Fuera de Ruta Ley que regula el aborto en la Ciudad de México. Francisco Javier Zepeda Hoyos* La Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó el 24 de abril de 2007 la despenalización del aborto en la ciudad de México. Con 46 votos a favor 19 en contra y una abstención se establecieron reformas al Código Penal de la capital para permitir, entre otras cosas, la interrupción del embarazo durante las primeras 12 semanas de gestación del feto. Hasta ese día, la ley en la ciudad de México permitía el aborto sólo cuando el embarazo fuese resultado de una violación, malformaciones congénitas en el feto que implicaran daños físicos o mentales o cuando la madre corriera peligro. Actualmente el país se encuentra dividido entre los que están a favor y los que están en contra de la aprobación de esa ley. En los centros de socialización como lo son las oficinas, los talleres, los supermercados, las iglesias, los restaurantes, las escuelas, los camiones urbanos y también en los hogares propios de muchas familias mexicanas, las posturas antagónicas discuten y dividen a los ciudadanos, conformando rivales de posturas, de ideologías y de formas de pensar. Y es que el tema no es para menos. Unos están de lado del que consideran el más desprotegido, el feto, y argumentan todo lo dramático y negativo que este padece porque no le quieren dejar vivir. Otros antagónicamente argumentan también todo lo dramático y negativo de las consecuencias que sufre la mujer a quien obligan a dar a luz a un ser que no deseó. Ambas posturas desde el punto de vista jurídico tienen razón en sus argumentos y ambas tienen el derecho de existir. El problema se agudiza cuando la ciencia jurídica no encuentra los elementos suficientes para impartir justicia en este asunto y no es porque no lo quiera, sino porque es difícil encontrar el justo medio que haga posible coexistir en el mismo tiempo y en el mismo lugar dos bienes jurídicos a tutelar: el derecho a nacer del concebido y el derecho de la madre de decidir sobre su persona. El derecho natural llamado así en base a las leyes de la naturaleza, determina cosas que escapan a la desición u opinión del género humano. Una de éstas es la concepción humana. La naturaleza ordena que la mujer es quien posee el mecanismo corporal, la aptitud emocional y física para hacer posible el desarrollo de la vida humana y nadie más. Es la misma naturaleza quien decide cuando el embarazo es completo y cuando es interrumpido. Así el niño tiene un derecho natural de ser permitido no molestado en su desarrollo en el seno de la mujer. Desde esta perspectiva la mujer posee la obligación natural de ser el medio o conducto por el cual el niño debe ser formado. El derecho natural no ha sido aceptado al pie de la letra por diferentes culturas en la historia de la humanidad. El género humano ha creado normas sociales en las que otorga entre otras cosas, un derecho humano a la mujer de decidir qué hacer o qué camino tomar en el desarrollo de su vida. Se trata pues nada menos que de intentar coexistir un derecho natural con un derecho social creado por la humanidad. Filosóficamente la legislación ha intentado resolver este problema protegiendo al que ha considerado el más desprotegido humanamente, penalizando a quien interrumpiese el normal desarrollo del feto hasta su nacimiento, salvo en los casos de malformaciones o cuando la madre estuviese en peligro. Partiendo de una interpretación teórica existen dos tipos de normas jurídicas: las restrictivas y las facultativas. Las primeras precisamente restringen o prohíben la realización u omisión de actos o hechos jurídicos. Las segundas permiten o autorizan la realización u omisión de los mismos. La ley que despenaliza el aborto en la ciudad de México no se trata de una ley que lo autoriza por completo, sino se trata de una ley que lo restringe, lo regula, lo delimita, porque establece las condiciones en las que si se puede y en las que no se puede llevar a cabo. De esta manera, la comunidad de esta ciudad del centro del país intenta la coexistencia de ambos derechos y sólo la respuesta de la misma sociedad determinará su eficacia o su rechazo, puesto que no se trata de una ley que obliga a la sociedad a abortar, sino de una que regula la forma para quienes decidan tal proceder. En México el tema del aborto no lo ha decidido ni lo decidirá una ley. Es un asunto que no puede ser resuelto por la legislación ni por una política pública y la sociedad no puede dejar esa solución a alguna acción gubernamental. Será la práctica social la que determine el rechazo o aceptación del aborto en la historia de esta región. Ya estará en la decisión pública decidir que camino tomar, ya sea a favor o en contra y será este comportamiento que la mayoría adopte lo que le dé eficacia o rechazo a la recién ley aprobada en la ciudad de México. El reto de la comunidad capitalina y de la sociedad mexicana en general será no sólo el pronunciamiento a favor o en contra del aborto, sino además elevar la capacidad de diálogo y discusión sobre el mismo, ser capaces de alcanzar consensos y de evitar en lo posible las divisiones. Se trata también de darnos cuenta cómo el ser humano en esta tierra delimita y da tratamiento a sus problemas, cómo construye categorías de valor social, jurídico y moral. Se trata de ver cómo el ser humano resuelve. La eficacia y la vida de la norma que despenaliza el aborto en la ciudad de México depende de la aceptación en la práctica de las mayorías, si no esta ley será derogada y se continuará en su discusión en la agenda política pendiente del entorno social mexicano. *Asistente del Programa Estudios Políticos y Gestión Pública de El Colegio de Sonora,