Las reservas: mitos y realidades1 Aldo Ferrer2 El debate actual sobre el Fondo del Bicentenario, aconseja aclarar que son y para que sirven las reservas de oro y divisas acumuladas en el Banco Central. Las reservas pueden originarse en el superávit del comercio internacional de bienes y servicios y/o en la entrada neta de capitales extranjeros. En el primer caso, las reservas son genuinas, forman parte del ahorro nacional como expresión de un exceso de producción de bienes y servicios sobre el gasto de consumo e inversión. Constituyen un activo líquido de la economía nacional. En el segundo caso, la “calidad” de las reservas depende de la naturaleza de los capitales externos que las originan cuyos tipos principales son tres: inversiones privadas directas, préstamos de largo plazo y fondos especulativos. Las inversiones privadas directas, es decir, compra por residentes del exterior de activos en el país, generan, a futuro, una eventual desinversión y/o transferencias de utilidades y amortizaciones a los países de origen. Si, como suele suceder, tales inversiones se destinan a producir principalmente para el mercado interno, generan un déficit corriente en sus operaciones en divisas (importación de insumos y equipos, transferencias de utilidades, en conjunto mayores que las exportaciones). En tal caso, su aporte inicial puede convertirse luego en una fuente de desequilibrio en los pagos internacionales y pérdida de reservas. En el caso de los préstamos de largo plazo, su incidencia final en los pagos internacionales y las reservas depende de que su aplicación contribuya positivamente, o no, al aumento de la producción y a la competitividad internacional de la economía argentina. Por último, si los capitales externos son para especular con las tasas de interés, el tipo de cambio y las cotizaciones bursátiles, las reservas que generan son siempre ficticias porque tienen, como contrapartida, deuda externa de corto plazo. Este último es siempre un escenario vulnerable, sujeto a la decisión de los operadores financieros lo cual somete la política económica a las expectativas de los mercados. Es la situación ideal para lo que tiempo atrás se denominaba la “patria financiera”. Vale decir, un estado sin capacidad decisoria, en el cual, la economía está sujeta al libre juego de la oferta y la demanda o sea a los intereses, internos y externos, dominantes. Esta situación es incompatible con el desarrollo económico y la equidad y, también, con la seguridad jurídica porque los desequilibrios macroeconómicos, inherentes al sistema, comprometen la intangibilidad de los contratos. Fue, en efecto, 1 2 Artículo publicado en BAE, el 25 de enero de 2010 Director editorial de Buenos Aires Económico 1 lo que anticipo el Plan Fénix en el 2001, antes de la debacle, sobre el incumplimiento inminente de todos los contratos, préstamos y depósitos, denominados en dólares. La formación de reservas ficticias no es el resultado de la política económica sino, simplemente, el resultado de las reglas del juego establecidas. Solo las reservas genuinas obedecen a decisiones de la conducción económica dado el escenario, interno y externo, dentro del cual se desenvuelve la economía nacional. En tal caso ¿cuáles son los motivos para acumular reservas? Principalmente dos. Por una parte generar confianza y fortalecer la gestión de la política económica, dándole recursos y tiempo para resistir los impactos de acontecimientos internos y externos negativos como, por ejemplo, una crisis de la economía mundial o una sequia y el fracaso de una cosecha. Por la otra, determinar el tipo de cambio para ubicarlo en el nivel necesario para los objetivos de la política económica. A tales fines, las operaciones del Banco Central en el mercado de cambios administran los saldos resultantes del balance de pagos en las cuentas corriente y de capital para mantener la paridad del peso necesaria para permitir la rentabilidad de toda la producción sujeta a la competencia internacional. En notas anteriores, a esta paridad la denominamos “tipo de cambio de equilibrio desarrollista” (TCED). Simultáneamente, las políticas monetaria y fiscal regulan los efectos de estas operaciones sobre la liquidez y su incidencia sobre la tasa de interés, la demanda agregada y el nivel de precios. Cuando las reservas son ficticias el Gobierno no tiene ninguna capacidad de disponer de ellas. En la realidad, pertenecen al mercado y no al país. Cualquier decisión mal vista por el mercado provoca una salida masiva de fondos y el colapso del sistema. Aun cuando el gobierno opera con los criterios deseados por el mercado, la acumulación de desequilibrios aumenta el riesgo país, provoca la fuga de capitales y la pérdida de reservas. La “ayuda internacional”, por ejemplo, a través del FMI, puede prolongar la agonía hasta el final inexorable. Fue así, en efecto, como se derrumbo la convertibilidad culminando en el default y el mayor desorden registrado en la historia de la economía argentina. Cuando las reservas son genuinas ¿a quién pertenecen?. Al país. Dentro de las normas administrativas y legales establecidas, las administra el Poder Ejecutivo a través de la autoridad monetaria, es decir, el Banco Central. ¿Cuál es el uso posible y deseable de las reservas? Como en el empleo de cualquier otro recurso, la respuesta depende del cálculo de costos y beneficios, en otros términos, lo que sea más beneficioso para el interés general. En tal sentido, uno de los usos posibles es cancelar deuda, como lo propone el Fondo del Bicentenario, ocurrió con el pago total de la deuda pendiente con el FMI y se propuso para pagar la pendiente con el Club de Paris. Otro uso posible es la compra de activos, como alguna vez trascendió que era 2 intención del gobierno para recuperar la mayoría accionaria de YPF. Otro más sostener un mayor nivel de gasto público como, en la actualidad, algunos sectores de la oposición alegan que es el objetivo real del Fondo del Bicentenario. Cualquiera de estos u otros usos, deben realizarse teniendo en cuenta que ninguno perturbe los dos objetivos fundamentales de la formación de reservas genuinas, vale decir, fortalecer la capacidad de gestión de la política económica y administrar el tipo de cambio. ¿Cuál es el nivel óptimo de las reservas genuinas? Aquel que es suficiente para cumplir esos dos objetivos. Cuando excede ese nivel significa que la economía tiene una insuficiente capacidad de absorción de los recursos que genera. Es decir, que cuenta con una tasa de ahorro superior a la tasa de inversión determinada por la demanda interna. Es el caso de China en donde, la insuficiencia de demanda interna para invertir la totalidad de su ahorro, fue compensada con el excedente comercial con el resto del mundo, principalmente, los Estados Unidos, generando un extraordinario aumento de sus reservas internacionales. Entre los pases desarrollados, Alemania es otro caso de brecha entre las tasas de ahorro e inversión para el mercado interno. Frente a la actual crisis mundial, la respuesta de estos países superaviarios, notoriamente China, es aumentar su capacidad de absorción expandiendo el gasto interno de consumo e inversión. En nuestro país, con tantas necesidades sociales insatisfechas y oportunidades de inversión productiva, contamos con suficiente capacidad de absorción para invertir productivamente la relativamente elevada tasa de ahorro nacional, cercana al 30% del PBI. Solo se justifica, por lo tanto, crear reservas genuinas “necesarias” a los fines de la competitividad de la economía y el fortalecimiento de la libertad de maniobra de la política económica. El excedente debería aplicarse a los fines del desarrollo económico y social. Alcanzar el nivel de reservas genuinas necesarias es, en consecuencia, un objetivo central de la política económica. No existe un nivel preciso de las mismas, aunque puede suponerse que el existente en la actualidad (alrededor de u$s 50 mil millones), parece adecuado dados el PBI, el comercio internacional y otras variables relevantes de la economía argentina. Existe, sin embargo, un elemento de indeterminación relativo al tipo de cambio de equilibrio desarrollista (TCED), necesario, como hemos visto, para darle competitividad a la totalidad de la producción nacional sujeta a la competencia internacional. Dados los desequilibrios de nuestra estructura productiva, esto plantea el problema de los TCED diferenciales por sector y las retenciones como la diferencia entre el más alto y el más bajo. No es este, sin embargo, el tema de esta nota sino destacar que, en el marco de la política económica trazada por el Poder Ejecutivo, el Banco Central debe administrar su intervención en el mercado de cambios y su marco regulatorio, 3 considerando todas las variables en juego (precios internos e internacionales, movimientos de capitales, paridades de otras monedas, etc). De este modo, puede suceder que, en un momento de exceso de oferta de divisas, las reservas internacionales genuinas excedan transitoriamente las necesarias. ¿Cual es el límite para el uso de las reservas genuinas necesarias?. En el debate actual sobre la cuestión se emplea una convención heredada del régimen de caja de conversión de la convertibilidad. En el mismo, la circulación de billetes y monedas, llamada, base monetaria, tiene como contrapartida reservas de divisas y oro en el Banco Central. Se trata de una convención válida para aquel régimen pero no necesariamente bajo otro, como el actual, pesificado, en el cual, la oferta de dinero, el tipo de cambio y la tasa de interés, dentro de los límites impuestos por la realidad, están políticamente determinados. En esta situación, este concepto de “reservas excedentes”, es decir, aquellas que están por encima del “encaje” de la base monetaria, es una simple convención. Como otras, por ejemplo, aquella según la cual una economía esta “técnicamente” en recesión si registra dos trimestres sucesivos de caída del PBI. En la realidad, aunque se verifique tal situación, la economía puede no estar en un sendero recesivo porque se están recuperando uno o más componentes de la demanda agregada. Lo mismo sucede con las “reservas excedentes”. Pueden existir y, sin embargo, si surge un persistente déficit en el balance de pagos en cuenta corriente o una crisis de confianza y una sostenida fuga de capitales, tales reservas son una apariencia efímera no una realidad duradera de fortaleza. En sentido contrario, las reservas pueden ser inferiores a la base monetaria y, sin embargo, existir una situación sólida porque la economía opera con un robusto superávit en su comercio internacional de bienes y servicios. En otros términos, las políticas adecuadas para administrar las existencias de reservas, dinero y deuda, solo pueden realizarse en el marco de los flujos corrientes de producción y demanda agregada. En resumen, las reservas genuinas necesarias son siempre un instrumento fundamental de la política económica y, eventualmente, un recurso circunstancial para la ejecución de la misma. En cuanto a lo primero por su decisivo papel en la determinación de la libertad de maniobra de la conducción de la economía y la paridad adecuada para la competitividad de la producción sujeta a la competencia internacional. En cuanto a lo segundo, porque pueden atender necesidades puntuales pero nunca ser un recurso disponible de largo plazo fuera del contexto de sólidos equilibrios macroeconómicos. 4