I.E.S. “Rodríguez Moñino” Departamento de Filosofía Historia de la filosofía. 2º Bachillerato F. NIETZSCHE. CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL I.E.S. “Rodríguez Moñino” .................................................................................................1 1 Departamento de Filosofía ...............................................................................................1 Historia de la filosofía. 2º Bachillerato ........................................................................1 1. CONTEXTO HISTÓRICO ............................................................................................ 3 2. BIOGRAFÍA .................................................................................................................... 5 3. LA OBRA DE NIETZSCHE........................................................................................... 5 4. LOS VALORES DE LA VIDA: APOLO Y DIONISOS ............................................ 6 5. CRÍTICA A LA CULTURA OCCIDENTAL ................................................................ 7 5.1. CRÍTICA A LA METAFÍSICA ..............................................................................................7 5.2. CRÍTICA A LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO ............................................................8 5.3. CRITICA A LA CIENCIA POSITIVA .................................................................................9 5.4. CRITICA A LA MORAL Y CRISTIANISMO ..................................................................10 5.5. LA MUERTE DE DIOS .......................................................................................................... 11 5.6. EL NIHILISMO .......................................................................................................................12 6. LA NUEVA JERARQUÍA DE VALORES ................................................................. 13 6.1. LA VOLUNTAD DE PODER ...................................................................................................13 6.2. EL SUPERHOMBRE .................................................................................................................13 6.3. EL ETERNO RETORNO .........................................................................................................15 7. TEXTO DE SELECTIVIDAD ..................................................................................... 15 1. CONTEXTO HISTÓRICO La vida de F. Nietzsche (1844-1900) transcurre durante los últimos años del siglo XIX en los que Europa vive una época de crisis de certezas generada por una serie de acontecimientos que cuestionaran la enorme confianza en la razón y los grandes sistemas filosóficas que se fundamentaron en ella. Este cuestionamiento llevaba implícita una actitud de sospecha y denuncia: las cosas no son lo que parecen y es necesario descubrir su trasfondo real. Los principales representantes, a los que se les ha denominado “filósofos de la sospecha” fueron Marx, Freud y Nietzsche. Marx sospechó de la economía capitalista cuyo esplendor esconde el sufrimiento y la alineación obrera; Freud lo hizo de los sentimientos nobles del hombre, generados, en realidad, por oscuras fuerzas inconscientes; y Nietzsche rechaza los valores tradicionales de la cultura europea porque en realidad representan una actitud antinatural y cobarde ante la vida. Entre los acontecimientos más relevantes que llevaron a esta situación cabe citar el fracaso de la Revolución de 1848 en Francia y en otros países. Federico Guillermo IV, de Prusia optó por reprimirla mediante la fuerza militar. Este fracaso, aunque representaba la derrota de los movimientos nacionalistas y democráticos a manos del absolutismo del antiguo régimen, no impidió que las ideas revolucionarias siguieran impregnando la sociedad europea. Por su parte, la revolución industrial supuso el desarrollo de la siderurgia y la minería, la mejora de las comunicaciones y el rápido crecimiento de algunas ciudades. Pero también favoreció el enriquecimiento de una minoría de burgueses, poseedora del capital, y el empobrecimiento de un número cada vez mayor de obreros. Estas circunstancias provocaron la rápida expansión de los movimientos anarquistas y socialistas, que darían lugar, ya en el siglo XX, a la Revolución soviética y a los Estados socialistas. Nietzsche se mantuvo al margen de los movimientos sociales a los que rechazaba pues defienden una igualdad de derechos que anulan las diferencias naturales entre los hombres: existen hombres superiores a otros hombres que deben imponerse sobre los “débiles” para poder llevar una vida plena; pretender la igualdad es signo de resentimiento contra el hombre individual, noble y fuerte. La idea de superioridad está implícita también en del sentimiento nacionalista ensalzado, culturalmente por el romanticismo, y agudizado por los intereses capitalistas que pretenden consolidar los mercados nacionales. Todo ello se vivió con especial intensidad en Alemania que, en las últimas décadas del siglo, se convirtió en uno de los países más industrializados debido a su preponderancia socio-política. Prusia había liderado la unificación alemana y había derrotado al ejército francés. Para lograr tales objetivos no había dudado en manipular la opinión pública para fomentar una mentalidad nacionalista y lograr el apoyo popular a la guerra franco-prusiana. Nietzsche, aunque apoyo a Bismarck, criticó la idea de un Estado fuerte, porque, además de eliminar a los individuos, lo consideraba un ente creado por los débiles, que no pueden defenderse por sí mismos, para vengarse de los poderosos. A pesar de todo, la exaltación del Imperio alemán influyó en el desarrollo de ideas como la afirmación de la vida o el ideal de Superhombre; ideal que los ideólogos no dudaron en identificarlo con la raza aria y en el que se puede rastrear la influencia de las tesis evolucionistas de Darwin: lucha por la supervivencia y dominio de los más fuerte. Si bien Nietzsche no las toma desde un punto de vista biológico, sino desde la perspectiva vital, moral. El contexto intelectual está marcado por el positivismo, corriente que sustituyó las explicaciones metafísicas, religiosas o artísticas por la racionalidad de la ciencia, a la que consideró el único instrumento de progreso para la sociedad. Pero frente a su excesiva racionalidad se desarrollaron otras ideas bajo la estela del romanticismo. Se trata de un movimiento cultural que exalta el sentimiento, revaloriza el instinto y preconiza una vuelta a lo natural y vital como los auténticos valores del hombre. Estas ideas dieron lugar en filosofía al vitalismo, pensamiento en el que se suele encuadrar a Nietzsche. En esta línea desarrolla concepciones como la exaltación de los valores vitales, la subordinación de lo racional a la vida, la vida como realidad radical del ser humano o la constatación de que para captar la realidad son necesarios (a parte de la razón), el instinto, el inconsciente, la intención, la poesía. En el pensamiento De Nietzsche está presente la influencia de filósofos como Heráclito o Schopenhauer y del compositor R. Wagner. Del primero toma su visión de la realidad como principio que subsiste a través del enfrentamiento, la realidad sensible que no puede ser captada por la razón. Por su parte, Schopenhauer, siguiendo los postulados de Kant afirma que si sólo podemos conocer el fenómeno y no la “cosa-en-sí”, entonces no conocemos la realidad; lo único que se conoce es una representación de ella. De este modo realidad y razón son antitéticas y él opta por la vida frente a la idolatría de la razón. Para expresarlo acuño el término “voluntad de vivir” con el que pretende expresar la existencia humana como constante búsqueda; como un deseo de satisfacción que nunca llega a colmarse. Esta “voluntad de vivir” será aceptada por Nietzsche e influirá en su rechazo de las interpretaciones dogmáticas de la realidad y su aceptación de la vida (devenir) como valor radical. Sin embargo, la vida tiene su aspecto negativo. Es dolor, incertidumbre y ante ello Schopenhauer toma una actitud de renuncia que Nietzsche considera propia de la moral cristiana. Nietzsche acepta la vida como es, con su carga de irracionalidad y dolor. Esta visión la reflejara metafóricamente en la oposición entre “lo apolíneo” y “lo dionisiaco”, la razón y la sinrazón, el orden y el desorden, aspectos inseparables de la existencia y que presidirán su obra filosófica. Nietzsche ve en Wagner la posibilidad de salir de la actitud pesimista de Schopenhauer pues en sus primeras obras, aparecían modelos de hombre similar a lo que el denominaría “lo dionisiaco”: alegre, sin convencionalismos, sin miedo a lo irracional de la vida. Sin embargo, sus composiciones posteriores le decepcionarán ya que considera que se orienta demasiado hacia el cristianismo lo que le lleva a alejarse de él y a romper su amistad. En definitiva, el pensamiento de Nietzsche toma desde sus inicios una línea de critica a los valores tradicionales, de los débiles, y de exaltación de la grandeza, de la voluntad de poder y superación que será el hilo conductor de todo su pensamiento (si bien su obra se suele dividir en varios períodos para entender su desarrollo). Además Nietzsche llevó la “existencialidad” a la filosofía, es decir, su obra se inscribe en el ciclo de su vida y de él debe recibir su justa significación. Él concibe y practica la investigación filosófica como subjetiva y autobiográfica y de esto saca su fuerza y validez. 2. BIOGRAFÍA Nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, A partir de 1859 estudió en la escuela de Pforta, donde a experimentar la influencia de Schopenhauer. Posteriormente estudió filología clásica y teología en Bonn. Durante esta época se acentuó la influencia de Schopenhauer, y en 1868 conoció a Richard Wagner, con quien durante unos años estuvo unido por una estrecha amistad. En 1870 fue nombrado catedrático en la Universidad de Basilea. Participó brevemente en la guerra franco-prusiana, aunque llevado por su antigermanismo, renunció a la ciudadanía alemana para nacionalizarse suizo. En 1872 publicó El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, criticado por los filólogos más académicos. A partir de este momento, por presiones académicas, las clases de Nietzsche se fueron quedando sin alumnos. Aunque Nietzsche había demostrado una gran admiración por Wagner -de quien esperaba el renacimiento del espíritu trágico griego-, a partir de 1876 empezó su distanciamiento. El enfriamiento de su relación se empezó a hacer patente en 1878 con la publicación de Humano, demasiado humano, texto en el que Nietzsche marca también sus diferencias con Schopenhauer. En 1877 tuvo que abandonar la docencia debido a sus problemas de salud y acogerse a una jubilación voluntaria. Probablemente el estilo aforístico de Nietzsche no es ajeno a esta enfermedad, ya que le era materialmente imposible escribir durante largos lapsos de tiempo. A partir de este momento su vida fue un constante viajar por diversas ciudades. Conoció en Roma a Lou Andreas von Salomé, de la que se enamoró y, aunque no fue correspondido, siguió manteniendo con ella una larga relación de amistad. En 1889 sufrió un ataque en Turín, del que ya no se repondría. Trasladado a un hospital se le diagnosticó «reblandecimiento cerebral». Hasta su muerte, acaecida el veinticinco de agosto de 1900, permaneció completamente mudo y prácticamente inactivo. Nietzsche había dejado algunas obras listas para publicar: El Anticristo; Ecce Homo texto autobiográfico- y un conjunto de apuntes manuscritos, todavía sin preparar ni revisar para ser publicados, cuyo título genérico era La Voluntad de poder. La publicación de estos escritos estuvo mediatizada por su hermana, quien los falsificó suprimiendo partes y destacando aquellos aspectos que luego serían reivindicados por la barbarie nazi. A partir de 1954 se inicia la revisión crítica de su obra. 3. LA OBRA DE NIETZSCHE El pensamiento de Nietzsche toma desde el principio una línea que seguirá a lo largo de la vida, pero se suele dividir en períodos para entender su desarrollo. 1. Periodo Romántico. Filosofía de la noche Está influido por el pensamiento de Schopenhauer y la obra de Wagner. También por la filosofía griega, especialmente por Heráclito. La obra más importante de este período es “El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música”, dedicada a Wagner. Considera que su obra tiene la misma categoría que la tragedia griega. Contrapone la cultura presocrática con la cultura posterior a Sócrates que considera decadente, lo mismo que la cultura alemana de su tiempo. Estas ideas inician un pensamiento crítico que se elaborará en toda su obra posterior. De esta época son también “Sobre Verdad y mentira en sentido extramoral” escrita en 1873 y publicada póstumamente. Para el autor estos conceptos no están referidos al comportamiento consciente del hombre, sino que tiene su origen en la perdida de la capacidad metafórica del lenguaje y en el papel que este desempeña como reflejo de necesidades inconscientes del hombre.; y “Consideraciones intempestivas” (1873-74). 2. Periodo ilustrado. Filosofía de la mañana Se aleja de Schopenhauer y de Wagner y se inspira en los ilustrados adoptando una postura científica para condenar la metafísica, la religión y el arte. Pero, a pesar de su interés por la ciencia, combate el cientificismo como aliado de la metafísica al defender como verdad un hipotético orden eterno que la ciencia pretende descubrir. Las obras más características de este período son “Humano, demasiado humano”, “la gaya ciencia” y “Aurora”. En la primera denuncia todos los ideales de la cultura occidental desvelando su trasfondo humano: los conocimientos humanos pueden ser explicados sin recurrir a supuestos metafísicos. El hombre se ha impuesto tantas cargas que se ha perdido como hombre. 3. El mensaje de Zaratustra. Filosofía del mediodía Esta marcado por la que se ha considerado su obra fundamental: “Así habló Zaratustra” (1883-1885). En ella desarrolla su pensamiento más original. Está escrita en tono profético. Desde el punto de vista formal usa la metáfora, no expone sus ideas con conceptos, sino con imágenes lo que la sitúa a medio camino entre la poesía y la filosofía. Aparecen en él los temas fundamentales de su pensamiento: muerte de Dios, voluntad de poder y eterno retorno. 4. Periodo crítico. Filosofía del atardecer Es un ataque a toda la cultura occidental, pero más violento y agresivo. La figura es el “filosofo a martillazos” que ataca a las bases de la cultura, que maldice y necesita destruir al “último hombre para que pueda surgir el “superhombre”. Las obras de este período son:”Más allá del Bien y del mal” (1886), “La genealogía de la moral” (1887), “Crepúsculo de los ídolos” (1889), “EL anticristo” (1888) y “Ecce Homo” (1888) autobiografía filosófica” Póstumamente se publicaron una serie de aforismos y fragmentos bajo el título de “La voluntad de poder” 4. LOS VALORES DE LA VIDA: APOLO Y DIONISOS En su primera obra, El origen de la tragedia, Nietzsche sostuvo que los griegos presocráticos sabían que la vida humana es puro cambio y por ello algo terrible, inexplicable y trágico; sin embargo, no cayeron en el pesimismo ni la rechazaron. Por el contrario, fueron capaces de utilizar las representaciones artísticas para hacer la vida soportable. Para ello, recurrieron a dos elementos contrapuestos: Apolo y Dionisos. Apolo era el símbolo de la luz y el límite; representaba la belleza -la medida y la forma- bajo la cual se oculta la vida, como instinto, impulso y pasión. Dionisos, por el contrario, era el símbolo de la vida misma, en su realidad irracional e instintiva, que desconoce barreras o limitaciones. Estas divinidades condujeron a dos modos de interpretar artísticamente la realidad: a. La actitud apolínea, que trataba de cubrir la realidad con un velo estético, creando un mundo ideal de forma y belleza, que se expresaba en la mitología de los dioses del Olimpo, en la literatura épica de las epopeyas homéricas y en las artes plásticas. b. La actitud dionisíaca, que consistía en afirmar y abrazar la vida con todo su dolor y sufrimiento, y se expresaba en la tragedia y en la música. La tragedia, lejos de ocultar la vida, la manifestaba en todas sus dimensiones como fenómeno estético. Para Nietzsche, la grandeza de la cultura griega presocrática radicaba en la fusión de los elementos dionisíacos, que representaban la crueldad y la irracionalidad de la vida, con los apolíneos, que la recubrían de belleza. Pero esta unidad se rompió con la aparición de Sócrates y su discípulo Platón, quienes consideraron reales y, por tanto, verdaderos y buenos, solo los valores de la racionalidad. De este modo, condenaron la vida por ser falsa y mala, prescindieron del espíritu dionisíaco y condujeron el arte y la cultura griegos a su completa decadencia. Este enfoque hostil a la vida, según Nietzsche, fue desarrollado posteriormente por el cristianismo y se prolongó hasta sus días, en los que la cultura occidental, empezando por la alemana, se encontraba viciada desde sus raíces por un racionalismo dogmático, diametralmente opuesto a lo vital e instintivo. Frente a la inteligencia como valor supremo, que busca conceptualizar, descubrir lo inmutable de las cosas, Nietzsche quiso afirmar la vida como puro devenir, valor absoluto al que se han de subordinar todos los demás valores. Pero, para acometer esta tarea, consideró que era necesaria la crítica destructiva de todos los valores racionales de la cultura occidental, ya que impedían y obstaculizaban el dinamismo de la vida. 5. CRÍTICA A LA CULTURA OCCIDENTAL 5.1. CRÍTICA A LA METAFÍSICA Nietzsche realizó una dura crítica a la metafísica occidental, porque esta había dado por supuesto que el verdadero ser, la realidad, es inmóvil, y que el movimiento y el cambio son solo apariencias. A partir de Sócrates y Platón, los filósofos habían considerado que el mundo sensible era aparente y engañoso y habían situado la realidad en un mundo distinto. En efecto, Platón, siguiendo a su maestro Sócrates, fue el primero en distinguir entre un mundo sensible y otro suprasensible. Las ideas, que Platón situó en aquel otro mundo, constituirían la realidad inmutable, la denominada esencia de las cosas; este mundo, el sensible, por el contrario, quedaba reducido a la apariencia y el devenir. Según el discípulo de Sócrates, el ser humano debía ocuparse solo de las realidades inmutables y encaminarse hacia ellas mediante la ciencia y la dialéctica. El cristianismo, para el filósofo alemán, inventó también una realidad inmutable, ajena a este mundo y negadora de él. La religión cristiana sostiene que el verdadero y auténtico ser es Dios, que no puede cambiar porque, de lo contrario, no sería perfecto. El mundo, incluidos nosotros mismos, no es más que un pálido reflejo del ser divino. Asimismo, Kant consideró que la realidad en sí (el noúmeno) es incognoscible para la ciencia, pero la propuso como postulado de la moral, como algo absoluto e incondicionado. Además, empleó el término fenómeno, que puede inducimos a pensar que es la manifestación de algo en sí e inalterable. Frente a estos autores, Nietzsche defendió la postura de Heráclito: la realidad es devenir, cambio, movilidad. A su juicio, todo lo estático, inmutable o inamovible no es ser, sino no-ser, es decir, nada. La metafísica se había fundamentado en la antítesis realidad-apariencia (noúmeno-fenómeno); había llegado, afirmó, la hora de eliminar esta oposición. En efecto, para Nietzsche no existe tal contraposición entre realidad y apariencia porque la apariencia lo es todo, o, en otras palabras, la realidad del mundo consiste en su apariencia, y no hay nada más allá de los fenómenos sensibles. Negó, por tanto, la realidad de la cosa en sí kantiana, porque solo existen los fenómenos, es decir, las apariencias. Ahora bien, si esto es así, ¿por qué los filósofos han elaborado tantas teorías para distinguir entre realidad y apariencia, entre ser inmutable y devenir? La razón de que se sostuviera semejante distinción, responde Nietzsche, es que se han dejado guiar por el instinto de supervivencia y por el resentimiento: El instinto de supervivencia. Los seres humanos han necesitado imaginarse un fondo fijo e inmutable al que agarrarse con fuerza y, así, no ser arrastrados por el constante flujo de lo real. Con este fin, han empleado el intelecto, que no es más que un recurso para adaptarse a un medio ambiente adverso. Sin él, la especie humana no habría podido defenderse y se habría extinguido a causa de su debilidad física. Sin embargo, los hombres se engañan pensando que el conocimiento tiene más valor que el que realmente tiene y emplean el arte de fingir para defenderse de los más fuertes. El resentimiento. Los individuos buscan el modo de vengarse de este mundo donde todo está en perpetuo cambio y donde nadie se conoce verdaderamente. Su venganza contra la vida consiste en idear una realidad por debajo de las apariencias. El ser humano crea otro mundo -un más allá- para repudiar este y huir de él. 5.2. CRÍTICA A LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO Nietzsche estimó que los engaños de la metafísica se asientan en un uso fraudulento del lenguaje y del conocimiento. Por este motivo, creyó necesario realizar una crítica a la teoría del conocimiento de la filosofía occidental. Los filósofos en general habían sostenido, según Nietzsche, que conocer no era otra cosa que crear conceptos con los que representamos la realidad y tratamos de entenderla. Pensamos que por medio de ellos captamos el ser inmóvil, que supuestamente se encuentra tras las apariencias. Los conceptos pretenden eliminar las diferencias individuales y generalizar lo común de los individuos. Pero, si lo real es individual y puro devenir, los conceptos carecen de sentido y no reflejan la auténtica realidad. El ser humano cree ver en el concepto una verdad universal e inmutable. Pero, a juicio del pensador alemán, la verdad universal no es más que una creación ilusoria del lenguaje -una mentira- con la que designamos las cosas de una forma uniforme y válida para todos. Los conceptos y las verdades proceden, por consiguiente, del lenguaje. Las palabras nos hacen creer en una fingida universalidad (la verdad objetiva) sin que nos percatemos del engaño. En realidad, el lenguaje no expresa cosas universales o cosas en sí, sino una relación entre las cosas individuales y los hombres. Las palabras originariamente son, a juicio de Nietzsche, metáforas que expresan las intuiciones que tenemos de las cosas individuales y mudables. Sin embargo, las generalizaciones conceptuales se alejan de la experiencia singular e individual reflejada en las metáforas intuitivas. Pretenden, por el contrario, significar unitariamente una multiplicidad de objetos y, para ello, recurren a un algo desconocido que presumiblemente se esconde detrás de las palabras. Los conceptos, en definitiva, falsean las palabras, pues abandonan las diferencias entre los individuos. Nietzsche escribió, por ejemplo, que no existen dos hojas iguales, porque todas poseen colores, figuras y tamaños distintos, mientras que el concepto hoja es uniforme y prescinde de todas las diferencias individuales. De esta manera, dicho concepto parece indicar la existencia de un algo distinto de las hojas, un modelo o esencia, que sería la causa de las hojas Esto ocurre porque olvidamos el origen metafórico de los conceptos. Este olvido, según Nietzsche, es lo que nos conduce a creer firmemente en la existencia de una realidad inmóvil que se esconde tras ellos. Pero los conceptos no surgen porque exista algo real e inmutable -cosa en sí kantiana o idea platónica-, sino porque las metáforas intuitivas pierden su sentido originario. Las metáforas siempre reflejan las diferencias individuales y el devenir de las cosas, pero se transforman en conceptos debido al desgaste producido por el uso y la costumbre. Según él, por lo tanto, no existen verdades absolutas e inmutables y nuestro conocimiento ha de limitarse a las metáforas originales. Nietzsche sostuvo que, como todo conocimiento es individual e intuitivo, no es posible una única percepción correcta de las cosas sino que existen múltiples puntos de vista. Todo conocimiento, por tanto, es relativo, ya que cada uno interpreta lo que percibe desde una perspectiva particular. Inauguró así lo que ha dado en llamarse perspectivismo. Nietzsche distinguió entre el hombre racional y el hombre intuitivo. El primero se aferra a los conceptos para tratar de salvarse mediante la previsión y la regularidad, pero se equivoca al ignorar que los conceptos no son más que metáforas de las que ha eliminado su carácter individual. Por el contrario, el hombre intuitivo solo utiliza las metáforas originales que le ponen en contacto con la vida en toda su apariencia y belleza, y lo alejan de mundos ilusorios 5.3. CRITICA A LA CIENCIA POSITIVA Nietzsche también emprendió en determinados momentos una severa crítica a la ciencia moderna, a la que atribuyó el error de manejar conceptos como si representasen realidades objetivas e inmutables. La ciencia positiva había tratado de organizar el mundo empírico dentro de una red de conceptos, a los que se había denominado verdades científicas, que parecían explicarlo todo. Los ataques de este filósofo se dirigieron principalmente contra la ciencia positiva porque reducía lo real a explicaciones matemáticas y cuantitativas. El método matemático se funda en el número y la cantidad, por lo que reproduce la dicotomía realidad-apariencia de la metafísica. Para la ciencia, lo real era lo sustantivo o cualitativo; y, la apariencia, lo cualitativo. Los científicos caían en un reduccionismo, porque olvidaban que las cosas no son solo relaciones cuantitativas: por mucho que tratemos de reducir a números y de medir una pieza musical, nunca podremos explicar por qué nos gusta, ya que lo agradable y lo bello son elementos cualitativos. ¿Qué son, entonces, las leyes de la naturaleza formuladas por los científicos? Nietzsche afirmó que, en realidad, solo conocemos estas leyes por sus efectos, es decir, en relación con otras leyes de la naturaleza, que a su vez enlazan con otras, y así sucesivamente. No sabemos, por lo tanto, en qué consisten, pues solo conocemos lo que ponemos en ellas: el espacio, el tiempo y el rigor matemático. La asombrosa regularidad que hallamos en las cosas coincide en el fondo con esas propiedades que nosotros introducimos en ellas. 5.4. CRITICA A LA MORAL Y CRISTIANISMO Nietzsche consideró que la metafísica y la ciencia encierran a los individuos en un mundo ilusorio de conceptos y los apartan del mundo real del devenir. Una vez desenmascarado este engaño, se han de afrontar sus consecuencias prácticas y realizar una crítica a la moral de los esclavos, pues esta moral es la que ha dominado siempre la cultura occidental desde su origen con el racionalismo socrático. En primer lugar, Nietzsche se pregunta por el sentido y el significado de la moral. Para él es un saber mediante el que se juzga sobre el bien y el mal. Pero, ¿qué es el bien y el mal? En efecto, según este autor, hay que buscar la raíz del problema en el sentido de los términos bien y mal. De hecho, afirmó, este sentido nos ha llegado deformado, contrario a su sentido original, tanto histórica como etimológicamente. Si se considera su origen histórico se comprueba que, cuando el ser humano comenzó a vivir dentro de una organización social, el fuerte y poderoso se autodenominaba bueno, separándose del hombre plebeyo y débil a quien tildaba de malo. Si nos atenemos al origen etimológico de estas palabras, se advierte que originariamente, en todas las lenguas, bueno significa «noble» y «fuerte», mientras que malo equivale, por el contrario, a «vulgar» y «cobarde». En sintonía con esta determinación histórica y etimológica, Nietzsche distinguió dos morales opuestas e irreconciliables. Moral de los señores: es la de los hombres superiores y poderosos, que aman la vida. Son creadores de valores, porque deciden por sí mismos lo que es bueno y lo que es malo a partir de la fecundidad de su energía y de su vida. Es la moral que volverá con el superhombre, tras la muerte de Dios. Moral de los esclavos: es la de los débiles y oprimidos, resentidos contra los señores y contra la vida. No crean los valores, es decir, no se atreven a decidir lo que es bueno o malo, sino que se aferran al intelecto, que supuestamente suministra obligaciones universales e inmutables. Los señores podrían tolerar que existiera la moral de los esclavos, si solo existiera para los hombres del rebaño, pero estos pretenden imponerla a los poderosos por rencor y para defenderse de ellos, porque les temen La gran perversión del cristianismo es que convence a los señores para someterse a esa moral de los esclavos y compadecerse de los débiles. Por eso, la religión cristiana presenta como máximos bienes la humildad, la mansedumbre y el gregarismo. Para Nietzsche, a lo largo de la historia puede observarse la lucha entre estas dos morales. Al comienzo de la organización social, como se ha dicho, solo existía la moral de los señores, de los hombres nobles y superiores que amaban la vida terrena. Estos no admitían la existencia de un bien en sí ni de verdades inmutables pues eran ellos quienes decidían sobre lo bueno y verdadero y lo imponían a los más débiles. Con la llegada de Sócrates y Platón surgió una nueva moral, la moral de los hombres débiles y resentidos, que se alzó con la victoria. Estos filósofos colocaron la verdad en sí y el bien en sí por encima de cada individuo y consiguieron que todos se sometieran a estos conceptos universales, principalmente los hombres poderosos. Pero la rebelión de los esclavos no terminó ahí, sino que su éxito se consolidó por obra del pueblo judío, que se enfrentó al ideal noble y pagano de Roma. Posteriormente, su tarea destructora, según Nietzsche, fue continuada por el cristianismo. Ya en la época moderna, la moral de los plebeyos fue promovida por Kant, a quien Nietzsche calificó de «cristiano alevoso», porque juzgó que su ética del deber era una prolongación encubierta de la moral cristiana. El éxito de los esclavos, finalmente, culminó con la Revolución francesa y las revoluciones sociales del siglo XIX. Nietzsche denunció que la decadencia y debilitamiento de la civilización moderna procedían de esa moral del resentimiento. Los avances de la ciencia, la tolerancia, la igualdad de derechos, la democracia y el socialismo, que eran considerados signos de progreso en Europa, para él suponían justo lo contrario. Eran evidentes signos de descomposición y debilidad, que tenían su raíz en la imposición de la moral de los débiles, quienes mediante esos progresos aparentes conseguían subyugar a los seres superiores y poderosos. A pesar de todo, las dos razas y las dos morales, según el filósofo alemán, aún seguían mezcladas en la sociedad de su tiempo, en continua lucha y confusión. Aseguró, además, que el triunfo de los plebeyos no era definitivo, pues ya se anunciaba la aparición de un hombre superior, el superhombre, que devolvería a la moral sus valores originarios. Nietzsche situó el origen de la religión en el miedo, la angustia y la necesidad del ser humano, derivados de su incapacidad para afrontar solo su destino. Frente a la religión y el cristianismo opuso el ideal de la vida pagana: los dioses del Olimpo frente al crucificado. El cristianismo invirtió lo auténticos valores de los antiguos griegos presocráticos, que eran los valores que ensalzaban la vida, e inventó un mundo ideal que desvaloriza el mundo terreno. 5.5. LA MUERTE DE DIOS Una de las tesis centrales del pensamiento de Nietzsche es la muerte de Dios, que consideró una condición indispensable para poder eliminar el ser inmutable, las verdades objetivas y la moral de los esclavos. Todas estas falsedades son ilusiones creadas por los débiles que, en último término, se sustentan en la idea de un único Dios. Toda la metafísica occidental se había apoyado en la noción de Dios, al que había utilizado como garantía del ser inmutable y como coartada para justificar la existencia de verdades absolutas y universales. Sin embargo, para Nietzsche, la idea de Dios no es más que una palabra, un artificio del lenguaje inventado por los esclavos. Estos necesitan de ella como sedante para poder soportar la fuerza impetuosa del devenir de la vida, del dolor y de la muerte. Sin embargo, Nietzsche afirmó que lo más grave es que los hombres débiles han tomado a Dios como excusa para imponer a todos una moral de condiciones y prohibiciones, opuesta completamente a los impulsos de la vida. Por este motivo, consideró que la tarea prioritaria era eliminar a Dios. De este modo, desaparecería el fundamento último de esa moral que trataba de imponer normas objetivas y universales. Tras la muerte de Dios, el ser humano se liberaría de estorbos y podría situarse «más allá del bien y del mal». Para el pensador alemán, en efecto, Dios es la amenaza más grande que existe contra la vida, porque hace que los seres humanos crean en otras vidas y rehúyan esta, que es la única real. Por ello, solo logrando su muerte, los individuos pueden deshacerse de la creencia en otros mundos y amar solamente este. En opinión de Nietzsche, las negaciones de Dios hasta el momento han sido inútiles, porque en ellas la idea de un Ser superior ha sido sustituida por otros conceptos ilusorios, como la Razón en la Ilustración, el Estado en Hegel, la Humanidad en Feuerbach o la Ciencia en el positivismo. Todo lo noble y digno de Dios debe ser devuelto al hombre sin sustituirlo por ninguna otra cosa, de manera que sin Dios, el hombre se convierta en Dios. En realidad, podrían interpretarse el superhombre y la voluntad de poder como un sustitutivo de Dios. El ateísmo nietzscheano careció de fundamento teórico, puesto que no elaboró ninguna prueba para demostrar la no existencia de Dios; simplemente no lo pretendía, porque hubiera significado someterse a la razón. Le bastó con señalar que la creencia en Dios era la causa de que los seres humanos se hicieran débiles, rechazaran la vida y dejaran de ser independientes. Según él, los nobles y fuertes no habían podido desarrollarse libremente por culpa de la imagen ilusoria de Dios que les había sido impuesta. Dios debía ser eliminado, por tanto, para que el ser humano pudiera ser auténtico legislador y creador de valores. 5.6. EL NIHILISMO Nietzsche consideró que la cultura occidental había inventado a Dios para dar un sentido a la vida y evitar que se convirtiera en algo absurdo. Con Dios, todo quedaba cuidado y atendido. Pero en la civilización occidental moderna, Este había dejado de cumplir su función y se imponía el nihilismo, es decir, la ausencia de valores. Los seres humanos habían ido abandonando la idea de Dios, convirtiéndolo en un elemento marginal. Como consecuencia, la metafísica y la moral se quedaban sin fundamento, es decir, sin nada. Este nihilismo tenía un aspecto negativo, puesto que la desaparición de Dios significaba la destrucción de ese otro mundo que se sustentaba en Él. El hombre occidental se quedaba solo -sin nada- en este mundo, sin ningún sentido u orientación donde aferrarse y vencer su temor a la vida, cambiante y ciega. El ser humano siempre había tratado de evitar su angustia acudiendo a Dios, pero ahora estaba abocado a no creer en nada, es decir, al nihilismo. En este sentido, el nihilismo, adquiere la forma de un “eclipse”, de un “atardecer”, porque es el languidecimiento de unos valores sin que otros nuevos asomen en el horizonte. Nihilismo, pues equivale a la decadencia de la cultura y a la ausencia de metas, a la falta de sentido y a la angustia que ello conlleva. No obstante, el nihilismo presentaba para Nietzsche otro aspecto positivo y activo, porque la eliminación de Dios y de todas las invenciones de la cultura occidental despejaba el camino hacia el futuro; posibilitaba el surgimiento de hombre superior, capaz de crear nuevos valores de manera semejante a como el artista es capaz de crear nuevas obras de arte. Tras la desaparición de la cultura occidental decadente y la muerte de Dios, Zaratustra profetiza la aparición del nuevo hombre y la filosofía del futuro basada en la afirmación de la voluntad de poder, del superhombre y del eterno retorno. 6. LA NUEVA JERARQUÍA DE VALORES 6.1. LA VOLUNTAD DE PODER Tras la negación de Dios, Nietzsche buscó un principio que unificara y explicara todos los fenómenos de este mundo y esta vida, que es lo único que tenemos. Su conclusión fue que la voluntad de poder es ese principio unificador, inmanente al mundo, que nos permite describirlo e interpretarlo. La voluntad de poder, por lo tanto, no es para él una realidad que trasciende las cosas, lo cual sería volver de nuevo a la metafísica que ya había descartado, sino una explicación de las cosas y de su continuo devenir desde dentro. Nietzsche identificó la voluntad de poder con el conjunto de fuerzas y energías que existen en el universo en constante devenir. No obstante, también aparece en el ser humano como la suma de todas sus fuerzas e impulsos, vitales y psíquicos. Es el instinto principal y superior en el ser humano y a él ha de someterse la inteligencia. En realidad, el conocimiento no es voluntad de saber sino voluntad de poder, es decir, de dominio de la naturaleza. Nietzsche distinguió entre la voluntad de existir, propuesta por Schopenhauer, y la voluntad de poder. La primera es el mero instinto de conservación, una fuerza inferior y disgregadora que se conforma con mantenerse en la existencia. Por el contrario, la voluntad de poder es impulso para superar todo obstáculo y para afirmar una vida que desea expandirse y satisfacer sus deseos. La voluntad de poder ha de ser creadora de valores, de la verdad y del bien, porque la verdad y el bien no son previos a la voluntad, sino producidos por ella. Por su carácter creativo, la voluntad de poder es afán de superación y, por ello, es el rasgo propio del superhombre. Para Nietzsche, el ser humano no posee una voluntad libre, sino una voluntad fuerte o débil. El concepto de libertad ha de ser evitado porque ha sido el fundamento de la moral de los esclavos. Es un gran error inventado por los sacerdotes para exigir responsabilidades y hacer culpables a los hombres, un instrumento para mantenerlos bajo su dominio con la amenaza de penas y castigos. La libertad solo puede admitirse si se entiende como posesión de una voluntad fuerte e independiente de toda restricción moral. Esta voluntad de poder es la que preside la vida del superhombre. 6.2. EL SUPERHOMBRE Para Nietzsche, el hombre occidental es un ser débil, que se asusta ante la vida, necesita otros mundos donde apoyarse y, para ello, condena este mundo como apariencia. Necesita además la guía de un ser divino para que le indique lo que está bien y lo que está mal, cómo ha de actuar en la vida, refugiándose en una moral de rebaño. Frente a este hombre racional propuso la figura del hombre intuitivo y terrenal, presente en la Grecia arcaica. Solo este es capaz de liberarse de las ataduras culturales y sociales para promover la afirmación de la vida. Sin embargo, el hombre intuitivo solo está capacitado para criticar la decadencia de la civilización occidental y profetizar la venida de un nuevo hombre superior. Este es el hombre del futuro, que surgirá después del último hombre mundano. El protagonista de Así habló Zaratustra es el profeta persa que representa a ese último hombre (con quien se identificaría Nietzsche). Su misión es la crítica a la cultura occidental y la predicción del superhombre, fruto de la auténtica desarrollo y encarnación de la vida terrenal. Para el advenimiento del superhombre, sostiene el filósofo alemán, se han de suceder tres transformaciones del espíritu: Transformación en camello. El hombre muestra su fuerza acogiendo pesadas cargas, que son los valores contrarios a la vida. Se somete mansamente a los mandatos de la ley moral, es decir, a Dios. Transformación en león. El hombre se rebela contra la carga y contra su amo. Busca liberarse de los valores establecidos para eliminar el «tú debes» y sustituirlo por el «yo quiero». Es el nihilista que responde con un no a todo lo que le viene impuesto. Transformación en niño. Simboliza un empezar de nuevo, un juego, un decir sí a la vida, pues el niño hace su voluntad y es creador de valores. Ya no representa al hombre sino al superhombre, quien empieza todo de nuevo, libre de prejuicios. Nietzsche presentó al superhombre como el nuevo modelo de la humanidad futura, que superaría todos los errores y limitaciones del hombre racional. El superhombre viviría sin Dios y amaría este mundo con todas sus fuerzas. Se opondría no sólo al “más allá cristiano”, sino, fundamentalmente al platónico (al fin y al cabo, según Nietzsche, el cristianismo no es más que “platonismo para la plebe”). Platón fue el primero en crear dos mundos y convertir el mundo natural en aparente. La historia de la filosofía no es más que la historia de las diferentes formas que ha tomado esta diferenciación de ambos mundos. Al predicar el advenimiento del superhombre, Nietzsche está anunciando el fin de este largo error de la historia de la filosofía y afirmando la verdadera posición del mundo sensible; no es un mundo aparente, sino el único mundo. Tal ser viviría de todo corazón la voluntad de poder y desarrollaría sus instintos en el máximo grado posible; Representaría la aceptación y afirmación dionisiaca del mundo. Frente a la tristeza de las virtudes cristianas contrapondría la alegría de vivir (“Yo he santificado el reír; hombres superiores, aprended ¡a reír!” exige Zaratustra). El superhombre tendría la tarea de crear nuevos valores sin recurrir a instancias superiores que le orientasen. Serían los valores inversos a los que hasta ahora habían prevalecido: la moral del rebaño. A esta tarea Nietzsche la denomina la “transvaloración de todos los valores” Con ello quedaría restaurada la primitiva moral de los señores. 6.3. EL ETERNO RETORNO La idea del eterno retorno se puede encontrar en sus obras La gaya ciencia y Así habló Zaratustra. Afirmó en ellas que esta vida se repetirá innumerables veces, tal como la hemos vivido en todos sus detalles, sin excepción, como eran, en el mismo lugar y en el mismo tiempo; lo mismo que ocurre con un reloj de arena que, cuando acaban de bajar todos sus finísimos granos, se invierte y vuelve a repetirse todo exactamente como antes. Pero, ¿qué sentido tiene esta afirmación? Nietzsche renunció a demostrar científicamente esta doctrina, presentándola como una “revelación” o inspiración súbita. Con ella pretende afirmar la vida terrenal, el devenir y la inmediatez del instante; su aceptación sin enmiendas ni correcciones; idéntica una y otra vez. El hombre superior, al contemplar la vida sería capaz de decir “¿esto era la vida? Pues bien: ¡otra vez!”. Asimismo, también le sirve para negar supuestas realidades eternas ajenas al dinamismo de este mundo, como serían Dios o la idea de una vida en el más allá. El eterno retorno es, en síntesis, la autoafirmación de este mundo y de esta vida, es la perpetuación del devenir, que deja de ser nacimiento y destrucción para convertirse en vida eterna terrenal. La idea del eterno retorno puede ser terrible para el hombre sin fortaleza anímica, pues una de sus consecuencias es que todo lo doloroso, bajo y mezquino es tan eterno como sus contrarios. Al hombre superior, sin embargo, le plantea el imperativo de que sus actos sean lo suficientemente nobles y grandiosos como para merecer esa eternidad. Si el presente va a repetirse eternamente, lo lógico es intentar que cada instante sea de euforia y alegría (“¡Pues todo gozo quiere eternidad! Todo gozo quiere la eternidad de todas las cosas”). Por ello, la aceptación gozosa del eterno retorno es otra señal de la grandeza del hombre superior: “Mi fórmula para expresar la grandeza den el hombre es el amor fati (amor al destino): el no querer que nada sea distinto ni en el pasado, ni en el futuro, ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y menos aún disimularlo…, sino amarlo” 7. TEXTO DE SELECTIVIDAD Friedrich Nietzsche “El crepúsculo de los ídolos”. Historia de un error. Cómo el "mundo verdadero" acabó convirtiéndose en una fábula. En este capítulo Nietzsche analiza lo que para él es el “error” que ha viciado toda la cultura occidental: la contraposición "mundo real"/"mundo aparente". A partir de ella el hombre ha creado una cultura racional; ha “inventado” una serie de explicaciones y conceptos para explicar la realidad (crítica a la metafísica) Este error tiene su origen en Platón quien postuló la existencia de un supuesto “mundo verdadero” ajeno a los sentidos, al devenir. Un mundo que permite al hombre escapar a lo problemático y terrible de este mundo y se convierte en el mundo perfecto, sublime, cuando en realidad es nada, es “no-ser”. A continuación examina en cómo el “mundo de las Ideas” ha ido degenerando en sucesivas fases hasta su desaparición: el nihilismo 1. El mundo verdadero, asequible al sabio, al piadoso, al virtuoso, -él vive en ese mundo, es ese mundo. (La forma más antigua de la Idea, relativamente inteligente, simple, convincente. Transcripción de la tesis «yo, Platón, soy la verdad»). La primera formulación del error la representa el mundo de las “Ideas” de Platón. Este mundo "verdadero", en cuya cúspide está la idea de Bien, (causa última de todo) es asequible al sabio y al virtuoso. Hay que recordar la conexión entre virtud y saber establecida por Platón: para poder acceder al mundo de las ideas es necesario renunciar al mundo de los sentidos (salida de la caverna) que implica la virtud como control de la razón sobre los impulsos corporales, materiales; y, por otro lado sólo quien conoce la Idea del Bien puede actuar virtuosamente. El “filósofo” se instala en ese mundo, vive en ese mundo y es él quien decide que es real; es quien crea esa realidad y olvida que la crea, esto es, no reconoce su carácter de “ficción vacía” sin contenido: las ideas-esencia que contempla se obtienen a partir de la negación del mundo de los sentidos que se convierte en el “mundo aparente”. Se trata de una “hipótesis simple y convincente” cuyo fundamento es la altura intelectual de su fundador: "yo, Platón, soy la verdad". 2. El mundo verdadero, inasequible por ahora, pero prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso («al pecador que hace penitencia»). (Progreso de la Idea: ésta se vuelve más sutil, más capciosa, más inaprensible, -se convierte en una mujer, se hace cristiana...). En un segundo momento el platonismo se funde con el cristianismo. Pero, a causa de esta fusión, la conexión racional del hombre con el “mundo verdadero” se debilita poco a poco, hasta llegar a ser sustentada sólo por la fe. De esta manera, el mundo verdadero se aleja, se hace inaccesible "por ahora", mientras se permanezca en el “mundo de la tentación y el pecado”; pero no para siempre: es prometido tras la muerte a quien renuncie al “mundo material”, a quien se haga digno de alcanzarlo: al que hace penitencia. En definitiva la “Idea” sigue presente, pero es más difícil llegar a ella (“más sutil, más capciosa, más inaprensible, se convierte en "mujer"1) 3. El mundo verdadero, inasequible, indemostrable, imprometible, pero ya en cuanto pensado, un consuelo, una obligación, un imperativo. (En el fondo, el viejo sol, pero visto a través de la niebla y el escepticismo; la Idea, sublimizada, pálida, nórdica, königsberguense). La Ilustración llevó a cabo una crítica a la religión revelada y sentó los fundamentos de una “religión racional” (Deísmo). Desde el punto de vista ilustrado en general y de Kant en concreto, el límite del conocimiento es la experiencia y por tanto, lo que está más allá de esta experiencia es incognoscible. Para Kant las ”ideas” de la razón son ilusiones: “El mundo verdadero, inasequible, indemostrable, imprometible” Pero este mundo no desaparece totalmente. En cuanto el hombre no es sólo un fenómeno natural sino también un ser moral está legitimado a "postular" (pensar) la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y su propia libertad pues nuestra naturaleza moral no puede sostenerse sin estos "consuelos". La existencia de Dios se sostiene por el imperativo moral. En Kant la escisión mundo verdadero/mundo aparente se convierte en la contraposición fenómeno/Noúmeno. Es el “sol” (idea suprema) de Platón pero debilitado: al principio era objeto directo del conocimiento, luego sólo prometida y ahora es sólo un postulado de la razón práctica, un objeto de "fe racional", un sinsentido. El “viejo sol”, visto a través de la niebla del escepticismo ilustrado (imposibilidad de conocerlo racionalmente), de la niebla de Königsberg, la ciudad donde nació y vivió Kant. 4. El mundo verdadero -¿inasequible? En todo caso, inalcanzado. Y en cuanto inalcanzado, también desconocido. Por consiguiente, tampoco consolador, redentor, obligante: ¿a qué podría obligarnos algo desconocido? ... (Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo). En el siglo XIX se desarrolla el positivismo, una concepción filosófica que afirma que la realidad son “hechos” a los que sólo se puede acceder mediante el método científico, experimental. El positivismo toma en serio la idea de Kant de que el conocimiento no puede ir más allá de la experiencia sensible y por tanto el “mundo verdadero” (el ser, las ideas) no se puede alcanzar mediante el uso de la razón, es decir pertenece a lo desconocido. 1 El pecado cristiano tiene nombre de mujer. En su origen están "la curiosidad, el engaño mentiroso, la facilidad para dejarse seducir, la concupiscencia; en suma, una serie de afecciones preponderantemente femeninas". Este pecado, como pecado original, tiene el valor de la carga pesada que empequeñece, envilece a todo ser por el mero hecho de existir, de nacer a la vida de la tierra y por obra de una mujer, porque en esto consiste el castigo. (“el ser no es nada”) Pero, si es desconocido, tampoco pueden ser aceptados como postulados de la razón práctica obedecen inconfesables prejuicios teológicos. La razón práctica kantiana. Son prejuicios teológicos que no pueden servir de consuelo o de redención (comienza la muerte de Dios). Y sin el consuelo de Dios y de la inmortalidad del alma ¿qué sentido tiene el deber? Desaparece el fundamento de la moral kantiana: el hombre queda liberado de obligaciones. Dios ha muerto. Es el primer bostezo de la razón. Comienza a salir de nuevo la luz, comienza a despejarse la oscuridad creada por Platón, y la razón despierta de su sueño dogmático, aunque aún se mantiene la dualidad de los dos mundos (para el positivismo lo real es la experiencia y lo aparente es lo no verificable empíricamente) 5. El «mundo verdadero» -una Idea que ya no sirve para nada, que ya ni siquiera obliga, -una Idea que se ha vuelto inútil, superflua, por consiguiente una Idea refutada: ¡eliminémosla! (Día claro; desayuno; retorno del bon sens y de la jovialidad; rubor avergonzado de Platón; ruido endiablado de todos los espíritus libres) Aparece Nietzsche, que comienza a hacer ver que la historia del mundo "verdadero" es la historia de un error.2 Ante la inutilidad de la Idea, que ni siquiera obliga, se toma la decisión de eliminarla. Este es el nihilismo activo: destrucción de todos los valores suprasensibles heredados de Platón. Retorna el “buen sentido” (sentido común), es decir, la asunción de que el único mundo que hay es éste en que vivimos y que el otro, el mal llamado “verdadero”, no era más que una carga. “El ruido endiablado de los espíritus libres” es el encargado de destruir las “sombras“ del mundo verdadero. Los espíritus libres guiados por la voluntad de poder deben desenmascarar los conceptos supremos, mostrar que son ficciones que no representan nada. Es la “filosofía del amanecer” que permite mostrar la historia de la metafísica como la historia de un error. Es el momento del león. 6. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿Acaso el aparente?... ¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente! (Mediodía; instante de la sombra más corta; final del error más largo; punto culminante de la humanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA [comienza Zaratustra]). Comienza Zaratustra, la “filosofía del mediodía”, (elemento positivo del pensamiento nietzscheano, final del error más largo). La obra cumbre de este período es Así habló Zaratustra (1883). Toda la metafísica occidental se había construido sobre un “mundo verdadero” imaginario pero que nos servía para orientarnos en el mundo de lo sensible. Es decir, los fundamentos epistemológicos morales y religiosos provenían de ese “mundo verdadero”: el verdadero conocimiento era el conocimiento de las Ideas; el buen comportamiento era el comportamiento afín a la Idea del Bien; la esperanza del hombre era Dios Pero ¿qué hacer tras la desaparición de las Ideas? ¿Qué hacer tras la muerte de Dios? ¿Qué es verdadero y qué es falso? ¿Qué está bien y qué está mal? Tras haber eliminado el "mundo verdadero" hemos eliminado también el aparente. Si el mundo de los sentidos se convirtió en el aparente por contraposición al mundo verdadero, al de las ideas, al desaparecer éste, ya no tiene sentido hablar de aquél; carece de sentido mantener la contraposición: no queda nada; solo la existencia, la vida, el Mundo. Se constituye un nuevo tipo de racionalidad “más allá del bien y del mal”. El pensamiento y la acción humanas ya no van contra la vida o en venganza hacia ella, sino que “bendicen el devenir”, dicen sí a todo lo negado hasta ahora. 2 Esta es la época en que inicia su crítica a la metafísica, representada por Humano, demasiado humano (1878), El paseante y su sombra (1879), Aurora (1881) y La ciencia jovial (1882). El primero de ellos está dedicado a los espíritus libres. En este momento, surge Zaratustra, con su doctrina del eterno retorno y el superhombre. Es el momento de la sombra más corta, es decir, donde ya no hay engaños, donde todo se muestra tal como es. Es el momento del fin del error más largo, es el momento de la verdad. La afirmación del eterno retorno convierte la vida en lo absoluto y nos libera de las pesadas cadenas de la metafísica platónico-cristiana.