El amor a la Palabra 1 Pedro 1: 25; 2 Pedro 1:19-21 Tal vez Ud. nunca ha tenido la experiencia de amar, entretenerse, disfrutar y meditar en la Palabra de Dios. O tal vez Ud. amó un día esa Palabra, pero ha dejado de buscar en sus historias y enseñanzas la inspiración para su vida diaria. O tal vez no. Tal vez Ud. ha amado la Palabra por mucho tiempo y todavía sigue amándola y atesorándola como lo más valioso de su vida. Todos: creyentes y no creyentes, escépticos e indiferentes, nos encontramos en alguna de esas categorías. Pero, sin importar cuál sea su relación con la Palabra de Dios en estos momentos, quiero animarle a prestarle toda la importancia que se merece. Ud. puede escuchar el testimonio de personas que comentan cómo la lectura de un determinado libro cambió o afectó profundamente sus vidas. Pero es seguro que ningún otro libro en la historia ha cambiado a tantas vidas de una manera positiva como la lectura y el conocimiento de la Biblia. Hoy quiero llamar su atención a algunos pocos aspectos que hacen de la Biblia el libro más especial de todos cuantos existen. La Biblia es la Palabra eterna de Dios. En las paredes exteriores del Ministerio de Cultura en Santo Domingo, República Dominicana, hay un largo mural con las fotos de periodistas, políticos, escritores y artistas dominicanos a los que se les pregunta cuál es su libro favorito. Varios de ellos responden que la Biblia, o algún libro específico de la Biblia. Como ellos, cientos de millones de personas en el mundo tienen la Palabra de Dios como la base de sus vidas. Una de las razones para este impacto de la vida, lo hallamos en las palabras del apóstol Pedro a Jesucristo, “Señor, tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). La Palabra de Dios impacta y conecta con gente de todas las naciones, culturas y lenguas porque habla de modo contundente a las necesidades profundas del ser humano. Ella es la Palabra del propio Creador que conoce nuestras necesidades. Es la Palabra que muestra el carácter infinito de su Autor. Por eso, la Biblia misma indica: “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8). “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Juan 8:51). La Biblia es la palabra profética más segura. 2 Pedro 1:19. En un mundo de incertidumbre, de falta de sentido y de propósito, la Palabra de Dios se hace oir como una voz segura. Una voz en la cual hay esperanza. Una voz que deja libertad y espacio al ser humano para escoger su camino, pero que a la vez le indica las consecuencias de sus decisiones. La Biblia, como libro profético, nos muestra que todo lo que ella afirma se cumple, “sin faltar una jota ni una tilde”. Al recorrer sus páginas podemos hallar en ellas un ancla, una lámpara, una espada de doble filo que nos sostiene, nos alumbra y nos ayuda a comprender la verdad de Dios. Por encima de todas las voces de este mundo, está la Palabra de Dios, segura y firme en la cual podemos creer y por medio de la cual podemos vivir confiadamente. La Biblia nos llama a permanecer en su verdad. Este es llamado para aquellos que en algún momento de nuestra vida empezamos a conocerla y a recibirla. Hoy en día existen numerosas versiones de la Escritura en castellano (desde la versión alfonsina del siglo XIII, pasando por la Reina-Valera y sus actualizaciones, hasta la Nueva Versión Internacional, la Biblia de las Américas, la de Jerusalén, las versiones populares y en lenguaje actual, y varias otras). Con tal variedad es difícil recomendar una versión en particular. Mi recomendación es tratar de leer todas las versiones posibles y conocer, aunque sea lo básico, acerca de los hallazgos recientes de manuscritos más antiguos (anteriores al siglo IV). Lo importante es interesarse por la lectura y dejar que esa Palabra moldee, transforme y enriquezca nuestra vida. Como le dijo Pablo a los Filipenses (3:16), “la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”. El Señor mismo definió su relación con los creyentes con base en su Palabra, “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31). Y nos promete, “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). La Biblia nos exhorta a darla a conocer a otros. Esta Palabra no es solo para nuestra salvación y nuestro beneficio personal. Es una Palabra para ser compartida. Y para ser compartida con urgencia, “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2). Pablo pedía a los creyentes que oraran para que “la Palabra de Dios corra y sea glorificada” (2 Tesalonicenses 3:1), porque “la fe es por el oir, y el oir, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17), Esta “palabra de Dios es viva y eficaz” (Hebreos 4:12) y “fiel y digna de ser recibida por todos” (1 Timoteo 1:15). Entre tantos libros que leer, Éste es el único que no puede perderse de leer. Es el libro que marca la diferencia de nuestro destino eterno.