UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES CICLO BASICO COMUN Proyecto de investigación: La enseñanza de la Filosofía y los recursos del cine, la TV y la Web Taller “Cine y filosofía”. Ciudad Universitaria, Pab. III. 11.XI.2006 Dr. Augusto PEREZ LINDO, Director del proyecto UBACYT 01/U0 10) Blade Runner y el deseo de humanidad “Ser inmortal es baladí, menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible es saberse inmortal”. (J.L. Borges. Aleph. El inmortal, Obras Completas, Emecé, Bs.As., l974, p.540). El diario británico The Guardian realizó en el 2004 una encuesta entre destacados científicos para elegir la mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos. Fue elegida Blade Runner. Para algunos porque Philip Dick el autor del libro y Ridley Scout el director, se anticiparon en los comienzos de los 80 a lo dilemas que nos plantea hoy la biotecnología. Para otros porque plantea desde ángulos novedosos cuestiones profundas y clásicas de la existencia humana: la contingencia, la identidad, la libertad frente a la muerte. Lo primero que me parece notable de Blade Runner es que se puede apreciar al mismo tiempo como un thriller, como una película de ciencia ficción y como una reflexión sobre la identidad humana. Es esta versatilidad la que lo convierte en un film didáctico para la enseñanza de la filosofía ya que los espectadores pueden gozar sin artificios de una intriga policial, de un escenario futurista y de algunos pensamientos que nos remiten de lo explícito hacia ideas más profundas. La película ofrece de manera simple un acercamiento a varios géneros cinematográficos típicos de lo mejor de la industria norteamericana. Probablemente, si se hubiera filmado en Europa al estilo del cine temático, hubiera sido más denso o más reflexivo o más intrincado en su desarrollo. Resulta pues un mérito que Blade Runner sea en apariencia una película de acción, que nos conduce espontáneamente a reflexionar sobre la naturaleza humana. 1 Desde el punto de vista que nos interesa, que es el de la vinculación entre el cine y la enseñanza de la filosofía, podemos señalar por lo menos estas ideas: 1º. La posibilidad de fabricar “replicantes” biónicos (que podríamos denominar “androides”) que puedan llegar a coexistir con los seres humanos con las consecuencias sociales y morales que esto puede acarrear; 2º. El drama que, en la hipótesis del relato, pueden llegar a vivir los replicantes al descubrir que su mortalidad está limitada en el tiempo debido a un capricho de su inventor; 3º. la perspectiva contradictoria de un futuro donde por un lado el progreso tecnológico es capaz de producir innovaciones asombrosas mientras que por otro lado reproduce el deterioro social y ambiental; 4º. la búsqueda, por parte de los seres biónicos, de una finitud propia de los humanos que conduce al deseo de indeterminación propia de los humanos. La película se presentó en junio de l982 o sea mucho antes de la clonación de la ovejita Dolly en 1998 y de que existiera la posibilidad efectiva de clonar a un ser humano. El concepto del “replicante”, que el director Scott prefirió al de “androide” que consideraba banalizado por otras películas de ciencia-ficción, anticipa algo que ha dejado de ser ciencia-ficción, que ya forma parte de nuestra realidad. Es decir, la posibilidad de fabricar robots biónicos y seres humanos artificiales a voluntad. En la película vemos que el inventor es un anciano que sobrevive en hibernación y el fabricante de androides y biónicos es un joven que envejece rápidamente debido al mal de Matusalén. El guionista prefigura sin duda el nacimiento de la “biotecnópolis” en la que ya nos estamos acostumbrando a confundir los productos naturales y los transgénicos, los órganos naturales y los órganos artificiales, la gestación natural y la inseminación in vitro, las reproducciones naturales y las clonaciones vegetales y animales, los cuerpos de origen natural y los cuerpos producidos por las cirugías o transplantes. El film nos anuncia el fin de las barreras entre lo natural y lo artificial. 1 Las manipulaciones biotecnológicas se vuelven moneda corriente. Ya tenemos aquí materia amplísima para reflexionar sobre las ideas aún vigentes relativas a la identidad humana y las perspectivas que nos ofrecen estos escenarios. ¿Es posible y es deseable poner límites a los desarrollos biotecnológicos que tienden a modificar la evolución de la especie humana? La pregunta no ha recibido ninguna 1 Ver: A. Pérez Lindo (comp..), El concepto de realidad. Teorías y mutaciones, Proyecto Editorial, Bs.As., 2004, Cap. VI: “Las biotecnologías y la redefinición de la idea de la vida”. 2 respuesta definitiva de parte de los estados y de las comunidades científicas. Entretanto, el imaginario popular y el mercado se han poblado de alternativas para transformar los cuerpos humanos o para fabricarlos conforme a los deseos de los usuarios. Por otro lado, el tema explícito que se presenta es la pretensión de los “replicantes” de adquirir plenamente los caracteres y los derechos de los humanos. Un robot humanizado, un androide, ¿puede ser reconocido como un semejante? Un prototipo mezcla de materia viva y de mecanismos artificiales, un ser biónico, ¿dentro de qué límites puede considerarse humano? Los ecologistas integristas reclaman igualdad de derechos con los animales porque somos parte de la misma naturaleza. ¿Qué pasará con los androides y biónicos que se asemejan más directamente a los humanos? ¿Reconoceremos su racionalidad, sus sentimientos, su identidad? ¿Entonces podremos tratarlos como meros artefactos o como esclavos? (Preguntas también planteadas en el relato de Ray Bradbury “El hombre bicentenario” también llevado al cine.) El hecho que da lugar al inicio de la intriga policial es la revuelta de ciertos replicantes que escapan de los lugares donde eran destinados en el espacio extraterrestre con el fin de obtener un mayor plazo de duración de su vida. Es decir, un poco más de inmortalidad, o una mortalidad humana normal. Aquí aparece otro motivo de reflexión filosófica. Cuando se analiza más de cerca se puede apreciar que el replicante quiere no solo tener una finitud relativamente normal, o sea más extendida en el tiempo como los humanos, sino que pretende que su inventor revea su propio programa para que la contingencia quede sometida al azar y no a una certeza matemática. En el fondo es lo que muchos humanos han querido reclamarle a los dioses o a la naturaleza: la posibilidad de morir cuando sientan que han cumplido sus deseos. Batty (Rutger Hauer) el líder de los replicantes rebeldes quiere una contingencia equivalente a la de los humanos pero en este caso con posible regulación arbitrada con su creador. ¿No se esconde allí nuestro propio deseo de una muerte elegida por nosotros mismos y no determinado por factores ajenos? (Por aquí va también el tema del derecho a la muerte planteado magistralmente en la película española: “Mar adentro”). En el centro de la escena encontramos lo que hace que la existencia humana se encuentre siempre en cuestión en su propio ser: la contingencia. Tema de Heidegger, de Sartre y de muchos otros filósofos. El replicante acepta la contingencia humana y la quiere compartir, lo que quiere es negociar la facticidad hacia el futuro. Normalmente, los humanos aceptamos que podemos morir en cualquier momento por distintos factores 3 pero lo que nos angustia es la contingencia, el hecho de que estemos condenados ontológicamente a morir. El replicante ha vivido una existencia plena, tiene recuerdos de experiencias inefables que los mediocres seres humanos que lo persiguen tal vez no podrán equiparar. Ha vivido en el límite como correspondería a un “superhombre” nietzcheano. El verdadero “héroe” de la película es el replicante que ha vivido en la contingencia absoluta sin temor a la muerte porque la misma se encuentra matemáticamente programada. Y ha adquirido algo que por alguna razón no estaba previsto en su “artificialidad”: la conciencia de la finitud que lo iguala a los mortales en el doble sentido, el de la conciencia de la muerte y en el deseo contradictorio de inmortalidad. Sartre, en el Ser y la Nada diría que la conciencia que es nada al emerger en el mundo busca perpetuarse en el En Sí, la conciencia busca como una pasión inútil la coincidencia con el Ser inmutable. El prototipo del replicante se coloca en un lugar ambiguo donde por un lado plantea lo que le puede suceder a un símil humano artificial pero por otro lado contribuye a destacar la angustia que todo ser humano debiera tener frente a la muerte. Resulta llamativo que en la película los detectives que quieren dar caza a los replicantes se comportan de manera implacable y descarnada, sin atisbos de sensibilidad en sus actos. Sin embargo, al final Harrison Ford, el detective Deckard se compadece de la replicante de la que parecía haberse enamorado y le facilita la libertad. Tal vez como réplica del gesto que Batty tuvo al dejarlo con vida. Pero en ningún momento ni él mismo ni el frío Inspector que lo dirige manifiestan la mínima comprensión de lo que significa este “otro” que ha accedido a la condición humana. Los protagonistas humanos parecen menos sensibles y más alienados que los replicantes artificiales. He aquí otra contradicción que nos amenaza: mientras usamos la biotecnología para mejorar aparentemente la vida, los usos sociales de la ciencia se vuelven cada vez más inhumanos. ¿La ciencia tiene que tener un horizonte ético en sí misma o sus imperativos éticos tienen que estar dictados por la sociedad en general? Otro gran debate presente en muchos foros actuales. El tema de la “condición humana” se introduce entonces aquí por el doble camino de los replicantes y de los actores humanos de manera contradictoria, como contra imágenes de nuestra propia realidad y de nuestro propio imaginario. Blade Runner nos presenta varias dimensiones de la condición humana: los límites de la identidad, la banalidad de la vida cotidiana, la angustia de la finitud, el deseo de 4 inmortalidad, la ambivalencia del progreso y de la deshumanización. La evolución tecnológica no ha de menguar nuestras contradicciones y dilemas sino todo lo contrario. Es lo que nos dice esta película. La “dualidad” del contexto futuro que pinta la película nos parece muy congruente con una visión pesimista sobre los resultados de nuestra evolución tecnológica y social. Como lo estamos viendo, podemos asistir al mismo tiempo al despliegue formidable de la ciencia y la tecnología para construir artefactos y destruir el mundo, junto con una tremenda incapacidad para asegurar un entorno social aceptable para todos. Esta dualidad que algunas películas y novelas de ciencia ficción “ciberpunk” vienen anunciando puede ser interpretada en el plano económico-social con la teoría del desarrollo desigual. Para algunos autores de distintas corrientes ideológicas se trataría de una consecuencia inevitable de la expansión capitalista. Esta interpretación nos parece un poco fatalista y lineal. El desarrollo tecnológico y la expansión capitalista han dado lugar a variadas formaciones sociales. En algunas prevalece la dualidad entre el crecimiento y la miseria. Son las condiciones sociales de dominación las que condicionan la forma en que se establecen las relaciones sociales. O sea, que en última instancia el futuro depende sobre todo del modelo de organización social que seamos capaces de conquistar. Por último, cabría insistir sobre una idea que se encuentra encubierta en la película por el temor a la muerte: es el deseo de inmortalidad. Cuando Batty, el replicante se lamenta: “He visto atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la obscuridad cerca de la puerta Tanhauser ... Momentos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”, el personaje alcanza su más alto grado de profundidad, está protestando contra la finitud. Y en el mismo acto, cuando tiene la posibilidad de eliminar al humano detective Deckard, decide soltarle la mano para que sobreviva. El replicante se humanizó tal vez , no sólo por la conciencia de su finitud sino también al asumir que la mediación del otro puede ser el camino de la propia inmortalidad. 5