Mientras la pirámide de 1975 presenta una silueta sinuosa, pero con clara tendencia expansiva, la segunda, correspondiente al año 2000, rompe con esta tendencia, puesto que tiene una base en forma ovoide, lo que indica un descenso acusado de la natalidad. De este modo, todo parece indicar que en 1975 la población española se encontraba en los últimos momentos de su etapa expansiva, la cual fue iniciada aproximadamente en 1950, cuando comenzaron a diluirse los efectos de la posguerra. Así esta explosión demográfica supuso un importante rejuvenecimiento de la población, especialmente en los años 60 del pasado siglo. Pero a pesar de este crecimiento, ya se apunta ligeramente una contracción de la natalidad, claramente registrado en la década de los 80. Por su parte en 2000 la disminución de la natalidad es un fenómeno consolidado, por lo que puede percibirse un cierto envejecimiento de la población. Atendiendo a estos datos, se puede concluir que el cambio de la etapa poblacional española se inició en la segunda mitad de los años 70 y se ha ido consolidando en años posteriores. Este cambio estuvo motivado por causas diversas, como la transformación de las costumbres familiares, el aumento del nivel de vida, la disminución del seguimiento de determinados preceptos religiosos y la generalización de los anticonceptivos en la década de los 80. Algunos expertos sostienen que el proceso de crisis de la economía iniciado en 1973, la denominada crisis de petróleo; junto a los cambios políticos iniciados en España tras la muerte de Franco, la Ley del divorcio y la legislación sobre el aborto, propiciaron la disminución de la natalidad. Proceso que se agudizó posteriormente durante la década de los 90. Este cambio en la tendencia de la natalidad hizo que España se equiparara de modo apresurado a la tendencia europea, donde encontramos poblaciones crecientemente envejecidas. Por último es necesario detenerse en los bruscos estrechamientos y ensanchamientos. Estas rupturas, claramente diferenciadas en el caso de la pirámide de 1975 y aún perceptibles en la de 2000, están directamente relacionados con la Guerra Civil y con los duros años de la posguerra. Desde el punto de vista de la población activa, podemos observar cómo, paulatinamente, aumenta el peso de la población mayor de 65, esto es debido a las mejoras en los cuidados sanitarios y sobre todo al descenso acusado de la natalidad, circunstancia que permite inferir cierto envejecimiento de la población española y por tanto el aumento de las clases no directamente productivas. La baja natalidad, hizo prever a muchos expertos que a la larga sería difícil el mantenimiento del sistema de pensiones, aunque parece que esta tendencia se ha ido corrigiendo con la llegada de inmigrantes, al pasar a formar parte de la población activa y al ser una población que generalmente tienen mayor número de hijos. En este sentido como diferencia fundamental entre ambas pirámides, hay que tener muy presente que la generación de españoles nacida a finales de los 70 y principios de los 80, se ha incorporado mucho más tarde al mercado laboral, puesto que el aumento del nivel de vida de las familias españolas en esos años y posteriores permitieron que muchos de esos jóvenes prolongaran sus estudios, al acceder de forma masiva a la enseñanza secundaria y superior, convirtiéndose así, en opinión de muchos, en la generación más preparada de nuestro país. Así, el aumento de la edad para conseguir un trabajo supuso un extraordinario esfuerzo económico. Además hay que tener en cuenta que cada vez son más las mujeres que inician estudios superiores, circunstancia que retrasa la edad de contraer matrimonio y por tanto la edad para tener descendencia de muchas de ellas. En conclusión podemos destacar: La ruptura a partir de 1975 de la tendencia histórica de crecimiento poblacional geométrico, con la disminución drástica del índice de natalidad y el aumento de la esperanza de vida, lo que ocasionó un creciente envejecimiento de la población, tendencia común en todos los países europeos, que han iniciado campañas para corregir esta tendencia para aumentar la natalidad, como desgravaciones fiscales y ayudas a las familias numerosas y políticas de inmigración. El aumento de las personas que forman parte de la llamada Tercera Edad plantea en toda Europa una serie de problemas a medio y largo plazo sobre la viabilidad del sistema de cobertura sanitaria, de la ayuda al desempleo y sobre todo al sistema de pensiones. El crecimiento absoluto de la población activa, pero su disminución relativa, en gran medida debido a la fuerte reestructuración del sector industrial, producido a mediados de los 80 y principios de los 90; la incorporación al mundo del trabajo de la amplia generación de los 70, sin olvidar el aumento creciente del sector femenino en la actividad laboral.