Eurípides. Eurípides vivió en una época de crisis de la cultura griega, el siglo V, en el que se produce un choque entre los valores que rigen toda civilización: el Estado, la cultura, la religión y la economía. La causa de tal crisis fue la guerra del Peloponeso (431−404 a.C.), la primera guerra civil de Occidente. Tras la derrota de Atenas y el final de su imperio marítimo terminó un siglo de revolución política y cultural, la llamada época clásica. El siglo V se inició con las guerras médicas y la derrota del invasor persa a mano de los griegos capitaneados por Atenas y Esparta. En el 508 Clístines instaura la democracia en Atenas. Desde entonces la concepción aristocrática de la vida y el ideal religioso dórico−délfico representados por Esparta dan lugar al espíritu fónico−ático del que Atenas es el máximo exponente. En efecto en el Asia menor los filósofos presocráticos habían iniciado el estudio científico del cosmos y habían puesto al individuo como centro del universo. Con los logósrafos, con Hecateo de Mileto a la cabeza, se empiezan a estudiar las costumbres de otros pueblos, de modo que la cultura se universaliza. Después, los sofistas introducen la oposición entre fusis y nomos, y ofrecen una visión racionalista del mundo. En este ambiente escribe su obra Eurípides, que intentó reflejar la situación del hombre griego en la segunda mutad del siglo V. Tras penetrar en el corazón humano sólo encontró pasiones desbocadas, crueldad y ambición. La antigüedad conoció 92 títulos de tragedias de Eurípides, de los que solo conocemos 17 tragedias y 1 drama satírico. La clasificación de su obra es compleja por lo que nosotros proponemos una exclusivamente cronológica: • Época de juventud: − Alcestis. − Telego − Cretenses. • Primera madurez (guerra del Peloponeso): • Medea. • Hipólito. • Hécuba. • Heracles. • Heráclides. • Suplicantes. • Época expresión madurez (durante la guerra): − Ión. − Troyanas. − Andrómaca. − Palamedes. 1 • Últimos años en Atenas (desencanto): ♦ Ifigenia en Táurida. ♦ Helena. ♦ Fenicias. ♦ Electra. ♦ Orestes. ♦ Exilio en Macedonia: ◊ Ifigenia en Aúlide. ◊ Bacantes. Desde finales del siglo XIX se han dado muchas interpretaciones de la obra de Eurípides en las que se decía que era sobre todo un filósofo portavoz del racionalismo de la sofística. Su última obra Las Bacantes parece desmentir un tanto esta visión, pues Eurípides se nos presenta como un homo religiosus enfrentado al misterio de la divinidad. Poco importa que fuese un racionalista o un místico sino que ante todo fue un poeta que supo penetrar en lo más recóndito del alma humana. Frente a los caracteres psíquicamente estables de los personajes de Esquilo y Sófocles, los héroes de Eurípides están en continua lucha consigo mismos hasta tal punto que se convierten en seres problemáticos, en un enigma. El pesimismo es uno de los rasgos del teatro de Eurípides, del que se puede decir que tenía un profundo sentimiento trágico de la vida. Alcestis, la primera pieza conservada, estudia el egoísmo de la naturaleza humana; Medea es una afirmación de la existencia de una fuerza irracional en el corazón que está por encima del intelecto. El tema del sacrificio voluntario está también muy presente en la obra de Eurípides. En Hipólito, por ejemplo, se dice que la felicidad de unos comporta la desgracia de otros. Otro rasgo fundamental es el realismo. No se trata, sin embargo, de un realismo socia, sino psicológico. Los héroes del mito se nos presentan como hombres y mujeres que podríamos encontrar en las calles de Atenas. Curiosamente, los personajes masculinos suelen tener un carácter endeble, como Admeto en Alcestis, o Jasón en Medea. Además del realismo psicológico nos encontramos con otro al que podríamos llamar biológico. Las tragedias tocan temas considerados tabú en la época; sobre todo relacionados con el amor: la ternura de Alcestis, los celos de Medea, el adulterio de Fedra, e incluso el bestialismo de Pasifae en Las Cretenses. El comediógrafo Aristófanes no se cansó de denunciar que el teatro de Eurípides era extremadamente subversivo. La voluntad de conocimiento del alma no halló límites en el teatro de Eurípides. La mujer fue objeto de una atención constante; le interesaban las mujeres en situaciones límite, cuando eran acosadas brutal y salvajemente. Las mujeres de Eurípides eran capaces de los mayores sacrificios y de las más horribles venganzas. Pensemos de nuevo en Alcestis, Fedra, Medea o Ifigenia. Destaquemos por último el patetismo de su obra. Desde luego, ya en Esquilo y Sófocles encontramos escenas desgarradoras, ero lo que distingue la obra de Eurípides es la representación del propio acto del dolor. El patetismo llega a su cenit en las escenas en que el personaje central se inmola por causas que nadie entiende, como Ifigenia o Evadne en Las Suplicantes. Otras veces el acto mismo de la muerte 2 levanta el patetismo: indudablemente el mejor ejemplo es cuando Ágave aparece en escena llevando entre sus manos la cabeza de su hijo Pepteo en Las Bacantes. En conclusión, para Eurípides la vida humana ha perdido todo su significado hasta convertirse en un absurdo. La tragedia de Eurípides, fruto de una época de crisis, nos parece extremadamente moderna. 3