Año: 31, Junio 1989 No. 679 El Hambre en la Historia Por E. Parmalde Prentice La libertad y la iniciativa individual fueron el resorte de un inusitado progreso agrícolaganadero en el siglo XVIII, lo que permitió triplicar en pocos años la población de Europa y abrir los cauces de la revolución industrial y la instauración de la democracia en el mundo. Antes de la propiedad privada de los campos, el sistema de las tierras comunales había condenado a la civilización al hambre. En 1709, en Francia murieron de hambre un millón de personas. Esta fue la primera etapa de la revolución liberal inconclusa. Tanto en el mundo antiguo como en la Edad Media hubo siempre gran miseria; esa miseria que traía la guerra y era acompañada de pillaje. Las máquinas y los mejores medios de transporte surgieron recién cuando llegó a haber suficiente protección para los derechos de las personas y la propiedad.La propiedad privada de los campos, y la libertad de pensamiento y acción frente a las reglamentaciones autoritarias y los impuestos agobiantes, dieron al hombre del siglo XIX la posibilidad de disfrutar del producto de su trabajo, y por ello fue el hombre del siglo XIX quién dio a luz el progreso. La civilización comienza cuando el esfuerzo humano es suficientemente productivo como para que se puedan diversificar as ocupaciones. El crecimiento de la civilización tiene por causa el aumento de la eficiencia del trabajo. Desde el siglo V a. de C. y hasta mediados del siglo XVIII, el hombre vivió sobre la tierra aproximadamente igual, aunque ya el Descubrimiento de América había introducido un campo de referencias distinto y los adelantos técnicos del siglo XI (primeros relojes mecánicos y nuevos arneses) indicaban la vocación de un hombre nuevo. Pero, recién en algún momento alrededor del año 1750 el trabajo del hombre empezó a ser más productivo. Entonces, el alimento se fue haciendo más abundante y barato. El mayor éxito de los siglos XVIII y XIX consistió en haber obtenido suficiente comida y posibilidades de transporte para movilizar una producción masiva de alimentos y vencer al hambre, que fuera compañera constante de la humanidad durante toda la historia. En Francia durante el siglo X hubo diez hambrunas, y veintiséis en el siglo XI. En Inglaterra, durante los siglos XI y XII, se registra un hambre cada catorce años, y el término medio desde 1201 hasta 1600 es de diez años de hambre por cada siglo. En 1235 la población de Londres comió pasto y cortezas de árboles; murieron 20,000 personas. En 1239 consta el registro del caso de padres que se comieron a su propio hijo, y era frecuente el abandono de criaturas en los bosques como en el cuento de Hansel y Gretel. En 1437 se hacía pan con raíces de helechos, ya que el precio del trigo había subido seis veces. Una obra culinaria del siglo XVI afirma que los cuervos no son buenos para alimentarse porque viven en gran parte de cadáveres humanos, indicando con esto que los cadáveres insepultos no eran nada fuera de lo común entonces. En el siglo XVIII Francia sufrió ocho épocas de hambre y la magra cosecha de 1788 fue una de las causas inmediatas de la revolución. El hambre del invierno de 1709 había hecho perecer al cinco por ciento de la población gala. Esta cifra de un millón de muertos resulta escalofriante, mucho más allá de las recientes experiencias del Biafra o Etiopía, y la ya más lejanas de Calcuta en la India inglesa. bebida de la inmensa mayoría. Carne, verduras, leche y huevos sólo existían en algunas épocas del año y eran escasos aún para la familia del productor. Aquella situación de escasez era resultante del sistema de producción y de la falta de transportes para movilizar recursos alimenticios a las ciudades. En la Edad Media la única ciudad grande de Europa era Nápoles con sus cien mil habitantes. El sistema agrícola de las comunidades aldeanas cultivaba la Tierra bajo un plan de rotación trienal. El primer año se sembraba trigo o centeno; el segundo cebada, avena o guisantes, y el tercero la tierra se dejaba descansar después de arada La extensión de las fajas dispersas de tierra arable asignada a cada campesino oscilaba entre seis y doce hectáreas, de las cuales eran útiles en cada temporada entre cuatro y ocho. Con esto se podían cosechar en años buenos unos quinientos kilos de trigo pan y seiscientos de cebada. Los campos daban un rendimiento de solo ciento cincuenta kilos de trigo por hectárea, de los cuales, había que retener cincuenta para semillas. El consumo de cada familia campesina era de unos seiscientos kilos de trigo pan por año o su equivalente en otros cereales. En la antigua Esparta había sido de novecientos. Por eso la avena y el centeno proporcionaban el pan y la Este sistema, que se trasladó inicialmente a la América española, no ofreció lugar a la iniciativa o a las ambiciones particulares. A menos que se moviesen todos juntos, nadie era libre de dar un paso o de mover una mano. No había lugar para la mejora de los métodos de cultivo o el perfeccionamiento de las especies animales. Ganado escaso significaba también poca cantidad de abono, y el resultado era el agotamiento progresivo del suelo y una agricultura estacionaria. Desde el siglo X al XV la mejor agricultura fue la del norte de Italia, y después de la independencia nacional Holanda se convirtió en la despensa de Europa. Con una estación forrajera larga, la agricultura, la ganadería y la horticultura se desarrollaron mancomunadamente y fueron la fuente de una sana prosperidad. Los prados eran campos áridos y desolados donde se criaban cerdos y ovejas, bueyes y caballos. Un buey adulto era por- entonces poco mayor que un ternero de nuestros días, y el vellón de una oveja pesaba a menudo menos de sesenta gramos. Antes del invierno debía matarse todo animal que no se pidiera mantener con forraje. Por eso, a cada cerdo le llegaba siempre su San Martín el 11 de noviembre. Para la utilización del arado eran necesarias tres cuatro yuntas de bueyes, y esto limitaba las posibilidades de supervivencia de los demás animales. El sistema agrícola de las comunidades aldeanas la tierra comunal de nuestras vaquerías hasta en el siglo XVIII era incompatible con la empresa individual y la iniciativa privada. Por eso el cercado de los campos fue una victoria del progreso agrícola sobre los sistemas rutinarios, y también sobre la situación privilegiada de la ganadería trashumante. La agricultura mejoró sus planes y las razas bovinas rápidamente duplicaron su peso. Los principios políticos de la libertad y la propiedad individual fueron el motor de un inusitado progreso que abrió las puertas a la moderna sociedad industrial. La siembra triplicó sus rindes y la población de Europa aumentó de doscientos a seiscientos millones de habitantes. Los alimentos se hicieron accesibles a sectores de la población cada vez más numerosos. El transporte ferroviario permitió las transferencias masivas de productos desde lugares alejados, pudiendo aprovecharse de tal modo las ventajas comparativas para la producción de bienes perecederos. Así, las condiciones de la libertad y la iniciativa en el campo fueron la base de sustentación de todo el desarrollo económico de los Siglos XIX y XX. «Sin el derecho a la propiedad no es posible ningún otro derecho. Los hombres tiene que sostener su vida con su propio esfuerzo, pero si carecen del derecho al fruto de ese esfuerzo se les priva también de los medios para sostener su vida. El hombre que produce para que otros dispongan de su producto es un esclavo» 1961, Ayn Rand, «La virtud del Egoísmo» El Centro de Estudios Económico-Sociales, CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad privada, cultural y académica , cuyos fines son sin afan de lucro, apoliticos y no religiosos. Con sus publicaciones contribuye al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la filosofia de la libertad. Apto. Postal 652, Guatemala, Guatemala correo electrónico: cees@cees.org.gt http://www.cees.org.gt Permitida su Reproducción educativos y citando la fuente. con fines