5º año TEI MATERIAL Y TRABAJOS PARA CATEQUESIS EN EL RECESO ESCOLAR P. CARLOS J. BOUZÓN Correo electrónico: padrecarlos@lasnieves.edu.ar Facebook: carlosjbouzon Fecha de entrega: para la primera clase después del receso DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 1. Después de haber estudiado el fenómeno de LA CONCIENCIA: La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan, al actuar, si lo que hacen está bien o mal. Este conocimiento intelectual de nuestros propios actos es la conciencia. La conciencia no es una potencia más unida a la inteligencia y a la voluntad. Se puede decir que es la misma inteligencia cuando juzga la moralidad de una acción. La base de ese juicio son los principios morales innatos a la naturaleza humana, ya mencionados al hablar del contenido de la ley natural (ver 3.4.). Es innegable que la inteligencia humana tiene un conocimiento de lo que con toda propiedad pueden llamarse los primeros principios del actuar: «hay que hacer el bien y evitar el mal», «no podemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros». Iluminada por esos principios de ley natural — ecos de la voz de Dios—, la inteligencia (o, propiamente, la conciencia), juzga sobre los actos concretos; el acto de la conciencia es, por tanto, el juicio en el que esos principios primeros se aplican a las acciones concretas. Un ejemplo: se me presenta la oportunidad de asistir a un espectáculo inconveniente; sé que hay un precepto divino que manda la pureza del alma; la conciencia juzga y habla interiormente: no debes ir porque eso es contrario a un precepto divino. Esquemáticamente podría representarse así: Ley Moral Hombre → juicio de la conciencia Concreta NATURALEZA DE LA CONCIENCIA Desde el punto de vista psicológico, la conciencia es el conocimiento íntimo que el nombre tiene de sí mismo y de sus actos. En moral, en cambio, la conciencia es la misma inteligencia que hace un juicio práctico sobre la bondad o maldad de un acto: a) juicio: porque por la conciencia juzgamos acerca de la moralidad de nuestros actos; b) práctico: porque aplica en la práctica —es decir, en cada caso particular y concreto— lo que la ley dice; c) sobre la moralidad de un acto: es lo que la distingue de la conciencia psicológica; lo que le es propio es juzgar si una acción es buena, mala o indiferente. Este juicio de la conciencia es la norma próxima e inmediata —subjetiva— de nuestras acciones, porque ninguna norma objetiva —la ley— puede ser regla de un acto si no es a través de la aplicación que cada sujeto hace de ella al actuar. El acto de la conciencia —juicio práctico sobre la moralidad de una acción— puede intervenir de una doble forma: a) antes de la acción nos hace ver su naturaleza moral y, en consecuencia, la permite, la ordena o la prohíbe. Actúa —aunque de modo espontáneo e inmediato— a modo de un silogismo, p. ej.: • la mentira es ilícita (principio de la ley natural), • lo que vas a responder es mentira (aplicación del principio al acto concreto), • luego no puedes responder así Quicio de la conciencia propiamente dicha); b) después de la acción el juicio de la conciencia aprueba el acto bueno llenándonos de tranquilidad, o lo reprueba, si fue malo, con el remordimiento. Por eso señala San Agustín (cfr. De Gen 12, 34: PL34, 482) que «la alegría de la buena conciencia es como un anticipado paraíso». Conviene aclarar que cuando la conciencia actúa después de la acción no influye en su moralidad, y si se diera el caso de que sólo después de realizado un acto el hombre se diera cuenta de su inmoralidad, no habría cometido pecado formal, a menos que hubiera habido ignorancia culpable. Sería una acción materialmente no imputable. REGLAS FUNDAMENTALES DE LA CONCIENCIA Antes de analizar los diversos tipos de conciencia que pueden darse en el hombre, señalaremos brevemente las reglas generales por las que hay que regirse: Nunca es lícito actuar en contra de la propia conciencia, a que es eco de la voz de Dios y, como hemos dicho, es también a norma próxima de la moralidad de nuestros actos. Actuar en contra de lo que dicta la conciencia es, en realidad, actuar en contra de uno mismo, de las convicciones más profundas, y de los primeros principios del actuar moral. Y ¿qué pasa, podernos preguntarnos, con la conciencia errónea? Es decir, la conciencia que equivocadamente cree que un acto bueno es malo o que un acto malo es bueno. Siendo consecuentes con la regla que acabamos de dar, diremos que hay obligación de seguirla, siempre que se trate de una ignorancia que el sujeto no puede superar, porque ni siquiera se da cuenta de que está en la ignorancia. Podemos aclarar esta idea con algunos ejemplos: Como consecuencia de una educación deficiente, alguien puede pensar que tomar bebidas alcohólicas — aun moderadamente— es ilícito. Si en una fiesta le ofrecen una copa y piensa que es malo, si la bebe comete pecado, porque actuó en contra de lo que le dicta la conciencia (el acto será materialmente bueno, formalmente malo). También puede suceder lo contrario: por mala formación inculpable, pienso que tengo obligación de mentir para ayudar a una persona; en ese caso estoy obligado a mentir y peco si no lo hago, aunque ese acto sea en sí mismo malo (materialmente malo; formalmente bueno, si la ignorancia era invencible). Es preciso señalar, sin embargo, que estos casos —aunque pueden darse a veces— no son corrientes. Lo ordinario es que la conciencia errónea esté basada en un error superable y, en ese caso, la conciencia misma obliga a salir de él, poniendo la diligencia razonable que ponen las personas en los asuntos importantes. Actuar con duda es pecado, por lo que es necesario salir antes de la duda. De otro modo, el sujeto se expone a cometer voluntariamente un pecado. Hay obligación de formar la conciencia, ya que si la conciencia se equivoca al juzgar los actos por descuidos voluntarios y culpables, el agente es responsable de ese error (cfr. Lc. 11, 34-35). Es oportuno insistir en que la conciencia no crea la norma moral, sólo la aplica. Por ej., caería en error — llamado subjetivismo moral— el que dijera: «para mino es malo dejar de ir a Misa los domingos»; como sería igualmente ridícula la postura de quien pensara que por opiniones personales se puede cambiar la naturaleza de un metal, o que los ácidos se comporten como sales. Tan sólo se trata de aplicar, al caso concreto, normas objetivas. DIVISIÓN DE LA CONCIENCIA Buscando la mejor comprensión de los estados de la conciencia que pueden presentarse, los teólogos han establecido tres divisiones Fundamentales: a) por razón del objeto • verdadera: juzga la acción en conformidad con los principios objetivos de la moralidad, • errónea: juzga la acción en desacuerdo con ellos; b) por razón del modo de juzgar • recta: juzga con fundamento y prudencia, • falso: juzga sin base ni prudencia. Puede ser: — relajada, — estrecha, — escrupulosa, — perpleja; c) por razón de la firmeza del juicio • cierta: juzga sin temor de errar, • dudosa: juzga con temor de errar o ni siquiera se atreve a juzgar. LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA Como la conciencia aplica la norma objetiva —la ley moral— a las circunstancias y a los casos particulares, se deduce con facilidad la obligación indeclinable que tiene el hombre de formar su propia conciencia. La conciencia es susceptible de un mejoramiento continuo, que está en proporción al progreso de la inteligencia: si ésta puede progresar en el conocimiento de la verdad, también pueden ser más rectos los juicios morales que realice. Además, este juicio moral que realiza la inteligencia necesariamente se tiene que adecuar al progresivo desarrollo del acto humano, lo que hace que la conciencia se vaya formando también de esa misma manera progresiva: comienza con la niñez, al despertar el uso de razón; debe continuar en la madurez, cuando el hombre afirma sus responsabilidades ante Dios, ante sí mismo y ante los demás. Además, la experiencia muestra que no todos los hombres tienen igual disposición para el juicio recto, influyendo en esto también circunstancias puramente naturales —enfermedad mental, ignorancia, prejuicios, hábitos, etcétera— y sobrenaturales: la inclinación al pecado que dejan en el alma el pecado original y los pecados personales. Es necesario, por tanto, que el hombre se vaya haciendo capaz de emitir juicios morales verdaderos y ciertos: es decir, ha de adquirir, mediante la formación, una conciencia verdadera y cierta. No es lo mismo «estar seguro de algo» (conciencia cierta) que acertar o «dar en el clavo» (conciencia verdadera). Quizá nosotros mismos hemos tenido la experiencia de hacer algo con la seguridad de estar en lo cierto, y haber comprobado después nuestro error. En otras ocasiones, en cambio, además de estar totalmente convencidos de algo, acertamos, «damos en el clavo»; en el primer caso, cuando estamos seguros, hay conciencia cierta —seguridad subjetiva—, aunque luego se compruebe que no tenemos razón y no había, por tanto, conciencia verdadera sino errónea. Para tener conciencia verdadera y cierta necesitamos la formación: un conocimiento cabal y profundo de la ley —seguridad objetiva—, que nos permite luego aplicarla correctamente —seguridad subjetiva. La actitud de fundar la conducta sólo en el criterio personal, pensar que para actuar bien basta el estar seguro de que mi actuación es buena, es de hecho ponerse en el lugar de Dios, que es el único que no se equivoca nunca. Por eso, la necesidad de formarnos será tanto más imperativa cuanto más nos percatemos de que sin una conciencia verdadera no es posible la rectitud en la vida misma y, en consecuencia, alcanzar nuestro fin último. A esto se dirige precisamente la formación de la conciencia, que no es otra cosa que una sencilla y humilde apertura a la verdad, un ir poniendo los medios para que libremente podamos alcanzar nuestra felicidad eterna. Sin tratar de ser exhaustivos, ni de explicar cada uno de ellos, sí podemos señalar algunos de esos medios que nos ayudarán a formar la conciencia: 1) estudio de la ley moral, considerándola no como carga pesada sino como camino que conduce a Dios; 2) hábito cada día más firme de reflexionar antes de actuar; 3) deseo serio de buscar a Dios a través de la oración y de los sacramentos, pidiéndole los dones sobrenaturales que iluminan la inteligencia y fortalecen la voluntad; 4) plena sinceridad ante nosotros mismos, ante Dios y ante quienes dirigen nuestra alma; 5) petición de ayuda y de consejo a quienes tienen virtud y conocimiento, gracia de Dios para impulsar a los demás. 2. Ahora nos adentramos al tema que nos compete, la DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. Para abordar este estudio tenemos que tener en cuenta: a- Las películas que vimos y trabajamos que nos presentan temas que se relacionan con nuestra vida → “Mientras estés conmigo”: La dignidad humana, la vocación de de servicio a los demás, la pena de muerte. → “Cadena de Favores”: La creatividad en la solidaridad que no tiene fronteras ni límite de edad. La Caridad como lenguaje universal. 3. La dignidad humana (que estudiamos con más profundidad el año pasado) y la solidaridad, que tratamos de poner en práctica todos los días, sobre todo profundizando el ideario de nuestro colegio → son temas que están en juego en nuestra sociedad. Por eso la D.S.I. podríamos resumirla de este modo: Mensaje Evangélico → Realidad Social → (Problemas) ↓ IGLESIA ↓ Reflexión Moral y filosófica- búsqueda científica (ciencias humanas y sociales)Experiencias de la comunidad cristiana ↓ DOCTRINA SOCIAL ↓ Principios Orientaciones prácticas → Siempre válidos Acción Cristiana 4. Para empezar podríamos por un breve análisis del mundo en que vivimos, el hambre, los problemas sociales, económicos, sanitarios, etc. ¿Te animás a hacer un breve panorama? 5. Ahora sí podemos preguntarnos: a- ¿Qué es la D.S.I.? b- ¿Cuándo comienza? c- ¿Cuál es su fuente principal? d- ¿Cuál fue su desarrollo a lo largo de la historia? e- ¿Cuál es el Papa que dio el punto de partida para sistematizar esta doctrina? f- ¿Cuál es la Encíclica que abrió este camino?. Comentá sus puntos fundamentales. g- Proponer alguna acción concreta a modo de pre- proyecto, para dar una solución, desde nuestra Fe cristiana, a los problemas que nos rodean. Podés encontrar fundamentalmente. información en sitios que conozcas pero www.vatican.va → La Santa Sede en español → Documentos Fundamentales → COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA www.celam.org www.canalsocial.net → Gran Enciclopedia Rialp. (G.E.R.) www.ewtn.net www.aciprensa.org www.catholic.net