Historia de un pescador

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HISTORIA DE UN
PESCADOR
GRUPO 7
CECILIA CHARRO
MAIALEN GAJATE
ELENA NARBARTE
ANA LUISA RUBIO
LETICIA VICENTE
Los movimientos migratorios han causado
cambios en la formación de nuestras sociedades actuales. Éste es el caso de Hondarribia, un
pequeño pueblo pesquero situado en la provincia de Gipuzkoa, donde en los últimos años
ha aumentado el número de inmigrantes.
Babacar es uno de ellos, senegalés de 37 años al
que el mundo de la pesca ha cambiado su vida
completamente.
IDENTIDAD
Babacar es senegalés de nacimiento y ciudadano del mundo; desde que era joven ha vivido en diferentes partes del
planeta, siempre huyendo de la ley. “La vida en África es
muy difícil” explica Babacar; la pobreza y la falta de recursos eran dominantes en su pueblo natal, por lo que decidió
huir en busca de “algo mejor”. Pero lo que parecía algo mejor, terminó en una interminable vuelta al mundo.
Desde los 22 años Babacar trabajaba reparando el barco
pesquero San Francisco, y cada vez que se acercaba a la
costa vasca, mantenía contacto con el capitán de un barco pesquero de Hondarribia, Juan José Emazabel. Babacar
cuenta que la vida en Europa es totalmente diferente a la
de África; la cultura es muy diferente, el idioma, la moneda, la sociedad, las casas… “Aquello que para vosotros es
algo del día a día, era para mí impresionante y envidiable,
mi oportunidad de salir adelante.”
En una sociedad homogénea, sin embargo, el esfuerzo de
Babacar por encontrar su hueco fue costoso. El senegalés
explica que la identidad autóctona estaba muy marcada,
sobre todo en esa zona, puesto que conocer el idioma era
imprescindible, obtener el permiso de residencia y, de alguna manera, el dejar su vida africana a un lado para empezar a ser legalmente vasco era determinante. Babacar
explica que en realidad esta decisión fue difícil; él era africano, senegalés, perteneciente a esa cultura y a esos valores de su comunidad, además, su familia residía allí y su
vida estaba allí; pero era su única oportunidad.
“El papeleo no fue fácil, tardé cinco años en conseguir el
permiso de residir aquí, en Hondarribia; si no fuera por
Juan José Emazabel, pero sobre todo por su hermana María
Salud, yo no estaría aquí hoy”. Cinco años que tardaron en
llegar, ya que tuvo varios problemas con la policía a la hora
de conseguir los papeles, afirma Babacar. Por cada paso
en Hondarribia, el senegalés se acercaba más a la cultura vasca; aprendió a hablar castellano y parte de euskera,
conoció las diferentes religiones, las costumbres y demás.
“Cada día que pasaba me esforzaba por hacerlo un poco
mejor; con sólo 22 años no era “nadie” en el mundo y quería encontrar mi sitio aquí”.
En todo momento contó con el apoyo de los hermanos
Emazabel, quienes le hicieron ver que emigrar a otro país,
además de una vida mejor, ofrece otra serie de ventajas;
la diversidad tiene sus cosas positivas, y desde luego Ba-
bacar está muy seguro de ello. Pese a las disputas policiales, el joven senegalés consiguió formar parte de la sociedad vasca y participar en
ella. Juan José Emazabel explica que “las cosas
no han sido fáciles, pero después de cinco años
nos dimos cuenta de que es algo que merece la
pena hacer; él es uno más de nosotros, y por fin
hemos conseguido que la ley lo reconozca como
tal.” El contrato de trabajo en el barco pesquero
es lo que ha garantizado el empadronamiento,
y por consecuencia, el formar parte de Babacar
en la sociedad vasca.
amigos de Senegal. La comunidad senegalesa
está cada vez más presente en Hondarribia, y su
inserción ha sido absolutamente natural.
Este proceso es visible principalmente en la inserción de los niños inmigrantes. Babacar trajo a sus hijos cuando todavía eran pequeños, el
más pequeño de ellos incluso no tenía un año.
Desde el principio de su escolarización, los tres
niños han sido respetados en todo momento y
tratados como a todos los demás; aunque el hecho de pertenecer a otro país y a otra cultura
marque
diferencias,
estos niños han aprendido el castellano y el
euskera, las fiestas del
pueblo y en general la
vida de aquí. Babacar
sustenta que sus hijos se sienten de aquí, tienen amigos Hondarribitarras, pero también
árabes, marroquíes y demás. “Vivir en un sitio
como éste, con personas diferentes y de muchos sitios, al final te ayuda a comprender que
es importante mezclarse, compartir y participar aportando tu punto de vista, seas de donde
seas, sea cual sea tu ideología”, añade Babacar.
MULTICULTURALIDAD COMO BASE
DE NUESTRA SOCIEDAD
La aceptación de Babacar por parte de los Hondarribitarras ha sido increíblemente positiva; el
senegalés es conocido desde hace catorce años
en el pueblo, y afirma que nunca ha sido infravalorado aquí. “Soy diferente y todos lo sabemos, no hay más que verme” bromea Babacar,
“pero todos me han tratado aquí como uno más,
en el barco, en el pueblo, entre mis amigos… Me
siento como en casa”. Aun así, reconoce que
durante los primeros años, tuvo algún que otro
mal entendido con sus compañeros en el barco,
aunque no le da importancia ya que para él lo
importante es saber perdonar y olvidar las cosas.
En los últimos 14 años, el número de inmigrantes ha aumentado considerablemente en Hondarribia, convirtiéndose en uno de los pueblos
más multiculturales de Gipuzkoa. La mayoría de
inmigrantes son de diferentes países de África,
y su llegada ha sido posible gracias a los barcos
de pesca. Babacar ha conseguido que su familia
pueda vivir en el pueblo, así como varios de sus
“Cada día que pasaba me
esforzaba por hacerlo un
poco mejor; con sólo 22
años no era “nadie” en el
mundo y quería encontrar
mi sitio aquí”
La creación de la organización Guztion Artean
es una de las razones que ha facilitado la inserción de los senegaleses en la sociedad vasca. Su
objetivo es ayudar a que los senegaleses se integren en la sociedad, así como dar a conocer
la comunidad senegalesa y africana en la sociedad vasca. Asimismo, realizan diferentes actividades mediante las cuales pueden tener un
contacto más directo con los individuos, en este
caso, con los ciudadanos de Hondarribia. Una
de las actividades que Babacar recuerda como
la más gratificante, fue la que se realiza todos
los años en la Calle San Pedro, donde abundan
los bares y sus tradicionales pintxos. Esta vez,
con el objetivo de “sentirnos más cercanos a los
hondarribitarras” según explica Babacar, los
senegaleses residentes en Hondarribia realizaron una degustación de diversos productos del
país africano. Asimismo, todo el que se acercaba tuvo la oportunidad de adquirir productos típicos de senegal, como pueden ser los vestidos o
bisutería artesanal de África.
Además de las actividades que realizan los senegaleses, Hondarribia sigue estrechando lazos
con Senegal en el ámbito del deporte. En este
caso, gracias al donativo de Hondarribia Futbol
Elkartea, los niños de Senegal visten de verde
y disfrutan del fútbol. Babacar considera “un
gesto muy bonito por parte de los ciudadanos
de Hondarribia, que una vez más muestran su
interés por que nos sintamos como en casa”.
En estos momentos, ya son más de 8 jóvenes de
origen senegales los que juegan en el equipo de
Hondarribia, entre los que se encuentran dos
de los hijos de Babacar.
Gracias a acontecimientos como este, observamos una vez más que la integración tanto de
Babacar como de sus amigos senegaleses en
Hondarribia no fue muy complicada.
La multiculturalidad latente en el pequeño pueblo pesquero ha creado conciencia de las ventajas que puede ofrecer “vivir con otros” y construir una sociedad común para la prosperidad.
Babacar dice que en los 14 años que lleva aquí la
sociedad de Hondarribia ha pasado de convivir
a coexistir; mientras que hace unos años los inmigrantes eran “los otros”, Babacar, como otros
muchos como él, puede decir orgulloso que es
Hondarribitarra.
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