X Congreso Español de Sociología – Pamplona, 1-3 de julio.

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X Congreso Español de Sociología – Pamplona, 1-3 de julio.
Grupo 19: Sociología del Consumo.
Título: Crisis y consumo: una reconstrucción de las prácticas de consumo en España
desde una perspectiva cualitativa.
Autores: Luis Enrique Alonso, Carlos Jesús Fernández Rodríguez y Rafael Ibáñez Rojo
(UAM).
Institución: Departamento de Sociología - Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
E-mail: luis.alonso@uam.es, carlos.fernandez@uam.es, rafael.ibanez@uam.es.
Abstract:
La situación de crisis económica que se ha instalado en España desde hace más de dos
años está teniendo efectos significativos en las formas de relación de la ciudadanía con
el consumo que pueden ir más allá de la caída de las cifras de ventas. A ello se suma
una preocupación creciente por la sostenibilidad de los patrones consumistas actuales y
el surgimiento de pautas de consumo responsable que, con la profundización de la crisis
económica, se enfrentan a nuevas oportunidades y riesgos. El paper que presentamos
aquí se basa en un proyecto de investigación empírico cuyo objetivo principal ha sido el
de reconstruir el mapa de necesidades y prácticas de consumo en España, con el fin de
valorar el impacto de la crisis en las mismas. Se trata de investigar el desarrollo de
estrategias de adaptación a la crisis en el terreno del consumo (tensiones entre
financiación y ahorro, entre tiempo y dinero, etc.) de los diferentes grupos sociales en
relación a un conjunto de prácticas seleccionadas en la esfera de la alimentación (en
todas sus facetas: marcas de productos, restaurantes, etc.) y a la del ocio y tiempo libre,
con el fin de dilucidar el grado de estabilidad de los cambios en los patrones de
consumo de los diferentes grupos sociales. Ello permitirá además valorar la aparición o
erosión de formas de consumo alternativas como resultado del impacto de la crisis
económica. Para ello, nuestra perspectiva ha sido la de ahondar en estas complejidades
no desde el análisis de las cifras sino del de los discursos, dentro de una investigación
sociológica de carácter cualitativo cuya metodología será la de los grupos de discusión.
1
M: Pero la gente está muy pesimista yo creo en general, yo creo que la gente, lo que hablábamos, cuando
sales más también te diviertes más, y ahora la gente yo percibo que está como muy triste, me da la
sensación.
H: Sí, mi madre me lo ha dicho hoy a mediodía, ostras, es que escuchas la radio…
M: Es que no puedes, es lo que digo yo, es que te comen el coco, seguro que la cosa va mal pero tanto no,
es que es imposible, vamos, parece que nos vamos a morir todos mañana, te comen mucho el coco.
(Trabajadores jóvenes, Barcelona)
1. Introducción: percepciones sociales del consumo en una época de crisis1.
La crisis económica que, desde el otoño de 2007, se ha extendido por el mundo como
resultado de la crisis financiera relacionada con las hipotecas basura, terminó con un
período de crecimiento económico sostenido que arrancaba de mediados de la década
anterior. Uno de los países más afectados por esta crisis ha sido sin lugar a dudas
España, cuyo crecimiento económico se había construido en torno a una burbuja
inmobiliaria y un fuerte crecimiento del consumo interno, resultado de un elevado
endeudamiento de empresas y familias. La contracción del crédito y el derrumbamiento
de la burbuja han terminado provocando una de las crisis más profundas de la historia
económica española, con una caída del PIB a lo largo de 2009 superior al 4% y una tasa
de paro que, a principios de mayo de 2010, se situaba en torno al 20% de la población
activa2.
Tras una década y media de hegemonía del consumismo, la crisis parece haber generado
un cambio en el comportamiento de los ciudadanos españoles, disparando las tasas de
ahorro a niveles desconocidos. ¿Ha cambiado algo en la sociedad española? ¿Cómo han
variado los hábitos de consumo con la crisis económica? Los autores de esta ponencia
ya han trabajado con anterioridad en las características de la sociedad de consumo en
España (Alonso y Conde, 1997; Ibáñez et al., 2002; Alonso, 2005; Alonso Y Martínez
Lucio, 2006; Alonso y Fernández, 2009) y pretenden dar cuenta de sus
transformaciones ante la crisis económica.
El objetivo de esta contribución es la de presentar los resultados preliminares de una
investigación en torno a los consumos de la crisis, desde una perspectiva cualitativa en
la que los autores son especialistas (Alonso, 1998; Alonso et al., 2010). La metodología
utilizada se ha basado en los grupos de discusión: se han realizado nueve en diversas
zonas de la geografía nacional. En la selección de los participantes de los grupos,
además de los criterios de sexo y edad, se han considerado cuatro ejes para la definición
de las distintas posiciones sociales y discursivas: el nivel de ingresos económicos,
considerando también el origen de los mismas (rentas, salarios); el capital cultural
heredado por cada posición social, si bien limitándolo básicamente (dadas las
posibilidades de contactación de los participantes) al capital institucionalizado en forma
de títulos educativos reglados; la vulnerabilidad frente a la crisis, desde las posiciones
sociales más protegidas a las más amenazadas en la estabilidad de sus rentas; y las
posiciones que ya (en el momento de realizar las reuniones) hayan sufrido un cambio
significativo en sus condiciones de vida como consecuencia de la crisis y aquellas que
todavía no se han visto afectadas de un modo directo.
1
Esta comunicación se ha realizado gracias al proyecto de investigación con referencia CSO2008-02886
del Ministerio de Ciencia e Innovación.
2
Datos del INE.
2
La ponencia se va a dividir en tres apartados: el primero se va a centrar básicamente en
el discurso que se ha generado en torno a la crisis y el impacto sobre el consumo; el
segundo estará dedicado a explorar la relación entre consumo y bienestar expresada en
los discursos; la tercera, en torno a la sostenibilidad del modelo. La ponencia se cerrará
con un apartado de conclusiones.
2. El discurso sobre la crisis y el impacto sobre el consumo.
En esta primera sección vamos a presentar algunos de los aspectos más llamativos en
relación al discurso de la crisis y su impacto sobre el consumo. Sin lugar a dudas, uno
de esos elementos clave en el discurso sobre la crisis ha sido el del miedo. Las primeras
intervenciones marcan la sensación de temor que ha desatado la crisis: miedo a que “de
la noche a la mañana puedes estar en la calle”…, ya ningún puesto de trabajo es seguro:
-Yo mi punto de vista ha cambiado al miedo, yo creo que hay mucho miedo, como ha
dicho el compañero, al despido, al despilfarro que antes pensábamos que el puesto
de trabajo lo teníamos asegurado […] (RG7)
Con independencia de la experiencia particular de los participantes es generalizada
además la percepción de una retirada. Los grupos cuyos participantes tienen relación
con el consumo directo citan anécdotas como la siguiente:
-Tengo un amigo guardia civil, pero si tú cobras lo mismo y antes venías todos los
sábados con tu mujer a comer paella y ahora no vienes, dice, yo es que estoy
acojonado, cualquier día me tiran a la calle a mí también, y se está creando un
círculo vicioso de consumo muy débil y muy mínimo y eso hace que se ralentice
todavía más la economía desde mi punto de vista.
-Las expectativas son de que va a peor, entonces yo creo que eso está generando un
grave problema porque lo que dice él, el que tiene lo guarda o espera a que baje y
las dos cosas hacen que el consumo se retraiga (RG1)
El descenso en el consumo es, en general, vivido como un retroceso:
-Estamos como estaban los españoles cuando fueron a Alemania en los años sesenta,
se juntaban en las casas, ponían una litrona en el medio, dos latas de sardinas y una
televisión que había para todos y ahí veían el partido, pues eso estamos haciendo
ahora nosotros, nos juntamos en la casa, tú pones el primero, yo pongo el segundo,
tú pones el chorizo, tú pones el postre y ya está, y qué nos hemos gastado, diez
euros, de la otra forma nos hubiéramos gastado ochenta euros (RG1)
Esta situación lleva a una moderación en el consumo, expresada a través de las marcas
blancas (con continuas referencias a Mercadona, que esas marcas son muy buenas, que
son lo mismo que las otras), y una actitud de morigeración ante el gasto derivada de un
conflicto moral: es como si la sobreabundancia generara ahora un cierto problema de
conciencia debido a la sensación de incertidumbre.
La percepción de la crisis es absolutamente generalizada, si bien sus consecuencias
concretas son, como veremos, valoradas de formas muy diferentes en los diferentes
grupos sociales analizados. La situación grupal tiende a facilitar la dramatización del
contexto en los primeros momentos de las dinámicas y, en ese sentido, prácticamente
todos los grupos comienzan señalando bien los efectos que la crisis ha generado sobre
sus propias prácticas de consumo o —lo que suele ser más habitual— traduciendo la
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percepción del entorno. Dicha percepción del entorno de crisis, casi exclusivamente
mediática en una primera aproximación, es muy homogénea entre los diferentes grupos.
Incuso en el perfil de posición más acomodada (RG2 de Amas de casa), la simple
mimetización con el contexto se traduce una contención de los gastos:
me compro un bolso pues imitando a piel, eso es lo que hago, y antes iba más a la
peluquería, ahora ya tengo que esperar a tener unas canas tremendas para ir, si
antes me daba mechas pues ahora me lo he quitado porque la economía, pues eso,
somos familia numerosa, mi hija, tal, y yo que estoy en el paro sin ninguna ayuda
pues tengo que restringir (RG2)
Otro ejemplo es que cortan un poco en los viajes de los hijos… para “mentalizarles a
que no es tan fácil todo”; afirman además que nadie está seguro de la gente que trabaja
hoy día… «hay mucho miedo»:
no ha habido problemas hasta ahora, pero efectivamente hay cierta incertidumbre,
conocidos muy allegados que trabajando en empresas maravillosas, estupendas,
super cualificados, y bueno, están ahora mismo en la calle (RG2)
-Y hablan de compañeros que iban el año pasado y este año no han ido, no, mamá,
es que tal se ha ido, mi hijo también está en una privada, y se han ido a no sé
dónde, lo están notando muchísimo, muy cerca.
-Es que hay casos muy cercanos.
-El paro existe, nos estamos dando cuenta de que el paro existe (RG2)
Lo comentan como dramatización. Algo similar ocurre con el perfil más alto de los
jóvenes: por ejemplo, en otro grupo, las dos participantes más conservadoras también
señalan los sacrificios que hacen al ir a las rebajas, que a veces van simplemente a mirar
y no compran… En fin, el perfil dominante, demasiado supraordinado en una parte
importante del grupo, los convierte en hijos de las amas de clase madrileñas:
M: Y luego el ir de fin de semana y el esquiar, o sea, yo este año lo he notado
muchísimo porque claro, subir por ejemplo, vale, yo es porque es donde tengo la
casa, pero subir a la Cerdaña ya supone unos sesenta euros entre gasolina y peajes,
es sesenta euros sí o sí, luego más el forfait, y si subes con amigos o lo que sea entre
copas, cenas y tal, y yo este año he subido solamente dos fines de semana y antes
era uno sí y otro también (RG9).
M: Yo veo que por ejemplo en mi colegio, era un colegio privado, y este año a mitad
de curso se han ido en una clase, bueno, yo ahora no voy al colegio pero en el curso
de mi hermana se han ido siete niñas porque los padres no lo pueden pagar, señal de
que está afectando y eran padres que tenían a lo mejor un Cayenne, un Golf y no sé
qué más, y la casa en Mallorca, pero no eso significa que tengas tu dinero, bueno,
no tengas cash, puedes tener muchas cosas… (RG9)
Pero lo mismo ocurre con el grupo de funcionarios y funcionarias (RG5) realizado en
Barcelona. Aquí, el eco mediático tiene que ser todavía más dramatizado para que el
grupo pueda fingir su inclusión en el conjunto de la sociedad:
H: De todas maneras yo personalmente, aun siendo funcionario, hace un año no me
planteaba si la crisis me podía afectar o no y ahora no tengo la misma seguridad y
mucho menos después de lo que están hablando de Grecia y todo eso, lo que han
pasado, yo no tengo la misma seguridad que tenía hace un año ni por el hecho de
ser funcionario.
M: ¿Pero qué te piensas, que te van a echar a la calle?
H: En Grecia están echando funcionarios a la calle.
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M: Bueno, pero en Grecia están todos…
H: Sí, bueno, pues mira, y les han reducido el veinte por ciento del sueldo así por
decreto.
M: Bueno, pero aquí en lugar de sacar más oferta pública sacan menos, mira, el año
pasado en Seguridad Social no ha salido nada.
H: No, pero tú piensa una cosa, que aquí a lo mejor por filosofía no toman la misma
medida que en Grecia porque allí a lo mejor es otro tipo de cultura, pero piensa
que cuando ha habido que tomar medidas restrictivas los funcionarios siempre han
sido los primeros y si hay que tomar medidas drásticas, sea el partido que sea,
ahora en la situación que estemos, sea el partido que sea, ya no le queda más, o
sea, ya somos lo único que queda para jorobar porque ya está todo el mundo
jorobado.
M: Y somos muchos. (RG5)
La situación de los funcionarios no ha cambiado con la crisis —incluso se están
aprovechando de ella—… pero hay una contención del gasto. En general, la
dramatización de la situación y la incertidumbre sobre la capacidad para salir de la
crisis, lleva a varios grupos a visualizar —de forma más bien esperpéntica— las
situaciones de extrema pobreza que estaría generando el empeoramiento de la situación
económica: la delincuencia ha aumentado, cierran tiendas, aparecen los chinos, «a una
amiga mía la tiraron del bolso», el temor que surge en varios del momento en que «se»
les acabe el subsidio:
-Claro, pero es que ahora hay gente con mucha necesidad, es que en cuanto se le ha
acabado el paro solicita un subsidio…
-Y le darán cuatrocientos y pico.
-Claro, y se acaba el subsidio y de qué comes.
-Y en el supermercado eso que ves por la noche que ves gente…
-En los contenedores.
-O robando un jamón metiéndoselo como el niño debajo del carrito.
-Y en Alonso Martínez que hay unas monjitas que dan comida y hay cola, ves a gente
que es normal, antes había mendigos pero ahora no (RG2)
En los discursos de las trayectorias más estables y con cierto capital cultural —en
nuestro diseño representada por los funcionarios de rango medio—, el discurso sobre el
consumo es fundamentalmente racionalizador.
H: Yo lo he notado a nivel de trabajo también porque el trabajo se ha incrementado
mucho por cuestiones de la crisis, si la pregunta es a nivel personal notarlo lo único
que lo he notado es en un cierto retraimiento hacia grandes gastos, o sea, estaba el
coche que si lo cambiábamos o no lo cambiábamos y hemos dicho que de momento
no lo cambiamos, mi mujer quería arreglar la cocina, hemos dicho que de momento
no cambiamos la cocina, ahora, lo que es el día a día de comprar, de ocio o de salir
hasta cierto punto estamos bastante estables, no hemos notado demasiado la
situación, o sea, la cuestión es que no nos hemos lanzado a hacer grandes gastos,
eso sí, pero aparte de eso no (RG5)
En los sectores populares contemplados en la muestra la crisis se vive con un
dramatismo diferente. Traslada su discurso muy fácilmente hacia la presión laboral y
existencial extrema por la que casi todos parecen haber pasado en algún momento, y
sueñan con llegar al límite y escapar de él:
M: Así ha subido el nivel de suicidios.
H: Normal, claro, sales de allí estresadisimo y depresivo porque no tienes ni un duro
y todo está super caso.
M: Si me tienen que meter en la cárcel que me metan, así no tengo que pagar cosas.
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M: Todo es una cadena (RG8)
- hablan de estrés de buscar trabajo, de gastar dinero en desplazamientos, fotocopias,
impresoras… con todo cada vez más caro y sin conseguir resultados… hasta que el paro
se termine. Y una vez más ironizando… con una situación esperpéntica:
M: Lo malo es cuando ese paro se acabe, qué haces.
M: Mira, hasta los mecheros vienen con menos gas y con menos piedra, duran una
semana.
M: O será que tú fumas más por los nervios.
M: También puede ser (RG8)
Surge un discurso popular que marca la distancia con respecto a quienes sufren la crisis
como una novedad. Representa a quienes siempre han ido de excursión por los super
buscando los mejores precios:
-Yo es que como soy vamos a llamar la agarrada, yo soy muy agarrada, yo siempre
he estado mirando la peseta y a ver cómo voy ahorrando para mi casa, la verdad que
ni he cambiado de sitio, además hago excursiones turísticas por todos los comercios
a ver cuál es donde venden las cosas más baratas, entonces a mí afectarme
afectarme, claro, afecta que entra menos en tu casa, pero como siempre hemos
estado mirándolo pues al final no lo noto tanto, lo que te estás quitando un poco es
de ocio, más ocio, pero tu casa no (RG6)
Se trata de una relación muy racionalizada con el consumo y la gestión cotidiana de los
ingresos. Es exactamente la negación del tipo de comportamiento y de subjetividad que
les va a ser atribuido por las posiciones más supraordinadas. Los sectores «populares»
son representados en el discurso de las clases supraordinadas como descontrol e
irracionalidad. Sin embargo, sus prácticas dominantes son exactamente las contrarias,
las menos ligadas a la tensión del sobreconsumo y de la emulación. Es lo que da pie a
marcar una distancia social con respecto a quienes hablan de la crisis como un gran
cambio. Para esta fracción mientras los ingresos permitan seguir cubriendo los gastos
básicos, todo lo demás es solucionable:
-Pero vamos, yo ahora con la crisis estoy teniendo más ocio que nunca porque con
una nevera y un bocadillo se va al fin del mundo, hoy me recorro medio Andalucía.
-Ocio de bocadillo, eso siempre ha habido, pero no me voy de bares tan a menudo.
-No, claro, no es lo mismo.
-Pero que yo siempre he mirado el dinero.
-Tu forma de buscar el ocio cambia, si antes te ibas a comer por ahí con el niño pues
ahora te vas al parque con un bocadillo.
-O con una tortilla.
-Y pasas una tarde estupenda o un verano estupendo (RG6)
El grupo se recrea un poco con esta idea del anti-consumo popular, del retorno a las
viejas prácticas de ocio… de las excursiones de bocadillo y neverita:
-Anda que se conocen pocos sitios así.
-Conoces mejor Sevilla desde lo de la crisis, ¿verdad?
-Andalucía entera, vamos, te vas a la sierra, te vas un día, a Cazorla no porque está
demasiado lejos, pero vamos, te vas…
-A Grazalema, a Córdoba incluso.
-Pues anda que no hay sitios estupendos que ver y merenderos por todos los lados,
te paras, te comes tu bocadillo, tu neverita con tu vasito de Coca-Cola y es un día
lindo (RG6)
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Cuando se pregunta por el exceso de consumo, si cree el grupo que se consume más de
la cuenta, van señalando que sí, que claro. Pero pronto entran de nuevo (al menos una
fracción del grupo) a marcar la distancia, puesto que ellas nunca han consumido tanto.
Entre su ética de consumo popular está muy presente la huida del crédito y de la
dependencia con los bancos, las deudas, los créditos, las tarjetas, etc. El mínimo margen
de independencia del que pueden gozar está precisamente en la contención sistemática
del gasto:
-Yo no tengo tarjeta ninguna.
-Yo por ejemplo tengo tarjeta del Corte Inglés, pero de Carrefour y…
-Yo no tengo ninguna tarjeta tampoco, ni de crédito del banco siquiera.
-Yo la tarjeta para sacar dinero y si no mejor con la cartilla, voy mejor con la
cartilla.
-Yo tampoco tengo tarjetas.
-Me dan el dinero, voy al banco para ingresar para la luz, para esto, para lo otro.
-Tanto tengo, tanto compro (RG6)
Esta representación de su propia gestión del consumo, contrasta a la perfección con la
imagen que de este perfil social dibujan los funcionarios de Barcelona. Ellos hablaban
precisamente de los sectores populares como representantes del derroche, del
descontrol, del endeudamiento, de la irracionalidad en la gestión de los ingresos
familiares, como ejemplo de los sectores ignorantes que se dejan llevar fácilmente por el
consumismo.
Como en otros grupos, como probablemente en todo discurso popular, muy pronto
surge la posición central que quiere situar el problema en el desequilibrio entre lo que se
ingresa y lo que se gasta, así sean las personas o los ayuntamientos. Ese desequilibrio es
la señal de que se ha perdido el mínimo criterio de racionalidad colectiva:
- […] hemos estado todos en una nube y claro, una persona que está en una nube,
pues eso, cuando se desinfla pues se va al suelo, entonces tenemos todos bastante
culpa creo yo, empezando por los gobernantes […] cuando las personas vivimos por
encima de nuestras posibilidades pues nos pasan estas cosas y empezamos por los
gobiernos y por los ayuntamientos, cómo es posible que unos ayuntamientos que se
han estado forrando deban no sé cuántos cientos de miles de millones a las
empresas por ejemplo, vamos a ver, usted no ha estado manejando su casa bien,
usted no puede gastar nunca más de lo que gana, si usted recauda no sé cuánto y
se gasta mucho más, por qué, para decir, yo hago más, y yo más, y yo más, vale, la
conclusión es que eso se tiene que acabar […] (RG8)
El discurso hegemónico es el de no entrar en la trampa del crédito y la deuda —más
bien al revés, pagar cosas por adelantado cuando se dispone de un dinero de más—, en
un contexto donde nunca ha sobrado el dinero para cuestionarse sobre lo innecesario,
sobre si se estaba derrochando en algo inútil, etc…
-Pero es que hay personas que se han abarcado a lo que tú puedes, si tu sueldo está
aquí tú no puedes abarcar aquí.
-Más de lo que entra, eso es imposible.
-Tú no puedes ganar diez y gastar doce.
[…]
-Yo por ejemplo igual que he dicho antes lo del champú y eso, yo un mes si veo que
tengo un poquito más pago dos recibos de comunidad, pago el de este mes, aunque
sea el día uno, pues lo pago el otro mes, pues yo ya sé, oye, si tú vieras lo contenta
que yo estoy esos dos meses […]
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-Es que no es ninguna tontería, vas sumando de aquí y de allí.
-Para mí eso es importante.
-Y yo luego por ejemplo también hay personas que, bueno, ya lo pagaré, no, yo si
debo algo y tengo que pagarlo nada más que cobro lo primero es pagar, es que
parece que…
-Se queda uno a gusto.
-Claro, ya cobras de menos, pero lo que tienes que pagar, la comunidad, el
préstamo, la luz, ahora en noviembre viene la contribución, huy, el seguro del piso,
el seguro del coche.
-Si nada más que en pagar se te va todo el sueldo, en comer, en pagar los seguros, la
hipoteca y poco más se te va el sueldo.
-Yo no tengo dinero nunca.
-Yo tampoco, jamás.
-Que habrá personas que tendrán, yo no puedo (RG6)
Como gestoras de gastos fijos, en el fondo este tipo de discurso no es muy diferente al
de la racionalización tecnocrática de los funcionarios, pero con la diferencia de que no
tienen que cuestionarse la orientación del gasto hacia cosas innecesarias. No se
enfrentan a ningún tipo de dilema ético sobre «de qué podemos prescindir»: todo son
gastos fijos. El grupo comienza a defender su ética contenida respecto al consumo y
comienzan a orientarlo hacia su responsabilidad como «parejas» y, sobre todo, como
«madres»:
Antes de entrar de lleno en el tema de los hijos, hablan de los jóvenes en general, y de
cómo el consumo les hace perder la mínima racionalidad en lo que para ellas es un
cierto orden en la vida. Ellas sienten que lo han dado todo por el piso, por la familia, por
el hogar… que han podido pasarse meses comiendo pipas para pagar el piso y critican la
disolución ética que implica el consumismo:
-Y cuando empiezan a trabajar el mejor coche, y dices tú, cómo es posible que
lleven esos pedazos de coches.
-Hombre, yo lo sé cómo es posible, la verdad es que lo sé, es que venden mucho, son
representantes.
-Pero después no se pueden comprar el piso.
-Pero cómo se van a comprar el piso si tienen un pedazo de coche que te vale lo que
te vale un piso.
-Pero cómo te vas a comprar un piso si ya te lleva dinero el coche, la juerga, el irte
de vacaciones y los fines de semana (RG6)
- Pasan a hablar todo el rato en esta parte de la dinámica como MADRES, enfocan el
problema del consumismo como un problema de educación.
• el consumismo como el problema de los «niñatos», que pueden ser perfectamente
sus propios hijos o los de sus amigas.
• para ellas el centro que racionaliza y articula el consumo es «el piso», entendido
también como hogar, como articulador de la existencia. Desprecian el
comportamiento de los jóvenes de gastan su dinero en coches, bares, vacaciones y ni
siquiera se molestan en «invertir» en un piso.
Pero ellas sitúan también el límite en otro punto más concreto, el límite de su propio
sacrificio para con sus hijos.
-Yo eso no lo voy a permitir, y ella separada y hartita de limpiar, no te vayas a creer
que tenía un puesto de trabajo, ella está limpiando, ha criado a sus hijos desde muy
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chiquititos, y ahora el niñato, bueno, para qué vamos a hablar, que se está
grabando.
-Pero eso es porque, vamos a meternos todas las madres, tenemos mucha culpa
también.
-Una cosa es buena y otra es tonta (RG6)
Si el hogar es el espacio clave para la racionalización, su esfuerzo y su trabajo es el
límite para el derroche. Si ellas están acostumbradas a vivir con lo justo, si ellas son
felices con el bocata en el campo por diez duros… la cuestión pasa a ser hasta
dónde prolongar esa austeridad en sus hijos. Como discurso popular se articula en
torno al ahorro y la seguridad construida en torno a las necesidades básicas del
hogar. Imaginariamente se quieren situar en un contexto donde no existe gasto
necesario fuera del hogar, pues todas nos lo podemos pasar fenomenal con el bocata
de tortilla, como siempre ha sido el ocio masivo. Lo que ha cambiado es más bien el
nivel de presión que introducen los hijos, los absurdos a los que lleva el
consumismo trasladado a los chavales:
-Mira, yo tengo un niño que tiene tres años, el pequeño, y en reyes fue el rey mago
a la clase y empezó a preguntar a cada niño lo que quería para los reyes y uno decía
una trompeta, el otro un tambor, el otro un coche, y llegó un niño y dice, yo quiero
la Play, la PSP, yo me quedé, con tres años pidiendo una PSP, tengo el mío que tiene
siete años y no se la he dado todavía.
-Pues ese niño tiene la PSP.
[…]
-Yo tengo una cuñada, yo se lo decía, Marisa, no le des al niño todos los gustos, tú
no le puedes dar al niño todo porque el día que verdaderamente no puedas se te va
a rebelar el niño […] pues comprar por comprar tampoco, pues le vamos a comprar
una cosita cada una, somos cuatro, pues cuatro, eso de saturar a los niños, tres o
cuatro cositas y ya está porque cuando no se puede, y ella nunca ha estado
acostumbrada… (RG6)
Los niños pequeños son la máxima expresión del absurdo, son el mejor contraste con un
pasado que ellas mismas han conocido y en el que la relación con las «mercancías» y
los diferentes productos de consumo consideran que era más «sustantiva», menos
efímera.
Por lo tanto, se observa una tensión entre dos percepciones muy diferentes de la crisis,
que sin embargo confluyen (a excepción de los grupos con mayor capital económico y
cultural) en el tópico de la particularidad española frente a una normalidad europea.
Resulta relativamente sorprendente la fuerza con que los tópicos en torno a la
singularidad del modelo español circulan todavía en la mayor parte de los grupos de
nivel medio y bajo. La construcción represiva del modelo democrático en la transición
postfranquista en torno a la necesaria racionalización de una sociedad marcada por la
pasión y el descontrol impide otra concreción de los desequilibrios sociales y sectores
que marcan el desarrollo español. En casi todos los grupos subyace esta percepción de
la naturaleza descontrolada del «ser español», que tiende a los excesos y al descontrol si
no tiene por encima los necesarios mecanismos de represión. Resulta especialmente
significativa la crudeza con que lo expresan los pequeños y medianos empresarios de la
construcción, para quienes los bancos —que pueden simultáneamente demonizados—
han sido responsables, junto con el gobierno, de concedernos demasiadas facilidades,
para las que no estábamos preparados:
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[...] luego yo pienso que hemos subido muy deprisa, ha habido los tiempos de bonanza como
dicen aquí los señores, yo creo que ha venido la cosa demasiado deprisa, nos han dado muchas
facilidades, no las han controlado desde mi punto de vista ni el gobierno ni los bancos, aquí
todo el mundo esto era viva la virgen, llegabas al banco y pedias dinero y te lo daban y no
tenías que llevar ni un papel y hoy he estado yo en el banco para que me negocien tres pagarés
con una empresa sólida y no me los han negociado, o sea, que la situación está grave (RG1)
Como si todavía todo desarrollo fuera desarrollismo el pueblo español parece seguir
destinado a un movimiento cíclico, «a saltos». - El descontrol como tendencia natural
del pueblo español, marcado por su hecho diferencial frente a Europa, como un
inmaduro adolescente frente a los adultos centroeuropeos:
-Pero no ha sido una cosa ordenada, aquí hemos crecido al niño con medicamentos
muy deprisa y al niño ahora ya no se le dan pastillas y ahora el niño está débil
y se viene abajo, hemos crecido demasiado deprisa y ahora ese niño ya no
tenemos pastillas para darle y como le hemos aumentado demasiado ahora el
niño ya está débil, la economía está débil, no hay trabajo (RG1)
En la ambigüedad de este discurso, el sistema financiero simplemente se habría
aprovechado de la tendencia al consumismo y al derroche.
[...] y eso, señores, yo pienso que esas cosas todas las han generado los bancos,
digamos lo que digamos, y para mí no este gobierno ni el gobierno que venga ni el
que ha pasado, el movimiento que ha habido en el mundo entero han sido los
bancos que han hecho una catástrofe (RG1)
Entre los grupos más supraordinados, el descontrol y la aceleración se traduce en
comportamiento irracional. El modelo europeo más desarrolla parece también
convertirse en otro modelo de consumo. Algunos grupos llegan a la conclusión de que
en el «norte» saben vivir con menos, saben disfrutar sin la ansiedad que parece
constituir la subjetividad española respecto al consumo. Si bien hay también, en este
caso, una relación espontánea con la tranquilidad que genera la protección del Estado.
Ahora, que todo el mundo ha querido consumir como si fuera rico, hemos perdido
nuestro privilegio y los europeos van a abandonarnos:
-Que yo veo que nos van a echar del euro, estoy convencida, yo lo tengo clarísimo
que nos echan de la zona porque no nos van a aguantar, vamos a ser una lacra, los
europeos es que, vamos.
-Es que las cinco mil pesetas de antes son los cincuenta euros de ahora, son tres mil
pesetas más.
-Y ahora dejas de propina en un café diez céntimos y te mira como diciendo, y son
dieciséis pesetas.
-Y el ejercicio mental, si lo pasáramos a pesetas…
-Es que no hay que pasarlo.
[…]
-Están muy mal acostumbrados (RG2)
En España se ha destruido la economía productiva… no como en Alemania y Francia.
Aquí sólo tenemos turismo y construcción…; y todo lo demás lo compramos de fuera.
H: Yo creo que aparte en España lo que se ha dedicado es a destruir la economía
productiva, lo poco que había de economía productiva aquí lo han destrozado,
entonces se ha confiado en el turismo y la construcción y cuando esto ha flaqueado
pues economía productiva ya no queda, en Alemania y en Francia qué pasa, pues allí
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hay economía productiva, allí producen algo, aquí hacíamos casas, ahora ya no se
hacen casas (RG5)
Se dan derroches, derroches de gasto público, por ejemplo las prejubilaciones… y es
una “sangría” de dinero público… Hablan de la especulación, y de que España no puede
afrontar la competitividad en Europa. Emerge ya en el grupo el discurso tecnocrático
que va a ser hegemónico:
H: Sí, sí, cosas que son surrealistas, pero es que el tema entonces, claro, la Unión
Europea y todo el rollo antes pues esto se podía combatir con los aranceles, que sí,
allí está más barato pero vienes aquí y pagas el impuesto correspondiente, pero
como esto parece ser que ya libre circulación de mercados y tal pues claro, esto
tiene que petar por algún lado.
Para una parte de ellos, Europa sigue siendo el paraíso de la política social. Y eso da pie
para una intervención que hace una crítica abstracta de la situación española, por
comparación con esos estados sociales paradisíacos que vemos en reportajes de la
televisión…
[...] vemos todos reportajes en televisión de otros países que parece que son
paraísos pero nadie compra pisos, son en alquiler, tienen la seguridad social pagada,
tienen los colegios pagados, a mí no me importaría pagar más impuestos teniendo
todo eso cubierto y me imagino que todos partiríamos de esa base, y no ya nosotros
que gracias a dios estamos un poquito…, pero los que vienen detrás, como ha
dicho aquí el amigo de los hijos, tela, ahí sí que les queda un porvenir no
oscuro, negrísimo, porque esto no tiene vistas de que se arregle pasado mañana,
esto va para largo (RG7).
3. Quién le pone el cascabel a la necesidad: consumo y bienestar.
En los grupos, en términos globales ya no hay criterios de racionalidad común desde lo
que plantear un límite moral al tipo de necesidades que construye la sociedad de
consumo. Sólo los trabajadores industriales mencionan las relaciones entre prácticas de
consumo y condiciones de trabajo. Pero, en cualquier caso, ocupa también en su
discurso, un lugar muy marginal. Ello les lleva a hablar de la deslocalización y de la
presión sobre los costes de la mano de obra, Y de la paradoja de la clase obrera cuando
no hay criterio para dotar de un valor social al trabajo:
-Esto es un círculo vicioso, quiero decir, es que yo muchas veces me lo planteo, digo,
a todos nos gusta comprar todo muy barato, pero para comprar eso tan barato hay
que reducir gastos, entre ellos está la mano de obra, entonces a ver cómo se come
eso.
La crítica permanente, en la mayoría de los grupos, se construye en torno a un “somos
muy consumistas”, que al mismo tiempo se defiende como motor necesario de la
economía de mercado:
-Yo con el chocolate me pasa lo mismo, bueno, compro a lo mejor el de Dia que es
más barato pero lo compro.
-Y el chocolate no lo necesitas.
-Ni una Coca-Cola tampoco.
-Pues no, pero quita mucha ansiedad.
-Es que si nos quitamos todo lo que no necesitamos…
-Pero es que somos consumistas.
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-No, pero de todas formas es que hay que consumir, si no se consume esto no
funciona.
-No funciona, efectivamente, ese es el problema.
- La sociedad de consumo consume.
-Claro.
-Eso es lo que hace funcionar un país, si no se consume no se fabrica (RG2)
El único discurso de contraste en torno al consumo, el que enfrenta pasado (modesto y
feliz) con el presente (consumista y derrochador). Al posicionarse ellos mismos como
negocio en declive, como negocio propio del pasado, como negocio con los días
contados… parecen querer situarse en el retorno a un mundo en que el renazca la vida
de barrio que los sostiene:
M: Yo celebraciones en casa, con unas tartas que me hacía mi madre…
M: Y ahora todo tiene que ser…
(Hablan a la vez)
H: Y aparte que te privas de cosas.
H: Las piñatas, los globos, todo.
M: Antes todo el mundo lo hacía en casa y no pasaba nada y tan contentos, hacías
una comunión y la hacías en casa, ahora todo tiene que ser en restaurantes (RG3)
Hay una imposibilidad de un discurso en torno a las necesidades básicas. El único resto
de razón común se remonta a la lógica del ahorro obrero, de la austeridad y
autoprotección frente a los azares del mercado. Pero este discurso queda como algo
extraño para el grupo, fuera ya de «lo real»:
M: Sí, hoy en día sí, ¿y sabes por qué?, porque yo desde que nació mi hijo hace
quince años le abrí una cartilla para su educación porque para mí no era un lujo, te
lo vuelvo a repetir, entonces qué pasa, para mí es un lujo por ejemplo en vez de
tener una furgoneta como tengo tener un Golf GTI por ejemplo que no sé ni lo que
vale pero debe valer mucho, y yo sigo siendo tan feliz, o sea, no me estrello, no me
pego cabezazos contra la pared por eso, o por ejemplo me da lo mismo tener unas
botas cómodas de cuarenta euros y no unas de Fulanito de patatín de ciento
cincuenta, es que a mí no me reporta placer, a lo mejor soy una tía muy rara, pero
chico, no (RG3)
En el discurso más popular —representado por el grupo de amas de casa de clase baja
realizado en Sevilla— el consumo es una trampa explícita y perfectamente conocida.
Como hemos comentado, el rechazo a caer en formas de endeudamiento de cualquier
tipo y la necesidad de contar con ahorros para afrontar cualquier situación imprevista,
sigue siendo el centro del discurso popular en torno al consumo. Precisamente por ello
la frontera entre lo básico y lo innecesario se considera de sentido común, y en ningún
momento el discurso queda atrapado en un relativismo de la necesidad y el bienestar —
como ocurre en casi todos los demás grupos—. En este sentido, el discurso popular se
permite ironizar con la dramatización de la crisis que realizan las clases medias y altas.
-Esa mujer3 no se va ni a comer la tortilla, a esa sí que le cambia el estilo de
vida, esa sí que no sabe vivir.
-Esa es que no se sabe poner un chándal y unas zapatillas de deporte e irse al
campo.
-Exactamente.
-Es que no se lo pone, vamos.
3
Una participante en el grupo ha mencionado anteriormente a Carmen Lomana.
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-Por eso los pobres somos más felices, sabemos buscarnos la felicidad mejor que
los ricos, ¿que no?, te diviertes sin nada y los otros se tienen que divertir con lo
que sueltan.
-Pero también te gustaría darle otra vida a tus hijos.
-Que me tengo que ir en bici, me voy en bici, que no, que voy andando, pues me voy
andando.
-Pero esa tranquilidad, el saber tú que hay algo, un trasfondo, que se te puede
estropear la lavadora, el frigorífico, que no va a pasar nada, que tienes para
comprar uno, para responder, una tranquilidad, no tener grandes lujos, por lo
menos hablo por mí, sino una tranquilidad para el día de mañana para mí y para
mis hijos, es lo mínimo (RG6)
En todos los grupos cuyos participantes superan los niveles mínimos de renta no hay
espacios para el no consumo. Uno habla de su padre… de que es otra mentalidad y van
a la respuesta típica, el consumismo, nos dejamos llevar, las miles de cosas que
tenemos… Emerge rápidamente la asunción de una culpa frente a los grupos con menor
nivel de ingresos:
-Pero hay un problema, ¿cuántas tarjetas de crédito creéis que puede haber aquí?
-Aquí un montón, siete u ocho por barba y mi padre no tenía ni una tarjeta y
nosotros hemos ido a gastar dinero y a comprar cosas sin tener que comprarlas.
-El consumismo está claro que…
-Nosotros estamos en el consumismo y nos dejamos arrastrar.
-Yo creo que estamos hipotecados.
-Nos falta un televisor, en la casa hay televisor y a lo mejor ni lo ven, falta un
televisor, ya estamos.
-En mi casa somos tres y hay cuatro televisiones.
-Exactamente, y como falte un televisor…
-Y tres teléfonos y el fijo.
-Somos sociedad de consumo.
-Electrodomésticos que hay en mi casa, tengo dos ordenadores, Internet, tres
móviles, lavarropas, secadera, heladera, congelador, dos DVD, dos autos, y así, y nos
parece que es lo mínimo que tenemos que tener.
-Y estamos en crisis.
-Sí, claro, y aparte, bueno, el cable, Internet de banda ancha (RG1)
Se está constantemente alimentando al monstruo: compramos y tenemos muchas cosas.
Una chica señala lo absurdo de tener tres teles, moto, coches… y la chica conservadora
vuelve a situar los términos del debate, quienes tenemos valores no hacemos las cosas
así, hay que saber ajustarse al nivel de vida «adecuado», no es una cuestión de precio, es
una cuestión de valores:
H: Es el progreso.
M: Pero si el mundo va avanzando, no nos tenemos tampoco que quedar atrás, lo
único es la manera de hacerlo bien.
M: Tener tres teles no es avanzar.
M: En mi casa somos siete y en mi casa no tenemos tres teles, en mi casa tenemos
una y gracias, y es la manera, a ver, es que también la cuestión es, ¿estoy gastando
por encima de mis posibilidades?, no, es que también tienes que enseñar a la gente…
M: Pero si los precios son muy baratos, si comprarse una tele es muy barato.
M: No, pero para qué, en mi casa dicen, la tele es para verla en familia, y punto
(RG9).
Al moverse en los términos del discurso conservador, como reflejan las respuestas
inmediatas a la pregunta del moderador, la dinámica queda rápidamente atrapada entre
las dos fracciones, en torno a quién tiene derecho a decidir qué está bien y qué está mal,
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dónde están los límites… porque intervienen muchos factores, todos es muy
complicado…:
H: Quiero decir, lo que tú comentabas del agua, si en lugar de estar veinte minutos
estás diez está bien, si en lugar de tener una moto de veinte mil la tienes de tres
mil está bien, quiero decir, hay muchos márgenes entre los cuales vivimos…
M: Pero si puedes tener una de veinte mil por qué no vas a tenerla.
H: Hay mucha gente que decide tener un coche de diez mil euros y lo puede tener de
diez millones de euros pero porque le parece razonable para el uso que espera de
él, ni más ni menos.
H: En eso ya intervienen muchos factores.
H: Claro, te gusta, no te gusta, igual el tío se compra esto y después tiene una casa
que es un palacio, pero bueno, que hay mucha gente que aplica también la
coherencia en todo lo que es pues su vida.
H: Es imposible aplicar, creo, la coherencia a todos los campos de tu vida, decir, voy
a vivir en una montaña con un generador eléctrico que me genere dos kilovatios
exactamente para…(RG9)
Domina la fracción conservadora: o bien te acostumbras por necesidad a consumir
menos, o es por educación (su ejemplo es que sólo tienen una tele en casa). Frente a la
austeridad ecológica, la austeridad por valores, por la conservación de la familia…:
M: Yo creo que hay que ser más austeros y punto, pero austeridad no por el hecho
de ecología y todas estas cosas, es porque hay que ser austero porque en cualquier
momento te puedes encontrar el día de mañana con que, yo qué sé, se muere de
repente toda tu familia o pasa alguna desgracia y tienes que aguantarte y lo que te
toque es lo que te toca (RG9).
En resumen, no se alcanza ningún tipo de consenso grupal a la hora de definir la
verdadera necesidad.
4. Sostenibilidad del modelo: los culpables son los otros… o nosotros.
Una vez preguntados los grupos por la cuestión de la sostenibilidad del modelo de
consumo actual, sus límites y las posibles alternativas (planteadas desde la esfera de un
consumo eco-socialmente responsable), las respuestas de los grupos se enfocaron
particularmente en torno al tema del reciclado. Surge como posición dominante un
cierto escepticismo y se mencionan los costes de este reciclaje como estrategia
conspirativa por parte de autoridades y multinacionales para incrementar los gastos de la
producción industrializada: las «bolsitas», la manipulación… e inmediatamente lo que
nos cobran, que nos hacen pagar por todo y encima quieren que paguemos también por
esto…:
- […] es que a mí me parece que esto es un invento y que nos están engañando como
a bobos.
-Se lo ha llevado Carrefour.
-Con el bulo este de la ecología también hay mucha tontería, yo estoy harta de
reciclar, o sea, yo reciclo, tengo mi bolsa amarilla, tengo la cocina, pero también te
digo que cuando voy a veranear fuera no me voy a molestar en llevar el vidrio, o
sea, paso porque no, para que luego encima no pongan… (RG2)
Así, lo sienten como una presión, como una amenaza:
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-Y además encima te amenazan, que tampoco podemos vivir así, que si no lo haces
te multan, pero en qué estamos viviendo, y luego no vemos los resultados.
-Y el impuesto, mi madre que vive sola, ciento y pico euros, me parece una
barbaridad para una persona que vive sola.
Aunque hay alguna participante que afirmar reciclar por conciencia social, lo cierto es
que el resto del grupo la sitúa en su lógica de la amenaza, pese a lo absurdo de todo el
planteamiento… se imaginan un inspector del ayuntamiento multando por no reciclar:
-Que sí, ¿no has recibido la carta?
-¿De que me multan a mí igual que a ella?, no.
-Pues existe la carta del ayuntamiento.
-Pues deben multar a la persona…
-No, a la comunidad.
-Mira, en primer lugar si saben que eres tú te la ponen a ti, si no saben que eres tú…
-Tampoco es eso, cómo te van a perseguir.
-Oye, puede ir un inspector a la comunidad y a lo mejor si ven…
-¿Pero quién es, el basurero que está dándole vueltas a la basura?
-No, es un inspector del ayuntamiento (RG2)
La síntesis final es muy significativa de este discurso que se toma los mensajes para el
control y la educación en el consumo como una presión cada vez más insoportable:
-Que si se puede fumar, no se puede fumar, cada día es peor, me voy a volver anti
sistema.
-Y no puedes ni cantar porque te aparece la SGAE…
-Yo cuando me vaya a jubilar me voy a hacer hippie porque yo me acuerdo este
verano que estaba viendo la televisión en mi casa y entonces hubo un momento
que era, no consumas tanta agua, no no sé qué, no no sé cuántos, y según estaba
sentada en el sillón decía, no puedo, es constantemente, no hagas, no hagas,
bueno, lo del fumar, yo además fumo, entonces es como, dios mío, es que no voy a
poder hacer nada, me hago hippie y me fumo tres, es constante.
-Eso es verdad.
-Una presión ya, bueno (RG2)
Frente a un discurso ecologista progresista, la facción conservadora de los grupos ha
opuesto la dimensión publicitaria de estas estrategias de responsabilidad social:
M: Es que aquí reciclamos pero, o sea, tú lo haces y les estás realmente facilitando a
ellos.
H: Pero ellos también lo hacen porque ellos, no sé, si tú ves un producto que es
ecológico lo comprarás antes porque está digamos como de moda, un coche que es
eco drive y no sé qué y consume menos, pues voy a comprar esto, no te vas a
comprar un Hummer que consume…
M: Yo es que con esto del medio ambiente creo que hay bastante comida de coco,
creo más en lo que tú dices, en el reciclaje, o sea, el contra ambiente, como lo
llamo yo, que no en el medio ambiente de, pues ahora voy a ir en un coche eléctrico
porque seguro que gasta menos CO2, a ver, expulsa menos CO2 pero toda la
electricidad que mueve ese coche de dónde viene, no viene del aire, por eso creo
que hay un poco de comida de coco.
M: Porque vende.
H: Claro, es publicidad.
M: Eco, bio, todo esto.
M: Por eso, bueno, que era insostenible, bueno, creo que les conviene que vaya
así más que no fuera sostenible para el medio ambiente (RG9)
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Con este cierre es como si consideraran que puede darse por zanjado el asunto. Es
manipulación, es publicidad, les interesa a ellos… Circula sin oposición y sin una
resistencia espontánea un discurso negacionista:
M: No, pero luego me hace gracia que luego de repente saquen productos que los
han toqueteado en un laboratorio o lo que sea y también los llaman bio algo, no sé
si es bio genética y tal, y hay productos que se les toquetea, pues yo ese producto
no lo quiero consumir, prefiero que tenga mierdecilla del flas flas que le han
echado, no sé, considero que a mi gusto el mundo va evolucionando y la naturaleza
va cambiando y que nosotros somos los culpables o no los culpables, al revés, los que
hacemos que cambie y no hay ningún problema en eso, considero que es necesario y
que sí, que ahora hay menos agua y menos alimentos, coño, claro, los consumimos,
es normal, no pasa nada (RG9).
Entre los empleados de Zaragoza la conducta ecológica tiene que ser premiada
económicamente para que se generalice. Sigue apareciendo la idea de que hay algo
oscuro, de que hacen negocio, y los temas se mezclan: lo mismo vale reciclar un mueble
viejo, pintar una lámpara que se iba a tirar. No hay referencias al problema global y la
situación colectiva. Lo mismo dirán los trabajadores industriales:
Es una cuestión puramente económica y eso las instituciones son las que deben
modificarlo porque yo a nivel individual no puedo hacer nada, yo qué puedo
hacer si dependo de un sueldo, yo como individuo no puedo hacer nada pero las
instituciones sí, y como decía el compañero, y las empresas, en el momento en
que vean que hay ahí beneficio, vamos, nos meten la ecología por los ojos y por
donde haga falta, pero nosotros a nivel personal no podemos hacer nada, desde
luego no vamos a rechazar nada o vamos a aceptar algo porque sea más
ecológico, lo vamos a rechazar porque sea más caro o menos caro, eso está muy
claro, no pueden vender un coche eléctrico y que me digan, éste no va a
consumir nada, ahora, si me vale cinco mil euros más diré, pues vale, quédatelo
para ti (RG7)
En cualquier caso el tema de los «límites» del modelo de consumo en términos
ecológicos no es recogido por el grupo pese a haber mencionado el moderador el
término «contaminación» y si habría «recursos suficientes»; el moderador vuelve a
insistir retomando la «contaminación», el «cambio climático» y esta es la respuesta:
-Yo es que lo del cambio climático también no sé hasta qué punto creérmelo mucho,
la verdad, porque yo digo que desde que el mundo es mundo ha habido cambio
climático, que ahora lo estemos acelerando, vale, pero yo lo que digo, yo reciclo lo
que puedo porque no tengo cocina para reciclar, pero coño, entonces para qué me
cobran la basura, es que yo no lo entiendo[…] (RG6)
Las reacciones inmediatas son como parece va a ocurrir en todos los grupos
negativas. El cambio climático es percibido en primer lugar como un discurso de
culpabilización que genera reacciones defensivas. En este caso, es un síntoma de
nos quieran cobrar otra vez a los que ya nos dedicamos a pagar por todo lo que
hacemos.
-¿Lo del cambio climático?
-Yo es que no creo que seamos culpables nosotros.
-Ah, por supuesto que no, las grandes empresas siguen ganado dinero a costa de eso
(RG6)
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Por tanto, y salvo voces individuales discordantes, se puede afirmar que no se visibiliza
la relación entre el problema del consumo y la sostenibilidad, ni mucho menos parece
vislumbrarse alternativas al modelo vigente.
En otro apartado de cosas, es significativo que, ante este vacío discursivo en el terreno
de las alternativas, la crítica al modelo vigente se halla desarrollado si bien de forma
poco definida. En los grupos, lo más relevante ha sido la ausencia de cualquier discurso
de clase o siquiera en torno a la desigualdad. Es significativa la identificación de uno de
los participantes con «España», quien ha consumido más de lo que debía, quien se ha
hundido… es España. Se trata de un problema moral, de un problema de
comportamiento, «la culpa la hemos tenido nosotros mismos»:
M: No, no, ya no es ahorrar, son unas concesiones que nosotros mismos nos hemos
hecho que ahora nos lamentamos y le echamos la culpa a los demás.
H: No, la culpa no la tienen los demás, la culpa la hemos tenido nosotros mismos por
habernos habituado a ese lujo, lo que pasa que claro, hemos habituado de tal
manera que cuando ha bajado no pensábamos…
H: Cortarás por todos los sitios pero por el primer sitio que tienes que cortar es por
lo que tenías de más, o sea, lo que te superaba a ti en tu nivel, entonces claro, si
volviéramos a ese nivel no podríamos llegar al mismo, tendríamos que superarlo con
creces pero para seguir creciendo ya entonces, pero no se puede volver a arriesgar
España a pegar otro bajón así, vamos, entonces sería destrozar a España total
porque es que si ahora somos cuatro millones imagínate, sería estar España toda en
paro (RG3).
Es un problema de mentalidad. La gente se ha metido en cosas sin tener la seguridad de
poder pagarlas. Ha ido más allá de sus posibilidades con coches, casas, etc. sin haber
tenido la necesidad. Queremos vivir más por encima de nuestra situación económica.
Que mi vecino tal pues yo más:
H: Pero mira, tú teniendo toda la razón que tienes con lo que estás diciendo yo
pienso que la mayor parte del problema está en la mentalidad del español.
M: Sí, estoy convencidísima.
H: Yo tengo vecinos, yo tengo un cochecito normal, tal y cual, yo tengo vecinos que
están trabajando normal, tienen un sueldo normal, y, joder, Fulano se ha comprado
un coche, pues yo me voy a comprar este coche, y resulta que en casa comen tortilla
de patatas, por decir algo, porque se ha empeñado en un coche, que aquel tiene un
chalé, pues yo me voy a meter y tal y cual, y el problema de la crisis a nivel básico
nuestro, me refiero al nivel de la gente, es porque se ha metido en hipotecas, se ha
metido en chalés, se ha metido en un adosado, se ha metido en tal y cual, sin tener
la seguridad de poderlo pagar, entonces qué pasa…
M: O la necesidad (RG3)
Los tópicos son continuos: la gente ha vivido muy por encima y “el que no ha sabido
estar en su sitio le ha pillado con el culo al aire”; mucha gente no pensaba en el
futuro… han actuado como si el ritmo siempre fuera a ser el mismo; la subida de
precios que desencadenó el euro, anécdotas varias sobre el café y las cañas, el
redondeo… Tienen absolutamente interiorizado el discurso tecnocrático sobre el
funcionamiento del sistema económico, mediatizados por sus trabajos hablan de los
problemas que enfrentan las empresas para afrontar la financiación… como
probablemente en todos los grupos, la única forma de hacer explícito el derroche, para
dar nombre a la artificialidad de las necesidades vuelve a ser la comparación con el
pasado. No hay discurso para trascender este moralismo (un moralismo coherente con
17
su desprecio hacia los sectores populares que se vuelcan al consumo «instintiva» y
«compulsivamente»):
H: Porque vivíamos en la sociedad de la opulencia y yo creo que eso al final es
incluso bueno que no vuelva porque esa sociedad no es buena, una sociedad en que
cada cuatro años yo me tenga que cambiar el coche y cada año el móvil, no, eso no
es bueno.
M: Pero eso es una sociedad de no tener cabezas, de pisar con los pies, porque si te
pones el agua hasta aquí pues no siempre vas a estar así (RG5)
Aunque se sientan partícipes de esa sociedad de la opulencia, aunque «todos hayamos
picado», implícitamente el grupo habla marcando las distancias. Marcando la distancia
entre su discurso racional, calculador (en el consumo), «estratégico» en su trayectoria de
vida —previsor— y tecnocrático en cuanto a la salida de la crisis… con respecto a
quienes se les atribuye una actitud impulsiva e irracional (en el consumo), inconsciente
en su trayectoria de vida y en las consecuencias de sus actos e ineficiente
(constructores… un «paleta» cualquiera: con los que no tienen cabeza, los que piensan
con los pies) en cuanto al «modelo económico» que representan. Los problemas de
consumo se presentan como un problema de desajuste entre ingresos y gastos. Esta
posición ideológica llega inmediatamente a la misma posición sádica que una fracción
de los funcionarios. Lo que una fracción de los funcionarios esgrimía de modo
tecnocrático, aquí aparece —como en otros grupos— con una carga de crítica
moralizante:
M: Exacto, por eso, o sea, que la gente vivía por encima de sus posibilidades (RG1)
La remoralización, en la legitimación del discurso se identifica con la clase media, dado
que dicha posición necesita identificarse con la clase media. Como siempre, el
problema «moral» tiene lugar cuando quienes están arriba hacen una ostentación
excesiva de sus riquezas. En ese sentido, es coherente con denuncias contra los altos
ejecutivos siempre que no se generalicen y se orienten a quienes rompen las normas de
la moral:
M: En la empresa de mi hermano les congelaron los salarios a todos y los cinco
directivos fueron los únicos que les subieron el salario, que con lo que cobra uno de
ellos pagan a treinta personas, no sé, a muchas, y dices, bueno, los que no son
directores les han congelado el sueldo, por qué a los directores que cobran más se
los han subido.
H: Porque los empresarios se aprovechan.
M: Yo esto no estoy muy de acuerdo, a ver, a lo mejor en alguna empresa sí pero yo
creo que los primeros que se están apretando el cinturón… (RG9)
La peor calaña está siempre entre los políticos:
M: Y luego también el ejemplo que tenemos de nuestros ministros, bueno, vale, yo
es que estoy un poco asqueada, pero no sé, a mí me parece una vergüenza que se
hayan dejado más de cien millones de euros pagando sólo sueldos de diputados y que
España esté así como está (RG9).
Otra participante pone un ejemplo con los constructores y sus problemas de
financiación. Con ella emerge, sin ninguna reacción en contra del resto del grupo sus
estigmas y sus desprecios hacia quienes se han enriquecido rápidamente con la crisis,
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quienes representan la falta opulencia, quienes —desde su ignorancia— se han visto
atrapados con la llegada de la crisis por avariciosos:
M: Mira, yo por mi trabajo ahora tengo muchísimos temas de lo que antes era un
señor, un paleta normal y corriente que hace seis, siete años, pues empezaron a
llamarse a sí mismos constructores, qué pasa, me compro un terreno, edifico con mi
grupo de gente, mis operarios, lo vendo por cinco o diez veces más su valor y ya he
hecho el agosto, con lo cual vuelvo a comprarme otro terreno, entonces hago ya tres
casas pareadas y las vendo, claro, qué ha pasado, toda esa gente necesita dinero
para construir y ahora no se venden, pero el dinero sí que se lo deben al banco y
ahora tengo yo a estos señores debiéndole al banco un montón de dinero y
demandas, demandas, demandas… (RG5)
Una de las participantes hace referencia a que conoce mucha gente con graves
problemas económicos derivados de la crisis. En su opinión, “el problema es que la
gente lo quiere todo y en los últimos años se volvió loca con los pisos”; “la gente se ha
vuelto loca, ha buscado rentabilizar las compras de los pisos especulando con ellos,
hasta que al final todo ha estallado”. Para ella, “la culpa es de la gente, que se mete en
pisos sin tener dinero con que pagarlos”, si bien otros participantes indicaron que “la
culpa ha sido de los bancos, que han prestado dinero a gente que no podía devolverlo”.
La misma participante pone ejemplos: “conozco gente que ha comprado un piso en
enero, lo ha vendido en diciembre y se ha llevado diez millones de pesetas limpios”
(RG4).
Al igual que en el discurso de los funcionarios se trata de un problema de ignorancia.
También hay referencias a los inmigrantes, de los que se dice que “no tienen ni idea y
claro firman lo que les ponen y luego vienen los problemas. Por ejemplo, la misma
participante (la que domina el grupo) señala que “tú te crees, piden 500 € al banco para
comprarle un coche al niño y yo les digo pero hombre, ¿no es demasiado?, y ellos te
dicen ‘bueno, es que el niño lo quiere y otros niños ya lo tienen y bueno, pues se lo
compro al final’ y te quedas flipando, es que es gente que no tiene ninguna cultura
financiera” (RG4). Señala que uno debe asesorarse bien antes de invertir, y otros
miembros del grupo afirman estar de acuerdo.
Lo singular en este caso es cómo, con este discurso, el grupo desplaza toda la culpa a
los demás: la gente no se entera hasta que no le golpean directamente, por mucho que lo
pueden ver venir… hasta que no les dan en la frente…
M: Yo te digo una cosa, yo os estoy oyendo a todos y de verdad que soy consciente
de lo que decís y que probablemente nosotros tenemos otra realidad, pero si sales
por la noche vayas donde vayas está todo lleno, te lo digo en serio y tampoco es que
digas, estoy todo el día de verbena, porque no es mi caso, digo, el día que no salgo
yo soy la única que se queda en casa […] pues la gente yo creo que es que se ve el
dolor cuando ya le están pegando, no llega a ser consciente de lo que le va a venir
[…]
H: Es que la técnica del avestruz mucha gente la utiliza, el hecho de esconder la
cabeza y cuando viene el problema… (RG5)
Este discurso parece ser una mezcla de dos dimensiones: por un lado es un mecanismo
de autodefensa, pues les permite no considerarse privilegiados, al afirmar que tampoco
es para tanto…; y, por otro lado, recoge una cierta envidia, un cierto resentimiento hacia
los que gastan (al menos para la fracción más conservadora del grupo), hacia los que no
han interiorizado la ética del ahorro que representan algunos de los participantes (y que
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han orgullosamente esgrimido al inicio de la dinámica). De modo espontáneo sale el
mismo discurso que en otros grupos… pero desplazando la culpa hacia los demás:
M: Mucha gente vivía muy por encima de sus posibilidades, con créditos, con crédito
del crédito, hipotecas, un montón de cosas, y ahora ya no conceden créditos ni
hipotecas a cualquiera, entonces…
M: Pero la gente aprende pero también olvida muy rápido, enseguida que la
situación para esas personas puede ser estable se olvida la gente de los problemas
(RG9).
Lo significativo es esta centralidad del discurso que se representa la crisis por sus
efectos disciplinarios contra aquellos que viven por encima de sus posibilidades, contra
el «consumismo». No hay crítica contra el efecto disciplinario en sí, la crítica es una
crítica moral contra quienes sucumben a los efectos del consumismo. La forma en la
que el consumo consigue crear sujetos culpables es impresionante, todos los grupos
tienden a reflejarlo de una forma u otra en sus discursos:
- [...] la siguiente generación de después de nosotros, ellos dirán, yo no he conocido
crisis, yo no he conocido nada, volverá, volverá, hasta que otro palo otra vez,
claro, la gente si no lo conoce y no lo ha vivido en sus carnes no toma medidas (RG8)
El discurso en la fracción más popular del grupo de pequeños comerciantes asume
efectivamente como propia la culpa por la falta de contención.
ENTONCES TIENE QUE IR EN ALGUNA OTRA DIRECCIÓN.
M: No, es que hay que cambiar la mentalidad del consumismo, no se trata de
consumir más o menos sino de consumir mejor y de ajustar más todos los
parámetros, de eso se trata.
H: Si baja el barril de petróleo y sube la gasolina.
H: Pero hay que mentalizar a toda la población, no puedes mentalizar solamente a
un grupo, todo el país se tendría que mentalizar en saber comprar bien y comprar
calidad y acogerse a su jornal que tiene ahora, no sobrepasarlo que es lo que hemos
hecho últimamente, sobrepasarnos y hacer en exceso lo que no tendríamos que
haber hecho porque si lo hubiéramos hecho moderadamente no estaríamos en este
momento como estamos (RG3)
Uno se hace protagonista del discurso de culpabilización que han esgrimido
prácticamente todos los grupos —siempre dirigiéndose a otros—:
H: Lo que pasa que antes a lo mejor yo también estaba un poco mal acostumbrado y
tenía otro tipo de vida que realmente no iba para mí, claro, me gastaba demasiado,
que si cine, que si ropa, que si no sé qué, que si no sé cuántos, y ahora a lo mejor es
lo que me corresponde (RG8)
Al final, la culpa no siempre es de otros –también puede ser nuestra. Ambas posiciones,
no obstante, no van más allá de una reprimenda moral, sin entrar a fondo en una crítica
al modelo de consumo actual.
6. Conclusión.
La crisis económica parece haber tenido un impacto severo en las percepciones sobre el
consumo: flota, en el discurso de los grupos, una sensación de miedo e incertidumbre
ante el futuro, que puede pasar por una moderación de los hábitos tras un período de
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excesos. No obstante, la lectura de la crisis se hace de maneras distintas desde diferentes
posiciones de clase: así, los detentadores de posiciones supra-ordinadas hacen hincapié
en que la crisis ha sido resultado de una falta de racionalidad a la hora de gastar,
mientras que para otros, la crisis es ni más ni menos que su condición económica
existencial, por lo que se vive sin tanto dramatismo.
No obstante, en ninguno de los grupos aparece un discurso crítico frente al consumo, al
que se identifica mayoritariamente como motor de la economía y del bienestar. Sólo se
lamenta el excesivo consumismo “de los otros”, pero sin profundizar en la posibilidad
de desarrollar formas alternativas de consumo ni cuestionar la sostenibilidad del modelo
actual. Al final, la crisis se representa como el resultado de errores de otros que se
endeudaron y vivieron por encima de sus posibilidades, siendo la única salida una
posible remoralización de los hábitos de consumo y ahorro que se defiende con cierto
escepticismo.
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