El follet n, como producto de la cultura popular en la prensa de fines del siglo XIX. Entre el estereotipo y el reconocimiento de un g nero en el diario El Orden

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Actas – IV Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – IV CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2012
El folletín como producto de la cultura
popular en la prensa de fines del siglo XIX.
Entre el estereotipo y el reconocimiento de
un género en el diario El Orden*
Ana María Risco - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica
(CONICET) - Universidad Nacional de Tucumán (Argentina) anamrisco@yahoo.com.ar / anarisco@conicet.gov.ar
Resumen: Desde el paradigma de la historia cultural, nuestro trabajo plantea la
necesidad de revisar la definición, o más bien indefinición, de la sección
“folletín” de los diarios de fines del siglo XIX en Latinoamérica, teniendo en
cuenta su tradición ya instaurada en la prensa europea y americana.
Nuestro trabajo consta de dos momentos. El primero tiene como objetivo
problematizar la idea del folletín como expresión de la cultura popular a partir
de su asociación establecida como un hecho en el siglo XX, cuando comienza
a revalorizarse la literatura de masas. Consideramos necesario revisar la
posición que ocupa el folletín en el campo literario latinoamericano de la época,
de acuerdo al lugar que le otorga la crítica del siglo XIX.
El segundo momento de nuestro estudio desarrolla el análisis de la sección de
folletín del diario tucumano El Orden (1883-1944, Argentina) entre 1883 y 1900.
En esta parte, nos interesa indagar particularmente sobre la posibilidad de
identificar un uso del folletín como producto de la cultura popular en la prensa
escrita tucumana y argentina de la época. Asimismo, nos proponemos por un
lado, reconocer el concepto de cultura popular en el diario estudiado y si dicho
concepto constituye una marca distintiva del mismo; por otro lado, si se
encuentra en una zona de indeterminación que no contempla con exactitud la
contraposición entre cultura popular y alta cultura.
Palabras clave: Cultura popular – folletín – El Orden – prensa argentina –
Latinoamérica – campo literario
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1. Folletín: cuestiones de género
A principios del siglo XIX, la relación estrecha entre literatura y periodismo se
fundamenta, básicamente, en una amplia concepción de literatura que circula
en la época. Esto se puede percibir en la inclusión dentro de la categoría
“literatura” y “literario” de textos de diversas disciplinas (tratados científicos,
médicos, físicos, etc.), no sólo por el estilo de escritura empleado en ellos, sino
también en tanto géneros literarios. En este sentido, resulta significativo el
debate en España a mediados de siglo respecto del periodismo como un
género literario específico o “como un medio que los incluye a todos” (Alonso,
2010: 29).
Por otra parte, como ya hemos señalado en otra oportunidad (Risco, 2012), los
productos literarios escritos exclusivamente para ser difundidos por medio de la
prensa escrita son portadores de un estigma de trivialización como marca
distintiva, aspecto en el que coincide la crítica a lo largo de los años. En efecto,
Juan Ignacio Ferreras, en su clásico estudio sobre la novela por entregas en
España, nos advierte lo paradójico de llevar a cabo un estudio de un género de
gran relevancia como la “auténtica” novela a partir de un “subgénero”
considerado “paranovela” y por lo tanto perteneciente a la “paraliteratura”,
como son las “inauténticas” novelas por entregas o folletines (1972: 11).
La consideración de los folletines como un subgénero literario en tanto
producto destinado al sector obrero dentro del proceso de mercantilización
literaria prevalece en estudios sobre la literatura española romántica publicados
a fines del siglo XX. Es el caso de Enrique Rubio Cremades, quien, respecto
del Semanario Pintoresco Español, sostiene:
“Es, a nuestro juicio, el periódico que con mayor acierto publicó
conocidas novelas por entregas, productos subliterarios que
encontraban feliz acogida entre los numerosos lectores de la época.
Fernández de los Ríos (director) supo aunar la calidad periodística
de los defensores de las ideas progresistas con un público poco
exigente que sólo se suscribía a este periódico por la consabida
novela por entregas. Ello le produjo pingües ganancias que no
desaprovecharía, acrecentando y perfeccionando su publicación
hasta límites infrecuentes” (1995: 75).1
Estas consideraciones del folletín como subliteratura también se encuentran en
la crítica literaria hispanoamericana y por lo general van acompañadas de su
valoración negativa como “baja literatura”. Alberto Villegas Cedillo, quien
reconoce una suerte de “movimiento literario” basado en la gran producción de
folletines en Latinoamérica desde mediados del siglo XIX y principios del XX,
advierte sobre esta consideración negativa: “Algunos consideran que este
1
Agradezco al Dr. Luis Marcelo Martino la referencia a la obra de Enrique Rubio Cremades y la
información sobre la consideración de este crítico sobre la novela por entregas.
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movimiento literario no es digno de tomarse en cuenta por carecer de calidad
literaria y suelen llamarle: subliteratura, infraliteratura o literatura de segundo o
tercer orden” (1984:5).
Como consecuencia, muchas producciones por entregas fueron dejadas de
lado a la hora de confeccionar un canon o una historia literaria. Un claro
ejemplo de ello lo demuestra un estudio de Carlos Hernán Sosa sobre la
posición marginal de los folletines de Eduardo Gutiérrez en las historias de la
literatura argentina y fundamentalmente en la obra de Ricardo Rojas (2009).2
Esta situación comienza a cambiar, aunque de modo ambiguo, durante la
década peronista entre los cuarenta y los cincuenta y con mayor vigor a partir
de la década del sesenta del siglo XX. En el ámbito de la historia de la literatura
argentina, es significativo el gesto de valoración y resignificación del género
realizado por el núcleo de críticos involucrados en el proyecto editorial de
Centro Editor de América Latina (Rivera, 1968).
En un texto teórico ya clásico, El Romanticismo en América Latina, Emilio
Carilla (1958) distingue entre “la obra literaria publicada como folletín” y “el
folletín propiamente dicho”. Por otra parte, define a este último como una “obra
novelesca” creada a partir de la intencional búsqueda del interés del público a
través del manejo de la intriga. Dentro del primero, incluye a Facundo de
Sarmiento, El dogma socialista de Echeverría, La vida de Jesús de Renán, La
novia del hereje de Vicente Fidel López, entre otros. Para el segundo,
menciona, en el caso concreto de Argentina, a Eduardo Gutiérrez y su
abundante producción literaria. Este segundo modelo de folletín, cuyo
desarrollo, según este autor, tiene íntimas conexiones con las traducciones de
novelas francesas, adquiere un éxito particular gracias a la prensa escrita y
evoluciona, con el tiempo, hacia una autonomía o independencia de género
con respecto al medio que lo promueve. Dicha independencia se manifiesta en
la publicación de cuadernillos especiales caracterizados por sostener los
mismos rasgos del folletín (intriga y popularidad) (Carilla, 1958: 355-356).
Para Carilla, el género se desarrolla en Argentina, y en Hispanoamérica en
general, a partir de la imitación de los modelos europeos. La carga negativa del
juicio de este crítico sobre las novelas de folletín reside en su consideración, no
sólo como “baja literatura”, sino también por el riesgo de su recepción al
estipular que “contribuyeron a malear el gusto literario de la gran masa a que
estaba dirigido” (357). Esta valoración de Carilla es heredera de una tendencia
de rechazo y menosprecio de la literatura de folletín gestada a lo largo del siglo
XIX en el campo literario argentino de modo simultáneo al éxito de la literatura
popular, postura que evidencia el rechazo de la cultura letrada que considera
este género como un producto puramente mercantil. En la obra de Carilla la
crítica materialista que conlleva la denuncia de mercantilización de la literatura
2
Según Sosa, “Las historias de la literatura argentina encontraron así un inconveniente al
momento de ensayar su ‘tarea demarcadora’, por esta calidad de ‘extrañeza’ de la producción
del autor, que no encuadraba dentro de una serie de convenciones (discursivas,
generacionales, de valoración literaria, etc.) y que ponían bajo sospecha su propio estatus de
obra literaria” (2009: 222).
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no se encuentra presente, por lo que predomina un juicio fundado en los
rasgos estéticos de dichas obras.
La crítica literaria y estudios posteriores sobre historia de la literatura
latinoamericana suelen definir el folletín como un género literario específico
identificado como “novela popular”. Muchos estudios adoptan esta categoría
acuñada por Jorge B. Rivera (1968), que supera la valoración negativa de las
producciones por entrega de la crítica precedente y le abre las puertas a los
estudios académicos sobre literatura popular. En este sentido, Villegas Cedillo
afirma: “(…) si se considera a la Novela Popular como cultura de masas,
tendremos que verla como novela social, como sacrificadora de la estética y
esquemas literarios clásicos” (1984: 5).
Por su parte, Roger Chartier, según nos recuerda Ana María Amar Sánchez, ha
señalado el interés del mundo académico por la cultura popular como un hecho
dado a fines del siglo XX (2000: 11).
Ahora bien, los estudios consultados sobre folletín, en tanto parte de la cultura
popular, emplean una ecuación que simplifica el sentido del término, a saber,
folletín = novela por entregas. Algunos estudios anteriores a la década del ’60
del siglo XX, como el citado de Carilla, han intentado hacer una clasificación de
folletines/novelas, basada en una distinción inicial que separa el folletín
propiamente dicho de la novela por entregas. Sin embargo, la mayoría de los
trabajos citados por la crítica toman como punto de partida la identificación de
folletín y novela, sin aportar mayores precisiones. Es el caso del trabajo clásico
de Ema Wolf y Guillermo Saccomano, quienes, para caracterizar y definir el
folletín en Argentina, parten directamente de su asociación con la novela por
entregas sin discutirla y recorren el contexto francés romántico y político de
1830 y, por derivación, el contexto argentino a partir de la producción de los
intelectuales de 1837. Este esquema de abordaje del género será frecuente, si
no obligado, en la mayoría de los estudios sobre folletín, con el agregado de
afirmaciones sobre su continuidad hasta la actualidad. Dichas afirmaciones se
fundamentan en la relación directa de la literatura de folletín con el Best Seller
y los productos del mercado literario que se actualizan con los avances de las
tecnologías de la comunicación (cine, radio, televisión, internet), dando la
sensación de su permanencia y de responder a su carácter de literatura de la
era capitalista persistente (Barei-Ammann, 1988).
En cuanto a la cuestión de la definición del término folletín, Álvaro BarrosLémez aborda sus orígenes y recoge sus sentidos diversos en América Latina.
Su punto de partida son los textos enciclopédicos y diccionarios del siglo XIX,
donde rastrea las acepciones que los mismo contemporáneos atribuyen a
dicho término. En tales definiciones encuentra una diversidad muy amplia. La
novela resulta una producción más dentro de la heterogeneidad textual que se
incluye en la sección folletín de los diarios. Barros Lémez llega a la conclusión
de que se trata de una “forma de divulgación cultural múltiple” que luego se
especifica como “expresión literaria de una sociedad conflictual en su
crecimiento y «modernización»” (1992: 24).
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Según Barros-Lémez, la fecha precisa de identificación del folletín con la
novela por entregas es el año 1836. Ese año, Emile de Girardin, editor de
Journal des Connaissances Utiles, edita un nuevo periódico: La Presse, y para
atraer suscriptores publica “un texto narrativo en forma secuencial”: El Lazarillo
de Tormes, en cuatro entregas, con gran éxito de público. Su competencia, Le
Siècle (a cargo de Dutacq) seguirá el mismo camino unos meses después,
pero publicando el primer folletín exclusivamente escrito para la prensa:
Patrona Calil, de Alphonse Royer (1992: 24-25). “De aquí en adelante, folletín y
novela de folletín pasarán a ser, para la gran mayoría del público, sinónimos”
(1992: 25).
Por nuestra parte, siguiendo la distinción que realiza Michael Haller (Risco,
2009), consideramos apropiada la distinción de Barros-Lémez, que sintetiza el
lugar común de los estudios sobre el tema. A partir de esta definición se
comprende la asociación que realizan los historiadores de los medios entre
folletín y suplementos literarios, pues esa sección de los diarios definida por su
diversidad textual, por un lado, da lugar a la sección literaria que luego se
convierte en suplementos periódicos; por otro lado, constituye el espacio de
difusión de las novelas por entregas con las particularidades propias de la
publicación seriada de literatura encuadradas en las columnas de un diario.
2. Variaciones del folletín en América Latina
La mayoría de los estudios sobre folletín destaca la poca importancia que se le
ha otorgado al tema en la historiografía literaria y de los medios de
comunicación en Latinoamérica. Encontramos una coincidencia de esta
observación en estudios procedentes de diversos países como México,
Colombia, Perú, Chile, Brasil, Cuba, Argentina y Uruguay.
En la actualidad la proliferación de estudios sobre el folletín y la novela por
entregas parece confirmar la afirmación de Chartier, citada por Amar Sánchez,
sobre su lugar destacado en el mundo académico, producto a nuestro entender
de un proceso de “institucionalización”. Del mismo modo que Peter Bürger
destaca la pérdida del efecto de provocación en el público que ya se encuentra
preparado ante una obra de vanguardia, como consecuencia de su inclusión en
los museos (2000: 107), la originalidad y la denuncia de la escasez de estudios
sobre novela popular en Latinoamérica pierden fuerza al convertirse dicha
temática en una moda de las investigaciones académicas, fenómeno que
Beatriz Sarlo percibe como “hegemónico”:
“En 1985, casi no se escuchaba en ninguna parte la fórmula
‘estudios culturales’. Si este libro saliera hoy por primera vez, casi
todo el mundo lo llamaría un ‘estudio cultural’. El país ha cambiado,
también han cambiado las modas intelectuales: defender una
perspectiva de análisis que fuera formal e ideológica al mismo tiempo
me parecía una tarea pendiente en 1985. Hoy es una perspectiva
aceptable y casi diría hegemónica” (2000: 12).
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La mayoría de los críticos coincide en que el desarrollo del folletín en América
Latina se encuentra influido por su vertiente francesa y española, además de la
propuesta de Walter Scott. En este sentido, Hebe Molina, en un estudio
reciente, ha señalado el lugar destacado de las novelas españolas en los
folletines de la prensa argentina desde la segunda mitad del siglo XIX (Molina,
2011: 49-51).
La evolución del folletín corre paralela, según Barros-Lémez, a las
consecuencias de la revolución industrial, las revoluciones libertarias de los
Estados Unidos de Norteamérica (1776) y de Francia (1789), los procesos de
emancipación latinoamericanos y las instauraciones democráticas tanto dentro
de Europa como de América, continentes que ingresan en una nueva fase del
proceso de modernización. Se ha señalado que dicha modernización, producto
de un proceso interno de las sociedades europeas, se presenta precarizado en
América Latina. La modernización se percibe como una imposición de la
internacionalización acelerada de los mercados para la expansión de los
grandes centros industrialmente desarrollados, ingleses fundamentalmente:
“América latina (…) salta en forma violenta y no gradual de una
economía de fuerte impronta feudal a relaciones de tinte precapitalista. (…)
Sobre esta base traumáticamente modificatoria, nuestro continente
pasará vertiginosamente de la ruptura del pacto colonial a la
recepción ‘en paquete’ de procesos de industrialización y
urbanización que, en sus lugares de origen, fueron asumidos de
manera históricamente gradual, con estadios bien definidos y
democratizaciones sociales de alcance parcial y continuo. No será
ese nuestro caso. La clara imposición del mercado internacional –
inicialmente de impronta británica, posteriormente de ineludible
determinación norteamericana– marcará esas pautas exógenas que
modificarán nuestro presente y futuro ya en ese entonces” (1992: 4243)
Este proceso de imposición capitalista va acompañado en los países
latinoamericanos de emancipación reciente a proyectos de mejoramiento
educativo que forman parte del perfeccionamiento de la “mano de obra
necesaria para el cumplimiento del proyecto modernizador” (1992: 56-57).
Este contexto influye directamente en el campo literario en la génesis de
“literaturas” como productos urbanos. Barros-Lémez recuerda en este punto la
afirmación de Ángel Rama en Las máscaras democráticas del modernismo
sobre la gestación de líneas creativas, cultas y populares, marcadas por pautas
urbanas (1992: 101). Sin embargo, Barros-Lémez señala que esa
particularidad puede sostenerse para Argentina, pero no para Brasil y Cuba,
sociedades que mantienen un sistema esclavista hasta fines del siglo XIX, que
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impide el acceso de la población esclava a la educación y a los bienes de la
cultura letrada.
La estrecha relación entre público y editores en el desarrollo del folletín
europeo, también se encuentra relativizada en el caso de América Latina.
Precisamente, debido a esta gran población que carece de acceso a la
educación ilustrada, los mecanismos de la oralidad continúan siendo fuertes.
De modo que conviven relatos seriados tanto de carácter escrito como oral.
(1992: 102-104).
En América Latina, el desarrollo del periodismo ligado al crecimiento del público
resulta otro punto cuestionable. Si bien existe una relación determinante, el
público que lee diarios y consume los folletines no es exclusivamente obrero.
Los grandes diarios, manejados por representantes de las altas capas de la
sociedad, fomentan la producción de folletines, siguiendo y perfeccionando los
modelos europeos. Mientras tanto, Barros-Lémez sostiene que se desarrolla en
forma casi paralela la prensa popular, que edita, a su vez novelas por entregas,
preferidas por el público que recién accede a la lectura tras la alfabetización,
constituido en gran parte por mujeres (1992: 119).
Ambas cuestiones resultan significativas, según nuestra opinión, en relación a
la consideración del género como producto de la mercantilización literaria y del
establecimiento determinista del capitalismo sobre el campo literario. Estas
relaciones se relativizan aún más si tenemos en cuenta la índole ideológicopolítica de denuncia de la mayoría de los folletines latinoamericanos, ya sea de
la vertiente culta como de la popular.
En el caso concreto de Argentina, Alejandra Laera, del mismo modo que
Carilla, anteriormente citado, menciona la importancia que tuvo la prensa en el
desarrollo de la novela en la Argentina de los años ochenta del siglo XIX. Se
caracteriza por ser la “principal administradora de los bienes culturales
populares” (2010: 97). Al mismo tiempo, destaca que el medio periodístico
resulta también un espacio propicio para la difusión de las obras de la alta
cultura. En este sentido, Laera se aproxima a la distinción inicial de Carilla
sobre el tema en relación a las obras difundidas con formato de folletín, pero
que no constituyen el género propiamente dicho.
Dos problemáticas resultan significativas para la época en relación a la
coexistencia del folletín extranjero y del argentino en los diarios. Por un lado, la
cuestión sobre el éxito de la novela de folletín, publicada primero por los diarios
y luego en libros, y el otorgamiento de mayor espacio a la novela extranjera,
como un posible efecto de la importación de libros extranjeros. Por otro lado, la
problemática sobre la prioridad de la inclusión en los diarios de la novela
argentina (es decir, escrita con temática propia de la realidad argentina) sobre
aquella de procedencia importada, o el predominio de la literatura extranjera
sobre la producción argentina, como gestora del terreno apto para el cultivo de
la novela como género en Argentina (Laera: 97-98).
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En Tucumán, en la década del ’80 del siglo XIX, la prensa se limita a la
reproducción de las novedades de la capital del país. La presencia de la novela
extranjera será prioritaria a la novela argentina del mismo modo que lo
sucedido en los grandes diarios porteños. La reproducción de folletines resulta
ser característica de los diarios tucumanos, la cual se realiza
desordenadamente sin el reconocimiento de las fuentes de origen. La
producción de novelas de folletín de autores tucumanos se promueve recién a
partir de la segunda década del siglo XX, cuando el fenómeno trasciende la
capital porteña y llega a las provincias, a modo de onda expansiva.
3. El folletín en El Orden (1883-1944)
En el caso particular de El Orden, diario de la tarde publicado en la provincia de
Tucumán a partir de 1883, observamos una suerte de ordenamiento progresivo
de la información y del contenido literario y ensayístico, discriminado por
secciones diferenciadas por títulos. Desde los primeros números del diario, el
folletín aparece, sin ser anunciado previamente, bajo dos líneas gruesas –a
veces una- al final de la primera página, bajo el título de la sección
correspondiente “Folletín”. En este sentido formal, el diario responde a las
características de diseño propias de la época.
En dicha sección se publican tanto novelas por entrega, muchas de ellas
tomadas de algún repertorio bibliográfico o compendio local (como ser La
Biblioteca Popular de Buenos Aires, dirigida por Miguel Navarro Viola), así
como ensayos, críticas y análisis de obras literarias, poemas, dramas y
comedias breves, etc. En este sentido, podemos observar un empleo “residual
del espacio del folletín” similar al señalado por Alejandra Laera para el caso del
diario La Nación (Laera: 103).3 Este uso del folletín representa un antecedente
de las secciones y de los suplementos literarios de los diarios que comienza a
emerger en esta época, tal como lo mencionamos anteriormente.4
La primera novela de folletín publicada por El Orden a partir del 27 de
noviembre de 1883, es una traducción de Miguel Navarro Viola de la novela
breve La preferida de Enrique Conscience. Originalmente, dicha obra fue
publicada en La Biblioteca Popular de Buenos Aires (1878), ya mencionada. El
proyecto de Navarro Viola no goza del éxito popular esperado, a pesar del
título que indica la colección. Situación que contrasta con el creciente éxito de
3
“Vale la pena aclarar que es todavía el uso residual del espacio del folletín el
que llevan a cabo los diarios: no la novela folletinesca, sino el lugar disponible
para albergar desde relatos más o menos extensos hasta, sobre todo, relatos
de costumbre, reseñas o comentarios, es decir, textos que no se vinculan al día
a día de la política y en el que predominan los temas artísticos, literarios o
vinculados con las costumbres sociales” (Cfr. Laera, nota 15: 103)
4
En un trabajo más extenso abordamos la relación del folletín como sección
literaria de los diarios siguiendo a Michael Haller. (Cfr. Risco: 2009)
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los folletines de Eduardo Gutiérrez editados en el popular diario La Patria
Argentina.
Según Laera, las novelas extranjeras ingresan en el campo editorial argentino
gracias al camino ya trazado por las novelas argentinas de vertiente popular.
En este fenómeno percibe una posible explicación del fracaso del proyecto
editorial de Navarro Viola (Laera: 104). Sin embargo, si tenemos en cuenta lo
señalado anteriormente sobre las dos vertientes del folletín en Latinoamérica,
podríamos afirmar que el proyecto de Navarro Viola se aproxima más bien a la
vertiente ilustrada del desarrollo del folletín. Su concepto de “popular” al que se
refiere el título del proyecto editorial se relaciona, más bien, con la naturaleza
económica de la publicación de la obra, accesible al público en general, y no a
un círculo exclusivamente letrado.
Nos preguntamos cómo explicar, entonces, ante este evidente fracaso editorial
en términos de Laera, la inclusión en un diario de provincias que recién
comienza a realizar sus primeros pasos públicos la decisión de reproducir la
traducción argentina de una novela extranjera proveniente de una fuente que
no goza precisamente de popularidad.
Una posible explicación reside en el carácter moralizante del proyecto editorial
de Navarro Viola, presente desde los epígrafes de su primer número. En este
volumen, se publican tres epígrafes, cuyos autores son Eugenio Poitou,
Madame de Staël y Pedro Goyena. Los textos de estos dos últimos autores
mencionados apuntan a la necesidad de “enriquecimiento del alma” (Navarro
Viola: portada).5 En efecto, en consonancia con estos consejos, se constata en
las publicaciones posteriores de El Orden el marcado acento moral como rasgo
característico de la selección de folletines que edita este diario. Cabe señalar,
además, que el concepto “popular” considerado por Laera señala dos
vertientes de la narrativa que circula en la Argentina de la época en una sola
dirección: el éxito de mercado local y/o extranjero. En este último caso, la
confrontación de la polémica relación entre literatura argentina y extranjera
conviviendo en un mismo campo literario genera posturas diferenciadoras entre
letrados y no letrados, como una cuestión fundamental de la recepción literaria.
En números posteriores, cuando el vespertino ya comienza a experimentar las
repercusiones positivas de las crecientes suscripciones, el folletín se publicita a
través de anuncios elogiosos publicados el mismo día y en la misma página de
su aparición, con el fin de generar expectativa y entusiasmo en el público
lector.
Este “público lector”, o más bien grupos de “lectores”, se especifican con el
tiempo hasta llegar a constituirse en comunidades lectoras agrupadas de
acuerdo a su interés por determinadas secciones de preferencia del diario. En
5
El más representativo de los tres es el de Mme de Staël: “Es moral un libro cuando la
impresión que deja su lectura favorece el enriquecimiento del alma” (Navarro Viola: portada).
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esta “especialización” por secciones y suplementos, el folletín se instituye como
un género producido preferentemente para mujeres.6
Posteriormente, a partir de 1885, El Orden, apuesta y fomenta la propuesta
editorial de la revista Sud-América, ya que reproduce parte de su material en
sus páginas. En este punto, se percibe claramente una aproximación del diario,
en conjunción con la propuesta de Sud-América, hacia una relación más
estrecha entre periodismo y literatura en una suerte de entrecruzamiento de
prácticas.
Según señala Laera, los intercambios de prácticas entre periodista-escritor
(tomando como modelo a Eduardo Gutiérrez) y escritor-periodista (como ser
Eugenio Cambaceres) dependen de cómo se haya dado el inicio de la
producción novelística de los autores: o a partir de la práctica periodística o
desde la práctica literaria introduciéndose luego en la investigación periodística
(2010: 111). De este modo, conviven producciones que apuestan de modo
diferente a la promoción de lo “popular” tanto extranjero como nacional,
admitiendo elementos entrecruzados con la alta cultura. Esta situación se verá
reflejada en las páginas de El Orden.
Al poco tiempo de declarar una aproximación a la propuesta del Sud-América,
el diario tucumano emprende su distanciamiento. La razón podría encontrarse
en la filiación política de los miembros de Sud-América de apoyo declarado a la
candidatura de Juárez Celman, que tanto disgusta a los redactores de El
Orden.
La consideración del folletín en el diario puede leerse teniendo en cuenta,
además, las manifestaciones explícitas en sus páginas de la crítica literaria
sobre de dicho género. En efecto, en las dos últimas décadas del siglo XIX el
diario publica una cantidad significativa de artículos de escritores que debaten
sobre la validez, la calidad y el alcance del folletín en la formación cívica y
moral de los ciudadanos. La crítica varía su postura desde una actitud inicial
positiva relacionada con la calidad de las obras difundidas como folletines;
hacia una postura elitista negativa, evidente en el rechazo del folletín como
género popular. Por su carácter popular, es considerado periférico e inferior a
las grandes obras de la literatura universal. Esta última actitud es apoyada por
ciertos sectores intelectuales que ven amenazada su posición en el campo
intelectual de la época y que atribuyen el éxito del folletín a un fenómeno de
mercado, como un rechazo a la actitud consumista y materialista del público
lector que ya comienza a adoptar para ellos la forma despectiva de “masivo”.
Esta postura refuerza y actualiza el valor espiritual y sagrado del arte literario,
pero no sólo en su contenido (espiritualismo contra materialismo consumista,
propio de la moral cristiana nacionalista), sino fundamentalmente en su
constitución, en una actitud próxima a las vanguardias.
6
Trabajamos con detenimiento sobre la cuestión de la mujer como sujeto lector, escritor y
crítico y su consideración en relación al folletín publicado en este diario en una ponencia
presentada en el XVI Congreso Nacional de Literatura Argentina, Chaco, 2011, inédita. El
presente trabajo se encuentra estrechamente vinculado con la ponencia mencionada.
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Social – IV CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2012
4. Una breve consideración final
En el presente trabajo intentamos un abordaje de la problemática del folletín a
partir de un diario de provincias.
En el caso particular del diario tucumano El Orden, la convivencia en el mismo
contexto con diarios populares y prestigiosos que llevan a cabo una operación
de difusión de la novela de folletín similar, tanto de la vertiente culta como de la
popular, representa una muestra del modo en que las provincias buscan
participar en la constitución de una práctica y de un género. Los modelos y
fuentes principales que sigue el diario son la Biblioteca Popular de Buenos
Aires, la revista Sud-América, La Nación y La Prensa, entre otros. Las páginas
del diario, por su interés por lo popular, resultan un testimonio que documenta
dicha práctica a medio camino entre la traducción, la producción y la
reproducción literaria nacional y extranjera.
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* El presente trabajo forma parte de un proyecto de investigación mayor en ejecución, desarrollado
por la autora como Investigadora de CONICET en el marco de una estadía de investigación en el
Instituto Iberoamericano de Berlín, Alemania (2012-2013), cuyos fondos bibliográficos y
documentales han sido empleados en la realización de esta ponencia.
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