1) Signo – símbolo El signo es un objeto físico unívoco, es decir que tiene un solo significado, que actúa como vehículo o señal, éste hace referencia directa a una cosa para alguien. El símbolo es una expresión lingüística que establece una relación de sentido a sentido. En el signo hay una dualidad, dos pares de factores que pueden considerarse en cada caso como componentes de la unidad de significación; está primero la dualidad estructural en la que el signo está compuesto por un significante (materialidad, la palabra en sí) y un significado (lo que la palabra significa), y una dualidad intencional, relación del signo con la cosa u objeto designado. En el símbolo no se trata de esta dualidad. Allí esa dualidad es de un grado superior, no se trata ni la del signo sensible y la significación, ni la de la significación y la cosa. Esa dualidad es de sentido a sentido; presupone signos que ya tienen un sentido primario, literal, manifiesto, y que, a través de este sentido, remiten a otro. El signo no necesita ser interpretado ya que su sentido es convencional y manifiesto. En cambio, el símbolo sí necesita ser interpretado, debido a su naturaleza equívoca (da lugar a diferentes interpretaciones) y multivoca (pose más de un significado) La interpretación es la inteligencia de doble sentido que se propone a descifrar los símbolos. Donde hay símbolo hay varios sentidos: un sentido literal (manifiesto) y un sentido oculto (latente). La interpretación permite hallar el sentido oculto. Ricoeur reconoce tres definiciones del término símbolo. En primera instancia, se obtiene una definición demasiado amplia, es la que hace de la “función simbólica” la función general de mediación por medio de la cual el espíritu, la conciencia, construye todos sus universos de percepción y de discurso. Luego, se encuentra una definición estrecha, la cual consiste en caracterizar el nexo de sentido a sentido, en el símbolo, por la analogía. Y por último se encuentra una definición postulada por Ricoeur la cual consistía en no ser ni demasiado “larga” ni demasiado “corta”: hay símbolo allí donde la expresión lingüística se presta por su doble sentido o sus sentidos múltiples a un trabajo de interpretación, dicho de otra manera, el símbolo es una estructura intencional que no consiste en la relación del sentido con la cosa, sino en una arquitectura del sentido, en una relación de sentido a sentido, del sentido segundo con el primero, sea o no una relación de analogía, sea que el sentido primero simule o revele al segundo. El símbolo y su interpretación confluyen en el campo de la hermenéutica, que se ocupa de la interpretación de todos los símbolos. Puede decirse que la hermenéutica es la filosofía de la interpretación. La hermenéutica está formada por reglas, códigos y teorías de la interpretación. Existen dos tipos de hermenéutica. En primer lugar la hermenéutica como recolección del sentido, que implica desimplicar y explicitar el sentido latente; y en contraposición se encuentra la hermenéutica como ejercicio de la sospecha, que implica poner en duda o tela de juicio los conocimientos y significados. 2) Nihilismo… Según Nietzsche lo que conocemos es siempre lo que nosotros creamos en nuestra mente a partir de los sentidos. La ciencia, por ejemplo, que es el conocimiento más estricto, la creamos nosotros para adecuarse a lo que vemos. Pero no vemos teorías, las hacemos nosotros para explicar lo poco que vemos. Lo que sabemos por tanto es siempre en mayor o menor medida una invención, una ilusión, una verdad temporal y a medias. Ningún conocimiento es plenamente fiable. Según el autor no hay limitación natural sobre la moralidad de las obras. Todo es incierto e inseguro, ninguna verdad es absoluta, y el mundo permite cualquier acción sin importar la moralidad de la misma. Nadie conoce la verdad absoluta de nada, y nadie puede decir qué es lo que hay que hacer. Nietzsche postula que existen fenómenos, y esos los interpretamos moralmente. Que alguien mate a alguien no es inmoral de por sí. La moralidad sólo reside en la mente humana. En el mundo, desde el punto de vista de la moralidad, todo está permitido. La realidad es amoral. Nihilismo: nihil: nada. Actitud vital y filosófica que niega todo valor a la existencia, o que hace girar la existencia alrededor de algo inexistente. Falta la respuesta al ¿Para qué? Los valores supremos se desvalorizan. Decadencia vital. La idea de Nietzsche del nihilismo es compleja: Nihilismo como decadencia (tratamos de sostener esos valores insostenibles) vital: para Nietzsche toda cultura que crea en la existencia de una realidad absoluta, realidad en la que se sitúan los valores objetivos de la VERDAD y el BIEN, es una cultura nihilista. En la medida en que el cristianismo concentra esta realidad absoluta en la figura de Dios, a la que le opone el mundo de las cosas naturales, y en la medida en que, según nuestro autor, dicho mundo “superior” es una pura nada, la cultura cristiana, y en definitiva toda la cultura occidental, es nihilista pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente (el Dios cristiano, el Mundo Ideal y Racional de los filósofos), despreciando de modo indirecto la única realidad existente, la realidad del mundo que se ofrece a los sentidos, la realidad de la vida. En “Así habló Zaratustra” representa Nietzsche este modo de mostrarse el espíritu con la figura del camello, símbolo de la aceptación resignada de las mayores cargas. Nihilismo activo: La filosofía que intenta mostrar cómo los valores dominantes son una pura nada, una invención es también nihilista; la filosofía Nietzscheana es nihilista en este sentido pues propone la destrucción completa de todos los valores vigentes y su sustitución por otros radicalmente nuevos (propone la “transmutación de todos los valores”). Este nihilismo es una fase necesaria para la aparición de un nuevo momento en la historia de la cultura, para el reencuentro con el “sentido de la tierra”, la aparición de una nueva moral y de un nuevo hombre, el superhombre. En “Así habló Zaratustra” representa esta figura del espíritu como la metáfora de león (por su agresividad, su capacidad destructiva). Nihilismo pasivo: es una de las consecuencias de la “muerte de Dios”, aparece por la consciencia del carácter radicalmente infundado de la creencia de lo sobrenatural, de la creencia religiosa en el mundo del espíritu. Durante siglos nuestra cultura ha considerado que los valores descansan en algo trascendente, que existe un ámbito objetivo gracias al cual la existencia tiene sentido. La vida tiene un sentido porque algo exterior a ella se lo da. Con la muerte de Dios sobreviene la crisis del sentido y el convencimiento de que la existencia es absolutamente insostenible, vacía, carente de sentido. El “nihilista pasivos” no cree en ningún valor, puesto que considera que todo valor es posible sólo si Dios existe, y Dios no existe; termina en la desesperación, la inacción, la renuncia al deseo, el suicidio. En este momento crítico encontramos el nihilismo en la desesperación de los que consideran que nada tiene sentido ni valor por no existir aquello que debería ser el fundamento de todo sentido y valor, Dios. Aquél que dijese que si Dios no existe todo está permitido, aquél que desesperase de la vida y se levantase en contra de ella por considerar que ésta solo puede tener su fundamento en algo ajeno de ella y que dicho fundamento no existe, ese sería también nihilista. 3) Subjetividad en el pragmatismo. Williams James (1842 – 1910) Para el autor la filosofía se ha pasado discutiendo sobre principios en los que nunca se van a poner de acuerdo. Dentro del pragmatismo (en griego “pragma” que significa acción, práctica, hechos) el sujeto se forma mediante las experiencias exitosas. En este sentido puede hablarse de un empirismo radical, debido a que todo pensamiento debe poder traducirse en acciones. El pragmatista se pregunta si sirve lo que cree. La creencia, intento de mediar entre los valores y la experiencia, cumple una función motivadora. Ésta debe poder ser llevada a la práctica, y si los resultados son positivos, la misma es buena, y de no serlo, se estaría hablando de una mala creencia. La acumulación de estas experiencias exitosas permite el crecimiento del sujeto.