SUSAN SONTAG, La conciencia uncida a la carne, traducción de Aurelio Major, Random House, Barcelona, 516 págs. CIEN PÁGINAS DE SUSAN SONTAG Los diarios de madurez (1964-1980) de Susan Sontag, titulados La conciencia uncida a la carne y editados y publicados por primera vez por su hijo David Reiff, forman un compendio de notas, listas y descripciones cuya aproximación a la cultura pop, cinematográfica y multidisciplinar expone el fruto de objetos y sujetos de los años 80, la influencia de América en Europa y el boom de todo intelectual en pos de la diversificación temática, en las antípodas del sabio que profundiza una y otra vez en lo mismo. En estos diarios se encuentra la mezcla, el pastiche, la atracción hacia todo lo exótico, distinto o extravagante. Al mismo tiempo, la imposibilidad para salirse de lo propio: el deseo de la homogeneidad, la proclamación del triunfo de lo que dice ser lo mejor para todo y todos en un mundo donde la civilización se muestra politizada y tecnológica. Y la publicidad, el diseño en todo producto, la necesidad constante de estímulos y su consecuente variedad, la moda como envoltorio luminoso no ya para vender un objeto, sino para que todo sujeto se muestre impúdico y llamativo. Con todo, la palabra escrita queda silenciada, la comunicación es multicolor, fotográfica, musical: siempre audiovisual. En definitiva, impera la corriente –cuando no la moda– de un hombre polifacético: un Da Vinci renovado que por su ausencia de reflexión o pensamiento hace cuestionar si acaso es posible un pensador en un contexto donde se produce la sustitución del escritor por el icono literario, del artista por un producto a vender, del filósofo por el político o el periodista, del científico por el técnico. ¿No estarán, a fin de cuentas, estos prototipos muy alejados del conocimiento, próximos a la decadencia de un picoteo donde toda apreciación es superflua, donde la tradición y su cultura han sido reemplazadas por la aculturización, ya popularizada? Por un lado, las páginas de esta novedad editorial contienen listas de adjetivos, verbos, sustantivos, metáforas, pop británico, películas; citas de Goethe, Jonathan Miller, Paul Valéry, San Agustín, Nietzsche; apreciaciones reiteradas sobre el cine y el arte moderno; referencias a Alfred Chester, Simone Weil, Mary McCarthy, Philip Johnson, Duchamp; menciones a Andy Warhol, Bruce Conner, Brecht, Godard, Nöel, Luis Buñel, Paul Ricoeur, André Bretón, Castilla. Estudios de Literatura, 5 (2014): XXVIII-XXX ISSN 1989-7383 Pollock, De Kooning, Webern; alusiones a Joyce, Foucault, John Stuart Mill, Faulkner, Aristóteles, Platón, Kafka, Dickens; comparaciones entre cine y literatura, pintura y fotografía, fotografía y cine, cine y realidad. Por otro lado, el formato del presente libro es llamativo: símbolos de igual, más y menos; iniciales y frases a medias; indicación de palabras en los márgenes, conceptos tachados, arbitrariedad de mayúsculas y minúsculas. Además, a medida que va avanzando el “diario” se encuentran el salto y la ausencia de fechas, y el cambio frecuente de lugar: París, Londres, Playa Edisto, Córcega, Aviñón, Marsella, Tánger… Apenas se pueden salvar de las primeras cien páginas observaciones contadas de Susan Sontag: “Mi alcance es más amplio como ser humano que como escritora” (p. 19), “El arte mayor parece una secreción, no una construcción” (p. 31), “La escritura es un portillo. Algunas fantasías, como los muebles grandes, no pesan” (p. 36), “El inglés es muy preciso porque es muy redundante” (p. 43), “Se puede disfrutar mucho de la vida moderna una vez que se consigue superar la náusea de la duplicación” (p. 44), “El arte es una forma de conciencia” (p. 50), “Muerte=estar del todo inmerso en la propia cabeza; Vida=el mundo” (p. 53), “El arte nunca es una fotografía” (p. 57), “¿Y si todo fuera igual, pero nadie hablara?” (p. 68), “La única meta en la vida es el éxtasis, la exaltación, el gozo” (p. 69) “arte= hacer que lo concreto sea abstracto y lo abstracto sea concreto” (p. 97). ¿Realmente estamos ante unos diarios de Susan Sontag o se trata, más bien, de cuadernos que, si bien contienen palabras escritas por ella, no alcanzan a ser diarios sino sencillamente un conjunto de palabras, frases, nombres, fechas, planes o descripciones de Susan Sontag cuya finalidad conocía ella y solo ella? ¿Y no habría que acogerse a una de las recomendaciones que ella misma se hace en estos diarios: “no publiques todo lo que escribas” (p. 118)? La presentación de esta edición es de gran utilidad tanto para quien quiera conocer todo lo que Susan Sontag dejó por escrito como para quien desee acercarse a los años 80 no desde la teoría histórica, política o sociológica, sino desde las palabras que escribió alguien que los vivió. Sin embargo, tanto el contenido como el formato de este libro son, para quien busque en ellos una aportación filosófica o literaria, estériles y chocantes. ¿Es posible leer más de cien páginas de estos diarios sin que el progresivo desorden de los mismos, su forzada XXIX variedad temática y estructural o la acumulación exacerbada de citas, fechas y nombres no desubiquen y paralicen al lector? ALBA RAMÍREZ GUIJARRO UNED XXX