MARÍA EN LA RELIGIOSIDAD POPULAR INDÍGENA Algunos Apuntes Eleazar López Hernández Centro Nacional de Ayuda a Misiones Indígenas Junio de 2010 Breve introducción En respuesta a la petición de Mons. Guillermo Francisco Escobar Galicia, obispo de Teotihuacán y responsable de la Dimensión Indígena de la Pastoral Social de la Conferencia del Episcopado Mexicano, tomo la palabra en este XVI encuentro nacional de Sacerdotes Indígenas, para ayudar a profundizar en el tema María en la Religiosidad Popular Indígena. Debo aclarar de antemano que no es mi deseo externar aquí únicamente mi pensamiento personal, sino ser recopilador y portador de muchas otras voces de hermanas y hermanos de las comunidades, donde se vive la RP y, algunas veces, se reflexiona esta experiencia tan honda. Me refiero a talleres con religiosas indígenas, con seminaristas y diáconos indígenas y con bases organizadas de muchas parroquias, decanatos y diócesis en los que Cenami ha sido invitado a colaborar. En ese sentido mis palabras pretenden ser también una contribución para que profundicemos en un tema como éste tan extendido y al mismo tiempo tan poco atendido en la Iglesia. Comenzaré por traer a la mesa del debate algunas ideas básicas de lo que es la Religiosidad Popular (RP) y el por qué de su importancia en la vida de nuestros pueblos. Después aportaré sobre el rol que en ella juega la figura de María, Madre de nuestro Señor Jesucristo; para finalmente sacar algunas conclusiones respecto a qué podemos hacer los sacerdotes indígenas para servir adecuadamente a esta RP. VER La Religiosidad Popular, fenómeno religioso mayoritario Es un hecho, a menudo olvidado o minusvalorado por los pastores de la Iglesia, que la piedad o religiosidad popular (RP) constituye el fenómeno religioso más extendido en la base de los pueblos de México y de América Latina. Se podría decir que, - aunque ningún censo o estadística oficial lo verifique -, es la religión mayoritaria, que funciona autónomamente de las estructuras eclesiásticas, pues se halla en manos de la misma gente que la lleva adelante con sus propios esquemas culturales y comunitarios. Es más, la RP ha sido el sostén de la fe ancestral y cristiana de los pobres incluso en momentos en que no hubo presencia clerical estable de la Iglesia. Por eso, dedicarle más tiempo y esfuerzo a la RP, por parte de los pastores, es una exigencia ineludible en nuestros días por nuestro bien, como indígenas, y por el bien de toda la Iglesia, que es la principal beneficiaria de la RP. 1 María ocupa un lugar preponderante en la RP La RP se mantiene y se trasmite porque un amplio sector del pueblo, especialmente los más pobres, la considera como la expresión de su fe y de sus anhelos de “seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor: nuestros sacerdotes".1 En la RP de México y de toda América Latina, la Virgen María, sobre todo en su advocación de Guadalupe, ocupa un espacio muy grande por ser el símbolo que más se ajusta a las características e idiosincrasia de los habitantes del Continente.2 En torno a ella o mediante su intervención los macehuales (pobres y sencillos) vuelven a dar sentido trascendente a su vida, a pesar de la conquista. Y es que, como se dice en el documento ‘Ecclesia in América’: “« La Madre de Cristo se presenta ante los hombres como portavoz de la voluntad del Hijo, indicadora de aquellas exigencias que deben cumplirse para que pueda manifestarse el poder salvífico del Mesías ». (cf. Enc. Redemptoris Mater (25 de marzo de 1987), 21: AAS 79 (1987), 369.)…” “¿Cómo no poner de relieve el papel que la Virgen tiene respecto a la Iglesia peregrina en América, en camino al encuentro con el Señor? En efecto, la Santísima Virgen, « de manera especial, está ligada al nacimiento de la Iglesia en la historia de [...] los pueblos de América, que por María llegaron al encuentro con el Señor ».(Propositio 5)” “En todas las partes del Continente la presencia de la Madre de Dios ha sido muy intensa desde los días de la primera evangelización... Desde los orígenes —en su advocación de Guadalupe— María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión ». (cf. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Mensaje a los pueblos de América Latina, Puebla, febrero de 1997, 282. Para los Estados Unidos de América, cf. National Conference of Catholic Bishops, Behold Your Mother Woman of Faith, Washington 1973, 5355)”3 El pueblo latinoamericano es más y guadalupano que cristiano Como afirman los obispos y expertos de Teología India reunidos por el Celam en Guatemala 2006, “los indígenas se encuentran vitalmente con Jesucristo por muchas vías; pero el camino mariano ha contribuido más a este encuentro”.4 Y la razón de esto tiene que ver con las culturas de estos pueblos originarios, que eran menos machistas y más integrales, donde la mujer juega un rol igualitario al lado del varón. En virtud de esa concepción 1 Nicam Mopohua, 24. Cuando en este relato Juan Diego habla de “nuestros sacerdotes” (refiriéndose a los misioneros españoles que enseñaban la doctrina en el convento de Tlatelolco), utiliza los mismos términos prehispánicos que su pueblo tenía para hablar de los sacerdotes de su antigua religión. De modo que se puede aplicar a ambos tipos de sacerdotes. 2 Lo mismo hace el pueblo con los santos cristianos que los misioneros, desde el principio de la evangelización, permitieron que fueran manejados al arbitrio del pueblo, que los incorporó a su mundo indigenizándolos. 3 Ecclesia in América, 11 4 Cf. III Simposio de Teología India, Mensaje final 2 igualitaria, para ellos Dios Ometéotl, no podía ser sino Padre-Madre o Madre-Padre. Y esa realidad sigue marcando el alma de nuestra gente a pesar de la destrucción causada por la conquista y a pesar de las “sombras” de la primera evangelización. Así fue como nuestras abuelas y abuelos tomaron contacto directo con los aportes del Cristianismo europeo. Por eso el Papa Juan Pablo II, en 1992, afirmaba en Santo Domingo que “América Latina, en la Virgen de Guadalupe, ofrece un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada”.5 La RP -y particularmente el guadalupanismo- llegó a ser así la posibilidad de unir los dos mundos religiosos, que habían quedado contrapuestos por la conquista tanto material como espiritual, haciendo posible la convivencia de la religión ancestral de nuestros pueblos con la fe cristiana. No es fortuito que los santuarios o centros religiosos más concurridos en el territorio nacional y latinoamericano en su mayoría estén dedicados a la Virgen María: La Basílica de Guadalupe, de San Juan de los lagos, de Zapopan, de Juquila, de Pátzcuaro, en México; de Jucuarán en El Salvador, de Aparecida en Brasil, de Caacupé en Paraguay, de Jujuy en Argentina, de Copacabana en Bolivia, de El Cobre en Cuba. Muchos de ellos fueron construidos sobre los restos de centros ceremoniales prehispánicos o a partir de esquemas simbólicos tomados de los mitos indígenas ancestrales. JUZGAR La RP es un fenómeno que merece ser conocido a profundidad Por ser un fenómeno religioso muy extendido y porque afecta directamente la labor de la Iglesia, la RP debería ser objeto de atención de todos los miembros de la Iglesia. El Comité Pontificio para la celebración del Jubileo 2000, señalaba claramente que: “la mayor parte de los fieles, sean niños o adultos, incultos o instruidos, pobres o ricos, viven plenamente inmersos en este clima de devoción popular. Acogen, comprenden y expresan la fe cristiana no con las categorías cultas de la “teología de escuela”, sino con códigos propios y particulares, cuyo contenido es, con frecuencia, rico en símbolos y experiencias vitales”.6 Si en la Iglesia seguimos ignorando esta realidad y más aún la seguimos agrediendo, el resultado que tendremos es que aceleraremos la salida de los pobres de nuestros templos y perderemos la oportunidad histórica de resarcir los errores del pasado con un aporte misionológico que rescate para la vida de nuestros pueblos la energía espiritual contenida en la RP. En la RP podemos beber la sabiduría espiritual de nuestros pueblos En la Religiosidad Popular es donde podemos ponernos al contacto directo con las expresiones teológicas y cristológicas del pueblo. Pero no es posible este encuentro si vamos con los viejos esquemas discriminatorios del pasado, ya que, como recomienda el Comité Pontificio para el Jubileo 2000: 5 Cf Santo Domingo, discurso inaugural 24. 6 “Jesucristo, Salvador del Mundo”. Comité para el Jubileo del año 2000. Cap. Tercero, V,1. 3 “la religiosidad popular no puede ser descuidada como insignificante o simplemente supersticiosa, sino que debe ser acogida como un valor religioso y cristiano”.7 Ya los obispos en Puebla reconocían que el “núcleo de ese mundo sagrado de nuestros pueblos es un acervo de valores que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia humana”.8 Sin embargo, hemos de reconocer que no fuimos formados para comprender y acompañar la RP. Todo lo contrario, en los seminarios nos dieron armas para atacarla y destruirla. Por eso ahora nos hace falta contrarrestar esa formación recibida y adquirir nuevas actitudes y nuevas herramientas metodológicas para un acercamiento apropiado a esta realidad de nuestros pueblos. Y eso no será posible si no nos ponemos en camino de una renovación profunda de nuestro ser y actuar pastoral. Después del Concilio se abren puertas a un nuevo tratamiento de la RP El Concilio Vaticano II, que inició el aggiornamento de la Iglesia, no tocó para nada la RP. Fue el Papa Pablo VI, en la etapa postconciliar, quien abrió caminos a un cambio radical en la perspectiva oficial de la Iglesia respecto a la RP, exorcizando los demonios que ahí se habían metido. En su encíclica Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1975) él recoge el deseo de la Iglesia expresado por los obispos reunidos en sínodo, de acercarse “a esa realidad que suele ser designada en nuestros días con el término de religiosidad popular.”9 Lo que Pablo VI señala en esa encíclica revoluciona las actitudes prevalentes hasta ese momento en dicho tema. De modo que diseña un ideal pastoral que sigue interpelando a todos. “Tanto en las regiones –dice el Pontífice- donde la Iglesia está establecida desde hace siglos, como en aquellas donde se está implantando, se descubren en el pueblo expresiones particulares de búsqueda de Dios y de la fe. Consideradas durante largo tiempo como menos puras, y a veces despreciadas, estas expresiones constituyen hoy el objeto de un nuevo descubrimiento casi generalizado. Durante el Sínodo, los obispos estudiaron a fondo el significado de las mismas, con un realismo pastoral y un celo admirable.” 10 Y luego añade: “La religiosidad popular, hay que confesarlo, tiene ciertamente sus límites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión, es decir, a las supersticiones. Se queda frecuentemente a un nivel de manifestaciones culturales, sin llegar a una verdadera adhesión de fe. Puede incluso conducir a la formación de sectas y poner en peligro la verdadera comunidad eclesial.” “Pero cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, 7 Ibid. Documento de Puebla, 448 9 Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 48 8 10 Ibidem 4 aceptación de los demás, devoción. Teniendo en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente "piedad popular", es decir, religión del pueblo, más bien que religiosidad.”11 Nuevos derroteros de la Iglesia Latinoamericana ante la RP La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Pueblo 1979, dio cauce al nuevo enfoque teológico y pastoral que ya se había generado en muchos respecto a la RP a partir de la encíclica Evangelii Nuntiandi. Los obispos la retoman de manera muy contundente. Incluso se puede decir que la fascinación por el mundo religioso de los pobres, que recién estaban descubriendo nuestros obispos, les hizo asumir en Puebla, con mucho optimismo, lo que Pablo VI ya había señalado: "La religiosidad del pueblo, en su núcleo, es un acervo de valores, que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia...tiene una capacidad de síntesis vital...conlleva creadoramente lo divino y lo humano... es un humanismo cristiano que afirma radicalmente la dignidad de toda persona como Hijo de Dios, establece la fraternidad fundamental, enseña a encontrar la naturaleza y a comprender el trabajo y proporciona las razones para la alegría y el humor, aún en medio de una vida muy dura.. es también para el pueblo un principio de discernimiento, un instinto evangélico...tiene la capacidad de congregar multitudes...es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo". 12 Mons. Bartolomé Carrasco Briseño, arzobispo de Oaxaca, que participó activamente en Puebla encabezando la comisión que abordó la opción preferencial por los pobres, corrobora este avance de la RP en la Iglesia. Y lo expone de la siguiente manera: “A pesar de las limitaciones que tuvo la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano, en cuanto a comprender cabalmente la realidad indígena y plantearse respuestas adecuadas a partir de los propios indígenas, en Puebla la Iglesia empezó a hacer a un lado esa tónica indigenista para dar mayor cabida en su seno a los pueblos indígenas tal como ellos son. Los pastores empezaron a tener una admiración por los innegables valores que estos pobres poseen como "un potencial evangelizador" que "interpela constantemente" a la Iglesia (DP 1147). Aquí y allá se descubren en el documento final de Puebla señales de dicha valoración (cf. 19. 52. 53. 201).” … “El interés y entusiasmo pastoral por los "valores autóctonos", considerados como presencia antecedente del Espíritu en las culturas precolombinas (cf. DP 201) o - utilizando una categoría teológica de los Padres de la Iglesia- "semillas o gérmenes del Verbo" (DP 401. 403. 451), llevó a la Iglesia en Puebla a plantearse una evangelización de las culturas no como "un proceso de destrucción, sino de reconocimiento, consolidación y fortalecimiento de dichos valores; una contribución al crecimiento de los 'gérmenes del Verbo' presentes en las culturas" (DP 401).“ 11 Ibidem 12 Documento de Puebla 448-450. 5 “Este planteamiento teológico-pastoral implica la necesidad de realizar "un trasvasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura en que se inserta" (DP 404). Es lo que se denomina "inculturación del Evangelio", aunque el término no aparece explícitamente en Puebla.”13 Juan Pablo II y la RP mariana Tal vez Juan Pablo II sea el pontífice que, en sus discursos y en sus giras pastorales por todo el mundo, dio más cabida a la RP, y especialmente a la devoción mariana, heredada de su madre y de pueblo. Es para nosotros motivo de gozo su exaltado amor a la Virgen de Guadalupe, en quien vio “un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada” pues – como él mismo explica – “en la figura de María, desde el principio de la cristianización del Nuevo Mundo y a la luz del evangelio de Jesús, se encarnaron auténticos valores culturales indígenas”.14 Y ya antes había señalado que ella es el rostro materno de Dios, según consta en el mensaje final de Puebla, donde se proclama que: “Desde los orígenes —en su advocación de Guadalupe— María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión” 15 Benedicto XVI y la RP El Papa actual, aunque menos efusivo en sus expresiones, en el asunto de la RP se mantuvo en sintonía con su antecesor, declarando en Aparecida que: “la sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos… Todo ello forma el gran mosaico de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar”. 16 De modo que, por lo que hemos visto y oído en los últimos 35 años, se ha generado en el Magisterio de la Iglesia una nueva actitud frente a la RP, que ya no es mirado como el patito feo de épocas anteriores, sino como el cisne hermoso que atrae la atención de los pastores. Seguramente este cambio se ha dado por el reconocimiento del papel de la Virgen María en la RP; pero a través de ella se va colando también el pobre y el pueblo, que son los verdaderos dueños y protagonistas de la RP, y quienes la llevan grabada en su tilma, en su corazón, en su persona. 13 Mons. Bartolomé Carrasco, Mensaje de Cuaresma 1993. 14 Santo Domingo, discurso inaugural, 24 15 III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Mensaje a los pueblos de América Latina, Puebla, febrero de 1997, 282. Para los Estados Unidos de América, cf. National Conference of Catholic Bishops, Behold Your Mother Woman of Faith, Washington 1973, 5355. 16 Benedicto XVI, discurso inaugural de Aparecida 6 La experiencia de Dios en la RP mariana Hay quienes piensan que el exagerado acento mariano de la RP en México y en América Latina va en detrimento del lugar central que debe ocupar Dios y nuestro Señor Jesucristo en la propuesta cristiana. Esa percepción no corresponde a la realidad. Por los estudios hechos sobre todo del evento guadalupano, podemos afirmar que en la RP no entran en pugna la figura de María con la de Dios y la de Cristo, ya que en Ella el pueblo se encuentra con el rostro materno de Dios, con su bondad, con su misericordia, con su amor y predilección por el pobre y desprotegido (el xocoyotzin). Ella es el camino para llegar a Dios y a su Hijo Jesucristo. El pobre, como Juan Diego de inmediato se da cuenta “con toda claridad que Ella es la Perfecta Virgen, la Amable, Maravillosa Madre de Nuestro Salvador Nuestro Señor Jesucristo”.17 En consecuencia es a Dios a quien se dirige el pueblo a través de María. Ella es la presencia tangible y amorosa de Aquel que es Yóhual-li/Ehécatl, Noche/Viento, el Impalpable, que se pone Cerca y Junto de nosotros. La constatación mayor de la RP mariana es que, por María, Dios escucha el clamor del pobre y sale en su defensa para desbaratar los planes opresores de sus enemigos. En María son oídos y remediados todos sus lamentos, miserias, penas y dolores; y él recibe todo el amor, compasión, auxilio y defensa, que necesita. Con la RP el pobre se reconstruye como pueblo, reencontrándose con sus raíces ancestrales, con lo mejor de los sueños y utopías de sus antepasados. Por María, él recupera la dignidad negada por la sociedad dominante, supera las enfermedades del sistema y saborea los signos de vida plena que Dios le tiene preparado. Ese es sentido de la fiesta que forma parte integral de la RP. María le da al pobre la certeza de que Dios está a su lado y que está dispuesto a meter las manos por él en la lumbre de la historia. Como Juan Diego - que se considera hoja suelta, cordel, escalerilla, cola por causa de la opresión impuesta – el pobre, por la RP, se rehace como persona y se convierte en embajador digno de toda confianza de la Señora del cielo. En la RP el pueblo recupera su protagonismo y su capacidad de asumir plenamente la soberanía sobre su vida. Por eso, con María, Madre y compañera de lucha, el pueblo se siente seguro del triunfo final y se compromete para viabilizar el proyecto de vida que ella le propone; y se hace capaz de superar todos los obstáculos que se le presentan en el camino. En la RP guadalupana el pobre toma conciencia de que es del todo punto indispensable que él sea quien lleve el mensaje y que, por su medio, se haga realidad el proyecto de la Señora del Cielo. Y es que la RP crea y trasmite una energía espiritual que, como proclama María en el Magníficat, “derriba del trono a los poderosos y levanta del polvo al pobre” 18 y lo sienta en la mesa de los hijos de Dios para el banquete del Reino. 17 Nican Mopohua, 75 18 Lucas 1,52 7 ACTUAR ¿Cómo evangelizar desde las culturas y desde la RP? La RP, que forma parte de las culturas populares, es portadora de un ideal de vida, que se manifiesta envuelta en símbolos, ritos y mitos propios de los pobres. Se trata de un proyecto de vida, que necesita ser explicitado y viabilizado en la historia para que el pueblo logre con eficacia resolver sus problemas concretos y hacer realidad histórica esos anhelos de liberación y de construcción de futuros mejores. En búsqueda de los compromisos de acción que conlleva acompañar la RP, las conclusiones que el Papa Pablo VI sacaba en su encíclica Evangelii Nuntiandi, (1975), siguen siendo vigentes para nuestros días: “La caridad pastoral –nos dice el Papa- debe dictar, a cuantos el Señor ha colocado como jefes de las comunidades eclesiales, las normas de conducta con respecto a esta realidad, a la vez tan rica y tan amenazada. Ante todo, hay que ser sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables, estar dispuesto a ayudarla a superar sus riesgos de desviación. Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo.”19 A este planteamiento fundamental se une la palabra de Juan Pablo II, que añade en ‘Familiaris Consortio’, (1985), lo siguiente: “Está en conformidad con la tradición constante de la Iglesia el aceptar de las culturas de los pueblos, todo aquello que está en condiciones de expresar mejor las inagotables riquezas de Cristo. Sólo con el concurso de todas las culturas, tales riquezas podrán manifestarse cada vez más claramente y la Iglesia podrá caminar hacia un conocimiento cada día más completo y profundo de la verdad, que le ha sido dada ya enteramente por su Señor… Es mediante la «inculturación» como se camina hacia la reconstitución plena de la alianza con la Sabiduría de Dios que es Cristo mismo. La Iglesia entera quedará enriquecida también por aquellas culturas que, aun privadas de tecnología, abundan en sabiduría humana y están vivificadas por profundos valores morales.” 20 Benedicto XVI completa la propuesta agregando que “la religiosidad popular es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, purificar”. 21 Los Sacerdotes Indígenas ante la RP a) Somos puente privilegiado Para llevar a cabo esta renovación profunda de la Iglesia frente a la RP, los sacerdotes indígenas, que tenemos la dicha de ser puentes privilegiados de comunicación entre nuestros pueblos y la institución eclesiástica, debemos asumir tareas concretas para mostrar y dar razón, a los demás miembros de la Iglesia, de la esperanza que se 19 Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 48 20 Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 10 21 Benedicto XVI, Discurso inaugural de Aparecida 8 halla en el fondo de la RP. Nosotros que mamamos las tradiciones de nuestros pueblos, conocemos vitalmente el corazón de nuestra gente y podemos cumplir cabalmente esta tarea de mostrarlo y defenderlo en la Iglesia con sólidas e incuestionables argumentaciones. También nos toca asumir tareas para rescatar el lugar de la utopía o de los sueños de futuro de nuestra gente; para devolver al pueblo su rol protagónico en la conducción de su vida entera; para reconstruir el protagonismo de la mujer en la trasmisión de la cultura y de la RP y en la defensa de la vida. Esto conlleva igualmente la urgencia de rescatar o fortalecer el valor y la importancia de los símbolos, ritos y mitos de nuestros pueblos como vehículos apropiados para la comunicación de los misterios de Dios, de la vida y de nuestra existencia humana. b) En la revalorización de la RP Podemos decir que, por estos valores, la RP no sólo es objeto de evangelización, sino que ella tiene un “potencial evangelizador” (Puebla 1147), con la que se puede evangelizar al pueblo y también a la misma Iglesia. Los pobres y especialmente los indígenas podemos enseñar el camino de Dios a los demás. Es el sentido de la canonización reciente de Juan Diego, poniéndolo como ejemplo de santidad para todos. Aquí es donde cabe enfatizar con Puebla que ha llegado la hora en que los pastores no sigamos planteando una evangelización de las culturas como "un proceso de destrucción, sino de reconocimiento, consolidación y fortalecimiento de dichos valores; una contribución al crecimiento de los 'gérmenes del Verbo' presentes en las culturas" (DP 401). Lo cual no se puede llevar a cabo si al mismo tiempo no logramos realizar "un trasvasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura en que se inserta" (DP 404). Tarea que aún queda pendiente y que los indígenas que estamos dentro de la Iglesia tenemos que acometer con mucha audacia y prudencia pastoral. c) En la ‘purificación’ de la RP Hablar con optimismo de la RP no significa que cerremos los ojos ante las desviaciones, contaminaciones y demás fallas que ella tiene o puede tener. Como toda obra humana ciertamente la RP está marcada por el pecado social y personal de quienes en ella intervenimos. En consecuencia ella necesita también de conversión y de purificación. Pero esto no se puede hacer desde fuera y por gente extraña al pueblo, sino por los mismos dueños de la RP y a través de sus esquemas propios, como lo hizo Jesús respecto a las tradiciones de su pueblo, yendo a lo más profundo e interpelando desde ahí a sus paisanos y a quienes ocupaban la cátedra de Moisés. Recuerden la ira de Jesús al ver a los cambistas en el templo de Jerusalén: “Dios dice en la Escritura: ‘mi casa será llamada casa de oración’; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”22 Ciertamente la RP requiere de purificación respecto a cierta tendencia puramente devocional, espiritualista y ahistórica que se ha metido en algunas prácticas, al pretender huir de la realidad enfatizando un providencialismo o fatalismo, que deja todo en manos de Dios y niega de hecho el compromiso por la transformación de la realidad. También necesita liberarse de las contaminaciones y manipulaciones que se dan 22 Mateo 21,13 9 frecuentemente desde la sociedad envolvente, que se aprovecha del carácter festivo del pueblo para venderle alcohol o para manipularlo con fines políticos, turísticos o de otro tipo. Así mismo la RP necesita superar los fanatismos de algunos que se cierran a la repetición monótona de usos y costumbres, que ya no dicen mucho a las nuevas generaciones, para recrear con ingenio tales tradiciones manteniendo la vitalidad de sus contenidos perennes, pero incorporando elementos nuevos y más expresivos. En fin, hace falta llevar a la RP a su plenitud en Cristo. Epílogo ¡La Virgen María, Estrella de la evangelización, con su método guadalupano, nos enseñe los caminos para este reencuentro con los elementos mejores de la experiencia religiosa de nuestros pueblos, a fin de que rescatando el patrimonio espiritual que nos heredaron los antiguos, nuestros abuelos, lleguemos también a ser verdaderos “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan Vida”;23 ya que, como afirmó el Papa Juan Pablo II, “se puede llegar a Dios sin renunciar a la propia cultura, pero dejándose iluminar por la luz de Cristo, que renueva el espíritu religioso de las mejores tradiciones de los pueblos”.!24 23 24 Lema de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida 2007 Homilía en la beatificación de los mártires de Cajonos, 1 de agosto de 2002 10