habitantes de las casas muertas que dejaron a su paso el paludismo y el boom petrolero se lanzan en esta obra en un recorrido hacia ninguna parte. Hay que fundar lo que no existe: la ciudad en el límite del campo petrolero, el país con el nuevo modelo económico que el recientemente explotado recurso impone. Pero estas fundaciones no dejan fuera la soledad, la miseria y el desamparo de los hombres, ni el olvido al que los condena un gobierno casi inexistente. En medio de una cambiante realidad, de un vertiginoso proceso neocolonialista, sólo pueden asirse a lo poco que les queda de identidad; así pues todos participan tristemente en una lucha sin tregua, pero paradójicamente no pierden la esperanza. Encontramos un puñado de personajes decididos a dar su último aliento por aquello en lo que creen, o a arriesgarse en nuevos derroteros, en Casas muertas; o a Universalia N° 29 | 07-09 quienes quieren construir lo que no existe desde el yerro y la improvisación, en Oficina N°1. Pero en ambos casos la esperanza no les es arrebatada ni siquiera por la adversidad. Esto las hace a la vez absolutamente venezolanas, pero definitivamente universales. Entre la publicación de estas novelas, en el año de1958, Miguel Otero Silva publica La muerte de Honorio, donde nos presenta la cruenta situación a la que son sometidos cinco presos políticos de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. No existe aquí rastro de derechos humanos; la dignidad del que piensa diferente es anulada en medio de torturas físicas y psicológicas. Mediante una técnica más bien cinematográfica, estos personajes, representantes de los miles que corrieron la misma suerte (el Capitán, el periodista, el Médico, el Tenedor de Libros y el Barbero) nos presentan su mundo interior, profundamente humano, sus puntos de vista, sus historias. Pero las vejaciones de la policía política del régimen no desdibuja la esperanza, y así surge la imagen de Honorio, el hijo del Barbero. De los cinco personajes, éste es el único que está preso “por hablar pistoladas” y no por ser combatiente ni por tener ideología alguna. Honorio es su estandarte, lo único que lo acerca a sus compañeros de celda. El niño termina convirtiéndose en el hijo de todos, en el símbolo de la libertad y el tiempo nuevo en el que todas las ideas puedan tener cabida. Una buena razón para leer esta novela es averiguar por qué se llama así, en especial porque la muerte y la libertad tienen una especial manera de relacionarse, cuando lo hacen… Otro motivo pudiera ser aquello de que la peor de las democracias es siempre preferible a la mejor de las dictaduras, como tantas veces se ha escuchado últimamente, y en esta novela la dictadura de Pérez Jiménez se nos muestra con toda su fiereza e intolerancia. Un aprendizaje para que aquello no se repita, o para saber qué hacer si a alguien se le ocurre, en fin. Pero sin duda alguna la mejor de las razones es que está, definitivamente, muy bien escrita. Universalia N° 29 | 07-09 . 17 . 18 En La muerte de Honorio Otero Silva incorpora la experimentación propia de las nuevas tendencias literarias: extraordinarios monólogos que dan cuenta de lo padecido por estos hombres a quienes se les arrebató uno de los más esenciales derechos, el de la libertad de pensamiento. Y alternando con estas voces, en negritas y entre paréntesis, aquello que no dijeron, sus pensamientos más íntimos, otra perspectiva de las mismas historias. Es en su siguiente novela, Cuando quiero llorar no lloro, de 1970, donde el estilo del narrador, así como la percepción de la realidad venezolana, se lanza por más definitivos derroteros. Es la decantación de su técnica literaria, que se muestra aquí transformada, más madura y personal. La historia, o mejor dicho, las historias de Cuando quiero llorar no lloro están precedidas por un relato que, al parecer, poco o nada tiene que ver con lo que sigue, tan urbano, caraqueñísimo. Sólo el destino trágico parece vincularlas (tal vez haya más, habría que leerla). Esta novela, escrita y publicada en el marco del boom que sacudió la literatura latinoamericana entre los 60 y los 70, nos trae la historia de tres caraqueños con idéntico nombre, pertenecientes a tres clases sociales diferentes: Victorino Pérez, pobre hasta el hambre y la miseria, malandro por decisión y convicción, o quizá porque no había más opciones. Victorino Perdomo, de clase media, hijo de comunista, activista político y guerrillero urbano, representante de una clase social que aún cree en alguna utopía posible. Victorino Peralta, oligarca de rancio abolengo, frívolo e irresponsable, ajeno a cuanto pudiese acontecer más allá de su cerrado grupúsculo de amigos, la mujer que le gusta o el Maserati último modelo que lo lleva a la tumba. Los cuatro nacen el mismo día y encuentran una muerte violenta en la misma fecha del año 1966. Sus madres se cruzan en el cementerio donde los tres son enterrados, sin mirarse apenas, sin saber que comparten el mismo duelo. Universalia N° 29 | 07-09 Pero, ¿qué une a estos tres jóvenes caraqueños? Decir que el mismo destino trágico sería, después de presentar el argumento, bastante elemental. Tal vez lo más terrible de sus historias es la incapacidad para entender el país que les tocó. Sólo Victorino Perdomo se aproxima a su momento histórico, pero la efervescencia de sus ideas comunistas lo lanzan al viaje sin retorno de la violencia: es asesinado por la policía en el asalto a un banco. Se ha dicho que Cuando quiero llorar no lloro es una metáfora del país, o una reinvención del mismo. En estos tiempos es tal vez la crónica de lo que no debió ser, la llamada de alerta para construir sobre lo que tenemos y con lo que nos queda una sociedad más amplia, en la que el otro cualquiera que éste sea- exista, tome cuerpo y deje de parecer aquella lejana referencia que o niego o rechazo. Dos novelas más conforman el haber literario de Miguel Otero Silva: Lope de Aguirre, príncipe de la libertad, de 1975, donde el narrador se sumerge en la historia del personaje y sus implicaciones para Venezuela, y La piedra que era Cristo, en la que narra la historia de Jesús de Nazaret y su repercusión en la vida de quienes lo conocieron. Servido está. Te toca a ti, estimado lector, decidir si vas o no a acercarte a la obra narrativa de este venezolano que, a los cien años de su nacimiento, nos sigue haciendo reflexionar acerca de quiénes somos, o qué hicimos (o hicieron), o qué hacemos ahora (sí, nosotros). Un dejo de confianza se impone, y sé qué más de uno revisará la biblioteca de su casa a ver qué encuentra... Es que si de algo estoy orgullosa en este momento es de nuestros jóvenes universitarios, críticos, activos, brillantes, amantes de la paz, amplios, respetuosos de las ideas de quienes piensan distinto. Parecidos a Miguel Otero Silva, qué cosas. Universalia N° 29 | 07-09 . # 4 . La oposición torturada: Venezuela en la muerte de Honorio Violeta Rojo Universidad Simón Bolívar 20 En sus primeras novelas novelas, Miguel Otero Silva quiso hacer un gran fresco sobre la Venezuela del siglo XX: la dictadura de Juan Vicente Gómez en Fiebre, la muerte del campo en Casas muertas, el boom petrolero en Oficina N° 1, la guerrilla y la delincuencia de los años 70 en Cuando quiero llorar no lloro. A La muerte de Honorio le corresponde la “infame dictadura de Pérez Jiménez”, como la califica el propio Otero. La muerte de Honorio es, como novela, la menos lograda de Otero Silva, sin embargo, hay que reconocerle otros méritos, algunos extraliterarios. Es de las muy pocas novelas venezolanas que se concentran en el caso de las torturas a los políticos adversos a Pérez Jiménez y, además, muestra la fea cara de la represión política de un período que desde hace un tiempo no es muy mencionado y cuyos aspectos más oscuros han pasado a un relativo olvido. En LMH muestran, a partir de las historias de cinco personajes torturados y encarcelados, que debajo del país aparentemente próspero, progresista, industrializado, seguro y feliz, existía otra nación escondida y sufriente (Concepción, 1997). Pero además, es un justo homenaje y recordatorio de tantas y tantos perseguidos, maltratados, encarcelados que lograron que durante 40 años viviéramos en democracia. Entre otros, Pompeyo Márquez, que bajo su nombre de clandestinidad, Santos Yorme, es un héroe de la resistencia que los presos protegen por su importancia en la lucha contra la dictadura. Márquez, aún hoy a sus 86 años, sigue activo políticamente, por supuesto en la oposición. Universalia N° 29 | 07-09 Otero Silva consideraba el periodismo, la política y la denuncia piedras angulares de su función ciudadana, que quería expresar por medio de la literatura. Por lo tanto sus primeras cinco novelas funcionan como un retrato de los momentos más duros políticamente, aquellos en los que la libertad y la vida se ven amenazados por el gobierno de turno. Momentos éstos, que para MOS son todos, ya que pensaba que somos un país que no habla sino discursos políticos, que no sueña sino pesadillas políticas, que se emborracha con el propósito exclusivo de gritar improperios políticos en medio de la calle, que no ha tenido oportunidad de industrializarse, ni de higienizarse, ni de educarse, por estar discutiendo pendejadas políticas (Otero Silva, 1963, 65) . Si bien es evidente que todas las novelas de MOS son fruto de una amplia investigación, LMH es aquella en la que hizo más hincapié en el rigor testimonial de su preparación. Él pidió a los partidos de la oposición que le dieran los nombres de aquellos de sus militantes que hubieran sido presos y torturados y los entrevistó sobre estas experiencias. De los personajes de la novela, El Médico corresponde Eduardo Gallegos Mancera (1915-1989), gran amigo de Otero Silva. Gallegos Mancera, era médico y comunista, salió exilado a partir del golpe a Rómulo Gallegos, volvió a Venezuela para trabajar en la clandestinidad y fue encarcelado en Ciudad Bolívar durante cuatro años. Por las torturas sufridas (recogidas fielmente en la novela) perdió un tímpano y la visión del ojo derecho. 21 Universalia N° 29 | 07-09 Universalia N° 29 | 07-09 Universalia N° 29 | 07-09 El Tenedor de libros es Salom Mesa Espinoza (1919-1991) dirigente sindical y luego político, además de tenedor de libros. Estuvo en Acción Democrática hasta la división de 1967, cuando pasó a formar parte del MEP. Tal como el personaje de la novela, fue uno de los que rescató a Alberto Carnevali. Detenido por la Seguridad Nacional, fue llevado a la Cárcel Modelo de Caracas, luego a la Penitenciaría de San Juan de los Morros y al final a la Cárcel de Ciudad Bolívar. El periodista es una mezcla de dos personajes. Uno es Luis Miquilena (1919-), sindicalista y político que ha dado un amplísimo paseo por muchas tendencias: apoyó a Medina Angarita, luego formó parte del Partido Comunista de Venezuela, después fundó el PRP (Partido Revolucionario del Proletariado), de breve vida; más tarde participó en URD y luego de un largo período dedicado a sus prósperos negocios, participa muy activamente en el MVR, al que también abandona con el tiempo. Miquilena no era periodista, de manera que el personaje es completado con el oficio y las vivencias del propio Otero Silva. . El capitán pudo ser tomado del sub-teniente Lucio Bruni Celli y del capitán Martín Márquez Añez. Debo hacer notar que el personaje de El capitán es el único no torturado en la novela, aunque según testimonios de la época, Bruni Celli sufrió mucho durante su prisión. El que El capitán no sea torturado y los civiles sí, es una manera de enfatizar el carácter militarista de aquella dictadura, que consideraba a los civiles como escoria. Supongo que lo que Otero Silva quería lograr en esta novela, como parte de su “deber político” (Pacheco, 1993, 30) era una visión completa sobre las diferentes tendencias democráticas que se oponían a la dictadura. De cierta manera, LMH funciona en literatura como un equivalente del Pacto de Punto Fijo (1). Si en éste los representantes eran de AD, Copei y URD, los que se comprometían a unirse en pro del país, en LMH son los personajes que representan a AD, URD y PCV los que se unen en sus desdichas, poniendo “de manifiesto lo estéril de las luchas que los opusieron anteriormente. La cárcel y la tortura los nivela ahora” (Liscano, 1973, 76-77). 24 No quiero terminar con tanta tristeza, así que prefiero contar de la censura en España a LMH, hecho que muestra lo poderosa que puede llegar a ser una novela. Esta novela fue censurada durante trece años, no permitiéndose ni exportarla ni distribuirla en España, país donde vivía Pérez Jiménez cobijado por Franco. A pesar de las protestas diplomáticas y en la prensa extranjera, la novela siguió prohibida hasta 1976. Entre los argumentos para no permitir su distribución estaba que “…se presenta a los rebeldes revolucionarios como puros idealistas dispuestos a dar su vida por una causa justa” (Concepción Lorenzo, 1997, 207, n. 13) Me imagino la sonrisa de MOS al leer que los censuradores consideraban a sus personajes puros idealistas, que dan la vida por una causa justa y que son sometidos a despiadados suplicios, lo que la convierte en una obra de claro matiz subversivo. No hay mejor descripción de La muerte de Honorio, de cómo puede ser percibida y de su importancia como recordatorio de lo pernicioso que resulta un militar en el poder. (1) En este notable acuerdo, los representantes de tres partidos políticos se comprometían a respetar la institucionalidad, los resultados electorales y a formar un gobierno de coalición. En suma, era un pacto de gobernabilidad democrática. Universalia N° 29 | 07-09 BIBLIOGRAFÍA Concepción Lorenzo, Nieves María (1997) La fabulación de la realidad en la narrativa de Miguel Otero Silva. Tesis doctoral. Universidad de la Laguna, España. Publicada con el mismo título en Caracas: Memorias de Altagracia, 2001. Liscano, Juan (1973) Panorama de la literatura venezolana actual. Caracas: Publicaciones Españolas. Martínez, Argenis (2006) Miguel Otero Silva. Caracas: Biblioteca Biográfica Venezolana. Mesa, Salom (1978) Por un caballo y una mujer. Valencia: Vadell hermanos. . Otero Silva, Miguel (1963) La muerte de Honorio. Buenos Aires: Losada. Pacheco, Carlos (1993) “Del realismo testimonial a la novela histórica: trayectoria narrativa de Miguel Otero Silva”. En: Gerendas, Judit (comp) Aproximaciones a la obra de Miguel Otero Silva. Mérida: Mucuglifo. 25 Universalia N° 29 | 07-09 . Isabel Rodríguez Barradas de Veracoechea Depto. de Lengua y Literatura # 5 . Ni tan celestiales… En 1963 se publica un texto que suscitó un monumental escándalo, Las Celestiales. La razón para eso era que de modo irreverente se tocaba lo religioso. Su autor era un jesuita vasco, Iñaqui de Errandonea, al igual que su ilustrador, Joseba de Escucarreta. Poco después, se descubría que también los autores eran parte de la parodia, nadie sabía quiénes eran aquellos personajes. En palabras del propio Otero Silva: 26 Lo que nunca previmos fue el escándalo, el esquiliano vendaval de maldiciones, el catoniano desgarramiento de vestiduras que la aparición de Las Celestiales habría de desatar en la muy volteriana y epigramática ciudad de Santiago de León de Caracas, famosa desde la Colonia por su propensión a la chirigota, a la coprolalia y al desacato. La grande y la pequeña prensa orquestaron el aquelarre (…) Un diputado descendiente de conservadores devotos y otro diputado nieto de liberales librepensadores acallaron sus divergencias decimonónicas para reclamar al unísono que la obra fuera incinerada pública e inquisitoriamente. El Poder Ejecutivo ordenó la inmediata confiscación de la edición y decretó multas de diez mil bolívares* contra los libreros que osaran poner en venta el execrado florilegio (MOS: 1974). Universalia N° 29 | 07-09 . 27 Universalia N° 29 | 07-09 El libro desapareció, el que lo tenía, lo escondió, los libreros lo vendieron a los amigos y su comercialización fue prácticamente subversiva, a hurtadillas, así se convirtió en una publicación muy codiciada, justamente por su carácter prohibido. Por supuesto, tampoco pudo faltar la voz de la Iglesia en la persona de José Humberto Cardenal Quintero: . Ha empezado a circular en esta capital un libro de pocas páginas, editado a todo lujo en gran formato, titulado Las Celestiales, compuesto de coplas que se pretende hacer pasar como pertenecientes al folklore venezolano, acompañadas de caricaturas. Las coplas contienen conceptos de una repugnante salacidad, expresados con las palabras más soeces. Las caricaturas no pueden ser más irreverentes. Y las notas que en tipos muy pequeños se han puesto al pie de cada página son un cúmulo de falsedades. Con el fin de engañar a los incautos se atribuye el prólogo, la compilación y las notas a un sacerdote jesuita. El libro todo es una colección de blasfemias. Como hasta el presente la blasfemia jamás ha manchado ni la mente ni los labios de nuestro pueblo, se le infiere a éste una gravísima injuria al atreverse a decir que son de su folklore tamañas bajezas. * Esos sí eran bolívares fuertes, el cambio por dólar era de Bs. 4,30. Personalmente, no puedo creer que a monseñor no se le haya dibujado una sonrisa leyendo los versos. El tono de reprimenda circunspecta es lo que proyecta en sus palabras, pero, con su venia, están muy distantes sus afirmaciones de las características de la devoción popular del venezolano. La injuria, lamentablemente, la ha cometido él. Una manera de expresar la religiosidad es a través de lo popular y una de sus expresiones es la parodia, tenemos una fascinación por la irreverencia, la caricatura, la burla. Gracias al chiste “se ríe uno de aquello que le importa” (Peñalosa: 1999). Gracias a la risa sobrevivimos pues de todo se hace un chiste y hoy no es diferente. La devoción también se expresa en la parodización. ¿Cuántos chistes no circulan cuyos protagonistas son Cristo y San Pedro, la Virgen, los apóstoles, los santos, los curas, las beatas, el cielo, el infierno o el cielo? En la medida en que nos podemos burlar de las creencias, en esa medida también, las reforzamos. Los versos compilados por Iñaqui de Errandonea son referidos por Francisco Vera Izquierdo quien nos cuenta: Yo había recogido en partes muy diversas, unas coplas referentes a cosas de la religión. Las monté siguiendo un orden progresivamente irreverente y las cantaba con cuatro, Mariano Picón Salas las bautizó Las Celestiales y tanto Miguel como yo les añadimos algunas de nuestra cosecha (1986). 28 Lo que no había sido sino una solemne mamadera de gallo, terminó siendo un asunto de estado. La exquisita primera edición era de gran formato y fue diagramado por Mateo Manaure y en grandes letras -como corresponde a la edición-, el título y el nombre del autor. No sabemos qué fue lo que en su momento disgustó más, los versos irreverentes -que si bien inspirados en las que había colectado en sus viajes Vera Izquierdo habían sido también reforzados por la vena creativa de Otero Silva-; que la compilación, prefacio y notas fuesen de Iñaqui Errandonea y las ilustraciones de Joseba de Escucarreta, el otro yo de Pedro León Zapata; que tanto las viñetas como los versos se escudaran tras la seria figura de dos jesuitas, o, las notas explicativas, pretendidamente eruditas, que abundaban en detalles en cada página acerca de los santos que, honestamente, nadie podría creer que fueran ciertas. Universalia N° 29 | 07-09 El venezolano, en general, no se toma muy en serio algunas cosas y vive, más bien, una religión flexible. Como dice Manuel Caballero: Los venezolanos nos acordamos de ser católicos cuando nos casamos, cuando nos nace un hijo, y cuando nos morimos. En los dos primeros casos, porque son pretexto de fiesta y aguardiente; en el último, porque tenemos la esperanza de que nos dejen seguir haciéndolo en el Más Allá (…) También celebramos el nacimiento y la muerte de Jesús, por las mismas razones etílicas. Pero nadie se enorgullece (ni mucho menos se pone de ejemplo) de ser mejor católico que su vecino. Ni los curas lo pretenden (2006:22). Otero Silva se burla del prurito que suscitó Las Celestiales, sin embargo, algo se olía en aquel momento puesto que a pesar del lujo del formato y a la ausencia de datos editoriales de esa primera edición, se escudó además, tras la imagen formal de un jesuita. Cuando vivimos en un país que nos ha hecho más devotos que nunca porque a diario y a cada rato tenemos el Jesús en la boca, cuando cotidianamente se nos convoca a probar como va nuestra capacidad de asombro, nos sorprende el provincialismo con el que se atacó un texto que, por lo menos bajo el cristal con el que hoy podemos leerlo, nos parece hasta ingenuo. Hoy se mira con otros ojos esas vertientes de lo popular y la Iglesia las estudia y reconoce como una manera de vivir la fe porque es también, en su particular expresión como humor festivo, una forma de renovarla. Miguel Otero Silva realiza, en su brevedad, una obra maestra del humor, de la parodia, de la burla en uno de los aspectos más emblemáticos de nuestra cultura como lo es, aunque para algunos sea difícil reconocerlo así, la fe. Sin embargo, aunque se le cita y reconoce como su autor, es soslayada en su bibliografía, como una creación menor. Yo sigo viéndola como el libro grandote que pudimos a escondidas hojear y en el que pudimos descubrir que nos podíamos reír de los santos porque ellos también se han de haber reído de lo mismo. . BIBLIOGRAFÍA CABALLERO, Manuel. Por qué no soy bolivariano. Una reflexión antipatriótica. Caracas. Alfadil. 2006. OTERO SILVA, Miguel, Las Celestiales. (s/ datos editoriales) 1965. __________. Las Celestiales. Caracas. Los libros de El Nacional, Biblioteca Miguel Otero Silva. 2005. PEÑALOSA, Joaquín Antonio, Valor del humor religioso, México El Observador , Nº 213, 8 de agosto de 1999. p.4. VERA IZQUIERDO, Francisco. Un irreverente bondadoso, El Nacional, 24 de octubre de 1986. Universalia N° 29 | 07-09 29 . # 6 Rubén Darío Jaimes Universidad Simón Bolívar . El hombre sanguinario sanguinario, que cometió atrocidades a su paso por Venezuela, quien prefirió morir antes que rendirse y asesinar a su hija antes que dejarla en manos de sus enemigos, representa una de las imágenes más legendarias de nuestro pasado colonial. Lope de Aguirre, el tirano, a pesar de que la luz eléctrica llegó hace décadas a la isla de Margarita, sigue siendo uno de los espantos más reconocidos en las creencias populares de la Perla del Caribe. Son innumerables las historias que aseguran que lo escucharon por los lados de Paraguachí, en tropel, o muy cerca de La Fuente, acompañado de su legión de hombres desalmados, que se quedaron penando en tierras del estado Nueva Esparta sus fechorías de tiempos de la colonia. En algunas noches suenan todavía, según cuentan los lugareños, los cascos de los caballos cuando pasan el tirano y sus seguidores por esos lados. Nadie sabe si va rumbo a La Asunción o camino al infierno. 30 Tan profundo fue el impacto de su presencia en Margarita que el lugar por donde dice la tradición que desembarcó Lope de Aguirre lleva el nombre de El Tirano, nombre que con su sola configuración trasmite el miedo que queda de esos episodios de la historia donde la sangre tiñe los recuerdos. La población mantiene vivo en su toponímico la carga trágica de un suceso que en la memoria del pueblo no quiere olvidar que por allí desembarcó la muerte en tiempos de la colonia española. Venía de una aventura colosal y protagonizaría un suceso sin precedentes en estas posesiones del imperio español. Comenzó por ganarse con mentiras y trampas la confianza de las autoridades españolas, y terminó por aniquilarlas a la vista de todos. Por otra parte, en el estado Nueva Esparta (y desconozco si también en todo el oriente venezolano) al árbol del merey se le conoce con el nombre de marañón. Hay que ver lo leñoso de su madera, lo nudoso de su tronco y lo retorcido de su forma; ni qué decir del efecto astringente tan fuerte que produce en la boca cuando se come su fruto tan atractivo. Coincide la denominación del árbol con la de los soldados que acompañaban a Lope de Aguirre en su alucinada aventura contra el Rey de España. Aunque en un principio una y otra cosa pareciera no tener conexión, el nombre pareciera que fusionara ambas imágenes para nombrar aquella rebeldía natural frente al estado de cosas. Universalia N° 29 | 07-09 De tirano a príncipe . 29 Universalia N° 29 | 07-09 Las atrocidades del personaje y de sus hombres, que no demonios, construyeron un imaginario del mal. Lope de Aguirre, tirano; sus soldados, marañones; su legado, un espanto colectivo que puede asustarnos todavía hoy, porque sobran los testimonios, que no cuentos de caminos, que afirman una y otra vez que lo escuchan frecuentemente desandando por estos caminos del siglo XXI. . Pero lo interesante no es que el personaje perviva en el imaginario popular isleño, sino que esa creencia y esa figura es la herencia colonial de quien cuenta la historia. ¿Tirano por qué? Ciertamente sus ajusticiamientos de las autoridades españolas de Margarita resuenan en la memoria popular. No obstante, para Miguel Otero Silva, la imagen del personaje lejos de asustarle o siquiera incomodarlo lo cautiva y se acerca para reconocerlo en otra de sus dimensiones. Como quien libra a la historia de un espíritu maligno, nuestro escritor rescata la imagen para verlo desde otra perspectiva, la de un precursor de la independencia de América. Lope de Aguirre, príncipe de la libertad, la novela de Miguel Otero Silva, nos muestra la otra versión de los hechos, la del hombre aventurero que vino al Nuevo Mundo para probar fortuna como cualquiera de los tantos otros de nuestros abuelos. Él sufrió los embates de un proceso donde las pasiones, los intereses y las componendas lo trataron con injusticia, y lo llevaron a protagonizar el primer levantamiento armado y a realizar la primera proclama en contra de Su Majestad el Rey de España, de quien dependían directamente gran parte de las nuevas posesiones de este lado del Atlántico. En esta novela cautiva las licencias que se da el autor para construir su príncipe y voltear los hilos que manejan la historia colonial para declarar que esa historia que conocemos de Lope de Aguirre es la que nos vendieron, que es apenas una versión, una que es cuestionable en esencia. Leyendo sus páginas nunca sabemos si lo que se narra es verdadero o es falsedad, y no nos importa ni debería importarnos, porque toda lo que conocemos por historia siempre ha sido una construcción discursiva, que es lo mismo que decir ideológica, de los vencedores, los que deciden en definitiva quién es un prócer y quién es un criminal. La pluma de Miguel Otero Silva nos brinda la oportunidad de imaginarnos el otro pasado, el que tal vez sucedió, el que presiente el hombre en otra dimensión de la historia. 32 Lope de Aguirre, nuestro espanto, que deambula todavía por las playas y los poblados cercanos a El Tirano, también fue un hombre excepcional. Para poder valorar la magnitud de una empresa titánica y legendaria, hay que pensar por un momento en el tamaño de la jornada que emprendió en su momento y con los recursos de su tiempo. En aquellos tiempos que hoy nos parecen tan remotos (como en efecto lo son y cada vez más por el acelerado movimiento de los adelantos tecnológicos) en época de la colonia española, el rebelde se atreve a partir del Perú, navegar por los ríos y las rutas desconocidas por el hombre occidental, atravesar la selva amazónica, para desembocar en el otro extremo, en las aguas del Océano Atlántico, en las costas del colosal Brasil, tomar rumbo al norte y arribar a la isla de Margarita, donde parece habitar preferentemente hasta los tiempos de hoy. Posteriormente pasará el personaje a tierra firme y llegar hasta Barquisimeto, donde es traicionado por sus hombres, para finalmente morir e inscribir su nombre en los anales de la leyenda y del mito. Universalia N° 29 | 07-09 . Esta jornada desproporcionadamente alucinada tuvo una magnitud que hoy bien valdría una serie de documentales para un canal como Nacional Geographic, Biografía, HBO o BBC. Los componentes de aventura, desafío, dimensión humana, ambientes exóticos, romanticismo, tragedia, heroísmo y miseria humana son materiales para construir una historia grande, una versión válida y posible, un ayer alternativo. Por eso Miguel Otero Silva tuvo la valentía de rebelarse con su pluma para rescatar el rostro diferente de un hombre que transitó nuestra historia y cuya proeza bien vale el título de Lope de Aguirre, príncipe de la libertad. Universalia N° 29 | 07-09 33 . Una Novela Actual: Cuando quiero llorar no lloro de Miguel Otero Silva # 7 . Escrita en 1970, cerca de cuarenta años atrás, quizás sea ésta la narración de Miguel Otero Silva que más tiene que decirle, que con mayor claridad y contundencia le habla a la Venezuela de hoy y a un grupo generacional en especial, la juventud, que en poco tiempo se ha convertido en protagonista de la actualidad nacional (*). Y no sólo me estoy refiriendo a los movimientos que surgieron en el año 2007, a raíz de lo sucedido con el canal de televisión RCTV, sino también a las informaciones y cifras que aparecen diariamente en la crónica roja del país, así como al cada vez mayor número de venezolanos jóvenes que toman la decisión de emigrar hacia otros territorios. 34 Y es que, como ya ha sido afirmado por Nelson Osorio(**), profesor chileno que vivió unos cuantos años en este país y que realizó, para mí, la lectura más atinada de esta novela, para comprenderla a cabalidad hay que comenzar por su hasta cierto punto enigmático título, que contiene una frase aparentemente sin lógica: “Cuando quiero llorar no lloro”. La frase cobra coherencia al leerla en su contexto original, el poema “Canción de otoño en primavera” del poeta nicaragüense Rubén Darío: “Juventud, divino tesoro,/ ¡ya te vas para no volver!/Cuando quiero llorar no lloro…/ y a veces lloro sin querer…” estrofa inicial y que se reitera a lo largo del poema tres veces Universalia N° 29 | 07-09 para, en la cuarta ocasión, cerrarlo con el añadido del siguiente verso: “!Mas es mía el Alba de oro”. Para Osorio, el título da la clave para hacer una lectura que no coloca como eje de la novela a la violencia, lectura bastante usual de esta obra, sino a la juventud y el objetivo o node su natural rebeldía. Y es un buen argumento el que presenta Osorio cuando señala que, si abordamos la novela desde la perspectiva de la violencia y no de la juventud, el título carece de sentido. Pero habría que señalar que si dejamos de lado la violencia, tampoco se comprende la visión escéptica con respecto a la capacidad revolucionaria de la juventud, pues es a través de la violencia, como veremos, gratuita, que se expresa esa rebeldía innata de los jóvenes en la novela. Cuando quiero llorar no lloro, pues, habla, en realidad de la juventud y la violencia, insistiría que en este orden; de la juventud y su impulso luchador que muchas veces deriva en acciones de calle, furia, enfrentamiento del peligro sin un por qué preciso y claro. La novela cuenta la historia de tres jóvenes que han nacido el mismo día, el 8 de noviembre de 1948, poco antes del derrocamiento de Rómulo Gallegos y que reciben el mismo nombre, Victorino, dado que quienes se los colocan se guían por el santoral. Los vamos a conocer, como apunta María del Carmen Porras Universidad Simón Bolívar . 35 Universalia N° 29 | 07-09 . el subtítulo que engloba a la segunda parte de la novela y que es la central, el día en que alcanzan su mayoría de edad: “Hoy cumple Victorino 18 años”. El día es, pues, 8 de noviembre de 1966. La única diferencia entre los tres Victorinos será su origen social, pues hasta la primera sílaba de sus apellidos es idéntica: Pérez, el de clase baja, es un conocido y temido atracador; Perdomo, el de clase media, es universitario y miembro de una célula de guerrilla urbana y que, como el primero, también comete atracos, pero para financiar la lucha armada contra el recién establecido régimen democrático y Peralta, el de clase alta, es un famoso patotero caraqueño que como los dos anteriores roba pero para probarse el poder que tiene sobre los demás. Aunque esta parte de la novela transcurre, como ya se dijo, en un solo día, el uso de múltiples técnicas narrativas nos permiten conocer los hechos más resaltantes de las cortas vidas de estos tres personajes, hechos que están hermanados por la decepción, la incomprensión y la tristeza en cada caso: para Victorino Pérez, la niñez fue un escapar de la escuela y soportar las “pelas” del padre, cuando aparecía, generalmente borracho, por el humilde hogar; para Victorino Perdomo, ser niño fue leer y soñar con convertirse en pirata, para rescatar al padre, preso por sus ideas políticas; para Victorino Peralta, destruir las fiestas infantiles a las que era obligado a asistir, para demostrar su inconformidad con los ritos familiares. Esta niñez se continuará, en los tres casos, en una adolescencia rebelde, rebeldía que expresa, como vimos, según la clase social en que cada uno nació. Por lo dicho hasta ahora, se podría suponer que Cuando quiero llorar no lloro resulta una novela oscura, sombría, quizás dura de leer. Pero en ella, Otero Silva despliega toda su capacidad no sólo de narrador, sino de poeta, de dramaturgo, de periodista, de humorista, de escritor, pues, en el sentido total de la palabra. De principio a fin, sin descanso, el autor echa mano a toda una multiplicidad de recursos estilísticos para narrar no sólo las vidas de sus 36 Universalia N° 29 | 07-09 protagonistas y cómo se articulan entre ellas, sino también para contextualizar estos tres destinos en la reciente historia nacional. Diferentes tipos de narradores (omnisciente, primera persona, segunda persona), representación de voces diversas (polifonía), rupturas temporales y espaciales, fragmentación del discurso….Cuando quiero llorar no lloro es magnífico ejemplo de esa narrativa que en los sesenta y setenta buscaba renovar el discurso novelístico latinoamericano y cuyos más conocidos logros son Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez, La Casa Verde (1966) de Mario Vargas Llosa y La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes. Permítaseme leer tres fragmentos que dan cuenta del estilo múltiple, digamos, de la narración: La alegría del patio, en cambio, tiene su origen y sede en la pieza de la derecha, allí habita el maestro albañil Ruperto Belisario, Victorino le dice don Ruperto, en compañía de su mujer, dos hijas y un loro. Se comenta que todos (menos el loro) duermen en el mismo catre, no obstante los aparentes impedimentos morales que van a continuación: a) don Ruperto no es casado con su mujer; b) las dos hijas de don Ruperto son mayores de quince años; c) ninguna de las dos es hija de don Ruperto sino producto de maridos anteriores […]. Así los enumera el padre de Victorino, dedo a dedo, cuando llega a puerto con exceso de tragos en la cabeza, lo cual es pan de cada dos días. Olvida, enredado en su maledicencia alcohólica, que el tampoco está casado con Mamá, como no ha sabido de boda ninguna en esta casa de vecindad (58-59). . Hoy es el santo de Gladys, ya has pasado más de una hora en la piscina, te vas a resfriar, es tiempo de vestirse para. Una pegajosa tarde de aburrimiento y pendejadas gravita 37 Universalia N° 29 | 07-09 sobre Victorino. Llegarán en tropel las amiguitas de Gladys, zapatitos de tiza, culitos de muselina […]. Vendrá inevitablemente Lucy, le dedicará sus atisbos melancólicos de becerra destetada, le rociará promesas desde el pedestal de su ternura, hasta que él se acerque a llevarle un helado y ella le diga Muchas gracias Victorino, con un dejo empalagoso de tequieromucho memueroporti. Una fiesta ridícula, postiza e inaguantable como las óperas italianas o como los animales afeminados de Walt Disney (68). . 38 Este que acaba de caer es el más fornido, el más osado, el caudillo de la tribu invasora. Descendió del alero en un vuelo rasante, se lanzó a picotear el maíz con precisión de engrapadora, avanzó hacia el interior de la caja sin preocuparse de su misterio, ahora se debate entre sorprendido y furioso, entre las manos y las palabras de Victorino: --Vea lo que le ha pasado por idiota. ¿Quién le dijo a usted que existían seres humanos capaces de malgastar su maíz en beneficio de los pájaros vagabundos? Victorino lo lleva en cautiverio hasta la silla donde estuvo sentado y reanuda el sermón: --Ahora usted está preso, como mi padre y todos los tontos que en este país creen en la libertad y se sienten con alas para volar. Afortunadamente yo no soy un dictador cualquiera, no crea usted en calumnias. Yo soy el Corsario Negro y el Corsario Negro no (76). En este sentido, quizás porque la novela habla de una manera vanguardista con una Venezuela reciente, muchas veces no ha sido comprendida su “Prólogo cristiano con abominables interrupciones de un emperador romano”, primera parte que abre la obra. De hecho, me sorprendió mucho saber que varios intelectuales que eran jóvenes cuando fue publicada por primera vez la novela y que, por tanto, la leyeron con ese sentimiento de que estaba hecha para ellos, confesaban que prácticamente se saltaron el prólogo por largo y pesado(***). Me sorprendió, pues aunque como dije, puede que no resulte clara la relación entre el prólogo y las vidas de los Victorinos, quizás sea en esta primera parte donde la vena humorística de Otero Silva se expresa de forma más libre y plena Universalia N° 29 | 07-09 en toda la novela. En este prólogo, así, se va narrando cómo cuatro jóvenes soldados romanos convertidos al cristianismo y cuyos nombres son Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino y desde ya puede irse comprendiendo la relación que antes planteaba podía ser confusa entre el prólogo y la siguiente parte-- son delatados y torturados hasta la muerte por no descreer de su reciente nueva fe. Este relato es frecuentemente cortado por la voz en primera persona de Diocleciano, el propio emperador romano, quien siempre trata de justificar y defender su política de exterminio con los cristianos y explica los logros de su administración en el ya debilitado Imperio. Los discursos de ambos narradores, si bien opuestos en cuanto a las perspectivas desde la que perciben los hechos, de manera tal que se puede leer como un contrapunteo entre ellos, tienen, sin embargo, un punto en común y es la presencia básica en su construcción del humor de Otero Silva. Así, el narrador omnisciente tiene una manera muy peculiar de destacar a Victorino del resto de sus hermanos (lo que sigue dándonos pistas de la relación del prólogo con la narración de la vida de los tres protagonistas) y es que, frente a las distintas imprecaciones de los enemigos romanos, él tendrá siempre una contestación que desentona del discurso familiar; ejemplo: --¡Deponed las armas! ¡Estáis detenidos! grita el comandante de los pretorianos. --¡Hágase la voluntad de Dios! dice Severo. --¡En sus manos encomiendo mi espíritu! dice Severiano. --¡Vénganos el tu reino! dice Carpóforo. --¡Idos a la mierda! dice Victorino. Humor, por otra parte, que en ocasiones lleva al narrador omnisciente a burlarse de sí mismo y de su labor de escritura: Entran a duras penas los cuatro hermanos, descienden como lagartijas por una rampa húmeda y resbalosa, caen en un relleno de dura arcilla apisonada, Severiano a gatas encuentra una lámpara acurrucada en el sitio preciso donde debería estar, la enciende según el procedimiento empleado para encender lámparas al despuntar el siglo IV (¡vaya usted a saber!) e inician un devoto recorrido a través de un laberinto de lóbregos pasadizos (17). y que otras veces se expresa de forma más concisa, como cuando se descubre el nombre de quien ha delatado a Victorino y sus hermanos: “Sapino Cabronio”. recinto fue porque perentoriamente lo exigía la salvación de un imperio que llegó a mis manos putrefacto, gusarapiento, hediondo a muerte y asediado por el mosquero (16). Por su parte, el humor en el discurso de Diocleciano se expresa fundamentalmente a través de la ironía. Así, ante la mención de que su persecución cristiana fue alentada por su yerno Galerio, apunta el emperador: I. Se estremece uno en su sarcófago […] II. Galerio era apenas un hirsuto becerrero búlgaro, yo lo hice remojar sesenta mañanas consecutivas en mis termas hasta despojarlo del hedor a chivo, ya enjugado lo casé con mi hija Valeria, ya casado lo convertí en César [...], ya César lo expedí a matar yacigios, carpos, bastarnos, gépinos y sármatas, actividad más de su agrado que acostarse con la Valeria, bachillera que todo lo discutía, sin excluir las posiciones en el triclinio (14) Diocleciano, como vemos, se contrapone claramente a los jóvenes mártires. En este sentido, si Victorino y sus hermanos se sacrifican por algo tan etéreo como la fe religiosa, Diocleciano siempre tratará de justificar sus acciones a partir de un objetivo más pragmático: el sostenimiento del Imperio Romano y su propio poder como emperador. Por ello, se expresa como un adulto con experiencia, sin ideales, con mucho cinismo; su lema, el fin justifica los medios: no le importa dividir su poder pues era lo necesario para mantenerse vivo y mandando en ese imperio que sabía ya no se sostenía desde el punto de vista político y en cuyos dioses no creía ni confiaba. Por eso se enfrenta a los jóvenes mártires y les da una oportunidad de redención, sólo les pide: “Afirmad no más en alta voz 'creemos en Esculapio', aunque por dentro estéis pensando 'creemos en Jesucristo', y lejos de liar el petate, seréis libres” (35). A lo que responderán los mártires, en el orden habitual de las y concluye: X. Ni Galerio, ni sofistas, ni pitonisas, ni arúspices, ni entrañas de gallos negros, ni revelaciones sísmicas de los dioses, sino decisión que salió de mis jupiterianos testículos, y si dimanó de tan majestuoso . 39 Universalia N° 29 | 07-09 respuestas, es decir, primero Severo, luego Severiano, Carpóforo y por último Victorino: “Nunca”, “jamais”, “never”, “Emperador, no comas mierda” (35). . 40 Esta primera parte del prólogo finaliza con la muerte de los mártires, pero poco antes de narrar el fin de los hermanos, se suma al discurso del narrador omnisciente y al de Diocleciano, otro más, que descubrimos es el de una partera humilde que reza a San Ramón Nonato para que le ayude en el nacimiento de un niño. Así, vemos otro punto más de articulación entre este prólogo y la siguiente parte. Es en este nuevo discurso que se abre cuando aún no ha concluido el relato de los jóvenes mártires del imperio romano que conoceremos cómo llegaron al mundo los Victorianos y nos será presentado el contexto histórico que los verá nacer, a través de la relación de una serie de noticias, políticas, económicas, culturales, nacionales e internacionales. Cada una de las progenitoras de los protagonistas recibe un apelativo distinto: Mamá, para la más humilde; Madre, para la de clase media; y Mami, para la de clase alta. De esta forma, la diferencia de la clase social entre los Victorinos se establece ya desde el prólogo. Esta parte de la novela, pues, es fundamental para su comprensión y dejarla de lado es obviar la importancia de esa contraposición entre juventud y adultez, idealismo y pragmatismo que ilustran Diocleciano y los hermanos mártires, contraposición que nos hace reflexionar sobre el valor, el por qué de la rebeldía y el sacrificio juvenil: ¿vale la pena?, ¿tiene sentido? Estas preguntas recorren toda la novela. En el día del cumpleaños que marca su mayoría de edad, cada Victorino se encuentra en una situación conflictiva y frente a la que debe tomar una decisión que determinará el rumbo de su vida. Si en cada caso la situación es diferente, lo que relaciona a los tres es el sentirse atrapados, contra la pared en la sociedad y en el seno de la familia en que nacieron. En los tres se destaca el deseo de escapar, de huir del país, pues lo que ninguno se plantea es la adaptación a la clase en que han nacido, como si ellos quisieran demostrar que aunque no pudieron evitar nacer en donde lo hicieron, sí pueden determinar su propio Universalia N° 29 | 07-09 destino. Como los hermanos mártires del prólogo, los Victorinos se mantienen fieles a una forma de mirar el mundo, a una manera de enfrentarse a esa realidad que les es adversa. Y, por tanto, encontrarán el mismo fin: Victorino Pérez se escapa de la cárcel, sólo para descubrir la traición de su mujer y decidirse a participar en un atraco a una joyería; Perdomo va a ser uno de los guerrilleros que asaltará una entidad bancaria y Peralta acaba de recibir de regalo un Masseratti en el que recorrerá las calles a una loca velocidad. En cada una de estas acciones, los Victorinos encontrarán la muerte, el mismo día de su cumpleaños número dieciocho: el primero en el tiroteo contra las fuerzas de la ley; el segundo tras ser torturado por los agentes policiales y el tercero en un accidente de tráfico. Las tres madres, finalmente, se cruzarán en el cementerio, pues los tres entierros se realizan el mismo día, en zonas diferentes, por supuesto, del camposanto. Esta última parte se titula y quizás sea un argumento más a favor de la lectura que hemos comentado ha hecho el profesor Nelson Osorio de esta novelajustamente como la obra, “Cuando quiero llorar no lloro”. ¿Qué le dice, pues, esta narración a la Venezuela actual? Creo que, tristemente, la juventud, quizás hoy más que antes, siente igual que los Victorinos, la necesidad de escapar, de huir de esta sociedad y eso lo indica el gran número de jóvenes que emigra. Cierto es que, como señalaba en un principio, hoy en día los dirigentes estudiantiles parecen haberse convertido en actores sociales de gran relevancia(****). Sin embargo, una de las razones de descontento juvenil parece muy clara y es que nuestra convivencia como país, por diversas causas, se ha hecho cada vez más conflictiva. La violencia que representa el personaje de Victorino Pérez, es hoy la violencia que se expresa a diario en atracos y secuestros que afectan de manera directa a los jóvenes, al ser ellos la mayoría de las víctimas y también de los victimarios. De esta manera, una generación de venezolanos sin padre, no por motivo del abandono irresponsable, o por la cárcel política, o por los grandes negocios, sino por el asesinato en un asalto, en una guerra entre bandas, o simplemente por el azar de una bala perdida, se está levantando en nuestra sociedad. En este sentido, nuestra sociedad, podríamos decir, es un cultivo perfecto para millones de Victorino Pérez. La juventud y la violencia, como dos temas así articulados, nos siguen, pues, acompañando. Por eso quiero finalizar invitándolos a leer esta obra de Miguel Otero Silva, porque el autor, aunque tuvo en su mente a la generación de los años setenta (de hecho, la obra está dedicada a su hijo), en realidad le ha venido hablando a cada nueva camada de jóvenes que surge en el país. Acercarse a Cuando quiero llorar no lloro quizás sea, más que un ejercicio de búsqueda histórica, uno de actualidad que nos parece urgente. . (*) Invitados habituales de programas de opinión, los nombres de varios dirigentes estudiantiles son ya bastante conocidos en la sociedad venezolana. Asimismo, la existencia de un programa de televisión llamado “Encuentro con los estudiantes”, en el que se invita a jóvenes a discutir con respecto a problemas actuales de nuestro país, nos habla de la importancia que los medios le otorgan a la voz estudiantil. (**) Nelson Osorio Tejada. “La historia y las clases sociales en la narrativa de Miguel Otero Silva”. Casa de las Américas, 190 (1993): 34-41. (***) Dichas confesiones se encuentran en “Cuando quiero llorar no lloro, de Miguel Otero Silva: Bifurcaciones de una rebeldía” de Jacqueline Goldberg, texto publicado el 1ro de marzo de 1998 en el diario El Nacional. (****) Stalin González, dirigente de las manifestaciones contra la salida del aire de RCTV, es el casi seguro candidato de la oposición para la Alcaldía del Municipio Libertador. Héctor Rodríguez, dirigente de las manifestaciones oficialistas que surgieron tras las primeras antes mencionadas, es hoy en día Ministro de la Secretaría de la Presidencia. 41 Universalia N° 29 | 07-09 . Miguel Otero Silva es uno de esos personajes cuya vida y obra motivan a la superación y al logro. Natural de Barcelona, estado Anzoátegui, de familia humilde, nació el 26 de octubre de 1908 y destacó como periodista, escritor, dramaturgo, humorista e intelectual. Entre sus actividades decisivas en su transitar por la vida pública de la nación destaca que formó parte de la Generación del 28, un movimiento de origen estudiantil que marcó los cambios políticos de la Venezuela del siglo XX. # 8 . El fundador del diario El Nacional concibió el periodismo como un hecho más allá de la información, que llevara la cultura al pueblo venezolano. De allí que entre los nombres más destacados ligados al medio estén Pedro León Zapata y Gabriel García Márquez, y que entre sus productos de mayor tradición en la intelectualidad venezolana esté el Papel Literario. Tales eran los vínculos entre Miguel Otero Silva y la intelectualidad que se cuenta que él y el Premio Nóbel Gabriel García Márquez, cuando éste vivía en Caracas, hicieron un pacto que consistía en el hecho de que, si alguna vez se diera una confrontación bélica entre Venezuela y Colombia, entonces cada uno saldría en su capital con la bandera del país vecino gritando a viva voz: ¡Viva Colombia!, en el caso de Miguel Otero Silva; y ¡Viva Venezuela!, en el caso de Gabriel García Márquez. Un ejemplo claro de su dimensión humana y de su compromiso con la vida y la libertad. Su pasión por la escritura lo llevó a crear obras tales como Fiebre (1931), Agua y Cauce (poesía, 1937), Casas Muertas (1955), La Muerte de Honorio (1958), Oficina Número 1 (1961), La mar que es morir (poesía, 1965), Cuando quiero llorar no lloro (1970), Lope de Aguirre, príncipe de la libertad (1975), La piedra que era Cristo (1984). Su escritura ha estado ligada a muchas anécdotas. Recordamos, por ejemplo, que en el evento que organizamos en la USB una de nuestras invitadas nos comentó que Miguel Otero Silva estudió Letras una vez en la UCV, pero no para aprender sobre literatura o crítica literaria, sino para escuchar cómo hablaban nuestros jóvenes, registrar sus voces, captar sus ritmos y formas de pensar, para obtener material que le sirviera para escribir sus novelas. Miguel Otero Silva murió en Caracas el 28 de agosto de 1985 y nos legó una obra importante, vigente, que bien vale la pena visitar una y otra vez para acercarnos a una postura frente al país y sus circunstancias. Biografía de Miguel Otero Silva Rubén Darío Jaimes Universidad Simón Bolívar 42 Universalia N° 29 | 07-09 “Yo sé que mi pueblo no puede morir. Los pueblos no mueren nunca, ¿verdad? Yo siento repercutir en mi corazón un rumor de trompetas lejanas; mi corazón redoble como los tambores. Yo sé que mi pueblo ha de despertar un día. Despertará como el tuyo, viejo Dostoievsky, como todos los pueblos templados en el sufrimiento. Y entonces será una corriente de esqueletos insurrectos, un torrente de legítima venganza desencadenado sobre los campos anchos de mi patria.” F R A G M E N T O S (Miguel Otero Silva, Fiebre) . “El señor Cartaya esperó pacientemente en aquella ocasión el final del discurso y luego arremetió en defensa de la insurrección: -Berenice (era la única persona en el pueblo que la llamaba Berenice a secas), Berenice, yo no soy partidario de la guerra civil como sistema, pero en el momento presente Venezuela no tiene otra salida sino echar plomo. El civilismo de los estudiantes terminó en la cárcel. Los hombres dignos que han osado escribir, protestar, pensar, también están en la cárcel, o en el destierro, o en el cementerio. Se tortura, se roba, se mata, se exprime hasta la última gota de sangre del país. Eso es peor que la guerra civil. Y es también una guerra civil en la cual uno solo pega, mientras el otro, que somos casi todos los venezolanos, recibe los golpes. Pero no se rindió fácilmente la señorita Berenice. Volvió a insistir una y otra vez acerca de las calamidades de las guerras civiles acarreaban, acerca de la estéril consumación de aquellos sacrificios. -Y ahora se van a llevar al novio de Carmen Rosa concluyó desolada. -A mí no me va a llevar nadie, señorita Berenice. Yo me voy por mi cuenta dijo Sebastián. (Miguel Otero Silva, Casas muertas) 43 Universalia N° 29 | 07-09 Contrapunctus MOS-The Beatles En música existe la posibilidad de escuchar, y aún más importante, entender dos o más eventos simultáneos con tendencia y desenvolvimiento autónomos y diferentes. Al pasar las páginas de Universalia, ejecutamos una acción en el tiempo con una direccionalidad ya establecida: usualmente la leemos, o simplemente la hojeamos o pasamos las páginas desde el principio hasta el fin. En este devenir temporal indicado, hemos entretejido una relación musical de dos ideas contemporáneas vastamente disímiles: la revista deleita con textos sobre Miguel Otero Silva ilustrada con el mundo gráfico de los Beatles: punctus contra punctus. ¿Y por qué no mejor sugerir en esta introducción, que el lector simplemente escuche alguna pieza del famoso cuarteto mientras lea la presente edición de Universalia? Esta proposición sería más factible, incluso más fácil de imaginar. No obstante, acudimos a un aspecto explotado por Los Beatles en el crecimiento de su propuesta musical, cuando influyen desde la década de los sesenta en adelante, no sÓlo con su música de voces y armonías innovadoras, o con la definición del mercado mediático musical y masivo que inician e impactan como ningún otro artista jamás, sino también con la iconografía que se estableció a través de símbolos que aluden al contenido textual de su música, a la industria de la moda del “Swinging London”, a cortes de pelo, y a través de objetos extraños como un submarino amarillo navegando por los aires. Days' Night , Help !) y con propuestas innovadoras de diseño para las carátulas de los L.P., desde el recargado Sgt. Pepper's hasta el vacío plácido de tendencia Zen del disco blanco doble, incluso sin nombre. Los Beatles aprovecharon la comunicación visual y mediática de la música que producían, y nuestro Miguel Otero Silva no escapó de esta influencia cuando presenta en su novela Cuando quiero llorar… (1970) un cambio de lenguaje como también la difusión de su trabajo a través de una exitosa película unos años más tarde. Sensible a la revolución cultural que acontecía, esta novela es su trabajo más “pop”, y pertenece a una de las tendencias más influyente de la segunda mitad del siglo XX y que continua aún creciendo en el mundo globalizado de nuestros tiempos: la popularización, o consumo mediático masivo, que está reformando y redefiniendo nuestro comportamiento con el arte, la educación y sobre todo, con la música. En función de esta idea, se abrió este año en la USB un curso de Estudios Generales “Música Popular I: Los Beatles y la revolución cultural de los sesenta,” y se tomó este tema para la celebración de la Semana de Estudios Generales con un Foro de su repercusión en Venezuela, un Concurso de Moda-Retro 60's, una Exposición Iconográfica de las carátulas de discos, así como un concierto de la banda revival Los Buitres a principios de mayo, 2009. ¡Disfruten! Cada tema que disparaba un certero número uno en el Hitparade global, luego de sus inicios rocan rroleros, llevaba un corto promocional (lo que se iba a tornar veinte años más tarde en el videoclip del canal por cable MTV), y para varios discos de larga duración aparecía una película de largo metraje (Hard Prof. Emilio Mendoza Dpto. de Ciencias Sociales USB