OFENSOR Y OFENSA. CARACTERÍSTICAS DE UNA MUESTRA NO FORTUITA DE ASESINOS ADOLESCENTES A GRAN ESCALA Tomàs J.; Bielsa A. ABSTRACTO Objetivo: Los autores llevaron a cabo un estudio descriptivo de adolescentes (> 19 años de edad) asesinos a gran escala –sujetos que mataron intencionadamente tres o más víctimas en una misma ocasión- para identificar características demográficas, clínicas, forenses. Método: Se utilizó un ejemplo no al azar. Resultados: 34 sujetos, actuando en solitario o en parejas, cometieron 27 asesinatos a gran escala entre 1958 y 1999. Ésta muestra está constituida por jóvenes de una media de edad de 17 años. La mayoría fueron descritos como “solitarios” y abusaban de las drogas y el alcohol; casi la mitad fueron maltratados por otros, obsesionados con una fantasía violenta, y con un historial violento. Auque el 23% tenía una historia psiquiátrica documentada, sólo el 6% fueron juzgados como sicóticos en el momento del crimen a gran escala. Predominaban los síntomas depresivos y los comportamientos antisociales. Existía un detonador en la mayoría de los casos –normalmente un fracaso personal en el amor o en la escuela- y la mayoría de sujetos lanzaba amenazas a terceras personas por lo que respecta al asesinato a gran escala. La mayor parte de esta muestra se agrupan en tres tipos: el exterminador de la familia, el vengador del aula, y el criminal oportunista. Conclusiones: El asesino adolescente a gran escala suele ser más rapaces en su violencia que afectivamente violento y no muestra típicamente ningún signo de advertencia repentino o elevadamente emocional. Aunque el acto del asesinato a gran escala es virtualmente imposible de predecir por su extremadamente reducida frecuencia, ciertos logros clínicos y forenses pueden alertar al clínico hacia la necesidad de nuevos e intensificados cuidados primarios, incluyendo familia, escuela, comunidad, refuerzo legal, e intervención en la salud mental. Palabras clave: asesinato, asesinato a gran escala, homicidio. A pesar del sensacionalismo de los medios de comunicación, una plétora de datos El sujeto tres cogió un taxi hacia la casa de su novia, le contó lo que había hecho y le enseñó el dinero; entonces practicaron sexo. Ese mismo día y durante las semanas anteriores al asesinato, le explicó a varios amigos suyos sus planes de ir al restaurante y “matarles y pillar el dinero”. Uno de sus amigos le dijo “no tienes huevos”. Le dijo a su hermano que era empleado del restaurante, “no vayas a trabajar esta noche.” El sujeto 3 había cometido varios robos en restaurantes de comida rápida en los cinco meses previos a los asesinatos, incluyendo un Burger King del cual había sido empleado también. Cada robo había sido progresivamente más violento. Un bachiller de una impecable familia era miembro de una banda. Tras su arresto, fingió enfermedad mental durante ocho meses actuando como un mono y simulando ser encoprético. Dejó de hacerse el enfermo cuando nadie le prestaba atención. El sujeto 3 se jactaba de sus crímenes ante sus compañeros, y dio una entrevista a una televisión local, describiendo los homicidios. Tenía un tatuaje de un arma en su brazo que afirmaba “por todos los medios necesarios”. El sujeto 3 fue sentenciado a muerte después de los cuatro asesinatos de primer grado y un intento de asesinato, rapto, y robo. Su novia y su madre alegaron culpabilidad para quedar libres de cargos ya que le habían ayudado a eliminar las pruebas de los crímenes. El tiempo de los asesinatos dependía del tipo: los vengadores del aula mataban entre semana; los exterminadores de familia mataban de jueves a domingo. Los dos casos bifurcados tuvieron lugar en miércoles. La mayoría de autores en solitario mataron entre la tarde y la madrugada. La gran mayoría de adolescentes asesinos fueron capturados (n = 29.85%); dos fueron asesinados (6%); tres se suicidaron (9%). DISCUSIÓN Los asesinatos de adolescentes a gran escala parecen ser exclusivamente de ámbito masculino –hasta un elevado pero quizás poco significativo grado que otros actos violentos. La disparidad genérica en violencia criminal es un logro consistente que trasciende las líneas raciales, étnicas, culturales, nacionales, y socioeconómicas (Wilson y Herrnstein, 1985). La distribución racial de nuestros sujetos parece ser similar a la de la población en EEUU según recoge en 1990 el censo (U.S. Census Bureau, 1990) pero difiere estrepitosamente de los datos de homicidios de adolescentes. En 1993 el porcentaje base de homicidios por arma de fuego entre adolescentes blancos era de 12.8: 100,000; entre los adolescentes afro americanos era de 131.5:100,000, con una diferencia de más de 10 (FBI 1994). Creemos que esta marcada diferencia racial se debe al entorno pobre y urbano de los homicidas adolescentes afro americanos en contraste con el entorno reducido de la ciudad residencial de clase media del adolescente asesino. La mayoría de los casos de estudio de los últimos 5 años pueden representar un “contagion” o efecto “imita monos”. Hay muestras de que los suicidios se incrementan tras la publicidad de eventos suicidas y que cuanta más publicidad se le da a las historias mayor es el in cremento (Bollen y Phillips 1992). También hay muestras de que ciertos tipos de violencia a gran escala desencadenaran en un breve y conciso incremento de homicidas (Phillips 1983). El cuadro de estatus “solitario”, victimización por acoso, familias rotas, y una obsesión sobre una fantasía violenta introduce una dinámica social de alineación frente a los otros, la posibilidad de una patología de acercamiento, y un modo compensatorio de reparo narcisista, especialmente entre los vengadores del aula. Otros han sugerido una inclusión del problema entre los adolescentes de asesinos a gran escala (Mcgee y DeBernardo, 1999) que, si es medible sería probablemente categorizado como “desdeñoso” (Bartholomew, 1990): la desposesión de afecto y devaluación de aquellos que son negligentes, indiferentes, o, en caso de acoso, obviamente cruel. Bowlby (1944) se refirió a estos sujetos como “delincuentes sin afecto” en su clásico estudio de ladrones juveniles. El uso de la fantasía narcisista compensatoria para sacar objetos reales y reparar las heridas emocionales ha sido muy discutido en la literatura psicoanalítica. (Kernberg, 1975; Person, 1995) y explorado empíricamente en estudios forenses (Hempel et al., 1999; Meloy, 1988,1998). El acoso ha recibido una creciente atención (Hoover et al., 1992; Olweus, 1994), y notamos que una mayoría de asesinos adolescentes eran o bien autores o bien víctimas de acoso. Nuestro hallazgo, sin embargo, debería ser templado con el hecho de que la mayoría de los estudiantes responden haber sido acosados, como mínimo, una vez, y el 14% de chicos y chicas sufren grandes traumas por intimidación (Hoover et al., 1992). La instigación de la intimidación sugiere un comportamiento agresivo, antisocial- en un estudio el 60% de los niños identificados como un matón en secundaria tenía una convicción criminal a los 23 años de edad (Olweus, 1994)- mientras que la victimización y la subsiguiente extrema violencia teóricamente sugiere una dinámica emocional que puede haber estado presente en casi la mitad de nuestra muestra: la transformación de una ardiente vergüenza en un frío odio. La furia basada en la vergüenza – una respuesta a la humillación por uno o muchos matones- ha recibido atención en el trabajo psicoanalítico (Wurmser, 1981) y la investigación de la violencia doméstica (Dutton, 1998). Nuestra teoría es que se añade otra dimensión como un preludio a algunos asesinos adolescentes a gran escala. El adolescente víctima de acoso o intimidación no explota en rabia en el momento en el que siente vergüenza, quizás porque el matón es más grande y fuerte, pero en cambio se sumerge en una fantasía para compensar el casi intolerable sentimiento de una humillación pública, la muestra de la debilidad e ineficacia del sujeto. En el contexto de asesinatos de adolescentes esta fantasía compensatoria puede tener diferentes características: emplea una cantidad exorbitante de tiempo, es violenta, contiene temas de grandiosidad y persecución y provee al adolescente de un vehículo para identificarse con el agresor (Freud, 1936) y ejercer control omnipotente sobre sus adversarios (Meloy, 1998).Esta identificación propuesta puede ser inferida del historial violento de nuestros sujetos; historial de arresto; obsesiones con la guerra o las armas; y sobrenombres relacionados con la violencia, rebelión, o aberración. Por ejemplo, el juego de ordenador “Doon” era el más comúnmente y r epetidamente jugado y Natural born killers era una de las más populares películas entre los sujetos. En dos de estas muestras de violencia en la pantalla, el primero más interactivo que el segundo, matar está reforzado positivamente (prediciendo su repetición), normalizado, y se convierte en una fuente de búsqueda de sensaciones y excitación por parte del jugador/espectador. Lo que llamamos inmersión de la agresiones convierte en una alternativa, un mundo de fantasía que reemplaza al fracaso global social, especialmente para los vengadores del aula. Las vulnerabilidades son también aparentes en estos sujetos. La mayoría usó una variedad de drogas lícitas e ilícitas, un factor de riesgo por violencia en general y entre los enfermos mentales en particular (Steatman et al., 1998). Una mayor proporción de adolescentes asesinos que la población general buscó cuidados de salud mental como mínimo una vez. Los síntomas depresivos se sugerían en diversos sujetos, especialmente en el vengador del aula. El comportamiento antisocial antes de la ofensa era más aparente entre los exterminadores de la familia. (Aunque a psicoterapia, a nuestro entender, no era directamente medida en ninguno de los sujetos, el constructo se ha mostrado fuertemente relacionado con la criminalidad, agresión, y violencia del adolescente [Forth y Mailloucs, 2000]) Los sujetos no eran generalmente sicóticos en el momento del asesinato, sin embargo, lo cual explica parcialmente su decantación por matar en parejas y su fuerte tendencia a matar víctimas conocidas. Estos factores de disposición, sin embargo, pueden necesitar un desencadenante para precipitar un asesinato a gran escala. En nuestros sujetos, el suceso desencadenante se encontró en casi dos tercios de los casos, usualmente relacionados con el fracaso en el amor o el trabajo (escuela). El más común era el rechazo por parte de una novia real o fantasiosa. “Injusto” trato de los demás, incluyendo a la familia de uno, sugiriendo otra forma de rechazo y humillación, fue el segundo insulto más común. Las armas de fuego eran las armas que escogían los adolescentes asesinos, poniendo a su disposición la letalidad para llevar a cabo la matanza de tres o más individuos en pocos minutos. El logro más sorprendente es que dos de las tres armas de fuego fueron tomadas de casa de los padres o compradas. Aunque la posesión de armas predomina en la sociedad americana- hay casi tantas armas de fuego en circulación como gente- este hallazgo responde a la pregunta de si el acceso a las armas de fuego para cualquier adolescente es demasiado fácil, especialmente para aquellos pocos que presentan factores de riesgo de asesinado. El porcentaje de armas llevadas a la escena del crimen (2.4) y el porcentaje de muertes (4.7) y heridos (3.1) son hallazgos empíricos que sugieren firmemente un deseo no ambivalente de maximizar las víctimas, usualmente entre víctimas conocidas para los adolescentes. La manera de matar escogida por los sujetos es el tiroteo, el apuñalamiento, el aporreamiento. El asesinato de adolescentes es personal, y, dada la ausencia de psicosis, el intento y la motivación están ostentados en relaciones de objetos reales no ilusorios. El hecho de que uno de cada cuatro asesinatos de adolescentes fuera cometido por dos chicos relacionados entre si también sugiere que la motivación de estos casos es comprendida y compartida, si no reforzada, y no es un producto de una realidad privada, idieosincrática o sicótica. La presencia de parejas en estos casos contrasta específicamente con los asesinos adultos a gran escala, quienes siempre actúan solos (Hemple et al., 1999). Tal compartimiento de heridas emocionales es probablemente una reflexión del desarrollo del adolescente – para buscar la aprobación y valoración de sus compañeros- y teorizamos que quizás nos lleve a una fantasía homicida compartida con elevaciones concomitantes de su autoestima como los espejos de los narcisistas o idealizándose unos a otros. En los siete pares de esta muestra, uno de ellos era normalmente la personalidad dominante. Los abstractos psicológicos (tabla 2) sugieren un deseo tormentoso de dominar y controlar las víctimas, no una proyección sicótica. Un sentido patológico narcisista de derecho – el sujeto cree que tiene el derecho de matar a los demás- es inequívoco en tods estos casos excepto por posibilidad, “Lo siento”. Los asesinos adolescentes a gran escala, como los adultos asesinos a gran escala (Hempel, et al., 1999), eran generalmente actos de predación (instrumental) violencia ( Cornell et al.,1996; Meloy, 1997). Este modo de violencia es planeado, no emocional, muestra una ausencia de arousal automático, y no es percibido como real ni como amenaza inminente. Muestra que la mayoría de asesinos son predadores (instrumentales), preferentemente que afectivos (reactivos), es sugerido por nuestros hallazgos de amenazas articuladas a terceros antes del suceso; notas o diarios revelando intentos violentos; preocupaciones sobre fantasías violentas como la guerra; la acumulación de armas antes del asesinato; y la ausencia de emociones en muchos de ellos durante el asesinato observado por sobrevivientes. Si se muestra alguna emoción, normalmente es de placer o de risa, la cual puede sugerir ansiedad o sadismo. Por ejemplo, Eric Harris y Dylan Klebold reían durante la comisión de la Cloumbine High School asesinato (Time, 1999). Michel Carneal’s (sujeto 2) rió justo antes de sacar su arma. Toby Nace, un joven de 19 y amigo de Carneal, explico este hecho ante un tribunal. El modo de violencia predatoria es más obvio en los vengadores del aula. McGee y DeBernardo (1999) llegaron ala misma conclusión: “Estos actos contienen elementos de sofisticación y creatividad que están totalmente ausentes en los actos puramente impulsivos y en la pérdida de control en las agresiones afectivas” (pp.13-14). La violencia predadora es biológicamente distinguible de la afectiva (emocional, reactiva) violencia en los mamíferos, es directamente medible en animales de experimentación (Siegel y Pott, 1988), y es inferida en psicofarmacología (Eichelman, 1992) y neuroimagen (Raine et al., 1998) estudios humanos. Son raíces evolucionadas de cazar. Dodge y Coie (1987) y otros (Poulin y Boivin,2000) han usado de alguna forma términos paralelos de reactiva y proactiva agresión en su validación de diferencias en agresiones de niños. La importancia de este hallazgo es que sugiere que los asesinatos de los adolescentes son más oportunistas que impulsivos, y no muestran signos emocionales de alerta. Por lo contrario, como Freud (1911) dijo, la idea de asesinato a gran escala –pensada como un acto experimental- es como incubada en la mente del asesino, inicialmente con enfado y sentimientos disfóricos, los cuales son a veces respuestas a humillaciones repetidas. Estas pueden ser soportadas con la aparición de fantasías compensatorias narcisistas, frecuentemente con aire paranoico que palian emociones como ansiedad o miedo. La omnipotencia imaginada es traducida en planes y actuaciones durante el asesinato. Sin embargo los rasgos de personalidad del adolescente asesino permanecen desconocidos por nosotros porque su plasticidad mental y confidencialidad de recuerdos, su comportamiento, sugieren desenvolupamientos mentales dramáticos. La tabla 3 sugiere diferencias entre las familias de los diferentes tipos de asesinos adolescentes: los exterminadores de familia y los vengadores del aula son más parecidos que los oportunistas; la preocupación por las armas es más importante e los asesinos oportunistas; el abuso de sustancias es más importante en los exterminadores de familia; la depresión es el problema clínico que distingue los vengadores de clase de los exterminadores de familia. Limitaciones Nuestro estudio tiene muchas limitaciones y debe ser considerado como descriptivo. La amplitud de nuestra muestra es reducida y no hemos utilizado comparación entre grupos. Faltan muchos datos. Y no hay descripciones clínicas. Los sujetos no fueron elegidos al azar y debe usarse con precaución si se quiere generalizar para comparar con otros casos. Los datos psicológicos y psiquiátricos no eran disponibles al tratarse de menores. Lo más importante, las características de los adolescentes que hemos descrito no deben usarse para predecir asesinatos a gran escala, ya que no han sido comparados con grupos control. Implicaciones clínicas Los profesionales de la salud mental deben considerar muchos factores para avaluar el riesgo, el diagnostico, o el tratamiento de un adolescente cuando el comportamiento violento es la referencia: muchos serán falsos positivos; los diagnósticos deben incluir los ejes I y II del DSM-IV; las intervenciones colaterales de la familia, profesores y parejas deben ser dadas para entender la psicodinámica, así como la cronicidad de las fantasías violentas que se verán reflejadas en dibujos, redacciones y comentarios del sujeto; y el tratamiento del adolescente que tiene rasgos violentos debe considerarse de riesgo. Sin embargo el asesino adolescente a gran escala tiene muy pocas actuaciones pero de gran intensidad, este hecho lleva a una predicción imposible. Nuestro deseo es que este estudio informe de la evaluación de una amenaza y sirva de guía preventiva para familias, escuelas, clínicos, policía y comunidades (Mohandie, 2000).