Estudiantes ¡indignados¡ Los indignados en Colombia se llaman estudiantes. En Mayo de 1968, 17 estudiantes se tomaron la Facultad de Sociología de la Sorbona, por una educación liberadora, días después eran miles, en dos meses millones en las calles de Paris por la imaginación al poder. Hoy son miles de estudiantes, a veces solos, otras en medio de multitudes de indignados contra el poder político y económico que degeneró en tiranías, corrupción, explotación y guerra. En Colombia las movilizaciones son de estudiantes y están en crecimiento. Son jóvenes desarmados, indignados, sin entrenamiento militar, ni animo de guerra que reclaman un justo derecho. En respuesta la clase en el poder, la que cuestionan las multitudes de indignados en el mundo, responde con indiferencia, con arrogancia descalifica y crea un indolente animo de guerra, complementario del animo de lucro. En la practica la elite de poder, traza la guerra, orienta el gasto social, controla los cargos públicos y usa la fuerza para perpetuarse. Por eso la protesta social para ellos hay que tratarla como un asunto de guerra, llevar la agresión y el discurso que la legitima, incluso hasta adentro del campus universitario, el animo de guerra quiere convertir en campo de ocupación militar el campus de la academia. Pero los estudiantes resisten y siguen construyendo un movimiento social que puede tener hondas implicaciones para el poder político y económico, si logran canalizar la inconformidad de varios millones de personas, de excluidos, marginados, desempleados y empobrecidos, que han recibido de manera sistemática los castigos de una elite política y económica insensible, que se deleita con sus abundantes cifras de utilidades, mientras al mismo tiempo se cierran hospitales, se vende el patrimonio publico y se aumenta el déficit de la educación. Tras metáforas de éxito individual, resguardan la formula de que “lo que ellos ganan, los débiles lo pierden”. Desenmascarar este juego de poder perverso del mercado, podrá convertir a las movilizaciones en el mas grande escenario de la lucha por dignidad y derechos. Octubre pasará a la historia global como el mes de los indignados, que el 15 de octubre ocupó las calles de 951 ciudades de 82 países, con la escena de millones de inconformes movilizados contra la desigualdad, contra las tiranías disfrazadas de democracia y contra el modelo excluyente del animo de lucro, que hace de la guerra ya no su instrumento, si no su principal estrategia de acumulación de poder y de riqueza. En Colombia será el mes de los estudiantes, quienes aprenden de Chile, Madrid, Roma y Nueva York y saben lo que implica la perdida del carácter publico de la educación. Las movilizaciones reflejan que los estudiantes ya están indignados y evidencian que no se movilizan contra los artículos de una reforma de consenso entre distintas vertientes de una misma clase política en el poder, de la cual buena parte está cuestionada o en prisión. Todo indica que son movilizaciones por la dignidad, con rostros al descubierto asumiendo la defensa de la educación publica universitaria. Pronto se sumarán las protestas profesorales y de trabajadores/as, unidas esta vez por la dignidad, (no por convocatoria del aparato político de contrapoder). Y vendrán luego las familias, que padecen lo que cuesta sostener un hijo en la universidad o ya perdieron su pequeña propiedad a manos de un “banco amigo”, que otorga créditos condonables. En lo global son movilizaciones contra el sistema de sujeción, de represión, de dominación y explotación. En lo local lo son por una educación universitaria publica, gratuita y con garantías. No son movilizaciones para lograr escaños de representación en mesas de discusión de una reforma que el gobierno quiere imponer como sea. Son movilizaciones para volver sobre el derecho a la educación publica, gratuita y con garantías, en tanto derecho humano ya conquistado en luchas colectivas por la dignidad humana. Son movilizaciones por nuevas vindicaciones, nuevos derechos y nuevos discursos propios de la rebeldía, creatividad y modos de acción de los jóvenes, sin libretos elaborados por las tradicionales comunidades políticas y gremiales, sin centros de mando, ni directorios políticos. P.D. Ahora que vienen elecciones, la tendencia del animo de guerra contra la movilización es desmovilizar. Se privilegia el animo de lucro para sostener el sutil mercado político del derecho al voto (rebaja de precios del 10% en matriculas) y se prefiere a los jóvenes en casa, individualizados, bajo control, y universidades cerradas, en receso o “temporalmente fuera de servicio”.