AVISO IMPORTANTE PARA EL SEGUNDO EXAMEN PARCIAL DE LITERATURA ESPAÑOLA I (18. IV. 2012) Contenidos: Tema VI: completo Tema VII: solamente las preguntas 2 y 4. Para el Comentario de Texto: alguno de los textos de los poetas estudiados con detalle (Garcilaso, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz) o algún fragmento del “Lazarillo de Tormes”. No entra en el examen CERVANTES ni el QUIJOTE, aunque sí se colgarán en los próximos días y en la página web estos contenidos, además de una pequeña antología de textos del QUIJOTE. Para el próximo curso, comenzaremos a estudiar la Literatura Española a partir del siglo XVII. Se recuerda que deben devolverse los exámenes correspondientes a la primera prueba parcial y, asimismo, se deben entregar los trabajos elaborados por los alumnos antes de que finalice el curso. TEMA VI: GARCILASO DE LA VEGA, FRAY LUIS DE LEÓN Y SAN JUAN DE LA CRUZ. I. La poesía en el siglo XVI Se ha presentado habitualmente la poesía de este siglo como un enfrentamiento entre los poetas tradicionales, que siguen fieles a los modelos poéticos de la literatura del cancionero, y los nuevos poetas italianizantes, que pretenden introducir la sensibilidad, temas y formas de la poesía renacentista que triunfa en Italia. Si bien es cierto que la oposición existió, también hubo convivencia dentro de los textos de un mismo autor, como sería el caso de Garcilaso de la Vega. Además, no puede desconocerse que esos dos polos poéticos parten de unas tradiciones previas comunes: la lírica del amor cortés y la lírica petrarquista. La poesía que más escucha la población del siglo XVI continúa siendo la lírica tradicional y el romancero, que se sigue transmitiendo en forma oral, pero como vimos en el XV, también de forma escrita a través de unas compilaciones llamadas Cancioneros, donde convive la poesía popular como la culta. Hasta mediados de siglo se produce la aclimatación de las nuevas formas y contenidos procedentes de Italia. Fecha clave será 1543, año en que se publican póstumamente las obras de Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, los dos pioneros en la defensa de la poesía renacentista italianizante. La difusión de la poesía de estos dos autores fue decisiva para el triunfo de la nueva corriente. Esta introduce nuevos géneros, motivos, temas, versos y estrofas, además de una sensibilidad poética también diferente. 2. La literatura clásica grecolatina será el vivero de donde tomen los poetas renacentistas géneros y temas. Así, una serie de tópicos clásicos reaparecerán con insistencia: -Carpe diem: “goza del día de hoy”. Se trata de una llamada a aprovechar el momento, pues la vida es breve y la fortuna variable. -Collige, virgo, rosas: “recoge, doncella, las rosas”. Es una exhortación a una joven ara que ame antes de que el tiempo marchite su belleza. -Aurea mediocritas: “la feliz mediocridad”. Alabanza de la vida moderada, alejada de las grandes ambiciones y pasiones, que solo proporcionan preocupaciones e infelicidad. -Beatus ille: “feliz aquél”. Añoranza de la vida apartada del fragor mundano, generalmente en contacto con la naturaleza, lugar apropiado para encontrar la paz y la armonía. A éste estaría muy próximo otro tópico renacentista conocido como “menosprecio de corte y alabanza de aldea”, en el que por iguales motivos se pondera la vida en el campo en detrimento de la ajetreada y conflictiva vida cortesana. También de matiz clásica es la notable presencia de la mitología en toda la poesía. El tema omnipresente de la poesía renacentista es el amor, pero éste es ahora concebido de modo diferente a como lo era en la literatura medieval. En la novela sentimental, en la poesía del cancionero o en “La Celestina”, el amor es esencialmente pasión concupiscible, un amor sensual regido por las pasiones y que tiene finalmente un carácter destructor. Ahora, en la literatura renacentista, el amor está influido por la filosofía neoplatónica. 3. Casi desligado de los apetitos carnales, es ahora una virtud de entendimiento, que contribuye a hacer mejores a las personas. Mediante el amor, los seres humanos se elevan de lo material a lo inmaterial y, superando la sensualidad, la contemplación de la belleza femenina (de la naturaleza o de la música) les permite acceder al conocimiento de la Belleza Absoluta. Sin embargo, como en la época anterior, el amor aparece también como fuente de frustración y dolor: al enamorado le resulta imposible alcanzar el amor y, por tanto, ese estado de perfección espiritual. A lado de la poesía amorosa se va desarrollando también durante el siglo XVI una poesía de carácter moral, cuya importancia irá creciendo con el tiempo. Esta poesía sería la que desarrolla los tópicos antes mencionados del “beatus ille” o del “aurea mediocritas”, mientras que la lírica amorosa insistiría en los del “carpe diem” o el “collige, virgo, rosas”. Esta poesía moral se puede entender como una expresión de la insatisfacción con la nueva sociedad individualista y urbana y como consecuencia de la nueva moral de la Contrarreforma surgida del Concilio de Trento, que postula un código de conducta más rígido frente al puritanismo protestante. Formalmente, la poesía renacentista es muy innovadora: nuevos versos, estrofas y géneros. El verso predilecto es el endecasílabo, con el que alterna el heptasílabo; en cuanto a los géneros, se recuperan muchos de la tradición grecolatina (églogas, odas, epístolas, elegías, sátiras…); las estrofas más frecuentes son el soneto, la canción, la lira, la silva, la octava real, los tercetos encadenados… 4. La lírica amorosa se expresa en canciones, sonetos, madrigales, sextinas; la lírica de temática moral prefiere géneros como la epístola o la oda y estrofas como el terceto encadenado, la silva, la lira o el soneto. Realmente, el soneto es la forma emblemática de la nueva poesía. Esta estrofa, surgida en el siglo XIII en Sicilia tuvo un gran desarrollo en la lírica italiana, desde Dante y Petrarca a los poetas renacentistas, y fue adaptada al castellano con éxito por Garcilaso y otros poetas. Durante los siglos XVI y XVII se escribieron y publicaron miles de sonetos (solo Lope de Vega escribiría casi mil seiscientos). Muchos fueron los escritores que compusieron poesía en el siglo XVI. Además de los ya citados, Boscán y Garcilaso, debemos mencionar a Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña o Gutierre de Cetina. Ya en la segunda mitad del siglo XVI, los poetas suelen agruparse en dos escuelas: la salmantina o castellana (Fray Luis de León, Francisco de Aldana, Francisco de la Torre…), y la escuela sevillana o andaluza (Fernando de Herrera, Barahona de Soto, etc.). Un apartado especial merece Fernando de Herrera (15341597). Es quizá el puente que va desde la lírica más sencilla de Garcilaso a la mucho más compleja de Góngora. Escribió poesía épica de carácter patriótico, peor su poesía más notable es la de tema amoroso. Con él culmina la lírica de raíz petrarquista. Finalmente, es llamativo el desarrollo en el siglo XVI de una peculiar literatura de carácter religioso, la llamada literatura mística. Los místicos aspiran a comunicarse directamente con Dios y expresan esa experiencia en prosa o en verso. La mística sería un hecho característico de la transición de la Edad Media a la Moderna. Rota la unicidad cósmica que proporcionaba la 5. explicación cristiano-medieval del mundo, se extiende la sensación de algo perdido, del Dios que se difumina. Frente a la racionalidad burguesa y la profesionalización de los clérigos y de la teología, se elaboran discursos para acceder al sentido de lo absoluto. En este panorama de deterioro del orden religioso tradicional, se forman comunidades (cenobios, casas de retiro, monasterios…) en las que se pretende restaurar la comunicación espiritual. El problema es, entonces, encontrar la lengua, las palabras adecuadas que permitan restablecer el contacto con Dios. Es característico de la mística el uso de términos inauditos, “nuevas palabras” (decía Santa Teresa), pues la mística es, sobre todo, un lenguaje que necesita explicación para ser comprendido y ese lenguaje místico precisa también de un espacio en el que expresarse. No otra cosa que este espacio ficticio, que este lugar metafórico, son las “moradas” o el “castillo” de Teresa de Jesús. Ésta, de orígenes judeoconversos y cuyo verdadero nombre era Teresa de cepeda y Ahumada (1518-1582), escribió diversas obras en prosa como “El castillo interior” o “Las moradas” y el “Libro de la vida”, además de poesías en metro corto y popular. Pero el fenómeno místico termina por desaparecer y queda reducido a la marginalidad. Las instituciones religiosas asimilan e integran el movimiento, anulando su potencialidad crítica. En realidad, la frontera entre místicos ortodoxos y herejes no fue nunca clara: la misma doctrina de Juan de la Cruz, por su carácter contemplativo, por su rara radicalidad, es contraria al espíritu de cruzada de la Contrarreforma, por lo que sus enseñanzas quedan marginadas entonces en el interior de la orden carmelita. 6. II. Garcilaso de la Vega De noble familia, nació en Toledo hacia 1501. Su corta vida se desarrollo durante la primera parte del reinado de Carlos I. Fue defensor de la causa del emperador, incluso ante los comuneros castellanos. Se casó en 1525 pero al año siguiente conoció a Isabel Freyre, una de las damas portuguesas de la emperatriz. Ella se casó poco después, lo que produjo una grave crisis sentimental en el poeta. Isabel moriría poco después. Su amor imposible y el dolor por la muerte de la dama dejaron profunda huella en sus poemas. En 1531, fue desterrado a una isla del Danubio y después a Nápoles. Su estancia en Italia fue decisiva, pues allí se relacionó con importantes humanistas, leyó y estudió a los autores clásicos y escribió sus mejores versos. Murió en 1536 en Niza, como resultado de una acción militar. Garcilaso ha pasado a la posteridad como prototipo del caballero renacentista, en la línea del modelo propuesto por Baltasar de Castiglione en “El Cortesano”. Armoniza en su persona el viejo ideal de las armas y de las letras, soldado, cortesano y poeta. A veces, se nota en sus versos una mirada desencantada sobre la vida militar. Su obra fue preparada para su edición por su amigo Juan Boscán y publicada en 1543. Es relativamente breve: tres églogas, cuatro canciones, dos elegías, una epístola en verso dirigida a Boscan, la famosa “Oda a la flor de Gnido” y unos cuarenta sonetos. Esta breve obra, en la que destacan las églogas y los sonetos, contiene sin embargo lo esencial en cuanto a géneros, motivos, métrica, lengua, etc., de gran parte de la poesía posterior. Los sonetos garcilasianos, tras el fallido intento del Marqués de Santillana, significan la definitiva aclimatación de esta estrofa en la literatura española. Son generalmente de índole amorosa, algunos 7. cercanos al estilo y tópicos de la poesía del cancionero; otros, son portadores de la nueva sensibilidad renacentista. Son, con todo, sus églogas las que, junto a algunos sonetos, representan la culminación del talento poético garcilasiano. La égloga es una composición poética bucólica en la que varios pastores dialogan sobre determinados temas, generalmente amorosos. La “Egloga I” es la más conocida de las tres. En ella, los pastores Salicio y Nemoroso muestran su pesar por el desdén y la muerte de sus amadas respectivamente. Las palabras de Nemoroso quejándose de la desaparición de su amada Elisa resumen emocionadamente la situación del poeta: No me podrán quitar el dolorido / sentir, si ya del todo / primero no me quitan el sentido. La Égloga III es, quizá, la obra más lograda de Garcilaso. Escrita en octavas reales, cuenta que, a orillas del Tajo, cuatro ninfas bordan en sus telas sendas historias de amor y de muerte. Temas: es el amor el tema predominante en la poesía garcilasiana. Muestra el poeta una concepción del amor marcadamente neoplatónica y con fuerte influencia petrarquista: indiferencia de la dama, dolor del amante, oscilación entre esperanza y desesperanza. La poesía de Garcilaso transmite una fuerte sensación de sinceridad, que se ha relacionado habitualmente con el carácter autobiográfico que tendrían los poemas del toledano. Realmente, en la poesía de Garcilaso se combinan ambas cosas: sentimientos personales y retórica literaria. El otro gran tema de su poesía es la presencia de la naturaleza, como entorno estilizado en el que los personajes se quejan de sus cuitas amorosas y como confidente que escucha y consuela a los pastores. El elogio de la naturaleza primitiva y 8. rústica, de carácter idealista, tiene su antecedente directo en la égloga clásica y en la poesía de Virgilio. Estilo: la labor poética de Garcilaso es muestra señera de un fenómeno más amplio: la creación de un nuevo tipo de poesía, la lírica española de los siglos XVI y XVII, en la que se funde la poesía de cancionero, característica del XV, con las influencias procedentes de Italia. La nueva lengua poética se ajusta a los ideales renacentistas de naturalidad y elegancia. Su lenguaje es aparentemente sencillo, fluido y natural, busca el equilibrio entre la pasión y la contención. Este deseo de armonía se refleja en la frecuente simetría de estructuras poéticas: versos bimembres, paralelismos, etc. El tono de su poesía es dulce, triste, melancólico, como revelan los adjetivos antepuestos, uno de los rasgos más característicos de su estilo: dulces prendas, triste canto, solitario día, cansados años… A este tono contribuye también la novedosa métrica garcilasiana, con predominio del endecasílabo, asociado al heptasílabo, y con versos de una gran musicalidad por la acertada combinación de acentos y rimas. Todo ello es fruto del contexto histórico y literario en que se movió Garcilaso. El primer tercio del siglo XVI es una época de intensa innovación y apertura. Garcilaso lo vivió primero en Italia y después en Italia. La renovación poética que representa la lírica de Garcilaso se evidencia en el ideal renacentista de la claridad y de la sencillez expresivas. 9. III. Fray Luis de León Nació hacia 1527 en Belmonte (Cuenca) en el seno de una familia de ascendencia judía. Ingresó como fraile en el convento agustino de Salamanca, en cuya universidad cursó teología y, después, hebreo en la Universidad de Alcalá. Fue catedrático de la Universidad de Salamanca y allí participó en las divergencias teológicas entre agustinos y dominicos, que acabarían por llevarlo a la cárcel inquisitorial de Valladolid, donde permaneció más de cuatro años. Fue acusado de haber traducido al castellano el “Cantar de los Cantares” y de haberse pronunciado a favor del texto de la Biblia en hebreo, desautorizando la versión de la “Vulgata”. Tras ser absuelto reanudó sus clases en la universidad (“decíamos ayer”), acabaría siendo Vicario general de Castilla y provincial de la orden agustina. Murió en 1591. De carácter difícil y apasionado, su vida fue turbulenta, lo que explica su deseo íntimo y profundo de apartamiento, recogimiento y serenidad. De ahí su anhelo de paz y tranquilidad. Palabras insistentemente reiteradas en sus escritos: armonía, concierto, concordia, música apaciguada… El trasfondo filosófico de su pensamiento es una conjunción de platonismo y cristianismo. Obra: a)Obra en prosa: fray Luis escribió cuatro importantes obras en castellano. Sus traducciones y comentarios “Cantar de los Cantrares” y “Exposición del Libro de Job” permanecieron inéditos hasta el siglo XVII. Obras originales suyas en prosa son “De los nombres de Cristo” y “La perfecta casada”. “De los nombres de Cristo” es su obra maestra en prosa, tal vez escrita durante su estancia en la cárcel. Es formalmente un diálogo, género muy característico del siglo XVI, en el que tres 10. personajes conversan sobre los distintos nombres que da la “Biblia” a Cristo. Se trata de un tratado teológico escrito en lengua vulgar para mayor difusión entre los lectores. En esta obra se revela uno de los centros de interés básicos del agustino: el lenguaje como medio para ascender hacia la verdad divina. En esta obra de fray Luis se armoniza lo erudito y lo artístico. “La perfecta casada” es un tratado, dedicado a su hermana, en el que expone su concepto de la esposa ideal. b)Obra poética: su poesía no fue publicada en vida del autor. Fue Francisco de Quevedo quien editó sus poemas en 1637. Fray Luis dividió su obra en poesía original, traducciones de clásicos y traducciones bíblicas. Tradujo pasajes del “Libro de Job”, numerosos “Salmos”, además del “Cantar de los Cantares”. En cuanto a los clásicos, tradujo varias odas de Horacio, las “Geórgicas” y las “Bucólicas” de Virgilio. La obra poética original de fray Luis es bastante breve. La mayoría de sus poemas pertenecen al género clásico de la oda, composición de número indeterminado de versos, estrofas cortas y temas variados, aunque siempre serios y graves. Entre sus odas más conocidas destacamos: “Oda a la vida retirada”, la “Profecía del Tajo”, que se sitúan dentro de la tradición clásica (deseo de soledad, desprecio de los placeres mundanos). En las compuestas en la cárcel, como “Noche serena”, “En la Ascensión” y “A la salida de la cárcel” se dan cabida a temas religiosos y a las quejas por las injusticias con él cometidas. Finalmente, en las escritas a la salida de la cárcel, como las odas dedicadas al músico ciego Francisco Salinas o a Felipe Ruiz, expresa su anhelo de armonía e infinitud, la nostalgia del paraíso evocado y cierto misticismo. 11. Temas: con una existencia tan tempestuosa como la de fray Luis y con una sensibilidad tan exquisita como la suya, su poesía podría ser explicada como una catarsis que le permite olvidar sus desgracias y tormentos interiores. De ahí los temas predilectos de sus poemas: la naturaleza, la añoranza del campo y de la vida de aldea, predilección por la noche y, por supuesto, la música. La mayor parte de estos motivos tienen su origen en la tradición clásica neoestoica y neoplatónica, es decir, en el “Beatus ille”, la búsqueda de la “descansada vida” y el alejamiento del “mundanal ruido”; la contemplación de la noche estrellada; la armonía universal sentida al escuchar las notas musicales; el demonio de las pasiones, la exaltación de la virtud, etc. Ahora bien, estos temas clásicos hay que entenderlos dentro de la perspectiva cristiana agustiniana de la poesía de fray Luis. En él se aúnan admirablemente cristianismo y humanismo clásico. Su creación artística está guiada por el deseo de armonía, paz y serenidad, por lo que añora la soledad, la “vida retirada”, cantada por los poetas clásicos paganos, como Horacio: “Dichoso el humilde estado/del sabio que se retira…” Este anhelo de vida sencilla lo conduce a la añoranza de la vida en el cielo. Se suele hablar de la poesía de fray Luis como expresión de la nostalgia del desterrado en la tierra. De ahí su ansia de perfección, de unión con la divinidad, un deseo que lo acerca a las experiencias de los místicos, aunque no se da el éxtasis vital a la manera de san Juan de la Cruz, sino una especie de éxtasis intelectual. Estilo: su poesía es deudora de las tradiciones literarias grecolatinas, de los textos bíblicos y de la lírica renacentista, especialmente de la de Garcilaso. De este procede la estrofa preferida por fray Luis: la lira. 12. Su poesía es de una simplicidad aparente, pues en ella entreteje muchos elementos tradicionales con cultos, debido a su formación lingüística, a su labor de traductor y su pasión por el lenguaje, pero siempre dentro de la norma renacentista de la elegancia y de la sencillez. Un rasgo peculiar es que muchas de sus poesías estén dirigidas a una segunda persona, lo que explica el carácter conversacional que suelen tener: abundantes enumeraciones, exclamaciones, interrogaciones retóricas, etc. III. San Juan de la Cruz Nació Juan de Yepes y Álvarez en Fontiveros (Ávila) en 1542 en un medio social muy humilde. Vivió en Medina del Campo, en cuyo convento carmelita profesó. Estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Salamanca y allí debió conocer a fray Luis de León. Llevó una vida de gran austeridad. Tras conocer a Teresa de Jesús decidió unirse a los reformadores carmelitas (los “carmelitas descalzos”) que propugnaban una vida monacal de mayor rigor y pureza. Participó en la reforma del Carmelo, con el nombre de Juan de la Cruz. Pasó un tiempo en la cárcel conventual de Toledo por conflictos religiosos dentro de la orden. Allí comienza su actividad poética. Más tarde, alcanza importantes puestos en la orden reformada y desarrolla su incesante actividad por Andalucía. Muere en Úbeda en 1591. Desde joven eligió vivir alejado de las riquezas y de la comodidad. Su inclinación a la vida eremítica y al gusto por la soledad y el silencio hacen de él un asceta y un anacoreta, lo que le hace sentirse en su medio en el Carmelo descalzo teresiano. Se siente despegado de la teología escolástica, del saber universitario y prefiere el conocimiento experimental de Dios, en consonancia con el espiritualismo europeo de aquella época. 13. Obra: la producción poética de Juan de la Cruz es muy breve y, sin embargo, se sitúa entre lo mejor de la lírica universal. Compuso tres grandes poemas: “Cántico espiritual”, “Noche oscura del alma” y “Llama de amor viva”, además de otros poemas menores. Al comentario de los tres poemas mayores dedicó sendas obras en prosa que pretenden explicar el sentido de los textos poéticos verso a verso y casi palabra a palabra. El “Cántico espiritual” fue escrito en 1577 y reelaborado después de forma constante. El poema, que sigue muy de cerca el “Cantar de los Cantares”, es un diálogo entre la Amada y el Amado, al que aquélla ha buscado por valles y montañas hasta encontrarlo. La “Noche oscura” (1584) consta de ocho liras en las que la Amada, tras salir disfrazada de su casa por la noche, se une plenamente al Amado. En “Llama de amor viva” (1584) expone en liras las sensaciones amorosas que expresa la Amada en la unión misma. Los poemas menores desarrollan motivos similares. Sobresalen entre ellos algunos como “Un pastorcico solo está penado” o “Tras un amoroso lance”. Temas: la mayor parte de los motivos de su poesía tienen su origen en la filosofía neoplatónica y en la literatura religiosa y mística de la Edad Media y del Renacimiento, lo que se percibe en temas como: el amor que saca de sí al enamorado y lo transporta a la unión inefable; la luz como representación de la divinidad; la imagen de centro inmóvil, etc. La poesía del “Cantar de los Cantares” y la poesía tradicional le proporcionan otros motivos como, por ejemplo, el bien conocido de la caza de amor. Ahora bien, Juan de la Cruz reformula genialmente todos estos motivos, alterándolos a su conveniencia en una prodigiosa labor de 14. creación poética. Si en un sentido estricto, podemos entender sus textos como poemas amorosos, estos van más allá de lo erótico y expresan un contenido espiritual trascendente. Se intenta comunicar la inefable unión mística mediante una alegoría del amor humano. En realidad, es una idea que ya aparece en el “Cantar de los Cantares”, en el neoplatonismo y en la E. Media. No es raro, pues, que su obra fuese vista con suspicacia por la teología “oficial”. Juan de la Cruz concibe la fe como tiniebla, como oscuridad que genera luz, lo que nos da la clave del símbolo de la “noche oscura”, central en su poesía. La suya es una fe como itinerario a través de la “experiencia” hacia lo incognoscible: “Entréme donde no supe…/ toda ciencia trascendiendo”. Esta capacidad poética y este grado de profundización y espiritualidad son muy significativos en la época de Felipe II, en la que la riqueza y diversidad intelectual de las décadas anteriores están siendo sustituidas por la ideología de la Contrarreforma. Estilo: los moldes métricos preferidos son la lira garcilasiana en los grandes poemas y los romances y canciones tradicionales en sus poemas menores. Tres son los influjos principales que podemos advertir en su poesía: la tradición culta italianizante, la castellana de la poesía popular y la de la poesía bíblica del “Cantar de los Cantares”. Sin embargo, ninguna de los tres influjos explica completamente su poesía, pues más bien el autor se vale de ellos para construir una poesía simbolista casi ya en sentido moderno. Estilísticamente, las características de su poesía son: el predominio del sustantivo y la escasez del verbo y del adjetivo (abunda el pospuesto); el léxico de origen popular y a la vez latinizante o bíblico; la utilización de estribillos (influencia de la poesía tradicional castellana) y de endecasílabos y liras (influencia petrarquista italiana y de la obra de Garcilaso). ANTOLOGÍA DE TEXTOS DE LA POESÍA DEL SIGLO XVI I.Gutierre de Cetina: Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquél que os mira, no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay, tormentos rabiosos! ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos. II.Garcilaso de la Vega: ÉGLOGA PRIMERA Salicio relata el proceso de sus amores con Galatea y se lamenta de que ésta lo haya abandonado para casarse con otro pastor. Salicio: ¡Oh, más dura que mármol a mis quejas, y al encendido fuego en que me quemo, más helada que nieve, Galatea! 2. Estoy muriendo, y aún la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas; que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea (Vergüenza tengo) ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora. (me avergüenzo ahora) De un alma te desdeñas ser señora, donde siempre moraste, no pudiendo della salir un hora? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. …/… Soneto XIII A Dafne ya los brazos le crecían, y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que al oro oscurecían. (largos) 3. De áspera corteza se cubrían los tiernos miembros, que aún bullendo estaban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquél que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía el árbol, que con lágrimas regaba. ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba! Soneto XXIII En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende el corazón y lo refrena; (tan grande) 4. y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto, por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena; coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera, (el paso rápido del tiempo) por no hacer mudanza en su costumbre. III.Fray Luis de León: ODA A LA VIDA RETIRADA (Selección) ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal nuïdo, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido; 5. que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado! (alusión a la maestría de los arquitectos árabes) …/… ¡Oh monte, oh fuente, oh río! Oh secreto seguro, deleitoso! Roto casi el navío, a vuestro almo reposo, huyo de aqueste amor tempestuoso. Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza o el dinero. (vivicador reposo) 6. Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido; no los cuidados graves de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atenido. Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. Del monte en la ladera, por mi mano tengo plantado un huerto, que con la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza fruto cierto. …/… Y mientras miserablemente se están los otros abrasando con sed insaciable 7. del peligroso mando, tendido yo a la sombra esté cantando; a la sombra tendido, de hiedra y lauro eterno coronado, (laurel) puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado. (púa para tocar instrumentos de cuerda) IV. San Juan de la Cruz: NOCHE OSCURA En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡Oh dichosa ventura!, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. A oscuras y segura por la secreta escala, disfrazada, ¡Oh dichosa ventura!, a oscuras y en celada, (en secreto) 8. estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche, amable más que alborada! ¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada! En mi pecho florido que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, 9. y el ventalle de cedros aire daba. El aire del almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado; cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. LLAMA DE AMOR VIVA ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; rompe la tela de este dulce encuentro. (abanico de cedros) 10. ¡Oh cauterio suave! (acción de curar una herida) ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado! que a vida eterna sabe y toda deuda paga, matando, muerte en vida la has trocado. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños primores calor y luz dan junto a su querido! ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente solo moras; y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras! (despiertas) TEMA VII: LA PROSA DEL “LAZARILLO DE TORMES”. SIGLO XVI. EL I.Prosa didáctica del siglo XVI Aunque siguen siendo numerosos los escritos en latín, las obras en castellano son cada vez más frecuentes. El modelo formal más utilizado de prosa didáctica en este siglo es el diálogo. En los diálogos, dos o más interlocutores abordan cualquier asunto presentando sobre él diversos puntos de vista. Los diálogos españoles son deudores de modelos previos, siendo notoria la influencia de Cicerón, de Luciano y de Erasmo. Entre los numerosos diálogos del XVI cabe destacar los de los erasmistas conquenses Juan y Alfonso de Valdés. Aquél escribió el famoso “Diálogo de la lengua”, donde expone el ideal renacentista de la lengua sencilla pero cuidada. Su hermano Alfonso es autor de dos importantes obras: “Diálogo de las cosas ocurridas en Roma”, que es una apasionada defensa de la política imperial de Carlos I y un ataque a las actitudes del Papado, al tiempo que una sátira de las costumbres eclesiásticas. En el “Diálogo de Mercurio y Carón” expone Alfonso de Valdés el ideal erasmista de un estado universal fuerte y pacífico y sus deseos de reformas erasmistas. Otros importantes diálogos erasmistas son “El Crotalon”, cuyo probable autor es Cristóbal de Villalón y el “Viaje de Turquía” , atribuido a Ándrés Laguna. Forma de diálogo tiene también la obra maestra de Fray Luis de León: “De los nombres de Cristo”. Además de los diálogos, en la prosa del siglo XVI se utilizan otros modelos: epístolas, sátiras, historias, relatos, misceláneas, etc. 2. Muy interesante es, por ejemplo, el libro “Examen de ingenios”, de Huarte de San Juan, que anticipa aspectos de lo que hoy sería la psicología experimental. Peculiar atractivo tienen los relatos sobre la conquista de América, a veces relatos muy idealizados. Entre los historiadores de Indias podemos mencionar a Gonzalo Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas, Bernal Díaz del Castillo o Diego Hurtado de Mendoza. Finalmente, abundan en esta centuria libros de carácter moral o religioso. El autor más leído en esta época fue el franciscano montañés Antonio de Guevara, autor del muy conocido “Libro áureo de Marco Aurelio”, de “Epístolas familiares” y de la obra “Menosprecio de corte y alabanza de aldea”. Son también numerosos los libros en prosa de escritores ascéticos y místicos, como los ya citados de Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, fray Luis de León o los del dominico Fray Luis de Granada, autor, entre otras obras, de “Guía de pecadores” o de “Introducción del símbolo de la fe”. II. Prosa narrativa del siglo XVI La variedad de la prosa castellana del XVI, tanto en géneros como en temas, conduce al desarrollo de la ficción narrativa, aunque no se puede habar todavía de “novela” en el sentido moderno del término. Esta palabra, de origen italiano, sí se utiliza ya para referirse a narraciones breves, como las “Novelas ejemplares”, de Cervantes. Los relatos más extensos se denominan en esta época de forma muy variada: libro, historia, tratado, vida, etc. 3. Siguen editándose, siendo muy leídos durante el XVI, los relatos sentimentales y los libros de caballerías de la centuria anterior, pero aparecen también nuevos géneros literarios como los “libros pastoriles”. Esta narrativa pastoril, cuyo origen está en la literatura bucólica del poeta latino Virgilio y en los autores renacentistas italianos como Sannazaro, autor de “La Arcadia”, presentan una naturaleza idealizada en donde se desarrollan historias de amor entre pastores. Las obras más destacadas son “Los siete libros de la Diana” (1559), de Jorge de Montemayor y la “Diana enamorada” (1564), de Gaspar Gil Polo. Autores de esta narrativa pastoril fueron también Miguel de Cervantes, con su “La Galatea” y Félix Lope de Vega, autor de “La Arcadia”. Otras narraciones son las de tema morisco. En ellas, en un ambiente también idealizado, se presenta estilizada la figura del moro, incluso en tolerante convivencia con los cristianos. La primera obra de este tipo fue la anónima “Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa”. También destaca en este género la obra de Ginés Pérez de Hita “Guerras civiles de Granada”. Estos relatos no son en absoluto realistas, al igual que las narraciones pastoriles, las sentimentales o los libros de caballerías. Debemos destacar, por último, dos obras alejadas del idealismo de las anteriores. Se trata de “La lozana andaluza” (1528), de Francisco Delicado, obra dialogada y emparentada con “La Celestina” en la que se plasma una gozosa actitud vital y un mordaz anticlericalismo. La otra obra es “El Patrañuelo” (1567), de Juan de Timoneda, primera colección española de obras cortas imitadoras de las italianas. Sin embargo, la gran obra narrativa del XVI es una historia realista que marcará el camino que después transitará la novela moderna. Nos referimos al “Lazarillo de Tormes”. 4. III. Teatro del siglo XVI El teatro manifestó un extraordinario desarrollo en el siglo XVI. Ya en el XV, importantes autores como Juan del Encina compusieron obras significativas. Discípulo suyo fue Lucas Fernández, autor de varios dramas todavía muy próximos al teatro medieval. Sin embargo, ahora se camina hacia un teatro más elaborado y surgen nuevos nombres como Gil Vicente, escritor portugués que también escribe en castellano y autor de obras de carácter religioso, o Bartolomé de Torres Naharro, que vivió en Italia y dividió sus comedias en dos tipos: a noticia (carácter realista) y a fantasía (imaginativas). En la segunda mitad del siglo se produce la consolidación del género teatral. Al tiempo que desaparecen las alusiones y contenidos satíricos de las obras de Torres Naharro o Gil Vicente, ya que la ideología contrarreformista y el Índice inquisitorial lo impiden, continúa escribiéndose teatro religioso, como lo demuestra el “Códice de autos viejos”, colección de piezas anónimas en su mayoría y de temas religiosos y alegóricos. Muestra del auge de la actividad teatral en este siglo es la convivencia de diversos tipos de teatro. Junto al religioso y al profano, se desarrolla un teatro de carácter popular, representado en pueblos y ciudades, sobre todo en los “corrales de comedias” que van surgiendo a partir de 1570 y que serán el centro de la destacadísima actividad teatral del siglo XVII. No podemos olvidar, además, la existencia de un teatro español que toma como modelo el teatro clásico grecolatino. Sin embargo, muchos de los textos de este siglo se han perdido. También es frecuente en el XVI la presencia de compañías de teatro italianas en España. Representaban comedias, siguiendo la tradición de la comedia clásica romana (Plauto, Terencio). Estas 5. compañías y las obras que representaban influirán notablemente en uno de los autores más famosos del siglo XVI: Lope de Rueda. Lope de Rueda fue un hombre de teatro en el sentido más amplio: actor, director y autor. Escribió comedias en prosa al modo italiano, introduciendo novedades, como la utilización de elementos cómicos. Especialmente conocidos son sus “pasos”, breves piezas cómicas inicialmente incluidas en las comedias, con las que no guardaban relación argumental y que, finalmente, se segregaron de ellas y se representaban en los entreactos. Muchos de los “pasos” de Lope de Rueda toman elementos del folclore. “Paso” es el nombre que Lope de Rueda dio a un género teatral que nace en el siglo XVI, pero se prolonga hasta hoy. Su denominación más habitual es la de “entremés”. Los entremeses se caracterizan por su brevedad, por su carácter cómico y por la utilización de un lenguaje muy coloquial. El tema predominante es el amor y las mujeres suelen tener un papel muy activo en ellos. En el desarrollo del teatro español que conducirá al modelo teatral establecido por Lope de Vega en el siglo posterior, tendrán notable importancia la actividad teatral en ciudades como Sevilla o Valencia y la presencia de autores como el propio Lope de Rueda, el mismo Cervantes o el sevillano Juan de la Cueva, muy interesado por llevar a escena asuntos históricos nacionales, temas estos que serán frecuentes entre los mejores dramaturgos del XVII: Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca. 6. IV. El “Lazarillo de Tormes” y la novela picaresca a)Texto, fecha y autoría: “La vida de Lazarillo de Tormes” apareció en 1554 en cuatro ediciones diferentes. Probablemente existió alguna edición anterior, hoy desconocida. Tuvo un notable éxito, pero pronto fue prohibida. En 1573 se volvió a publicar, pero expurgada. Hasta 1834 no volvió a publicarse en España el texto completo. Según las referencias históricas que aparecen en el libro, la obra fue escrita a mediados de siglo. Más problemática es la autoría de la obra. Se publicó anónimo y, posteriormente, se ha atribuido a muy diferentes autores. Ninguna de las atribuciones aporta pruebas completamente convincentes. Parece claro que el autor era un erasmista, un converso, algún franciscano o un noble descontento con la sociedad de su tiempo. b)Fuentes, estructura y estilo: muchos de los elementos del “Lazarillo” proceden de la tradición folclórica. Cuentos y anécdotas como la de la longaniza, son habituales en el folclore popular, al igual que la pareja del ciego y del mozo. Lo novedoso en la obra es que estos materiales conocidos se integran de un modo trabado y no son una simple suma de aventuras, es decir, adquieren un nuevo valor al formar parte de una estructura más amplia con una función concreta. La composición de la obra se articula en torno a dos modelos estructurales: la autobiografía y la epístola. Todos los elementos adquieren un sentido porque forman parte de la historia de la vida de un personaje contada por él mismo siguiendo el modelo de una larga carta dirigida a un desconocido Vuestra Merced. La autobiografía también tenía ya una larga tradición literaria: es un recurso utilizado, por ejemplo, en el “Libro de buen amor”, del 7. Arcipreste de Hita (XIV) y, ya en el XVI, en “La lozana andaluza”, de Francisco Delicado y en los diálogos erasmistas. Con todo, la fuente directa para la autobiografía del “Lazarillo” es, seguramente, “El asno de oro”, del latino Apuleyo, obra traducida muy divulgada en la época. El modelo de la epístola como marco en el que se desarrolla la narración también tenía una larga tradición: los libros sentimentales como la “Cárcel de amor”. Además de todos estos elementos tradicionales, bien folclóricos y tradicionales, bien literarios, es notable también en el “Lazarillo” la presencia de datos tomados directamente de la realidad: lugares, referencias geográficas e históricas concretas, personajes de la España del XVI, alusiones a la época, etc. De este modo, todo se integra en una narración que podría definirse como realista. Los hechos se cuentan “como si” en verdad hubieran ocurrido, “como si” se tratara de datos históricos. Las fronteras entre realidad y ficción se diluyen y, con ello, el autor del “Lazarillo” da un importantísimo paso hacia la creación de la novela moderna, al proponer quela obra sea leída “como si” de una historia real se tratara, “como si “fuera verdad. El “Lazarillo” será, pues, el punto de partida de la novela realista europea. Otro rasgo subraya la enorme importancia de esta obra en la constitución del nuevo género literario: es característico de la novela moderna el que los personajes se vayan haciendo y modificando a la par de las circunstancias de su vida. Pues bien, este rasgo se encuentra también en el “Lazarillo”, cuyo protagonista va cambiando desde el principio al fin de la obra. El Lazarillo niño es muy diferente al Lazarillo adulto. La importancia de este hecho se refleja incluso en la estructura misma de la obra. 8. En cuanto a la estructura, la novela consta de un prólogo y de siete tratados. El último de los tratados revela que la obra es una carta de contestación en la que se explica un “caso”: las habladurías sobre las relaciones de la mujer de Lázaro con el arcipreste de San Salvador. El “caso” tiene, por tanto, una importancia fundamental porque es el pretexto para que el personaje cuente su historia. Debido a ello, la novela se estructura y comienza desde el final, porque los episodios que en ella se incluyen son seleccionados para explicar el “caso”. Los otros seis tratados pueden dividirse en dos partes: los tres primeros, más extensos, muestran el aprendizaje de Lazarillo en la adversidad. En los demás, Lázaro mejora su nivel de vida y aprende lo suficiente para sobrevivir, lo que explica que consienta las relaciones adúlteras de su mujer con el arcipreste, pues este le ha proporcionado un modesto empleo. En cuanto al estilo, advertimos la diferencia del lenguaje de esta obra con respecto a las narraciones habituales en su época (libros de caballerías, sentimentales, moriscos, pastoriles, “bizantinas” o de aventuras). Si en estos relatos mencionados la norma es el estilo elevado con el uso de un lenguaje refinado alejado de la norma habitual, la lengua del “Lazarillo” es llana, espontánea y no artificiosa, lo que es coherente con la traza realista de la novela. c)Ideas y sentido de la novela: la palabra con la que se abre el prólogo del “Lazarillo” es un rotundo “yo”. La obra es la historia de un personaje, un ser humano de carne y hueso lejos de los protagonistas de los relatos idealistas contemporáneos. Este personaje se desarrolla en un medio social concreto que lo condiciona y modifica. La obra retrata el proceso de aprendizaje de un individuo y, al mismo tiempo, su adaptación a un entorno social complejo, la España del XVI. Pero esta asimilación no se hace sino a costa de la propia dignidad del personaje. El tratado 9. VI es un claro ejemplo de esta evolución de Lázaro, que acepta integrarse en el sistema ahorrando dinero y vistiendo las ropas propias de un “hombre de bien”. Sabemos en el último tratado que su prosperidad final solo la alcanza a cambio de su deshonor al consentir las relaciones de su mujer con el arcipreste, pero esa indignidad afecta a todos los personajes. La obra es una aguda crítica de la sociedad de su tiempo, tanto de los comportamientos individuales como del sistema social. Dos mitos centrales de la España del XVI son el objeto central de la crítica: la obsesión por la honra y la religiosidad. La mayoría de los amos de Lázaro son clérigos y todos explotan al muchacho, cuya opinión sobre los hombres de Iglesia no es, por tanto, nada positiva. El anticlericalismo es evidente, aunque no parece haber intención en el autor de proponer alguna reforma, sino que solo se percibe el sarcasmo o el desprecio, por lo que la novela parece fruto de algún converso descreído. Si nobleza e Iglesia son satirizadas, también lo son la justicia o la vida militar. Otros valores como los del amor o la amistad no parecen tampoco destacar en la obra. Frente a la visión idealista del mundo de los relatos pastoriles o caballerescos, aquí los valores que funcionan son los materiales: la ambición, la avaricia, el dinero, las apariencias, la astucia, el cinismo… El autor de la novela pone así al descubierto, la realidad cruel de la vida española de mediados del siglo XVI. El modelo narrativo del “Lazarillo de Tormes” fue tan innovador que no resultó fácil de asimilar y continuar. Casi medio siglo tardará en aparecer la segunda novela picaresca, el “Guzmán de Alfarache” (1599), de Mateo Alemán, y no será hasta el XVII cuando el “Lazarillo de Tormes”, obra en la que no aparece nunca la palabra “pícaro”, tenga una numerosa descendencia. ANTOLOGÍA DE TEXTOS: “LAZARILLO DE TORMES” ---------------------------------------------------------------------------------- I.”LAZARILLO DE TORMES” (Selección) Prólogo: Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite; y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto, para ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar della algún fruto. Porque si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras, y si hay de que, se las alaben; y a este propósito dice Tulio: "La honra cría las artes." …/… Suplico a vuestra merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues vuestra merced escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parecióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuanto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y mana remando, salieron a buen puerto. 2. Tratado Primero: Cuenta Lázaro su vida, y cuyo hijo fue: Pues sepa Vuestra Merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tome González y de Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tome el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río. Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo que fue preso, y confeso y no negó y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida. Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vinóse a vivir a la ciudad, y alquilo una casilla, y metióse a guisar de comer a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento. Este algunas veces se venía a nuestra casa, y se iba a la mañana; otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas de que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque 3. siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos calentábamos. De manera que, continuando con la posada y conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuérdome que, estando el negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como el niño veía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía del con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía: "¡Madre, coco!". Respondió él riendo: "¡Hideputa!" Yo, aunque bien muchacho, note aquella palabra de mi hermanico, y dije entre mí: "¡Cuantos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos!" …/… Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo: "Hijo, ya sé que no te veré más. Procura ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto. Válete por ti”. Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: "Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro del”. Yo simplemente llegué, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y dióme una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: "Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo", y rió mucho la burla. Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre mí: "Verdad dice este, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer." 4. Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza, y como me viese de buen ingenio, holgábase mucho, y decía: "Yo oro ni plata no te lo puedo dar, mas avisos para vivir muchos te mostraré." Y fue ansí, que después de Dios este me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir. Huelgo de contar a Vuestra Merced estas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio. Tratado Segundo. Cómo Lázaro se asentó con un clérigo, y de las cosas que con él pasó: Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad; que, aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego, y una dellas fue esta. Finalmente, el clérigo me recibió por suyo. Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con este un Alejandro Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más sino que toda la lacería del mundo estaba encerrada en este. No sé si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía. . . ./… Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero, y enviábame por una que costaba tres maravedís. Aquella le cocía y comía los ojos y la lengua y el cogote y sesos y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos, y dábamelos en el plato, diciendo: "Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa." "¡Tal te la dé Dios!", decía yo paso entre mí. 5. A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en que dalle salto; y aunque algo hubiera, no podía cegalle, como hacía al que Dios perdone, si de aquella calabazada feneció, que todavía, aunque astuto, con faltalle aquel preciado sentido no me sentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese como él tenía. Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la concha caía que no era del registrada: él un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco como si fueran de azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta; y acabado el ofrecer, luego me quitaba la concheta y la ponía sobre el altar. No era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él viví o, por mejor decir, morí. De la taberna nunca le traje una blanca de vino, mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz compasaba de tal forma que le duraba toda la semana, y por ocultar su gran mezquindad decíame: "Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros." Tratado Séptimo: Cómo Lázaro se asentó con un alguacil, y de lo que le acaeció con él: (Tras el ciego (Tratado I), el clérigo (II) y el escudero (III), con el que nuestro personaje “toca fondo” en su lucha personal contra el hambre, Lázaro sirve a varios amos: un fraile mercedario de vida poco recogida(IV), un taimado vendedor de bulas (V), un pintor, un capellán para que el que vende agua por las calles (VI). En este tratado aún conocerá Lázaro dos oficios más: ayudante de alguacil y pregonero de vinos.) 6. Despedido del capellán, asenté por hombre de justicia con un alguacil, mas muy poco viví con él, por parecerme oficio peligroso; mayormente, que una noche nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a palos unos retraídos, y a mi amo, que espero, trataron mal, mas a mí no me alcanzaron. Con esto renegué del trato. Y pensando en qué modo de vivir haría mi asiento por tener descanso y ganar algo para la vejez, quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera provechosa; y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré, que fue un oficio real, viendo que no hay nadie que medre sino los que le tienen; en el cual el día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de Vuestra Merced. Y es que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden, y en almonedas y cosas perdidas, acompañar los que padecen persecuciones por justicia y declarar a voces sus delitos: pregonero, hablando en buen romance.…/… En este tiempo, viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo noticia de mi persona el señor arcipreste de Sant Salvador, mi señor, y servidor y amigo de Vuestra Merced, porque le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya; y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer. Y así me casé con ella, y hasta agora no estoy arrepentido; porque, allende de ser buena hija y diligente, servicial, tengo en mi señor arcipreste todo favor y ayuda. …/… Los domingos y fiestas casi todas las comíamos en su casa. Mas malas lenguas, que nunca faltaron ni faltarán, no nos dejan vivir, diciendo no sé qué, y si sé qué, de que ven a mi mujer irle a hacer la cama y guisalle de comer. Y mejor les ayude Dios que ellos dicen la verdad.…/… 7. Porque, allende de no ser ella mujer que se pague destas burlas, mi señor me ha prometido lo que pienso cumplirá. Que él me habló un día muy largo delante della, y me dijo: "Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas, nunca medrará. Digo esto porque no me maravillaría alguno, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir della. Ella entra muy a tu honra y suya, y esto te lo prometo. Por tanto, no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho." "Señor -le dije-, yo determiné de arrimarme a los buenos. Verdad es que algunos de mis amigos me han dicho algo deso, y aun, por mas de tres veces me han certificado que, antes que comigo casase, había parido tres veces, hablando con reverencia de vuestra merced, porque esta ella delante." Entonces mi mujer echó juramentos sobre sí, que yo pensé la casa se hundiera con nosotros, y después tomóse a llorar y a echar maldiciones sobre quien comigo la había casado, en tal manera que quisiera ser muerto antes que se me hobiera soltado aquella palabra de la boca. Mas yo de un cabo y mi señor de otro, tanto le dijimos y otorgamos que cesó su llanto, con juramento que le hice de nunca más en mi vida mentalle nada de aquello, y que yo holgaba y había por bien de que ella entrase y saliese, de noche y de día, pues estaba bien seguro de su bondad. Y así quedamos todos tres bien conformes. Hasta el día de hoy, nunca nadie nos oyó sobre el caso; antes, cuando alguno siento que quiere decir algo della, le atajo y le digo: "Mira: si sois amigo, no me digáis cosa con que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar; mayormente si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero, y la amo más que a mí. Y me hace Dios con ella mil mercedes y más bien que yo merezco; que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan 8. buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me matare con él." Desta manera no me dicen nada, y yo tengo paz en mi casa. Esto fue el mesmo año que nuestro victorioso Emperador en esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo en ella cortes, y se hicieron grandes regocijos, como Vuestra Merced habrá oído. Pues en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna, de lo que de aquí adelante me sucediere avisaré a Vuestra Merced.