AUTORES DEL GRUPO DEL 98

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AUTORES DE LA LITERATURA DE FIN DE SIGLO
UNAMUNO (1864-1936): “Hombre de contradicción y de pelea”
Su vida y su pensamiento constituyen una continua lucha. Toda su obra
gira en torno a dos temas esenciales:
1.
Constante preocupación por España (“¡Me duele España!”)
2.
Problemas religiosos y existenciales, tras la pérdida de la fe en una
crisis juvenil.
1. Como noventayochista, medita sobre los problemas y la realidad española con la intención de modernizarla
(influjo del regeneracionismo). Coincide con el resto de autores del grupo generacional en que lo primero es
cambiar la mentalidad española. En un primer momento propone europeizar España, esto es, el atraso español
se solucionaría abriendo las fronteras culturales y empapándonos del progreso, de la mentalidad abierta y
científica que ofrece Europa.
Sin embargo, tras el fracaso de acomodar nuestra manera de ser a la iniciativa extranjera, Unamuno
intenta buscar una nueva solución a partir de la proposición contraria: españolizar Europa. Pretende llegar al
fondo del alma española a través de sus paisajes y gentes (paisanaje), y ve en Castilla y en sus habitantes la
esencia o médula del carácter o idiosincrasia españoles. Introduce así el concepto de intrahistoria, pues
Unamuno se aleja de la historia oficial de reyes, batallas y hechos concretos y famosos, para acercarse a la
vida cotidiana del españolito de a pie. Es él el que verdaderamente con su trabajo diario y con su quehacer
han hecho de España lo que es entonces, con su carácter peculiar. Unamuno busca en su presente la tradición
eterna de la intrahistoria. Así, sustituye sus afanes europeístas por otros de afirmación de los valores castizos
(“¡Que inventen ellos!”, dirá. Para él España puede limitarse a ser reserva espiritual del mundo moderno).
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Aunque Unamuno cultiva varios géneros literarios, ensayo, novela, drama, poesía, el tema de España
lo desarrolla mejor en los ensayos:

En torno al casticismo (1895): habla de la decadencia española. Aquí aparecen los temas centrales
que tratan los miembros del 98: Castilla, la europeización, el casticismo, la intrahistoria.

Vida de Don Quijote y Sancho (1905): ve en la figura del Quijote el conjunto de ideales del
temperamento español que conviene preservar y potenciar para salvar a España del caos: amor por la
justicia, honradez, idealismo, afán luchador por los que se cree, etc.

Andanzas y visiones españolas (1922): describe el paisaje español y descubre relaciones entre la
realidad física y el alma de España (la austeridad castellana se complementa con la aridez y dureza
del paisaje).
2. Unamuno vive con un grave problema existencial: la falta de fe religiosa y a la vez el ansia de eternidad.
Su razón le lleva a tener conciencia de su propia existencia mortal, pero su corazón anhela la eternidad. Siente
terror ante la nada, a comprobar que nuestra vida carece de sentido y que un día moriremos irremisiblemente,
sin que quede nada de nosotros.
La fe religiosa y su esperanza en la vida eterna es la única solución a este conflicto existencial, pero
Unamuno la perdió en una crisis juvenil. De ahí la confrontación de pensamientos y sentimientos, del choque
entre razón y fe, entre su falta de fe (razón) y a la vez la imperiosa necesidad de creer en Dios para dar
sentido a la vida y a la muerte. Pero en esa lucha el autor no se inclina por ninguno de los dos términos que
entran en contradicción y consigue mediante esta paradoja transmitir al lector esa misma angustia.
En sus obras (y en diversos géneros) se entretejen cuestiones como la condición humana, la
inmortalidad, la existencia de Dios, el cristianismo como fórmula de salvación..., fruto de un pensamiento
influido por la filosofía vitalista de Kierkegaard.
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
Del sentimiento trágico de la vida (1913): ensayo que contiene algunas de sus ideas básicas sobre el
tema: el ansia de plenitud que se opone a la amenaza de la Nada, y surge entonces la angustia como
un despertar de la conciencia del hombre ante su destino trágico (nacemos para morir). La
inmortalidad es la gran cuestión de que depende el sentido de nuestra existencia (“si el alma no es
inmortal (...), nada vale nada, ni hay esfuerzo que merezca la pena”).

Su obra poética constituye una biografía de su espíritu anhelante y atormentado.

En su teatro, Fedra, El otro, etc., también trata conflictos íntimos.

En sus novelas, San Manuel Bueno, mártir, Abel Sánchez, La tía Tula, Niebla, etc., encontramos los
problemas existenciales. Sus protagonistas serán hombres anhelosos de ser, que se debaten contra la
muerte y la disolución de su personalidad.
Unamuno se muestra como un escritor innovador en todos los géneros, especialmente en la novela a
la que denomina nivola. La utiliza como vehículo para plasmar sus conflictos y pensamientos íntimos. De ahí
que importe poco el argumento, la anécdota, la acción entre los personajes. Sus obras son atípicas, ni siquiera
tienen un desenlace claro. Se limita a presentarnos personajes con problemas de personalidad que discuten,
expresan sus sentimientos, dialogan sin crear una trama. Unamuno habla a través de ellos, pues no parecen
tener entidad propia.
Los rasgos formales que caracterizan a sus nivolas son:

Escasa importancia de las descripciones

Desnudez narrativa (trama muy simple, no se encadenan acontecimientos)

Personajes dirigidos por el autor, crispados y tensos, sin voluntad.

Estilísticamente, abundancia de exclamaciones, frases entrecortadas, diálogos.

Son novelas densas, filosóficas y de gran carga intelectual.
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AZORÍN (1873-1967): “La nostalgia ante el paso del tiempo”
En la obra de José Martínez Ruiz, “Azorín” encontramos
una obsesión por el tiempo, que se convertirá en uno de sus
temas principales. Lo que más le atormenta no es tanto el paso
del tiempo, como la angustiosa conciencia de que su fuerza es
inexorable y que todo lo aniquila.
El problema existencial que se le plantea tiñe también sus obras:
¡Esta vida es una cosa absurda! ¿Cuál es la causa final de la vida? No lo sabemos:
después de otros hombres sobre un pedazo de materia que se
los hombres perecen (palabras del
unos
hombres
vienen
llama mundo. Luego el mundo se hace inhabitable y
escritor sobre la existencia. En el tema religioso, evoluciona de un escepticismo –no
creer- a un vago deísmo – creencia en un ser superior-, pero la duda no está ausente en
su obra).
La angustia juvenil irá dejando paso a una suave melancolía con la que contempla el fluir del tiempo e
intenta apresarlo literariamente:
Porque el tiempo está en relación con nuestra receptividad de sensaciones; un insecto que
vive tanto, a su juicio, como nosotros que vivimos cincuenta años. Y estos
para un ser superior o distinto del hombre
vive un mes,
cincuenta años pudieran ser un segundo
(palabras del autor sobre el relativismo del tiempo)
En toda su obra hay alusiones al paso del tiempo a través de los personajes, episodios o
descripciones de paisajes, de viejas ciudades...:

El típico hombre melancólico de pueblo

Los sonidos de las campanas de los pueblos

Algunos fenómenos atmosféricos simbólicos (“Vivir es ver pasar: ver pasar allá en lo alto de
las nubes”)
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
La vuelta al presente de personajes antiguos
Azorín quiere apresar ese tiempo que fluye destacando lo eterno, lo que permanece a pesar de todo.
Quiere captar mediante la imagen ese momento fugaz que necesariamente ha de repetirse en la evolución del
tiempo. Así, el escritor actúa como un fotógrafo que intentara guardar para la posteridad instantáneas de una
vida.
Estrechamente unido al tema del paso del tiempo se halla su preocupación por España (rasgo común
en todos los noventayochistas). Azorín mira a España desde su obsesión por el tiempo. Su visión de la historia
y del paisaje se comprende si se tiene en cuenta su temperamento melancólico y su espíritu nostálgico. Hay en
él un paso de lo histórico a lo intemporal. De ahí su mitificación del pasado histórico español. En libros como
Los pueblos (1905) o Castilla (1912), sus dos obras más famosas, abundan las páginas en que revive el
pasado, con sus viejos hidalgos y sus místicos, con sus catedrales y castillos, con sus callejas por donde
pasean escritores clásicos o personajes famosos (Fray Luis, Celestina, Lazarillo,...). Hay un esfuerzo por
recobrar el tiempo ido y por encontrar la esencia de España en su historia, o mejor, en su intrahistoria. Le
interesan, como a Unamuno, los aspectos cotidianos, escondidos y profundos del pasado.
Otro rasgo de su obra son las evocaciones del paisaje, melancólicas y de un marcado
subjetivismo. Su peculiar carácter nostálgico y detallista queda reflejado en sus visiones de tierras españolas,
especialmente de Castilla.
El paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melancolías, sus
placideces,
sus
anhelos. (el paisaje y el paisanaje unidos).
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El estilo azoriniano se caracteriza por su lirismo, su sencillez, claridad y precisión. Azorín creía que el
artista debía llegar a la esencia de la vida, al alma de las cosas a través de la percepción de los detalles. Por
eso introduce la estética de lo nimio, lo que Ortega y Gasset llamó “primores de lo vulgar”. Utiliza una técnica
impresionista: busca la sensación a partir de descripciones llenas de adjetivos explicativos, sobre todo
pospuestos; su prosa está repleta de sonidos y colores; su léxico es arcaico y neologista a un tiempo; utiliza
frases cortas, de estructura simple (un solo verbo) y predominan las oraciones yuxtapuestas y coordinadas
(evita la subordinación).
Libros en que se reúnen estampas y evocaciones de las tierras y del pasado son La ruta de Don
Quijote (1905), El paisaje de España visto por los españoles (1917).
La presencia del paisaje es fundamental en sus novelas, más cercanas al ensayo. Sus obras son
peculiares, innovadoras, que rompen con la estructura normal del género al estar plagadas de ideas y donde
los personajes reflexionan sobre problemas cruciales, sin que haya verdadera acción ni desenlace: La voluntad
(1902), Antonio Azorín (1903), Las confesiones de un pequeño filósofo (1904).
El interés por el pasado lo encontramos en sus ensayos de crítica literaria, donde rememora a
autores, personajes o pasajes de obras: Lecturas españolas (1912), Clásicos y modernos (1913), etc.
También cultivó el teatro en su trilogía Lo invisible.
BAROJA (1872-1956): “El narrador. El alma desilusionada”
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Para entender la obra barojiana hay que conocer su peculiar personalidad. Baroja es un inconformista
radical, no cree ni en dios, ni en el hombre, ni el la vida. Es un escritor pesimista, que no alberga ninguna
confianza en el hombre, porque éste carece de sentimiento de solidaridad (pocos como él han fustigado la
crueldad humana). Sólo los humildes y marginados, los desvalidos, reciben de él cierta consideración. Siente
por ellos una inmensa ternura.
Baroja tiene además una moral muy personal que le lleva a chocar con los demás y a reafirmar su
individualismo (se le tacha de huraño, insociable e intolerante) y su carácter solitario. Una absoluta
sinceridad (no quiere engañar a nadie ni engañarse), el ser un hombre íntegro y honesto, un afán de
independencia y de libertad absoluta (no se comprometerán con nada ni con nadie) son los rasgos
fundamentales de su temperamento.
Pero Baroja siempre mostrará una añoranza de acción, porque para él el mundo carece de sentido,
la vida no tiene para él una meta, un fin, resulta absurda, y el sentido de la vida está, por tanto, en el camino.
Su concepción de la vida es inseparable de su carácter. Por ello es destacable su pesimismo existencial.
La vida es esto: crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza para con la
debilidad (fragmento de su novela El mundo es ansí)
Por instinto y por experiencia, creo que el hombre es un animal dañino,
cruel, pérfido, lleno de malas pasiones, sobre todo de egoísmos y vanidades
envidioso,
(fragmento
de
sus Memorias).
Ideas como éstas explican que sus personajes se muevan entre el inconformismo y el hastío vital de
muchos de sus personajes (o bien son hombres de acción, como Zalacaín, que se alza contra la sociedad,
pero sin éxito, o bien son abúlicos, como Andrés Hurtado, el protagonista de El árbol de la ciencia, cuyo
impulso vital ha quedado paralizado por la falta de fe en el mundo). La raíz puede hallarse en Schopenhauer, el
filósofo más leído y admirado por Baroja.
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Fue anticlerical y escéptico en el terreno religioso y político (abominó del comunismo y del socialismo,
pero también de la democracia; se proclamará partidario de una “dictadura inteligente”) y autodidacta en el
terreno filosófico y científico. Por sus ideas contradictorias podemos definirlo como un liberal radical.
Baroja cultivó casi exclusivamente la novela (es el novelista por antonomasia del grupo del 98). Sus
teorías sobre la novela son también muy personales:

Sus novelas no obedecen a un plan preconcebido (se despreocupa por la composición; estaba en
contra de los novelistas que parten de un “argumento cerrado y definitivo”). Opta por la novela
abierta, permeable.

La novela es “un saco donde cabe todo”. Da importancia a la peripecia, a las anécdotas. Lo
importante es que sucedan muchas cosas.

La invención y la observación son las cualidades supremas del novelista. Acude a su propio fondo
emocional y de recuerdos personales para elaborar sus obras. Por eso su ideología aparece siempre
en ellas, a través de sus personajes, situaciones, etc.

Sus personajes suelen ser “hombres de acción”, pero con matices de tristeza, fracaso y frustración.
Hay mucho de Baroja en ellos (son su alter ego); los personajes femeninos suelen tener una actitud
más pasiva, como elemento de reposo o de equilibrio del personaje masculino.
El estilo barojiano se caracteriza por una prosa rápida, espontánea y muy viva, aparentemente
desordenada y llena de incorrecciones (todo lo contrario de Azorín, pulcro, limpio y suave), pero no es sino una
tendencia antirretórica propia de los noventayochistas, que rompe con la narrativa anterior. Refleja los giros del
lenguaje hablado de la gente sencilla (autenticidad conversacional de los diálogos). Predomina la frase corta y
el párrafo breve, la narración sobre la descripción, aunque destaca de esta última el uso de la técnica
impresionista (pinceladas escuetas, con detalles significativos que producen una intensa impresión de realidad,
muy lejos de las prolijas descripciones de los novelistas decimonónicos).
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Baroja también muestra en su obra la preocupación por España a través de constantes denuncias y
visiones en sus obras de una nación pobre, triste y brutal. El caciquismo, la marginación, la pobreza, la
ignorancia, la hipocresía, la ineficacia del poder, etc. aparecen en sus obras como el ambiente español en el
que se mueven los personajes. En su opinión, la reforma del país había de hacerse a través de la ciencia. Pero
pronto abandonó sus actitudes regeneracionistas para caer en un escepticismo total.
Su abundante obra está compuesta prácticamente por trilogías:

“Tierra vasca”  La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero

“La raza”  La dama errante, La ciudad de la niebla, El árbol de la ciencia

“La lucha por la vida”  La busca, Mala hierba, Aurora roja
Otras novelas de interés son Las inquietudes de Shanti Andía, Camino de perfección, etc.
ANTONIO MACHADO (1875-1939): “La hondura poética”
Fue un hombre bueno, ensimismado, de sobria y honda sensibilidad. Su
trayectoria ideológica va del “institucionismo al populismo” (su formación en la
Institución Libre de Enseñanza lo sitúa en un liberalismo reformista propio de las
clases medias, pero luego su postura se radicalizará). Su evolución es, por tanto,
opuesta a la del resto de autores del grupo del 98, con los que coincide, sin
embargo, en la preocupación por España y en esa actitud subjetiva y soñadora.
La concepción de su poesía se puede resumir en dos frases dichas por el poeta: “La poesía es la
palabra esencial en el tiempo”, es decir, captar la esencia de las cosas, a la vez que su fluir temporal. Y “La
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poesía es el diálogo del hombre, de un hombre con su tiempo”, donde encontramos la raíz de su poesía
profundamente humana.
La obra de Machado trata cuatro temas principales que cobran mayor intensidad según la época:

La soledad y la muerte

El amor

España y Castilla

Problema filosófico sobre la existencia
Su evolución poética pasa por varios ciclos:

El ciclo modernista, con Soledades (1903) y Soledades, galerías y otros poemas (1907), donde sigue a
Rubén Darío y al simbolismo francés, pero él mismo dirá: Pensaba yo que el elemento poético no era la
palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación
del espíritu. Por tanto, es un modernismo intimista, neorromántico, que recuerda a Bécquer, Rosalía
de Castro. Machado escribe “mirando hacia dentro”, tratando de apresar los “universales del
sentimiento”, sentimientos universales que se resumen en tres: el tiempo, la muerte y Dios. O sea,
trata el problema del destino del hombre y de la condición humana, pero en sus obras hay recuerdos
nostálgicos de infancia, evocaciones de paisaje... Soledad, melancolía o angustia son los temas
recurrentes. Sus poemas están llenos de simbolismos: la tarde, el agua, la noria, etc. que representan
el brotar de la vida, su fugacidad, el paso del tiempo, la cercanía de la muerte.
La influencia modernista se aprecia también en el léxico, en las imágenes y
en el gusto
por la versificación francesa (dodecasílabos, alejandrinos), aunque pronto muestra inclinación por estrofas
más sencillas, como la silva.
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
El ciclo de Campos de Castilla (1912), donde conecta con el sentir y la preocupación por España que
sienten otros autores. Asimismo su escepticismo, su angustia existencial, su interés por la filosofía y
su creencia en una moral de hombre íntegro, le emparentan con el movimiento literario finisecular. La
obra sigue incluyendo poemas intimistas en la línea de su poesía anterior, inspirados por la
meditación sobre “los enigmas del hombre y del mundo”. Pero aporta como novedad los cuadros de
paisajes y de gentes de Castilla o las meditaciones sobre la realidad española. Algunos poemas
muestran su preocupación por la situación social del pueblo en las zonas rurales. Machado en este
libro sale a la realidad exterior, lo que le permite componer poemas descriptivos sobre el paisaje
soriano y a la vez incluir fuertes acentos sociales sobre las gentes que malviven en el campo. La
figura humana se proyecta sobre el paisaje.
El paisaje descrito en sus poemas es concreto y está captado con aparente
objetividad,
pero en el fondo proyecta sobre él de forma subjetiva sus propios sentimientos. Así, selecciona la mirada
sobre lo más adusto, lo que sugiere
soledad, fugacidad o muerte (sus constantes obsesiones).
La preocupación patriótica le inspira poemas sobre el pasado, presente o
España, donde se aprecia una actitud crítica que evoluciona hacia una
visión
futuro
de
progresista que pone
la esperanza en esa otra España “implacable y redentora” con la que se siente cada vez más
comprometido. Machado ve el resurgir de la patria en el pueblo y atribuye los valores negativos a la clase
de los
señoritos provincianos. También hay evocaciones sobre el pasado histórico de España, que
le sirven para denunciar el caos y decadencia presentes con el afán
de
un
futuro
mejor,
con
soluciones factibles (en “A orillas del Duero”, el pasado heroico de Castilla contrasta con la decadencia
del presente; en “El mañana efímero” imagina un futuro mejor para España; en “La tierra de
Alvargonzález”
denuncia la codicia, mezquindad, envidia, el cainismo que, como una lacra,
consume a la vieja sociedad
rural española).
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Por último, el libro incluye la serie de Proverbios y cantares, creaciones cada
gusto del poeta: son poemas brevísimos, chispazos líricos o filosóficos,
bajo
la
forma
vez más del
de
coplas
populares.

Último ciclo de Nuevas canciones ((1924): El poeta ve frenada su inspiración y se muestra más
inclinado por la filosofía. Este libro es breve y heterogéneo, con poemas descriptivos del paisaje
andaluz, poemas intimistas, poesías de circunstancias, etc. Lo más característico es el centenar de
nuevos Proverbios y cantares, donde lo lírico ha cedido definitivamente ante lo conceptual (“son
cantares de pensador”, dirá Salinas). Son sentencias o pensamientos, a veces paradójicos, otras
triviales, que encierran intuiciones profundas (sus inquietudes filosóficas han pasado a primer término
en su creación literaria).
A partir de 1924 su producción poética es escasa, cultiva más la prosa.
Destacar las composiciones recogidas bajo el título de “Canciones a Guiomar”, dedicadas a un nuevo
y tardío amor (Pilar de Valderrama). No se siente cómodo en el
y de “arte deshumanizado” que prolifera
consolida su compromiso con la
nuevo contexto de literatura vanguardista
en la década de los 20. Al estallar la guerra civil se
república y aparece el poeta cívico y bélico en sus Poesías de
guerra. Son poemas de circunstancias, entre los que destaca la elegía a Federico García Lorca “El
crimen fue en Granada”.
Como prosista destaca su obra Juan de Mairena, conjunto de artículos,
párrafos
sueltos o diálogos cortos, atribuidos a este personaje ficticio, que publicó en la prensa desde 1934 y
recogió en un volumen años después. Con tono a veces serio, a veces irónico, trata cuestiones diversas
de filosofía (metafísica, estética, lógica...) y de política, ligados a las circunstancias del
momento.
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En 1957, el poeta Guillermo de Torre recogió otros escritos de Machado en
complementarios (cartas a Unamuno, esbozo del discurso de
ingreso en la
la obra Los
RAE, etc.) de gran
interés para conocer su pensamiento.
Machado fue valorado y respetado por los poetas coetáneos más jóvenes
27) y en la posguerra por los poetas como Blas de Otero, si bien su
estética finisecular, más emparentada con los poetas
Representa, en definitiva, la
(grupo del
poesía se adscribe a una
posrománticos (Bécquer, Rosalía de Castro...).
honda visión del poeta sobre los conflictos humanos.
VALLE-INCLÁN (1866-1936): “El bohemio inconformista”
Fue en palabras de Ramón Gómez de la Serna “la mejor máscara a pie
que cruzaba la calle de Alcalá”. De figura inconfundible: manco, con melena y
largas “barbas de chivo”, con capa, chambergo y chalina. Era mordaz y generoso,
exquisito y paradójico. Por debajo de su excéntrica actitud bohemia late un
violento inconformista y un escritor a la búsqueda de nuevas formas.
Por sus orígenes y por su sensibilidad se mostró desde el principio marcadamente antiburgués. Le
repele esa sociedad burguesa que considera mecanizada y fea, mientras ensalza, más bien por estética, los
viejos valores de una sociedad tradicionalista que tiene su mejor representación en el mundo rural gallego de
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ideología carlista. Sin embargo, a partir de 1915 da un giro radical y adopta posiciones revolucionarias (se
enfrentó de modo virulento a la dictadura de Primo de Rivera y en 1933 ingresa en el Partido Comunista).
Su producción literaria es extensa y variada: novelas, cuentos, teatro, poesía...En todos los géneros
se observa una evolución paralela a su cambio ideológico: de un modernismo elegante y nostálgico pasa a una
literatura crítica, basada en una feroz distorsión de la realidad (esperpentización). Su trayectoria resulta más
bien paralela a la de Machado, pero más renovadora y audaz en la expresión literaria.
Sus primeras obras pertenecen al género narrativo y son cuentos que recoge en diversos libros
desde 1895 hasta 1904: Femeninas (Seis historias amorosas), Jardín umbrío, Flor de santidad, etc. En ellos
aparece ya esa Galicia primitiva, donde se mezclan lo patriarcal y lo popular, lo legendario y lo realista, y
donde predomina un refinamiento estético. Pero su obra fundamental la constituyen las Sonatas, cuatro novelas
publicadas en este orden: Sonata de Otoño (1902), Sonata de Estío (1903), Sonata de Primavera (1904) y
Sonata de Invierno (1905). Son las memorias del Marqués de Bradomín, personaje protagonista, que es un
“don Juan feo, católico y sentimental”. Se suceden aventuras y amores, episodios elegantes o incluso amorales,
todo ello rodeado de una atmósfera de misterio y leyenda. Se exalta un mundo decadente desde una mirada
nostálgica y distanciada. Para la prosa supusieron un enriquecimiento similar a la poesía de Rubén Darío: prosa
modernista rítmica, refinada, rica en efectos sensoriales, bellísima.
Continúa con el ciclo de las Comedias bárbaras: Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y
Cara de Plata (1922). Aparece nuevamente el ambiente rural gallego, pero ahora con toda su miseria, por
donde se mueven personajes extraños, violentos o tarados, con pasiones incontroladas, cuyo protagonista es
don Juan de Montenegro, un hidalgo tiránico y arrebatado, representante de un mundo en descomposición. El
lenguaje es ahora más fuerte y agrio, menos lírico, pero igualmente expresivo y brillante. A pesar del título, su
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género no es claro: puede considerarse desde un teatro irrepresentable a novelas dialogadas, pero es
innegable su fuerza dramática.
La evolución estilística se acentúa con la trilogía de novelas La guerra carlista (1908-09): Los
cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño. Valle-Inclán contrasta el heroísmo
romántico de las partidas carlistas con la brutalidad de la guerra y lo extiende a su estilo: junto a restos de
estilo aún modernista, aparece cada vez más un lenguaje desgarrado y bronco, marcado por un léxico rústico.
La misma mezcla de tonos encontramos en las farsas y dramas escritos entre 1909 y 1920: La
cabeza del dragón, Cuento de abril, Voces de gesta, La Marquesa Rosalinda y El embrujado.
En su obra poética, menos importante, se observan los mismos cambios; así, Aromas de leyenda
(1907) se inscribe en la línea modernista; sin embargo, La pipa de kif (1919) presenta temas suburbiales y
tabernarios con tonos próximos al esperpento.
Pero hay que destacar el año de 1920 como una fecha capital en la trayectoria del autor. Publica
cuatro obras dramáticas decisivas: Farsa italiana de la enamorada del rey, Farsa y licencia de la Reina
Castiza, Divinas palabras y Luces de bohemia.
La primera mezcla la fábula sentimental y la caricatura punzante con personajes que en su mayoría
son marionetas grotescas. La segunda es una deformación despiadada de la corte isabelina, con fuerte carga
política. Diferente en su tono es Divinas palabras, violento drama y una de las mejores obras del autor. Refleja
un mundo sórdido donde aparece una deformidad moral y social que se corresponde con un lenguaje
desgarrado y con frecuencia brutal. Ya hay deformación esperpéntica en estas obras, pero será en Luces de
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bohemia la primera obra a la que Valle denomina esperpento, obras suyas en las que lo trágico y lo burlesco
se mezclan, con una estética que quiere ser en palabras de su autor “una superación del dolor y de la risa”.
Tres son los esperpentos escritos en los años siguientes: Los cuernos de don Friolera (1921), Las
galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), recogidos bajo el título común de Martes de carnaval. En
ellos aparecen figuras marginales y fantoches grotescos, presentados con una técnica de chafarrinón y con un
lenguaje que resulta a veces hasta soez. La visión de la realidad que nos ofrece el autor es ácida y
violentamente disconforme con la realidad. La degrada y no retrocede ante personas, instituciones o mitos.
Hemos llegado al Valle-Inclán más provocador e iconoclasta.
Otras piezas de teatro breve de esa época conforman el Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
En su última época creadora encontramos novelas ya plenamente esperpénticas, como Tirano
Banderas (1926), sobre un supuesto dictador americano, obra de gran influencia en la literatura
hispanoamericana. Reaparece la violenta sátira política de los tiempos de Isabel II en El ruedo ibérico,
compuesto por tres novelas: La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y Baza de espadas (1932).
En ellas el estilo sigue siendo desgarrado, agrio aun en los momentos de humor y de gran fuerza crítica. Su
cuidadísima prosa quiere resaltar sobre todo lo deforme o lo absurdo.
Valle-Inclán simboliza el “arte de ruptura” en el teatro y un uso expresivo del idioma que no
encontrábamos desde Quevedo. Desafió las limitaciones que presentaba el teatro de su época (se declaró
partidario de un teatro de múltiples escenarios, emparentado más con el cine, casi irrepresentable, lo que
condenó a su obra a ser leída) y creó un teatro en libertad.
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