GENERACIÓN DEL 98 1.- Introducción A finales del siglo XIX España vive una grave crisis general: el sistema político (‘turnismo’ entre conservadores y progresistas) no funciona; se acrecientan los desfases sociales (proletarios y campesinos frente a alta burguesía); comienzan a surgir los primeros conflictos sociales violentos, etc. El malestar y el pesimismo se agudizan con la independencia, en 1898, tras varios años de guerra, de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, últimas colonias de España. El "desastre" provoca cuantiosas pérdidas económicas y humanas. Surge entonces un grupo de escritores preocupados por los problemas del país, por el “tema de España". Son los hombres de la Generación del 98. A diferencia del Modernismo, la Generación del 98 tuvo, pues, un origen netamente español. Sus más inmediatos precursores fueron los regeneracionistas y, especialmente, Ángel Ganivet. Se llamó regeneracionistas a un conjunto de intelectuales que durante el último cuarto del siglo XIX se platearon el problema de la decadencia española y abogaron por la necesidad de regenerar el país mediante la aplicación de un vasto programa de reformas. Entre las reformas que propusieron destacan la racionalización en el uso y la distribución de la tierra, la modernización de la administración pública y la mejora de la enseñanza. Joaquín Costa sintetizó el ideario regeneracionista en una famosa expresión: “despensa y escuela”. Ángel Ganivet fue el principal representante de esta tendencia, autor de Idearium español, obra en la que analizó las causas de la decadencia a partir de la historia y la forma de ser de los españoles. En los últimos años del siglo XIX surgió un grupo de jóvenes escritores con preocupaciones políticas, herederos directos del Regeneracionismo. Estos autores comenzaron publicando diversos artículos periodísticos y después emprendieron el camino del ensayo y de la novela. Según Azorín, este grupo de autores constituyó la llamada Generación del 98. Los rasgos comunes que identificarían a todos los componentes de la generación son la ideología progresista que revelan sus primeras obras y la preocupación por el estado de crisis social y política de la España de la época. Es difícil delimitar la nómina de escritores que pertenecen a la Generación del 98, entre otras razones porque dichos autores no tuvieron conciencia de pertenecer a ninguna generación. Se suelen considerar dentro de un grupo inicial a Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu. A ellos debe añadirse Unamuno, como precursor y maestro (guía generacional) y por otra parte Antonio Machado y Valle-Inclán, cuyos comienzos y la evolución posterior son claramente diferentes a los demás autores citados. Azorín, Baroja y Maeztu formaron el único grupo homogéneo dentro de la Generación del 98. Juntos publicaron algunos artículos firmados con el sobrenombre de “Los Tres” y, en 1901, firmaron un Manifiesto en el que denunciaban “el clima de descomposición espiritual de la España del momento” y anunciaban su intención de cooperar a la generación de un nuevo estado social. No obstante, el grupo se deshizo rápidamente y a partir de 1905 cada 1 autor evolucionó hacia posturas ideológicas propias, más o menos conservadoras. Desde que Azorín “inventara” la Generación del 98 (comenzó a usar dicha etiqueta -pronto asumida por la crítica- en una serie de artículos de 1913, titulada “Clásicos y modernos”), se han venido señalando algunos rasgos que podrían caracterizar a sus integrantes frente a otros escritores coetáneos. Entre dichos rasgos destacan los siguientes: La actitud de preocupación ante la situación de España. Esta actitud contrasta con la evasión del Modernismo hacia lo estético y aproxima a los noventayochistas a la postura crítica de Larra (autor considerado como “guía lejano” del grupo). Mientras que los modernistas pretendieron una renovación estética, los autores del 98 persiguieron conmover la conciencia nacional. El idealismo de las soluciones que aportan para regenerar el país. Este idealismo contrasta con la postura pragmática de los regeneracionistas. Así, mientras éstos intentaron llevar a la práctica sus ideas, algunos críticos han destacado la abulia de los autores del 98 y su incapacidad para pasar a la acción e intentar aplicar las reformas propuestas. Ellos pensaban que el problema de la situación era la falta de conciencia nacional y que la solución era modificar la mentalidad de su pueblo, lo que pretendían hacer a través de sus obras, artículos, revistas, etc. La búsqueda de lo auténticamente español a través de la historia y de la literatura. En opinión de los escritores noventayochistas, Castilla constituye la esencia del alma española y por eso buscan las claves de lo español en Castilla, en su paisaje y en la literatura castellana medieval. Angustia, pesimismo y preocupación por los problemas existenciales. Esta angustia les lleva a plantearse problemas religiosos. Baroja se declarará siempre ateo y fiel a su "dogmatofagia". Baroja y Maeztu, desde un escepticismo y agnosticismo juvenil, pasarán a profesar, en su madurez, la fe católica. Y en Unamuno asistimos a una lucha agónica, a una tragedia íntima (y literariamente muy fructífera): la lucha entre la razón y la necesidad, entre la Nada y Dios. Los autores que componen la Generación del 98 no muestran un estilo uniforme sino que cada uno se esforzará por encontrar una forma de expresión propia, personal, diferenciadora. Ahora bien, pese a la variedad, todos coincidieron en los siguientes rasgos de estilo: o Rechazo del barroquismo y el retoricismo decimonónicos, lo cual va acompañado de un exigente cuidado del lenguaje o A lo anterior va unido el sentido de la precisión y la claridad, haciendo que predomine el contenido sobre la forma. Azorín decía: “Escribimos mejor cuanto más sencillamente escribimos; pero somos muy contados los que nos avenimos a ser naturales y claros”. o Recuperación de localismos y arcaísmos (gusto por las palabras tradicionales y ‘terruñeras’). Así, por ejemplo, Unamuno incorporó a sus obras palabras procedentes del léxico rural de Salamanca y otras voces de raíz popular, y Azorín recuperó palabras de obras literarias antiguas. o Subjetivismo y lirismo que revelan el sentir personal de los autores: paisaje y alma, realidad y sensibilidad, llegan a fundirse íntimamente. 2 o Innovaciones en los géneros literarios: amplio cultivo del ensayo y experimentación en otros géneros, como la novela y el teatro. En cuanto a la consideración estricta de este grupo de autores como generación literaria, veamos cómo se cumplen los requisitos establecidos al respecto por el historiador alemán J. Petersen en 1930: Se considera como generación literaria al conjunto de hombres próximos por su edad: nacen entre 1864 (Unamuno) y 1875 (A. Machado); pero en ese periodo de tiempo nacen también otros autores, como Rubén Darío, Manuel Machado o Jacinto Benavente. Formación intelectual semejante: Poseen una formación autodidacta; casi todos llegan a la Universidad, aunque disienten de la educación que allí se les ofrece y de ahí que busquen completar su formación por otras vías. Pero autodidactas fueron también algunos escritores modernistas. Relaciones personales entre ellos: Fue evidente la relación y colaboración entre Baroja, Azorín y Maeztu, así como sus contactos con Unamuno y Valle-Inclán. Todos ellos coincidieron en las mismas tertulias y revistas. Pero también coincidieron en ellas con destacados autores modernistas. Participación en actos colectivos propios: viaje a Toledo (1901), visita a la tumba de Larra (1902), homenaje a Baroja por la publicación de “Camino de perfección” (1905), protesta por el Nobel a Echegaray -“símbolo de una España pasada”(1904), pero dicha protesta también fue firmada por Rubén, Marquina, Villaespesa, M. Machado, etc. Existencia de un acontecimiento generacional que aúne sus voluntades: fue, sin duda, el “desastre del 98”, fecha que les dio nombre. Pero también algunos modernistas, en España y América, con Rubén a la cabeza, habían denunciado la gravedad del acontecimiento. Presencia de un “guía”: Requisito difícil de precisar. Se ha hablado de Nietzsche y de Schopenhauer, cuyo influjo es evidente, así como de Unamuno, a quien todos respetaron, pero la postura singular de este autor le impidió hacer de aglutinante e incluso le distanció con frecuencia del grupo. Lenguaje generacional: Son evidentes las novedades estilísticas que los separan de la generación anterior, pero este fenómeno es el mismo en el caso de los modernistas. Por otra parte, se trata de estilos muy dispares en cada autor. Anquilosamiento de la generación anterior: Sin duda se ha producido, ya que Campoamor y Clarín mueren en 1901 y nada decisivo aportarán ya Pereda, Valera, Galdós, etc. La joven generación mostró claramente su postura contraria a todos estos autores. Por todo ello, la crítica considera que noventayochistas y modernistas constituyen una misma generación histórica y entre ellos hay numerosos puntos comunes, fruto del momento crítico en que viven. Sin embargo, se admite también la existencia de un Grupo del 98 dentro de aquella generación, grupo homogéneo en su juventud pero cuyos integrantes evolucionarán de forma muy diversa. Es claro, en cualquier caso, que la frontera entre Modernismo y Generación del 98 -si es que existe- es borrosa. La crítica, tradicionalmente, ha estado dividida: - Pedro Salinas distingue claramente: El Modernismo es un movimiento de poetas y el 98 de ideólogos. El Modernismo busca la belleza y el 98 la verdad. Los modernistas son cosmopolitas, frente a los noventayochistas que son "concentrativos", preocupados por España. El Modernismo es sintético (síntesis de diversos movimientos estéticos), frente al 98 que es analítico (de los problemas de 3 - - - - España). El Modernismo, por último, es una literatura de los sentidos, frente al 98, que es una literatura de ideas. Guillermo Díaz-Plaja es quien más férreamente ha defendido la diferenciación (e incluso la oposición): nos habla de "una radicalmente opuesta actitud ante la vida y ante el arte". Esta ha sido la opinión mayoritaria hasta hace poco tiempo. Federico de Onís encabeza la opinión contraria. Para él (en 1934) "el modernismo es la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu que inicia hacia 1883 la disolución del siglo XIX". Ricardo Gullón opina que dividir 98 y Modernismo es falsear la realidad de la existencia de un movimiento lírico común. J.Carlos Mainer sostiene que el 98 no es sino la forma peculiar española de la crisis universal de fin de siglo y, en cuanto al arte, la faceta nacional del Modernismo. Una opinión más reciente es la de Enrique Rull (1989), para quien "el modernismo español entroncó con el regeneracionismo, con la crisis finisecular del país (...) y, sobre todo, con el espíritu crítico de la tradición española, que ya se había planteado, por lo menos desde el siglo XVIII, como una lucha entre tradicionalismo y modernidad". 4