Documento 290160

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Este concierto extraordinario de Navidad está dedicado a obras y autores que en su momento gozaron de
gran reputación y que ésta se ha mantenido intacta hasta nosotros. Cada autor representa un estilo de
componer diferente, según su país de origen. El orden del programa, intencionado o no, sigue un criterio
cronológico según la fecha de nacimiento del compositor. El primero, el alemán Carl María von Weber
(1786-1826), supone el tránsito de la música al más puro estilo dieciochesco, según el modelo trazado por
Mozart y Haydn, al nuevo estilo romántico que se desarrollaría a lo largo del siglo XIX. Compositor, pianista
y director, fue uno de los creadores del romanticismo alemán. A los 13 años debutó como pianista y escribió
su primera ópera. A los 18 se presentó como director con la ópera de Breslau y posteriormente trabajaría para
la nobleza alemana, llegando a dirigir la ópera de Praga. A partir de 1816 fue nombrado director de la ópera
de Dresde y realizó numerosas giras como pianista. Weber creó la escuela romántica de ópera alemana. Entre
sus innovaciones musicales estaba el empleo de leitmotivs y de recitativos cantados en lugar del habitual
diálogo hablado de la ópera alemana. Admirado por su colorido orquestal, ejerció una especial influencia
sobre Richard Wagner, quien afirmó que jamás había existido un músico más alemán que Weber. Aunque su
fama se debe principalmente a las óperas El cazador furtivo (1821), Euryantha (1823) y Oberón (1826), fue
autor de 2 sinfonías, canciones, 2 conciertos para piano, cantatas, misas y otra serie de obras como su
Invitación a la danza (1819). Weber conocía perfectamente la música para instrumentos de viento; sus 2
conciertos para clarinete, ambos de 1811, son piezas obligadas en el repertorio de este instrumento.
Amilcare Ponchielli (1834-1886) representa al romanticismo italiano. Tras sus estudios en el Conservatorio
de Milán, consiguió el puesto de organista en Cremona y el de maestro de banda en Piacenza. En 1856
escribió su primera ópera, I promessi sposi, aunque no sería estrenada hasta 1872 con gran éxito de crítica y
público. En 1881 fue nombrado maestro de capilla en Bérgamo y dos años después profesor de composición
en el Conservatorio de Milán. Su obra más importante fue la ópera La Gioconda (1876), en la que se integra
la “Danza de las Horas”. Basada en el libreto de Arrigo Boito sobre un drama de Victor Hugo, fue estrenada
el 8 de abril de 1876 en la Scala de Milán. La acción transcurre en la Venecia del siglo XVII. Por su parte, el
francés Leo Delibes (1836-1891) estudió en el Conservatorio de París. Entre 1855 y 1869 compuso operetas
y óperas cómicas dirigidas al teatro comercial francés. En 1866 triunfó como compositor de música para
ballet, género de larga tradición en Francia, gracias a La source. En 1870 llegaría su obra maestra, el ballet
Coppelia, y en 1876 el ballet mitológico Silvia. También compuso óperas destacadas como Lakmé (1883),
bastante interpretada hoy en día, en la que se integra el famoso Dúo Florido. Coppelia es una de las obras
más famosas del repertorio tradicional de ballet. Estrenado el 25 de mayo de 1870 en la Ópera de París, en él
se conjugan la danza clásica y la pantomima. Con libreto de Charles Nuitter sobre uno de los cuentos de
Hoffmann, Delibes logró con esta obra fama de ser uno de los mejores compositores de música para ballet
(Tchaikovsky sentía admiración por él) y situó el género a mayor altura de lo que jamás había estado.
Por último, los ballets del ruso Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893) suponen la culminación del género en el
siglo XIX. Cualquier compañía de ballet clásico que se precie tiene en su repertorio fundamental sus tres
máximas creaciones: El lago de los cisnes (1876), La bella durmiente (1889) y El Cascanueces (1892). Con
ellas se inició una renovación en la interpretación de la danza en Rusia que, junto a las obras de RimskyKorsakov, Stravinsky y Prokofiev, colocaron a los ballets rusos en la primera categoría mundial. Durante su
estancia en París, Chaikovski conoció los ballets de Delibes, así como la elegancia musical francesa de Bizet
y Massenet. Chaikovski tuvo el propósito de refundir el material de El lago de los cisnes para la composición
de una suite, pero no llegó a materializarse. A partir de ahí cada director escogió diferentes números en
función de sus propios criterios. En la suite que hoy escuchamos están los cuatro pasajes más representativos
de la obra como son la Escena final, la Danza de los Cisnes, las Czardas o danzas húngaras y el Vals del
primer acto. Al igual que con El lago de los cisnes, Chaikovski tuvo la intención de crear una suite con los
principales temas de La bella durmiente, aunque no se decidió de manera definitiva por las piezas que debía
incluir. En esta ocasión escucharemos el célebre vals, uno de los más elegantes de la historia del género. No
ocurrió lo mismo con la suite de El Cascanueces, prevista por el propio Chaikovski mientras componía el
ballet. Fue estrenada en San Petersburgo el 7 de marzo de 1892, antes incluso del estreno del ballet que
tendría lugar el 18 de diciembre de 1892 en la misma ciudad. El argumento, elaborado a partir de otro cuento
de Hoffman titulado Cascanueces y el rey de los ratones, narra el sueño de una niña a quien le han regalado
un lindo cascanueces con cabeza humana. Después de una lucha contra el rey de los ratones (siempre en el
sueño de la niña), el cascanueces se convierte en un príncipe con quien la niña realiza un viaje al país de las
golosinas. La suite recoge las numerosas danzas, diminutas, que representan a un sinfín de personajes.
Luis Mª San Martín Urabayen
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