Ya lo decía Mañalich el año pasado: "la campaña va... las personas se hagan, ojalá todos los chilenos, un ...

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Mucho marketing, poco condón
Lunes, 21 de Noviembre de 2011 19:05
Ya lo decía Mañalich el año pasado: "la campaña va a estar centrada en motivar o lograr que
las personas se hagan, ojalá todos los chilenos, un examen de esta naturaleza, por lo menos
una vez al año".
Por Pamela Díaz-Romero, El Post
Desde un comienzo, la intención declarada de la autoridad sanitaria respecto de esta
campaña fue explícita: es y será motivar a la ciudadanía, particularmente a los “grupos
de riesgo”, a realizarse periódicamente el examen del SIDA. Se diferencia así de lo
hecho por los gobiernos concertacionistas, enfocados en prevenir el contagio.
Ya lo decía Mañalich el año pasado: "la campaña va a estar centrada en motivar o lograr que
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Mucho marketing, poco condón
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las personas se hagan, ojalá todos los chilenos, un examen de esta naturaleza, por lo menos
una vez al año". Con esto explicaba al paso por qué los spots televisivos no aludían
directamente al uso del condón o la promoción de relaciones sexuales protegidas.
Justificaba así bajo conceptos superficialmente “técnicos”
cierto espíritu conservador y contenido moralizante de las imágenes presentadas por la
televisión, basadas en estereotipos que reforzaban la imagen del SIDA como un problema de “
homosexuales, promiscuos/as e infieles
”.
Tanto entonces como ahora, lo más grave es que, mientras la incidencia y prevalencia del VIH
siguen creciendo, la estrategia del Gobierno se resiste a enfatizar la necesidad de sostener
relaciones sexuales protegidas.
Como la primera vez, las críticas a la campaña desde los sectores profesionales
especializados y las agrupaciones de la sociedad civil que trabajan el tema no se hicieron
esperar: el examen en sí mismo no es preventivo y el rol esperado de la política pública es
informar a las personas sobre las formas habituales de contagio y las medidas concretas para
evitarlo.
Lo que sigue es lógico: si el objetivo es la prevención, se debe promover que las personas
usen correctamente el preservativo en todas sus relaciones sexuales.
Pero un mensaje de este tipo tensionaría la siempre frágil convivencia del ejecutivo con los
sectores más conservadores al interior de su propia coalición en torno a los llamados “temas
valóricos”. Y el Gobierno prefiere evitar el conflicto aduciendo criterios “técnicos”, enfundados
en buen marketing.
Termina presentando una campaña de estética moderna y atrevida, pero que no cumple con
los objetivos esperados de la política pública. En el proceso, margina de su diseño y desarrollo
a las organizaciones ciudadanas y a los colectivos de personas viviendo con VIH/SIDA
-quienes no fueron consultados- remplazándolos por el ingenio de destacados publicistas.
Y el resultado no sólo confunde (i.e.: mi test es negativo, no estoy en riesgo, no me cuido),
sino además genera falsas expectativas sobre la capacidad real del sistema de salud para
realizar y dar seguimiento a los exámenes que se promueven. Si el llamado resultara efectivo
y la población acudiera masivamente a realizárselos, posiblemente no contaríamos con los
reactivos necesarios ni con los equipos humanos preparados para procesar adecuadamente la
demanda. Por cierto, la nueva política introduce otro problema: no se han escuchado aún
explicaciones públicas sobre el carácter discriminatorio que obliga únicamente a las mujeres
embarazadas a realizarse el test. Es cierto que queremos evitar el contagio al nacer, pero no
parece defendible que el fin justifique los medios.
Es de esperar que en esta segunda campaña la resonancia pública de quienes cuestionan
forma y fondo mantenga su espacio y permita un debate más abierto entre especialistas y la
ciudadanía, recuperando
el
rol de los organismos no gubernamentales, el tercer sector y las organizaciones sociales en el
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debate político-técnico acerca de las prioridades e instrumentos de la política, de forma de
re-encausarla hacia la prevención evitando discriminaciones arbitrarias. Por el bien de todas y
todos.
(*) Pamela Díaz-Romero es directora de Fundación Equitas y co-editora del Barómetro de
Equidad.
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