LA HUELLA JUDÍA VII: JUDÍOS EN AMÉRICA LATINA Mª Auxiliadora Pacheco Morente Como he comentado en otros artículos, la historia de los judíos en América comienza con el primer viaje de Colón. Todos los datos históricos apuntan a que en realidad fue una empresa judía en busca de un lugar seguro donde vivir, disfrazada de un viaje en nombre de la corona española. Su suerte al buscar este propósito fue diversa, y este artículo solamente puede dar un breve apunte sobre el particular. Quien desee saber más sobre ello, sobre todo las personas de origen americano, pueden consultar mi fuente principal de datos para este artículo. En Wikipedia (la enciclopedia libre de Internet), puede buscarse el artículo Historia de los judíos en América Latina, donde se da una reseña sobre los judíos en casi todos los países latinos. Al revisar los datos, encontré los apellidos de una serie de familias sefarditas prominentes residentes en países latinos, apellidos que también existen en España, y son tenidos por muy españoles. La explicación de esto es sencilla, pero triste, y me da ocasión para hablar de algunas palabras relacionadas con los judíos. Por la presión y persecuciones contra los judíos sefarditas, los judíos de España y Portugal, hubo muchos judíos que fingieron aceptar el catolicismo. Fueron bautizados y cambiaron sus apellidos primitivos por otros, que algunas veces pudieron elegir ellos mismos, y otras les fueron impuestos por quienes los bautizaron. Pero muchos continuaron practicando el judaísmo secretamente, y en cuanto encontraban unas condiciones favorables, recuperaban sus raíces judías abiertamente. Estos son los sefarditas que tienen apellidos como Luna, Ortiz, Robles, etcétera. Los españoles y latinos con estos apellidos, son descendientes de los familiares de estos sefarditas, que por las circunstancias y el paso del tiempo perdieron sus raíces judías. Los judíos bautizados recibieron diferentes nombres. Los que continuaban practicando el judaísmo encubiertamente fueron llamados criptojudíos o judíos-crípticos. Los que practicaban el catolicismo sinceramente, o cuyas tendencias judías no fueron descubiertas recibieron varios nombres. Fueron llamados cristianos nuevos, conversos o marranos. Aunque el estudioso Haim Levi afirma que marranos deriva del primer nombre que les dieron los judíos a los que abandonaron su fe. Según algunos, marranos se deriva del hebreo ma = que, ra = mal, na = señor. Sería algo así como decir ¡que mal señor se han buscado! Los cristianos, al escucharlo, creerían que les estaban llamando marranos (puercos). Pero entre los judíos, el nombre que se les dio a los judíos bautizados, y que continúan usando en la actualidad es anusim, que significa forzados. Los descendientes de conversos somos llamados por los judíos hijos de los anusim, o simplemente anusim. En los años que siguieron al descubrimiento de América, judíos o criptojudíos se establecieron en Nueva España y en las colonias Portuguesas del Caribe, donde se creían fuera del alcance de la Inquisición. Algunos participaron en la conquista de América, pero están registradas varias ejecuciones de soldados de las tropas de Hernán Cortés durante la conquista de Méjico por el hecho de ser judíos. A pesar de ello, pudieron prosperar diferentes comunidades judías en el Caribe, América Central, y Sudamérica, especialmente en las regiones bajo los dominios holandés e inglés. Para el fin del siglo 16 se habían organizado comunidades judías en Brasil, Surinam, Curasao, Jamaica, y Barbados. Además, existían comunidades menos organizadas en los territorios españoles y portugueses, en los que estaba la Inquisición. Normalmente estos judíos practicaban su fe en secreto, muchas veces en subterráneos o sinagogas ocultas, situación que continuó hasta que se promulgó la libertad religiosa tras la independencia. En 1580 se produce la unión de los reinos de España y Portugal, al ser Felipe II el único heredero del trono. Muchos portugueses “sospechosos de su fe” empiezan a emigrar al Virreinato del Perú por la ciudad recientemente fundada, en la que la vigilancia de la Inquisición era más débil. Los dos reinos permanecen unidos hasta 1640, en que los portugueses se rebelan contra la monarquía española. Durante sesenta años la América latina estuvo bajo una misma corona, y una gran cantidad de cristianos nuevos pasó de los dominios portugueses a los dominios españoles. Decir de alguien que era “portugués”, era sinónimo de “judío converso”. La Inquisición reaccionó con dureza, y el miedo impulsó a las familias conversas a emigrar a otras regiones del virreinato peruano, preferentemente donde no hubieran tribunales de la Inquisición. Por fortuna, el Perú era bastante grande, y quedaban muchos territorios lejos del alcance de la Inquisición, a donde prófugos o perseguidos de distinto signo (herejes, judaizantes, dogmatizadores, bígamos, etc.) podían ocultarse, apartándose de los centros urbanos y sobre todo escondiendo su verdadera identidad personal o grupal. Así cristianos nuevos asentados en Perú, marcharon desde el centro del virreinato hacia la periferia, menos poblada y controlada, especialmente a Chile y la norteña Audiencia de Quito. Muchos de los que marcharon a Quito fueron más al norte, siempre huyendo de la Inquisición. Como ya he dicho al principio, algunos finalmente pudieron recuperar abiertamente su identidad religiosa, pero otros incluso perdieron la memoria de sus orígenes. Al terminar la época colonial, hubo otras oleadas de inmigrantes judíos. A lo largo del siglo XIX emigraron a los países latinos judíos de la Europa del este huyendo de las persecuciones que hubo contra ellos. También hubo otros que se alejaban de conmociones políticas, como la caída del Imperio Otomano o la guerra de los Balcanes. Algunos más de otras procedencias simplemente fueron buscando nuevas oportunidades. Ya en el siglo XX, la persecución nazi llevó a América nuevos grupos de judíos, y al terminar la segunda guerra mundial hubo judíos que prefirieron ir allá en lugar de a los países donde se les había tratado tan mal. Pero muchos de estos últimos finalmente marcharon a Israel. En la actualidad en la América Latina hay más de 400.000 judíos. Esta reseña estaría incompleta sin hablar de los judíos mesiánicos. Los judíos mesiánicos son judíos que guardan la ley de Moisés, pero que han aceptado a Jesús, Yeshúa en hebreo, como su Mesías. Son comparables a los cristianos de la primera iglesia de Jerusalén que encontramos en los Hechos de los Apóstoles. En América Latina hay grupos de judíos mesiánicos, pero es destacable el caso de Puerto Rico. En Puerto Rico hay unas seis sinagogas judeomesiánicas que atienden a unos 1.500 fieles. La mayoría de ellos son anusim, descendientes de conversos que han recuperado sus raíces judías, pero creyentes en Jesús, como ya he mencionado. Creo que viene al caso hacer un pequeño comentario sobre esto último. Yo he escuchado opiniones opuestas sobre lo que debemos hacer los anusim, desde hacer como estos hermanos americanos, recuperar nuestras raíces hebreas hasta sus últimas consecuencias y creer en Jesús, hasta no hacer ningún caso de nuestros orígenes. Después de escuchar todas estas opiniones, he sacado en conclusión que no se puede ser tajante al respecto. Creo que la mejor estrategia que debemos seguir los anusim es la de Pablo en Primera de Corintios 9, versículos 19-22. Si hay judíos en tu entorno, y crees que recuperar tus raíces judías serviría para llevarlos a Cristo, puedes hacerlo como lo hizo Pablo. Pero en la sociedad española actual lo que se encuentra normalmente son personas extraviadas en el culto a las imágenes o en el hedonismo, por lo que necesitan otro tipo de testimonio, y practicar la ley por lo tanto resulta superfluo. En ese caso mejor infórmate simplemente de tus orígenes, y ama a Israel, como manda el Señor.