Artículo 2. Procedente de Sueños Lúcidos. Las pesadillas nos ayudan a entender por qué soñamos NUEVA YORK.– Todas las evidencias coinciden en que los malos sueños constituyen una experiencia humana universal. A veces ellos son lo suficientemente temibles para despertar a quien los sufre, en cuyo caso entran en la definición formal de pesadilla. Otras veces son, incluso, peores: cuando la persona cree que lo peor del sueño ha terminado, pero está ingresando en “Su más temida pesadilla, capítulo II”. Pero cualquiera que sea la trama, los investigadores señalan que las pesadillas y los sueños horrendos ofrecen indicios potencialmente elocuentes para develar, en primer lugar, el misterio más profundo de por qué soñamos. También, cómo nuestras vidas, cuando soñamos y cuando estamos despiertos, pueden entrelazarse y gravitar entre sí. Y, lo más desconcertante de todo, cómo nos arreglamos para elaborar una realidad virtual en nuestra mente, un depósito nocturno sensorialmente rico, multidimensional y dotado de personajes tan persuasivos, que uno quiere... estrangular antes de que puedan estrangularlo a uno. Un importante motivo por el que los malos sueños ayudan a discernir la arquitectura onírica en términos generales es que, como numerosos estudios han demostrado, la mayoría de nuestros sueños son malos. Ya sea que individuos sometidos a un estudio lleven un diario personal de sus sueños en la casa o duerman en laboratorios de investigación y sean periódicamente despertados del sueño a partir del movimiento rápido del ojo (REM) -la etapa más frecuentemente relacionada con el sueño-, los resultados son los mismos: casi el 75% de las emociones descriptas son negativas. Además, según Robert Stickgold, un investigador del sueño de la Facultad de Medicina de Harvard, somos soñadores ridículamente activos, ya que pasamos entre el 60 y el 70% del período de soñolencia soñando o en un estado semejante al sueño, llamado actividad mental del sueño, que funciona hasta tres horas por noche transcurridas en un estado de ansiedad o frustración mientras llegamos tarde para el examen o caminamos descalzos sobre vidrios rotos porque nuestros zapatos se derritieron. Sueños adolescentes El paciente era un hombre de 37 años que de niño había sido violado por su madre esquizofrénica, a menudo, mientras estaba en la cama tratando de dormirse. No obstante, llegó a ser un adulto razonablemente normal y bien remunerado en su trabajo, y pensó que lo peor había quedado atrás. Hasta que una noche se despertó súbitamente y vio en su cuarto a una intrusa que revolvía los cajones del ropero. Posteriormente, sus pesadillas comenzaron, sueños espantosos y recurrentes en los que la intrusa era una mujer de mediana edad y en los que una cuchilla pendía como una espada de Damocles del ventilador de techo sobre su cabeza. "Su viejo recuerdo del miedo no se había disipado", afirmó el doctor Ross Levin, psicólogo que investiga el terreno de los sueños en la Yeshiva University, de Nueva York. "Se reactivaron fácilmente -añadió- debido a su trauma reciente." Casi tan repentinamente, plasmaron la base de una pesadilla recurrente. El doctor Levin instó al paciente a reformular el sueño y ensayar alternativas frente a cuchillas oscilantes y un temor paralizante, hasta que finalmente las pesadillas cesaron y el hombre pudo recuperar su anterior condición. Estudios realizados sobre la base de estadísticas o diarios personales han demostrado que la frecuencia de las pesadillas varía según la edad y el sexo. Los preescolares son relativamente inmunes al mito del cuco, pero no es ése el caso de sus hermanitos mayores. Aproximadamente el 25% de los chicos entre 5 y 12 años señalan que por lo menos una vez por semana se despiertan debido a un mal sueño. El índice de pesadillas aumenta durante la adolescencia, alcanza el pico máximo entre los adultos jóvenes, y luego, como tantas cosas más en la vida, comienza a disminuir. El individuo promedio de 55 años tiene tres veces menos pesadillas que el individuo promedio de 25 años. A casi cualquier edad, las niñas y las mujeres señalan que tienen considerablemente más pesadillas que los niños y los hombres, hecho que, según algunos investigadores, podría estar relacionado con los porcentajes comparativamente mayores de ansiedad y trastornos del ánimo. El contenido de las pesadillas también varía con el tiempo y entre distintas culturas. A un joven en los Estados Unidos del siglo XXI tal vez no le importe el ocasional sueño erótico, pero para San Agustín, el filósofo cristiano del siglo IV, "los sueños de naturaleza sexual eran pesadillas", como expresó Kelly Bulkeley, investigador del sueño, invitado en la Graduate Theological Union, de Berkeley, California. "Los consideraba -agregó- amenazas para su fe." Ciertos factores culturales específicos también pueden incidir en los temas universales. El doctor Bulkeley y sus colegas descubrieron que la pesadilla de ir cayendo al vacío son habituales entre las mujeres de las naciones árabes, quizá por razones metafóricas. Mientras en gran medida el cuerpo y el cerebro durante el sueño aparentemente se confabulan para permitirnos andar a salvo a través de un siniestro terreno onírico de personajes extravagantes, los científicos que estudian el sueño, en su mayoría, están persuadidos de que soñar tiene un propósito esencial, posible y evolutivamente de adaptación. En un reciente artículo aparecido en la revista Psychological Bulletin , el doctor Levin, junto con su colega Tore Nielsen, de la Universidad de Montreal, plantearon que soñar servía para crear lo que denominan "recuerdos de la extinción del miedo", recurso que tiene el cerebro de mezclar, desintoxicar y, finalmente, desechar viejos recuerdos temibles, lo mejor para seguir adelante y dar lugar sináptico para cualquier nueva amenaza que pudiera aparecer. "El cerebro aprende pronto a qué tenerle miedo", comentó el doctor Nielsen. "Pero si no hay un control del proceso -prosiguió-, en la adultez tendremos miedo de cosas que temíamos en la niñez." Los malos sueños comunes y corrientes rara vez recapitulan hechos desagradables de la vida real; antes bien, les extraen partes rescatables para soportes y repuestos, y a través de esa reconfiguración, según explicó el doctor Nielsen, los miedos dejan de ser tales. "Un mal sueño que no provoca que el individuo se despierte es exitoso en lo que respecta a abordar una emoción intensa. Es perturbador, pero en la medida en que no nos despertamos hay una especie de resolución", dijo. De acuerdo con este escenario, las pesadillas, al permitir que uno escape prematuramente, representan un fracaso del sistema de la "extinción del miedo". "El mal sueño es funcional, las pesadillas son disfuncionales", afirmó Nielsen. Si uno siente que está cayendo al vacío, que extienda los brazos y aprenda a volar. Nota: Por Natalie Angier De The New York Times Traducción: Luis Hugo Pressenda Noticias de Ciencia/Salud http://www.lanacion.com.ar/cienciasalud/nota.asp?nota_id=956885&origen=premium Artículo Sueños Lucidos Por Mariana Vernieri". Consulte y vaya creciendo en la Facultad De Soñar) ( Iniciantes y Soñadores Aquí ***)