La Eucaristía fortaleza para el enfermo. La Eucaristía: Es el sacramento por excelencia: “fuente y cumbre de toda la vida litúrgica”, “centro de la comunidad cristiana y de su misión”. En la Eucaristía recibimos el don del Espíritu y somos insertados en el dinamismo pascual de muerte – resurrección. El enfermo es un memorial viviente de la Pascua del Señor; en su historia de sufrimiento, el Espíritu se convierte en una invocación confiada al Padre para que su situación de enfermedad llegue a ser lugar de la manifestación de la Pascua del Señor. <<La Eucaristía, sin ser el sacramento específico de la enfermedad, tiene estrecha relación con ella. Primero, porque el enfermo ya vive en la fe la incorporación de su enfermedad a la Pasión de Cristo, puede tener el deseo de celebrarla sacramentalmente. En segundo lugar, porque la Eucaristía servirá para descubrir al enfermo, tentado de encerrarse egoístamente en sí mismo, el sentido de comunión total con Dios y los hombres que Cristo da a la vida>>. El enfermo, por la ruptura y la división que causa en él la enfermedad, tiene hambre de comunión. Mientras la enfermedad tiende a encerrarlo en sí mismo, la Eucaristía los ayuda a abrirse, a entrar en comunión con los demás.”. En especial se pide que se asegure la comunión eucarística a las personas con minusvalía mental, bautizadas y confirmadas: éstas reciben la comunión en la fe de la familia y de la comunidad que les acompaña. La imposibilidad de conocer la sensibilidad efectiva propia de ciertos tipos de enfermos no es una razón suficiente para no darles todos los apoyos sacramentales de que dispone la Iglesia. Es importante que quienes sufren por minusvalía puedan ser reconocidos como miembros de la Iglesia a todos los efectos y tengan en ella su justo lugar. La Eucaristía es la celebración del amor, de la entrega, de la donación, del ofrecimiento del propio dolor por los hermanos. Es cuando el enfermo se vuelve “apóstol”. Juan Pablo II habla del “valor salvífico del sufrimiento humano por el amor que en él se expresa. Por lo que, dado que se abre al enfermo la plenitud pascual, se recomienda intensificar la práctica de la Eucaristía. Es deseable, además, que la funcionalidad arquitectónica de las iglesias facilite su participación en las celebraciones. “Cuando los cristianos pasan de esta vida, son confortados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, como viático, y en esta forma poseen la prenda de la resurrección que el Señor prometió: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (JN 6, 54)… La Eucaristía, memorial del sacrificio de Jesucristo, nos introduce en la dinámica de quien da su vida por amor. La insistencia del Magisterio sobre el 1 Sacramento de la Eucaristía nos compromete a valorar mayormente la Eucaristía como Viático para nuestros hermanos moribundos. Un significado especial de la Eucaristía, como cumbre de la vida cristiana, encierra su recepción como santo Viático. La comunión recibida en forma de viático debe considerarse como una señal especial de participación en el ministerio que se celebra en la Eucaristía, que es la muerte del Señor y su paso hacia el Padre” Si la vida cristiana es un vivir "según el Espíritu", para poder participar en la gloria del Resucitado, ésta requiere un morir como cristianos. Para el bautizado, la muerte es participar en la victoria de Cristo sobre la muerte y entrar en la casa del Padre, llevando a término la pascua inaugurada por el bautismo. 1. Viático: muerte y resurrección La comunión eucarística dada a los moribundos en forma de viático es la "prevención" (ephodion/viaticum) para el gran viaje más allá de la muerte: sosteniendo al bautizado contra los últimos asaltos del "enemigo" en el momento supremo de su vida, es el alimento de vida y la bebida de salvación que alimentan el paso de esta condición terrena a la ultraterrena, de la condición mortal a la inmortal. Es lo que expresa la fórmula del Viático: "Él mismo (Señor Jesucristo) te guarde y te lleve a la vida eterna". La eucaristía es consuelo y principio de vida eterna. "En el tránsito de esta vida, el fiel, robustecido con el Viático del cuerpo y sangre de Cristo, se ve protegido por la garantía de la resurrección". (Praenotanda al Ritual de la unción, n.26). Jesús mismo dejó a los creyentes esta promesa: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día". El efecto de la eucaristía es total. Afecta al cuerpo y al espíritu. Todo el ser del bautizado es hecho conforme con el Cristo muerto para participar en su resurrección. El Viático representa, desde este punto de vista, el signo eficaz de la vida eterna signo en el sentido fuerte, en cuanto la manifiesta de modo escondido, pero real, la indica, la hace presente y la hace brotar. El Viático es viaje hacia la gloria de la resurrección. 2. Viático: participación en el misterio pascual El rito insiste mucho en recomendar que el Viático sea dado, posiblemente, durante la celebración de la eucaristía en la casa del moribundo bajo las dos especies. El motivo es que tal conexión expresa mejor el significado pascual de la última eucaristía, como evento de participación en la muerte y resurrección de Cristo. El Viático, en efecto, hace participar la muerte del cristiano en el dinamismo del sacrificio redentor: la muerte asume entonces el significado de una ofrenda sacrificial unida a la de Cristo, el cual la acoge y presenta al Padre en el Espíritu. En cuanto participación en el sacrificio de Cristo, el Viático es al mismo tiempo participación en la resurrección de Cristo, en su tránsito de este mundo al Padre. El Viático es prenda de vida eterna. 2 3. Viático y bautismo La comunión eucarística en forma de viático está en estrecha relación con el bautismo, como su conclusión plena. Este vínculo con el bautismo es recordado, durante el rito, por la aspersión inicial con el agua bendita. Es igualmente evocado por la profesión de fe y el rezo del Padrenuestro. El bautizado percibe su propia existencia como una peregrinación. El Viático es el sacramento del cumplimiento de esta peregrinación. Hay un paralelismo fundamental entre la primera iniciación(Bautismo,Confirmación y Eucaristía) que introduce en la comunión del pueblo de Dios, pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu, y la última iniciación (Penitencia sacramental, Unción y Viático) como entrada en la comunión de los bienaventurados que viven en la Trinidad. 4. Viático e Iglesia Este momento supremo no es vivido en la soledad, sino en la Iglesia y como Iglesia. El cristiano no puede morir solo. Si con el bautismo ha sido incorporado a la Iglesia, el tránsito de este mundo a la vida eterna es igualmente vivido en la comunión de la Iglesia, con los hermanos y las hermanas en la fe. El Viático es, desde este punto de vista, un derecho de los bautizados y un deber de la comunidad cristiana para con los moribundos. La Iglesia, que ha regenerado al creyente con el bautismo, no puede estar ausente en el momento en que un hijo suyo termina su itinerario bautismal. Es lo que se desprende del conjunto del rito, especialmente si se celebra en forma comunitaria, y en particular del beso de paz previsto por el rito mismo. La presencia de la Iglesia está expresada por la intervención de los diferentes ministros, por los parientes y por el grupo (pequeño o grande) de los fieles. La Iglesia en la tierra se reúne en torno a un hijo suyo moribundo, lo sostiene con la oración, recibe su último acto de fe y le ofrece el don de la eucaristía, acompañándolo con su abrazo de paz y presentándolo a la misericordia de Dios. 3