Lille Skvat Blog trans FtX a Dinamarca `Vístete de niña mona` http

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Lille Skvat
Blog trans FtX a Dinamarca
'Vístete de niña mona'
http://lilleskvat.blogspot.com.es/2011/09/vistete-de-nina-mona.html
“He empezado a trabajar de vez en cuando en un puesto de esos con jefes y todo
ese rollo de jerarquías que llevaba muchos años evitando. El primer día ya me hace sentir
mal. El tipo de turno que me explica cómo es el trabajo y cómo tengo que hacer mi parte,
en un momento de la conversación sugiere de forma directa que me tengo que vestir
más formalmente y, lo que es peor, más femeninamente si quiero acceder a una
determinada función dentro de esa empresa. ¿Por qué? ¿Para qué exactamente?
Además, sé que la otra persona que hace ese trabajo es un hombre cisgénero y a él no le
piden que se vista ni más femenina ni más masculinamente. De hecho, ¿quién le ha dicho
a ese que mi ropa más formal sería femenina? ¿O que para empezar me quiera poner
ropa formal? ¿O que tenga derecho a comentar mi ropa actual?
Entre otras cosas, por este rollo de la vestimenta dejé de trabajar como asalariada
cuando lo hice. Me niego a que me obliguen a vestirme del modo que al o la machista y
cisheterosexista de turno le parece adecuado. Me niego a que decidan sobre cosas como
mi estilo de pelo o lo ajustado que es el corte de mis camisas. Mi trabajo nada tiene que
ver con mi apariencia física. No sé para qué tendría que permitir que interfieran en mi
libertad, mi aspecto físico o mi género. De hecho, desde que me han dicho eso he ido con
ropa más informal, más "masculina" todavía si puede ser y me acabo de cortar el pelo con
un estilo bastante punk que fácilmente se puede transformar en una cresta si me levanto
un día con ganas de revolución”.
Me siguen por las tiendas
http://illeskvat.blogspot.com.es/2012/04/me-siguen-por-las-tiendas.html
Me he cortado el pelo nuevamente. Esta vez el estilo es tan claramente "radical"
que no lo puedo esconder a no ser que me ponga un gorro que me cubra la cabeza. El
resultado ha sido inmediato. Salgo a la calle y veo que la gente me mira. Pero sobre todo
lo noto al ir a una tienda. Entro y uno de los dos dependientes se levanta y me sigue no
con especial discreción a lo largo de todo el local y no se vuelve a sentar junto a la caja
hasta que me voy. Vale, tal vez en esa tienda son un poco paranoicos y conservadores.
Pero no. Entro en otra tienda y sucede exactamente lo mismo.
¡Qué absurdo es el mundo! ¿Voy a robar más hoy con este pelo que ayer con el otro o
que hace un año con un corte más conservador? ¿No me sería entonces más fácil y útil
ponerme un gorro al entrar a la tienda? Y es que para recolmo mi ropa por lo general es
bastante normalita, tipo masculino deportivo, nada que despierte ninguna atención a no
ser que se deba a mi género. Así que si me pongo un gorro probablemente nadie me
miraría en la tienda. ¿Y eso me va a hacer menos propensa a robarles algo? Absurdo, y
completamente falto de reflexión.
Veremos lo que sucede cuando vuelva al trabajo...
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Entrevista a Ximo Cádiz, coordinador de la Vocalía de laboral
(FELGTB)
http://www.felgtb.org/temas/laboral/noticias/i/1965/358/entrevista-a-ximo-cadizcoordinador-de-la-vocalia-de-laboral
¿Cuál es el colectivo LGTB más vulnerable a la discriminación laboral?
¿Cómo se trabaja para evitarlo?
Sin lugar a dudas debemos llamar la atención sobre las dificultades que encuentra
una persona transexual en su proceso de inserción laboral: falta de formación inicial o no
completada, desconocimiento de las herramientas para la búsqueda de empleo, miedo
escénico (por ejemplo ante una entrevista de trabajo), estereotipos en el imaginario
cultural de las personas transexuales, etc.
Por otro lado la incongruencia entre el aspecto físico y los datos del DNI crea dificultades
en la empresa a la hora de la contratación y por ello animamos, con la información
pertinente, a superar los miedos, a las empresarias y empresarios para que eliminen sus
prejuicios e inconveniente para contratar.
La mejor estrategia en este ámbito es la información y el asesoramiento, tanto de las
personas transexuales como para sensibilizar al empresariado y derrotar los prejuicios
que alimentan la discriminación.
“El género desordenado”, Miquel Missé i Gerard Coll-Planas
(“Epílogo”, Miguel Missé)
“Pienso que en la cuestión trans también es central la cuestión de los referentes
positivos. A excepción del estereotipo de la mujer trans representada por el mercado
pornográfico más heterosexista, los cuerpos trans no existen en nuestro imaginario, no
están en el cine, ni en las revistas, ni en las publicidades, ni en los parlamentos, no están
en ninguna parte. Al final, las personas se definen en relación con lo que conocen, se
identifican con los cuerpos que ven y se odian por todo aquello que hay en su cuerpo que
no ven en ningún otro. No es casual que muchas/ algunas personas trans sientan padecer
un transtorno puesto que la definición médica es la que ha tenido más impacto; las
personas trans hablan de sí mismas en términos médicos en tanto que son los términos
que conocen. Sabemos que vivir sin referentes y sentirse único en la vivencia de este
proceso genera un gran sufrimiento. Y también sabemos que antes de que la medicina
norteamericana se inventara el concepto de transexualidad y desarrollara toda una serie
de criterios clínicos para diagnosticar el transtorno, las necesidades de modificación
corporal eran otras, y muchas menos.”
“Hay quien piensa que las personas que formamos el movimiento por la
despatolagización no tenemos la necesidad de modificar nuestro cuerpo, que no sabemos
realmente de qué se trata ni lo que se siente/ se sufre. Este planteamiento es
complétamente erróneo: las personas que estamos en la lucha venimos mayoritariamente
de procesos de psiquiatrización, de haber años realizando el “test de vida real”, de
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terapias de grupo, de haber sido estudiados y analizados por médicos. Sabemos
perfectamente lo que implica necesitar una modificación corporal; entre nosotros hay
personas que se hormonan, que se operar, y personas que no hacen nada (que
probablemente también han partido de un rechazo corporal y trabajan para superarlo). Los
que estamos fuera de las consultas exigiendo que acabe la patologizacion de la
transexualidad no somos tan distintos de los que están dentro. Entendemos muy bien el
conflicto con la aceptación del propio cuerpo, pero seguramente hemos conocido otras
cosas que nos han ayudado a pensar nuestra identidad fuera del marco de la patología,
desde otro paradigma que nos es el del problema de las personas trans sino el problema
de la transfobia”.
“Cuando se inició la campaña “Stop Trans Pathologization (STP)-2012”, la reacción
de muchos activistas trans de países del norte de Europa fue decir que este movimiento
era absolutamente elitista y que es muy fácil decir lo que decimos desde nuestros
territorios, pero que la vulnerabilidad de las personas trans en los países del sur no deja
espacio para despatologizar; es más urgente protegerlas de la violencia que viven – y
que, de hecho, la despatologización aumentaría su vulnerabilidad-. En contraste,
curiosamente, las adhesiones a la campaña de personas y grupos de Asia, África y sobre
todo de América Latina fueron la mayoría. Actualmente, el movimiento por la
despatologización tiene más referentes en los países del sur que en los del norte.
(…) creo que una respuesta que podemos dar (a esto) es que la despatologización es una
propuesta occidental como lo es la patologización. El transtorno de identidad de género
parte de Occidente, y por ello los sistemas más avanzados de tratamiento del transtorno y
las instituciones que lo regulan están en EEUU y Europa. (…) De aquí parte la idea de
enfermedad y desde aquí debemos responsabilizarnos de combatirla.
Pero de todas formas, desde otras partes del mundo y desde otras razones, también tiene
sentido combatir la patologización. Nuestros aliados en América Latina trabajan duro para
proteger la diversidad de identidades en sus culturas, y tratan de combatir la definición
psiquiátrica antes de que colonice del todo los territorios en los que las identidades trans
no tienen nada que ver con las patologías”.
“El género desordenado”, Miguel Missé i Gerard Coll-Planas
-“No sé qué otra cosa podría ser”: medicina entre la elección y
el cuidado en la transición FTM- Ej. González-Polledo
(...)“En Inglaterra, el diagnóstico de transtorno de la identidad de género se articula
en torno a ciertos requerimientos de “experiencia de la vida real” a través de los cuales los
psiquiatras pueden determinar la seriedad del transtorno y la intención del paciente de
seguir el tratamiento “hasta el final”. Debido a los riesgos sociales asociados a la terapia
hormonal, los requerimientos para acceder a las hormonas del sexo opuesto incluyen una
serie de requisitos como la edad (el paciente debe ser mayor de 18 años), el conocimiento
demostrable de “lo que las hormonas pueden hacer médicamente” y, bien una experiencia
de la vida real de más de tres meses o bien una serie de sesiones de psicoterapia. (…)
Lo que constituye una experiencia para esta “experiencia de la vida real” necesita
poder medirse en ciertas formas de contar la experiencia, en narrativas personales
relatadas en la consulta y que se juntan como evidencia de lo que pasa fuera. El acceso
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a los tratamientos depende de que la experiencia de género se convierta en algo medible,
en un experimento examinable que salvaguarda la pertinencia del diagnóstico y, al mismo
tiempo, hace más transparente la responsabilidad social de la psiquiatría.
(…) Muchos trans masculinos (FtM) consideran inconveniente la “experiencia de la
vida real”, especialmente porqué suele ser difícil conseguir evidencias de haberse
convertido en un hombre social cuando todavía no se ha empezado la transición a nivel
corporal. Se quejan de tener que “pasar” por hombres en público cuando aún no parecen
hombres físicamente. (…) Uno de los entrevistados me contó como se vio envuelto en
una investigación dirigida por un psiquiatra al que visitaba, y que sus demandas como
paciente se vieron oscurecidas por la abundancia de cámaras y blocs de notas de
distintos investigadores, y la actitud distante del médico y su pregunta insistente: “¿cómo
sabes que eres transexual, como lo sabes?”.
Además, señaló que durante la consulta este psiquiatra basaba sus comentarios en
una mezcla de variantes científicas y prejuicios, antes que en cómo él describía su
identidad y su proceso, poniendo de manifiesto que la forma aparentemente experimental
y científica en que el género se discute en la clínica está íntimamente relacionada con las
formas en las que los médicos piensan el género individualmente, y también con la forma
en que piensan su rol evaluativo en la relación clínica con pacientes transexuales.
(…) Otro paciente señaló que, en su caso, por el hecho de que él todavía “parecía”
mujer y de que la evidencia apuntaba a que seguía viviendo en femenino, le fueron
sugeridas muchas sesiones de psicoterapia destinadas a asegurar que no se trataba de
un travesti o de una lesbiana. En este caso, el hecho de no haber elegido un nombre
propio inequívocamente masculino y de confersarse confuso con respecto al género al
que le gustaría llegar al final de su transición fueron determinantes en su relación clínica,
obligándole a pasar más tiempo en terapia y retrasando el inicio de su transición física.
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