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CIRCULAR MAYO (I) / 10
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CONTRATACIÓN A DISTANCIA Y FIRMA ELECTRÓNICA
El desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha producido cambios significativos en el
conjunto de las relaciones comerciales. La expansión de redes informáticas posibilita la
universalización de los negocios jurídicos, al comunicar a empresarios residentes en espacios
geográficos muy distantes entre sí, los cuales perfeccionan contratos eficaces por vía electrónica.
La incorporación de las nuevas tecnologías a la vida económica y social ofrece innumerables
ventajas, entre ellas la mejora de la eficiencia empresarial. Pero la implantación de las mismas
tropieza con algunas incertidumbres jurídicas, que es preciso aclarar con el establecimiento de
un marco jurídico adecuado, que genere en todos los actores intervinientes la confianza
necesaria para el empleo de este nuevo medio.
Contratos vía electrónica
Para paliar estas incertidumbres se aprobó la Ley 34/2002, de 11 de julio, de servicios de la
sociedad de la información y de comercio electrónico, que favorece la celebración de contratos por vía
electrónica, al afirmar la validez y eficacia del consentimiento prestado por este medio;
asimismo, la ley declara que no es necesaria la admisión expresa de esta técnica para que el
contrato surta efecto entre las partes, y asegura la equivalencia entre los documentos en soporte
papel y los documentos electrónicos a efectos del cumplimiento del requisito de ‘forma escrita’
que figura en diversas leyes.
La contratación a través de Internet ha ido teniendo tal auge que en el pasado año superó la
cifra de los 200.000.000.000,00 de euros. Se entiende por contratación electrónica la celebrada
por medios informáticos y electrónicos así como por teléfono o fax, si bien nuestro legislador
define el contrato electrónico como “en el que la oferta y aceptación se trasmiten por medio de
equipos electrónicos de tratamiento y almacenaje de datos conectados a una red de
telecomunicaciones”.
Dentro de estos contratos hay dos grupos: uno en el que las partes pactan el contenido de un
contrato mediante escritura y otro en el que simplemente existe el contrato de oferta y se cliquea
“aceptar”. Estos segundos contratos son los más frecuentes: reservas de hoteles, viajes o compra
de billetes de avión. Los tribunales han considerado que el fuero donde el usuario debe de
presentar la demanda es la de su domicilio, es decir, donde haya aceptado la oferta.
Es menester tener en cuenta un factor muy importante, la ‘letra pequeña de la oferta’ en la que
suele constar que el cliente se somete a los tribunales del ofertante y al ‘aceptar’ quedaría, en
teoría, sometido a tal cláusula. En tales casos, a pesar de esa aceptación por parte del
consumidor, la cláusula sería nula y siempre será competente los juzgados del domicilio del
consumidor. Lo contrario sería un auténtico problema para conocer el domicilio social de la
empresa que vamos a demandar y, a su vez, es un beneficio a favor del consumidor.
Firma electrónica
El mismo cometido ha tenido la Ley 59/2003, de 19 de diciembre, de firma electrónica, pues
confiere seguridad a las comunicaciones por Internet. La firma electrónica constituye un
instrumento capaz de permitir una comprobación de la procedencia y de la integridad de los
mensajes intercambiados a través de redes de telecomunicaciones, garantizando con total
seguridad la identidad del firmante y la integridad del texto o mensaje enviado.
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Los sujetos que hacen posible el empleo de la firma electrónica son los denominados prestadores
de servicios de certificación. Para ello, expiden certificados electrónicos, que son documentos
electrónicos que relacionan las herramientas de firma electrónica en poder de cada usuario con
su identidad personal, dándole así a conocer en el ámbito telemático como firmante.
La citada Ley regula diversos tipos de firmas electrónicas:
a) Firma electrónica avanzada: Permite identificar al firmante y detectar cualquier cambio
ulterior de los datos firmados. Está vinculada al firmante de manera única y a los datos a que se
refiere y ha sido creada por medios que el firmante puede mantener bajo su exclusivo control.
b) Firma electrónica reconocida: se basa en un certificado reconocido y es generada mediante un
dispositivo seguro de creación de firma. Tiene, respecto de los datos consignados en forma
electrónica, el mismo valor que la firma manuscrita en relación con los consignados en papel.
c) Documento Nacional de Identidad Electrónico: Acredita electrónicamente la identidad
personal de su titular. Al igual que la anterior, tiene el mismo valor que la firma manuscrita
consignada en papel. Es más, la Ley exige a todas la personas físicas o jurídicas, públicas o
privadas, el reconocimiento de la eficacia del Documento Nacional de Identidad Electrónico
para acreditar la identidad y los demás datos personales del titular que consten en el mismo, y
para acreditar la identidad del firmante y la integridad de los documentos firmados con los
dispositivos de firma electrónica en él incluidos.
Por tanto, el ordenamiento jurídico pone a nuestro alcance las herramientas necesarias para
perfeccionar, vía electrónica, todo tipo de contratos que no requieran determinadas
solemnidades para su validez, de forma tan segura como la tradicional.
Correos electrónicos
También es relevante, en caso de surgir controversia entre las partes, el valor probatorio de los
correos electrónicos en un procedimiento judicial. La proposición de los mismos como prueba
puede producir en la parte contraria dos reacciones diferentes: se reconocen como ciertos dichos
correos electrónicos; en tal caso, no surge problema alguno pues la parte contraria admite la
existencia de aquéllos. Pero si niega la autenticidad de los mismos, habría que solicitar, para
demostrar su autenticidad, una prueba pericial a realizar por un informático, quien examinará
el disco duro del ordenador y descifrará los datos ocultos de los ‘emails’. Una vez que se
conozca el servidor de correo de donde salieron los ‘emails’ y el servidor donde se reciben y
envían al destinatario, se solicitará, por medio del Juzgado, a las empresas propietarias de los
servidores de correo salientes y entrantes para que digan si esos ‘emails’ -con fechas, horas, IP
del remitente, etc.- han salido y han sido recibidos por las personas en litigio.
Circular redactada por. Jesús Gil-Gibernau.
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