La centralidad de Cristo en Santa Teresa y F. Palau La espiritualidad teresiana es una constante llamada a centrarnos en Cristo. El “Juntos andemos, Señor”1 implica estar con Él y comulgar con su causa2. Así mismo la persona de Jesús atraviesa e impregna toda la vida y obra de Francisco Palau. En la línea de esta afirmación encontramos numerosos textos palautianos que manifiestan el significado y centralidad de Cristo en su existencia y su conexión intrínseca con el cristocentrismo teresiano. Repetidamente y de distintas formas, F. Palau afirma, con la fuerza de los símbolos, que Jesucristo es el centro de toda la creación, como lo demuestra este texto de Mis Relaciones, entre otros: «Al esconderse el rey de los astros debajo del mar, glorificaba con sus rayos las aguas y los aires, de modo que parecía el empíreo, y en su centro el Sol de justicia clarificando los santos»3. Por Cristo, hemos sido bendecidos y vitalmente renovados para una relación íntima con Dios y asociados con Él en su obra de salvación y reconciliación4. Nos fijamos en tres aspectos, de los muchos que podríamos tratar: a) la importancia de la humanidad de Cristo; b) Jesús como modelo y maestro; c) la relación con Jesús como esposo. a) Jesucristo, el rostro humano de Dios Santa Teresa llama la atención sobre la importancia y trascendencia del tema de la humanidad de Jesucristo para el desarrollo de la vida espiritual. Ya en el mismo título del libro de Vida se distancia de la opinión común de su tiempo al escribir: "Y cómo ha de ser el medio para la más subida contemplación la Humanidad de Cristo" (V 22, tit). En Moradas se muestra todavía más enérgica desde el mismo título: "Dice cuán gran yerro es no ejercitarse, por muy espirituales que sean, en traer presente la Humanidad de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (6 M 7, tit). Para Palau la misma humanidad de Jesucristo, la obra más perfecta salida de las manos de Dios, sumerge en su vida todo lo que le rodea porque todo existe en Él y Él en todo. En definitiva, Jesucristo es presentado como la plenitud de lo divino en lo humano y la recapitulación en su humanidad de todo lo creado5: «La Humanidad de Ntro. Sr. Jesucristo es el cuerpo más noble de todos con tal excelencia que reúne él solo en sí toda la perfección corporal del sol, de las estrellas y de todos los cuerpos celestes juntos, y por esta razón le compete ocupar el centro de toda la materia creada, recibiendo ésta su claridad, su luz, toda su nobleza y preciosidad de su humanidad»6. 1 CV 26, 6. 2 Cf. CV 26, 1. 6; 29, 6-7; 34, 8. MRel 16,3. 4 Cf. Lucha, 35, 8. Cf. 2 Cor. 5,18-19; Rom. 5, 10. 5 Cf. Col 15b-16. 6 Iglesia, lám. 21,5. 3 1 Jesús es el bien absoluto de Dios; en quien el Padre se complace y en el que toda persona ha de tener también, por consiguiente, sus complacencias7. De todas formas tanto para Teresa de Jesús como para Francisco Palau, cuando hablan de la Humanidad casi siempre está pensando en la realidad total de Jesús, no exclusivamente en su faceta humana. a) Jesús, modelo y maestro Es el de Maestro, uno de los títulos que mejor definen a Jesús según Santa Teresa ; ya que Jesús es por antonomasia quien enseña a los hombres el camino que conduce a Dios. Su experiencia espiritual personalizada en Cristo fue la mayor fuente de su saber y es Cristo el verdadero y único Maestro de Teresa. Mil veces lo recuerda a lo largo de sus escritos: “Su Majestad fue siempre mi maestro” (V.12, 6) El magisterio de Jesucristo con relación a la oración no se reduce a enseñársela al cristiano, sino que Él mismo es el objeto y el término de esa enseñanza. Teresa se fija en la pedagogía de Jesucristo para llevar las almas hacia sí. Es él quien va preparando las circunstancias para que de alguna manera se vea obligada a dirigirse a él9: “De mí os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo”10. Como para Teresa, para Palau, Jesús es el gran modelo orante y contemplativo y maestro de oración: La afirmación teresiana de que Cristo es el Maestro que enseña los secretos de la oración a las almas, es recogida por Francisco Palau en la estructura dramática que emplea a partir de la conferencia 4ª de la Lucha del alma con Dios, en la que el director espiritual deja paso a Jesús, que en continuo diálogo con la orante, le va enseñando como debe orar para ser escuchada. Es una relación de reciprocidad, donde no sólo Jesús escucha y consuela, sino que le pide a la persona en oración ser consolado por ella. En el diálogo se cambian los papeles y parece que el necesitado sea Cristo11. Palau utiliza el título de maestro de forma explícita, aplicado a Jesús, en la Vida Solitaria, la Escuela de la Virtud y en el epistolario12. Especialmente en aquellas cartas que ejerce de guía espiritual, es notable su coincidencia con la santa: “Imita a Jesucristo en esto y hallarás un verdadero maestro y modelo de oración. Síguelo en todos sus pasos: lo verás en el desierto orando por los hombres, en el huerto de los olivos agonizando por ellos, en la predicación socorriéndoles”13. Ambos autores ponen a Jesús 8 7 Cf. V 22,6; En el lenguaje palautiano Dios también se complace en su Hija Amada, la Iglesia, como cuerpo que es de Cristo. MRel 963. 8 Cf. SECUNDINO CASTRO, o.c., 336. 9 Cf. SECUNDINO CASTRO, o.c., 131. 10 CV 29, 7; 6,3; 24, 4. 11 “Vengo a remediar tus necesidades, y a consolarme contigo y consolarte” Lucha, 126. En el Camino de Perfección leemos: ¿tan necesitado estáis, Señor mío y Bien mío, que queréis admitir una pobre compañía como la mía, y veo en vuestro semblante que os habéis consolado conmigo? CV 26, 6. 12 Escuela, 273, 3-274. 13 Carta 6, 7; Cf. 88, 11. Cf. CV 26, 5. 2 como fundamento de la oración, y no se puede dar una verdadera oración si no es enseñada por Jesucristo14. Se puede decir que F. Palau cree, como Teresa de Jesús, que en el hombre espiritual sólo debe quedar un único deseo: imitar a Jesucristo, comprenderle, desear penetrar su misterio, gustar su persona. Para esto es necesario contemplar su existencia y llegar a tener sus mismos sentimientos. La comunidad, por su parte, intenta orientar su vida en conformidad con las enseñanzas de Jesucristo; Jesucristo es el maestro de la comunidad. El perdón, la paciencia, la humildad, la pobreza, el servicio, la soledad… en última instancia tiene su razón de ser en Cristo. Las enseñanzas del Maestro llega hoy a nosotros por “las sagradas Escrituras y la tradición expuestas por los santos Padres y por el magisterio vivo de la Iglesia”15. b) Jesucristo, el esposo Tanto en la experiencia teresiana como en la palautiana se muestra a Jesús como la suma expresión del amor esponsal; ambos carmelitas miden la vida espiritual no en términos de perfección sino en relación al amor pleno y recíproco entre Cristo y el alma. Precisamente la vida comunitaria tiene la suprema razón de ser en la presencia del esposo16. Y a las monjas se les recuerda continuamente la actitud y la psicología de la mujer casada, para acentuar el realismo esponsal de la vida consagrada17: “Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los ojos de vosotras… Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice a la esposa, sino que le miremos… Así como dicen ha de hacer la mujer, para ser bien casada, con su marido, que si está triste, se ha de mostrar ella triste, y si está alegre, aunque nunca lo esté, alegre -mirad de qué sujeción os habéis librado, hermanas-, esto con verdad, sin fingimiento, hace el Señor con nosotros: que Él se hace sujeto, y quiere seáis vos la señora y andar Él a vuestra voluntad18. Ambos ponen de relieve que esta esponsalidad es ya un don recibido en el bautismo19: “Primeramente, como esposa de Jesús que es desde el bautismo y especialmente desde que se ha consagrado totalmente a Dios, debe revestirse de celo por el honor de su Esposo”20. Lo nupcial preside todo el diálogo que se establece en la Lucha, entre el alma y Cristo “como Esposo amante del bien de su esposa y deseándola salvar, la convida con tanto empeño a la oración”21. La misma estructura literaria del libro es un diálogo de amantes; lo divino y lo humano se relacionan a través de Cristo mediador, bajo el prisma de una mediación esponsalicia. Muchos años más tarde, cuando Francisco Palau 14 Jesucristo, pues, es Maestro de la oración teresiana en cuanto que es él quien la comunica, la enseña, es objeto de esa enseñanza y el término al que se dirige; en este sentido, Jesucristo es Maestro, doctrina y vida; este tríptico es esencial para comprender toda la hondura que lleva consigo el título de "Maestro" aplicado a Jesucristo dentro del ámbito de la oración teresiana. 15 Lucha, 49. 16 Cf.CV 26, 3. 17 Cf. TOMÁS ÁLVAREZ, Estudios teresianos III, 42. 18 CV 26, 3. 19 Curiosamente en el códice de Valladolid, entre los recortes practicado por los censores, desaparece esta declaración del origen bautismal de la esponsalidad, que aparece claramente en el códice del Escorial: “nosotras estamos desposadas −y así todas las almas por el bautismo”. CE 38, 1. 20 Cf. Lucha, 37, 12. 21 Lucha, 47, 26. 3 esté en la cima de su experiencia mística, hará la relectura teologal de su propia vida en clave esponsal22. Dirá que la de los desposorios “son las relaciones que van directamente a llenar el corazón, porque unen en esta vida con la perfección que permite la condición de mortal a los dos amantes”. La razón es que “la simple amistad puede hallarse sin constituir familia, la maternidad constituye familia y hay comunidad de bienes, pero los desposorios constituyen familia, hacen comunidad de bienes y personas. Los desposorios son la entrega mutua de los amantes uno a otro”23. Esta unión se ve estrechada cada día sacramentalmente en la celebración de la Eucaristía. Aquí se consuma sacramentalmente el matrimonio espiritual. Lola Jara Ávila, 15 de Octubre de 2014 22 Cf. MRel 814-816, 870-872, 906-908, 966-969. En este escrito vuelca su experiencia eclesial en los moldes clásicos de la espiritualidad teresiano–sanjuanista. Utilizará como símbolo base de su itinerario espiritual el de la amistad y sobre todo el de los desposorios, aunque haciendo una transposición de términos, el esposo es la persona, en este caso, F. Palau, y la Esposa es la Iglesia. 23 Cf. MRel 972, 24. 4