Comentario de la Obra de Benito Pérez Galdós: Trafalgar La novela histórica es un género literario que actualmente está de moda. Al pasear entre las calles de cualquier hipermercado se pueden encontrar numerosos libros de este tipo, que mucha gente compra y poca lee. La mayoría de estas obras son de una temática similar, normalmente están inspirados en la Edad Media o el Renacimiento, y suelen tener un argumento con aventuras, amores, misterios ancestrales y culturas olvidadas. Pues bien, no toda la novela histórica es ni debe ser así. Concretamente Trafalgar, la novela que nos ocupa, dista mucho de parecerse a los modernos y exitosos libros sobre caballeros, princesas y castillos de que antes hablábamos. Sin embargo, no podemos negar que se puede clasificar junto a éstos, pues pese a sus notables diferencias, comparten ciertos aspectos comunes que nos permiten meterlos en el mismo saco. Las primeras preguntas que debemos hacernos son: ¿Qué es una novela histórica?, ¿qué características debe tener para que la consideremos como tal? Respondiendo a esto, en mi opinión una novela histórica es una obra cuyo argumento, ficticio, se apoya en mayor o menor medida en una base histórica, un trasfondo real. Para darle credibilidad, se suelen incluir numerosos detalles y datos positivistas como nombres de reyes del momento, fechas de acontecimientos históricos relacionados con la historia... La función de toda obra literaria es el disfrute personal del lector, su deleite. No obstante, desde los comienzos mismos de la literatura, muchos textos han tenido una finalidad didáctica, a fin de instruir en diversos campos al lector mediante una lectura amena. ¿Cuál de estas dos finalidades tiene la novela histórica? Personalmente, creo que las dos: Creo que cada autor pretende un fin distinto al escribir su obra, algunos dan más importancia que otros a la historia que puedan enseñar, pero todos pretenden que el lector disfrute con la lectura. De todas formas, leyendo una novela histórica no se aprende demasiada historia, salvo el contexto sociocultural a grandes rasgos de la época en que se desarrolle la acción y algunos detalles más concretos, pero de forma muy aislada. Creo que este tipo de obras actúan en forma de puente, atrapan la curiosidad del lector, animándole a conocer más de un mundo olvidado tras haberle mostrado algunos atractivos trazos del dibujo final, un dibujo que nunca estará completo, pues siempre hay algo por descubrir del pasado, infinitas historias que le suceden a personajes ordinarios. Y es que los libros que enseñan historia muestran un esquema general del pasado, mientras que la novela histórica introduce al lector en el mundo pasado, lo transporta en el tiempo para vivir la historia subjetivamente, por medio de pequeñas historias en las que lo menos importante es si realmente tuvieron lugar o no. Centrándonos ya en la obra Trafalgar, es una obra completamente distinta de las actuales. Para empezar, el simple hecho de que sea el primer relato de una serie de obras relacionadas le da una intencionalidad más didáctica de lo normal pues, con la serie entera, Galdós pretende abarcar los grandes sucesos militares del siglo XIX, enseñar al lector la historia que para él, y aún para nosotros, es contemporánea y relativamente reciente. A lo largo de toda la obra, el autor ofrece un sinfín de nombres de ministros, almirantes, generales y un fabuloso listado de buques de guerra de tres naciones distintas, con numerosos datos de los mismos, a saber: potencia de fuego, arboladura, almirante al mando, posición en la batalla... Todos estos datos ayudan a dar verosimilitud a la obra, y serían de gran ayuda a un cronista que estudiara esa batalla. Sin embargo, y afortunadamente para el lector, el libro no se limita a proporcionar los datos a discreción, sino que los enlaza en una historia personal, de la mano de Gabriel de Araceli, su protagonista. El protagonista es el narrador de la historia y lo hace desde la senectud, comenzando por sus propios orígenes, y va desarrollándose la acción poco a poco. A lo largo de su relato observamos cómo introduce comentarios posteriores, contrastando así las reflexiones de un chiquillo con las de un viejo que ha visto y vivido mucho. Esto nos muestra la madurez del personaje a lo largo de su vida, pero a esta madurez debemos incorporarle la adquirida durante el desarrollo mismo de la obra, pues sus cuatro años al servicio de sus señores, y sobre todo la experiencia del sangriento combate hacen que Gabriel cambie por completo las concepciones que tenía sobre valores como el honor, el patriotismo, el valor, el amor, la fidelidad a los conceptos anteriormente 1 citados, y sobre la vida misma. La evolución del personaje es visible, pues, en varios aspectos. Cuando Gabriel llega a Medina−Sidonia tenemos a un niño sin ninguna instrucción a excepción de la adquirida en las calles de su barrio natal, la Caleta. Durante el periodo que pasa bajo la protección de sus amos, unos cuatro años, el joven no cambia apenas, a diferencia de su amor juvenil, Rosita, hija de los señores. Gabriel se enamora de ella, pero con el tiempo ve como ella madura, se distancia de él, e incluso se promete en matrimonio un par de veces. Gabriel, como sirviente de la familia, hace de carabina entre su amada y el amante de ésta, a quien le coge gran manía. El azar querrá que sea Gabriel quien asista al prometido, Rafael Malespina, herido de gravedad en la batalla. Es entonces cuando comprende lo absurdo de su odio infantil hacia éste, y en su interior hace las paces con él. Acabará resignándose, y comprende que nada puede hacer para ganar el amor de Rosita. Mas, cuando vuelve de la batalla, se entera por un marinero de que Rafael Malespina, oficial de artillería, herido de gravedad en el combate, ha fallecido tras el naufragio del Rayo. Será, por tanto, el encargado de dar a la familia la terrible noticia, que luego resulta no ser más que otra farsa del viejo Don José María Malespina. Tras la boda de los dos novios, Gabriel es enviado a casa de éstos para servirles, pero él no se presenta, y decide emprender una nueva vida en Madrid. Cabe destacar que Gabriel seguramente sintiera un gran sentimiento de fidelidad y lealtad hacia sus amos, y debería acatar su orden, más muy posiblemente sintiera haber prestado ya suficiente servicio a los amantes, anteponiendo su deber y obligación sobre sus propios sentimientos y, dispuesto a no sufrir más, se marcha. Los otros personajes son caricaturas de personajes típicos de la época, como Doña Flora, Doña Francisca y el tío de Gabriel, o personajes singulares que probablemente existían en algún lugar de la sociedad del momento, como Marcial o Don José María Malespina. Son éstos personajes planos, que no evolucionan a lo largo de la obra y tienen una personalidad muy marcada y peculiar, llegando a la caricaturización. El autor describe también de forma muy realista −de acuerdo con la tendencia literaria en que se encuadra esta obra− las calles de Cádiz, ciudad en que transcurre parte de la acción, así como los barcos de guerra. Proporciona una visión romántica de los mismos, siendo él plenamente consciente de su desaparición irremediable bajo el peso del acero y la fuerza del vapor, elementos clave del mundo decimonónico. Les atribuye vida propia, personalidades, fuerza y temperamento, los describe como seres vivos, gigantes condenados a muerte, que pasarán al olvido. Es esta obra, por tanto, homenaje al barco de vela, al buque tradicional, a la guerra con cañonazos y abordajes con hachas, y a la pata de palo; es recuerdo de una historia que nos pertenece y de la que renegamos, es retrato de una sociedad cuya evolución es visible a simple vista en la nuestra propia, y es una crítica a lo absurdo de la guerra. Pero, sobre todo, es un libro que habla del hombre, de su organización política y de los valores morales y nacionalistas de éstos, como el patriotismo, el honor y la caballerosidad, y de cómo lo ve todo un niño inculto de barrio, que a duras penas sostiene entre sus brazos el mutilado cuerpo de un compañero, mientras se pregunta cómo sobrevivir a los ataques de los hombres y de la naturaleza. Esto es lo que yo he visto en la obra, el mensaje que ha quedado en mi mente, pero todavía no sé qué sentiría al contemplar los leones de bronce español de Trafalgar Square, si me invadiría o no un sentimiento de deshonra y derrota, aunque ahora creo que todos los hombres deberíamos sentir eso, pues en cada batalla todos los hombres son derrotados. 2