Ganar por volumen Viernes, 24 de Mayo de 2013 17:20 Si las razones tras el bajo promedio de hijos en las familias chilenas radican en una mera decisión individual, influida tal vez por una moda de familias pequeñas, dar dinero en la forma de un bono podría sacar de la placidez no-reproductiva a las madres en potencia. Por Claudia Mora, Socióloga Universidad Alberto Hurtado Para promover el aumento de la tasa de natalidad, el Presidente de la República comprometió un Proyecto de Ley que premia con cien mil pesos a aquellas madres de un tercer hijo, y que aumenta a doscientos con el nacimiento de un quinto. Sin lugar a dudas, es loable esta preocupación gubernamental por la tasa de natalidad entre las mujeres chilenas que, en sesenta años, ha pasado de casi cinco hijos por mujer a menos de dos. La propuesta central del Presidente Piñera privilegia recuperar los índices de natalidad perdidos en nuestro país. Pe ro, ¿es un bono en dinero una buena política de incentivo a la familia numerosa? Si las razones tras el bajo promedio de hijos en las familias chilenas radican en una mera decisión individual, influida tal vez por una moda de familias pequeñas, dar dinero en la forma de un bono podría sacar de la placidez no-reproductiva a las madres en potencia. Sería un llamado a la acción, a volver a retomar un rol que se ha diluido en el individualismo de la modernidad. Pero si, por el contrario, las razones no están radicadas allí, sino en problemas de la organización misma de la familia y del mercado del trabajo –y de sus interacciones- entonces el bono de cien mil pesos no pasaría de ser de un poco feliz complemento del menú a dos mil de Lavín. Es amplia la investigación en Chile sobre la materia, y lo que ya se sabe, que no es poco, 1/2 Ganar por volumen Viernes, 24 de Mayo de 2013 17:20 reza más o menos así: las familias chilenas no pueden solventar gastos básicos de alimentación, salud y educación de los hijos con el salario de uno solo de sus integrantes. A pesar de ello, nuestro país tiene una de las tasas más bajas de participación laboral femenina, principalmente porque las lógicas de operación del mercado del trabajo desincentivan la inserción de la mujer al trabajo remunerado al concentrar su participación en ciertas ocupaciones, feminizadas, con bajos salarios y estatus. El trabajo de estas características no suple el costo monetario y emocional de encargar el cuidado de los hijos a un tercero y frena la participación laboral femenina. De ahí los esfuerzos de los gobiernos en las últimas décadas, incluido el de centro derecha, por ampliar la cobertura de cuidado pre-escolar en jardines infantiles subsidiados por el estado, para aumentar la productividad económica del país. Dicho de otro modo, la tensión y conflicto que se producen por las demandas del trabajo y de la familia han sido escasamente abordados por los gobiernos como un problema estructural, que remite a la organización del trabajo –mal entendida como esfera autónoma, independiente de la familia- y a la organización de la familia –naturalizada como esfera propiamente femenina. Efectivamente, la última encuesta CASEN muestra que las mujeres aumentan su participación en el mercado laboral cuando cuentan con recursos privados o públicos, para cuidar de sus hijos. Las cifras sugieren que la solución del problema del cuidado promueve la participación de la mujer en el trabajo remunerado, lo que redunda a su vez en mejores oportunidades de vida para los hijos. Limitar su número se explica, entonces, en esta maniobra. Y es que, como indica la socióloga alemana Karin Jurczyk, frente a la discrepancia entre los sujetos y las instituciones, ha recaído sobre los individuos y las familias solucionar la conciliación entre trabajo y cuidado familiar. Es decir, ha habido una individualización de problemas que son netamente estructurales. En nuestro país, las familias han buscado soluciones privadas a un problema de organización social, desarrollando estrategias para enfrentar las demandas familiares y las económicas que estas involucran: espaciar y limitar el número de hijos como la fórmula que permite hoy el sueño de una familia con oportunidades de vivir dignamente. El bono maternidad es concebido como si esta evidencia no existiera y el problema finalmente fuera la flojera de los vientres de las mujeres chilenas. Este es un incentivo a la natalidad que se acerca peligrosamente a los mismos principios que inspiraron el menú de los pobres: individualiza responsabilidades y evita abordar la organización de las instituciones que conducen –muy obviamente- a disminuir el número de hijos. 2/2