Periodistas en los gabinetes de comunicaci n institucionales: una estabilidad profesional condicionada por cada voto

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Actas – IV Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – IV CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2012
Periodistas en los gabinetes de
comunicación institucionales: una
estabilidad profesional condicionada por
cada voto
Pablo Vázquez Sande – U. Santiago Compostela (USC) – blinho87@gmail.com
Resumen: La comunicación organizacional constituye una de las salidas
profesionales con mayores posibilidades para las últimas promociones de
periodistas debido fundamentalmente a tres factores: el auge de la
comunicación organizacional, la profesionalización de los gabinetes de
comunicación y la reducción de oportunidades laborales que caracterizan a los
medios tradicionales, con modelos de negocio actualmente en revisión.
Sin embargo, la estabilidad profesional de los trabajadores de estas
organizaciones se ve amenazada en muchas ocasiones por el tipo de
vinculación contractual que une al profesional con la institución, ya que en la
mayoría de los casos se trata de relaciones basadas en la confianza, con
contratos de duración eventual y en el que el cese del político al que está
laboralmente asociado implica automáticamente su despido.
De este modo, el periodista es consciente de que su continuidad en su puesto
de trabajo depende, en primera instancia, de la voluntad del político que, en
cualquier momento, puede decidir prescindir de sus servicios sin que ello
suponga derecho a finiquito por las peculiaridades del contrato firmado; y, en
segundo lugar, sabe también que los resultados electorales, pese a no figurar
en ninguna candidatura de ningún partido, pueden acarrear su despido. De ello
emerge una conciencia de provisionalidad que no contribuye a que el
trabajador se sienta con garantías de pervivencia profesional.
A su vez, provoca una merma en la información que se transmite a los
ciudadanos, los destinatarios últimos, que, además, no dejan de ser la razón de
la existencia de estos gabinetes de comunicación y quienes financian esta
actividad con el pago de sus impuestos. No en vano, la continua rotación de
profesionales en los gabinetes de la administración lleva a que no se puedan
establecer relaciones duraderas con los periodistas de los medios, dificultando
así la tarea profesional. Al mismo tiempo, imposibilita que se pueda aprovechar
la experiencia adquirida por el trabajador que con frecuencia se cambia.
Palabras clave: comunicación organizacional; gabinetes de comunicación;
inestabilidad profesional; contratos de confianza; democracia
ISBN-13: 978-84-15698-06-7 / D.L.: TF-969-2012
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1. Introducción
La comunicación organizacional es un sector que ha despegado enormemente
en España en las últimas décadas y se ha convertido en un verdadero nicho de
mercado para las más recientes promociones de periodistas que ven en esta
actividad una alternativa al segmento más tradicional de la profesión, el
representado por los medios. La comunicación organizacional engloba diversas
posibilidades, desde la empresa privada hasta las ONG pasando por las
instituciones públicas. Precisamente es en este último sector (el de las
administraciones) donde más posibilidades laborales parecen estar surgiendo.
En ese sentido, los ayuntamientos, en los que centraremos nuestra atención
por ser la administración más próxima a los ciudadanos, no han sido ajenos a
este fenómeno sino que se han interesado en gran medida por dotarse de
departamentos específicos que se ocupan de la comunicación bajo diferentes
fórmulas: desde el gabinete institucional hasta las asesorías externas
contratadas de modo puntual o de forma permanente, pasando por fórmulas
como la mancomunación de servicios entre aquellos entes de menor tamaño y,
por tanto, con menores posibilidades presupuestarias.
Estas oficinas municipales surgen especialmente en el segundo mandato tras
la transición (1983-1987) bajo las premisas de la transparencia y la
comunicación democrática con los ciudadanos, quienes en definitiva son, o
deberían ser, la razón última de la existencia de estos gabinetes, porque es a
ellos a quien se dirige la información transmitida empleando, en la mayoría de
los casos, los medios de comunicación como canal.
Sin embargo en la configuración de los gabinetes y en la elección de sus
trabajadores interviene un factor específico relacionado con la naturaleza de
los actores, ya que se combinan en un mismo departamento, por un lado, las
personas y los fines de la institución como garante de la participación de los
ciudadanos y del juego democrático y, por el otro, los partidos políticos,
caracterizados por Bartolomé Castro (2012: 285) como “entidades de carácter
difuso, situadas en la frontera entre lo público y lo privado”.
A este respecto, Losada Díaz (2004: 535), aunque sostiene que “la existencia
de los partidos permite el funcionamiento institucional”, sí marca distancias al
apelar a la naturaleza eminentemente privada de los partidos políticos, inscritos
como tales en el Registro de Partidos Políticos.
En una línea similar se manifiesta Pérez González (1988: 227), quien distingue
claramente entre el programa político “que corre el riesgo de alejarse del
interés de los vecinos” y el programa de gestión “que se va llenando de
contenidos concretos próximos a los intereses vecinales e inmersos en el día a
día de los problemas urbanos”. Con todo, no es menos cierto que, como
subraya Canel (2007: 28), “toda organización tiene una cierta dimensión
política, pues en ella existe un proceso de gobierno, una distribución de poder y
un conflicto de valores”.
Desde un punto de vista eminentemente teórico, también Martín Martín (2006:
106) aboga por separar claramente la comunicación institucional de la
comunicación política, al elaborar su tipología de direcciones de comunicación
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(las de la institución pública frente a las del partido político)1. De este modo,
parece claro que la frontera entre lo institucional y lo político debería ser
infranqueable, pero la realidad demuestra que las condiciones laborales de los
trabajadores de estos gabinetes de comunicación afectan negativamente a
esta necesaria separación de polos.
Al margen de esta confusión de planos en la que ahondaremos posteriormente,
debe tenerse en cuenta que, de forma paralela al espectacular incremento en
el número de gabinetes de comunicación, las posibilidades de empleo en los
medios de comunicación españoles son cada vez más escasas. Ya no se trata
de que no se contratan nuevos profesionales, sino que según los datos que
aporta Molina (2012: 8) los efectos de la crisis provocaron que en los últimos
tres años se hayan destruido 7.000 puestos de trabajo en el sector periodístico
en territorio nacional.
A esta devastación de empleo hay que sumar el hecho de que, mientras que el
mercado laboral es capaz de dar trabajo solamente a unos 600 periodistas
cada año, 3.000 profesionales terminan sus estudios en uno de los 41 centros
públicos y privados que ofrecen titulaciones de Periodismo en toda España.
Por ello, y sin afán de ahondar en las causas, el desajuste entre la oferta y la
demanda parece evidente.
En la encrucijada entre ambas realidades, emergen los gabinetes municipales
como una fuente proactiva que ofrece productos cerrados (comunicados de
prensa, eventos, dossier, etc.) que, debido a la merma en el número de
profesionales en los medios de comunicación, son incorporados sin que, en
numerosas ocasiones, se contraste ni se dé otro enfoque diferente a lo
transmitido por estas oficinas, que cada vez se adaptan más a las rutinas de
los medios.
De algún modo, estos departamentos de comunicación están usando en su
provecho la saturación de los profesionales de los diferentes soportes, que
deben cubrir más páginas, por lo que disponen de menos tiempo para realizar
un tratamiento en profundidad de cada tema, al tiempo que, en numerosas
ocasiones, se les exigen nuevas funciones que también requieren de su tiempo
(actualización de la web, elaboración de contenidos para Internet, tratamiento
multimedia, etc.).
Se trata, en síntesis y desde la perspectiva de los gabinetes, de transformar
una debilidad (el menor número de trabajadores en medios) en una fortaleza
(que los diferentes soportes recojan y transmitan lo más fielmente posible todo
lo comunicado por la organización). En este sentido, no podemos perder de
vista que los responsables de los gabinetes proceden en numerosas ocasiones
de medios de comunicación, lo que les asegura un conocimiento actualizado
de las rutinas periodísticas.
1
También Ramírez (1995: 125) adopta una postura similar, al clasificar los gabinetes de
comunicación en cinco grandes grupos, distinguiendo entre “los de la administración o
institucionales (gobiernos, instituciones oficiales, ayuntamientos, diputaciones, entes
autónomos…)” y “los de partidos políticos y sindicatos”.
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No en vano, los gabinetes de comunicación están cada vez más
profesionalizados, una tesis que García Orosa (2005: 109) asienta en tres
factores, si bien el último de ellos parece estar en tela de juicio, como
desarrollaremos a continuación.
“La media de licenciados en Ciencias de la Comunicación es similar
o superior a la media del sector; los dircom tienen experiencia en
medios de comunicación; y la mayoría manifiesta que permanecería
en el puesto a pesar de cambios directivos o de gobierno”.
Precisamente su conocimiento de los diferentes soportes les permite ajustarse
a los criterios y valores-noticia y, en consecuencia, favorecen que su producto
salga reforzado y sea elegido en el proceso de selección de los
acontecimientos noticiables. Cabría incluso en este punto plantearse la
redefinición del rol del gatekeeper tal como se ha venido concibiendo
tradicionalmente en el sector, dado que en un momento en que la
permeabilidad de los contenidos emitidos por las diferentes organizaciones
está siendo tan elevada, se ha añadido otro filtrador y otro gatekeeper primario
(el responsable de comunicación de las diferentes entidades), que, en defensa
de sus legítimos intereses, selecciona una parte concreta de la realidad.
De este modo, tal vez convendría replantearse el papel de estos profesionales,
toda vez que las organizaciones parecen tener su hueco asegurado en la
agenda mediática, provocando que exista menos espacio para los otros
actores, que deben luchar por conquistar ese territorio aún no invadido por los
gabinetes de comunicación de esas fuentes estables.
Un último aspecto a destacar dentro de esta introducción a respecto de las
condiciones laborales de los periodistas de los gabinetes está relacionado con
las retribuciones de estos empleados, ya que, según destaca Roses (2011:
203), los trabajadores de los departamentos de comunicación son los mejor
pagados, solo superados por los de la televisión, ya que “solo el 23,6% (de los
trabajadores de gabinetes) percibe salarios bajos”, lo cual también contribuye a
hacer más atractivo este sector.
2. Metodología
El presente estudio, de carácter exploratorio, pretende ser una aproximación a
la naturaleza de los contratos que los responsables de los gabinetes de
comunicación de la administración local española han suscrito para ver cuáles
son las propiedades y las características intrínsecas a ese tipo de
vinculaciones.
Partimos de dos preguntas: ¿cuentan los trabajadores de los departamentos
municipales de comunicación con un contrato estable asimilable al de un
funcionario o, por el contrario, la tendencia es a suscribir contratos de
confianza propios de los asesores? ¿Cuáles son las repercusiones que estas
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vinculaciones tienen sobre la práctica profesional, la propia administración y
sobre el derecho a la información del ciudadano?
A partir de estas cuestiones, trazamos como hipótesis que en la mayoría de los
ayuntamientos los nombramientos de los responsables de los gabinetes de
comunicación se corresponden con una cuestión de confianza, en lugar de por
un concurso de méritos, lo cual acarrea consecuencias en, al menos, cuatro
esferas: la personal, la profesional, la institucional y la social.
Para refutar o confirmar esta hipótesis optamos por la elección del método
cualitativo de la encuesta semi-estructurada, que fue remitida a los líderes de
las oficinas de comunicación municipales. El cuestionario, compuesto por un
total de 20 preguntas, abordaba, entre otros, cuatro ítems de especial
relevancia para el presente estudio: la situación contractual, la participación de
los periodistas del gabinete institucional en actividades de partido como las
campañas electorales, las consecuencias que los resultados de los comicios
tienen sobre su puesto de trabajo y la percepción sobre la existencia de casos
de simultaneidad de tareas institucionales y partidistas.
Una vez expuesta la metodología seguida, nos referiremos a la delimitación
espacial y temporal de esta investigación. En lo que respecta a la cuestión
geográfica, en territorio nacional existen en el momento de elaboración de este
estudio (otoño de 2012) 8114 ayuntamientos que presentan unas propiedades
claramente divergentes (demografía, orografía, color político, extensión, etc.),
por lo que, y con el afán de elaborar este artículo tanto desde la perspectiva
profesional como desde la del propio ciudadano, recurriremos al criterio
demográfico para delimitar nuestro objeto de estudio.
Así, centraremos nuestra atención en el conjunto de municipios españoles cuya
población supera, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, los
50000 habitantes, de modo que trabajaremos sobre una relación de 145
localidades distribuidas a lo largo de 48 de las 50 provincias españolas
(quedan excluidas las capitales provinciales de Soria y Teruel, ya que ninguna
alcanza el mínimo de residentes), además de las ciudades autónomas de
Ceuta y Melilla.
Tras haber analizado la coordenada espacial, es hora de definir el marco
temporal en el que encuadramos nuestra investigación: la encuesta fue
remitida a los responsables de los gabinetes de comunicación durante el mes
de julio de 2012, tras haber realizado una llamada telefónica en la que se
recababan las direcciones de correo electrónico más habitualmente utilizadas
por los jefes de estas oficinas. Debido a que tanto julio como agosto son meses
en los que tradicionalmente se disfruta de las vacaciones, el período de
recepción de cuestionarios se fue ampliando sucesivamente hasta la primera
quincena de septiembre.
De todos modos, este criterio temporal podría extenderse en algunos casos a
todo el mandato (mayo de 2011 a mayo de 2015) si tenemos en cuenta que
habrá municipios en los que el responsable del gabinete sea el mismo desde el
pleno de investidura de la nueva corporación hasta el momento del cese
(especialmente en el caso de funcionarios no supeditados a un hipotético
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cambio de gobierno, pero también en algunos ejemplos donde este papel lo
desempeña personal de confianza).
Antes de adentrarnos en el análisis de los datos, creemos conveniente aclarar
el significado que damos a tres nociones que se van a repetir continuamente
en el marco de esta investigación: la comunicación organizacional, la
institucional y la municipal. Como es lógico, el ámbito de la comunicación
organizacional es el más vasto ya que engloba no solo a las instituciones
(marco específico en el que nos adentraremos) sino que también incluye a
partidos políticos, sindicatos, ONG, empresas, etc.
Dada la variedad de esferas, teóricas como García Orosa (2005: 18) abogan
por establecer una taxonomía en la que el primer sector lo representarían las
administraciones públicas; el segundo correspondería a las entidades con
ánimo de lucro y relacionadas con la economía de mercado (fundamentalmente
empresas privadas); y el tercer sector sería el característico de las entidades
privadas sin ánimo de lucro. Posteriormente veremos cómo el primer y el tercer
sector, pese a ser tan diferentes en el plano teórico, pueden llegar a cruzarse y
entremezclarse en nuestro ámbito de estudio.
Si descendemos un peldaño y aludimos a la noción de comunicación
institucional, recurriremos a Sotelo Enríquez (2001: 200), quien apunta que
esta disciplina se corresponde con la “función de marketing informativo
desarrollada por una institución, interna y externamente, con el fin de descubrir,
configurar y difundir los principios de su identidad en el mercado de la
información”. Consciente de la relevancia de esta cuestión, Sabés Turno (2008:
15) subraya que:
“Una correcta comunicación implicará que los ciudadanos
incrementen su confianza en las instituciones. Es importante cultivar
este aspecto en todo momento, dado que garantizará un mayor
crédito de la organización en aquellos momentos en los que se
puedan producir crisis informativas, independientemente de lo que
las haya provocado”.
Un último concepto clave es el de la comunicación municipal (la propia de la
administración local, la más próxima a los ciudadanos), una herramienta que
según León Vergara (2006: 571) “es un factor estratégico clave en la formación
de la imagen que sobre el Ayuntamiento tiene la ciudadanía, de ahí que deba
entenderse desde un sentido global”.
3. Marco legal
La creación de gabinetes de comunicación por parte de la administración local
es un acto amparado por la normativa en vigor: el Reglamento de
Organización, Funcionamiento y Régimen General de las Entidades Locales
(ROF), recogido en el Real Decreto 2568/1986 del 28 de noviembre, contempla
en su artículo 230 que:
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“Existirá en la organización administrativa de la entidad una oficina
de información que canalizará toda la actividad relacionada con la
publicidad a la que se refiere el artículo anterior, así como el resto de
la información que esta proporcione, en virtud de lo dispuesto en el
artículo 69.12 de la Ley 7/1985 del 2 de abril”.
Esta posibilidad de dotarse de un gabinete de comunicación3 se completa con
el derecho a la información administrativa que tienen todos los ciudadanos
españoles según el artículo 20 de la Constitución Española, cuyo apartado a)
contempla el derecho a difundir y el párrafo 1 d) a comunicar o recibir
libremente información por cualquier medio de difusión. Asimismo, el apartado
3 de este artículo reconoce el derecho de todos los grupos sociales y políticos
significativos a acceder a los medios de comunicación social dependientes del
estado.
Así, vemos que los gabinetes de comunicación municipales están legalmente
justificados desde una doble perspectiva: la de la propia administración pero
también desde la de los ciudadanos, que son clave para el buen
funcionamiento de la institución.
4. Clasificación legal de los trabajadores de
comunicación de los ayuntamientos españoles
los
gabinetes
de
También dentro del marco legal nos referiremos a las posibilidades de
contratación a las que, de acuerdo con la normativa vigente, puede recurrir la
administración pública (y, por tanto, los entes locales) cuando decide canalizar
su comunicación a través de un departamento propio e interno, en lugar de
otras opciones (como una asesoría de comunicación externa contratada de
modo puntual o permanente, o la mancomunicación de este servicio junto a
ayuntamientos limítrofes). Con ello pretendemos ver las diferentes opciones
con las que cuentan los municipios para organizar y configurar sus gabinetes
de comunicación.
De este modo, distinguiremos entre los funcionarios de carrera, los funcionarios
interinos, el personal laboral fijo y el personal laboral eventual. La estabilidad y
la garantía de permanencia en el puesto de trabajo oscilan notablemente entre
los dos polos (los funcionarios de carrera y el personal laboral eventual). De
una forma pormenorizada, estas serían las peculiaridades de cada una de
estas cuatro opciones:
Por una parte, estas tareas podrían estar realizadas por funcionarios de
carrera; es decir, personas que desempeñan sus servicios con carácter
permanente una vez que han superado las pruebas selectivas anunciadas en
2
Este artículo establece que “las corporaciones locales facilitarán la más amplia información
sobre su actividad y la participación de todos los ciudadanos en la vida local”.
3
Cárdenas Rica (2000: 28) interpreta que “la información administrativa forma parte de una
estrategia institucional que busca identificar y desarrollar al máximo las relaciones con los
ciudadanos, con vistas a reforzar el conocimiento que estos tienen de la Administración y
procurar el consenso en torno a la acción que aquella lleva a cabo cerca de la sociedad”.
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un boletín oficial (tengan estas el formato de oposición, concurso-oposición o
simplemente concurso). Tras haber sido nombrados, figuran en la plantilla
municipal con el correspondiente grupo de adscripción. Estos profesionales
tienen su puesto de trabajo asegurado, con independencia de las eventuales
circunstancias o cambios de gobierno que pudieran producirse.
También gozan de ciertas garantías (si bien su permanencia no está tan
asegurada) los funcionarios interinos, también seleccionados con frecuencia
mediante oposición o concurso-oposición. La gran diferencia con los
funcionarios de carrera es que cuando su presencia se considera innecesaria
pierden su puesto de trabajo.
Según la ley, este personal interino, que siempre debe acreditar una formación
acorde al puesto a cubrir, puede ser contratado bajo tres circunstancias: la
sustitución provisional de funcionarios de carrera, la realización de tareas
urgentes o estrictamente temporales y la ocupación con carácter provisional y
temporal de una plaza nueva que más adelante se otorgará a un funcionario de
carrera. En este último caso, el haberse ocupado previamente de estas tareas
suele representar una ventaja para el candidato en la medida en que le otorga
la posibilidad de obtener una puntuación superior en el concurso de méritos
que suele convocarse conjuntamente a la oposición.
En tercer lugar, puede ocurrir que para ocuparse del gabinete de comunicación
municipal se recurra a otro tipo de empleados - los laborales - que, al contrario
que los dos grupos anteriores, se rigen por el Estatuto de los Trabajadores, al
igual que cualquier empleado del sector privado. La otra gran diferencia
respecto de los funcionarios de carrera radica en que los laborales (fijos o con
contrato de duración indefinida) no pueden actuar como fedatarios; es decir, no
cuentan con la presunción de verdad ni pueden dar fe de la autenticidad de un
documento. Con todo, además de reconocérseles como empleados públicos,
su experiencia en la Administración Pública sí les sirve para acumular méritos
en caso de que decidan presentarse a una nueva plaza mediante concurso.
La situación es bien diferente cuando se encomiendan las funciones del
gabinete de comunicación a personal con consideración de laboral eventual.
Aunque la normativa legal en vigor es clara y dice que el personal laboral
temporal solo debe contratarse en situaciones excepcionales y para tareas de
duración limitada, lo cierto es que constituye una de las fórmulas preferidas por
la administración local para sus oficinas de comunicación. También son
conocidos como puestos temporales de confianza o asesores.
Tanto su nombramiento como su cese, que realizarán los presidentes de las
corporaciones locales, son totalmente libres (recogido en el artículo 20 de la
Ley 30/1984 de 2 de agosto de Medidas para la Reforma de la Función
Pública), si bien es cierto que este tipo de trabajadores cesa automáticamente
cuando se produce el cese de la autoridad a la que presta su función de
asesoramiento y confianza. También hay que resaltar que, a diferencia de los
funcionarios interinos y del personal laboral, su experiencia como empleado
público no le confiere ventajas para obtener una plaza fija mediante cualquier
concurso de méritos.
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Además, el personal de confianza está sujeto a otras particularidades frente a
los tres colectivos anteriores, como la posibilidad de ser despedido invocando
simplemente su empleador la pérdida de confianza (existen tres circunstancias
para su cese, sin que en ninguno de los casos pueda percibir una
indemnización: por renuncia del interesado, por decisión de la autoridad que lo
nombró y de forma automática cuando cesa en su cargo la persona a la que
presta su función de confianza o asesoramiento). Asimismo, tampoco se exige
ninguna titulación ni formación específica, sino que queda a la libre elección del
contratante, quien decide de forma discrecional qué perfil desea.
Creemos también necesario matizar que, según el artículo 104 de la Ley
7/1985 de 2 de abril Reguladora de las Bases del Régimen Local, “el número,
características y retribuciones del personal eventual será determinado por el
Pleno de cada Corporación, al comienzo de su mandato” y agrega que “estas
determinaciones solo podrán modificarse con motivo de la aprobación de los
presupuestos anuales”.
Por último, y sin afán de profundizar más en una cuestión tan farragosa como
es la de la consideración legal del personal de confianza, sí podemos afirmar
que la postura jurisprudencial más asentada es la de considerar al “personal
eventual” como “funcionario de empleo”4, con lo que en la práctica parece
producirse una asimilación entre los cuatro grupos de trabajadores, si bien en
el plano teórico las diferencias son claras, como acabamos de exponer.
Fuente: elaboración propia
4
Baste mencionar los ejemplos de la Sala de lo Social del TSJ de Cantabria (sentencia de 25
de noviembre de 2004): “la interpretación más correcta de la normativa aplicable sustenta la
inclusión del personal eventual dentro del funcionario de empleo”; de la Sala de lo Contenciosoadministrativo, sección 20 del TSJ de la Comunidad Valenciana (sentencia de 27 de enero de
2004): “el personal eventual es funcionario (…) aún cuando se le contraponga al “funcionario
de carrera” al no venir sometido al principio de “neutralidad política” (…)”; y de la Sala de lo
Contencioso-administrativo del TSJ de Canarias (sentencia de 25 de noviembre de 1991): “es
dudoso, sin embargo, que a dicho personal eventual pueda excluírsele de la condición de
funcionario, expresamente atribuida a dicho personal por alguna de las normas de referencia,
cuando le denominan funcionario o funcionario de empleo”.
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Una vez analizadas las cuatro posibilidades según las que las Relaciones de
Puestos de Trabajo (RPT) pueden incluir a los trabajadores de los gabinetes de
comunicación, nos interesamos por saber cuáles son los perfiles y los modelos
más frecuentes en las 145 ciudades españolas más pobladas. A partir de la
encuesta realizada, constatamos que la tendencia es la del personal de
confianza de carácter eventual. Más concretamente, un 66,2% de los
responsables de los gabinetes de comunicación españoles tienen un contrato
de este tipo, lo que implica que en dos de cada tres ayuntamientos la persona
que se ocupa de la gestión de la comunicación está sometida a las
circunstancias de inestabilidad y volubilidad anteriormente enumeradas.
Frente a este porcentaje, un 29,6% de los profesionales que ocupan la jefatura
de comunicación (bajo sus diferentes denominaciones) tienen la consideración
de funcionario de carrera, funcionario interino o laboral fijo o indefinido. El 4,2%
restante se corresponde con otras posibilidades, como por ejemplo autónomos
que no están incluidos en la Relación de Personal.
Si comparamos estas cifras con las del resto de la profesión (tomamos como
referencia las ofrecidas en el Informe de la Profesión Periodística, de Farias
Batlle (ed.) (2012: 34)), concluimos que el nivel de temporalidad en los
gabinetes de comunicación supera ampliamente el de la media de la profesión,
ya que frente al 66,2% de los contratos no indefinidos en los gabinetes, en el
conjunto de periodistas los contratos temporales a penas han representado en
2011 un 10,8%.
De este modo, la inestabilidad en términos de temporalidad de los
departamentos de comunicación municipales multiplica a los del resto de
sectores de la profesión hasta el punto en que incluso es superior el porcentaje
de contratos de confianza en la administración local (un 66,2%) que el conjunto
de trabajadores con una relación contractual indefinida (un 63,1%). Otro dato
curioso se obtiene si nos detenemos en la tendencia a la disminución de la
temporalidad en los contratos del sector periodístico (representaban el 16% en
2008, el 8% en 2009, el 13,7% en 2010 y el 10,8% en 2011), una tendencia
con la que rompen claramente las relaciones contractuales en los gabinetes de
comunicación municipales.
Así las cosas, se abre la puerta a que los ayuntamientos puedan dotarse de
personal de confianza para configurar sus oficinas de comunicación. El
problema, tal como advierten Canel y Sanders (2010: 13), radica en que en
numerosas ocasiones son “nombrados sobre la base de la adscripción
partidista y cercanía más que con criterios profesionales”. En una línea similar
se manifiesta también Túñez (2007: 168), quien apunta que “en los grandes
ayuntamientos se mantiene la tendencia a tener gabinetes de confianza
política; más que un departamento municipal son un servicio de la alcaldía”.
Regresando a las respuestas de la encuesta, llama la atención que, por más
que se intente, no se puede establecer relación alguna entre el tipo de contrato
suscrito y ningún otro parámetro (ni color político, ni datos demográficos, ni
ninguna otra variable), con lo que parece que la decisión de escoger una u otra
opción es claramente aleatoria.
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Con todo, sí parecería lógico que en aquellos ayuntamientos en los que solo
existe un gabinete institucional (es decir, los municipios en los que la
comunicación se canaliza única y exclusivamente a través de un solo órgano,
sin que se hayan constituido departamentos específicos para los grupos
políticos, tanto en el gobierno como en la oposición), esta oficina estuviese
dirigida por un funcionario para evitar conductas partidistas y para impedir que
se produzca una mezcla entre el mensaje institucional y el político.
Sin embargo, hemos constatado que esto solo ocurre en el 47,6% de los casos
en los que existe un único órgano de comunicación, ya que en el resto de
casos, la persona que está al frente de este departamento es un asesor y, por
tanto, una persona de confianza del alcalde, lo que hace difícil que pueda
prestar sus servicios a todos los grupos políticos con representación en la
corporación.
Tampoco es posible establecer una correspondencia unívoca entre el tipo de
contrato y la adscripción del profesional, ya que, si bien en el plano teórico
puede estar asociado al grupo político o a la institución, en la práctica
comprobamos que la amplísima mayoría de los trabajadores figuran como
personal de la institución, con independencia de su clasificación (funcionario de
carrera, funcionario interino, laboral fijo – indefinido o laboral eventual). Aún
así, no es menos cierto que la tendencia es a incorporar al personal de prensa
como adscrito a la institución aunque el municipio en cuestión no cuente con un
departamento institucional sino que se decante por la fórmula de grupos
políticos, lo cual pone de manifiesto incluso sus contradicciones internas.
En lo que respecta a la composición y al número de miembros de los gabinetes
de comunicación municipales, no se aprecian indicios que nos permitan hablar
de un mayor o menor número de profesionales según la categoría profesional
de los mismos. De hecho, coexisten oficinas unipersonales donde su trabajador
es funcionario con otras en las que el único empleado es personal de
confianza. Y lo mismo ocurre con los departamentos formados por más
personas, que oscilan entre ambas fórmulas.
Por último, no existe tampoco una especificidad a la hora de denominar a los
responsables del gabinete de comunicación cuando esta función está
desempeñada por funcionarios. Así, constatamos que las posibilidades de
denominación5 son tan variadas como en el caso del personal de confianza,
aunque es cierto que en el caso de los trabajadores con mayores garantías de
estabilidad sí desaparecen consideraciones propias y que están en la
naturaleza de los empleados eventuales, como pueden ser “asesor” o
“personal de confianza”, dos de los epígrafes más frecuentes que figuran en los
contratos.
5
Entre otras, nos encontramos con las siguientes designaciones: jefe de comunicación y
protocolo, responsable de comunicación, técnico periodista grupo A, jefe de prensa y
comunicación, responsable de gabinete de prensa, jefe de sección de comunicación, técnico de
grado medio en comunicación, periodista, técnico superior de comunicación, director de
comunicación, encargado de gabinete de comunicación…
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Por el contrario, sí se aprecia una tendencia en la que, aunque con
excepciones, cuando el contrato incluye la denominación de técnico en
comunicación (con o sin la subdivisión funcionarial en grupo A, B, etc.), parece
guiarnos hacia un gabinete liderado por un funcionario.
Con todo, hay que tener en cuenta que en un mismo departamento pueden
coexistir diferentes figuras profesionales y personas con distintos tipos de
contrato, como efectivamente ocurre en algún municipio español. En estos
casos, convendría reflexionar sobre esta desigualdad, cuando las
herramientas, las dinámicas y las funciones de trabajo son prácticamente las
mismas, siendo la única diferencia previsible el grado de responsabilidad.
Desde nuestro punto de vista, sería recomendable la equiparación de la
consideración profesional, ya que parece a todas luces lógico que, por
coherencia, la fórmula escogida para configurar el gabinete (funcionarios o
personal de confianza, si nos atenemos a las posibilidades más extremas) sea
homogénea y, en ese sentido, todo el personal cuente con los mismos deberes
y los mismos derechos. De lo contrario, se pueden producir tensiones ante las
inevitables y las indeseables comparaciones; unos conflictos que pueden
reducir la productividad y la operatividad de la oficina, de modo que la gran
perjudicada, además de estos trabajadores, sea la propia institución.
5. Actividad política de los profesionales institucionales
Sin lugar a dudas, el hecho de que la mayoría de contratos que regulan la
actividad de los profesionales de los gabinetes sean del tipo de confianza o
asesoramiento (por tanto, eventual, con las características que acabamos de
describir) genera una sensación de vulnerabilidad y de inseguridad en los
empleados, que deben asumir todas las funciones encomendadas por las
personas para las que trabajan, ya que el no hacerlo podría implicar un despido
sin derecho a indemnización.
Una de las esferas en las que se traduce esta presión puede ser la
obligatoriedad de realizar tareas correspondientes al partido político, a pesar de
que los profesionales estén adscritos a la institución, y aun cuando su contrato
lo une a una administración pública y no al partido que gobierna dicha
institución. Para averiguar si efectivamente se están produciendo este tipo de
situaciones, hemos incluido varios ítems en la encuesta dirigida a los
responsables de comunicación de los 145 ayuntamientos más poblados.
En ella preguntábamos por la participación profesional en la última campaña de
elecciones municipales (22 de mayo de 2011), el sentimiento de que su puesto
de trabajo estaba supeditado a estos resultados, el conocimiento de casos de
periodistas adscritos a una institución que se ocupan de la comunicación del
partido, la posibilidad de que esta simultaneidad de funciones afecte a la no
contratación de más periodistas, si profesionalmente está asumido que una
misma persona se ocupe de la comunicación de ambas esferas y si responde a
la ética profesional compatibilizar ambas funciones cuando solo se percibe
sueldo por trabajar para la institución.
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En primer lugar, queríamos saber si los trabajadores de los gabinetes de
comunicación, mayoritariamente adscritos a la institución y no al grupo político,
como hemos visto, han participado profesionalmente en uno de los eventos de
mayor calado político que puede existir: las campañas electorales. Para ello,
enmarcamos este ítem en las últimas elecciones celebradas en el ámbito de la
investigación: los ayuntamientos y corporaciones locales. Como es lógico, esta
pregunta está temporalmente restringida a unos días (los de campaña), sin que
ello nos permita deducir que esta colaboración se prolongó unos meses
(precampaña) o que es una constante a lo largo del mandato.
Según sus respuestas, el 43,7% de los responsables de comunicación de los
gabinetes municipales reconocen haber intervenido en estos actos netamente
políticos que nada tienen que ver con las funciones encomendadas. De
entrada, cabría suponer que este porcentaje comprende mayoritariamente a los
trabajadores con contratos de confianza y que, por tanto, están directamente
sometidos a esos resultados de los comicios.
Sin embargo, si desglosamos los datos, vemos que el 9,7% del total de
empleados de comunicación que intervienen en la campaña electoral tienen la
consideración de funcionario o laboral fijo. De este modo, aunque la
participación en campaña electoral trasciende el tipo de contrato, sí
constatamos que es un fenómeno que se produce mayoritariamente en
aquellas personas que han firmado un contrato de confianza.
Probablemente una de las razones que explican esta incursión profesional en
las campañas electorales esté directamente relacionada con el tipo de contrato
suscrito, o lo que es lo mismo, con la sensación de inestabilidad y con la
percepción de que la permanencia en el puesto de trabajo depende de los
resultados de los comicios. Aunque es cierto que puede haber casos en los
que el profesional intervenga por ideología y en su tiempo libre, resulta difícil
que no incumpla la ley (por ejemplo en lo que se refiere a la utilización de
materiales propiedad de la institución) por la propia inercia de su trabajo.
Al margen de esta consideración, hemos preguntado a los responsables de las
oficinas de comunicación municipales si creían que su continuidad y su
permanencia en la institución dependían de los resultados electorales. En
efecto, casi la mitad de los encuestados (un 48,5%) percibió que su puesto de
trabajo estaba condicionado por la decisión popular en la jornada de votación.
Resulta curioso que, si desglosamos los datos por tipo de contrato, el 15,2%
del total de estas respuestas afirmativas las hayan brindado funcionarios de
carrera, interinos o laborales fijos.
Del dato global se desprende que casi la mitad de los responsables de los
gabinetes de comunicación españoles creen que su puesto está amenazado y
en constante revisión con la celebración de cada elección municipal. Y, en
contra de lo que cabría pensar, esta sensación también afecta, si bien en
mucho menor porcentaje, a aquellas personas cuyo tipo de contrato podría
hacer pensar en una mayor estabilidad profesional.
De todos modos y a la luz de la encuesta, cabe matizar que la sensación de
inseguridad laboral no provoca necesariamente la intervención en la campaña
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electoral, dado que no existe una correspondencia absoluta entre ambos
parámetros. De hecho, hay trabajadores que, a pesar de que consideraban que
su puesto dependía de los resultados electorales, no participaron en la
campaña, y el caso contrario (personas que sí intervienen en el proceso
electoral aun cuando creen que su trabajo estaba garantizado con
independencia de lo que ocurriese el día de la votación).
Con todo, si establecemos una relación entre las dos preguntas, comprobamos
que tres de cada cuatro personas (un 75,8%) de las que apreciaban que su
puesto estaba supeditado a los resultados del 22 de mayo de 2011 sí
participaron en la campaña electoral previa a esa jornada.
Con el objetivo de evitar que los trabajadores de los gabinetes de
comunicación se sintiesen cohibidos en la medida en que las preguntas les
afectaban personalmente y, de este modo, que los resultados de la encuesta
pudiesen estar distorsionados por esta circunstancia, nos interesamos por
saber si conocían casos de personas que, con cargo a las arcas municipales,
estuviesen simultaneando su tarea institucional con una labor política. Si nos
atenemos a las respuestas, la compatibilización de tareas parece una
constante y una tónica generalizada, ya que dos de cada tres (el 68,1%) afirma
ser conocedor de estas situaciones. Esta cantidad asciende ligeramente en el
caso de los funcionarios y laborales fijos, quienes en un 71,4% aseveran estar
al tanto de ellas.
Una de las consecuencias lógicas de que una misma persona asuma las tareas
de comunicación de la institución y las del partido podría ser que esta
simultaneidad afectase a la no contratación de más periodistas, en la medida
en que el servicio ya está cubierto sin necesidad de desembolsar un salario
adicional a cargo de la formación política. Por ello, quisimos saber si los
responsables de los gabinetes tenían la percepción de que alguien que
compatibiliza ambas funciones podría estar provocando que no hubiese nuevas
incorporaciones de profesionales. Más de la mitad (un 57,4%) así lo
consideran, si bien este porcentaje aumenta considerablemente si nos ceñimos
a las respuestas del colectivo de funcionarios y laborales fijos (un 76,2%).
Una vez analizado si se produce este fenómeno de compatibilización de tareas
políticas por parte del personal institucional, es el momento de revisar la
percepción y la consideración profesional de este tipo de prácticas. Para ello,
hemos preguntado si esta posibilidad estaba asumida por el conjunto de los
periodistas como una praxis normal. Según las respuestas brindadas, el 41,8%
de los responsables de comunicación de los ayuntamientos españoles
consideran que está profesionalmente aceptado que quienes se encargan de la
comunicación institucional también se ocupen de la política. En el caso de los
funcionarios, el porcentaje se mueve en términos similares (un 38,1%).
Por último, recurrimos a la ética y a la deontología para que los responsables
de comunicación de los ayuntamientos españoles valorasen si este tipo de
prácticas y actitudes responden a los principios morales del ejercicio de la
profesión. A la luz de las respuestas, resulta claro que la mayoría consideran
que, desde un punto de vista ético, simultanear ambas esferas estando
adscritos exclusivamente a la institución, no es correcto. Al menos, así lo
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aprecian el 68,3% de los responsables de comunicación, frente al 28,6% que
creen que no representa ningún problema desde esta perspectiva, y al 3,1%
que esgrimen que depende de las circunstancias.
Por su parte, y si desglosamos el dato como lo hemos hecho en los otros cinco
ítems, el 85% de los funcionarios y laborales fijos advierten que estas prácticas
son éticamente reprobables. Resulta curioso que, tanto en el colectivo de los
funcionarios como en el de los asesores, se producen casos donde los mismos
profesionales que han participado en la campaña electoral reconocen que
compatibilizar ambos dominios no es ético.
Todo ello al margen de las consecuencias legales que podría tener esta
actitud, tanto para el responsable político de esta actividad como para quien
efectivamente la desarrolla al producirse una cesión ilegal de fondos públicos
(recursos humanos, materiales, etc.) para intereses privados de tipo puramente
político. En este sentido, y sin afán de ser exhaustivos, mencionaremos que el
Código Penal recoge en su artículo 4336 un delito que podría llegar a afectar a
quienes incurren en estas prácticas, el de malversación de fondos.
6. Consecuencias
Con el objetivo de no ceñirnos exclusivamente a elaborar un estudio
meramente descriptivo, reflexionaremos desde un punto de vista interpretativo
sobre las consecuencias que tiene el hecho de que la mayoría de los contratos
suscritos entre las administraciones locales y sus responsables de
comunicación sean de confianza. Desde nuestra óptica, esta realidad
constatada en la encuesta repercute en cuatro esferas: en la práctica
profesional, en la propia institución, en la oferta de información al ciudadano e
incluso en el plano personal del trabajador.
A respecto del primero de los ámbitos (el de la práctica profesional) hay que
tener en cuenta que los responsables de los gabinetes de comunicación son (o
deberían ser) la primera puerta a la que llaman los periodistas de los medios a
la hora de buscar que se satisfagan sus necesidades informativas. Por ello,
mantener la misma cara al frente de ese órgano puede ayudar a que el
funcionamiento del gabinete sea mejor, en la medida en que conoce ya no solo
las rutinas periodísticas y las especificidades de cada soporte e incluso cada
medio, sino también porque sabe cuáles son las particularidades profesionales
(y personales) de cada periodista con el que se relaciona.
Más aún en el caso de las urbes de tamaño medio, ya que, por las propias
dimensiones de las plantillas de los medios de comunicación, tiende a
producirse un conocimiento casi personal de los periodistas que provoca que,
como argumenta García Orosa (2005: 15):
6
“La autoridad o funcionario público que destinare a usos ajenos a la función pública los
caudales o efectos puestos a su cargo por razón de sus funciones, incurrirá en la pena de
multa de seis a doce meses, la suspensión de empleo o cargo público por tiempo de seis
meses a tres años”.
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“En la comunicación organizacional en el ámbito local todavía
predomina el carácter personal sobre el institucional, tanto desde el
punto de vista del profesional que desempeña el puesto laboral de
“jefe de comunicación” (normalmente son cargos de confianza e
inestables) como desde el punto de vista del trabajo desempeñado
desde el gabinete (el objetivo del departamento de comunicación no
es obtener la presencia positiva en la opinión pública de la institución
sino, sobre todo, del líder/responsable de la ciudad)”.
Además, el jefe del gabinete de comunicación también lucha contra el recelo
de los periodistas de los medios, quienes cuestionan la información que les
ofrece por considerar que no está siendo todo lo transparente que debiera o
porque creen que deliberadamente se les engaña para mantener la buena
imagen de la institución. Por ello, es necesario que el personal del
departamento de prensa se vaya ganando la confianza de los informadores,
para así contribuir a minimizar el impacto de una de las características que
Túñez (1999: 41) advierte en las relaciones entre los periodistas de los medios
y los de los gabinetes, que se definen por “una desconfianza mutua latente”.
Sin lugar a dudas, el establecimiento de un contacto estable y duradero
contribuirá no solo a evitar estos recelos iniciales sino que también la institución
puede beneficiarse de un trato cercano y marcado por la confianza entre
ambas partes. De hecho, Carroggio (2009: 142) asegura que una de las tareas
principales de los trabajadores de los gabinetes de comunicación consiste en
mantener “una relación informativa, profesional y estable de una institución con
los periodistas”. Difícilmente la administración, a quien representan los
empleados de estas oficinas, puede entablar un contacto prolongado si
continuamente cambia las caras de quienes son los primeros a los que se
dirigen los trabajadores de los medios de comunicación.
No en vano, el responsable del gabinete es la cara visible de la institución ante
los medios de comunicación y, a fuerza del contacto diario sostenido en el
tiempo, puede ser un elemento de ayuda a la hora de buscar la complicidad
con los informadores.
En este punto, Villafañe (2002: 213) fija varias premisas en su concepción del
personal del gabinete, que tiene como objetivo el establecimiento de una
política a largo plazo, la búsqueda de un cierto espíritu de colaboración con los
periodistas (satisfacer rápidamente sus demandas, generar confianza y
establecer relaciones privilegiadas mediante exclusivas y primicias), eficacia en
la difusión informativa (elaborar un fichero de prensa, personalizarlo y
actualizarlo constantemente), así como racionalizar los contactos con los
periodistas (seleccionar la cantidad de la información remitida, personalizar el
envío y anticiparse en los envíos).
Otra de las funciones esenciales de un responsable de un gabinete de
comunicación consiste en la elaboración del Plan de Comunicación que regirá
toda la actividad del mandato. Aunque se base en premisas objetivas, se trata
de un documento con una elevada carga subjetiva, en la medida en que
supone la priorización de unos ejes sobre otros y la adopción de unas
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estrategias y unas técnicas específicas (que no necesariamente coincidirán con
las que incorporarían otros profesionales). En definitiva, es un proyecto que
lleva un marcado sello personal y que no debe estar sometido tampoco a
continuos cambios fruto de la irrupción de nuevos trabajadores que lo apliquen
y, por tanto, reinterpreten lo propuesto por su predecesor.
En segundo lugar, también la propia administración local es sensible a la figura
del responsable del gabinete de comunicación. Ya no solo en los casos en que
este departamento se ocupe de la comunicación interna (a la luz de la
encuesta aún son numerosos los municipios en que no se atiende a esta
dimensión) y, por tanto, requiera un conocimiento exhaustivo de los
profesionales que componen la plantilla municipal, sino en la medida en que
esos trabajadores son siempre fuente de información.
Del mismo modo que es imposible que el concejal tenga un control absoluto y
actualizado de todos los temas de su área, tampoco al responsable de
comunicación se le puede exigir esta capacidad. Antes bien, tanto uno como
otro deben saber de qué funcionario depende esa cuestión y solicitarle dicha
información. Además de proporcionar datos actualizados o de explicar el punto
exacto en que se encuentra un trámite determinado, los funcionarios también
pueden contribuir a dar un tratamiento preciso y correcto desde un punto de
vista técnico, y a resolver todas las dudas que plantee el asunto a los profanos
en la materia, dado que difícilmente el responsable del gabinete podrá
transmitir aquello que él no es capaz de entender.
Por eso también desde la perspectiva del funcionamiento de la administración
es conveniente una cierta estabilidad a respecto de la figura del responsable de
comunicación, que ayude a que se establezcan unas relaciones de confianza y
complicidad con los empleados de la institución en tanto que son fuentes
primarias de numerosas cuestiones. Un trato frecuente entre ambas partes
(periodistas y funcionarios) minimizará la sobrecarga de trabajo que supone al
empleado público satisfacer las necesidades informativas del gabinete.
De la síntesis de estas dos esferas surge el tercer elemento sobre el que
repercute la inestabilidad de los responsables de los gabinetes: los ciudadanos.
A pesar de que son el destinatario y la justificación última de su actividad, los
vecinos de cada localidad se pueden ver afectados, dado que se les puede
estar privando de un conocimiento profundo de la administración más próxima.
Incluso en la mayoría de las ocasiones pueden no ser conscientes de que se
está produciendo este fenómeno, lo cual no quiere decir que efectivamente no
ocurra.
En este sentido, una de las consecuencias que más directamente les puede
afectar viene derivada de uno de los aspectos analizados, que es la
simultaneidad entre la actividad institucional y la política, puesto que se está
induciendo a la confusión interesada a los vecinos. Existen varias fórmulas
para hacerlo, pero sin duda una de ellas es la deliberada contratación de
publicidad institucional en época preelectoral para adquirir de forma tácita un
cierto poder durante la campaña.
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Esta práctica, consolidada en nuestro panorama mediático-institucional, puede
tener un impacto sobre la conciencia del administrado y, por tanto, sobre su
intención de voto, sin que él sea consciente de que está ocurriendo. Sería
diferente si los contenidos estuviesen acompañados por el emblema del partido
en lugar del de la institución, ya que en ese caso no se produciría esa
manipulación subliminal.
Por último, también tiene incidencia en el ámbito personal del trabajador del
gabinete de comunicación, dado que la inestabilidad profesional puede llevarle
a una sensación de provisionalidad, sin garantías de continuidad, que se
traduzca en un trabajo menos profesional.
Además, puede verse obligado a realizar trabajos y funciones que no figuran
en su contrato (como por ejemplo la participación en la campaña electoral) ante
la posibilidad de perder su empleo en la medida en que su pervivencia en el
puesto está bajo el criterio del político para el que trabaja. Se produce, de este
modo, una confusión de roles de la que ya advertía García Orosa (2005: 222):
“La confusión entre gabinete personal, de partido y de administración
pública es bastante importante según se desprende del análisis
detenido de los organigramas, de la actividad de los responsables de
prensa o de las entrevistas con los periodistas o con miembros de la
administración”.
También León Vergara (2006: 577) pone el acento en esta cuestión:
“Cuando el profesional del gabinete de comunicación se convierte en
un pseudo-político, entonces sí que hablamos de servicio partidario,
ya que este trabajador/a municipal emitirá informaciones interesadas,
exclusivamente de lucimiento, con poco contenido, y buscando
perpetuar en el poder a los gobernantes municipales, entre otras
cosas porque le va en ello su puesto de trabajo”.
Sin lugar a dudas, la mejor solución para evitar toda esta serie de
consecuencias que acabamos de describir pasa por la convocatoria de un
concurso-oposición para cubrir estos puestos de trabajo. No en vano,
Cárdenas Rica (2000: 83) destaca que el ser funcionarios de oposición:
“Garantiza unos plazos de rotación o estancia en el servicio mucho
más largos, lo que redunda en un mejor conocimiento de las
estructuras administrativas que atienden (…) La estabilidad del
servicio de comunicación y el mantenimiento de sus normas de
funcionamiento y contenidos generan confianza en los medios de
comunicación hacia las informaciones que de él reciben, lo que hace
disminuir los recelos habituales ante una visión procedente de un
gabinete de prensa (…) Permite una visión más coherente y global
de lo que es la Administración y evita el distanciamiento de la
actualidad puramente política respecto del conjunto de la entidad
institucional”.
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León Vergara (2006: 577) es otra de las voces que reclaman y demandan
estabilidad en el personal de los gabinetes de comunicación y comparan a los
profesionales que componen con otros trabajadores que sí han obtenido su
puesto mediante una oposición. Esta autora subraya que:
“Como profesionales de la comunicación, (debemos) reivindicar un
acceso digno a los puestos de los gabinetes de comunicación en la
administración pública en general, con oposiciones libres que eviten
la posibilidad de cambiar al profesional del gabinete cuando cambian
los políticos. El profesional del gabinete de comunicación es tan
profesional como un arquitecto, un psicólogo o un bibliotecario
municipal y, como tal, debe poder acceder a la administración en las
mismas condiciones que el resto de profesionales. Solo así se
conseguirá que la información que se emita sea verdaderamente de
servicio público, sin miedo al cese por opinar”.
Por el contrario, en el caso del personal de confianza, según Cárdenas Rica
(2000: 83), “legislatura tras legislatura, los profesionales son cesados y
nombrados de nuevo, como si su preparación académica y experiencia
profesional no fuesen suficiente aval para garantizar su estabilidad laboral”.
Y es que mientras los diferentes gobiernos municipales sigan prefiriendo
nombramientos basados en la premisa de la confianza que los contratos por
méritos seguirán abogando por incumplir alguno de los rasgos propios de la
Administración pública, como la continuidad, la neutralidad y la permanencia,
ya que “los fines que le fueron encomendados exigen una actividad continua y
permanente, con absoluta independencia de las eventuales situaciones de
cambio o crisis política que pueda afectar al poder ejecutivo” (García Orosa,
2005: 156).
7. Conclusiones
A pesar de que durante mucho tiempo los gabinetes de comunicación eran
vistos como una salida profesional menos digna para los periodistas al
considerarse su función impropia para los trabajadores de la información, los
datos demuestran que cada vez más constituyen un nicho de ocupación
importante en el conjunto del sector. De hecho, el último informe anual sobre la
profesión periodística elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid
(Farias Batlle (ed): 2012: 32) recoge que ya uno de cada cinco periodistas (un
19,2%) ejerce su profesión en gabinetes de prensa o departamentos de
comunicación.
De este modo, son el tercer “medio” donde más periodistas se ocupan, tras la
prensa (31,7%) y la televisión (25,6%). A los gabinetes le siguen la radio
(14,5%), las revistas (10,4%), los medios digitales (9,5%), las agencias de
noticias (5,2%) y otros (2%). Además, la tendencia al crecimiento del número
de comunicadores en estos gabinetes parece ser sostenida en el tiempo, si
tenemos en cuenta que, salvo en dos ocasiones, en los últimos siete años
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siempre aumentó la cantidad si tomamos como referencia los parámetros del
ejercicio anterior.
Esta evolución sostenida ha permitido aumentar las distancias con otros
medios que parecían estar a punto de alcanzar a los gabinetes, como pueden
ser las radios (a 1,7 puntos en 2008, hoy a 4,7) o las revistas (a 1,3 puntos en
2007, hoy a 8,8).
EVOLUCIÓN OCUPACIÓN PROFESIÓN PERIODÍSTICA
Fuente: Informe APM 2011
De este modo, Túñez (2010: 82) señala que “las nuevas funciones del
periodismo son los únicos campos en los que se registran evoluciones
positivas, principalmente en la Comunicación Institucional y en el periodismo en
nuevos soportes”.
En ese sentido, el ámbito municipal no es ajeno a la incorporación de estos
profesionales, si bien es cierto que la aparición de los periodistas en los
gabinetes de comunicación de estas instituciones viene acompañada, por lo
general, por contratos de duración muy limitada y cuya duración está
supeditada al del político en el poder. Así, dos de cada tres responsables de
los gabinetes de comunicación municipales tienen contratos de confianza, lo
que además de repercutir en una sensación de provisionalidad también
provoca un cese automático al cesar la persona a la que presta su servicio.
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Es decir, que el responsable de los gabinetes de comunicación está sometido a
una serie de fuerzas extrínsecas sobre las que no puede intervenir, como es el
resultado electoral. De hecho, un elevado porcentaje de ellos reconocen que
sienten que su permanencia está supeditada a los votos de los ciudadanos.
Y es que el tipo de contratos que han proliferado para estos profesionales
tienen consecuencias a varios niveles (profesional, institucional, social y
personal), si bien una de las más preocupantes desde el punto de vista
democrático se produce cuando un trabajador adscrito a la institución y a
sueldo de una administración pública se ve obligado a realizar funciones que
no figuran en su contrato, como puede ser la gestión de la comunicación de un
partido político (sea en campaña o sea a lo largo de todo el mandato). Desde el
momento en que ocurre esta confusión absoluta entre los roles de la institución
y los del área político-partidista se están alterando las bases del sistema
democrático español, que aboga por una separación clara de ambas esferas.
La situación de precariedad que vive la profesión lleva a muchos de los
trabajadores a aceptar estas condiciones, si bien la mayoría de ellos reconocen
que, a pesar de haber participado en una campaña electoral, no es ético
simultanear ambas esferas cuando es la administración pública (y, por tanto, el
conjunto de los administrados) quien está financiando su actividad.
Evidentemente, no existe una solución inmediata para esta realidad, sino que
el futuro pasa por una conjunción de factores que se inicien con una mejora en
la autoestima profesional y que se culminen con un mayor respeto democrático
tanto por parte de los políticos como de los empleados públicos (entre los que
se encuentran los responsables de los gabinetes de comunicación). Otra
alternativa consiste en apostar por fórmulas de contratación que primen menos
la amistad o la filiación política, para lo que la opción del concurso-oposición es
siempre interesante.
Eso sí, todos los estamentos deben estar vigilantes para evitar que esa vía,
que pretende atajar la entrada en la administración de personas sin más
méritos que la amistad de un político, acabe consolidándose como un acceso
para este tipo de trabajadores sin la formación especializada y con el
agravante, a diferencia de los puestos de confianza, de que su empleo está
garantizado para toda la vida en el ayuntamiento en cuestión. Antes bien,
deberían estar garantizados, por encima de todo, los principios de igualdad,
mérito y capacidad, como en cualquier otro procedimiento de empleo público.
En todo caso, si lo que se desean contratar son trabajadores para un gabinete
de comunicación, uno de los requisitos debería ser el de estar en posesión de
un título universitario relacionado con el sector. Por el contrario, son varios los
casos recientes donde las convocatorias de empleo público para periodistas no
incluían esta titulación entre los requisitos. Con ejemplos así, se está
favoreciendo la pervivencia de prácticas nada democráticas e impropias del
siglo XXI.
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