Ha ido surgiendo un consenso mayoritario en torno a los... históricas, así como en relación a los posibles caminos para...

Anuncio
Hacia un Parlamento en La Araucanía
Miércoles, 16 de Enero de 2013 14:23
Ha ido surgiendo un consenso mayoritario en torno a los hechos ocurridos, a sus raíces
históricas, así como en relación a los posibles caminos para la superación de la conflictividad
hoy existente en la Araucanía.
Por José Aylwin,  Co Director Observatorio Ciudadano
Han trascurrido varios días del atentado que costó la vida al matrimonio Luchsinger Mckay, el
que conmocionara a la comunidad regional y al país. Persisten en la Araucanía y regiones
aledañas que conforman el territorio ancestral mapuche hechos de violencia física,
manifestados en atentados a predios y a una escuela, así como en los allanamientos de
comunidades mapuche, detenciones y golpizas en contra de sus integrantes por parte de
agentes policiales del Estado. Junto con ello, se han incrementado las situaciones de violencia
simbólica, manifestada en las expresiones de dirigentes regionales, e incluso personeros de
gobierno, que directa o indirectamente promueven la justicia por vías directas extra
institucionales.
No obstante lo anterior, ha ido surgiendo un consenso mayoritario en torno a los hechos
ocurridos, a sus raíces históricas, así como en relación a los posibles caminos para la
superación de la conflictividad hoy existente en la Araucanía.
El primer consenso dice relación a la condena de la violencia como forma de abordar el
conflicto interétnico que afecta a mapuche y chilenos, en particular cuando éste tiene como
resultado la pérdida de vidas humanas, como ocurriera ahora en el caso del matrimonio
Luchsinger Mckay, así como en el pasado ocurriera en, entre otros casos, los de Alex Lemun,
1/5
Hacia un Parlamento en La Araucanía
Miércoles, 16 de Enero de 2013 14:23
Matías Catrileo, y Jaime Mendoza Collio, quienes también murieron, en hechos de violencia
ejercida desde el Estado por la policía de carabineros.
Dicha condena ha provenido no solo desde sectores mayoritarios de la sociedad
chilena, sino también de la gran mayoría de los líderes y voceros del pueblo mapuche. No existe, hasta donde se sepa, reivindicación pública del atentado que causara la muerte del
matrimonio de agricultores, como una acción válida y conducente. Así el vocero del Consejo
de Todas las Tierras, Aucan Huilcaman, ha señalado que
“Estamos convencidos que esta situación de conflictividad y violencia no puede
continuar… Queremos paz firme y duradera.”
El intelectual mapuche, José Mariman (junto al historiador Esteban Valenzuela), ha sido aún
más enfático al afirmar que
“…a aquellos que ven en la violencia la solución a los problemas, [les recordamos] que
no estamos de acuerdo con su premisa”.
Contrariamente a lo sostenido por algunas autoridades –y sus seguidores- que ven en el
pueblo mapuche y sus aliados a “enemigos poderosos”, hay una reflexión crítica y
autocrítica desde el movimiento mapuche sobre las implicancias adversas del uso de la
violencia como mecanismo para el logro de sus demandas, por legítimas que éstas sean, así
como para el logro de una convivencia interétnica más justa en la Araucanía y el país. Paradojalmente, es en los sectores conservadores que califican a los mapuche como
extremistas y terroristas, en los que se sigue percibiendo un discurso de violencia. Ello se
expresa en la retórica de la mano dura, en la aplicación de la ley antiterrorista, en la tolerancia
al abuso policial, e incluso en la legitimación del uso de armas en “autodefensa” frente al
accionar del mundo mapuche. Se trata, como sabemos, de un discurso
que en nada contribuye a la anhelada paz social y que viene a alimentar una espiral de
violencia que en días pasados vuelve a cobrar víctimas fatales. Se debe destacar, como una
excepción en este sentido, el lucido análisis del diputado Arenas, quien llama a
“matar la ilusión de los agricultores y de parte importante del país que creen que la
violencia en la Araucanía se soluciona únicamente ‘con mano dura’”.
El segundo consenso que en estos días ha emergido en sectores mayoritarios de la sociedad
chilena, y por cierto del pueblo mapuche, es en torno a las causas del conflicto interétnico y de
la violencia que afecta a la Araucanía. Casi todos los análisis hechos sobre la materia han sido
coincidentes en señalar que éstos tienen raíces muy antiguas y profundas, que al Estado cabe
gran responsabilidad en su generación, y que de no abordarse teniendo ello presente, será
muy difícil que se logre superar la conflictividad y violencia.
2/5
Hacia un Parlamento en La Araucanía
Miércoles, 16 de Enero de 2013 14:23
En dichos análisis se ha identificado entre las causas más profundas del malestar mapuche y
de la conflictividad en el sur del país, el modo –a sangre y fuego- en que el Estado se
estableció en la Araucanía, el desposeimiento de las tierras de los mapuche –las que les
habían sido respetadas por los gobiernos coloniales hispanos- y la incapacidad del Estado para
reconocer las formas de organización y gobierno propio de este pueblo, al cual, como
sabemos, se impusieron las leyes y autoridades chilenas sin contemplación alguna. No son
pocos quienes en estos días que se han referido al informe de la Comisión de Verdad Histórica
y Nuevo Trato (CVHNT), conformada por el gobierno de Lagos hace tan solo una década, entre
cuyas conclusiones se señalaba:
“Durante quince años se produce un período de mucha violencia. Desde 1866 hasta la
fundación de Temuco y el ataque que todas las agrupaciones mapuches hicieran el 5 de
noviembre de ese año al fuerte allí establecido, fue un período de continua guerra. Como en todas las guerras hubo mucho sufrimiento y muchos desplazados.” (Comisión
de Verdad Histórica y Nuevo Trato, 2003: 389). La misma Comisión agregaba:
“La radicación realizada por el Estado fue un hecho extraordinariamente conflictivo que
contribuyó, además, a crear un conflicto que no se ha concluido después de casi un
siglo.”
(Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, 2003: 390).
Lamentablemente, las distintas recomendaciones formuladas por esta Comisión para abordar
los problemas en él identificados, las que incluían desde procedimientos para la restitución de
tierras de propiedad legal y ancestral mapuche, el reconocimiento a éste y a otros pueblos
indígenas de derechos sobre sus recursos naturales, así como de derechos políticos de
participación en el Estado y de autonomía -las que se basan en directrices del derecho
internacional aplicable a los pueblos indígenas-, nunca fueron implementadas desde el Estado. Ello, hay que señalarlo categóricamente, no es solo responsabilidad del gobierno actual, sino
también de los que le antecedieron en el poder.
Tal como señalaron en días pasados los obispos católicos, se debe condenar no solo la
violencia de ayer y de hoy, sino también “del mismo modo la injusticia que está en la raíz
de este histórico conflicto.”
Es efectivo que los sectores más conservadores del país no comparten, al menos en forma
explícita, este diagnóstico. Sin embargo, ¿a qué se refería el Presidente Piñera cuando en el
contexto del bicentenario reconociera la deuda que Chile tiene con los pueblos originarios al
afirmar que “…no podemos dejar de reconocer que durante décadas y quizás siglos los
chilenos hemos negado a nuestras comunidades de pueblos originarios las
3/5
Hacia un Parlamento en La Araucanía
Miércoles, 16 de Enero de 2013 14:23
oportunidades necesarias para su plena integración a nuestra república”?
¿A qué se refiere Germán Luchsinger, cuando luego de los trágicos sucesos de Vilcún señala
en entrevista a El Mercurio: “Este es un problema del Estado, no es un problema de nuestra
familia”?
Estas afirmaciones dan cuenta, aunque sea de manera fragmentaria, que el gobierno
actual, e incluso los agricultores de la Araucanía, están conscientes de que la
superación de la conflictividad interétnica requiere de una acción decidida del Estado,
la que va mucho más allá de los subsidios y los programas asistenciales hasta ahora
impulsados hacia el pueblo mapuche, incluyendo por cierto, aquellos promovidos en el
pasado por los gobiernos de la Concertación.
Junto al rechazo a esta violencia otro consenso que emerge, con más fuerza que nunca, es el
de la identificación del diálogo como el único camino posible para abordar la crítica coyuntura
actual. Solo el diálogo intercultural de buena fe entre el pueblo mapuche, el Estado y la
sociedad chilena será capaz de revertir la espiral de violencia que hoy se vive en la Araucanía.
Resulta paradojal, nuevamente, que la señal más potente en este sentido no venga desde el
gobierno, que tiene que velar por el bien común y garantizar la paz social, menos aún de los
gremios, sino que por el contrario, que provenga de aquellos a quienes se acusa de
intransigentes y violentistas. En efecto, una coalición amplia de líderes políticos, territoriales y
tradicionales mapuche han hecho en días pasados un llamado a los órganos del Estado, y a las
organizaciones de la sociedad civil, aparticipar de una cumbre a realizarse en el cerro Ñielol de
Temuco el día 16 de enero, ello con el propósito de abordar la crítica situación actual y generar
las bases de una “nueva relación” con el Estado chileno.
Tal como lo señalaran las organizaciones convocantes a esta instancia, el diálogo para los
mapuche no es nuevo, sino que ha sido la forma histórica en que se han relacionado con el
otro. En efecto, fueron los parlamentos propios de la tradición mapuche, los que permitieron
establecer una convivencia de paz y respeto recíproco entre este pueblo y los españoles por
más dos siglos. La misma modalidad de relacionamiento fue aceptada y practicada por el
Estado chileno durante la primera mitad del siglo XIX, hasta que éste decidiera cambiar su
estrategia de paz para ocupar militarmente la Araucanía. Sin los parlamentos, considerados por
instancias de la ONU (Relator Especial Martínez, 1999) como tratados entre naciones
soberanas con implicancias legales aún vigentes, la historia colonial y republicana sería muy
distinta. La relevancia que éstos tuvieron para el logro de una convivencia mayoritariamente
pacífica ha sido subrayada por respetados juristas e historiadores (Alamiro de Avila
Martel,1973: Jorge Pinto, 2000)
4/5
Hacia un Parlamento en La Araucanía
Miércoles, 16 de Enero de 2013 14:23
No es casualidad entonces que los convocantes a esta cumbre hagan alusión expresa a los
parlamentos, retomando esta tradición histórica mapuche, y aspirando a que ella se realice
sobre la base del principio de buena fe que los orientó en el pasado, hoy reafirmada como
fundamento indispensable del derecho de consulta de los pueblos indígenas por el Convenio
169 de la OIT, ratificado por el Estado chileno.
En la invitación a esta cumbre las organizaciones convocantes sostienen que “los mapuche
no vamos a abandonar el diálogo”, agregando “
…no podemos pasar 130 años sin poder ponernos de acuerdo … tenemos una responsabilidad
recíproca”. Es un mensaje muy potente que pensamos el Estado chileno no puede desoír.
Lamentablemente las señas que da el Ejecutivo, al anunciar a través de su vocera de gobierno
que sus representantes no asistirán a la cumbre dado que el diálogo se estaría dando en otras
instancias, haciendo alusión al proceso que se verifica con comunidades legales mapuche de
Ercilla en la Araucanía, son muy negativas.Tampoco nos parece constructiva la señal que da el
Senado, cuyo Presidente Camilo Escalona convocara para el mismo día de esta importante
cumbre la realización de una sesión especial para conocer de la situación que afecta a la
Araucanía, sin, además, invitar a ella a representantes del pueblo mapuche.
Son señas que dan cuenta de la incapacidad del Estado de entender y respetar al otro, en este
caso, al pueblo mapuche, actitud indispensable para revertir y superar los conflictos históricos y
las situaciones de violencia interétnica que tanto dolor siguen provocando en esta parte del
país. Es de esperar que las autoridades de Estado invitadas a este trascendental parlamento
reconsideren su actitud inicial frente a esta invitación y asistan a él, dando muestras de su
disposición a avanzar hacia el establecimiento, a través del diálogo, de una nueva etapa en la
relación con el mundo mapuche. ¿Cuántos episodios trágicos como la muerte del
matrimonio Luchsinger Mckay, o el asesinato del niño Alex Lemun se necesitan para que
desde el Estado y la sociedad chilena entendamos, como parece haberlo entendido hoy
el pueblo mapuche, que el diálogo (parlamento) de buena fe sobre las raíces del
conflicto y sobre nuevas formas de relación entre pueblos diferentes que comparten un
mismo territorio, es el único camino posible?
5/5
Documentos relacionados
Descargar