Base Bíblica del porqué debemos trabajar en unidad, y en alianzas Talvez han escuchado que la mayoría de nosotros en COMIBAM, creemos que la única manera de llevar a cabo la tarea “de hacer discípulos” eficientemente, es haciéndolo juntos. No decimos esto porque creamos que el trabajar juntos sea estratégicamente bueno. Lo decimos porque creemos que la Biblia es muy clara en este tema de la unidad. Por lo que aquí hablaremos sobre lo que la Biblia dice acerca de la unidad y cómo, como creyentes, debemos relacionarnos los unos con los otros. Toda la creación de Dios, hombre, mujer y la naturaleza, fue creada a su imagen. Todos los elementos de la creación funcionaban en armonía, encajaban natural y maravillosamente. Existía la confianza, la libertad, la belleza, la responsabilidad, el gozo y un sentido positivo del valor de cada parte de la creación. Había comunión racional, moral, espiritual entre Dios y el hombre que resultaba en confianza, comunicación y transparencia absoluta. Dios creó al hombre para vivir en comunidad, no en aislamiento. Las Alianzas están basadas en el evangelio de relaciones restauradas El problema del hombre es: Su pecado que destruyó la relación entre él y Dios. El efecto de esta destrucción fue tanto a nivel individual como comunitario. Después de la fatal decisión de Adán y Eva en Génesis 3, las relaciones se destruyeron en estos cinco niveles: Dios y el hombre, quienes previamente se encontraban y se hablaban abierta y libremente en el jardín del Edén, ahora estaban distanciados. Adán, al darse cuenta que había traicionado la confianza de Dios, se escondió. Se había destruido la abierta relación de Adán con el Señor. Las inolvidables palabras: “¿Dónde estás?” (3:9) nos cuentan qué pasó. Antes de desobedecer, Adán no sabía qué era el miedo, mucho menos la vergüenza. Pero ahora admitía, delante de Dios, que sabía que estaba desnudo. Adán perdió todo el sentido de su plenitud, belleza y valor cuando se abrieron sus ojos al bien y al mal. Por primera vez, vio dentro de sí y no le gustó lo que vio. También se había destruido la relación consigo mismo. “Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo…” (3:10), esto dice mucho. Adán rechaza toda responsabilidad al echarle la culpa de su propio pecado a Eva. La confianza entre ellos nunca volvió a ser la misma. Y se establece un patrón. Poco después, Caín rechaza su responsabilidad del paradero de Abel y le miente a Dios. La relación del hombre con los demás también se destruyó. Las palabras: “¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano?” (4:9) han repercutido a través de la historia. Bajo el orden creado, Adán y Eva tenían gran responsabilidad, libertad y gozo. Antes de la caída su trabajo era creativo y agradable. La reproducción debía ser una experiencia llena de alegría. Pero, ahora la tierra se resistiría y sólo con el “sudor de la frente de Adán”, ésta le rendiría. El parto sería con dolor. Así, la relación con el orden creado estaba destruida. “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente” (3:19) era algo muy distinto a la abundancia existente en el Edén. En el jardín del Edén existían dos árboles, uno daba vida eterna, el otro era la fuente de conocimiento del bien y del mal. Cuando el hombre rompió con el diseño de Dios y comió del segundo árbol, se le negó el acceso al primero. En un acto de amor, Dios llevó a Adán y a Eva fuera del jardín, asegurándose que nunca comerían del árbol de la vida y vivieran para siempre en oscuridad i. La relación con la vida eterna y con la presencia íntima de Dios se había destruido. “Porque eres polvo, y al polvo volverás” (3:19b) dijo Dios. Luego colocó a los querubines y una espada ardiente a la orilla del jardín “…para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida” (3:24). Usted se preguntará: “¿Cómo se relaciona el diseño de Dios y la historia de Génesis y su destrucción, con las alianzas del Reino?” Veamos. Toda alianza eficaz y perdurable se establece sobre relaciones de confianza. Confianza en los miembros que se inicia con el liderazgo (el facilitador o equipo facilitador). Finalmente, la confianza debe existir entre todos los participantes. Luego, confianza en el proceso. Cómo se forme y opere la alianza será un indicio de las señales negativas o positivas, con implicaciones a largo alcance. Y por último, confianza en la visión, en objetivos específicos y planes para poner en marcha los objetivos de la alianza. Jesús sugiere que la condición de mis relaciones con los demás es un indicio clave de mi propio corazón—de tener una correcta relación con Dios. En Lucas 10, leemos acerca del intérprete de la Ley que quiso poner a prueba a Jesús sobre cómo podía estar seguro de la vida eterna. Jesús le devolvió el desafío y le preguntó cómo era que el entendía las Escrituras. El experto, en su famosa respuesta, dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:25-27). La respuesta de Jesús fue simple pero apabullante: “Bien has respondido; haz esto y vivirás” (Lucas 28).ii Cuando nos vemos forzados a entablar una relación, particularmente si estamos tensos, aflora nuestro verdadero carácter con notable claridad. Si una docena de personas, inesperadamente se ven obligadas a compartir un bote salvavidas por un mes, pronto se darán cuenta cuál es el verdadero carácter de cada uno. Y si las mismas personas son secuestradas y retenidas durante una semana en un ambiente de tensión de vida o muerte, enfrentarán la misma realidad. Dicho en pocas palabras, no hay lugar donde ocultar su “verdadero yo”. Cuando en el ministerio trabajamos por nuestra cuenta, frecuentemente ocultamos nuestros verdaderos sentimientos, cualidades y ambiciones. Pero, al trabajar en una alianza y si es por varios meses o años, tendemos a sacar lo que de otra manera ocultaríamos acerca de nosotros mismos, y lo qué opinamos acerca de los demás. La gente y los ministerios sencillamente no pueden trabajar juntos todo el tiempo, con eficiencia, sin una ruptura en las relaciones. Esto continúa persiguiéndonos desde los acontecimientos del Jardín del Edén. El experto en la Ley de Lucas 10, al citar los mandamientos del Antiguo Testamento, tocó el meollo del asunto: En toda alianza debemos tener relaciones abiertas. Si fingimos, empleamos frases trilladas o piadosas (con el propósito de evitar pensar o discutir los verdaderos asuntos), o si esquivamos los temas de alguna otra manera, finalmente llegaremos al fracaso. No funcionará, pero al final de todas maneras todo sale a la luz. Por ello es mejor reconocer cuáles son los verdaderos problemas y tratarlos directamente. El diseño de Dios siempre es el mejor camino. Un elemento interesante en la respuesta del experto en la Ley y en el mandamiento del Antiguo Testamento, es que para evaluar nuestro amor por el prójimo debemos basarnos en el conocimiento y comprensión del amor hacia nosotros ¡mismos! En estos tiempos de excesivo ensimismamiento, talvez suene fuera de lugar, sugerir o considerar lo siguiente: En Génesis, cuando Adán reflexiona sobre su relación con Dios, su arrepentimiento por la falta cometida y su desnudez, se esconde, lleno de vergüenza y miedo. Sabía quién era y quién había sido y sentía una gran pesadumbre por el terrible cambio que había ocurrido. El énfasis de la iglesia en la salvación ha sido el de estar a cuentas con Dios, nunca acerca de que Dios quiere restaurar nuestra plenitud interna. De acuerdo a las Escrituras, sí debemos amarnos a nosotros mismos. Pero, no en un sentido humanista y narcisista, sino en una forma que entendamos quiénes somos en Cristo: Hemos sido hechos a su imagen, tenemos un valor infinito, y podemos hacer una diferencia en el mundo. En el diseño de Dios, el amor está presente de tres maneras: Plenitud en Dios Plenitud dentro de nuestro ser Plenitud con los demás Por años, se observan cientos de creyentes que realizan una amplia variedad de funciones. Aquellos que han llegado a una comprensión sana de quiénes son y cuál es su propio valor en Cristo, casi siempre son los más eficaces para relacionarse con los demás. Las alianzas eficaces y duraderas siempre se establecen sobre la base de un enfoque auténtico que construye relaciones confiables, abiertas y restauradas. Relaciones y unidad en el cuerpo de Cristo Veamos qué dice el Nuevo Testamento sobre la unidad en la iglesia. En Romanos, capítulo 12:1-8… Pablo nos exhorta a ser “transformados” mediante la renovación de nuestra mente. A no pensar como el mundo actual, sino a “transformar nuestros pensamientos”. (v 3-5) “Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que deba tener”. Necesitamos transformar nuestra mente respecto a nosotros mismos, en relación con las otras partes del cuerpo de Cristo. En los versículos 5 al 8, Pablo habla de la importancia de los dones para la edificación de la iglesia. Cada uno es necesario para que la iglesia sea eficaz. No son para nosotros, sino para el beneficio de los demás. La unidad en los creyentes Pasemos a 1 Corintios 12:12-27 (v 21) La actitud del ojo en relación con la cabeza. El ojo se siente superior a la mano y la cabeza se siente superior al pie. Luego, la actitud del pie y la oreja (v 15-16.) El pie se siente inferior a la mano y la oreja se siente inferior al ojo. Pero, ¿cuál es la actitud correcta? Es incorrecto sentirnos superiores. Es igualmente incorrecto sentirnos inferiores. Estas actitudes afectan el deseo de Dios de unidad en la iglesia porque afectan nuestras relaciones. Algunos pensarán que no necesitan a nadie porque sus habilidades y dones son suficientes. Otros, pensarán que su contribución es poca cosa. También afectan la manera cómo enfocamos nuestro ministerio: Debemos respetar el ministerio de cada uno. Un versículo clave que debemos estudiar es 1 Corintios 12:25 “a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual, unos por otros”. Sabemos que existe división en el cuerpo, y que los diferentes miembros no se preocupan mucho unos por otros. Más, sin embargo, Dios nos dice que ¡no debe haber división! Somos el cuerpo de Cristo, y si el cuerpo va a funcionar tan eficiente y eficazmente como debe, realmente necesitamos los unos de los otros. Algunas veces tendemos a desanimar a los demás, a criticarlos. Mas, el deseo de Dios es que “transformemos nuestra mente”. Eso significa que en lugar de criticar, debemos estimular. Somos miembros del mismo cuerpo, de la misma familia. Y debemos relacionarnos de una manera positiva y alentadora. Ahora, veamos el Evangelio de Juan, capítulo 17. Juan 17:20-23 Jesús quiere que los creyentes sean uno solo (v 21) Quiere que los creyentes reflejen la relación entre el Padre y el Hijo (v 21) Desea la unidad (v 21, 23) A través de la unidad de los creyentes, el mundo tiene prueba que Dios envió a Jesús (v 23) En Romanos y 1 Corintios, vimos que para Dios es importante la manera en que nos relacionamos unos con otros. Y ahora vemos, de estos versículos del Evangelio de Juan, que la manera cómo nos relacionamos con los demás afecta nuestro testimonio, porque nuestra unidad impacta nuestro testimonio en un mundo incrédulo. Jesús dice: “Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste” (v 23). Otro pasaje toral del Nuevo Testamento es Efesios 4:1-6 y 11-16. La unidad requiere esfuerzo (v 2) Los dones se otorgaron con un propósito: Para que el cuerpo de Cristo sea edificado hasta alcanzar la unidad en la fe (v 13) De igual manera en nuestro ministerio, conforme buscamos alcanzar a los que nos rodean, necesitamos de los obreros de ayuda, los traductores de las escrituras, la gente de la radio, los evangelistas, los que hacen discípulos. Todos, necesitamos de todos, si queremos edificar una iglesia eficiente. La cabeza del cuerpo es Cristo (v 15) El énfasis está en la unidad con las palabras, ‘sostenido’ (v 16) y ‘ajustado’ (v 16). En 1 Corintios 12 y 14, los diferentes miembros del cuerpo poseen una función propia, reconocida. Aquí, en Efesios, se nos introduce el ligamento, el cual posee una función separada. La tarea del ligamento es mantener todas las partes principales del cuerpo unidas. Une, sostiene, ajusta. Tiene un papel importante en mantener todo el cuerpo unido. Así, que, quizá haga falta algo en la iglesia para que las diferentes partes del cuerpo de Cristo también permanezcan unidas. La unidad trae bendición Finalmente, las Escrituras dicen que cuando trabajamos juntos en unidad, cuando trabajamos juntos en alianzas, hay bendición, hay liberación del poder del Espíritu Santo. ¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía! Donde se da esta armonía, el Señor concede bendición y vida eterna. Salmo 133. En este salmo tenemos dos figuras: primero está la figura del aceite, ¿qué es una comparación de...? La bendición que rebosa Y la segunda es la figura del rocío, ¿qué es una comparación de...? La frescura de algo que trae vida Dios dice que hay una bendición especial cuando su pueblo vive, y trabaja en unidad. Y la expresión práctica de vivir y trabajar juntos en unidad es colaboración y alianza. Debemos hablar también sobre los conceptos de unidad y uniformidad. Las dos palabras tienen significados diferentes. Si buscamos en el diccionario, veremos que la palabra unidad significa “uno”, mientras que la palabra uniformidad, significa “semejanza”. En algún momento, se habló mucho acerca de la unidad de la iglesia pero, se referían a la uniformidad. ¡Semejanza en oposición a unidad! Dios no quiero que todos seamos iguales, sino que desea que su pueblo sea ¡“uno”! Anteriormente, mencionamos el cuerpo compuesto por brazos, piernas, ojos, oídos, manos y demás. Hay muchas partes diferentes en un cuerpo, hay diversidad en un cuerpo, y, sin embargo, el cuerpo es uno. Hay unidad en la diversidad. La iglesia está compuesta por diferentes iglesias, con diferentes ministerios. En las áreas que servimos, hay diferentes ministerios, en muchas iglesias diferentes. El punto es que funcione el cuerpo, necesitamos cada una de las diferentes partes pero, también debemos actuar y pensar como un solo cuerpo. Un escritor y pastor, Rob Warner de Inglaterra escribió: “La unidad bíblica es la única base adecuada para la eficiencia de nuestros ministerios. Solamente juntos podemos ejercer un impacto verdadero en nuestras comunidades, nuestras naciones y el mundo entero”. “Juntos firmes: Convicción evangélica, unidad y visión” 1996. Génesis 3:8-10, 3:22-24, 4:1-9 La iniciativa de Dios: Restaurar su relación con nosotros. Génesis 17, Juan 3:16-17 La salvación se define como una relación de amor. Lucas 10:25-28 El ministerio se define como una tarea de reconciliación 2 Corintios 5:18-19 Somos llamados a acciones prácticas. Envió a su Hijo a decirnos que la guerra terminó, que ya no hay más división. A menos que podamos hacer algo para restaurar la comunión, el pueblo de Dios no tendrá mucho que decir. Colosenses 3:12-17 Las Alianzas están basadas en la creación divina de la diversidad. Los estilos diferentes. Podemos estar al mismo tiempo, en el mismo lugar, haciendo cosas diferentes. Mateo 11:2-19 Los papeles diferentes. Papeles diferentes en el proceso de evangelización. 1 Corintios 3:3-11 Los momentos diferentes. Revelado en diferentes maneras, en diferentes momentos. Hebreos 1:1-2, 2:2-4 Las audiencias diferentes. Cuando queremos alcanzar a diferentes personas en diferentes audiencias no las podemos ver a todas iguales. Hechos 15:1-11 Las Alianzas están basadas en el deseo divino de unidad en la diversidad: El Cuerpo de Cristo. Romanos 12:3-8, 1 Corintios 12, Efesios 4. Las Alianzas son esenciales para que el evangelio tenga credibilidad. Palabras versus Obras Juan 5:31-40, Mateo 11:2-5 Creer como resultado de la unidad Juan 17:20-23 Las Alianzas ofrecen esperanza y fortaleza. Restauran la esperanza: “No estoy solo en la batalla” Renuevan las fuerzas: “Yo no tengo que hacerlo todo” Liberan el poder del Espíritu Santo Salmo 133 i Sin embargo, debido a la obra redentora de Jesús en la cruz, las extraordinarias buenas nuevas de la redención, es que el acceso de los creyentes al Árbol de la Vida es restablecido (Apocalipsis 22:14). Tres árboles marcan el maravilloso ciclo de vida del plan de Dios: el Árbol de la Vida en Génesis, el Árbol del Calvario en los Evangelios que establece el puente, el “camino de regreso” al Árbol de la Vida para el hombre redimido en Apocalipsis. ii De esta simple y asombrosa definición de la base de la salvación, surgen algunas preguntas interesantes y hasta inquietantes acerca de los enfoques más complejos que se han infiltrado en la iniciativa del evangelismo de la iglesia en los últimos cien años.