UNIDAD DIDÁCTICA 6 (continuación) ARTE E INGENIERÍA ROMANOS EN HISPANIA Roma comenzó la conquista de la península ibérica en el año 218 a.C. Dos siglos después ya había culminado este proceso, mientras procedía a la romanización de los pueblos sometidos. Esta asimilación de la cultura y formas de vida romanas fue muy desigual: más intensa en el sur y en Levante que en la Meseta, y casi inexistente en las regiones cantábricas. Con todo, el grado de integración fue tal, que Hispania aportó influyentes personajes en el campo de la política y de la cultura romanas. Así, podemos citar a emperadores -como Adriano, Trajano y Teodosio-, filósofos -como Séneca- o escritores como Marcial. La imposición de la forma de vida romana acabó, en gran medida, con la cultura de los pueblos indígenas. A lo largo de casi seis siglos la presencia romana en la Península se tradujo en la aplicación del modelo urbanístico de Roma. A veces las ciudades se construían sobre el plano de las ya existentes, pero respetando la funcionalidad, la necesidad de ocio y los gustos estéticos de la nueva sociedad romanizada. Estos núcleos urbanos, como ya había sucedido en otros lugares, se convirtieron en focos de romanización, y para garantizar su desarrollo y supervivencia se construyeron innumerables obras públicas. A su vez, el mundo rural también se transformó con abundantes villas, residencias de grandes propietarios e impulsoras de nuevas técnicas de cultivo. Resultan destacables, en este sentido, las villas de La Olmeda, en Palencia, Carranque en Toledo o Centcelles, en Constantí (Tarragona). Las ciudades solían seguir el trazado urbanístico de cardo y decumano, con foro y recinto amurallado, como el de la ciudad de Lugo, que tiene un perímetro de más de dos kilómetros. De los numerosos ejemplos podemos destacar Tarraco, en la actual Tarragona, que fue la primera ciudad fundada por los romanos; Itálica, ciudad fundada para los soldados veteranos de las milicias romanas, situada en la actual Santiponce (Sevilla); Cartago Nova o Cartagena, completamente reconstruida a partir de su fundación cartaginesa; Emerita Augusta o Mérida, capital de la Lusitania... Tampoco hay que olvidar ciudades del interior peninsular, como BíIbilis (Calatayud), Caesaraugusta (Zaragoza), Segóbriga en Cuenca, Clunia en Burgos, o algunos ejemplos de otros núcleos urbanos que cumplían una función específica como o León, que fue sede de la VII Legio Gemina, que le acabaría dando nombre. En estas ciudades se reproducía el estilo de vida romano y, consecuentemente, los edificios que estaban destinados a garantizar que necesidades y aficiones quedaran cubiertas. Por ello, encontramos edificios destinados a actividades de ocio, como los teatros de Mérida (Badajoz), Sagunto, Cartagena o Clunia (Burgos). Igualmente quedan importantes restos de anfiteatros, con capacidad para varios miles de espectadores, en Tarragona. De los circos, destinados a las carreras de caballos, fundamentalmente, apenas queda la planta en Toledo o en Segóbriga. En Tarraco sabemos que el circo servía para delimitar la separación entre la ciudad alta y la ciudad baja. Posteriormente fue muy modificado y sobre él se desarrolló la vida urbana en la Edad Media La Villa de La Olmeda es una rica mansión romana del siglo IV; de planta cuadrangular, con una torre en cada extremo y habitaciones dispuestas alrededor de un pasillo porticado que rodea el peristilo, contaba incluso con unas termas privadas. En su sala de recepciones se encuentra un gran mosaico con el motivo central del descubrimiento de Aquiles por Ulises, escenas de caza y retratos familiares. Villas Villa de la Olmeda, Palencia Villa de Carranque, Toledo Arquitecturas para el espectáculo Tipología: Dónde está Partes: Elementos constructivos: Comparación con la misma tipología en Grecia: Arquitecturas para el espectáculo Teatro de Zaragoza También fueron abundantes las obras públicas, en forma de vías de comunicación y redes de abastecimiento. Así, en el siglo III d.C. había casi once mil kilómetros de calzadas romanas en la península ibérica. Entre ellas destacaban la Vía Augusta o Hercúlea, que recorría la costa mediterránea desde Cádiz a los Pirineos, la Vía Lata o Camino de la Plata, entre Astorga y Mérida, o todas las que unían, de forma transversal las vías principales por el interior. Alguna de ellas continuó utilizándose posteriormente, como es el caso del Camino de Santiago, que aprovechó importantes tramos de la primitiva calzada romana. Las calzadas llevaban aparejadas otras obras de ingeniería, en especial las necesarias para salvar el cauce de un río, a veces poco caudaloso, como el río Anas (en Mérida), pero para el que se construyó un puente de casi ochocientos metros. Otras veces estaba encajonado en desfiladeros imposibles, como el Tajo. Tal es el caso del puente de Alcántara, en Cáceres, el mejor conservado de todo el Imperio. Igualmente se construyeron importantes acueductos que, en ocasiones, debían cubrir importantes desniveles del terreno. Para ello se alzaban sobre puentes de piedra, como en el caso de Segovia, donde se tiende un puente de unos 800 metros de longitud para salvar treinta metros de desnivel; o en el de Los Milagros, de Mérida, en el que se combinan piedra y ladrillo en su construcción. Arco de Cáparra, Cáceres Arcos de triunfo Arco de Bará, Tarragona Arco de Medinaceli, Soria Puentes y acueductos Acueducto de Segovia Puente de Alcántara, Cáceres Acueducto de los Milagros, Mérida